Mis siete maridos y yo
Como superé la viudedad de mi primer marido, casándome a la vez con otros siete hombres, y como nos organizamos para montar una empresa de servicios entre todos.
MIS SIETE MARIDOS Y YO.
Fernando y yo estuvimos juntos muchos años, felices y contentos, hasta que un desgraciado accidente de circulación camino de Alicante para reunirse conmigo en nuestra casa de verano acabó con nuestra vida en común y rompió todos nuestros sueños de envejecer juntos. Cuando tal aconteció ya llevábamos juntos muchísimos años.
Fernando era una persona supercompleta: alto, guapo, simpático, vital, siempre con una sonrisa en los labios, generoso, con un corazón que no le cabía en el pecho, parecía que sabía un poco de todo, y además tenía una sexualidad insaciable: para él, todas las ocasiones, lugares, horas o situaciones eran buenos para realizar sexo. En el ascensor, o dentro del coche a la luz del día, o en los probadores de los grandes almacenes, o en un parking de algún centro comercial… Una forma de saludarme era cogerme de los cojones a través del pantalón, apretar un poquito, y darme un beso mientras con la otra mano me agarraba el culo, y me atraía hacia sí. No sería la primera vez que, durante una cena con invitados, me masturbaba con su pie bajo la mesa hasta que conseguía que me corriera, sin poder evitar que, el efecto de ese masaje, los cojones se me pusieran duros, la polla se me pusiera como el mástil de la bandera, y me corriera dentro de mis calzoncillos con los pantalones puestos, intentando mantener la compostura ante los compañeros de mesa sin hacer aspavientos con la que estaba cayendo… Entenderéis, pues, que su pérdida fue irreparable no solamente en el aspecto afectivo si no en todos ellos.
Un hombre como yo, acostumbrado a mandar de manera imperativa con pocas cortapisas en el Banco en el que trabajo, encontraba relajante que hubiera alguien que me mandara en casa y en mi vida privada, en ser sexualmente pasivo, en dejarme hacer cualquier cosa que a él le apeteciera, y en vestirme como a mi macho le apeteciera. Porque yo tengo claro que sí, que yo soy un hombre orgulloso de serlo, de tener polla en vez de coño, feliz de tener cojones en vez de ovarios, satisfecho de mear de pie en vez de mear sentado, de tener pelo en el pecho, de hacerme pajas o que me las hagan y ver correr mi lefa por encima de mí o encima de otro…pero reconozco que, en mi vida personal, necesito un hombre que sea más hombre que yo. Necesito un MACHO. Que yo siempre me he sentido muy hombre, pero nunca, ni en lo más remoto, me he sentido jamás un macho. Siempre voy con el pene puesto hacia atrás aplastando mis huevos con mis bragas, porque yo no uso ropa interior masculina: uso bragas y tangas, sobre todo de raso, cuyo tacto es más sexy. Gracias a dios no uso uniforme, porque la ropa interior masculina me parece poco sexy y demasiado basta para un zona del cuerpo humano tan sensible y delicada como el culo, la polla y los cojones de cualquier tío, y ver a un ejecutivo como yo en braguitas de satén, hubiera sido, como poco, algo chocante.
Tardé en reponerme de una pérdida tan enorme, pero lo fui haciendo poco a poco, porque él hubiera querido que yo siguiera con mi vida, y con una sexualidad activa.
De vez en cuando, salía con los amigos, iba por el ambiente, pero me sentía desplazado con tanta gente joven; yo me sentía más a gusto con gente de mi edad, aunque yo resultara atractivo para algunos jovencitos (no en balde uno siempre se cuidó lo mejor que pudo, y desnudo gano bastante más que vestido…), por lo que fueron descubrimientos agradables los locales para la gente “Bear”, es decir, los “Osos”, gente físicamente sin complejos, y a quienes gustan otros hombres similares.
