Mis SECRETOS con MAMÁ -.- Un adulterio incestuoso

EDIPO Y MORFEO

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-jueves 1 octubre-

Tal y como si fuera un pasajero más, David espera a su padre muy cerca de uno de los autobuses que permanecen aparcados en su correspondiente andana. Los bancos metálicos están plenamente ocupados, y hay mucha gente de pie aguardando la llegada de un chofer que les permita la entrada en el vehículo.

El chico no es tan formal. Hace rato que ha tomado asiento en el suelo, reclinando su espalda en una pared de obra vista que da forma al edificio de la estación. Ha dejado la mochila a un lado y, ahora, se dedica a escuchar música pasada de moda a través de los auriculares de su móvil. Sin embargo, la batería empieza a agonizar y decide apagar el dispositivo prematuramente.

Todavía quedan unas horas de sol y una suave brisa otoñal peina el pelo rubio del chaval a la vez que mueve algunas de las hojas secas que permanecen cerca de él.

“Ahí está. Ese es”

El autocar que conduce su padre acaba de entrar en escena, y no tarda en tomar su plaza a unos diez metros del joven escolar. Nada más bajar de la cabina, Cristóbal divisa a su hijo y le saluda con la mano desde lejos. Acto seguido, se dirige a la oficina.

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-¿Nos saluda a nosotros?-   pregunta un hombre uniformado   -Qué salao-

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David gira la cabeza hacia la derecha para advertir la presencia de dos de los compañeros de su padre. Uno de ellos está fumando pese a la prohibición vigente que se aplica a ese espacio.

El niño tiene ganas de señalar el error de aquel barbudo canoso, pero termina por guardar silencio. Recuerda que ese tipo le habló con un tono muy paternalista, en una ocasión, y eso le disgustó. Prefiere no volver a tratar con él.

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-Era camionero antes de trabajar aquí-   afirma el segundo hombre.

-Es majo. Me cae bien-   dice el primero justo antes de exhalar una bocanada de humo.

-La que es maja es su mujer. No veas que culazo-

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Esa soez afirmación perturba la serena espera de David, quien vuelve a enroscar su cuello para observar cómo aquel individuo de apariencia porcina usa las manos para dar forma a unas enormes nalgas virtuales. Su cara de vicioso le repugna, pero lo que de verdad le indigna es que le falte al respeto a su madre.

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-No la he visto. No tengo el gusto-   dice el otro, sonriente, mientras se toca la barba.

-Mira: a mí no me va el sexo anal, ¿vale? Pero cuando vi a esa mami me vinieron ganas de metérsela hasta el fondo por el culo. Me la he pelado alguna vez pensando en ello-

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Desde su discreta posición, David no puede creer lo que oye. Siente la necesidad de detener aquello, pero no sabe cómo.

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-Pues él mira que es feo-   continua el chofer de pelo blanco.

-Aquí todos somos feos, viejos, gordos o… … bajitos-

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De pronto, el artífice de esa última frase se voltea para percatarse de la presencia de tan silencioso testigo. El muchacho disimula y mueve la cabeza como si sus auriculares no hubieran parado de reproducir sus canciones favoritas.

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-Es la hora-   dice el fumador mientras pisa su menguada colilla.

-¿Te toca la ruta de la costa hoy?-   pregunta aquel puerco de uniforme.

-Sí, solo un viaje más y ya termino-

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Ese imberbe adolescente, todavía desde el suelo, mira de reojo para ver cómo, tras una palmadita en la espalda, el hombre de la barba se aleja de ahí. Unos instantes después, el otro se dirige hacia una dirección distinta para acceder a un autobús.

David se da cuenta de que sigue apretando sus dos puños como si tuviera ganas de pelea. Intenta tranquilizarse y recuperar la normalidad de su pulso, pero no lo consigue. No logra entenderse a sí mismo por más que reflexiona:

“¿Esto tendrá que ver con mi sueño? ¿Por qué sino estaría tan alterado?”

Sus pensamientos aluden a un inquietante percance que sufrió el niño durante la noche del martes, cuando se despertó con los pantalones del pijama empapados por delante. Superado el sobresalto inicial, David supo lo que estaba soñando. Aquello le hizo sentir más sucio y depravado que nunca.

“Puede que no sea algo tan raro. A fin de cuentas, he tenido sueños eróticos con mujeres que ni siquiera me gustan, con extraterrestres, y hasta con dibujos animados”

El chico lleva varias semanas pelándosela a diario. Será cosa de la edad, pero el caso es que no puede parar de darse placer entre horas. Está como una moto y no hay fantasía, por más disparatada que sea, que no supere sus nimios filtros de coherencia o realismo. Se masturba pensando en las mozas de su clase, en las profesoras, en la vecina, en la mujer del tiempo… Por no hablar de sus furtivas incursiones en el porno online.

Sin embargo, jamás había contemplado el fantasear con su propia madre. Eso le parece antinatural, enfermizo y patológico.

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-David, hijo, por fin he terminado-   dice Cristóbal nada más llegar   -¿Vamos?-

-Sí-   contesta el niño mientras se pone en pie   -Se me ha agotado la batería-

-Uiuiui. ¿Estás bien? ¿No has sufrido una crisis de ansiedad todavía?-

-JA – JA – JA. Muy gracioso, papá-

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El patán obeso de antes no se equivocaba respecto al sexapil de quienes conducen los autobuses con destino a esa estación. No se trata de un colectivo muy agraciado, aun así, Cristóbal es uno de los que quedan peor parados en la comparativa. Es gordo, medio calvo y el escaso atractivo que tenía cuando su hijo llegó al mundo no ha dejado de menguar cruelmente.

Sea como sea, ese tipo tan rollizo goza de la estima y el respeto de David, quien le considera un buen padre, un buen marido y una buena persona.

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DAVID Y GOLIAT

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- viernes 2 octubre -

Flora había trabajado en la perfumería de un supermercado, en una peluquería y en un centro de estética. Su último empleo lo desempeñaba en la recepción de un balneario. No obstante, perdió su puesto al ser víctima de un desagradable caso de acoso sexual por parte de su jefe. Hay denuncias mutuas interpuestas, pero el ritmo de la justicia legal es exasperantemente lento.

Ella es una mujer humilde a quien le gusta leer y escribir. Desde que se quedó en paro, no ha dejado de crear relatos muy variopintos y, últimamente, asiste a un curso de escritura creativa.

Es alegre y soñadora. Aparenta ser muy transparente, pero tiene alguna que otra sombra oscura escondida en lo más profundo de su ser; en un cajón mental cerrado a cal y canto.

Si bien tiene poca estatura y está entrada en carnes, la disposición de sus generosas curvas resulta de lo más favorecedora, y su jovial simpatía juvenil hace olvidar que ya pasa de la treintena. No en vano, y dada su trayectoria laboral, es experta en cuidados estéticos e incluso su precioso peinado castaño da fe de sus dotes vocacionales como peluquera.

Concibió a David siendo ella muy joven. Estuvo a punto de abortar, pero se echó atrás en el último momento. Nunca se ha arrepentido de ello, pero a menudo se pregunta cómo hubiera sido su vida si hubiese renunciado al bebé.

Sin duda, aquello fue un buen golpe de timón del destino. Decidió casarse con el bueno de Cristóbal y ambos invirtieron en la adquisición de una bonita casa en el barrio de "El Poblado".  No se trata de una gran mansión, pero si de un hogar de obra nueva en una buena zona, acogedor y con un frondoso jardín.

La herencia que le cayó a Cristóbal, después del fallecimiento de sus padres, es la razón principal por la que un simple conductor y una ama de casa en paro pueden permitirse semejante morada.

Se podría decir que su vida es envidiable, pero, a pesar de su actitud positiva y agradecida, Flora siente que le falta algo importante, y se resiste a atribuir esa sensación a la falta de sexo.

Tiene un pedazo de pan de marido; un hijo sano, listo y cariñoso, una casa pagada, pasión por la literatura, buenas amistades, unos padres activos, tiempo libre…              Pese a sus kilitos de más, aún es joven y hermosa, goza de una salud de hierro y le apasiona el arte en todas sus formas.

Por todo ello, se siente miserable e ingrata cuando no se nota suficientemente feliz; cuando le da el bajón y tiene ganas de llorar; cuando el síndrome premenstrual le deja el ánimo por el suelo…

Hoy ha decidido dejarse de perjuicios y dar rienda suelta a su facunda creatividad. Ya lleva unas cuantas páginas de su nueva historia y no deja de teclear como si la hubiese poseído el diablo. Ni siquiera escucha el sonido del coche de su esposo aparcando frente a la casa.

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-Hola, mamá-   dice David justo después de abrir la puerta principal.

-Hola, cariño-   responde Flora plegando su portátil apresuradamente.

-Me voy a mi cuarto a estudiar-   añade el niño antes de desaparecer de la escena.

-Hey-   interviene Cristóbal apareciendo desde la retaguardia.

-Uy. Ya suenas a cansancio nada más llegar-

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El reproche de la mujer está carente de ningún enfado. Es consciente de que su marido no anda muy fino últimamente. Todavía sentada en el sofá del salón, se interesa por su estado.

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FLORA:         ¿Te ha dicho algo el médico?

CRISTÓBAL:  Me ha cambiado las pastillas otra vez, pero, como no me funcionen, voy a seguir con las que tomaba.

FLORA:         Sé que tienes que dormir, pero no es normal que luego tengas cansancio crónico durante todo el día.

CRISTÓBAL:  También voy agotado si paso la noche en vela.

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En su etapa de camionero, Cristóbal hacia muchas rutas nocturnas de largo recorrido. Se acostumbró a vapulear su ciclo del sueño y parece que aquello le está pasando factura.

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-¿Estás lista? Debemos irnos ya o llegaremos tarde-   dice meneando las llaves.

-Vamos. Llevo rato esperándote-   responde ella mientras se pone en pie jovialmente.

-!Adiós, hijo!-   grita el hombre con vehemencia.

-! A diós, am 0 r!-   se suma Flora con un tono alto pero mucho más modoso.

- Ad io 0Os -   contesta el chico con el entusiasmo justo como para ser oído.

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En cuanto escucha el sonido de la puerta, David interpreta su oportuna intimidad como la mejor ocasión para efectuarse la segunda y la tercera paja del día. Frente a la pantalla de su computadora, mira el icono del navegador con resignación.

“Maldito control parental. Debo ser el único de la clase que vive bajo una supervisión tan estricta”

No anda desencaminado, pues sus padres se han ocupado de que el pequeño de la casa no pueda acceder a contenido inapropiado, tanto desde su ordenador como desde su móvil.

No obstante, el hambre no es lo único que agudiza el ingenio. Las hormonas adolescentes también pueden llegar a ser muy inspiradoras cuando se agitan.

“Podría usar el portátil de mamá. Solo tengo que borrar el historial cuando termine como me enseñó Víctor”

El chaval tiene muchas ganas de ver un video que le ha recomendado su amigo por el WatsApp, pero el enlace resulta bloqueado en cuanto intenta abrirlo des de su teléfono.

Con un sigilo impropio de alguien que se sabe aislado, David sale de su habitación y anda hasta llegar al salón.

“Aquí está el pc. Tenía el presentimiento de que, con las prisas, no se habría entretenido en guardarlo”

Ese caballerete indisciplinado sabe que la ausencia de sus padres para asistir a la reunión con sus profesores no será fugaz, por lo que es consciente de que puede entretenerse tanto como quiera en su periplo por los rincones más indecentes de la red.

Después de acomodarse en el sofá y de desplegar el dispositivo como quien abre un libro, David empieza a toquetear el rectángulo táctil que hay debajo del teclado con el fin de controlar el cursor. Él siempre usa el ratón y no está habituado a utilizar aquel sistema alternativo. Sus movimientos son tan torpes que termina por pulsar el icono de Word en lugar del vecino círculo colorido de Chrome.

“No0h. ¿Ye la estoy cagando? ¿Tan pronto?”

Consciente de que no quiere dejar ningún rastro de su ilícita actividad informática, piensa bien cuál será su próxima acción. Antes de cerrar el programa que ha abierto por accidente, advierte una notificación:

Word recuperó archivos que quizá desee mantener. Mostrar archivos recuperados.

David conoce ese editor de texto. Sabe que aquel aviso solo aparece cuando se cierra el programa sin haber grabado los progresos de un trabajo. Ahora teme que, si vuelve a cerrarlo, sin más, descarte la única opción de recuperar los últimos párrafos que haya escrito su madre.

“Pero si guardo el progreso, dejaré pruebas de mi fechoría. !Maldita sea! ¿Por qué tengo que ser tan torpe?”

Cuando ya ha situado la flechita en la equis roja de arriba a la derecha, el niño se percata de cuál es el título del documento:

David y Goliat.docx  [Original] Versión guardada por última vez por el usuario el viernes 2 de octubre a las 4:48

Las dudas vuelven a abordarlo de nuevo, no solo por aquel título inquietante, sino por la hora del último guardado.

“Igual me cargo dos horas de trabajo”

Decide abrir el proyecto para constatar si realmente se trata de un escrito que hable de él, o si, por el contrario, se trata solo de una coincidencia nominal.

Antes de comenzar la leer, recuerda la reacción tan curiosa que ha tenido su madre al percatarse de su llegada.

“Parecía algo nerviosa; como si la hubiésemos pillado mirando porno. Puede que ese susto sea el responsable de que no haya guardado bien el archivo”

Con el ceño fruncido, el chico nota como crece la curiosidad dentro de él desplazando, incluso, la que sentía hace escasos minutos por el clip que le había recomendado su amigo Víctor.

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DAVID & GOLIAT

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Los ronquidos de su marido eran asombrosamente simétricos. Flora tenía la sensación de encontrarse atrapada en un bucle hipnótico que, paradójicamente, le privaba de su propio sueño. Arropada solo por la opaca oscuridad del dormitorio, esa mujer desvelada terminó por desistir en el empeño de simplificar sus pensamientos con el fin de facilitar el reencuentro con su tan anhelado letargo nocturno.

Ya con la mente exhausta, se permitió bajar la guardia para dar la bienvenida a aquellos pensamientos que tan a menudo se veía obligada a censurar; unas ideas que la denigraban, sin piedad, poniendo en tela de juicio su condición de buena madre.

No era la primera vez que Flora caía en esa trampa. Andaba sobre aviso, pero la tiranía de su candente lujuria incestuosa no le dejaba demasiadas opciones.

"No le hago daño a nadie si solo está en mi mente"

Se repetía siempre para sacudirse el sentimiento de culpa.

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David traga saliva con dificultades. No es muy dado a la lectura, pero está claro que aquella narración le ha cautivado. La alusión que en ella se hace a la maternidad, a la lujuria, al incesto y a la culpa… le hacen protagonista a él a pesar de que en ningún momento se ha mencionado su nombre.

“Soy hijo único. Maldita sea. ¿De qué va esto?”

