Mis primeras incursiones el mundo swinger.
En esos momentos, yo, aun bastante nerviosa, no deseaba voltear a ver a los hombres y parejas que nos observaban desde la barra de la hermosa casa swinger. Cuando me encontraba muy excitada, debido a los besos que me daba mi esposo sobre mi cuello, observé de reojo a una persona, sentándose cerca de mí
Fue cuando recién había yo cumplido los 20 años de edad; teníamos 2 años de casados. Recuerdo que: Mi esposo me obsequió una minifaldita negra de vuelo, que a duras penas cubría mis trasparentes bragas blancas de olanes en las nalgas. Fue en la ciudad de San Diego, y los hombres me observaban codiciosos, mientras que mi esposo, acariciaba mis musculosos muslos, con medias negras, sujetas con un liguero blanco (para hacer contraste ante los ojos de los hombres).
En esos momentos, yo, aun bastante nerviosa, no deseaba voltear a ver a los hombres y parejas que nos observaban desde la barra de la hermosa casa swinger. Cuando me encontraba muy excitada, debido a los besos que me daba mi esposo sobre mi cuello, observé de reojo a una persona, sentándose cerca de mí. Recuerdo que un extraño nerviosismo, mezclado con cierto placer, me provocaba sacudidas involuntarias; para eso, mi esposo ya estaba acariciando mi clítoris sobre mis sensuales pantaletas, y yo, deseaba revolcarme inconteniblemente.
Estando yo sentada un poco de lado, sentí que la mano del hombre aquel, me acariciaba las piernas, y luego, gentilmente, empezó acariciar mis nalgas, y posteriormente, a jugar uno de sus dedos en la periferia de mi ano; No sabía que conducta tomar, y mi esposo me susurró al oído: “déjate llevar amor” y así lo hice, ya que sus caricas, me provocaban gran placer, con un desconocido deseo por ser cogida por aquel extraño. El hombre, se acercó un poco más, e inició a besarme el cuello, lo cual definitivamente, hizo que me entregara sin condición alguna; recuerdo que yo sentía mis nalgas y pubis, empapados de mis propias secreciones.
El hombre extraño, me abrazó por detrás, e introdujo una mano, acariciándome un pecho por encima del sostén, y posteriormente, extrajo un pecho. Mientras tanto, mi esposo continuaba sus caricias sobre mi clítoris, haciéndome perder la razón. Yo ya había empezado a gemir, hasta llegar a gritar.
Mi esposo se puso de pie, y tomándome de mi mano, me jaló para llevarme arriba a los bonitos cuartos que antes, nos habían mostrado. Al pararme, vi que un hombre de raza afroamericana, era quien me acariciaba mi culo; pero mayor sorpresa me llevé, cuando vi que un gran numero de personas, entre hombres y mujeres, nos observaban sonriendo y calientes.
Para ese momento, yo ya había perdido cualquier escrúpulo con el que había llegado; y mientras era llevada escaleras arriba, rumbo a los cuartos, tanto mi marido como el negro, me habían retirado toda la ropa, menos las sensuales bragas, las medias y el liguero. Mis tetas, saltaban alegres, esperando muchas mamadas (que aquella noche, alimentaron a varios bebés). Yo no lo podía creer, ahora, la tranquila ama de casa y profesionista, se encontraba convertida en toda una puta, deseosa de verga.
En el cuarto, y con la puerta abierta, con el fin de que nos observaran todos los que desearan, el negro me tumbó sobre la cama, y elevando mis atractivas piernas, fue bajando mis calzones, hasta quitarlos; recuerdo que este hombre, las olfateó como perro, y luego se los colgó sobre su descomunal pene.
Yo no era capaz de creer aquello que mis ojos miraban, y que comprobaba con mis manitas cuidadas, sobando el enorme tubo negro. El hombre, separo gentilmente mis piernas, y con su enorme bemba hermosa, me fue besando todos mis genitales, haciéndome chillar como una perra llena de placer; estuvo chupando mi clítoris, hasta provocarme 2 orgasmos, luego, completamente desnudo, colocó su enorme longaniza en mi boca, para que yo la chupara, y la deglutiera hasta donde fuera mi capacidad.
