Mis primeras guarradas!

Mis ganas iban por delante de mi cabeza.

Mi madre últimamente estaba algo más susceptible con las cosas de casa. Debía ser la menopausia. Así que me puse a hacer cosas que no se me daban mal. Ya que si las hacía mal, aunque las hiciera, igualmente me llevaba la bronca. Mi tarea preferida, la colada. Hasta había veces que me encantaba estar al sol en la terraza comunitaria. En el piso donde vivíamos solamente había sol directo en la terraza así que yo subía todos los días que había que recoger o tender la ropa mojada.

Cuando dejé de ir al instituto, -nunca he sido buena estudiante-, esa tarea me tocaba más a menudo. Al principio, recibí algún consejo de mi madre, para que las prendas salieran todavía mejor del tendedero. Así que me fijaba cada vez más. Un día al subir a tender unas toallas de una segunda lavadora rápida noté cómo la ropa estaba algo removida. Precisamente la ropa interior. Miré hacia los lados a ver si había alguien pero no. Así que no le di más vueltas y pensé que sería el viento.

Al cabo de dos días al volver a tender me crucé con el presidente de la comunidad y el portero. Que bajaban discutiendo sobre los tendederos que estaban en mal estado. Yo simplemente saludé e hice mi faena. Habían retocado las cuerdas y me sorprendió no encontrar en la que siempre tendía. Pero sin dar más vueltas tendí en otra cuerda. Entonces mientras estaba tendiendo esa ropa, apareció el portero, dándome un pequeño susto.

-Gilipollas. Se piensa que por ser el presidente tiene derecho a hablarme así.

Yo no sabía qué hacer, no sabía si me había visto, no sabía cómo reaccionar. Así que dije:

-Sí, siempre he pensado eso de él.

-Que rabia, joder. Contestó con soltura.

-Tranquilo mi padre siempre dice que hay que respirar 3 veces antes de hablar, cuando estas furioso.

-¿Eres la del 2º derecha, no?

-Sí. Jejeje

-Se os ve buena gente.

-Gracias.

-Bueno, esto ya está si te dan problemas alguna vez solo tienes que venir a la garita. Se refería a las cuerdas que había cambiado.

-Vale, vale. Dije sin hacer mucho más caso.

Ojeé como se iba por la puerta ese hombre de una altura media-baja, pelo desaliñado, con una bata de conserje y las manos grandes con suciedad incrustada.

Al día siguiente fui a recoger esa ropa. Cuando ya estaba por la parte de ropa interior, de nuevo me dio la sensación que algo había cambiado. Si, faltaba una braguita de mi colección. No era muy delicada con ellas, pero estaba segura que las colgué el día anterior y no estaban. Fui a dar una vuelta por la terraza a ver si el aire las había hecho volar pero no aparecían por ningún lado. Cuando tenía la cesta llena me fui. Cuando empecé a bajar por las escaleras, escuché unos pasos que subían y aparté el cesto para ojear quien venía.

-Hola joven. De nuevo el conserje.

-Hola! Al acabar de contestar se me vino a la cabeza el conserje ojeando mis bragas tendidas.

Y me entró una sensación extraña entre asco y morbo, no sabía muy bien describirla. Seguí bajando las escaleras y estuve dando vueltas a la situación que había vivido. Llegué casa y mi cabeza de morbosa y putita se activó. Solo podía pensar en qué cosa morbosa podía hacer. Así que fui al cubo de la ropa sucia y cogí unas braguitas sucias. Ojeé mi zona vaginal y olisqueé comprobando que no olía precisamente a limpio. Así que puse una lavadora para simular que volvía a tender ropa limpia y colaría ese tanga sin lavar a ver qué ocurría. Con nervio e impaciencia por que acabara la lavadora mi cabeza empezó a jugar conmigo. Quiero decir que empecé a mojarme abundantemente. Mis manos no pudieron resistirse y empecé a tocarme por encima de las braguitas. Cogí el móvil y empecé a leer un relato, el primero que me pareció más morboso. En poco rato, me había corrido y escuchaba cómo el programa de la lavadora sonaba al finalizar. Con más ganas que nunca subí a la terraza y tendí esa ropa que llevaba, saqué le tanga sucio y cuando lo iba a colocar pensé que era mejor poner el que esa misma situación había mojado. Así que me arrinconé en una pared y me quité las mallas para poder sacar mi tanga. Estaba realmente empapado. Lo comprobé cuando lo cogí para subir mis mallas de nuevo. Noté esa humedad en mi palma dela mano. Wow, era alucinante cómo me había mojado. Lo extendí delante de mí y lo colgué como única prenda de ropa interior femenina. Me fui, dejando esa ropa con un morbo que me hacía hervir en mi interior.