Tras darle un vistazo a la puerta principal, el niño toma consciencia de que todavía dispone de mucho tiempo. Sin embargo, prefiere seguir leyendo ese relato desde su propia computadora, y tenerlo bien guardado para revisarlo las veces que haga falta.

Se ha levantado del sofá y se ha dirigido a su cuarto, con premura, para hacerse con uno de sus lápices de memoria.

Una vez que ya ha regresado frente al dispositivo de su madre, guarda el documento, como es debido, y hace una copia para él.

“Pensará que se ha guardado automáticamente. Nunca sospechará que le he tocado el ordenador. Se lo dejo tal y como estaba; al milímetro”

Antes de que transcurra un solo minuto desde dicha operación, David ya se ha desentendido del portátil de Flora y se ha encerrado con pestillo en sus dominios domésticos.

“A ver... ¿Por dónde iba?”

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"No le hago daño a nadie si solo está en mi mente"

Se repetía siempre para sacudirse el sentimiento de culpa.

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“Aquí, aquí es”

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Jamás comenzaba sus expediciones mentales con una fantasía. Solía evocar recuerdos reales antes de echar a volar su imaginación. No eran pocas las escenas familiares a elegir, pues no tenía que remontarse más allá del pasado verano para encontrar un sinfín de recuerdos morbosos que se escondían debajo de una aparente normalidad cotidiana.

En esa ocasión, la mujer rememoró la fiesta de cumpleaños de la sobrina menor de Cristóbal, su marido. Le bastó con cerrar los ojos para viajar a aquella soleada mañana de verano y encontrarse rodeada de parientes políticos, sobre el césped que rodeaba la piscina de los Martínez.

Su enajenación le permitía oler el cloro del agua de la piscina, escuchar los gritos de los niños jugando, sentir el calor del sol sobre su piel... pero lo que de verdad requería de su atención era la cómica estampa de Cristóbal persiguiendo a David, su hijo.

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El chico se sobrecoge al leer su nombre escrito por vez primera.

“Al principio, pensaba que esta podía ser la redacción de una vida alternativa de mamá, pero: ‘Cristóbal’, ‘los Martínez’, ‘David’... Además, me acuerdo de ese día; De la fiesta de la pequeña Julieta”

Atento a la pantalla, se tapa la boca con la mano izquierda a la vez que gira la rueda del ratón para seguir leyendo el texto que hay más abajo:

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El contraste de los cuerpos semidesnudos de padre e hijo daba forma al paradigma de los polos opuestos: don Costillas contra mr. Lorzas, el peludo frente al pelado, el infantil y el maduro...

Flora no tardó demasiado en revivir una secuencia posterior en la que le aplicaba protección solar en la espalda al mozalbete.

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David se pone las dos manos en la cabeza mediante un gesto violento que hace impactar, dolorosamente, uno de sus dos codos contra su escritorio de madera.

“Recuerdo ese momento. !Dios! Nunca creí que mamá escribiría sobre ello en un relato erótico”

El chico se levanta nervioso y empieza a andar por la habitación sin ningún rumbo ni sentido. No tarda en tomar asiento, de nuevo, para reanudar la lectura.

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Todavía vestida con una camiseta y unos shorts, la madre le acarició el torso a su hijo con las manos bien untadas de loción. No conforme solo con eso, provocó una juguetona pelea de cosquillas que, entre risas y carreras, no despertó la más mínima suspicacia entre quienes permanecían cerca.

Solo ella tenía constancia de la fogata que la incendiaba por dentro, y el hecho de que nadie más pudiera sospecharlo, aun estando tan cerca, la ponía todavía más cachonda.

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Ese conmocionado lector se siente mal; incómodo y ultrajado. A pesar de ello, nota como un vigor sin escrúpulos empieza a tensar los tejidos de su pene, el cual lleva rato desperezándose debajo de sus pantalones grises de chándal.

“NO. Esto no quiere decir nada. A mí se me pone dura por cualquier cosa. Soy capaz de empalmarme leyendo la descripción de la caja de cereales”

David, obcecado, usa esos pensamientos para atrincherarse en una fortaleza impenetrable de inocente consternación, pero, muy en el fondo, se sabe indefenso e incapaz de repeler aquella turbia seducción obscena.

El niño, a su tierna edad, ama con locura a su madre. Sin lugar a duda, representa el pilar fundamental de su vida, y no puede concebir que haya ninguna grieta en la pureza de ese amor. Sin embargo, algo muy poderoso está surgiendo a resultas de mezclar un sentimiento tan virtuoso con aquel nuevo ingrediente venenoso que se ha colado en él con la llegada de la pubertad.

“Primero, el martes por la noche, me corrí mientras dormía soñando con ella, y ahora esto”

Desesperado, intenta relativizar sus dramas y poner los puntos sobre las íes, pues siente que está sacando las cosas de quicio.

“Un sueño es solo un sueño: una más de tantas fantasías absurdas; como la que protagonizó la animación de Rapunzel, la de aquella alienígena azul del planeta Melmac o la de la vieja directora del insti. Este relato también es ficticio. Emplea personajes reales, sí, pero puede que mamá solo nos use como actores en una trama que nada tiene que ver con la realidad”

Por más que se esfuerza, David no consigue darle crédito a su último argumento. Finalmente, aparca sus quebraderos de cabeza para seguir con la reciente narración de su madre.

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Flora, vestida con su pijama lila, no tenía frío; bien al contrario. Aun así, se tapó parcialmente con la fina sábana que compartía con Cristóbal. De algún modo, ansiaba cubrir la vergüenza de sus calenturientas evocaciones estivales, así como el fervor que empezaba a arder en una oscuridad absoluta. Ni siquiera necesitaba usar sus dedos para trepar por aquel truculento sendero inmoral.

Ya inmune a los constantes ronquidos de su esposo, la mujer comenzó a tergiversar sus recuerdos reales para transformarlos en una de sus recurrentes fantasías sexuales:

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-Voy a tomar el sol, mamá-decía David tumbándose sobre su toalla.

-No te has puesto crema en el pecho-   le advertía ella.

-Pónmela tú, pero sin cosquillas, ¿eh?-   proponía el chico sonriendo.

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Ya en bikini, Flora se encaramaba encima de su hijo. Con el envase en su mano diestra, derramaba un buen chorro de loción sobre el pecho pálido de David,y,sin perder un solo segundo, esparcíaeseblancoviscosohastatornarlotransparente.

Justo en el instante en el que se recreaba en los pezones del niño, la mujer advertía que no eran pocas las miradas extrañadas que, a su alrededor, observaban esa inquietante escena familiar.

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-Muybien-decíaCristóbaldesdelejos-Quenopasecomolaúltima vez-

-No, papá. Esta vez no voy a quemarme-

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Sin siquiera terminar esa locución, el chaval empezaba a recorrer losmuslosdesumadre,muyarriba,hastarodearsusgrandesnalgas.

Flora, sentada sobre el regazo del David, notaba cómo crecía la desaprobación de quienes permanecían cerca, talmente como si su marido fuera el único que no viera nada extraño en todo aquello. Su suegra, sus cuñados, los críos… todos susurraban, arrimándose los unos a los otros, con ostensibles muecas de disgusto.

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-¿Qué tienes aquí, cariño? Hay algo muy duro en tu bañador-

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“TOC – TOC – TOC”

Tres golpes en la puerta arrancaron a Flora de su fabulación, fulminantemente, para traerla de vuelta a la realidad.

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David abre mucho los ojos con la mano en el pecho. Estaba tan metido en la secuencia de la piscina que no recordaba que solo se trataba de una invención de la protagonista.

“Una fantasía dentro de otra fantasía. Si ahora me despierto y todo ha sido un sueño, esto será como una película de Christopher Nolan”

El niño contempla la posibilidad de volver en sí para comprobar que estaba soñando que su madre había descrito un escenario imaginario donde ella misma fantaseaba con él.

Para su sorpresa, aquello no le parece demasiado oportuno.

“Es porque estoy cachondo. Todo esto es una pesadilla. Se trata de... ... mamá”

David zarandea la cabeza como si esa fuera la forma de sacudirse los embrollos que no dejan de enredar su pensamiento. Sentado rígidamente en su silla de gamer, vuelve a centrarse en los delirios de aquella escritora aficionada.

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“TOC – TOC – TOC”

Tres golpes en la puerta arrancaron a Flora de su fabulación, fulminantemente, para traerla de vuelta a la realidad.

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-¿Sí?-   contestó ella debatiéndose entre el grito y el susurro.

-Mamá-   escuchó justo después de que se abriera la puerta.

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David apareció alumbrado tenuemente por la luz del pasillo. Iba solo con su pantalón de pijama, pues, pese a encontrarse en pleno otoño, atravesaban unas noches inusualmente cálidas.

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-¿Qué pasa?-   preguntó preocupada   -¿No puedes dormir?-

-Papá, ronca mucho. No sé cómo lo aguantas-   declaró el chico.

-Hoy tiene una mala noche. No suele ser así-

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Flora ni si quiera intentó moderar el tono de su voz, puesto que sabía que su marido no se despertaría.

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-Tienes que hacer algo. Dale patadas o bofetones-   sugirió el chaval.

-No, no. Tu padre se toma pastillas muy potentes para el insomnio-

-Déjameamí.Verás cómo le despierto-propuso él acercándose.

-Créeme si te digo que lo he intentado. Es imposible.Podrías saltar en el colchón y el seguiría roncando-

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David interpretó aquella afirmación como un desafío, y se subió a la cama sin perder su verticalidad. En cuestión de segundos, estaba dando botes importunando a su madre, quien no pudo mantener su enfado durante mucho tiempo.

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-!Serás animal!-   le reprochó entre incontenibles carcajadas.

-Vengaah, papá. Despiertaahde una vez-   le ordenó él jadeando.

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Cristóbal continuaba roncando perfilado hacia la pared. Pese al traqueteo que meneaba su cuerpo obeso, siguió durmiendo profundamente sin que su respiración se viera demasiado afectada.

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Una gatita blanca, con la punta de sus patas oscuras, se cuela por la ventana abierta emitiendo un tímido maullido. El chico a volteado la cabeza, pero ni siquiera advierte la presencia de su mascota, pues está demasiado obcecado en la lectura:

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Finalmente, Flora logró derribar a David, quien, al caer y por accidente, le propinó un manotazo facial a su madre.

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-Ay, perdonaah, mamá-   se disculpó arrepentido   -Yo no quería…-

-Olvídalo-   respondió ella con un tono apático.

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Para evitar un choque más aparatoso, la mujer se había acercado a su marido dándole la espalda al muchacho, el cual yacía, falto de oxígeno, en uno de los laterales de aquel basto colchón.

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-¿Estás enfadada?-   preguntó el niño todavía sin ver la cara de Flora.

-No-   contestó ella sin ningún interés por resultar convincente.

-Entonces… … ¿por qué no me miras?-

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David, cada vez más sosegado, infiltró su mano por debajo del pijama de su madre para conformar un abrazo parcial. El corazón de Flora se vio, de pronto, martilleado por unos pálpitos que le provocaban una angustiosa sensación de vértigo. Sin embargo, la maniobra de su hijo no era explícitamente sexual. El chico solo estaba estrechando su proximidad mediante un gesto reconciliador que pretendía subsanar su agresión involuntaria.

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-Estamos a oscuras. ¿Cómo quieres que te mire?-   respondió ella.

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-!Había luz en el pasillo, mamá!-

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David se exclama como si hablara con la pantalla. No tarda en percatarse de su excentricidad y se tapa la boca, teatralmente, sin abandonar su semblante sorprendido. Mientras intenta tranquilizarse, revisa su entorno para encontrar una curiosa mirada felina justo a su lado, sobre el escritorio.

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-¿Qué pasa, Mittens? No es la primera vez que me ves hablando solo-

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Ya un poco más centrado, vuelve a desplazar el documento para encontrar las siguientes líneas del relato:

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-Estamos a oscuras. ¿Cómo quieres que te mire?-   respondió ella.

-Pues yo puedo verte; bueno: veo las ondas de tu pelo-

-Vete a dormir, cariño. Es muy tarde-

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La voz de la mujer sonaba enigmáticamente neutral. Después de su enfado por los botes de su hijo, y de las risas consiguientes, aquella frialdad resultaba de lo más inquietante.

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-Ya sé lo que te pasa-

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Dada la vehemencia de los constantes ronquidos de su marido, Flora apenas pudo descifrar los susurros de David. Guardó silencio, por unos segundos, observando la cercana silueta de Cristóbal mientras notaba cómo su hijo le masajeaba la tripa amorosamente.

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-¿Me oyes?-   insistió el niño viéndose huérfano de respuesta.

-Tú no sabes nada-   dijo ella con el desdén de la víctima incomprendida.

-Sé que me encanta tu barriguita, y que soy David.Lo único que no sé es quién es Goliat-

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A Flora se le congeló la sangre al escuchar aquella referencia. La incógnita que planteaba el muchacho hacía alusiónaltítulodelúltimode los relatos eróticos que había escrito su madre; o, al menos, eso creía ella. Pensó para sí misma:

"No es posible que lo haya leído"

No en vano, había escondido el documento, cuidadosamente, en medio de un laberinto de carpetas de su ordenador portátil; un dispositivo que, en teoría, estaba disponible solo para ella.

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-Goliat es un personaje mitológico-   le explicó con vana precaución.

-No-   rebatió él aún susurrando   -Me refiero al Goliat de tu historia-

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Flora se sintió más desnuda que nunca pese a estar arropada por la oscuridad, y vestida, todavía con su fino pijama morado. Empezó a notar como la lascivia manchaba las persistentes carantoñas de David en su tripa, e incluso el tonto del chaval parecía corromperse por momentos. Lo único que le daba cierta seguridad era la profunda somnolencia de su marido, quien, al igual que en su fantasía más reciente, estaba lejos de sospechar nada.

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-¿Lo ha leído papá?-   preguntó él con cierta malicia.

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Flora perdió el habla. No sabía cómo afrontar la más embarazosa de las situaciones que había vivido en su vida.

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David se siente obligado a apartar la vista del monitor. Inspira muy hondo a la vez que mira el techo blanco de su cuarto. Vuelve a acomodarse el pene por enésima vez mientras busca el aplomo que le permita afrontar los siguientes párrafos. Intuye lo que está a punto de ocurrir, pues el texto está lejos de llegar a su fin. Más intrigado que resignado, regresa a la lectura:

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Flora perdió el habla. No sabía cómo afrontar la más embarazosa de las situaciones que había vivido en su vida.

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-¿Desde cuando entras en mi ordenador?-   preguntó ella en voz baja.

-Eso poco importa, ahora, ¿no?-   respondió el niño aún más sutilmente.

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La mano de David abandonó el vientre en el que se estaba recreando para trepar, por debajo de aquel pijama lila, hasta encontrar uno de los nutridos pechos de su madre.

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-N0oh-   exclamó Flora sumamente incómoda.

