Mis sobrinitas violadoras… (II)

Mis sobrinas Pili y Luci, me hacen la mayor trastada de su vida junto a sus tres mejores amigas a las que yo había bautizado como el trío calavera…, aunque creo que jamás tuve totalmente claro cuantas me violaron, como verán, llegue a creer que habían sido más, al menos seis, una más

(En este segundo capítulo de la trilogía, se desarrolla el  momento en el que engendraría a mi sobrina Pili, una de mis violadoras futuras,  en una larga y tórrida aventura  sensual y muy morbosa,  con mi tía Lucia...)

En anterior capitulo les había relatado cómo se conocieron mi tía Lucia y su marido Sebastián. Cómo se había marchado él, después del nacimiento de su primera hija Luci. Como me fui a vivir con mi tía por causa de su gran tristeza,  y para terminar, les conté algo sobre la celebración tan especial que me habían dado varias mujeres en mi dieciocho cumpleaños, cuyo epilogo sexual seria mi tía, si todo salía bien...

…/…

Me tía me estaría esperando, supuse, aunque llegaba algo tarde. Eran casi las dos de la madrugada.

Estaba cachondo. Pero que muy cachondo, por lo que suponía iba a pasar, además de lo pasado ya.

Estaba sin ninguna ganas de dormir. Ninguna.

Llevaba todo el día excitado.

Había sido un día de cumpleaños excepcional.

Había disfrutado de mucho y morboso sexo.

Había disfrutado de lo lindo con todas ellas, rememoré mental y rápidamente el día pasado, mañana y tarde con Raquel mi compañera en el trabajo, antes de cenar con la mi vecina la viuda Fernanda, más tarde con Julie la puta francesa, y  de vuelta a casa con mi tía abuela Rafaela, hacía apenas unos minutos, mientras iba camino de la habitación de mi tía Lucia en el ala izquierda de la casa, con la que esperaba “teóricamente” un gran epilogo sexual.

Venia del baño en el que acababa de estar con mi tía abuela, como les relaté en la última parte del relato anterior.

Teníamos dos baños. Uno más grande con bañera y otro más reducido solo para las necesidades grandes y pequeñas, del que acaba de salir.

Otro día les describiré mi casa materna donde tan bellos recuerdos acumulé en mi infancia y en mi adolescencia. Especialmente la terraza superior donde a veces nos poníamos al sol, desnudos los muchachos para secarnos y donde nos lo pasábamos de miedo. Allí en un gran barreño de zinc nos bañaban de pequeños a todos entre mi madre y mis tías.

Que bellos recuerdos confundidos por la niñez. Carnes blancas y pechos oscilantes.

Una pareja de aquellos pechos blancos y sensuales estaba a punto de saborear.

Seguía cachondo, muy cachondo.

Ahora me tocaba presuntamente la guinda del pastel de mi cumpleaños. Mi tía Lucia.

Abrí la puerta del dormitorio de manera sigilosa.

Estaba en absoluta oscuridad. Solo se apreciaba cierta claridad de la luna, a través de la ventana que daba al primer patio. Era una noche totalmente despejada.

Supuse inocentemente que me estaría esperando despierta y desnuda para darme mi “regalo”.

Me metería en la cama, desnudo.

Lo tenía claro.

¿O no?

Me lo había dicho mi tía Lucia por activa y por pasiva en las noches previas. Pepito te daré un regalo muy especial en tu cumpleaños. Así lo recordaba. Aunque empecé a dudarlo.

Mi mente absurdamente pensaba en todo ello de manera contradictoria.

Me había dicho, lo recuerdo muy bien, qué me tenía preparado un regalo muy especial de cumpleaños.

¿O no?

Empecé a dudar.

Cuando al meterme en la cama, ella no se inmutó en absoluto me arrepentí inmediatamente de llegar tan tarde. Hubiese cambiado todos los polvos que había echado durante todo aquel maravilloso día por haber llegado más temprano.

Mi tía Lucia se acostaba muy temprano.

No había encendido la luz para no molestarla.