En una de esas salidas, en un famoso lugar de encuentros para “osos”, conecté con varias personas que iban a organizar una reunión privada en una casa particular, y me invitaron a asistir. Me negué, pues no quería que lo hicieran por compromiso o como una forma de quedar bien conmigo ya que uno de mis amigos era conocido del anfitrión, pero insistieron tanto que me sentí obligado a asistir. La casa particular era un verdadero caserón, bien comunicado con la ciudad, pero apartado de miradas indiscretas. Los ejemplares de hombres que allí aparecieron contenían todo el catálogo imaginable de hombres, con algo en común: una virilidad evidente y una satisfacción clara con su propio cuerpo, que emanaban una energía positiva que, sinceramente, me era muy necesaria. En un momento dado, nuestro anfitrión se dirigió a nosotros, y nos dijo:
- “Bueno, ya estamos todos los que estaba previsto que estuviéramos. Ahora, chicos, poneros cómodos, quitaros la ropa que os dé la gana, quedaros como queráis, y hacer lo que os apetezca con quien os guste.”
Guardamos nuestra ropa y objetos personales en unos cubículos preparados al efecto, y los tíos que nos quedamos más vestidos quedamos solo con nuestra ropa interior: el resto, completamente desnudos. Y el espectáculo de ver a decenas de hombres desnudos follando y dejándose follar, chupándose y dejándose chupar, y haciéndose de todo unos a otros, era completamente gratificante, y altamente excitante para cualquiera.
Allí había dos grupos de hombres claramente diferenciados: los que eran ya usuales, y se les notaba lo sueltos que estaban, y los que éramos nuevos y andábamos un tanto perdidos al ser nuevos. Los nuevos nos fuimos juntando para conocernos algo mejor; hablando con unos y con otros, establecimos grupito con quienes teníamos más afinidad. Allí me encontré yo, Juan, con Alberto, Enrique, Carlos, Andrés, Francisco, Víctor, Ricardo y Emilio. Emilio es albañil, Alberto, médico, Enrique es fontanero, Carlos es Cocinero, Andrés es electricista, Francisco es Pintor, Víctor es informático y Ricardo es limpiador. Cada uno de ellos es dueño de su propia empresa, y cada uno de ellos marcha económicamente de manera inmejorable. Las edades oscilan entre los 38 de Víctor y los 53 de Emilio. Los tipos de hombre que representan abarcan casi todo el espectro de osos: altos, bajos, rellenitos, delgados…pero lo importante es que, desde el comienzo, parecíamos una especie de puzle en el que encajan perfectamente todas las piezas: una mirada, un guiño, un gesto, de cada uno de nosotros, y los demás sabíamos a la perfección lo que cada uno de nosotros andaba pidiendo o necesitando, de una manera casi telepática, como si nos conociéramos de siempre, como si todos nosotros fuéramos parte de un solo cuerpo.
Tan a gusto estábamos que decidimos celebrar nuestro encuentro follándonos todos a todos, pero en privado: cogimos nuestros coches y nos fuimos a mi casa los 8. Allí nos desnudamos, les obligué a ponerse en fila de a uno, les chupé la polla y los cojones a todos, y les pedí, a todos, que uno tras otro me dieran por culo. Después de ser follado por todos, hicimos el “Trenecito”, el “Círculo Mágico” y el “Bukkake”. En el trenecito, por poner un ejemplo, Alberto daba por culo a Enrique, Enrique a Carlos, Carlos a Andrés, Andrés a Francisco, Francisco a Víctor, Víctor a Ricardo, Ricardo a Emilio y Emilio me daba por culo a mí, que era la posición más pasiva de todas, pues es como si me estuvieran dando por culo todos a la vez. La posición del círculo mágico es similar, pero en círculo, de manera que el primero es follado por el último, y el último folla al primero. Y también jugamos al Bukkake, es decir, que uno de nosotros se pone en el centro, y todos los demás eyaculan sobre él. Que tu cuerpo sea inundado, de arriba abajo, del semen viril de tus siete maridos, o hacerselo tu a tu hombres, empaparte de esa maravillosa Leche de Vida que nos sale a los tios, cuando estamos erectos, de la punta de nuestras pollas, es algo maravilloso, que sabe bien quien lo ha experimentado. A mi me encanta ser el receptor de la Leche de Vida, pero entiendo cuando mis maridos dicen que recibo y recibo, pero no doy tanto como recibo, y me dicen que también quieren recibir Leche de Vida en sus cuerpos.