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Nada más verbalizar su escueta negativa, la mujer intentó obstaculizar aquellos progresos digitales por encima de su ropa. No obstante, ese impertinente chaval no cesaba en su empeño.

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-¿Quieres que te diga quién es Goliat?-   le preguntó ella con prisas.

-Sí, por eso te lo preguntaba-   contestó él apaciguando su magreo.

-Es una metáfora. Tú eres pequeño, como David, y el obstáculo pararealizar lo que describe mi relato es enorme, como Goliat-

-Pero la leyenda dice que David supera a Goliat-   replicó el chico.

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Flora temió que su alegoría se estuviera volviendo en su contra, pero pronto encontró nuevos matices que le devolvieran la razón:

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-Aquello fue un hito irrepetible; un golpe de suerte irreal.En la inmensa mayoría de las veces, el gigante vence al hombre.Sobre todo, en nuestro caso. Nuestro Goliat es enorme, David-

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Como aquel ejército que se bate en retirada, los dedos del niño descendieron por la cintura de su madre recuperando su recato.

Los persistentes ronquidos de Cristóbal llenaron esa pausa modulándose de una forma extraña, talmente como si quisieran tomar parte de aquella bochornosa charla.

Flora respiraba más tranquila. Su alivio auguraba una salida relativamente honrosa para ese embrollo tan humillante. Sin meditarlo demasiado, quiso rematar su alegato con un último argumento sin sospechar que el tiro pudiese salirle por la culata:

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-Además, el David de la Biblia tenía una honda. ¿Qué tienes tú?-

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Nada más formular aquella pregunta retórica, la mujer se dio cuenta de su desatino. Sin tiempo para enmendar el error, notó cómo su hijo le bajaba los pantalones del pijama, con un par de firmes tirones, y cómo una dura erección caliente se confrontaba con sus enormes nalgas. El muchacho no tardó en pronunciarse:

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-Esto es lo que tengo. ¿La notas?Es mejor que cualquier honda;por muchas y muy buenas piedras que la acompañen;por muy buena que sea la puntería del tirador-

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Algo se había roto en la mente de Flora. Sentir la dura polla de su hijo restregándose en su culo marcaba un antes y un después en aquella relación maternofilial; un punto de no retorno después del cual nada volvería a ser lo mismo.

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-¿Qué haces, David?-   susurró con toda su urgencia   -!Soy tu madre!-

-Sí, lo sé. Por eso te quiero tanto-   contestó él meando fuera de tiesto.

-¿No ves que esto no puede ser? Además, eres demasiado joven aún-

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La oposición verbal de Flora no se correspondía con una resistencia física, pues la mujer apenas intentaba volver a subirse el pijama mientras censuraba el comportamiento del chaval.

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-Si tan disparatado es, ¿por qué lo describes en tu relato?-   preguntó él.

-!Es ficción! También expliqué una historia de Jack el Destripador,y no voy matando a mujeres por la calle-

-Entonces, no te importará que papá lea"David y Goliat", ¿no?-

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Flora se estrujó el cerebro en busca de una réplica ágil que la defendiera de ese revés argumental, pero no se le ocurrió nada. Falta de palabras y de oxígeno, sintió cómo su hijo volvía a tocarle las tetas con un ímpetu apasionado que insinuaba un deseo acumulado durante años.

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-Cariño… … ¿Me estás amenazando? ¿Me haces chantaje?-

-No, mamá, claro que no. Soy un niño bueno. Tú me conoces-

-Necesito que lo hagas. Hazlo o no podré dejar que me folles-

-Entonces… … Sí. Deja que te la meta o le enseñare tu relato a papá-

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La reñida disyuntiva incandescente de Flora empezaba a decantarse hacia la más insensata de las alternativas. A medida que su lujuria se incendiaba, su honor caía en barrena, e incluso la vergüenza cambiaba de bando para tornarse combustible para ese fuego concupiscente.

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-!Ala! Estás mojada-   dijo David indagando en la intimidad de Flora.

-Noo-   respondió ella en un tono casi inaudible, negando lo obvio.

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La mujer no tenía aplomo suficiente para mirar a su hijo a la cara; ni tan siquiera hubiera podido encender la luz sin renunciar a loqueestabasucediendo,perolapenumbradesudormitorioejercía de cómplice a la vez que sus ojos cerrados le ayudaban a ignorar la demencia del disparate que tan pasivamente estaba tolerando.

De pronto, Flora notó cómo el ariete fálico del chico se abría paso en ella con una puntería propia del David de las sagradas escrituras.

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-Ho0Oh… …Mmmmh… …Aaaah-   gimió ella contenidamente.

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La actitud del chaval era todavía más discreta. Había metido uno de sus brazos por debajo del cuerpo de su madre para que su abrazo fuera completo. Como la mayoría de quienes pierden la virginidad, estaba flipando en colores y ni siquiera tenía la facultad de emitir sonido alguno con sus cuerdas vocales.

Dándole la espalda en todo momento, Flora no lograba salir de su asombro. Nunca hubiera podido imaginar que a su hijito le hubiese crecido tanto el pene. Aquella pichulina infantil se había convertido enuntrabucodeaquíteespero,muchomásfirmeygrandequeelde su marido, pues, si bien él nunca estuvo muy bien dotado, la crecida de su barrigón se había comido gran parte de esa longitud eréctil.

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David se distrae, de nuevo, y fija su mirada en la pared.

“!Tengo la polla más grande que papá! No, espera. Solo se trata de un relato. Hace años que mamá no me ve la picha. Pero sí que ha visto la de él”

El tamaño del nabo de su padre siempre ha sido un asunto tabú para los pensamientos curiosos del muchacho. Sin embargo, nunca como ahora se había visto tan metido en esa temática.

Ensimismado, atiende al tremendo bulto que lleva un buen rato deformado sus pantalones. Desde que pegó el estirón, no hace mucho, se ha sentido especialmente orgulloso de su miembro, tanto en cuestiones de longitud como en lo relativo a su grosor. Se imagina el efecto que le causaría a su madre si la penetrara como en el sueño del pasado martes, o tal y como se describe en el tórrido relato que está leyendo ahora mismo.

Un nuevo arrebato de curiosidad le empuja a seguir devorando las últimas frases del escrito. A estas alturas, no espera ningún otro giro argumental, pero está impaciente para descubrir cómo aquella mujer de donde él mismo salió ha resuelto el desenlace de esa disparatada historia incestuosa.

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-Mmmh… …Mmmmmh… …O0h… … Mmmh… …Aiix…-

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Flora seguía gimoteando discretamente al tiempo que los embistes traseros de su hijo alcanzaban velocidad de crucero. Escuchaba sus jadeos muy cercanos, en su nuca, mientras notaba cómo las manos del niño recorrían sus generosas carnes maternas.

La cama se movía de un modo alarmante, pero Cristóbal continuaba profundamente dormido y no dejaba de roncar.

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-Cuidado0h-   susurró ella con urgencia   -Vas a despertar a tu padre-

-Sino0h… hhh … Si no seha despertadohcuando…Cuando botabah…-

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El chico no practicaba la más mínima contención en sus empujes. Entregado al mayor de los gozos, se dejó llevar por sus más bajos instintos para follarse a su madre como si no hubiera un mañana.

A Flora no se le escapaba que la cercana presencia de Cristóbal, junto con el peligro de que pudiera despertar, añadía más leña a su depravada hoguera interior.

La tierna edad de David, su estrecho parentesco con él, la extinción de una longeva fidelidad intachable, la bondad infinita de un marido que confiaba plenamente en ella… Cuanto más consciente era de lo abominables que resultaban aquellos actos delictivos más cachonda se ponía.

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-Mmmh… … O0Oh… … hhh … …Dio0smío0h… …Mmmh-

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Flora se mordió el labio a la vez que volvía a cerrar sus ojos. De algún modo, se estaba escudando en su pasiva actitud para obtener cierto grado de exculpación. No en vano, todavía no le había puesto las manos encima a su hijo, no se había desnudado y no había hecho nada, más allá de poner su gordo culo en pompa.

"Es delito abusar de un menor,pero ¿también lo es dejarse follar por él?"

Los pensamientos de la mujer se volvieron caóticos a raíz de los virulentos azotes emocionales que no paraban de detonarse desde sus puntos más erógenos. Mientras notaba cómo el duro pollón de David entraba y salía de su chocho empapado, se vio abrumada por un inminente y catártico advenimiento orgásmico.

Al mismo tiempo que Flora trepaba hacia la cúspide de su deleite, aquella vieja cama de matrimonio superaba, entre sonoros chirríos, la prueba de estrés más dura a la que jamás se había enfrentado. No solo Cristóbal estaba gordo como nunca, sino que la suma de un tercero en discordia, el más inquieto del trio, no paraba de propiciar un peligroso movimiento lateral que amenazaba con romper el somier y propiciar una aparatosa caída que despertara, al fin, a ese cornudo durmiente.

La ociosa y flamante adultera de la casa ya no podía más:

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-Mecorro0h… … hhh … … Mev0yacorreeer-

-Síiíh… … hhh … …Síiìh… …y0también-

-No0h… …Tún0oh… …cuidadoc0n…-

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Demasiado tarde. La preocupación de Flora se difuminó entre un clamoroso orgasmo bilateral que sincronizó a los dos integrantes más jóvenes de la familia Carmona. Justo en ese instante, los ronquidos de Cristóbal se ahogaron desatando el pavor entre aquellos amantes extasiados que yacían en su misma cama. Ambos se quedaron inmóviles; regodeándose en los ecos de un clímax degenerado que todavía se sentía más placentero alentado por el miedo al inoportuno despertar del hombre de la casa.

Eseconfiadodormilóncambiódeposturaparaquedarbocarriba.Puede que hubiera despertado fugazmente, pero su respiración notardóentornarseprofundayunosnuevosronquidos,mástenues que los anteriores, volvieron a certificar su estado inconsciente.

El chico no cabía en sí mismo. Había tenido que superar un notable miedo escénico para llegar hasta ahí, pero, gracias al empuje de una lujuria desmedida y a la ventajosa seguridad que le daba el haber leído el escrito de su madre, pudo, finalmente, disfrutar de ella como tantas veces soñó.

Por su lado, Flora…

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David se levanta de la silla como si le hubiera dado un calambre. Se ha colocado y recolocado tantas veces la polla mientras leía aquella narración morbosa que sus revoltosas tensiones fálicas han terminado por pasarle factura. No en vano, no ha dejado de recrearse demasiado en cada una de dichas maniobras y, si bien no se ha masturbado de una modo normativo, sí que ha acabado rompiendo su propia contención seminal.

“!Un papel! !Una camiseta! !Una toalla!”

Nada.

El muchacho apenas ha tenido tiempo de bajarse los pantalones y caer de rodillas para rezumar su presurizado esperma encima del suelo de su cuarto. Afortunadamente, no tiene moqueta, pues unas baldosas sobrias de claras tonalidades ocres encajan entre ellas para dar forma a todo el piso de la casa.

Pese a estar solo, se siente avergonzado. No tanto por la mirada atónita de la pequeña Mittens, sino por todo el contexto que ha precedido esa deshonrosa eyaculación.

Ya delante el espejo del lavabo, mientras se enjuaga el pene con el agua del grifo, se mira a los ojos y reflexiona sobre lo que acaba de ocurrir. Libre ya del tupido velo lujurioso que nublaba su mente, antes de correrse, añora los tiempos en que su santa y amada madre estaba limpia de ningún trazo sexual; de ninguna connotación erótica; de la más mínima sombra de infidelidad…

“Quiero despertar y ver que todo esto ha sido solo un sueño absurdo; una paranoia como la que me atrapó durante la noche del martes”

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BESTIAS Y MONSTRUOS

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- sábado 3 octubre -

-¿Estás bien, cariño?-   le pregunta Flora a su hijo.

-¿Qué? Sí, sí… … Claro-   responde David regresando a la realidad.

-¿Es que no tienes hambre?-   le interroga mientras mira el desayuno del chaval.

-Mmmm… … No, no mucha-

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Una tostada untada de mantequilla se le está enfriando en el plato con la marca de un solo mordisco estropeando su integridad cuadriculada.

Terminando de limpiar el mármol de la cocina, aún vistiendo su camisón de noche, la mujer le dedica una sonrisa al niño. Sus bonitos ojos azules se ven alumbrados por los primeros rayos de un sol que también le otorga cierta transparencia a aquella fina tela que no se relaciona con ninguna ropa interior.

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-Voy a vestirme, cariño. Come-   le dice a mientras pasa a su lado y le toca el lóbulo.

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El chico no ha dormido bien. Lo está pasando mal. Durante la noche, ha asistido a un buen repertorio de pesadillas sexuales interpretadas por su madre, por su padre y por él mismo. Incluso el gordo compañero de trabajo de Cristóbal ha tenido un desafortunado cameo; por no hablar del protagonismo que cobraban sus propias erecciones, una tras otra.

“Suerte que hoy no tenía que madrugar. Puedo quedarme en mi cuarto haciendo el vago”

Se levanta y tira la tostada a la basura de debajo del fregadero. Sus pantalones de pijama esconden un pene sutilmente hinchado pues, a pesar de que ha intentado ignorar la sugerente presencia de Flora, no ha podido evitar darle algún vistazo a contraluz.

“Nunca la había mirado con estos ojos, pero, ahora, no puedo ver otra cosa”

Como hijo respetuoso que es, limpia su plato y su vaso para no estropear el estado impoluto de esa cocina que tan cuidadosamente acaba de limpiar su madre.

“Y ella como si nada. Paseándose en camisón, sonriéndome, tocándome la oreja... ¿Acaso ando yo sin camiseta?”

El muchacho intenta no desubicarse. Es consciente de que Flora no está al tanto de su furtiva lectura. No obstante, le parecería comprensible que ella tuviera una relación más recatada y prudente con él; algo más distante.

“Si hay algo de verdad en esa fantasía escrita...”

El móvil silenciado de David vibra sobre la mesa.

Ya en el salón, David se encuentra, de nuevo, con su madre. Flora se ha enfundado en un vestido oscuro, de corte ajustado, que le sienta especialmente bien.

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FLORA:  No me preguntaste por la reunión de ayer.

DAVID:  Aah… … ¿Cómo fue?

FLORA:  Tu tutora nos contó que haces lo mínimo para aprobar, como siempre.

DAVID:  No puedes quejarte. Nunca traigo ningún suspenso.

FLORA:  Sí, ya, pero ella cree que eres muy listo y que podrías rendir más.

DAVID:  Bueno, esa es una opinión… … subjetiva.

FLORA:  Nos dijo que dibujas en horas de clase.

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De pie, en el centro de la estancia, la mujer cruza los brazos y adopta una pose de enfado y desaprobación. Sin embargo, aquel gesto teatral no inquieta demasiado al niño, quien sabe que sus faltas son tan leves que no merecen de castigo. Abriendo los brazos, niega con la cabeza y dice:

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DAVID:  Te pusiste contenta cuando gané aquel concurso, ¿no?