Ella aparentemente estaba inmóvil en su lado de la cama.

Vaya desgracia la mía, se había quedado dormida, seguramente esperándome.

Me metí y acoplé en mi lado de la cama, el lado izquierdo. Ella dormía en el derecho habitualmente. Con el paso de los días cambiaríamos los sitios muchas veces. Luego leerán las enormes cantidades de posiciones sexuales que el titiritero había enseñado a mi inocente tía, bueno ya no tan inocente.

Seguía quieta. Vaya putada.

Me acomodé un poco.

Estaba de lado, totalmente desnuda aparentemente. Al tantear levemente note carne y no su clásico viso de dormir, una prenda que por cierto me tenía fascinado y siempre excitado por su tacto suave, viscoso y muy transparente.

Tanteé con sigilo todo su cuerpo levemente. Estaba caliente y desnuda. Lo confirme.

Palpe su culazo, Uhmmm.

Que lastima que estuviese dormida. Seguro que me había estado esperando.

Palpe sus muslos. Que delicia, haber comido su coño. Pensé.

Me arrimé a su espalda. Que tremendo olor más sensual. Besé ligera y tiernamente su cuello. Qué aroma.

Volví suavemente a tocar su deseado culo. Realmente estaba dormida. Qué lástima. De todos modos disfrutaría al tocarla y si no se despertaba, me haría una soberbia paja.

Metí mis dedos entre los cachetes y me deslicé suavemente arriba y abajo.

Palpé su ano caliente.

Seguí bajando. Note parcialmente su coño. Estaba ligeramente húmedo, así lo noté al pasar por él, ligeramente con mis dedos. No quería incomodarla.

Baje un poco más. Noté esa pelambrera de pelos maravillosos que protegían su coño. Llevaba noches imaginando, y que había vislumbrado fugazmente al entrar o salir de la cama en las noches pasadas.

Retrocedí excitado un poco. Palpe nuevamente su coño. Se removió un poco y susurro. Uhm.

Seguí palpando. Jugué con mis dedos en su coño, muy suavemente.

Aprecie un ligero chup, chup.

Estaba loco de excitación.

Mi polla a punto de reventar.

Se removió algo más.

Me acoplé en modo cucharita.

Mi polla empezó a rozar su culo en la parte baja, cerca de ese coño hambriento.

Mi mano izquierda palpo su pecho izquierdo.

Que delicia de carne suave. Su pezón estaba endureciéndose. Lo noté. Era grandísimo. Hasta ahora no lo había tocado jamás, pero los había notado endurecidos por el frio o por su suave y erótica ropa de cama.

Al acostarnos noches atrás, durante los breves instantes en que mantenía la luz de su lamparita encendida antes de apagarla, me fijaba en decenas de detalles. Sus pechos, sus pezones, su boca, sus mejillas, sus labios, sus orejas. En todo.

Sigamos.

Ayudado con mi mano izquierda que jugaba con sus labios húmedos como tocando suavemente una guitarra, conseguí hacer que la cabeza de mi polla rozase su coño.

Jugaba con él, adelante y atrás con la cabeza de mi polla. Mi glande lo notaba enorme y caliente.

Respire profundamente como si hubiese despertado de un mal sueño, al oírla hablar susurrando.

Hola Pepito. Que tarde vienes.

Estaba dormida.

Estaba soñando. Dijo.

Estaba soñando, un sueño maravilloso en el que Sebastián mi marido me estaba follando.

Sigue, por favor.

Estaba medio dormida, o medio despierta según se mire. A los efectos era lo mismo. Estaba encantado.

Con los dedos de mi mano izquierda abrí su coño lo que pude. Metí la cabeza de mi polla que estaba dispuesta y ya muy mojada.

Respire profundamente. Me la empezaba a follar y ella medio dormida. Que lujo.

Sacaba y metía la polla poco a poco, buscando la humedad viscosa de nuestros fluidos, que empezaban a unirse en un baile sensual. Poco a poco.  Cada vez que la metía,  la metía un poco más.

Sacaba y metía, despacio, muy despacio.

