Mis primas de la capital (24) Editado y corregido

Mi tía Ana me informó del próximo cumpleaños de Emi, decidí hacerle un regalo y mi tía me acompañó, fue una compra verdaderamente provechosa.

Una tarde cuando volvía de comprar una memoria para la tableta tuve una grata sorpresa, en el salón estaba mi tía Ana con su amiga Emi, la chica iba bastante arreglada, me dijo que acababa de volver de comprar en el centro y pasó para saludarnos y preguntar por mí, porque ya hacía bastante tiempo que no me veía, como siempre aquella belleza si llamaba la atención sin arreglar ahora estaba espectacular, sabía realzar sus rasgos y lo hacía.  Estuvimos hablando de cosas banales, le pregunté por su prima y me contó que seguía estudiando y que se había integrado muy bien en el colegio, incluso demasiado bien, dijo con ironía, me ofrecieron un café con leche del que estaban tomando pero no quise tomar nada, al rato Emi se fue, desde la puerta de casa la acompañé, sólo tenía que cruzar la calle pero a ella le gustó la galantería y me premió con un beso en la boca, mi tía nos observaba sonriendo.  Cuando volví a entrar Ana me esperaba en el salón.

  • Juan tienes muy abandonada a Emi, se le nota mucho, cuando te ha visto se le ha alegrado la cara, deberías visitarla más a menudo.
  • Ya lo sé Ana pero a veces siento que me puedo hacer pesado si la visito sin motivo, yo también la echo de menos.
  • Pues ahora tienes la ocasión para visitarla, tienes la excusa perfecta, le he sacado que su cumpleaños es el sábado que viene.
  • ¿El sábado y no nos había dicho nada?
  • No, y no lo hubiera dicho, a las mujeres no nos gusta cumplir años.
  • Pues las dos estáis en lo mejor, sois dos MILF impresionantes.
  • Mmm ¿qué es eso de milf?  No sé lo que quiere decir.
  • Bueno creo que se les llama así a las madres que son deseadas para follar.
  • Vaya, vaya, así que sabes inglés y dices que yo soy deseada para follarme, mmm.
  • Todavía no sé inglés pero le he visto en internet y desde luego eres una mamá follable, puedes jurarlo.
  • Pero Emi no es mamá.
  • Bueno eso se podría arreglar, jajaja.
  • Jajaja, eres terrible Juan pero no se lo diré a ella, igual se anima y te hace papá.
  • Eso no me gustaría, aunque me gusta intentarlo, jajaja.
  • De eso estoy segura y a mí también, jajaja.
  • Hablando de otra cosa, me gustaría regalarle algo, ¿me puedes dar una idea?
  • A Emi cualquier cosa que le regales le hará ilusión.
  • Pero a mí me gustaría hacerle un regalo especial, que lo disfrutara.
  • Bueno, a nosotras nos gusta todo lo que nos hace sentirnos más guapas y deseadas, te lo confieso pero tienes un gran campo, perfumes, pendientes, pulseras, algún detalle bonito, no sé…
  • Me gustaría algo que llevara puesto y que le recordara a mí.
  • Pues hay ropa muy bonita, zapatos, bolsos, los guantes y bufandas son de temporada, tal vez te guste algo de esto.
  • Y… ¿qué te parece algo de lencería?, aunque es muy personal.
  • Si fuera lencería normal te diría que no pero si te esmeras y eliges algo especial, seguro que le gustará.
  • Quisiera que se notara guapa por dentro y que notara mi roce en todo momento.
  • Puedes regalarle un vibrador como el mío, jajaja.
  • Para esto ya tengo mi polla.
  • Y puedo jurar que es maravillosa, sí señor.
  • Pero no se qué talla usa, es complicado y no puedo ir a la tienda con las manos huecas con el tamaño de las tetas de Emi, jajaja.
  • En eso te puedo ayudar, usamos la misma talla, mira la etiqueta que hay al lado del cierre.

Ana se volvió de espaldas cuando se subió la blusa por detrás, no pudo levantar suficiente para que pudiera ver el contorno del sujetador y le ayudé a subirla, porque quedaba enganchada debajo de las tetas.

