Mis seis vergas
Catálogo razonado de los amantes de eta locura que ahora vivo. vergas gordas, vergas venosas, vergas a mi servicio, vergas para mi placer. vergas pegadas a cuerpos y a mentes.
Día 17
La noche del domingo llegué a casa cansada y con miedo. No el mismo miedo que le tenía a Exmarido. El Miedo que ahora tengo es que Marido al final se entere de lo que está pasando y no vuelva a perdonarme, como lo hizo hace tres años, cuando descubrió mi aventura –deliciosa, inolvidable aventura- con Alejo. Tengo miedo de que se vaya de mí, de perderlo. ¿Les parece absurdo? Puede parecerlo, pero tengo miedo, lo quiero. Lo amo, incluso, y estoy muy bien con la seguridad de mi vida, con su cautela, su paciencia, su impaciencia. Cogimos en lo oscuro, yo tuve la prudencia de apagar la luz.
Cuando Marido está caliente la verga se le pone durísima y confiado en ella, me coge a su ritmo, que es el mío, me besa muy suavemente los labios, apoya todo su peso en mí –sabe que me gusta- y me clava, me atornilla al colchón con su magnífico falo, al que hace ir y venir dentro de mí durante muchos, muchos minutos.
La noche del lunes cogimos igual y el moratón se me está quitando, aunque me duele un poco cuando Marido me monta, me duele todavía al mal/buen trato de Matías… y sí, sueño ya con ese viaje a su ciudad, con ser compartida con su roomy… mi primer trío, mi pequeño Mati…
Contradictorias noticias de vuelta de viaje, todas en mi FB, en privado of course: Alonso me abandona, porque sus remordimientos no lo dejan, porque quiere ser un buen casado. Lo lamento, era un amante muy dulce, muy grato. El pequeño Nathaniel duda… pero lo veré mañana y haré que cesen sus dudas. Nathaniel, con su durísimo e insaciable garrote, que me hace mojarme como ninguno. Pero Marcos, Marcos se arrepiente de su decisión y se irá conmigo a una cercana ciudad… Marcos. Y José Alfredo, con quien me besé al principio de este ciclo pero no busqué para consumar porque llegaron Nathaniel y Alonso. Todo lo cual me lleva, necesariamente, para la recta comprensión de esta serie de textos, a presentarles un catálogo, que no cuente la época de mi primer matrimonio ni de mi divorcio, que ya están contadas y son historia, sino la de mi segundo matrimonio y los hombres de mi locura de cuarenta. Van:
Obvio, Marido. Actualmente tiene 47 años, gordo y calvo pero amoroso y magnífico amante. Quiero conservarlo, quiero tenerlo siempre, aunque debo decir que las dos mejores épocas fueron el primer año que vivimos juntos y ahora, en mi locura de los cuarenta, cuando me lo cojo casi a diario pensando en él y en otros. Hace casi diez años que estamos juntos. Me hace el amor con enorme suavidad, casi siempre montándome, apoyándose en mi, llevándome paso a paso hacia el orgasmo, en silencio o casi, con dulzura. Un hombre físicamente normal, de estatura mediana, un poco pasado de peso, al que amo.
Armando, el contador de que ya hablé, mi primer amante, más de tres años después de casada. 25 años tenía y durante cuatro meses me lo hizo. Más habría yo querido, pero se mezclaron dos circunstancias que lo impidieron. Me gustaba mucho su delicadeza, sentir que, como yo, estaba exorsizando tabúes y miedos del pasado. Me encantaba su verga gorda y pequeña, hinchada y potente, su pecho lampiño, su sonrisa, su mirada.
Exactamente un año después de Armando, en julio de 2009, inicié el affaire Alejo, que duró tres meses, aunque repetimos otros tres al año siguiente, entre octubre y diciembre de 2010. Alejo, 24 años, tímido hasta lo indecible, bello y entregado a mí, causó cambios decisivos en mi vida y mi matrimonio. De elevada estatura, castaños cabellos, tímidos ojos de gacela, color miel, boca de carnosos labios que aprendieron a besar, suculenta verga, brazos fuertes, enamorado de mí hasta la locura.
Pasó otro año y pasaron muchas cosas para que el conocer al bellísimo Mariano, callera en mis brazos, a medias, Salvador. Hermoso moreno de 22 años que me hizo de todo… una sola noche… una sola que se repetirá. Una noche de julio de 2010. Ese moreno, delgado, de firme y plano estómago y larga, larga y jugosa verga que me exploró tocándome el alma, es un hombre , un niño al que quiero otra vez entre mis brazos, dentro, muy dentro de mí.