En uno de esos envites, me atreví a meterla hasta el fondo.

Que maravillosa profundidad.

Mi enorme polla llegó hasta el fondo sin problemas. Realmente mi tío Sebastián la había follado en condiciones. Así tenía el coño de profundo.

La empecé a bombear sin prisa pero sin pausa.

Mientras la bombeaba echaba cuentas, si dice mi tía que follaba mucho y mi tío ha estado más o menos seis meses en casa, desde que se le notó el embarazo de mi sobrina Luci, pensando en que se la haya follado todas las noches dos o tres veces como me contaba mi tía, en total se la había follado unas quinientas cuarenta veces. Joder, buen número. Así tiene el coño de bien abierto. Joder.

Seguía pensando mientras la follaba despacio, muy despacio, disfrutando como única, cada lenta metida de pollón.

Repasemos los números por si nos hemos equivocado, veamos, seis meses por treinta días de media, por tres polvos cada noche. Si, en total quinientas cuarenta veces. Más los polvos que le tuvo que echar cuando salían. Unos tres meses a otros tres polvos, pongamos cuatro por la novedad. Otros trescientos sesenta. En total, un número redondo, novecientos. Joder con mi tía y Sebastián.

Muchos años después, cuando leí el diario encontrado en el que mi tía había computado como una fiel contable todos los polvos con su marido, sorprendido comprobaría que realmente habían sido más. Tenía computados en realidad 954 polvazos. Éramos de la misma sangre contable. Empezaría entonces mi afición a contar y anotar polvos y leches. Incluso en el futuro haría estadísticas y medias semanales, mensuales y anuales.

¿Quieren saber cuántos polvos echaría en total a mi tía Lucia, durante aquellos maravillosos nueve meses?

Fueron más de mil doscientos, concretamente mil doscientos doce. ¡Qué locura de mujer, mi tía!

Sigamos con la suave follada inicial.

Echaba cuentas de polvos en aquel caliente momento para calcularlos, pero también,  y al mismo tiempo para distraerme del hormigueo de mi polla.

Quería soltar leche como fuese.

Un gemido y un retorcimiento de caderas atrajeron mi atención al cuerpo de mi tía. Palpé su teta izquierda y el pezón lo tenía súper endurecido. Me excitó sentirlo tan duro entre mis dedos.

La seguí bombeando en la mencionada posición de la cucharita, pero muy despacio. Quería disfrutar de mi regalo.

Volvió a hablar, aunque muy despacio. Seguía medio dormida.

Estoy esperándote hace horas para darte el regalo de cumpleaños.

Que gusto me estás dando.

Sigue Pepito.

De pronto, me soltó con voz entrecortada pero clara.

Pepito, dale fuerte que me corro.

Le pegue un golpetazo enorme, note como mis huevos golpeaban su coño. Pensé incluso que le podría haber hecho daño con mi polla enorme en la boca de su útero.

Gimió y se encogió bruscamente durante dos o tres segundos.

Volvió a gemir profundamente.

Yo seguía dándole pollazos fuertes.

Con su mano izquierda me echó mano al culo haciendo ademán de que parase.

Dame un segundo. Me acabo de correr como una bestia, Pepito.

Después de un minuto interminable. Yo seguía quieto pero con la polla dentro.

Sigue Pepito, sigue follándome más.

Seguí dándole caña. El pequeño descanso me había venido bien para distraer mi polla que quería echar leche en el coñazo de mi tía. Un súper coño, enorme, profundo, hambriento y muy caliente.

Seguía follándola, sin parar.

Al cabo de unos minutos me dice: Dale otro golpetazo fuerte como antes que me voy a correr otra vez.

Pum.

Le metí un envite de los buenos.

Dale otra vez.

Le di, incluso más fuerte. Note el ruido del impacto de mis huevos al golpearla.

Se retorció y gimió de nuevo incluso con mucha más intensidad que la vez anterior.

Pepito que rico. Pepito que bien me estas follando. Eres todo un machote.

Pero que bien me estas follando. Me repitió.