  • Espera Juan, que la blusa no da para más.
  • Es que no llego a ver la etiqueta.
  • Más vale que me la quite, espera .**

Por encima de la cabeza se sacó la blusa, el sujetador azul que llevaba tenía un contorno muy ancho de blonda, la etiqueta se perdía pegada a su piel.

  • ¿Encuentras la etiqueta por ahí?
  • Si Ana pero está escondida y no se ve bien.
  • Espera, esta no es forma de ver nada, suelta el cierre.

Con dos dedos lo solté y se separó en dos, Ana apenas tuvo tiempo de sujetarse las tetas para que no saltaran libres.  Ya la etiqueta se podía ver aún con dificultad.

  • ¿Es esto, 100 D?
  • Si, esa es la talla, bueno las dos tenemos el mismo pecho pero yo lo tengo un poco caído.
  • Yo creo que no, las tienes preciosas.
  • Gracias Juan, pero hay que rendirse a la evidencia, yo he amamantado a tus primas y eso se acusa, pon las manos aquí y verás.

Sostuvo sus tetas con las manos y cuando tuve las mías debajo las dejó caer, noté el peso y aunque yo no quería decírselo tenía razón, le hacían dos dedos de pliegue debajo pero los pezones seguían mirando hacia arriba.  Difícilmente se podían igualar a las de Emi, por mi experiencia había sopesado bastantes pero como las de la azafata rubia…

De todas formas consideré la edad de Emi y aunque no lo era la hacía ya como una madurita, tenía la sensatez y el aplomo de una mujer hecha, mis primas seguramente le ganaban en lozanía y dureza pero yo sabía que cuando salían aquellos pezones de Emi, ya nada se podía parar.

  • Estoy teniendo una idea Ana, ¿crees que a Emi le gustaría un sujetador que le mantuviera las tetas ahí arriba?

Se lo dije haciendo la demostración con sus propias tetas, desde abajo se las subí hasta el nivel del nacimiento, todo subió con mis manos y sobre ellas apareció un bulto que imaginándolo en un escote generoso, acapararía las miradas de todos, las dirigí en todos los sentidos, juntándolas haciendo un canalillo más o menos profundo, hasta separarlas a cada lado, mi tía miraba el efecto en el cristal del mueble de la cristalería, se ponía de perfil o de frente incluso se agachaba para sentir el efecto.

  • ¿Sabes una cosa?, me has dado una idea, tal vez mis tetas no sean tan iguales que las de Emi, ella las tiene más altas pero a mí no me vendría mal un sujetador como dices.
  • Pues me alegro que te haya gustado la idea, me gustaría algo así para Emi, lo luciría igual que tú.

No creí que fuera tan fácil convencer a Ana, el día siguiente fuimos al centro para buscar algún modelo que le gustara.  En principio por inercia entramos en unos grandes almacenes, había una estantería llena de modelos, mi tía me dijo que le preguntara a la dependienta, realmente yo no había visto ninguno pero me hacía una idea y creía que mucha gente lo usaría si lo vieran expuesto en un escaparate.  A la dependienta le costó comprender lo que quería, creo que en parte porque me veía al lado de mi tía, una mujer muy potente que aún sin lucir provocativa llamaba la atención, no sé lo que se imaginaría pero me daba igual, si le hubiera contado la verdad aún se hubiera asombrado más.

Parecía que no hablábamos en el mismo idioma, hasta que cogí un sujetador que estaba mirando una señora y plegué las copas hacia adentro dejándola en la mitad o menos, se lo puse a mi tía debajo de sus tetas y entonces fue cuando se le encendió la luz.  A la señora que estaba atendiendo le encantó y quiso otro para ella, tendría casi los cincuenta pero con poco pecho, imagino que si lo tenía un poco caído era buena solución.  Lamentablemente nos dijo que no tenían ningún modelo parecido, todos eran más o menos sexi pero normales, nos aconsejó que fuéramos a una tienda especializada.  Cuando nos alejábamos del mostrador la señora nos alcanzó y nos recomendó una tienda que conocía a la vez que nos dejó su teléfono, por si lo encontrábamos se lo dijéramos y se compraría otro.