Sí, hice mío a Mariano, a sus 27 espléndidos años. El más hermoso, el más apetitoso de los mortales, la verga más rica, los besos más soñados y esperados. Tenerlo tres meses (marzo a junio de 2011) y luego reincidir tres o cuatro veces el resto del año, me convenció de que podía tener a quien yo quisiera, de que podía ser la reina que estaba escondida en mí… y entonces, al dejarme él, pude empezar, ahora sí, la locura de los 40.
La locura realmente, inició con Márgaro, mi enorme negro poeta. Mi negrote costeño, mi palo, el que me atraviesa toda y me hace como su juguete, mi Márgaro lejano, con quien más o menos una vez al mes me pierdo por tres días de nada más que sexo espléndido. Solo les diré, además, que tiene 32 años y empezamos en marzo de este año. Y desde entonces me envía poemas hasta que regreso a sus brazos y me parte dos con su enormísima verga, enormísima pero cuidadosa. Me mueve como rehilete, como muñequita. Me hace sentir como un pluma como un juguete, como su sierva.
Un mes después, a sus 19 preciosos años, cayó en mis garras el bello Nathaniel. Si lo de Márgaro fue natural, como les contaré –al tiempo que chateaba también con José Alfredo-, a Nathaniel tuve que seducirlo lentamente, hasta que lo hice mío. Si se queda conmigo, puede ser que le de mi virginidad anal. Se la daré, sin necesidad de lubricantes extras, los propios jugos que con su entrega extrae de mi cuerpo, su amor por mí hacen que se lo merezca… y me lo merezca yo también. Imaginándolo, últimamente he vuelto a jugar con mi consolador, sentándome lentamente mientras leo relatos de sexo con maduras y me masturbo con los dedos en mi clítoris.
Yo estaba completa, en realidad, con Márgaro en su ciudad y Nathaniel aquí, a mi disposición, sin contar a Marido, pero entonces, de la nada, como el pasado pendiente que era, llegó a mis brazos Alonso, a sus 30 años, ocho después de que nos hubiésemos deseado como maestra y alumno. Alonso, mi amante más secreto, más imprevisible, entre junio y octubre, porque ya lo he perdido. Alonso, con esa forma de mirarme, desde debajo de mí cuando lo cabalgaba, esa forma de quedarse muy quieto, de cerrar los ojos mientras yo subía y bajaba, haciéndolo mío. Lo voy a extrañar.
En julio cayó Matías. Como Alonso, vino a mí solo, y en un solo día, aunque por separado, tuve sexo espectacular con Márgaro y con él, y luego, como Márgaro, es mi novio fuera de esta ciudad, mi amante, mi rompedor a sus 23 años, con quien quizá me permita el primer trío, si me comparte, si me regala a su rommy. Sueño con él y con su roomy, joven de su edad con quien ya ha compartido chicas, con quien ha intercambiado fluidos y saliva. Quiero que intercambien su semen a través de mi cuerpo. Ahora, que ya se me han pasado los morados, quiero que me coja con esa impetuosa fuerzas de joven bien dotado, bien ejercitado, de joven loco… y con él, con la suya, otra verga, dos, al mismo tiempo.
Febo, como su nombre lo indica, el hermoso Febo, fue simplemente un inesperado regalo del cielo. También de fuera, es mi amante en su pueblo, una ternurita sonrosada, una verga domesticada y sutil, un chico que me besó en el asiento trasero de un taxi y se dejó llevar sin miedo a un hotel, donde se la cgupé hasta beberme su semen y luego se la volvía a levantar para clavarme, si, porque yo me clavé en su aguzado pene y desperté así su religioso fervor por mi vagina, mis senos, mis piernas, mi bien entrenada boca. Tiene solo 21 años: sí, soy una asalta cunas. Llegó a mí en el mes de agosto y lo quiero por mucho tiempo.
Esos son mis cinco amantes de este año… pero aún quiero añadir a Marcos y a José Alfredo… así que seguiré contando, contando, hasta que la historia y el momento se unan en un solo hilo. De momento, sigue mi historia apasionada, brutal, fogosa, con ese pedazo de carne tímida, de grandes ojos de venado, llamado Alejo. Por ahora, espero que éste catálogo los oriente un poquitín en su lectura.