Toda la noche estuvimos follándonos todos a todos como conejos. Tan agotados nos quedamos, que nos quedamos dormidos, enlazados unos con otros, sobre la confortable y espesa moqueta del salón, con los almohadones de los sillones esparcidos por todo el salón. Yo amanecí con una mano en la polla de Juan y otra en la de Enrique, mientras Carlos tenía su polla (ya flácida) metida en mi culo, y Andrés tenía su boca en mi polla. Y no todo el semen que me cubría era mío, claro…
Una vez nos despertamos, como buena ama de casa, obligué a mis hombres a asentar sus bellas pollas y sus perfectos culos en cómodos sillones, y les preparé un suculento desayuno para todos, poniéndole a cada uno el desayuno que les gustara, que para eso era el anfitrión. Completamente desnudos, así desayunamos en la mesa grande del salón, con risas y buen rollo. Yo miraba satisfecho, sin creerme del todo lo que veía: siete pollas y catorce cojones, juntos en mi casa, felices, y todos míos de mi propiedad exclusiva, para mi uso y disfrute…Durante el desayuno, nos planteamos si seguíamos, o no reuniéndonos, y después de follarnos todos a todos como conejas a la vez, acordamos seguir reuniéndonos una vez por semana, de manera rotatoria en casa de uno de nosotros, y en mantenernos continuamente en contacto a través de las redes sociales, como un grupo cerrado de usuarios. Dos de nosotros eran activos (Enrique y Andrés), dos eran pasivos totales (Alberto y yo), y otros cuatro eran versátiles. Como es natural, cuando nos enterábamos de que alguna de las personas de nuestro entorno tenía que hacer algún trabajo relacionado con las profesiones de cada uno nosotros, le remitíamos a la persona correspondiente de entre nosotros.
Fue pasando el tiempo y, lo que parecía una situación flor de un día, o de un calentón de verano, se fue consolidando en el tiempo, y la relación entre los ocho se fue haciendo cada vez más estrecha y frecuente. La convivencia nunca es fácil, pero mantuvimos siempre el buen rollo y el respeto a los demás, además de que, el ser tantos tíos juntos, siempre había alguno que podía necesitar un poco de ayuda y otros dispuestos a darla.
Tan a gustito estábamos que realizamos una boda comunal, en la que Alberto y yo íbamos vestidos con un traje de novia hecho a medida de Rosa Clará, Alberto con escote en v hasta la cintura y vestido estilo Diana de Gales, y yo con un escote palabra de honor y falda con mucho vuelo. Los activos y versátiles fueron vestidos con trajes de etiqueta, pero ajustados al cuerpo como un calcetín, para resaltarles bien sus cuerpos, con especial énfasis en los culos y en sus paquetes. Una vez que acabó la ceremonia, delante de nuestros amigos, nos despelotamos e hicimos el amor todos nosotros entre nosotros, invitando al público (todo compuesto de amigos muy íntimos y personales) a hacer lo mismo. La boda acabó como os podéis imaginar: Sodoma y Gomorra hubieran pecado de aprendices, de todo lo que allí se hizo.
Entre nosotros hay pollas pequeñas, medianas, grandes y enormes. Pollas de grosor fino, delgadas, normales, gordas o muy gordas. Pollas circuncidadas, y sin circuncidar. Y cojones de todo tipo imaginables: pequeños, normales, grandes, enormes…algunos parecen pegados a sus pollas, y otros cuelgan como si fueran campanas…algunos caben en una mano, y otros son tan grandes que el titular anda con las piernas un poco arqueadas, sin pelo en los genitales, con poco pelo, con pelo normal, con mucho pelo, de todos los colores…Y todas esas pollas, y todos esos cojones, son todos míos, exclusivos de mi propiedad.
Como es natural, yo me autoimpuse la obligación de chuparles la polla a todos mis maridos tanto al irme a dormir después de desayunar, como antes de salir a trabajar por la mañana después del desayuno, y de haber sido follado en esas ocasiones por todos ellos. Mis hombres tienen derecho a tener sus necesidades sexuales resueltas, y yo disfruto como una perra dándoles la satisfacción que necesiten en el momento que lo necesiten, y sea lo que sea. Tanta masculinidad en una casa, tantas pollas y tantos cojones juntos, tanta testosterona, debía ser bueno.