FLORA:  Sí, cariño, pero… … hazme el favor de atender y de no hacer dibujitos en clase.

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Flora junta las manos, como si rezara, y adopta un tono de súplica aliñado con una enternecedora carita de pena.

Con una mueca condescendiente y teñida de resignación, David asiente perdonándole la vida. Le reconforta hablar con su madre con esa normalidad tan liviana, familiar y acogedora.

"Diiing - Dooong"

Suena el timbre de la entrada sorprendiendo a Flora.

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DAVID:  Es Víctor. Me ha dicho que se pasaba un rato.

FLORA:  Ah, vale. Yo me voy a la peluquería.

DAVID:  ¿Es que volverán a darte trabajo?

FLORA:  No lo sé. Con un poco de suerte…

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Flora abre la puerta encontrando al único amigo de su hijo.

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-Victorioso, os dejo solos. Portaos bien, ¿vale?-

-Sí, señora Carmona-   responde el muchacho mientras hace una reverencia china.

-!Eh!-   reacciona ella enfadada   -Que sea  la última  vez  que me  llamas así-

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Flora le señala con su índice muy cerca de la cara del chaval. Esta vez, su actuación enfurruñada es más convincente. No tarda en alejarse con sus andares afilados de tacón. David se apresura en cerrar la puerta.

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VICTOR:  Menudo carácter tiene tu madre.

DAVID:    Es que tú… ¿Cómo se te ocurre tratar de usted a una mujer de su edad?

VICTOR:  Sí, ya lo sé, pero ha empezado ella llamándome Victorioso.

DAVID:    Eso es porque un día vio tu chat, de casualidad, y le hizo gracia.

VICTOR:  La verdad es que… … es muy maja. No parece que sea mayor.

DAVID:    Hombre…  Si la comparas con tu vieja…

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El recién llegado le asesta un buen puñetazo en el brazo a su joven anfitrión. Aun tratándose de una agresión amistosa, esos asiduos leñazos suelen resultar de lo más dolorosos.

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DAVID:    Tío, en seri 0 , te pasas un huevo. Luego me salen moratones y todo.

VICTOR:  No me seas nenaza. Solo intento curtirte.

DAVID:    Pues solo te vienen ganas de curtirme cuando me meto contigo.

VICTOR:  Es que… … tronco, no es para menos. Tienes mucha suerte. En mi casa todo son gritos y reproches.

DAVID:    Será porque es mucho más difícil criar a cuatro hijos.

VICTOR:  No es para tanto. Además, tu familia parece sacada de la casa de la pradera.

DAVID:    Anda, ¿qué dices? Si jamás has visto esa serie.

VICTOR:  Es lo que se suele decir. Vamos a tu cuarto, va.

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Aquel par de mancebos se dirigen hacia la habitación propinándose leves, y no tan leves, empujones entre sí.

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-¿Te enseño el video ese?-   sugiere Víctor desplomándose sobre la cama.

-No, no. No estoy de humor para eso-   responde David con desánimo.

-No. Nono. Aquí pasa algo raro-   dice su amigo con cadencia perspicaz

-¿Quién eres tú y que es lo que has hecho con mi colega?-

-Que nooo0oh. Solo es que he tenido pesadillas eróticas y estoy traumatizado-

-!Wo0Oh!-   exclama con emoción   -Esto suena muy interesante. ¿De qué iban?-

-Nada. Olvídalo. No quiero hablar de ello-   sentencia el chico cerrándose en banda.

-Te follabas a tu madre-   le asesta Víctor dando en el clavo por casualidad.

-Pero ¿qué dices? ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre?-   dice transpirando indignación.

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El invitado, tumbado bocarriba, se ríe maliciosamente mientras sujeta el móvil con ambas manos sin dejar de indagar en la red. Haciendo gala de la confianza que tiene con su amigo, se saca los zapatos e insiste en esa engorrosa temática.

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VÍCTOR:  Tío, yo una vez soñé que mi vieja me comía los huevos.

DAVID:    ¿Qué? Pero… … ¿cómo? ¿Es que…? ¿Cómo podía pasar eso?

VÍCTOR:  No sé. Me estaba echando la bronca por no sé qué memez y le dije que me comiera los huevos. Se lo digo a veces cuando se pone muy pesada y gritona. Pero… … en esa ocasión, se arrodillaba y lo hacía.

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Habla desinhibidamente y sin despegar la vista de la pantalla. Cerca de él, David sospecha que aquella pretendida distensión distraída esconde cierto grado de timidez. Aun así, le pregunta:

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• … … … … Y… … ¿Se te puso dura?-   susurra avergonzado por su propio interrogante.

-No0h… Estaba cagaoh… Tenía miedo de que me los arrancara de un mordisco00hh-

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Víctor rompe una carcajada contagiando a su compañero de estudios, quien siente alivio al constatar que no es el único que ha sufrido esta clase de accidentes. Llega a sentirse afortunado, pues, al lado de Flora, la madre de su cómplice parece una bruja malvada de un cuento infantil.

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VÍCTOR:  A veces me la pelo mirando videos de zoofilia.

DAVID:    ¿De qué hablas? ¿Me tomas el pelo?

VÍCTOR:  Siempre con tías buenas, ¿eh? Pero también con caballos o perros.

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David queda boquiabierto mientras observa cómo su amigo sigue pasando el dedo por la superficie cristalina de su teléfono.

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VÍCTOR:  Los caballos tiene unas trancas enormes. Creo que les dan viagra para que se empalmen con las chicas. A veces hay una yegua cerca que solo sirve para que el macho se ponga tieso. De eso va el video que te pasé.

DAVID:    ¿El link del WatsApp era un clip de un caballo follándose a una mujer?

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Víctor asiente con posado orgulloso. Lleva un buen rato sin mirar a los ojos a su interlocutor. Quizás eso le ayude a explicitar sus más pervertidos intereses en el mundo del porno.

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VÍCTOR:  Luego están los japos y sus animaciones en 3D. No veas que nivel tienen. Suelen crear secuencias de monstruos violadores de colegialas. He visto videos de viejos con adolescentes de nuestra edad. Después… … Carlos me enseñó clips de porno infantil.

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Su tono se ha rebajado hasta convertirse en susurros. David se tapa la boca con una mano sin salir de su asombro. Teniendo en cuenta que él mismo se considera un pervertido, le costaría encontrar las palabras para definir a semejante vicioso.

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DAVID:    Carlos es tu hermano mayor, ¿no?

VÍCTOR:  Sí. Es una mala influencia para mí.

DAVID:    Y tú una mala influencia para mí. Ahora entiendo que mis padres se empeñen en controlar mi acceso a la red.

VICTOR:  Lo que tú digas. El caso es que, ahora que ya conoces mis secretos más oscuros, ya puedes contarme tus sueños traumáticos sin pudor.

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Víctor desvía la mirada, al fin, para encontrar los ojos de su amigo. David reacciona inspirando, violentamente, una buena bocanada de indignación.

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-!Eres un cabrón mentiroso! Te lo has inventado todo para que te suelte lo mío. Siempre me haces lo mismo. Me tiras de la lengua, y luego…-

-Qué no, tronco. Te hablo muy en serio. Tengo el video del caballo en mi móvil-

-Vale. A ver. Ahora sí que quiero verlo-

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Pretende desenmascarar a ese charlatán, pero la jugada no resulta como él esperaba. Víctor se incorpora y le muestra aquel impactante video ecuestre.

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VÍCTOR:  La corrida no me la creo. Si te fijas, hay un corte antes.

DAVID:    … … ¿Y?… … Es que crees que la chica se mete yogur en la boca.

VÍCTOR:  En este sí, claro, en el corte. Luego lo escupe con cara de asco.

DAVID:    Joder, pero al caballo se le pone bien dura.

VÍCTOR:  Ya te digo. Viagra o yegua. No hay caballos zoofilicos. Mira, este es otro.

DAVID:    Menudo pasote.

VÍCTOR:  Hay videos donde el animal sí que se corre de verdad.

DAVID:    Qué ascazo.

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David se desentiende del dispositivo definitivamente. No quiere seguir viendo aquel despropósito tan atroz.

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-Me están entrado ganas de meterme a cura, tío-   dice con ambas manos en la cara.

DAVID:    Eres un buen amigo.

VÍCTOR:  ¿Estás de guasa?

DAVID:    No, nono. Verás: a tu lado me siento mucho más íntegro. Ya estoy mejor.

VÍCTOR:  Para eso estamos, mendrugo.

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Como si de un premio de consolación se tratara, Víctor acepta el cumplido consciente de que no logrará sonsacarle ningún secreto a su contertulio. No sospecha que, en su primer intento, había acertado señalando la temática incestuosa de las pesadillas de David.

Vuelve a dejarse caer sobre la cama, pero no está dispuesto a cambiar de tema:

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-Pues tú eres un amigo de mierda-   afirma otra vez mirando su móvil.

-¿Qué?-   se exclama David sorprendido   -¿A qué viene eso?-

-Yo te lo cuento todo y tú no me cuentas nada-   protesta el niño, enfurruñado

-Sabes cuál es la chica que me gusta, conoces mis sueños más bochornosos, te he contado que miro porno de animales, viejos, monstruos… te he confesado que quiero tirarme a tu madre, y tú…-

-Alto, alto, alto… … ¿Qué?-   le interrumpe David escandalizado.

-Que tu madre es maja. Eso es lo que te he dicho antes-   señala un Víctor amedrentado.

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Sin apartar la mirada de la pequeña pantalla, levanta las cejas y guarda unos incómodos instantes de silencio.

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VÍCTOR:  Ya solo quedan tres meses para terminar el año. ¿Te lo puedes creer?

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FAUNA Y FLORA

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- domingo 4 octubre -

Cristóbal ha terminado de comer. Se siente hinchado y empiezan a castigarle los remordimientos.

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CRISTÓBAL:  ¿Por qué haces tanta comida… … y tan buena?

FLORA:         No tenías porqué repetir. Te dije que lo guardáramos para la cena.

CRISTÓBAL:  Ya me conoces. No tengo autocontrol.

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Flora pulsa el botón que da inicio al programa del lavaplatos, y suspira mientras mira a su marido con desánimo.

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FLORA:         Podrías apuntarte a hacer deporte, como hago yo.

CRISTÓBAL:  Me machacaría las rodillas si me pusiera a correr.

FLORA:         Hay más disciplinas, tonto. Bici, natación… … andar.

CRISTÓBAL:  Si no tuviera esta maldita fatiga crónica…

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Cuando su marido se pone tan negativo, la mujer tiene la sensación estar casada con un cuentista. Sin embargo, Cristóbal no se inventa nada: su sobrepeso, su alteración del sueño, la medicación, el trabajo… Su cuerpo es como una coctelera que mezcla un cúmulo de efectos secundarios con dolencias varias, diagnosticadas o no.

Se trata de un tipo afable que está muy orgulloso de su familia y de la casa que tiene. Por si fuera poco, dados los tiempos que corren, también se siente afortunado de tener un trabajo fijo. No obstante, se está quedando calvo y, a sus cuarenta años, padece una obesidad mórbida que afecta mucho a su autoestima.

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FLORA:          ¿Tienes un rato para mirar la serie?

CRISTÓBAL:  No, no. Me tengo que ir ya.

FLORA:         Uff… … Vaya palo trabajar en domingo, ¿no?

CRISTÓBAL:  También tienen que circular los buses en festivos. El jueves tengo fiesta.

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Flora se ausenta de la cocina y se acomoda en el sofá del salón a la vez que se hace con el grueso tomo que está leyendo. Tras ella, Cristóbal aparece con andares más lentos y aparatosos.

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CRISTÓBAL:  Pensé que querías ver un episodio.

FLORA:         No voy a adelantar sin ti. Mejor me pongo a leer mi libro.

CRISTÓBAL:  Gracias, cariño. Por esto sé que nunca me serías infiel. Eres capaz de aparcar lo que te apetece con tal de hacerlo conmigo luego.

FLORA:         Ja, ja, jah ¿Es que desconfiarías de mi si ahora me pusiera la serie?

CRISTÓBAL:  No, no. Nono. No digo eso. Para nada. Solo que esta es una prueba más.

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La joven sonríe sin el más mínimo atisbo de culpabilidad, pues, pese a sus sórdidas fantasías secretas, jamás se ha sentido realmente tentada de incurrir en un adulterio real.

Sin embargo, mientras su marido se prepara para partir, ella piensa en las palabras que ha estado a punto de pronunciar para desmontar aquella broma de doble sentido.

“El 'luego' seriéfilo puede ser esta misma noche. El 'luego' sexual puede tardar semanas o meses”

Cristóbal nunca fue un hombre muy apasionado, pero, con el paso de los años, sus complejos le han comido la moral, su libido ha menguado y, ahora mismo, no es capaz de satisfacer a su mujer como ella tanto querría.

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CRISTÓBAL:  Me marcho ya, amor.

FLORA:         Luego saldré con mis amigas. A última hora, igual me paso por la estación. ¿A qué hora terminas?

CRISTÓBAL:  Prefiero, si no te importa, que no te pases nunca más por ahí.

FLORA:         ¿Qué?… … ¿Cómo?… … ¿Es que te avergüenzas de tu e sp 0 sa?

CRISTÓBAL:  No, mi vida. Todo lo contrario. Resulta que estás demasiado buena para mí. Aquello está lleno de cerdos machistas que sueltan groserías cuando te ven. Me tienen envidia y pueden llegar a ser muy crueles y molestos.

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Flora se siente ofendida a la vez que halagada. Como buena feminista, le repugnan esa clase de comportamientos, pero no le sienta del todo mal saber que despierta pasiones allá donde va.

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FLORA:  Menuda fauna habita en el gremio de choferes de Fuerte Castillo.

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HUMANO Y FELINA

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- lunes 5 octubre -

El instinto felino de Mittens la lleva a masajear los bultos blandos de sus amos como si así favoreciera el flujo lácteo de una figurada teta materna. No son pocas las veces que la gatita se emplea en la enorme panza de Cristóbal o en los pechos de Flora.

Paradójicamente, el miembro de la familia que le resulta más allegado es también el más enjuto, dado que a David no le sobra ni un gramo en ningún de los rincones de su cuerpo escuálido. Eso no representa un impedimento para la minina y su ternura, pues suele subírsele encima para darle cabezazos en la barbilla.

El chico se acaba de despertar de la siesta. No suele dormir a media tarde, pero lleva unos días preocupado y eso afecta a su descanso nocturno. Nada más recuperar la consciencia, bocarriba estando, nota cómo su mascota se pasea por su torso pisando su fina camiseta marrón. Mittens no tarda en hallar un bulto genital por encima de aquellos pantalones y, entre ronroneos, empieza a aplicarle presión, alternativamente, con sus patitas delanteras.

La primera vez que la gata hizo algo parecido, David la apartó de un manotazo, pero, a día de hoy, cuando se encuentra en una situación similar, el muchacho se relaja y goza de las inocentes atenciones de tan adorable criatura.