La tienda no estaba lejos pero no era fácil de encontrar, estaba apretujada entre las grandes marcas y apenas podía respirar, en el estrecho escaparate una pequeña muestra de los modelos más sexi.  Al entrar una sensación de estrechez nos impactó pero con la sonrisa que nos recibió la chica se desvaneció todo, tras ella una estantería de madera antigua llena de cajas, le volví a repetir la explicación de palabra, la dependienta nos sacó dos modelos muy sexi pero no era lo que yo tenía pensado, tuve que hacer la misma operación, plegué el que me había sacado de balcón y lo dejé en lo mínimo, se lo puse a mi tía debajo de las tetas y como estábamos solos lo subí hacia arriba para que viera el efecto de unas tetas como a los dieciocho años.

  • ¡Ah!  Comprendo, ese modelo es especial para personas con una mente libre, enseguida lo saco del almacén.
  • Si tiene de otros modelos, sáquelos también, por favor.

La chica salió con una sonrisa más picarona, también asoció a Ana y a mí a su lado, un muchacho casi imberbe al lado de una tigresa pero cogió mi idea, se notaba la experiencia de los años, había acertado en la talla incluso en los colores que le gustaban a mi tía, yo con el auténtico sujetador se lo puse otra vez a Ana, se miró al espejo y le encantó.

  • Si quieren pasen al probador y se lo ve puesto.
  • Gracias, me gustaría vérmelo, nunca había visto estos modelos.
  • Pues pruébese estos otros y seguramente le encantarán también .**

Nos acompañó al probador, realmente eran tres tableros con una cortina y un espejo en el almacén, la tienda no daba para más.

Dejamos en la percha el bolso de Ana y rápidamente se quitó la camisa de seda que llevaba, debajo lucía un modelo sin tirantes tipo bandeau preformado que le sujetaba bien sin que se le movieran al andar, cuando se lo solté suspiro de alivio y las tetas cayeron un poco sobre su estómago.  Se abrochó por delante y le dio la vuelta hasta quedar el cierre detrás, realmente sólo se notaba el contorno y un poco más, me dijo que se lo colocara en su sitio y repetí la misma operación ya ensayada, pasé por debajo de las tetas y le pasé los tirantes, los ajusté y milagro, las tetas estaban al descubierto, sólo sujetas por debajo, los pezones le abultaban más y desde casi el cuello se le empezaban a abultar, estuvo poniéndose de todos los perfiles dando exclamaciones, se entusiasmó y me ofreció de premio las dos tetas juntas para que las besara.  Cuando le di un piquito a cada pezón se descorrió la cortina y la dependienta asomó la cabeza.

  • ¿Le está bien, le gusta? ¡oooh, lo siento!
  • No se preocupe, estaba estrenándolo, es un amante de la buena lencería.
  • ¡Ya lo veo, he comprobado que sabe lo que quiere y lo que le gusta! pero… un momento se me ocurre un modelo que me encanta pero que casi nadie compra.
  • Bueno, ya que estoy me lo probaré.

La chica desapareció y al momento volvió a asomar la cabeza después de tocar con los nudillos el tablero del probador.

  • Fíjese que monería, lo pedí porque me encanta, aunque nunca me atrevería a ponérmelo yo.
  • A ver…

Al sacarlo me pareció raro, en principio parecía más un bikini que un sujetador, era como dos triángulos de tul trasparente y tenía dos triángulos mas formados por unos cordones o cintas que los rodeaban, al verlo en la caja no nos entusiasmó demasiado, era un poco raro pero la chica nos desveló el secreto.  A Ana le sentaba de maravilla, las dos tetas se transparentaban y sus pezones oscuros destacaban como topes de tren, lo especial era que los cordones enmarcaban las dos tetas como cordajes de barco velero rodeando las curvas y ciñéndose a ellas pero la chica quiso llegar a más y soltó la parte de arriba de la copa de tul que cayó quedando la teta sólo entre los cordones, fue como una llamarada de sensualidad, seguían levantadas pero sujetas y lo que era más excitante, libres.

