Mis queridos primos

Volvió a la carga contra mis pechos y mi vientre hasta que montándose encima acercó su miembro a mi vagina en donde lo fue introduciendo lentamente hasta su totalidad... Yo moría de placer

Hace unos meses, Superpopelle reeditó uno de aquellos viejos relatos de las revistas de los años 70: Crema catalana. Me pareció una idea excelente resucitar esos magníficos autores que fueron pioneros en este tema. Esta serie de relatos que intento ir enviando para su publicación, es mi granito de arena, aunque apenas he podido rescatar unos pocos. Animo a los que hayan sido mas previsores, y tengan aun alguna de aquellas revistas, a que los saquen a la luz, para intentar enseñar algo a los nuevos autores.


Hace ya unos años, recuerdo que al estar en un estado de depresión y nerviosismo constante, mi marido decidió consultáramos con un intimo amigo de él que estaba especializándose en enfermedades nerviosas; pasamos más de una hora en charla animosa y de vez en cuando me hacia algunas preguntas que contestaba o me callaba, al final dijo que había dos opciones: una, que fuéramos a visitar otro con más experiencia y conocimientos que él o bien someterme a unas cuantas sesiones, pero que, desde luego, a su parecer, yo de enfermedad de nervios no tenía nada, que más bien lo que si necesitaba era un lugar donde permanecer libre y hacer lo que quisiera, tener compañías con las que divertirme y que relajara la tensión y excitación nerviosa de que estaba acometida, que si ello no resultaba entonces me sometería a unas pruebas.

Mi marido decidió fuese a casa de unos tíos suyos, que por vivir en el campo y en plena montaña iría estupendamente para mi relajamiento y podría disfrutar de la compañía de sus primos Manolo y Sebastián.

Efectivamente aquello me encantó y la primera semana mis nervios lo notaron, pues dormía estupendamente debido al cansancio de tanto ejercicio diario y andar por aquellas montañas y arboledas cercanas a la casa de campo.

Los primos de mi marido se desvivían por atenderme y trabamos amistad y gran confianza, que hizo fuésemos al pueblo los tres y disfrutáramos como locos, por lo que estaba radiante de alegría, pero a los quince días ya recordaba en demasía a mi marido a quien notaba a faltar sobremanera por las noches y más cuando al bailar con ellos a veces notaba en mi cuerpo el roce de sus miembros ligeramente erectos, que me llenaban de intranquilidad.

Uno de esos domingos, al bailar un tango con Manolo, sentí claramente y hube de disimular, así como aguantar, la clara erección de su miembro, cosa que me llevó a una excitación grandísima, así es que al bailar con Sebastián mi cuerpo encendido al notar la presión de su cuerpo quedó ajustado al de él.

De Inmediato sentí la erección con agrado y me apreté insinuante contra él, pero como mi sofoco era grandísimo le pedí tomar algo fresco. Cuando íbamos de regreso los dos solos, por quedar Manolo acompañando a una chica, deseaba que algo ocurriera por el solitario camino, lo que intensificaba mi ardor, tanto es así que de mi emoción llegué a cansarme y desee descansar y sentarnos, quizá instintivamente con el deseo de que ocurriera cuanto antes lo deseado por mi, pero Sebastián sólo me pidió que fuese con él al día siguiente a un lugar algo retirado de la casa y que era muy bonito, incluso cuando nos levantamos quedé casi pegada a él, esperando anhelante me acometiese y violase, pero era demasiado joven y estaba oscuro para averiguar lo que me ocurría, así es que llegado a la casa y cenados nos fuimos a dormir.

No pude, se interponía en mi sueño mí marido al cual deseaba estuviera a mí lado. Me levanté y me dispuse a escribirle para lo cual salí al porche de la casa e inicié la escritura de la misiva que no me salía ni para rellenar un solo renglón, pues mi pensamiento estaba solamente ligado al ardor que me consumía.

Llegó Manolo y tomó un bocado en mi compañía, me preguntó cómo es que estaba levantada, le dije que me acordaba de mi marido y había decidido escribirle por no tener sueño, a lo que él me dijo que dejase de escribir y paseáramos un poco entre los árboles que ello me haría más beneficio que escribir. Acepté y al momento él abarcó mi talle.

Creí morir y temblé, debió darse cuenta, ya que me dijo si tenía frío, al mismo tiempo que me apretaba contra él, puso su mano sobre mi hombro e inmediatamente la bajó y metió por el escote de la blusa del pijama, acariciando mis pechos y pezones.

Tuve que suspirar, me volví hacia él que besó mi boca, pedí regresar a casa no sin antes decirle que era un fresco. Me dijo acuéstate que yo iré en cuanto me duche, le dije que no podría entrar pues cerraría la puerta.

Nos separamos al llegar a la casa y me dirigí a la habitación cerrando la puerta, pero no podía ser ya que a los cinco minutos me levanté y abrí esperando ansiosa la llegada de Manolo que no tardó, metiéndose en la cama desnudo y besándo y mordiendo mis labios procedió a quitarme la blusa del pijama, así como el pantalón.