Mientras su pene se endurece, recuerda la peculiar charla que mantuvo con Víctor, antes de ayer, en la que tocaron el tema de la zoofilia. Le vienen a la mente esas sobrecogedoras imágenes de sexo equino, así como el rechazo que le provocó aquello.

“No es lo mismo. No tiene nada que ver. No me excito pensando en animales; no aparecen en mis fantasías. Solo me gusta que me toquen el pito”

David se sorprende a si mismo al tomar conciencia de que no permitiría que un gato macho le hiciera lo que le hace Mittens.

“Eso son manías mías. No quiere decir nada”

Es digno de mención que, durante el verano, cuando el chico anda por casa sin camiseta, la gatita suele lamerle el pezón izquierdo, solo ese, amparada por la permisividad de su amo.

“Preferiría que lo hiciera una chica, está claro”

La mente tramposa del chaval le hace imaginar con todo realismo cómo se sentiría, sobre sus pezones, la lengua babosa de su madre; sus labios carnosos, sus dientes.

“Nono. No voy a seguir por este camino”

A Mittens le sorprende la dureza de esa erección recién llegada e insiste en manejarla una y otra vez.

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DIBUJO Y LITERATURA

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- martes 6 octubre -

Flora suele hacer yoga, a media mañana, rodeada de la tranquilidad que habita en su frondoso jardín. Aprovecha que su marido trabaja y que su hijo está en el instituto para disfrutar del tiempo libre del que dispone en la etapa que atraviesa como desempleada.

Acostumbra a dejar su móvil en el interior de la casa, silenciado, para que nadie la estorbe, pero hoy se lo ha llevado con ella sin un motivo concreto.

Mientras pone a prueba su notable elasticidad y se concentra en su propia respiración, el dispositivo empieza a vibrar sobre el cuidado césped que puebla el suelo de su edén doméstico.

Flora, vestida con anchos ropajes de andar por casa, adopta una posición más cómoda y recoge el teléfono. Observa el nombre de Dora en la pantalla y se extraña, pues es alguien con quien no suele hablar.

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F:   Hola, Dora.

D:  Hola, Flora.

F:   … … ¿Sucede algo? ¿Va todo bien?

D:  Te llamo porque… … verás. Víctor es muy amigo de David y… … resulta que…

F:   ¿Le pasa algo a tu hijo? ¿Se han peleado o algo?

D:  No, no. Ojalá fuera eso. Lo que ocurre es que le hemos pillado con mucho porno.

F:   O0oh. Ya. Entiendo. Imagino que están en una edad que…

D:  Nada de eso. Se trata de cosas muy bestias, y nunca mejor dicho.

F:   ¿A qué te refieres?

D:  Zoofilia, violaciones, pedofilia, monstruos, viejos…

F:   ¿Qué? Pero… … ¿Cómo?

D:  Tuvimos una gran bronca, ayer por la noche, pero no nos contó apenas nada.

F:   ¿Y tú crees que mi hijo puede estar… … en el ajo?

D:  David es buen chico, pero ¿quién sabe lo que Víctor le habrá metido en la cabeza? Sé que en vuestra casa controláis mucho el acceso del nene a internet. Aun así, he creído conveniente avisarte porque me parece que es un tema grave. Ellos se ven a menudo y pueden haber compartido un montón de archivos. Estoy escandalizada. No te imaginas la clase de basura que le hemos encontrado.

F:   Sí, sí. Gracias por el aviso. Me aseguraré de mantener a mi hijo lejos de esas aberraciones depravadas. Solo tengo que… … que pensar como abordo el asunto.

D:  Mano dura, Flora. No querrás que se nos vayan por el mal camino.

F:   No, no. Claro que no. Siempre me aplico al máximo para educarle bien.

D:  Víctor es un pieza, como sus hermanos. No me extrañaría que ellos también estuvieran implicados. Espero que tengas más suerte tú con el tuyo.

F:   Te ha tocado una buena papeleta, Dora. Cuatro hijos, todos chicos, y además…

D:  ¿Qué me vas a contar? Vale: toma tus propias medidas y ya me contarás.

F:   Muchas gracias por tu llamada. Ya hablaremos. Hasta luego.

D:  Nos vemos, Flora.

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La madre de David ha quedado muy preocupada. Después de desentenderse de su móvil, se levanta y regresa al interior de la casa con la intención de tomar cartas en el asunto.

“¿Zoofilia? ¿Qué serán? ¿Chicas con perros? ¿Monos? ¿Cerdos? ... ... ¿Caballos?”

Cada una de aquellas opciones le parece peor que la anterior, sin embargo, aún le disgusta más la pedofilia o las violaciones.

“Tengo que asegurarme de que no hay nada de eso en su ordenador. No lo habrá. Estoy segura. Conozco a mi hijo. Es puro de sentimientos... ... no como yo”

Con la legitimidad que le otorga su honorable cometido, Flora entra en el cuarto de David y enciende su computadora. Sentada en la moderna silla que hay frente al escritorio, no tarda en inspeccionar las carpetas del chico en busca de material sensible, pero no encuentra nada sospechoso.

A cada minuto que pasa se siente más culpable, no solo por desconfiar de la integridad de su amado retoño, sino por haberse permitido el lujo de invadir su intimidad sin siquiera haber hablado con él.

Ahora mismo está revisando algunos de los últimos dibujos que el chico ha coloreado con el Photoshop. Hay una ilustración de la catedral gótica de Fuerte Castillo, una de una nave espacial futurista con aspecto de volar muy rápido, una de Mittens, otra de un gran autobús conducido por Cristóbal…

“¿Y yo? ¿Soy la única a quien no ha dibujado? ¿Es que mis formas no son inspiradoras para el artista de la casa?”

Flora no imagina que su presente decepción pronto se convertirá en el menor de sus problemas.

Al abrir una de las muchas carpetas secundarias que va encontrando por su aleatoria indagación informática, da con un obsceno dibujo protagonizada por David y por ella misma. Su ansiedad se dispara al reconocer la escena del más vergonzoso de sus relatos: "David y Goliat".

“Nononono. Por favor: no. ¿Qué es esto? No puede ser. No es posible que lo haya encontrado”

A pesar de que su portátil es para uso exclusivo de ella, la mujer había escondido muy bien el documento en cuestión. Lo que no tuvo en cuenta es que, usando el editor de texto, alguien podría acceder a su obra más reciente atajando por una ruta exenta de directorios.

Consternada, no consigue arrojar una duda razonable que le dé un mínimo de esperanzas de huir de tan angustiosa realidad.

“Es el pijama morado que describo en mi historia, las sábanas azules de nuestra cama, hay un gordo durmiendo de perfil y... las caras y los retratos no son su especialidad, pero el chico es rubio, la mujer castaña, y el hombre tiene poco pelo”

Cuanto más lo piensa, menos equivoca le parece esa estampa. Horrorizada, coge el toro por los cuernos y asume que su pequeño ha leído aquella bochornosa narración de principio a fin.

“Tendré que hablar con él. No haré como si nada. Esto no puede quedar así”

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FANTASÍA Y REALIDAD

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- miércoles 7 octubre -

Cristóbal se siente desorientado. Acaba de despertarse en la camilla de un hospital sin la menor idea de cómo ha llegado hasta ahí. Muy cerca de él, su hijo le observa con una mezcla de preocupación y alivio.

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DAVID:         Estás consciente, por fin.

CRISTÓBAL:  Hijo, ¿qué ha pasado?

DAVID:         Has tenido un ataque, ¿no te acuerdas?

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El paciente frunce el ceño. Tiene la memoria reciente borrosa y no logra concretar sus recuerdos. El efecto de los sedantes aún hace mella en su raciocinio y le dan flojera a su mandíbula a la vez que dota de lentitud sus parpadeos y sus movimientos de cabeza.

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CRISTÓBAL:  ¿Dónde está tu madre?

DAVID:         Está hablando con los médicos. Se ve que ya te has despertado antes.

CRISTÓBAL:  Estoy bien… … Quiero irme a casa.

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El hombre inclina la cabeza y mueve el brazo para iniciar unas maniobras que deberían levantarle de la cama, pero el resto de su cuerpo no le acompaña. Resignado, se queda mirando hacia la puerta de la habitación mientras sus párpados van cayendo.

David suspira hondamente mirando por la ventana. Se encuentran en una sexta planta y la panorámica es envidiable. Puede ver la basta frondosidad verdosa que dibujan las copas de los árboles del parque Lázaro, así como unos prematuros brotes tostados propios de las primeras semanas del presente otoño.

Al tiempo que la pensativa mirada del niño se pierde en los matices de aquel colorido atardecer, su mente reflexiona sobre la fragilidad de la existencia:

“Casi se muere cuando todavía anda por la mitad de su esperanza de vida. Si la ambulancia no hubiera llegado a tiempo me habría quedado sin padre”

Las suposiciones que atañen a lo que hubiese podido pasar le abruman y le inundan los ojos de emoción.

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-¿Cómo está nuestro chófer preferido?-   pregunta un hombre de blanco recién llegado.

-Se ha despertado fugazmente, pero ha vuelto a quedarse dormido-   contesta el chico.

-Es normal. Todavía está muy sedado-   afirma el médico mientras revisa el expediente.

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Se trata de un señor alto y de avanzada edad. Lleva gafas, tiene bigote y usa una bata blanca que le distingue como doctor.

Tras él, aparece Flora con una indumentaria totalmente negra: un vestido ajustado de manga larga, unas medias de rejilla y unos botines de tacón.

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FLORA:  Ven, cariño. Vamos a la sala de espera un rato.

DAVID:  Vale. Voy.

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El chaval no es asiduo de esta clase de instalaciones sanitarias. Quizás por ello no resulta impasible a la atmósfera que le rodea: blancos y azules celestes, intensas luces fluorescentes, silencio respetuoso, olor a desinfectantes y medicamentos…

Sentado en uno de los bancos acolchados que hay en la estancia central de la planta, David espera el regreso de su madre, quien ha ido a comprar un par de refrescos en la máquina.

Pese a la gravedad de las circunstancias que marcan su presente, el chico todavía se siente agitado en presencia de Flora. Ya han pasado cinco días desde que leyó aquel inquietante relato, pero no logra sacárselo de la cabeza. No le preocupa tanto la calentura que le provocó o la convulsiva eyaculación que derramó, inesperadamente, tras leer esos últimos párrafos, sino las implicaciones que le trascienden a él para afectar a su madre.

“Si se tratara de una invención mía... Todo sería más fácil si lo hubiera escrito yo. Sería solo una más de mis absurdas fantasías”

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-¿En qué piensas?-   pregunta Flora, sonriente, mientras le entrega una lata de cola.

-¿Qué? Nada, nada-   responde sin esconder su repentina incomodidad.

-Tengo que hablar contigo-   dice ella, tomando asiento, ya con un semblante más serio.

-¿Es sobre papá?-   se interesa él angustiado   -¿Qué te ha dicho el médico?-

-No, no. Tu padre está bien. Se recuperará pronto-

-Ufff-

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David suspira con gran alivio, pues no tenía nada claro cuál era el diagnóstico en cuestión. No tarda en volver a mirar a su madre.

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FLORA:  Hablé con Dora, ayer, por teléfono. Está muy preocupada por Víctor.

DAVID:  Me lo ha contado; lo del porno. Aunque no sabía que ella te hubiera llamado.

FLORA:  Quiero que me digas si tú has mirado alguno de aquellos videos.

DAVID:  Me enseñó alguno, pero solo lo miré de refilón. No me gustan esas cosas.

FLROA:  ¿Cuando fue?

DAVID:  M m mmmh. El sábado; cuando vino a casa, ¿te acuerdas?

FLORA:  ¿Sabes si sus hermanos están implicados?

DAVID:  El mayor. No, espera. No se lo puedes decir a Dora. Es un secreto, ¿vale?

FLORA:  … … Puedo guardarte un secreto si tú me guardas otro a mí. ¿Qué opinas?

DAVID:  ¿Que secreto quieres que te guarde?

FLORA:  Uno que me haría quedar muy mal delante de todo aquel que lo supiera.

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La inconcreción de la mujer, junto con su huidiza mirada retraída y un tono de voz que flirtea con el susurro, inquietan al muchacho sobremanera. No tiene certezas sobre nada, aún, pero empieza a sospechar sobre cuál es el asunto al que podría referirse su madre.

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FLORA:  Si tú mojaras la cama… … con pis… … yo no lo explicaría.

DAVID:  Hace muchos años que no me pasa, mamá. Solo fue una fase.

FLORA:  Claro. Hablaba de una situación hipotética. Sí yo descubriera algo sobre ti que te avergonzara no se lo contaría a NADIE. Ni a mi mejor amiga, ni siquiera a tu padre.

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David nota como se estrecha el cerco de aquella divagación.

La sala de espera está prácticamente vacía. Solo un anciano hace sudokus a cierta distancia de ellos mientras, junto a él, su mujer se ha quedado traspuesta.

Segura de que nadie puede escuchar la comprometida conversación que está manteniendo con su hijo, Flora procede con un tono suave y conciliador:

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FLORA:  Sé que, tarde o temprano, mirarás porno.

DAVID:  Wenooh… … Todo el mundo lo hace alguna vez.

FLORA:  Solo quiero que sepas que… … en esa clase de videos no se refleja la realidad.

DAVID:  Sí. Me imagino. Solo son eso: películas.

FLORA:  La gente normal no tiene penes de veinte centímetros ni tetas gigantes. No aguantan media hora fornicando a toda máquina en posturas imposibles. No tienen la necesidad de humillar a su pareja ni de tratarla como a un objeto.

DAVID:  Algo así nos contaron en una clase de educación sexual.

FLORA:  No hay ninguna asignatura como esa en tus calificaciones, ¿no?

DAVID:  Valores éticos. En realidad, aquel día vino una psicóloga de fuera del insti.

FLORA:  Bien… … Bien... … Lo que quiero contarte es que… Lo que tienes que saber... Las fantasías, fantasías son. Sobre todo, en el mundo del erotismo. No solo son irreales los atributos de los actores y las actrices, así como lo es su actitud, sino que también lo son sus circunstancias. Quizás no lo sepas, pero la gente, cuando quiere ponerse cachonda, suele imaginarse que hace todo aquello que nunca haría en su vida. NUNCA. A eso se le llama "morbo". Por ejemplo, encontrarás videos que dicen: "Hermano se acuesta con su hermana" o "Papá se tira a su propia hija".

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Mientras escucha atentamente, David empieza a sentirse entre la espada y la pared. Cada vez tiene más claro que esa charla tan incisiva gira en torno al relato de "David y Goliat".

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FLORA:  ¿Sabes que hay mujeres que fantasean con que las violan?

DAVID:  ¿Qué? No… … Creo que… … ¿Estás segura?

FLORA:  Claro, pero eso no quiere decir que deseen que pase realmente.