Disfrutaba del post-orgasmo, de su segundo climax. Se notaba en los movimientos del culo, que no dejaba quieto.

Despues de haberse corrido por segunda vez y callada  de nuevo durante unos breves segundos, que me parecieron una eternidad, me dijo:

Ahora que ya me has despertado vamos a jugar un poco más. Quiero darte tu regalo.

¿Mi regalo?

Sí, mi amor. Esta primera follada que me has echado, muy buena por cierto y en la que me has hecho correrme dos veces, ha sido solo el aperitivo.

Espera que viene lo mejor.

Lo primero que quiero que hagas es que me sueltes toda la leche. Dame pollazos sin parar hasta que te corras. Vamos. Pero de la siguiente manera…

Cuenta de diez en diez. Al contar el décimo me das uno más fuerte, pero realmente fuerte. De acuerdo, Pepito.

De acuerdo tita.

Empecé.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum…

Todos seguidos, sin parar. Pepito.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Joder que gusto me estás dando. Sigue.

Uno, dos, tres… y diez. Pum.

El ambiente de la cama emitía un hedor a fluidos vaginales mezclados con preseminales míos, que muy pronto se iban a mezclar con leche caliente y sabrosa, recién ordeñada.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum

Así seguía zumbándole el coño, ella se removía como una loca, cuando se preparó para cogerme y sujetarme nuevamente el culo. Se iba a correr nuevamente y entonces le di todos los golpetazos de polla juntos y fuertes.

Pum. Pum. Pum. Pum. Pum. Pum.

No podía más. Ella ya empezaba a sujetarme el culo cuando mi leche empezó a salir a borbotones, primero muy rápidos y luego más lentos.

Me sujetaba.

Deje de bombearla.

No quería molestarla, por si se irritaba o le dolía. Ya sabía que algunas las mujeres después del orgasmo están muy sensibles... Raquel al menos era así. No podía tocarla después de sus orgasmos, al menos durante unos segundos.

Me sentía exultante dentro del coño de mi tía. Mi polla aun la notaba dura. Estaba chorreando mucha leche, pero aún seguía dura.

Mi primer golpetazo de leche había salido en el envite final.

Ahora seguía corriéndome, en tres o cuatro impulsos internos e  instintivos de mi polla, que me sabían a gloria bendita pero sin menearme.

Había echado mucha leche. Creía que mucha más que otras veces.

Después del primer y largo chorro, chorros medianos, luego más pequeños. Al final gota a gota, pero disfrutando enormemente de unos pequeños orgasmos menores. Que gustazo. Mi polla estaba en la auténtica gloria bendita, dentro de aquel coño que me parecía el mejor del mundo en ese momento.

Guau. Uhmm. Joder…,  que polvazo. Jamás había disfrutado más. Lo juro. Pensaba.

Apenas era la primera noche, todavía no había acabado y ya había aprendido la técnica de contar hasta diez y pum.

En cuanto me dejase quería comerle el coño.

Joder, esto se ponía de muerte.

Después de breves segundos en que se relajó de su tercer orgasmo. Mi tía, se volvió.

Cierra los ojos, me dijo.

Te voy a hacer decenas de cosas que jamás nadie te ha hecho aún y que mi Sebastián me enseñó a hacer. Era un puto vicioso el muy cabrón. Pero me hizo disfrutar como una auténtica zorra. Lo echo de menos. Menos mal que ahora te tengo a ti.

Espero que te gusten las cosas que te voy a enseñar y que las recuerdes durante toda la vida.

Así seria.

Vuélvete de lado me dijo.

Mientras me volvía note como ella se daba la vuelta, y mientras hacía eso, metía su mano el coño y hacia algo.

Estaría recogiendo la leche quizás. Me pregunté.

No querría manchar las sabanas, seguramente. Pensé.

Acertaría a medias. Lo recuerdo y me excito aun, después de que han pasado más de treinta años de aquellos maravillosos momentos de inicio sexual con mi adorada tía Lucia.

Unos segundos después, me tanteo el culo. Me abrió el culo con la mano izquierda.