Tuve dos arqueadas nauseosas debido al tamaño de aquel pene, pero nada ocurrió; y fui capaz de tragarme el enorme pedazo de carne humana, hasta cerca de la mitad; era imposible para mí, tolerar más, pero aun así, el negro, transformado ahora de un gentil caballero, en un troglodita sexual, sometía a su presa, tirando de mis cabellos; introduciéndome brutalmente su verga en mi boquita.
Súbitamente, el hombre me botó sobre la cama, y separando mis piernas, se montó, y pude ver, como apuntalaba su cabezota en mi entrada vaginal, y recuerdo que pensé: “No me va a caber toda…” y el hombre, de nuevo gentilmente, la fue introduciendo poco a poco, provocándome un enloquecimiento total, aventando yo mi cuerpo hacia él, con el fin de enterrármela yo sola completota; una vez toda dentro de mi vagina, su bombeo fue rápido y terrible, suponiendo yo, que me iba a destripar; sintiendo sus gordos huevos, golpeando intensamente mis nalgas.
Todos los otros, hombres y mujeres, incluyendo a mi esposo, observaban muy calientes la escena; el negro, me bombeó cuanto le dio su regalada gana, y al final, se vino muy fuerte dentro de mí. Al final, desfilaron 5 hombres más, cada uno respetando su turno.
Recuerdo que, al salir a las tres de la madrugada de la bonita casa swinger, me quedé dormida en el auto fatigada; mientras mis parejas de esa noche, me dijeron: “Vengan la próxima semana, nosotros pagaremos su entrada, y les invitamos lo que gusten beber”. Otras parejas también estuvieron cogiendo en otras partes de la bonita casa, pero yo no pude ver a ninguna, por estar muy ocupada.
A la mañana siguiente, una ola de vergüenza me cubrió, pero se modificó un poco cuando mi esposo me dijo: “Gracias amor, es lo que siempre busqué en una mujer”; y al siguiente sábado, ahí estábamos de nuevo.
En esa ocasión, Tim, que así se llamaba el gigantesco negro, me cogió por el trasero, ante el delirio de los presentes; a pesar de mis suplicas, y llanto, mientras todos coreaban: “que se la meta, que se la meta”. Recuerdo que yo volteaba a ver a mi esposo, como pidiéndole ayuda, pero este, en vez de detenerlo, procedió a separar mis glúteos para facilitar la entrada de aquella monstruosa verga marmórea, que estuvo piqueteando la entrada de mi culito, previamente ensalivado por las jetas del negro, y sentí que algo tronó, y el maldito negro desgraciado, como yo le gritaba, introdujo su enorme cabeza; y de ahí, se fue toda la tranca hasta sentir sus huevos rebotando en mis nalguitas.
Yo gritaba…escandalizaba como una puerca en sacrificio. No sé cuántos orgasmos me provocó aquella gran cogida. De vez en cuando, durante la feroz culeada, el negro Tim, sacaba toda su vergota, para regocijarse viendo, mi ano dilatado por su gran verga; e invitaba a otros hombres a verme. Luego, siguieron otros, y probé el sándwich por primera vez, al fin que Tim, ya había dilatado increíblemente mi anillito trasero. Los orgasmos fueron interminables, uno tras otro.
Así fue, mi primera vez, y muchas otras más, a cual más de bellas y satisfactorias, como en Las Vegas Nevada; en donde hay dos casas swingers de lo mas sofisticado.
Cada que el negro me llegaba a encontrar, iba por mí, y jalándome de la mano, me sentaba con él, sobre sus enormes piernas, como diciendo: “esta hembra, por hoy me pertenece”. Recuerdo que: cierta vez, me cargo como una plumita, y haciendo mis bragas para un lado, me la metió, estando el de pie, en la pista de baile de la casa, atizándome una gran cogida frente a todos, como si yo fuera su esclava sexual; también se deleitaba nalgueándome fuerte, con las pantaletas colocadas delante de todos, y acostada yo, sobre sus enormes piernas; haciéndome chillar y patalear, y luego, me besaba las nalgas, para finalmente conducirme cargando a un cuarto, para cogerme.