DAVID:  Entonces, ¿por qué?

FLORA:  Es como mirar una peli de miedo. Sabes que todo pasará en cuanto salgan los créditos o en cuanto decidas apagar la tele. Eres consciente de que estás a salvo en todo momento, y de que no sufrirás daños ni secuelas traumáticas.

DAVID:  No es tan sencillo cuando sueñas, porque las cosas se sienten muy reales y crees que aquello te está ocurriendo realmente.

FLORA:  Exacto. Esa es la grandeza de la imaginación. Nada es real. Es lo que ocurre con la creatividad. Hay grandes pintores que han plasmado pinturas sobre el infierno. No quiere decir que quisieran visitarlo realmente.

DAVID:  Pues cuando me daba por dibujar monstruos, tú estabas preocupada.

FLORA:  Las madres siempre tendemos a sobreproteger a los hijos. Necesitamos tener la certeza de que todo está en orden y cualquier síntoma nos asusta. Pero han pasado los años y te has convertido en un caballerete maravilloso. Te prometo que, dibujes lo que dibujes, no me voy a escandalizar, por más inapropiado que sea.

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Cuando ya creía que ese diálogo no podía entrañar más peligro, David percibe cómo su última ilustración entra en escena de un modo tácito e insinuado. No en vano, no conoce otra acepción de los adjetivos tan específicos que acaba de usar su madre:

“¿Escandalizar? ¿Inapropiado? ¿Es que ya no hablamos del relato? !Dios! ¿Es posible que lo haya visto?

El niño guarda silencio, con la mirada perdida, mientras su interpretación de aquel coloquio da la vuelta como si de una tortilla se tratara. Le cuesta encajar que Flora haya podido encontrar ese esbozo inconcluso, pero sabe por experiencia que estas cosas pueden pasar, aunque sea por accidente.

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-¿Qué piensas?-   pregunta ella observándole muy de cerca.

-Emmh-   responde el sin saber qué dirección tomar.

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David jamás se había encontrado en una situación parecida. La confianza que tiene con su madre siempre ha alcanzado cotas muy altas, pero puede que, si ambos empiezan a llamar las cosas por su nombre, la situación termine por volverse insostenible.

Con pies de plomo y una pronuncia lenta y susurrada, el chico intenta dar continuidad a la línea editorial que le está marcando su interlocutora materna, sin salirse ni un milímetro del trazo; con mucho cuidado de no pasarse de la raya.

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DAVID:  Entonces, si tú no te escandalizas por mis dibujos inapropiados, yo no me escandalizaré por tus relatos inapropiados.

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El celebro del chaval echa humo. Sus pensamientos apresurados y miedosos no son muy firmes, pero tiene claro que, si su madre ha visto la ilustración, sabrá que él ha leído el relato, y que, si no la ha visto, no tendrá motivos para sospechar de su lectura, pues David no ha hecho más que emular la frase de Flora invirtiendo los personajes y aludiendo a la disciplina de ella.

La mujer le toca el pelo al muchacho cariñosamente, y, sin dejar de sonreír, le mira con sus claros ojos azules. No había planeado ser tan cristalina con su alegato, pero el buen entendimiento que tiene con su hijo le ha permitido mostrarse elocuente aún sin referirse a las obras del uno y de la otra.

“No tiene arreglo lo que pasó, pero creo lo hemos encarado bien”

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FLORA:  Tu y yo tenemos un vínculo especial que muchos no entenderían. Por eso es tan importante que NADIE lo sepa. Ni tu padre, ni Víctor…

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David asiente, tímidamente, sin dejar de mirar el suelo.

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FLORA:  ¿Recuerdas la última vez que te grité o que me pusiste furiosa contigo?

DAVID:  Mmmh… … No. ¿Cuándo?

FLORA:  No lo sé. Imagínate el tiempo que hace.

DAVID:  Ja, jah. Víctor dice que nuestra familia es como La Casa de la Pradera.

FLORA:  ¿La Casa de…? ¿Qué sabrá él? Esa serie es de antes de que yo naciera. El caso es que… … me disgusté mucho, al principio, pero luego comprendí que no podría enfadarme contigo por hacer algo que yo misma había hecho.

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Un par de hombres de mediana edad, que parecen hermanos, entran en la sala y toman asiento en una ubicación equidistante respecto a los usuarios ya presentes. Se muestran compungidos y, dado el escenario en el que se encuentran, es fácil adivinar que la salud de alguien muy cercano a ellos se encuentra amenazada.

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DAVID:  Qué bien que papá ya esté fuera de peligro. ¿Tú llevas muchas horas aquí?

FLORA:  No. Al principio estaba muy asustada, pero los médicos me han tranquilizado.

DAVID:  Imagínate que le llega a ocurrir mientras conducía un bus lleno de gente.

FLORA:  No0h. Igual hubiera tenido tiempo a parar y echar el freno de mano.

DAVID:  ¿Cuándo le darán el alta?

FLORA:  Esta noche se queda en observación. Mañana tiene fiesta del trabajo. Voy a ver si está más lúcido y puedo hablar con él. La primera vez que ha despertado iba tan colocado que apenas me ha reconocido. ¿Vienes?

DAVID:  Sí. Claro. Ya vengo.

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RAYOS Y TRUENOS

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- jueves 8 octubre -

Un vaso grande de Coca-Cola con tapa de plástico y pajita, en el cual todavía hay unos cubitos agonizantes y un poco de refresco aguado, cae en la gran bolsa de basura que hay metida en un elegante contenedor de madera. Le siguen unos envases de cartulina y un papel rectangular con el logotipo de McDonald's estampado.

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-No0Oh. Maldita sea, tron-   protesta Víctor   -Te habían sobrado bolitas de pollo-

-Cómetelas si quieres-   contesta David desde lejos ajeno al dramatismo de su amigo.

-Las acabo de tirar. Las he visto cuando caían-   dice el primero enfadado en su regreso

-¿Cuantas veces tengo que decírtelo? No se tira nada cuando vamos a este sitio-

-Perdona, tío. Es que estoy distraído-   se disculpa el segundo levantándose de la mesa.

-Vamos-   continúa Víctor ya con un tono más resignado   -Te acompaño a casa-

-¿Y eso? Ni que te viniera de paso. ¿Es que quieres mantenerte lejos de tu familia?-

-¿Cómo lo sabes?-   pregunta retóricamente el chico   -Hay mal ambiente-

-¿Por lo del porno?-   le interroga el otro al tiempo que busca su mirada.

-Sí. No veas. Me taladran todo el rato, además: y yo sin móvil hasta año nuevo. Ni si quiera me dejan acercarme al pc sin supervisión-

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David se ríe sin ningún pesar mientras carga su mochila en uno de sus hombros y emprende la marcha junto a su amigo.

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DAVID:    Bienvenido a mi mundo. No es tan malo. Ya verás.

VÍCTOR:  A ti, por lo menos, no te han quitado el teléfono.

DAVID:    Ayer estuve a punto de quedarme sin padre, tío. Algo así te da perspectiva. Me siento tan afortunado que no me importa demasiado si tengo móvil o no.

VÍCTOR:  Pues yo… … vendería a mi madre por un iPone 12.

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Son casi las cuatro de la tarde cuando el sol empieza a verse acechado por unas intimidantes nubes negras. La vivienda de David no queda muy lejos del Burger, y pronto resulta visible desde la lejanía.

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VÍCTOR:  ¿Dónde estaba tu viejo cuando le dio el jamacuco?

DAVID:    Se desplomó en medio de la calle. Suerte que llamaron rápido a urgencias.

VÍCTOR:  Si le hubiera dado estando solo en tu kely, igual no lo cuenta.

DAVID:    Le van a quitar todo lo que le gusta comer. Ni sal, ni grasas, ni salsas…

VÍCTOR:  No, si todavía vas a pringar tú por su culpa, ahora.

DAVID:    Muchos cambios. Mi madre volverá a currar a la peluquería, el lunes. Empezará haciendo substituciones, pero a la larga…

VÍCTOR:  Si voy yo, ¿puedo elegir que sea ella quien me toque la cabeza?

DAVID:    Es una pelu de mujeres, tío. Como no te pongas un disfraz…

VÍCTOR:  Puede que lo haga. Tengo una carita infantil todavía, y soy bajito. Si me pongo un vestido y me maquillo un poco.

DAVID:    Te lo advierto muy seriamente: como te acerques a mi madre te crujo, ¿vale?

VÍCTOR:  Ja, ja, jah. Va, te dejo ir con tu querida mami. No quiero mojarme. Adi0os.

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David se despide con un gesto mudo sin borrar el enfado de su cara. No quiere que esa clase de bromas se vuelvan reincidentes.

Unos pocos pasos le bastan para cruzar el césped que precede el porche de su casa, y pronto accede al interior de la vivienda.

Nada más entrar, se da cuenta de que su madre está manteniendo una conversación telefónica. En cuanto el chico se asoma al salón, Flora se percata de su presencia y le tira un beso, silenciosamente, sin dejar de atender la llamada. David finge que el impacto de aquel besuqueo volador está a punto de derribarlo, y camina teatralmente por el pasillo, como si estuviera a punto de desplomarse, hasta que sale del ángulo de visión de su sonriente espectadora.

Mittens se entromete en los andares de su joven amo, quien, finalmente, consigue entrar en su cuarto sin patear a su pequeña gatita. Acto seguido, el muchacho se tumba en su cama. Su nuevo estado de reposo le permite escuchar la voz de su madre, quien, desde el salón, sigue emitiendo monosílabos pausadamente, dando fe de que escucha más que no habla en la presente conexión.

“A ver si papá ya viene hoy. Espero que los resultados hayan salido bien”

Después de que Cristóbal diera signos de mejora, ayer, su mujer y su hijo lo dejaron ingresado en el hospital y se permitieron ir a cenar a un restaurante. No volvieron a tocar los asuntos comprometidos que habían aflorado en la sala de espera, pero, a pesar de la ausencia de silencios incómodos y de una charla más que fluida, David no consiguió, ni de lejos, sentirse como se sentía con ella antes de que el tema del relato y del dibujo lo complicaran todo.

Sin dejar de pensar en ello, el chaval se desviste y se enfunda un pijama largo y gris, pues tiene claro que hoy no volverá a salir.

“Con la tormenta que se avecina cualquiera sale de casa”

Un trueno lejano suena a una frecuencia muy baja haciendo temblar los huesos del niño y asustando a su mascota felina.

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MITTENS:  Meoww.

DAVID:      Sí… … Miau.

MITTENS:  Miw.

DAVID:      Tranquila, pequeña. Estás a buen recaudo.

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Flora acaba de finiquitar la llamada y aparece en la habitación de David golpeando, protocolariamente, una puerta que en ningún momento ha estado cerrada.

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FLORA:  Tu padre se quedará una noche más en el hospital.

DAVID:  ¿Qué ocurre? ¿Es que algo va mal?

FLORA:  Dice el doctor que es solo por seguridad; que no hay porque preocuparse.

DAVID:  Entonces, ¿mañana sí que lo tendremos de vuelta?

FLORA:  Sí. Eso me ha dicho. Yo lo he visto bien, hoy, cuando he dio, pero…

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Unas gotas de gran calibre empiezan a estamparse en la ventana talmente como si quisieran atravesar el cristal. En pocos segundos, la avanzadilla se convierte en legión alarmando a Flora, quien acaba de acordarse de la colada.

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-No0h. Tengo la ropa tendida-   dice la mujer mientras desaparece por el pasillo

-Ven rápido, ayúdame-   le ordena a su hijo ya desde la cocina.

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“¿Qué? ¿Ahora tengo que mojarme?”

Pese a sus reparos, David vuelve a enfundar los pies en su calzado deportivo y se apresura a seguir los pasos de su madre. Cuando accede al tendedero, ya en el jardín, se sorprende a raíz del repentino chaparrón que está cayendo.

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-Toma-   le ordena Flora mientras le entrega unas salpicadas sábanas blancas.

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El chico las lleva adentro con gran premura, y, después de dejarlas encima de la mesa, regresa a la zona de las cuerdas. Nada más llegar, advierte los esfuerzos de la mujer para salvaguardar un buen fardo de ropa interior y camisetas.

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-Dame-   le sugiere él con la intención de emular la maniobra anterior.

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En esta ocasión, el cambio de manos no resulta tan sencillo, pues no se trata de un artículo grande, sino de muchos pequeños. David tiene que acercarse mucho a Flora y, de forma accidental, se producen ciertos roces mamarios. El niño se ofusca:

“DIOS. ¿Qué acabo de tocar? ¿Era? Yo no quería”

La mujer viste una fina camiseta blanca de andar por casa. Va sin sujetador, dado que es una gran amante de la comodidad, sobre todo, cuando se dispone a gozar de una de sus lecturas. Calza unas bambas negras y lleva unos shorts de color rosa.

David vuelca su carga textil sobre las sábanas que permanecen encima de la mesa de la cocina y, acto seguido, regresa junto a Flora para seguir auxiliándola en su urgente tarea doméstica.

Cuando accede al exterior, el diluvio ya es abrumador. Esta vez, la mujer no puede hacerle una tercera entrega, pues la labor de agrupar los calcetines resulta más entretenida dado que cada uno está fijado con su correspondiente pinza.

Ni corto ni perezoso, el muchacho se somete a aquella tromba de agua para trabajar codo con codo con su madre, quien, lejos ya del fastidio que le provocaban las primeras gotas, se muestra risueña al tiempo que sabotea el cometido de su hijo robándole las piezas que él intenta recoger.

Como si fueran críos en el patio del cole, se empujan y se incordian en una absurda competición que consiste en apoderarse el mayor número de calcetines posible.

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FLORA:  ¿Qué haces? Ja, ja, jah. !Para!

DAVID:  Mamá, no0h. No seas tonta. ¿Es que tienes diez años?

FLORA:  Mira quien habla: el señor Maduro.

DAVID:  Estate quieta, va. Solo intento ayudarte.

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El pelo mojado le da un aspecto muy particular a la mujer: más salvaje y juvenil. El derrame de su sutil maquillaje de ojos le otorga unas siniestras lágrimas negras casi imperceptibles, pero es su camiseta empapada y totalmente transparente lo que le quita el aliento al chaval entre agarrones y cosquillas. Las generosas tetas de su madre revolotean al ritmo de unas maniobras juguetonas no exentas de frotamientos involuntarios.

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FLORA:  Voy ganando, cariño.

DAVID:  No0h, espera… … este es mío.

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Las jocosas provocaciones de Flora son del todo inocentes. Ni siquiera es consciente del aspecto que tiene, ahora mismo. No es la primera vez que se enzarzan en esta clase de riñas, pero también es cierto que hacía mucho tiempo desde la última vez; puede que David ni siquiera hubiera entrado en la pubertad.

