Mis primeras guarradas Parte II -Orgasmos mágicos-

El portero entra en acción de nuevo :O

Abrí los ojo, algo no era normal. Que no me despertase con el sonido del despertador era nada habitual. Así que mire el reloj del móvil y pude comprobar que me había dormido.

-Mierda. Es que es normal que me duerma, tengo menos ganas de ir… pensaba mientras buscaba en la silla de ropa amontonada algo que ponerme.

No tardé nada en estar medio vestida. Ya había llegado el calor y al llevar menos prendas de ropa, rápidamente estabas vestida. Planificaba mientras me lavaba la cara, peinaba y cepillaba los dientes. Pensé que sería mejor llegar a la hora, no en mitad de la clase, rápido y corriendo, así que no podía relajarme mucho, pero no hacía falta que fuera con la lengua fuera. Con la mochila en la espalda preparada para salir, hice una parada en la cocina a coger algo para desayunar. Salí por la puerta y esperando al ascensor di el primer sorbo al zumo antioxidante. Se notaba el calor del sol en el rellano. Y no sé si era por las prisas o por la temperatura tan alta que había allí que mi piel reaccionaba como es habitual, soltando la primera capa de sudor sobre mi piel. Subí al ascensor y estaba todo muy tranquilo, miré de nuevo el reloj para comprobar que todo estaba yendo como había planificado. Sí; era la hora buena para llegar a segunda hora de clase. Pero de repente el ascensor se detiene en la planta 2. Algún vecino, es el primer pensamiento que me llena la cabeza; me pongo a un lado del ascensor para dejar hueco a quien tenga que entrar. Y mis ojos como platos cuando observo que no es no es más ni menos que el portero quien se sube en el ascensor. Mis calores aumentan exponencialmente. Mis colores debían estar muy presentes en mi cara.

-Hola, -dice, como siempre, tan simpático.

-Hola, -contesto con la voz entrecortada.

-No nos hemos vuelto a ver desde que pasó lo que pasó. Dice mientras aprieta al botón de cerrar las puertas.

-No. -Contesto muy seca y sin más.

-Una lástima. Después de lo vivido, creía que nos buscaríamos mutuamente.

-¿Mutuamente?

-Sí. Si crees que no te he buscado, es que no sabes lo que me hiciste sentir aquel día.

-Bueno, estuvo bien. Pero… las cosas son así a veces.

-¿Bien?  Me hiciste sentir cosas que jamás, jamás hubiese experimentado y ni siquiera imaginado.

-A lo mejor por eso fue tan… alucinante. Porque fue inesperado, ¿no? -Dije queriendo dar algo de importancia a aquel momento tan morboso que vivimos.

-Seguramente. Y el encuentro de hoy quizá no sea tan inesperado.

-¿Ah, no?

-Quizá lleve días queriendo encontrarte por sorpresa, pero ya sé hasta a qué hora llegas de entrenar.

-No sé si asustarme. -Esas palabras eran de un pervertido, salido, loco. ¿O no?

El ascensor llegó a la planta baja, pero sacando una llave del bolsillo que insertó en una ranura, el portero bloqueó las puertas.

-Nonononono, no quiero que pienses eso ni mucho menos. -Dijo con seriedad- De hecho si he buscado un encuentro ahora era porque no te vi bajar a tu hora habitual e imaginé que te habías dormido. Quería, simplemente, aunque solo fuera oler tu presencia.

-Joder, joder…dije asustada. Allí encerrada…

-No, de veras que no. Ni si quiera pienso tocarte. Solo quiero que sepas que eres increíble. Que puedes ser imparable. Que nada te detenga nunca… de hecho mira. Puedes salir si quieres. Pero si me escuchas, en un futuro te darás cuenta que hay peor gente que yo, pero sobretodo que mi consejo te servirá de mucho.

Que abriera las puertas me alivió la verdad. Pero sus últimas palabras me atraparon. Empezaba a parecer más un sabio que un viejo salido.

-Ya está, no dejo que pierdas más tiempo en llegar al instituto, no es mi intención… –Se colocó en la puerta haciendo un gesto caballeroso, cediéndome el paso y continuó-. Mi olfato ha captado tu perfume, mis ojos tu belleza y mi cerebro tu miedo. Así que no quiero que tengas esa percepción de mí. Solo ten en cuenta mis palabras. QUE NADA DE TE DETENGA. Si quieres más consejos, ya sabes dónde estoy.

Me dejó pasar y cuando le avancé se colocó en su lugar de trabajo, tras un pequeño mostrador. Caminaba lentamente hasta la puerta, había perdido el tempo que tenía. Ya no tenía prisa, ahora en mi cabeza solo rondaba la idea que ese hombre me había puesto en la cabeza. ¿Porque decía que era imparable? Yo me veía normal, de hecho con mis complejos de adolescente, supongo. Seguro que era porque nunca había vivido nada tan morboso en su vida y aquello le marcó. Al tener esa edad y que una niña le dejara tan satisfecho…Pero, ¿para que debía decírmelo? ¿Quería repetir? ¿Se pensaba que así me camelaría? O de verdad solo quería darme ese consejo y agradecer lo que vivimos. Eso sería un detalle.