  • Mmm me encanta, y ¿dice que no se vende?
  • Sólo he vendido uno a una amiga, nadie se atreve a llevarlo, yo tampoco desde luego, no me he atrevido ni a probármelo.
  • ¿Cómo es eso?  Si se lo ha puesto Ana, ¡no se lo puede ni probar usted!
  • Creo que es una tontería, ya que me lo ve puesto a mí, ¿por qué no se anima y se lo prueba?, no puede sentarle mal.
  • Me da mucha vergüenza, uf yo con eso,  si me viera mi novio me mata.
  • Venga mujer no nos deje con la curiosidad, pruébeselo, se nota que le gusta.
  • Ya ha oído a Ana, yo de usted no me lo pensaría, mejor ocasión que ésta… y con público para opinar.
  • Pero es que a estas horas… si viene alguien…
  • Bueno si viniera su jefe… claro.
  • No, si yo soy la dueña… puedo hacer como por las mañanas cuando me voy al banco, pongo un letrero colgado en la puerta “VUELVO ENSEGUIDA” y solucionado.
  • Perfecto, es usted una chica con recursos.

Mi tía se quitó el sujetador y para no avergonzar a la chica no se puso el suyo, la dependienta lo agradeció con una sonrisa, se quitó la camisa y mostró el sujetador que llevaba que era más clásico aunque también muy bonito, de encaje blanco, entre el tejido suave se clareaban las areolas oscuras.  Mientras mi tía le largaba el modelo nuevo, ella se despasó el suyo, por un momento pareció dudar, cogiendo las dos copas sin decidirse a enseñar las tetas pero al fin miró a Ana y se decidió soltando las manos.  Las dos tetas aparecieron, tenía una buena talla y unos buenos pezones pero le cayeron bastante más que a mi tía, Ana me miró complacida, pese a ser bastante mayor que la chica tenía unas tetas envidiables.

  • Anda Juan, ajústale los tirantes a la señorita.
  • ¿Me permite?
  • Sssííí, claro.

Le ajusté primero el sujetador por debajo y luego tiré de los tirantes, el pecho subió, lo dejé donde me gustaba mientras se miraba en el espejo, por detrás de ella asomaba mí cabeza.  Se notaba lo contenta que estaba, no sé si por haberse atrevido a probárselo o imaginándose frente a su novio con él.  Cuando le hice la prueba de soltarle el tul, las tetas cayeron un poco.

  • Creo que a mí no me sienta bien este modelo, las tengo un poco caídas, usted sí que las tiene altas.
  • No creas, el secreto está en la dureza, toca las mías y verás...
  • Vaya diferencia, las suyas están duras, en cambio las mías a su lado parecen flácidas.
  • El secreto lo tiene Juan, me las pone así de duras, es fácil, lo hace en un momento.
  • ¿De verdad?
  • Si, es un maestro, yo no me lo creía pero ahí está la muestra.

Miré incrédulo a Ana, le estaba metiendo una “bola” que ni ella se la creía, me animaba a seguirle la corriente, no podía negarme delante de cuatro tetas como aquellas.

  • No exageres Ana y… ¡te dije que fueras discreta!, por favor.
  • Bueno Juan, ¿no ves lo apurada que está la chica, no harías una excepción?
  • No sé si a ella le gustará la idea y si se entera su novio…
  • Bueno no sé, mi novio no tiene porqué enterarse, en todo caso él sería el que se aprovecharía de mis tetas.
  • Eso sí, notaría mucho el cambio.
  • Y ¿me va a costar mucho?
  • No te preocupes, Juan no te cobrará nada pero con una condición, no debes comentar esto a nadie pues es un tema un poco delicado.
  • Pueden estar tranquilos, ¿dónde me pongo?
  • Donde quieras, donde estés más cómoda.
  • En la trastienda tengo una mesa donde le pongo los precios a las prendas, ¿vale allí?
  • Sssííí, puede valer.
  • ¿Me tengo que quitar la ropa?
  • No es necesario, eso ya lo veremos, normalmente no hace falta.

Mientras mi tía le ayudaba a quitarse el sujetador yo extendí una tela ancha sobre la mesa despejada, acerqué una caja para que subiera y se tumbó boca arriba, los tubos fluorescentes la iluminaban como en un quirófano.  Ana se puso al lado de su cabeza y la iba tranquilizando pasándole la mano por los brazos y los hombros, yo me encargaba del estómago, poco a poco iba acariciándole haciendo círculos sobre su piel, cada vez me acercaba más al nacimiento de las tetas y con los dedos las rozaba esperando su reacción.