Me moría por subir de nuevo a la parte alta del edificio. Solo pensaba en eso durante todo el día. Con las horas mi curiosidad pudo conmigo y subí de nuevo a la terraza. Fui directa a la zona donde había tendido la prenda interior y…

NO ESTABA, había desaparecido. Mi cara se iluminó con una sonrisa de morbo puro. Efectivamente había alguien que fantaseaba o algo muy morboso hacía con mi ropa interior. ¡¡Que morbo!!

Imaginarme a ese hombre oliendo mis bragas, notando cómo se endurece su polla, sintiendo mi presencia solo con su olor. Dar ese placer a distancia me volvía loca. Además, esas braguitas tenían un extra de perfume. Jaja, magnifico.

De nuevo en casa, mi fuego estaba en llamas al rojo vivo, así que no pude evitar volver a provocarme un orgasmo. Necesitaba más, necesitaba sentir el placer máximo que mis feromonas adolescentes desprendían. Mi cabeza, solo pensaba en jugar, jugar y jugar. Gracias a mis dedos y alguna ayuda externa en forma de verdura, conseguí saciarme para volver a ser una persona normal y dejar de estar poseída. A las horas subí a recoger la ropa seca y allí estaba de nuevo, colgado mi tanga en la cuerda. Ya lo había confirmado, quien fuese estaba jugando en privado con mi ropa interior y después de saciarse la devolvía.

Pasados los días y sin quitarme la idea de seguir jugando con esa persona en la terraza comunitaria subí de nuevo a mi tarea del hogar: tender ropa. Mi cabeza en ese justo momento no barajaba ninguna idea fuera de lo normal, pero mi sorpresa fue encontrarme al portero de nuevo entre las cuerdas de tender la ropa. Verlo allí me hizo pensar que era el culpable de la manipulación de mis braguitas. Me escondí tras la pared para vigilar lo que hacía. Solo puede ver que estaba arreglando las cuerdas de tender. Así que aparecí tras comprobar que quizá no era el quien toqueteaba la ropa interior.

-Hola!

-Hombre, ¡hola maja! Contestó el hombre feliz de verme. Otra vez por aquí. Añadió.

-Sí; no me queda otra…

-La mami te hace que trabajes un poco. Eso está bien.

-Bueno no creas. Me puse a tender en un par de cuerdas que quedaban libres.

-Si chiquilla, sí. ¿No estudias?

-No, no es lo mío.

-Bueno, pues entonces está bien ayudar en casa.

Yo seguí a lo mío y acabé mi tarea. El conserje a la suya. Cuando acabé me despedí sin más pero antes de salir por la puerta se me ocurrió la gran idea de espiar. Hice el gesto de cerrar la puerta y fui sigilosamente después de dejar la palangana en el suelo sin hacer ruido. Me asomé por la pared opuesta a la que había salido y allí vi al portero, ojeando la ropa interior que acababa de tender. Para su desgracia no había ropa mía. Pero mi curiosidad iba aumentando, mi mirada fue a su paquete, para observar que tal gastaba, pero no pude ver nada más allá de lo que el pantalón me ofrecía.

Cuando ya pensaba en irme vi un gesto que me atrapó un poco más. Su mano fue a su bolsillo y mientras su cabeza se ocultaba entre la ropa recién extendida sacó una prenda interior que no sabía exactamente si era mía. Su mano se coló en su pantalón y empezó a masturbarse. Mi cara no podía desprender más incredulidad o ilusión. No sé bien qué era. Pero estar viendo eso me estaba poniendo muy cachonda.