Una tradición que tenemos en casa es que, según llegamos del trabajo, nos despelotamos y nos quedamos todos desnudos, con toda nuestra masculinidad al aire. De manera que si uno de nosotros tiene una necesidad sexual, nada más tiene que coger de la polla con el o los que quiere follar, y se los lleva a la cama.
Algo hacemos todos como las chicas: nos vamos juntos al baño. La frase es “chicos, me estoy meando/cagando vivo. ¿Quién me acompaña?” Y seguro que alguno de nosotros le acompañará, dado que somos tantos. La última gota siempre se la traga el acompañante, y si se trata de cagar, nos limpiamos el culo el uno al otro, y así nos aseguramos de quedar bien limpitos. No sería la primera vez, ni será la última, en que estando todos en la ducha nos meamos unos a otros.
Para mi, ser meado por todos mis maridos a la vez cada mañana, y beberme la Cerveza de Vida de la polla de mis hombres, me quita la más profunda de la sed que puede tener un hombre: la de succionar la masculinidad de mis hombres. Y me encanta dar la misma satisfacción a todos aquellos de mis hombres que lo necesitan.
Siempre había buen rollo entre todos, y hacíamos competiciones, de esas que hacemos los chicos, a veces, entre nosotros: Hacíamos competiciones a ver quien tenía la polla más larga, o los cojones más grandes, a ver quien meaba más lejos, quien tardaba más en correrse, o bien quien tardaba menos, todas las formas posibles de masturbarse, técnicas de autochupada de la propia polla (o cómo chuparte tu polla tú mismo sin romperte la espalda), jugar “a espadas” con nuestras pollas…en fin, un largo etcétera de cosas que los chicos solemos hacer entre nosotros.
En una de esas reuniones preparatorias de la boda, pensamos la posibilidad de fusionar las empresas de cada uno de ellos para conformar una empresa multiservicios de apoyo a los hogares, a la que acordamos en llamar “TUSMARIDOS.COM”, a fin de aprovechar las sinergias entre todos, y ahorrando costes de funcionamiento. Yo dirigiría la empresa como Presidente, y cada uno de los otros siete se encargaría de dirigir su área respectiva.
En otro aspecto más personal, acordamos aprovechar la formación de la empresa para comprar una casa común para todos, en la que se establecería la sede social de la empresa, con un área dedicada a la empresa, que contendría un espacio destinado a Almacén, Oficina, y Atención al Cliente y Proveedores, y otra parte dedicada a la vivienda personal, muy amplia, con un enorme dormitorio común con una cama redonda en forma de rueda, con una zona central en la que poder situar los despertadores y las respectivas luces para la cabecera de la cama y una zona alrededor, para ubicar la almohada en forma circular, siendo nosotros mismos el equivalente a los radios de esa rueda, y capaz de contenernos, amplios, a los ocho, con ropa de cama fabricada de manera especial para nosotros y un espejo en el techo que abarca toda la habitación, un servicio capaz de conseguir que ocho hombres, a la vez, estuvieran juntos en el WC haciendo cualquier cosa de las que son precisas hacer allí, con espejos que cubren todas las paredes y abundante luz natural, varias habitaciones para invitados, y luz natural por todos lados.
Los curritos debían no solamente ser expertos en su área de trabajo, si no tener un físico agradable de ver. Irían vestidos con un peto vaquero elástico y ajustado a la piel, sin nada debajo de cintura para arriba y sin ningún tipo de ropa interior, y en el precio a cobrar por la reparación se incluiría el derecho del cliente a sobetear al operario mientras trabajaba, como si fuera el marido del@ client@.
La verdad es que no sabíamos cómo nos iba a ir como empresa, pues el concepto era muy novedoso, incluso en el ambiente LGTB, pero la realidad es que ha sido todo un éxito: tenemos muchísimo éxito en todas las áreas que tocamos pues somos los mejores en los campos que tocamos, nuestr@s trabajador@s son expert@s en lo suyo y tienen unos cuerpazos que alegran la vista de cualquiera, nuestros clientes están supersatisfechos y nos recomiendan a sus amig@s y conocid@s, y respecto l@s trabajador@s, los mejores y más guapos están deseando trabajar con nosotros, pues pagamos bastante bien…¿Alguien da más?