Desnuda noté sobre mis carnes su miembro, devolví los besos y caricias y cuando nada más empezó a chupar mis pezones y pasar su mano por mi vientre me vino el gusto. Lo debió notar ya que pasó su mano a mi sexo que acarició y dijo cuán abandonado debía estar y falto de amor. Prosiguió acariciando mi cuerpo ardiente de deseo que se incrustaba contra el suyo, pidiéndole que me penetrara cuanto antes.

No lo hizo sino que bajando su cabeza besó en mí vientre y sexo, jugueteando con su lengua en él, lamiéndolo todo y en particular el clítoris de tal forma que volvió a mí el gusto, mientras mi interior se sacudía en espasmos y temblores continuos que me inundaban de placer.

Aún no se habían apaciguado del todo mis temblores cuando volvió a la carga sobre mis pechos y vientre, hasta que montándose encima acercó su miembro a mi vagina en donde poco a poco lo fue introduciendo hasta su totalidad, procediendo a sacar y meter de tal forma y ritmo tan acelerado que sus testículos golpeaban en mis carnes.

No sé cuantas veces me llevó durante la noche a correrme, lo único cierto es que eran las 10 de la mañana y si no me llaman para preguntar si es que no me encontraba bien, hubiera seguido dormida, pues ni sé cuándo se fue de mi lado.

El que llamó fue Sebastián para decirme si quería ir con él, pues no tardaría en emprender la marcha. Le contesté que me levantaba en seguida y si no podía esperar otro día le acompañarla. Me esperó y eso que tardé, ya que me duché y tuve que desayunar.

Como ya era tarde, acordaron poner comida para los dos y así tendría más tiempo para el trabajo a realizar. Llegados al lugar comprobé que efectivamente, era precioso e ideal para mi relajamiento y descanso de la noche pasada, por lo que estuve adormilada hasta la hora en que dijo de tomar algo de alimento.

Sebastián se bañó en la alberca y pude contemplar su vigoroso y viril cuerpo dándose zambullidas y cuando se tendió al sol vi cómo se aumentaba su bañador, formándose un bulto enorme, lo que de inmediato me llevó a pensar que me gustaría tenerlo entre mis manos, acariciándolo y hacerlo mío.

Preparé las viandas y sentados uno frente al otro las consumimos. Como yo no tuve reparo en que viera mis piernas por completo, su estado y miradas eran cada vez más lúbricas, pero estaba decidida a que partiera la iniciativa de él, por lo que a fin de facilitarle algo más, le dije por qué no reposaba un poco y dormíamos la siesta.

Aceptó, acostados el uno junto al otro, giré mi cuerpo y quedé de espaldas a él procurando que mi trasero quedara pegado a su vientre, en donde sentí en seguida sus abultadas partes y cómo se endurecían más y más. Suspirando fuerte su brazo quedó encima de mí cuerpo, pero su mano fue subiendo hasta mis pechos que rozó disimuladamente. Al ver que yo no reaccionaba, por creerme dormida, llevó su otra mano a empezar a subir mi ropa, para lo que tuvo que retirarse un poco y dejar de apretar sus partes a mi culo.

Como yo le había facilitado las cosas consiguió subirlas, dejando mi trasero al descubierto en donde acto seguido pude notar la erección de su pene desnudo pegarse a mis carnes. Noté su dureza y largura que me hicieron, ilusionada, temblar de deseo y ardor, pero aún tuve que esperar un poco más para que al final se decidiera con su mano acariciar mi pierna y su otra mano tocara el pecho, esta vez presionando en ellos, al mismo tiempo que intentaba abrir mi blusa, cosa que realizó su mano dentro, mientras apretaba su pene contra mis cachas y que con ligero movimiento hice se incrustara entre mis muslos y contra las bragas, que ya estaban hasta húmedas del calor que me consumía.

Así que no pudiendo contenerme más y temiendo que él se corriese, me giré y le dije qué es lo que pretendía, contestó que por favor le dejara joder conmigo, que nadie sabría nada, jurando comportarse de forma que nadie se diera cuenta. Estaba en tal estado de excitación que temblaba todo, me despojé de las bragas y se echó sobre mi con tal deseo que tuve que poner su pene y sostener con la mano a la entrada de la vagina en donde lo incrustó con vigoroso impulso, haciéndome llegar de inmediato al placer.

No se puede explicar lo que es para una mujer tener a su disposición un vigoroso y hermoso muchacho tembloroso de deseo encima del cuerpo y con su miembro dentro. Él no aguantó, corriéndose mientras sus brazos me apretaban con fuerza y su boca se unía a la mía, haciendo que mi gusto se prolongase y me sintiese dichosa de placer.

Quedé ahíta de placer entre lo ocurrido en la noche y allí en el campo, por lo que para evitar la visita de Manolo, cerré la puerta durante tres noches y así reponerme y que desaparecieran ciertas molestias que sentía en el sexo y en las piernas.

Con encuentros con uno y otro, pasé el mes y medio hasta la llegada de mi marido a quien le hacían ir por el campo de un lado a otro, cansándole de tal forma que solamente le fue posible, aparte del primer día de su llegada, hacerme el amor unas tres veces en los veinticinco días que estuvo conmigo. Alternativamente lo hacia con sus primos, ya que parecían estar de acuerdo y casi siempre uno estaba libre de mi marido, siendo el que me llevaba al placer.