Mi cabeza daba vueltas a todo eso desde el ascensor hasta la puerta de la calle. Abrí y salí sintiendo el aire un poco más fresco que en el portal pero antes de que esta puerta se cerrara, atrapé el pomo de la puerta y caminé decidida hasta la posición donde se había quedado el portero.

-¿Por qué me has dicho todo eso?

-Solo quería darte un consejo.

-Pues me has jodido el día.

-¿Por qué? Dijo levantándose tras el mostrador.

-Por qué no he salido si quiera de casa y ya me está dando vueltas la cabeza. Como si no tuviese bastante con mis cosas.

Mientras hablaba, el portero caminaba rodeando el conjunto de madera que nos separaba. Quedamos uno en frente del otro. Agarrándome con las manos mis brazos por encima del codo, añadió.

-Bueno, entonces es que fue un buen consejo, ¿no?

Perdí completamente la fuerza cuando sus manos empezaron a acariciar mis antebrazos con un suave movimiento de dedos. Sentí un poco de vergüenza cuando sentí mis brazos ligeramente húmedos por el sudor. Pero cuando sus dedos empezaron a acariciarme con sumo cuidado me alivié un poco.

Quedé muda mirando fijamente a ese hombre. No tenía respuesta, cosa que en la otra ocasión fui yo quien llevó las riendas de la situación. Me sentía bloqueada.

-Tu piel, es mejor de lo que recordaba. La otra vez no pude ni siquiera apreciarla. Pero es maravillosa. Ese punto canela en el color, parece que se traspase y pueda sentirlo…

Mis pezones se encogieron y me informaban de que eso me estaba gustando mucho, más de lo que nunca hubiese imaginado. El portero levantó una de sus manos y pasó la yema de su dedo incide por la frente, sintiendo que también allí estaba húmedo por el sudor. Ahora, al calor de la sala se sumaba el mío. Mi sangre circulaba a una gran velocidad por mi cuerpo. Llevó su dedo cerca de su boca y sacó la lengua para lamer el dedo impregnado de mi ligero sudor. A lo que añadió:

-Tan rica como imaginaba. No he fallado en esta ocasión.

Cerré los ojos porque mi mente se nublaba; estaba muy espesa. No sé si de incredulidad por lo que de nuevo me estaba pasando con el portero o porque necesitaba concentrarme, y la mejor manera para ello era cerrar los ojos. Así que mientras mis parpados negaban mi vista, el resto de los sentidos aumentaban su percepción. Quería sentir más de eso que ese hombre me estaba haciendo. Pero no quería pedirlo, quería vaciarme de placer entre sus manos. Cuando repentinamente se me escapó un gemido al sentir algo húmedo posarse en mi hombro. Abrí los ojos rápidamente y era su lengua, entrando en contacto con mi hombro. No sé si de la impresión de sentir la lengua de ese hombre o por lo excitada que ya estaba, mis ojos se volvieron a cerrar y decidí sentir al 100%, abandonándome a su caricia. Su lengua recorrió la parte baja del hombro, hasta llegar a mi cuello. Mi piel se erizó como la de un animal en actitud defensiva. Pero la mía no era por defenderme de algo, si no por el placer que empezaba a sentir.

-Eres fantástica, -dijo al llegar cerca de mi oreja.

Un escalofrío salió de mi espalda al sentir una gota de sudor bajar hasta mi culo. El escalofrío recorrió mi cuerpo hasta concentrarse en un pequeño orgasmo entre mis piernas. Eran gemidos leves, suaves, pero efectivamente era un orgasmo.

-¿Quieres más? Volvió a hablarme al oído, haciéndome unas ligeras cosquillas. Provocando que ese pequeño orgasmo aumentara hasta un placer muy superficial, placentero y relajante.

Solo pude afirmar con la cabeza cuando volvió a chupar mi cuello. Justo en ese momento que su saliva entraba en contacto con mi cuello, escuchamos el ascensor ponerse en movimiento. Mi reacción fue huir de allí rápidamente, me tire encima del portero pero al dar un paso sentí lo húmeda que estaba y empecé a sentir que me llegaba el ¡–ORGASMO--! El portero me agarró entre sus brazos y yo convulsionaba entre su abrazo. No gemía alto, pero si profundo. Agarrándome casi en volandas me llevó detrás del mostrador, ayudándome a que me escondiera. Mi orgasmo no había acabado y tras unos placenteros y torturadores espasmos mi cuerpo quedó tendido a los pies del portero, que atendía sin nervio alguno al vecino que bajaba por el ascensor.

Se cruzaron con un saludo de buenos días y alguna palabra cordial y luego me ayudó a incorporarme de nuevo tras cerrarse la puerta del portal.

Tras levantarme con la ayuda de sus manos, con la mochila del instituto en la espalda, sonreí.

-No sabía que eras tan sensible.

-Ni yo, respondí aún con las piernas temblorosas.

-Bueno, espero que no te haya asustado. Soy el portero y estoy aquí para ayudarte y, si quieres, aconsejarte.

Rodeé el mostrador y sin perder el contacto con sus ojos dije:

-Tú también eres único, no cambies, porque quiero más.

Salí por la puerta sintiéndome totalmente empapada. A cada paso que daba parecía que se me salían chorros de pipí. Tenía una sensación rara en mi ser. Aquel hombre me había hecho correrme sin ni siquiera tocarme. ¡ALUCINANTE!