Pensé por un instante que querría meterme el dedo en el culo, me acordaba del gusto que me había dado Julie la puta, en mi segunda leche con ella, aunque lo deseche enseguida.

En esa posición, metió su mano derecha en mis partes bajas.

Froto su mano llena de leche y sus dedos en mi culo, en mi ano, pero principalmente en mis huevos y en toda la polla, descargando la leche que llevaba en la mano,  durante unos segundos maravillosos. Volvió a meterse su mano en el coño y sacando más leche, volvió a rociarme todas mis partes con aquella leche que empezaba caliente, e iba poco a poco enfriándose. Terminando con el paso de los minutos secándose y dejando esa pequeña y ligera película blanca.

No lo entendía de momento, pero disfrutaba imaginando mi leche allí.

Se volvió. Creí ver que se lamia la mano pero lo dude por un instante. Luego más tarde, a lo largo de aquella intensa noche, descubriría que era una autentica lamedora de leche. Yo he salido a ella.

Aunque algo se veía, de momento no se apreciaba todo con claridad. Pero lo intuía. El olor era maravilloso. Ese hedor a leche y fluidos después de las folladas lecheras.

Voy a encender la lamparita para que me veas bien. Me dijo.

Ten los ojos cerrados Pepito. ¿Vale?

Encendió la lamparita de su lado y le puso un pañuelo para atenuar su luz, un pañuelo que sacó del segundo cajón de la mesita, según pude apreciar, por los ruidos y sensaciones de cambios de luz,  pues a pesar de tener los ojos cerrados, entreabría parcialmente para mirar, estaba algo deslumbrado al pasar de la oscuridad a la luz.

Pero hice caso. Cerré los ojos de verdad.

Mientras pensaba.

El cuerpo de mi tía debería de ser exquisito, era relativamente joven a pesar de haber dado a luz hace apenas poco más de un mes a una hija. Lo había tanteado el rato antes y estaba excitadísimo.

En las noches previas solo pude llegar a rozarla cuando estaba dormida, siempre suavemente, para que no interpretase nada anormal y antinatural.

Me había dicho muchas cosas, sobre mi polla. Sobre su marido. Había llorado mucho en mi hombro. Sé que se había acercado a mi cuerpo y había notado mi polla dura durante horas.

Pero realmente no me había tocado de ninguna manera especial.

Solo me había hablado.

Que si la polla de mi marido por aquí, que si me follaba todas las noches tres o cuatro veces como poco. Que si me pedía que le hiciese cosas.

No abras aun los ojos y vuélvete. Dijo.

Mi tía estaría especialmente sensual en aquella noche tan especial. Lo intuía.

No hacía mucho calor, a pesar de que aquel marzo estaba resultando frio. Sería el calor de nuestros cuerpos.

Apartó las sabanas y mantas que nos cubrían.

Lo sentí.

Yo aún tenía los ojos cerrados. Solo me avergonzaba que me viese la polla aun grande y dura después de haberla follado hace un instante.

Seguía totalmente empalmada y dura. Dura como una piedra.

Abre los ojos Pepito.

Los abrí poco a poco y vi un autentico espectáculo.

Totalmente desnuda, sabía que estaba. Pero ver su contorno al trasluz, sus grandes pechos, sus enormes pezones sonrosados, me puso cardiaco.

Se había puesto perfume, lo había notado antes, cuando le había besado sigilosamente el cuello al principio de meterme en la cama.

Mi tía olía de una manera muy sugerente. Así me parecía. Estaba excitándome cada vez más y por momentos.

Vuelve a cerrar los ojos Pepito. Nunca me ha molestado que me llamasen así.

Cerré los ojos nuevamente.

Se acercó. Notaba su aliento y su agitada respiración.

Empezó a acariciarme el pecho, la cara, los brazos, las piernas. Todo muy suavemente.

Luego empezó a acariciarme la polla, que ya estaba a punto de estallar otra vez. No sabía entonces que mi polla estaría estallando leche toda la noche.