La chica estaba confiada, mi tía sabía tratar a los clientes y en aquel caso casi lo era, cuando Ana le masajeó las sienes con la punta de los dedos la chica se relajó del todo, lo noté porque giró los pies hacia los lados, hasta se le cayó un zapato de tacón.  Mis dedos ya hacían incursiones entre las tetas subiendo por el canalillo, estaban blandas y se extendían por el pecho, con las palmas las iba recogiendo y amontonando haciéndolas crecer, notaba como se erizaban los pezones, la chica miró a Ana preocupada por mí pero ella la calmó diciéndole que era inevitable que pasara.  Las tetas de Ana hacían sombra sobre la cabeza de la chica, ella admiraba las dos mamas que tenía sobre sus ojos y las envidiaba, posiblemente por eso no dijo nada cuando pasé la lengua rodeando las areolas hasta terminar en los pezones.

Las tetas las tenía blandas pero los pezones no, sobresalían como las guindas en el pastel, la piel se erizó, ella lo acusó porque movió las piernas rozando una con otra, yo amontonaba cada teta y lamía el pezón aspirando adentro de la boca.  Mi tía balanceaba sus tetas como queriendo hipnotizar a la chica pero no hacía falta, veía los pezones salidos de Ana y ya se imaginaba los suyos sin verlos, los notaba duros hasta casi dolerle.  Estaba muy cómoda sobre la mesa y puso los brazos bajo su cabeza y encogió las piernas, la falda estrecha que llevaba le impedía ponerse cómoda pero estuve atento y la fui subiendo según iba abriendo las piernas.

No me había fijado aún pero al tacto lo noté, llevaba medias finas de verano y terminaban en unos elásticos anchos que le oprimían los muslos, cuando pasé la mano por la cinta que le apretaba noté que le marcaba la piel y las fui bajando enrolladas hasta las rodillas.  La piel blanquísima destacaba bajo la luz de los tubos, las tetas marcaban las venitas azules alrededor de los pezones, seguí lamiéndole las tetas mientras pasaba la mano por las rodillas hacia arriba, ella entre pequeños espasmos involuntarios iba abriendo las piernas.

Ana pasaba las manos por debajo de los brazos y las axilas hasta el nacimiento de las tetas en los costados llegando a la cintura, al inclinarse sobre ella los pezones le rozaban la cara, a veces la cubrían por completo asomando la nariz y la boca entre las dos tetas colgantes.  La chica no veía ni falta que le hacía, sólo sentía placer, cuando mi tía me sustituyó en las tetas ella sintió la diferencia de tacto pero las de una mujer son tan delicadas que incluso le gustaron más, Ana sabía donde más le gustaba que le acariciaran y lo hizo con la chica yacente.  Mi mano seguía pasando de un muslo a otro, según iba subiendo el espacio era menor lógicamente hasta que ya no toqué carne, el encaje de las bragas blancas me señaló que había llegado a mi destino pero seguí hasta donde me lo permitió la falda arrugándola en su cintura.

Llegué hasta el ombligo y pasé la lengua, al enfriarse la saliva iba dejando un rastro de piel erizada, cuando alcancé al elástico de las bragas ya levantaba las caderas buscándome.  Los dedos pasaban de una ingle a otra por debajo de las bragas, notaba el triángulo apenas depilado, entre los dedos notaba el vaho que subía de los labios entreabiertos.  Separó las rodillas pegando pié contra pié, fui bajando las bragas enrollándolas como a las medias, pude descubrir hasta el nacimiento de los labios, bajo su culo la tela liada le molestaba y levantó las caderas para que se las quitara, las dejé colgando de un tobillo.

Ana recogía con las dos manos cada teta y las apretaba como una colina, cuyo pico era el pezón, aunque le atraía comérselo no se atrevía, fue la chica la que tomó la iniciativa, y cuando notó que sus pezones se humedecían miró hacia ellos, la boca de la chica que antes aparecía y desaparecía entre sus dos tetas ahora engullía un pezón hasta hacer desaparecer hasta la areola, la mano de la chica amasaba estirando para poder tragar más.