El conserje sacó su mano de la polla y la llevo a su nariz. No podía creer lo que estaba viendo. Notaba mi corazón a mil pulsaciones, mi respiración empezaba a agitarse. Iba a tener un orgasmo sin tocarme viendo a ese hombre tocarse. Mis piernas temblaban, sentí como si me meara. Uno de mis pies resbaló con la arena que había en el suelo y me descubrió. Intenté irme, pero mis piernas temblaban todavía y el conserje se acercó hasta girar la esquina y me vio allí, medio arrodillada.

-¡Joder! No me lo puedo creer.

-Mierda…me salió la risa tonta. Jajaja

-Pero que haces aquí.

-Creo que esa no es la pregunta. ¿No?

-Ya, bueno, pero…

Me ayudó a levantar y quedamos uno cerca del otro. Es curioso pero estábamos los dos muy cachondos. El a su manera, yo a la mía. Quedamos callados, supongo que por la situación tan especial que estábamos viviendo.

-Pero hoy no tenías ninguna ayuda de las mías. Dije sin pensar y sin mirar a sus ojos.

-¿Quien dice que no?

-No había ninguna prenda mía hoy.

Metió su mano en el bolsillo y sacó uno de mis tangas. Haciéndolo colgar entre sus dos dedos.

-¡¡¡DIOS!!!

-Lo siento. Te lo de vuelvo si quieres.

-No, gracias. Te lo puedes quedar.

-Gracias. Oye, no digas nada de esto por favor. Me despedirían y no creo que la cosa acabara muy bien.

-Tranquilo, no quiero putearte.

-Buufff, muchas gracias. Se te ve buena gente, ya te lo dije el otro día.

-Yo solo quiero ayudar.

-Joder, que suerte que no eres una tarada mal criada.

-Bueno, mal criada quizá…

-Que va, que va.

-Bueno ya te dije que solo quiero ayudar. Repetí insistente.

-Si no dices nada de esto eres la mejor ayuda.

-Ya te dije que no diré nada. Pero quiero ayudarte.

-¿A qué? Si,…

Se quedó mudo cortando su misma frase y añadió.

-Soy gilipollas. ¿En serio? No me lo creo.

Yo asentía con mi cabeza y sonreía por la ilusión con la que se expresaba.

-¿Estas segura?

-Muy segura. Llevo días imaginándote. Dije sin cortarme un pelo.

-Es un sueño hecho realidad. No por ti, sino por la situación, que por ti también. Digo que…

Puse mi mano encima de su paquete, y se calló instantáneamente. Como cuando aprietas el botón de mute en la televisión. Ese paquete, que había estado ojeando hacia un rato detrás de la pared, ahora estaba muy cerca de sentirlo entre mis manos. Mis manos palpaban la polla por encima del pantalón.

-Espera. -Dijo interrumpiendo ese momento-. Siempre lo he imaginado justo aquí.

Me agarró de la mano y me llevó a un rincón donde se podía ver las otras terrazas de edificios contiguos. En realidad desde esta posición podíamos controlar la entrada de posible gente y las vistas, tanto para él que podía ver las azoteas, como para mí que iba a ver una polla.

Yo era un flan con nata en ese momento. El flan como expresión de nervios, la nata como el morbo que me daba esa situación.  De nuevo y con el chip de guarrilla activado agarré su polla sin perder el contacto con sus ojos. Se le veía nervioso, casi más que yo. Pero su polla estaba dura debajo del pantalón.

-¿Tienes condón? Pregunté cuando me disponía a bajar su pantalón.

-No, mierda. Se lamentó de verdad.

-Pues no la metas, ¿ok? Dije mirando a sus ojos con carita de pena.

-¿Qué te parece si haces lo que te apetezca a ti? Dijo con mucha seguridad. Como si ya hubiera vivido o imaginado esa situación muchas veces.

-Vale. Dije decidida.

Me puse a bajar su pantalón sin dificultad ninguna. Ya tenía esa polla delante de mi cara. Había cumplido uno de esos objetivos que me marcaba cuando estaba muy cachonda en casa.

Hacer esto tan morboso para mí era muy excitante. Mi piel se erizó y no corría ni una gota de aire. Podía sentir en mis piernas dobladas los latidos de mi corazón de toda la sangre que bombeaba. Me imaginé como hacía cuando escribo, como cuando imagino que tengo una polla delante y voy a ser muy guarra. Me propuse hacerle una mamada que no olvidaría nunca. Que esa mamada fuese el sumun de todo el sexo que había vivido y le quedaba por vivir. Que cada acción de sexo que tuviese nunca fuese superada por esa mamada. Cerré los ojos y llevé su polla a mi boca metiéndola y sellándola entre mis labios. Mis papilas gustativas dieron su primera alerta. No estaba del todo limpia esa polla. Yo tenía experiencia, pero siempre que iba a follar o comerme una polla, lo sabía con antelación y tanto yo como el chico íbamos preparados. En esta ocasión no era así.