Mira Pepito me dijo. Desde que vi tu polla recientemente, estas noches de atrás. Incluso te la he tocado estando tu dormido, me recordó a la de mi Sebastián.

Ya me lo has dicho tita varia veces. Le contesté.

No dejaba de acariciarme.

Hacías mucho sexo con él, le pregunté. Ya me lo había dicho varias veces, pero seguía preguntándole. Soy un preguntón. Lo siento.

Mucho, Pepito. Todos los días. Por los menos tres polvos me echaba todas las noches, ya te lo he dicho. A veces cuatro. Al principio en su teatro del guiñol muchos más. Era delicioso sentir su polla dentro de mi coño. Al principio, los primeros días,  me hizo un poco de daño, no había estado con nadie más. Pero después de aquellas primeras veces, me lo pasaba genial con él.

Me encantaba que tuviese su gran polla dentro de mí. Mi coño necesitaba su polla constantemente.

La tenía tan grande como tú ahora mismo. Yo creo que son idénticas. Eso me pone muy perra y muy cachonda.

Antes de venir a vivir con nosotros, cuando ya estaba embarazada de Luci y tu abuelo accedió de mala gana, nos pasábamos las noches enteras follando. Me escaba por las noches. Nadie lo sabe.

Seguro que mi polla te recuerda a tu marido. Le pregunté.

Si mi amor. Es idéntica.

Además yo te la había visto ya muchas veces. No lo recordaras, eras muy pequeño. Yo te he bañado muchas veces. Tu madre estuvo muy ocupada con tu hermano y tus hermanas que vinieron muy juntos. Tu padre también follaba mucho. Todas noches, según me decía tu madre. No le digas que te lo he contado. ¿Vale?

Recuerdo amabas cosas de mi niñez, aunque vagamente. Los ruidos en el dormitorio de mis padres todas las noches y los baños en la cocina en invierno y en la terraza en verano.

Cuando te bañaba en alguna ocasión en el pasado, me decía mi tía, ya entonces había pensado que estaba muy bien armado, que te parecías al abuelo en eso.

Seguro que le había visto la polla al abuelo Remigio. Ya les dije que yo la vi un día de pequeño y me asusto su tamaño.

Voy a follarte como me follaba a mi Sebastián todas las noches. La verdad es que me hace mucha falta. Dijo nuevamente.

Así empezó el  primer polvazo que mi tía me echaría aquella noche.

Si, lo sé, se lo que están pensando. Ya me la había follado una vez en cucharita y se había corrido tres veces, pero en esta ocasión ella tomo la iniciativa desde el primer segundo.

Se puso delante de mí.

Me subió las piernas en flexión.

Empezó a comerme los huevos.

Comió suave y lentamente mi polla.

Bajo a mi culo.

Lamio aquellos restos de leche ya secos.

Volvía a repetir.

Limpio todos los restos secos.

Te gusta lo que te hago, me pregunto.

Si claro tita.

A mi Sebastián le encantaba esto. Que le lamiese el culo y los huevos con su primera leche.

Después de aquel comienzo prometedor, solo decirles que pasamos todo el resto de la noche follando de decenas de maneras nuevas. Que comió mi leche varias veces. Que disfruto como una loca cuando le comí el coño.

Seguíamos follando y follando. Sin parar.

El tío le había enseñado muchas guarrerías.

Quien iba a pensar que el titiritero sabia tanto.

Así pasamos toda la noche. Orgasmo va. Leche viene.

Hacia horas que había amanecido y aun seguíamos follando.

Decenas de veces cambio de postura.

Me follo de maneras que jamás nadie me había follado. Días después me enseñaría el libro del Kamasutra. Las posturas que le había enseñado su Sebastián.  Decenas y decenas de posturas. Joder que delicia aprenderlas todas, aquella noche y en sucesivas noches con mi tía.

Así estaríamos nueve meses seguidos. El resto de las noches seguíamos follando mucho, aunque me dejaba dormir un par de horas o tres.

No quería matarme a polvos. Decía.

Me estaba follando sentada encima de mi polla cuando oímos los pasos de alguien.