Parece que Flora ha ganado la partida, aunque su hijo intenta una maniobra final para recuperar el último de los calcetines que su madre le ha arrebatado. La vencedora le da la espalda para que esos trofeos mojados le resulten más inaccesibles. Es justo entonces cuando ella nota algo muy duro debajo del pijama de su contrincante.

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-Alto, alt0, a lto…-   dice con súbita seriedad mientras se aparta   -¿Qué  diablos…?-

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David se tapa la entrepierna con ambas manos, avergonzado, sin soltar los pocos calcetines que aún permanecen en su poder. Sin embargo, a su madre le ha dado tiempo de percatarse del notable bulto que deforma sus pantalones grisáceos.

De inmediato, Flora baja la mirada para darse cuenta de cuan indecente es su apariencia actual. Queda boquiabierta, pues no recordaba que vestía de blanco y ni siquiera tenía presente que no llevaba sujetador.

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-Vamos adentro, cariño-   dice ella con un tono neutro   -Aún cogeremos frío-

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La mujer toma la delantera y se encamina al interior de la vivienda a través de la puerta que une la cocina con el jardín. Tras ella, ruborizado, David la sigue con la cabeza baja.

El estruendo de semejante aguacero enmudece, casi del todo, en cuanto Flora cierra aquella hermética puerta acristalada. Después de dejar caer esos coloridos calcetines al suelo, la joven ama de casa se voltea y se encara con su hijo.

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FLORA:  Lo siento, ¿vale? Ha sido culpa mía.

DAVID:  No, mamá. Perdóname tú. No sé qué me pasa.

FLORA:  Es evidente, ¿no? Tú madre está demasiado buena.

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Una balsámica sonrisa femenina le quita hierro al asunto y suaviza aquella situación tan embarazosa. No en vano, los precedentes que comparten, el uno y la otra, hacen que ese inoportuno empalme no sea del todo sorprendente.

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FLORA:  No hace falta que sigas tapándote. Ya se ha descubierto el pastel.

DAVID:  Sí, pero es que…

FLORA:  Vamos, amor. Soy yo. Sabiendo lo que sabemos, puede que hasta me siente bien lo que ha ocurrido.

DAVID:  ¿A qué te refieres?

FLORA:  … … Antes yo tenía un tipín y era muy guapa, pero, en estos últimos años…

DAVID:  Pero ¿de qué hablas? Eres preciosa, mamá.

FLORA:  El matrimonio con tu padre hace tiempo que va enfriándose. Y yo… Aquello que me ocurrió en mi último trabajo, con mi jefe, me dejó muy tocada. Pasé meses temiendo atraer a tipos despreciables, y, ahora que lo he superado… No me siento muy deseada, ¿sabes?

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Flora parece tímida mientras desarrolla su íntimo argumentario. Cabizbaja y con la vista sobre el suelo, usa índices y pulgares para pellizcar esa tela tan reveladora y despegarla de su cuerpo mojado en favor de un recato mamario que le resulta esquivo.

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DAVID:  Estás cañón, mamá. Y no lo digo yo. Traes loco al idiota de Víctor, y los compañeros de papá…

FLORA:  ¿Víctor? ¿Los de la estación? ¿Es que te ha contado algo tu padre?

DAVID:  Nooh. Los escuché hablar entre ellos de ti; un día que no me vieron.

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La erección de David ha menguado volviéndose más razonable. El chico tira los últimos calcetines sobre el montoncito que había dispuesto su madre, en el suelo, y apoya sus manos y su culo contra el mármol que rodea el fregadero.

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-¿Y qué hay de ti?-   pregunta Flora con un tono más pícaro.

-¿De mí?-   se sorprende el niño   -Solo te diré que me duelen los huevos un montón-

-¿Qué?-  pregunta ella entre risas   -¿A qué viene eso?-

-Me había acostumbrado a pelármela a diario, a todas horas, pero una noche soñé contigo y… … luego leí la historia y ahora… … no puedo hacerlo sin pensar en ti-

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Flora queda descolocada debido a tan inesperada confesión. No sabía que su hijo estuviera sufriendo aquel calvario. Pensaba que ese dibujo obsceno era solo una más de las ilustraciones que a David le gustaba hacer; como cuando perfilaba monstruos, castillos, animales, naves, personas o autobuses. Ni siquiera sospechaba que su pequeño ya era capaz de correrse.

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-¿Debo suponer que ya tienes edad para… … para… … eyacular?-   termina susurrando.

-Desde el verano-   admite el chaval contagiado de vergüenza.

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A ojos de su madre, David, con el pelo y la ropa mojada y con esa carita de cordero degollado, parece más sumiso e indefenso que nunca. No obstante, los últimos acontecimientos y la reciente confesión del pequeño de la casa desfiguran su carácter infantil para otorgarle una hombría precoz que desconcierta a Flora.

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FLORA:  Estás muy mojado, cariño. Mira… … tu camiseta verde del Fortnite está casi seca. Estaba colgada en el lado del tendedero cubierto por el tejado de la casa.

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La mujer acaba de revisar las prendas que hay amontonadas encima de la mesa para encontrar aquel atuendo tan adecuado.

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DAVID:  No me pega con el pijama gris.

FLORA:  A ver, hijo, ¿es que tienes que ir perfectamente combinado hasta en casa? No seas tan presumido. Además: también tienes los pantalones mojados. Voy a darte… … mira: los pantalones negros de chándal. ¿Te valen?

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Satisfecha por su nuevo hallazgo, Flora exprime esa tela oscura para certificar su sequedad.

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-No te preocupes tanto por mí-   sugiere el chaval   -Eres tú la que está más mojada-

-Es verdad-   responde ella mirándose las tetas

-Podría participar en un concurso de camisetas mojadas-

-Seguro que ganarías-   añade David visiblemente turbado   -Ya te digo-

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De reojo, la mujer advierte los gestos incómodos de su hijo, quien, en un intento desesperado por disimular una nueva erección, se ha sacado la camiseta, a toda prisa, y la está usando de escudo pélvico.

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FLORA:  ¿Qué haces?

DAVID:  Me cambio. ¿No es lo que querías? ¿Me alcanzas la camiseta seca?

FLORA:  Dame.

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Flora le ofrece la camiseta verde con la zurda mientras le acerca la diestra para que su hijo le haga entrega de la parte de arriba de aquel pijama mojado.

David intenta hacerse con su atuendo del Fortnite, pero su madre se la aparta haciéndole notar que primero quiere recoger la ropa mojada. El niño queda petrificado y sin saber qué hacer.

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FLORA:  Vamos, cariño. Ya sé que la vuelves a tener dura.

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Ruborizado y con gestos lentos y prudentes, aquel mozalbete calado le hace entrega del pijama a su proveedora materna,  pero esta no le corresponde enseguida.

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FLORA:  Pero ¿qué te pasa, hijo? ¿Qué es lo que tienes guardado ahí  debajo?

DAVID:  !Es tu culpa! ¿Vale? Bañada así es como si no llevaras nada.

FLORA:  Pero… … a ver, amor. No puede haberte crecido tanto el pito en un par de años.

DAVID:  Claro que sí. Me he convertido en un hombre de la noche a la mañana, por eso voy tan loco. Estoy que me salgo, y nunca mejor dicho. Voy salido.

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Flora se tapa los ojos, escandalizada, pero no tarda en volver a darle otro vistazo fugaz al paquete hinchado de su hijo justo antes de que él mismo vuelva a tapárselo con las dos manos.

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DAVID:  Mamaaah. Deja de reírte, ¿quieres?

FLORA:  Perdonaaah, a m0r. Es que no doy crédito.

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Con una camiseta en cada mano, la mujer vuelve a cubrirse los pechos para quitarle dramatismo a tan inusitada escena familiar. Si bien se siente violenta, por un lado, la faceta cómica de la situación no deja de desbordar su pretendida seriedad.

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FLORA:  Puede que, por culpa de esto, te duelan más los huevos, como decías antes.

DAVID:  Apuesto a que sí.

FLORA:  A ver, mi vida, puedes… … puedes hacerte pajas pensando en mí. No pasa nada.

DAVID:  Claro que pasa. Es algo… … antinatural. No me sienta bien.

FLORA:  Es solo una fase. Ja, jah. Ya se te pasará. Tu clase está llena de niñas guapas y…

DAVID:  No se trata de eso, y… … !dame la camiseta de una vez!

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David le usurpa la prenda a su madre, con malas formas, y se voltea para enfundársela sin que el bulto que tan vergonzosamente se oculta en sus pantalones siga siendo notorio.

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FLORA:  No seas tonto. ¿De verdad te has enfadado?

DAVID:  A nadie le gusta que se rían de él; mucho menos de su pene.

FLORA:  Podrías sentirte humillado si me riera de su tamaño por ser pequeña.

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El chico sigue de espaldas. Gira la cabeza sin llegar a mirarla directamente mientras, con expresión intensa, reflexiona sobre el último comentario de su madre.

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FLORA:  No te gires. Voy a cambiarme yo también.

DAVID:  ¿Qué?

FLORA:  He encontrado una camiseta seca para mí.

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Quizás no sea la prenda más adecuada para la presente coyuntura, pero es la única indumentaria de Flora que permanecía tendida en el lado más próximo a la casa, debajo del tejado. Se trata de una camiseta de tirantes negra de lo más veraniega que no deja demasiado para la imaginación.

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-Ya está-   le dice a su hijo   -Puedes mirar. Ya voy más decente-

-¿Qué?-   se sobresalta él nada más verla   -¿Me tomas el pelo?-

-Vale, vale. Tienes razón. Iré al dormitorio a buscar algo más… … otoñal-

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Al ver cómo su madre pasa junto a él, camino del pasillo que cruza la casa, David augura el final de aquella delicada escena. Mientras se apodera del pantalón de chándal que Flora le ha dejado sobre la silla, siente la necesidad de pedirle algo:

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DAVID:  Mamá, no hablarás de esto con nadie, ¿no? No se lo cuentes a papá.

FLORA:  ¿Es que ya no te acuerdas de lo que dijimos en el hospital?

DAVID:  Sí, ya, pero es que… … como parece que te lo tomas a broma…

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La mujer se enternece y, después de aproximarse, acaricia la mejilla del niño acompañándose de una cálida sonrisa.

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FLORA:  No me lo tomo a broma. Bueno, puede que un poco. Ja, jah.

DAVID:  ¿Lo ves?

FLORA:  Pero no me puedes negar que todo esto tiene una parte divertida.

DAVID:  Pues… … yo no le veo la gracia por ninguna parte.

FLORA:  Sé que es importante para ti, cariño, pero no tienes que hacer un drama. Cuando seas mayor y te acuerdes de esto verás cómo te ríes.

DAVID:  Dudo que esta sea una historia que cuente a mis nietos.

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De pronto, Flora frunce el ceño y da un paso atrás. Le ha venido a la mente un interrogante que casi había quedado en el olvido.

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FLORA:  Diría que, con lo que nos acaba de pasar, ya están todas las cartas sobre la mesa, ¿no? O casi.

DAVID:  ¿A qué te refieres?

FLORA:  Todavía no entiendo cómo fue que entraste en mi ordenador y cómo pudiste encontrar aquella… … aquella historia.

DAVID:  … … Entré para esquivar el control parental y le di al icono del Word por error. No estoy acostumbrado a usar la mierda esa que no es un ratón y…

FLORA:  ¿Fue una equivocación? Ahora lo entiendo. Y, ¿qué es lo que querías mirar?

DAVID:  Un video que me había mandado Víctor.

FLORA:  ¿De zoofilia? ¿De cosas peores?

DAVID:  Sí. Era de una tía con un caballo, pero yo no lo sabía.

FLORA:  Eso sí que va contranatura, y no yo.

DAVID:  Tú n0 vas… ¿Es que quieres hacerme enfadar? ¿Me tomas el pelo?

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David empieza a creer que su madre disfruta tirándole de la lengua y haciéndole sentir incómodo. Enfurruñado, sale de la cocina para dirigirse a su cuarto.

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FLORA:  Espera, cariño. No me dejes con la palabra en la boca.

DAVID:  Sigues burlándote de mí.

FLORA:  !Espera! te digo.

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El chico inspira bruscamente justo antes de voltearse para atender a tan chinchona interlocutora de nuevo.

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FLORA:  El instinto no entiende de parentescos o consanguinidad, pero sí de especies.

DAVID:  Te digo que no sabía que era un video de un caballo cachondo.

FLORA:  !Lo sé! Solo lo digo para tranquilizarte. Mira: he visitado páginas de narraciones eróticas y no creerías lo que ocurre con las historias del incesto.

DAVID:  ¿Qué pasa con eso?

FLORA:  Pues que tienen más del triple de lecturas que los relatos más… … normales.

DAVID:  Es que… … ¿pensabas publicar nuestra historia?

FLORA:  No0h. Ni por asomo. Me moriría de vergüenza. Quería desaparecer del mundo cuando supe que lo habías leído.

DAVID:  Lo supiste por mi dibujo, ¿no?

FLORA:  Ahá… … Yo también lo encontré por casualidad. Dora me llamó para contarme lo del porno de Víctor y entré en tu ordenador para asegurarme de que no te estabas traumatizando con videos depravados, violentos, ilegales y… … eres muy joven todavía. Sé que hice mal. Lo siento.

DAVID:  Lo que no entiendo es… … si no buscabas lecturas, ¿por qué escribiste aquello?

FLORA:  Te lo expliqué en la sala de espera. Era una… … fantasía, nada más.

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Ambos permanecen callados durante unos eternos segundos silenciosos que llenan el salón en el que se encuentran ahora. David baja la mirada y juega con sus dedos mientras tuerce uno de sus pies. No tarda en retomar la charla tímidamente:

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DAVID:  Pero… … hay gente que cumple sus fantasías, ¿no?

FLORA:  Puede que… ... Puede que quienes tienen fantasías asequibles.

DAVID:  O no. Que te lo diga Víctor. En esa cuadra…

FLORA:  !Aquellas pobres chicas nunca han  fantaseado con follarse a un caballo! Son los hombres quienes pagan por ver algo así.

DAVID:  Pero tú si has fantaseado conmigo. Con el momento en que me ponías crema solar; este verano.

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Flora se ha quedado a cuadros. La afirmación de su hijo la ha pillado totalmente a contrapié, pues señala un hecho que tuvo lugar en la realidad que el uno y la otra compartieron hace poco.

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DAVID:  Aquello ocurrió de verdad. No era una invención. Te pusiste caliente tocándome y haciéndome cosquillas delante de todos.

FLORA:  Cariño, eso no… Lo que escribí no es lo que ocurrió en realidad.

DAVID:  Claro que sí. Me acuerdo. Era el cumple de Julieta.

FLORA:  Me refiero a que yo me pusiera cachonda con aquello.

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La madre de David no es muy buena mentirosa. Pese a no ser tan propensa al rubor como su hijo, empieza a sonrojarse al tiempo que se tambalean los cimientos de una premisa que se basa en la diferenciación entre fantasía y realidad.