La otra mano la tenía desmayada al lado de la mesa, cuando me saqué la polla la rocé e inmediatamente la atrapó, suavemente la descubrió de piel y recorrió toda su longitud hasta el final, los dedos iban apretando al pasar el glande haciendo que se pusiera más dura a cada pasada, abrió las piernas a 90º como invitación con un pie a cada lado de la mesa, subí a la caja que le hacía de escalón y la atraje hacia mí.  Ofuscado entre las piernas de la chica no me di cuenta que Ana se había quitado lo que le quedaba de ropa, me había imitado en coger otra caja de escalón y estaba subiendo a la mesa, se adelantó con una agilidad prodigiosa al sentarse sobre la cara de la dependienta, con las piernas a sus costados seguía estirando y restregando sus pezones, ya estaban duros y rojos pero los de mi tía también habían recibido un trato semejante.

Con las piernas sobre mis hombros, las medias enrolladas en las rodillas y las bragas colgando de un tobillo apunté la polla entre sus labios mojados, tenía el coño cerrado, el clítoris asomaba curioso pero cuando le cogí los tobillos y los separé fue como abrir un libro.  Debajo de mi tía se oía el chapoteo de la lengua de la chica en el coño abierto, la recorría desde el pubis hasta el culo.  Ana cerraba los ojos concentrada en sus sensaciones, yo no pude esperar más y apoyé el capullo entre los labios menores, esperaba algún tipo de rechazo pero abrió más las piernas en V sobre su cuerpo y me dejé caer, le entró toda sin ninguna etapa, se hundió hasta el fondo y creo que le supo a poco pues levantó el culo como queriendo que le metiera más carne, sus manos buscaban las tetas de Ana y las encontró sobre ella.

Fue una carrera frenética a ver quien se corría primero, mi tía quería ganar, tenía todas las ventajas, le comían el coño, le magreaban las tetas y yo le besaba cuando me acercaba, la chica tenía el coño de Ana a su entera disposición mientras ésta le amasaba las tetas, yo la estaba penetrando hasta el cuello de la matriz, no me quejaba, tenía la visón privilegiada de ver como sólo asomaba la barbilla entre los labios del coño de Ana y las manos de la joven estirándole los pezones a mi tía a la vez, mientras mi polla se hundía repetidas veces entre los labios abiertos de la chica chasqueando los huevos en cada empujón contra sus nalgas.

Ganó Ana, por muy poco pero ganó, la chica al notar la riada de jugos que le llenaban la cara y la boca notó como una chispa recorría su espalda y le estallaba en el coño, contrajo sus músculos vaginales ordeñando mi polla que reventó dentro de ella, no se me ocurrió preguntar donde prefería que me corriera pero ella tampoco podría contestar con la boca llena.  La mesa se tambaleaba y las cajas se alejaron, cuando pudimos Ana y yo saltamos al suelo, la chica tardó un poco más, cuando lo hizo sobre la mesa quedaron las huellas de la batalla, manchas de sudor, semen y flujos vaginales de ambas marcaban a rodales la tela.  Nos vestimos y salimos a la tienda, en la mano llevaba los dos sujetadores, afuera, en la puerta un chico esperaba.  La dependienta corrió a abrirle, el chico con cara de preocupación se interesó que pasaba, le contestó que mi tía había tenido un desvanecimiento y que le habíamos atendido en la trastienda, en cierto modo era verdad, nos presentó.

  • Señora, éste es mi novio Fermín.
  • ¡Ah! Mucho gusto Fermín, yo me llamo Ana y me acompaña Juan, le tengo que felicitar por que su novia es muy atenta y cariñosa, bueno usted ya lo sabrá mejor que yo, claro.
  • Desde luego, Fernanda es especial.
  • ¿Entonces se lleva algún modelito?
  • Por supuesto, me llevo los dos.

Le pagó con tarjeta, insistí en pagar yo, por lo menos el de Emi pero sólo me permitió pagar la mitad.

  • Ahora iremos a comer y me invitas tú, ¿te parece bien?
  • Me encanta Ana.

Todavía fuimos a ver escaparates un rato más, cuando oscurecía volvimos a casa.

Continuará.

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Gracias.