Mi madre llamo a la puerta.

Mi tía le dijo que estaba durmiendo, que había llegado tarde y que aún seguía descansando.

Era una mentira piadosa.

Vaya jeta, cuando se despierte le voy a echar una buena bronca, oía decir a mi madre. Además ya ha venido Fernanda a por él, para que la ayude con las plantas. En cuanto se despierte y desayune, se lo mandas. ¿Vale?

Vale…, contesto mi tía.

Ni mucho menos, mi tía me dejo de ir. La vecina tendría que esperar.

Follamos mucho más toda la mañana.

No los conté, aunque mentalmente ella se tuvo que correr casi una docena de veces, y yo al menos seis o siete veces más.

Llego a sacar un aparato que veía por primera vez. Un consolador. Tenía varios de diferentes tamaños. Me enseñó a utilizarlos. Los utilizaríamos muy a menudo. Tanto en su coño como en su culo. También en el mío.

Fue una noche y mañana maravillosas, aunque solo el preludio de lo que pasarían los nueve meses siguientes.

Cuando antes de comer, mi madre volvió a insistir algo cabreada, le dije: Si, mama, ya voy. Estoy cansado. Ayer tuve mucha “tarea”, en el trabajo y luego los chicos me entretuvieron hasta tarde. Le dije disculpándome.

Pues te pongas como te pongas, hoy te vas a quedar sin siesta. Tienes que ir a la vecina a arreglarle las plantas. Me lo ha suplicado. Desde que está sola ya no sabe hacer nada sin ti.

Llevaba ya por lo menos cuatro o cinco años comiéndole el coño a la viuda, y cada día le gustaba más.

Mi madre se iba diciendo cosas, a través del pasillo.

Así aprendes para otra vez. No te da vergüenza estar durmiendo a estas horas.

Menuda bronca me echó mi madre, aquel maravilloso día de sexo a raudales.

Mi tía y yo nos mirábamos perversamente. Todavía me follaría otra vez antes de dejarme salir a ducharme y a comer.

A las tres y media ya estaba en casa de la viuda. Ni plantas ni nada. Directamente a comerle el coño toda una hora. Bien que le daría los minutos en su coño. Ya estaba muy necesitada de mí. Como se retorcía de placer.

Se había acostumbrado a su hombretón como me llamaba.

Aquel día comencé a practicar las nuevas posturas aprendidas. Primero con la viuda y luego con Raquel.

Yo disfrutaba mucho con aquella viuda. Realmente fue mi madura especial durante años. Cuando le dio el ictus poco tiempo después, lo sentí mucho. Desde entonces la relación cambio, aunque seguía gustándole las comidas de coño que le hacía. Follábamos menos, por su falta de movilidad.

Lo único que me unía ya a ella, era su sobrina…

Aunque aún con su ictus, la viuda quería marcha. Realmente quien me dio marcha en aquella casa hasta que me case por primera vez fue su sobrina. Habré de contarles muchas cosas de ella, en especial la primera vez que follé con ella.

Pero volvamos a la viuda de momento.

Recuerdo como cumpulsivamente con ambas manos se echaba para atrás su enorme mata de pelo para dejar al descubierto ese coño que me encantaba.

Jamás me había follado sin haberse corrido un par de veces o tres comiéndole el coño.

Las macetas quedamos en dejarlas para otro día. Me tuvo en la cama, hasta las ocho de la tarde.

Deprisa y corriendo, me despedí de mi viudita alegre, como a veces ella misma se decía a sí misma, me duché, me puse mi flamante traje nuevo, con un cierto tufillo a la casa de las putas y me fue a la discoteca donde ya me esperaba Raquel, a darme el post-cumpleaños.

Obviamente me rocié bien con la colonia que me había regalado. Bailamos, tomamos algo, todo ello entre idas y venidas a nuestro delicioso rincón oscuro de aquella celebre primera discoteca de la capital, que aun a día de hoy sigue abierta, claro está después de decenas de periodos y arreglos de diferentes propietarios.