Así que mi lengua empezó a percibir todos esos sabores que estaban impregnados en esa polla a las tantas de la tarde de un viernes. Eso no me hizo arrepentirme, todo lo contario. Mi cerebro, en modo perversión, hizo que salivara más. Así podía dar más placer y complacer a ese hombre más ampliamente.

Mi boca empezaba a tragar polla sin parar. El sonido de mi saliva, limpiando ese trozo de carne dura empezaba a ser lo único que escuchábamos. A los pocos segundos pude deducir que ese hombre estaba disfrutando al máximo. Su respiración y esa polla tan dura, lo delataban. Mis manos recorrían la polla que tenía un tamaño mediano y no estaba mal. Noté cómo una de sus manos se posaba en mi cabeza. Pero yo seguí con la mamada.

-Uuufff…joder niña…sí que eres buena.

Al escuchar eso me picaron las ganas de sentir un poco más de placer. Saqué la polla de mi boca y la observé llena de saliva. Me levanté.

-¿Qué pasa? Dijo el portero agarrando el pantalón como abortando la misión.

-Nada. Dije pegándome a su costado y agarrando la polla con mis manos sin dejar de pajear.

-¿Qué te pasa, ya no quieres chupar? Si quieres lo dejamos.

-Ssshhh….que noooooo. Dije agarrando una de sus manos y llevándola a mi coño por encima de las mallas.

-Buuuufff, vas a hacer que me corra muy rápido.

-¿Y qué? Dije sin dejar de pajear esa polla resbaladiza.

Puso sus dos manos en mi malla para abrir hueco y meter su mano entre mis braguitas.

-Dios, estás empapada.

Sonreí y cerré los ojos al sentir sus dedos recorrer mi coño. Estaba tan cachonda que deseaba que me follara. Pero sin goma y en esa situación era una locura. Así que se me ocurrió darle un poco más de morbo a la situación.  Me puse delante de él y baje mis mallas y braguitas hasta medio muslo. Estábamos tan cerca que su polla se apoyaba en mis braguitas muy cerca de mi rajita.

-No la metas. Dije advirtiéndole.

-No, no. Tú mandas.

Me acerqué un poco más a él y su polla rozaba mi coño. El portero permanecía inmóvil, yo me movía lentamente haciendo que su polla resbalara por mi raja mojada. El portero parecía emanar humo por su cabeza. Estaba tan cachondo que tuvo que agarrar su polla y pajearse contra mi coño.

-OoohhhhhHhhh…Siii…. Empecé a gemir suavemente.

-Joder, estoy que exploto.

Dejó su polla entre mis labios y me agarró del culo empezando a dar embestidas, pero sin colar la polla en mi interior. Su polla resbalaba sin ningún tipo de impedimento. Mi coño estaba muy lubricado, creedme. Pero eso duró muy poco tiempo, ya que a las pocas embestidas agarró su polla de nuevo y apuntando a mi coño empezó a disparar semen. Esa sensación fue alucinante. Sentir esa leche caliente manchar toda mi zona vaginal, mis bragas y más allá donde mi vista no alcanzaba era muy muy morboso.

Cuando dejó de dar convulsiones tras sus disparos a mi coño subí mis mallas acompañado de mis braguitas y salí corriendo. Recuerdo llegar a casa e ir directa a mi habitación. Con una sensación extraña en mi cuerpo. Me metí bajo las sabanas, me acurruqué allí debajo y cerré los ojos apareciéndome constantemente esa polla en mi cabeza. Cuando reflexioné y me di cuenta que eso que había sido capaz de hacer era de otro nivel, nada me podía detener. Seguidamente llevé mi mano entre mis braguitas y pude sentir todo lleno de flujo, semen,… llevé mis dedos más impregnados de esos flujos en mi boca los saboree y acabé corriéndome recordando lo ocurrido.