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DAVID:  No intentes engañarme. No hubieras escrito sobre aquello sino…

FLORA:  No, amor, de verdad, no sigas por ahí.

DAVID:  Hablabas de cuando me perseguía papá; de lo flaco que parezco a su lado.

FLORA:  !Vale! Cállate. ¿Qué pretendes? ¿Qué es lo que  quieres?

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El repentino enfado de Flora ha descolocado a David. No está acostumbrado a ganar ninguna discusión con su madre, pero, en esta ocasión, parece haberla desarmado.

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-No quería, ¿vale?-   dice ella con lágrimas en los ojos   -No planeé tocarte de ese modo-

-Está bien. Todo está bien, mamá-   la tranquiliza él   -No te reprocho nada-

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Ahora es el muchacho quien se acerca a ella con un tono más conciliador. No obstante, inseguro como es, no se atreve a establecer el más mínimo contacto físico como sí ha hecho Flora antes, acariciándole la mejilla. La mujer responde entre susurros:

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-Será nuestro secreto, ¿vale?-   pregunta poniendo carita de pena.

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David asiente con silenciosa complicidad.

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-Ven aquí, anda-   le ordena ella mientras le da un sentido abrazo.

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Flora solo buscaba un epílogo cariñoso y familiar para todo aquel embrollo, pero no lo ha pensado demasiado bien y no tarda en sentir el duro miembro empalmado de su hijo.

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-¿Pero qué…? ¿Todavía estás así?-   protesta ella mientras lo aparta   -Creo que es urgente que te hagas una paja ya mismo-

-Pero ¿qué dices?-   contesta él escandalizado dejando caer el chándal de su mano.

-Háztela, cariño. Tienes que hacértela, aunque pienses en mí, pero hazlo. Si no, me da a mí que sufrirás un colapso o algo. Se te inflamarán los huevos y tendremos que llevarte de urgencias-

-!Claro!-   responde él riendo   -Y que me pongan en la misma habitación que papá-

-Ja, ja, jah-   se ríe ella mientras se tapa los ojos con la palma de la mano

-Si no te la haces tú, puede que tenga que hacértela el doctor Celados-

-No0Ojoj0h-   protesta con jocoso disgusto   -… … … … Házmela tú, mamá-

-¿Qué dices?-

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Sin duda, David ha provocado un cambio de rasante con semejante impertinencia, y ello se plasma en la cara de su madre, quien, con la espalda contra la pared, niega con la cabeza.

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DAVID:  Solo tenemos que ampliar un poco nuestro secreto.

FLORA:  No, mi vida. Eso ni en broma.

DAVID:  Así verás cuanto me ha crecido… … y lo dura que me la pones.

FLORA:  Eres mi hijo y… … tu padre… Cristóbal es un pedazo de pan; un buen marido.

DAVID:  Sí, pero él es míster Lorzas y yo soy don Costillas.

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Esa referencia directa a "David y Goliat" le da un buen golpe de efecto a tan peculiar debate. No en vano, en aquel relato calenturiento, Flora hacía hincapié en lo mucho que le llama la atención el cuerpo tan diferente que tiene su hijo respecto al de ese padrazo con obesidad mórbida.

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-No se trata de eso, amor-   replica Flora entre suspiros atosigados   -Estamos hablando de lealtad, de sinceridad, de honradez…-

-Pero tú me tocaste… … En la piscina de los tíos-   protesta el niño

-Por lo menos, deja que yo te toque como tú lo hiciste. Es lo justo-

-No. No es lo mismo, cariño. Tú no tienes tetas, y no…-

-Tengo costillas, y eso te atrae, ¿no? Vamos… … Solo por una vez-

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David no se reconoce haciéndole esta clase de plegarias a su propia madre, pero el calentón que lleva encima distorsiona su personalidad y habla por su boca talmente como si le poseyera.

A un metro escaso de él, Flora no sabe a dónde mirar. Lleva un buen rato calentándose a fuego lento sobre las llamas de ese morbo incestuoso colmado de incorrección, y ya está a punto de empezar a hervir.

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FLORA:  David… … Entiendo lo que sientes, pero yo… … no puedo…

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En cuanto, por fin, fija su mirada en los ojos claros de su hijo, le parece ver en él aquello que tanto tiempo lleva echando en falta en su vida. No se trata solo de sexo. Más bien atañe a la emoción de realizar lo prohibido; de transgredir las normas y perpetrar los actos más depravados; de reencontrarse plenamente con esa lujuria ardiente que tan injustamente se ha visto desterrada de su día a día durante los últimos años.

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DAVID:  Solo por una vez, mamá. Es algo que… … que no puede quedar pendiente.

FLORA:  Solo por una vez. Luego, jamás volveremos a hablar de ello, ¿vale?

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Flora tampoco percibe la autoría de sus propias palabras, pero no tiene el aplomo necesario para contradecirse.

Antes de que sea ella quien tome la iniciativa, David accede a su escote elástico para tirar de él hacia abajo.

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-¿Qué haces?-   protesta ella reusando dicho gesto   -¿Te parece que estas son formas?-

-¿Es que me vas a reñir incluso ahora?-   pregunta el muchacho algo incómodo.

-No protestes. Si no te riño nunca-   afirma mientras vuelve a acercarse a él

-Levanta los brazos, anda-

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David obedece sin decir nada emulando aquella maniobra conocida que tantas veces había protagonizado, de niño, cuando su madre lo desvestía para ponerle el pijama. Con una presteza parecida a la de antaño, Flora destierra la camiseta de Fornite con una pasmosa naturalidad materna.

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FLORA:  Casi eres más alto que yo. ¿No vas a parar de crecer?

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El chico responde al interrogante sonriente de la mujer negando con la cabeza, serio, sin mediar palabra. Tiene los ojos muy abiertos y parece asustado. Ella usa las yemas de sus diez dedos para acariciar, sutilmente, el costillar de su hijo. Le fascina aquel torso tan estrecho y pelado.

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FLORA:  Eres demasiado pequeño, cariño.

DAVID:  … … ¿Por eso te pongo tanto?

FLORA:  Cállate.

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A Flora le ofende esa pregunta tendenciosa, pero, así mismo, es consciente de que no puede dar una respuesta negativa.

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-Ven, siéntate en el sofá-   le ordena ella mientras le tira del pijama-

-¿Me vas a…? ¿me harás una paja?-   pregunta él sintiendo raras sus propias palabras.

-No. Qué va. Solo voy a… … Voy a dejar que me comas las tetas; solo por esta vez-

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David oye la frase de su madre como si de música celestial se tratara. Nunca hubiera imaginado que la misma mujer que le trajo al mundo y que le ha criado pronunciaría semejante enunciado.

En cuanto el niño toma asiento, ella se descalza, se saca los calcetines y se encarama encima de él.

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FLORA:  Lo hago para que me perdones lo del cumple de Julieta.

DAVID:  !Si ya estás perdonada!

FLORA:  Ah, entonces… … ¿no hace falta?

DAVID:  No, sí, sisí.

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Flora, todavía con el pelo mojado, empieza a subirse la camiseta con una cruel lentitud que exaspera a su hijo.

Con la inseguridad propia del amante más primerizo, David peina los nutridos muslos de su madre con las manos para terminar rodeando su cintura casi de inmediato.

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FLORA:  ¿Estás seguro, cariño? No quiero que te arrepientas de esto luego.

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El chico asiente boquiabierto y con unos ojos como platos. Sus latidos le golpean en el pecho, con fuerza, a la vez que su precoz polla manceba se contrae, una y otra vez, ansiosa de un protagonismo que todavía le queda lejos.

Su madre termina de subirse la camiseta, por fin, articulando una serie de sinuosos gestos con los brazos que dejan caer, uno tras otro, sus apetitosos pechos muy cerca de la cara de David.

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-Aquí están-   dice ella, pletórica, mientras nota cómo su hijo se apodera de ellos.

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Mudo como el más callado de los siete enanitos, ese enano a quien todavía le quedan muchos centímetros por crecer devora las pálidas tetas de su Blanca Nieves materna con un hambre impropia de un ciudadano del primer mundo.

Flora nota como sus grandes senos se elevan sostenidos por un par de manos de dedos inquietos; al mismo tiempo, siente la lengua de su niño relamiéndole los pezones, alternativamente. Esos lametones no tardan en tornarse besos, y esos besos pronto se convierten en unos mordiscos cada vez más obscenos.

Halagada por el apasionado afán comilón de su hijo, la mujer se permite bromear al respecto:

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FLORA:  Cuando eras un bebé no mamabas con tantas ganas. Ja, ja, jah

DAVID:  Mngmwnvbzdf… … nñyzwdh.

FLORA:  Aprovéchate ahora. Aprovecha, que esto es cosa de una sola vez.

DAVID:  Nwdbwvl… … nzwbñmnvwb.

FLORA:  ¿Es que no te he educado bien? Es de mala educación hablar con la boca llena.

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La tormenta no ha cesado en ningún momento. El sonido constante de la lluvia acompaña aquella tórrida escena incestuosa como si de un hilo musical se tratara.

Flora está cada vez más cachonda. Había imaginado que su hijo le babeaba los pechos en no pocas ocasiones, pero nunca contempló la posibilidad de realizar sus depravadas fantasías pedófilas.

Vestida solo con unos pantalones rosa, cortos y ajustados, empieza a contonearse notando el pétreo falo de David debajo de su culo. Siente cómo ese apéndice precoz intenta encontrar el camino, de un modo estéril, limitado por un par de prendas húmedas aún a causa del diluvio de este atípico jueves de otoño.

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FLORA: E s el momentoh… … Tienes que hacértela ya.

DAVID:  mwnvbz ¿Qué? No.

FLORA:  Síií. Si no paramos… … no respondo de mí. Vamos.

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Flora descabalga y se echa a un lado. Acto seguido, recupera su camiseta negra para ofrecérsela a David.

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-Usa esto para noh… …para no manchar el sofá-   le sugiere agitada.

-No. Esto n0h… … hhh… … ¿Es que quieres que lo haga delante de ti?-

-Síiíh… … Quiero ver cómo te la pelas mirándome-

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El niño está palote como nunca, pero no ve nada clara la petición de su madre, pues, pese al notable tamaño de su flamante pollón, sigue siendo vergonzoso.

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DAVID:  Es queh… … mamá… … Nunca nadie me ha visto tocándome.

FLORA:  Siempre hay una primera vez.

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Con una impaciencia candente que le nubla el buen juicio, la mujer se ha propuesto rebajar los pantalones del pijama de su hijo para sacar a aquel engendro lujurioso del anonimato.

La tímida oposición del muchacho pronto desfallece, y su inédito miembro viril por fin ve la luz de ese lluvioso día.

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-!Pero, mi vida! ¿de dónde has sacado este manubrio?-   pregunta escandalizada.

-No lo séh… … ¿Genética?-   dice mientras usa sus dedos para terminar de descapullar.

-De tu padre seguro que no te viene; ni de mí-

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Flora no deja de mirar el portentoso atributo de su pequeño como si del más suculento de los manjares se tratara: bermejo, tumefacto, venoso, duro, rebosante de deseo… No obstante, no tiene intención de ponerle un solo dedo encima. Se ha apartado un poco de David y, mordiéndose el labio inferior, se mete la mano por debajo de sus finos shorts rosas.

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-Vamos, cariño, yo te acompaño-   dice ella de rodillas sobre su plaza del sofá.

-Vale, vale-   responde él haciendo gala de una frustrante inactividad manual.

-¿A  qué  esperas?-   pregunta Flora con mechones de pelo mojado pegados en la cara.

-No… … Es que no puedo. Es como si tuviera que… … que hacer pis en público-

-U f ff… … Cómo eres, ¿eh?-   protesta disgustada

-Es como cuando me pedías que te atara los cordones ya con siete años-

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Flora se acurruca muy cerca de David para procurarse un acceso cómodo a ese firme nabo imberbe. Ignorando los nuevos magreos mamarios que le profiere su hijo, Flora se apresura a sujetar con fuerza la tranca del niño y empieza a propinarle un enérgico pajote que revoluciona, de inmediato, es sistema nervioso de aquel chaval con complejo de Edipo.

“Flap – flap – flap – flap...”

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FLORA:  Sí, siiíh… … hhh… … ¿Lo ves?… … ¿te gusta?

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David asiente, con cara de susto, mientras se agarra al sofá.

Sin dejar de escuchar el particular sonido de esa frenética gayola, a la mujer deja de preocuparle el hecho de estar haciendo lo que había asegurado que no haría, y empieza a inquietarle la inminente felación que aún está por llegar:

“No. No puedo... Sería demasiado. No podría volverme a mirar en el espejo. Tengo que controlarme como sea. No soy la clase de pers...”

Antes de que la mente de Flora logre terminar la formulación de sus propios pensamientos, esa madre depravada ya le está comiendo la polla a su propio hijo.

Ha dejado de usar las manos y ha caído, de rodillas, conquistando el espacio que habita entre las piernas de David, quien percibe las grietas que proliferan en su contención orgásmica; unas fisuras que amenazan con quebrar su sólida virilidad.

“DIO0s. Qué bieen. No puedo0O más”

La lengua empapada de Flora recorre el largo trayecto fálico de aquella erección colapsada, desde los huevos hasta el glande; primero por un lado, luego por el otro, después por el centro…

Los movimientos de la cabeza de la peluquera se asemejan a los que realiza Mittens cuando se lame a ella misma para limpiarse. Asimismo, el reluciente pene de David gira como si del aspa de un molino se tratara, solo que sus vueltas cambian de sentido para moverse de una forma irregular y escurridiza.

Sin palabras, y con el aliento congelado, el niño observa cómo su madre vuelve a engullir la totalidad de su miembro hasta aplastar aquel rostro ruborizado contra su bajo vientre. En cuanto ella desenfunda, la abundancia de saliva materna pervierte la escena, aún más, dotándola de una obscenidad que escupe sobre la caduca pureza de ese vínculo maternofilial.

Sin siquiera reparar en lo que hace, Flora desatiende el vigoroso trabuco del chico para devorar sus huevos pelados. Se ha ayudado con los dedos para introducírselos en la boca, simultáneamente, y sigue masticándolos mientras usa la lengua para provocarle el más estimulante de los cosquilleos a su hijo.

David, sobrepasado por las circunstancias, pierde el control de su cuerpo a la vez que nota cómo un aluvión de semen colmado de espermatozoides coléricos, acumulados durante días, fluye presurizadamente por su uretra para terminar sorprendiendo a su madre mediante una serie de copiosas salpicaduras faciales.

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FLORA:  MnwOoh, cariño0oh; n0oo… tenías queh… … o0h… … Tení a s que avisarme.

DAVID:  Lo siento0h, m amáh… … hhh… … Estaba  sin… … hhh… … Si n pal a bras.

FLORA:  Mira cómo me has puestoh… … l a Virgeen… … Menudo chaparrón.

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[MIS SECRETOS CON MAMÁ]   8/17

-por GataMojita-