Cada vez que paso por allí, recuerdo mis tardes con Raquel, llenas de sexo y placer.

Aquel domingo no llevaba tanta necesidad como otros, pero no dejaría de sacarle a mi difunta amiga Raquel media docena de buenos orgasmos. Yo al menos me la folle dos veces, eso sí lo recuerdo.

Recuerdo que el lunes siguiente, ensimismado rellanando letras de cambio en la oficina, conté mentalmente entre el sábado y el domingo cerca de una veintena de lechazas. Aquel día empecé a anotar mis lechazas.

Pues si  mis amigos, una veintena de lechazas, un verdadero record para un joven de dieciocho años.

Por cierto y al hablar de letras de cambio, no he podido dejar de recordar.

Las compraba en un estanco muy cerca de la oficina, la regentaba una viuda alta y rubia, que estaba muy buena. Tenía de ayudante a una chica bajita y morena que me miraba de una manera muy especial. Ya les contare como esa joven se enamoró de mí. Estuvo toda su vida esperándome, era muy tímida.

Me la folle por primera vez cuando ambos teníamos dieciocho años. Por segunda vez cuando ambos teníamos treinta y siete y me la he vuelto a follar por última vez hace apenas unas semanas, ya tenemos ambos cincuenta y tantos. Exactamente cincuenta y dos.

La verdad es que Trini es muy buena chica. Algo cortada. Estoy un poco cachondo con ella estas últimas semanas. Quedamos en su casa. Heredó el estanco de la viuda cuando murió y sigue soltera según me ha confesado.

Rematemos esta segunda parte del relato de la trilogía.

Volviendo al relato de la súper follada con mi tía, que decirles.

No lo sabía a ciencia cierta, pero con toda seguridad mi sobrina hija ya estaba en proceso, pues seguro que con un alto porcentaje de probabilidades estaba ya concebida. Los siguientes meses, hasta nueve, como ya les he adelantado fueron inconmensurables.

Mi tía no me dejó de follar ni una sola noche y siempre en repetidas ocasiones. De media me follaba cuatro o cinco veces todas las noches.

El periodo no aparecería jamás y el vientre prominente como ya pueden suponer fue adquiriendo volumen hasta el desenlace del 6 de diciembre en que nació Pili.

Pues sí, mi sobrina-hija Pili fue constitucionalista. Ese día se celebra como saben los españoles el día de la Constitución. Fue aquel día 6 de diciembre, aunque ocho años atrás, en 1.978, cuando fue ratificada por la gran mayoría de compatriotas en un referéndum.

Volviendo al embarazo de mi tía.

Las culpas se las llevaría Sebastián.

Nada más nacer mi sobrina-hija Pili, ella pidió la vuelta de Luci y las empezó a criar. Ya no me volvió a necesitar lamentablemente. Quizás el miedo a un embarazo, quizás un cambio mental. Quizás el inicio de su enfermedad.

Lo cierto y verdad es que aquellos nueve meses de sexo pasional e imaginativo con mi tía Lucia siempre serán inolvidables.

Del mismo modo, seria inolvidable mi violación dieciocho años después.

Aquí termina el segundo capítulo de esta trilogía, que sin ningún género de dudas, mañana, 28.05.2020, va a terminar de una manera muy especial, obviamente con un intervalo temporal de 18 años,  desde 1.986, fecha en que fue concebida mi sobrina-hija, hasta el año 2,004, año en que ésta cumpliría sus dieciocho años, el año de la triste muerte de sus padres y el año en que junto a hermana y tres amigas más me violarían, aunque ella, Pili, lo negaría en primera instancia. Aquella violación múltiple me resultaría extremadamente excitante y morbosa, a pesar de que había sido obligado a ella de manera involuntaria. En todo caso siempre presentí que había habido una sexta mujer implicada, mucho mas lista que ellas, aunque mis sobrinas siempre lo negaron…

Continuará…

…/…

Mañana nos encontraremos y me leerán si lo desean, mis amables amigos lectores. Espero que estén  disfrutando de la trilogía y deseen saber el desenlace. Hasta mañana.