Mis padres y su Amigo el Alcalde parte 2

La continuación de la calurosa noche que vivimos con mis padres y su amigo.

Espero que os guste igual o más que la primera, espero vuestros comentarios. Un besazo.

Esa noche dormí como un tronco, estaba más que satisfecha, pero no voy a negar que me quedé con ganas de más, de probar la polla de Juan para ser concretos, que morbo me daba su autoridad. No podía evitar fantasear con lo que pasaría la próxima noche que estuviéramos todos ni cómo afectaría mi relación con mis padres, pero me era un poco indiferente.

Esa mañana me desperté a las 10 am cuando mi madre me abrió la puerta de la habitación, iba vestida con un camisón rosa de seda, se podía ver claramente que no llevaba ropa interior ya que tenía los pezones extremadamente duros,  la había escuchado gemir esa noche y esta mañana, claramente mi padre no le daba tregua, los envidiaba, que ganas tenía yo de echar un polvo y muchas más de volverme a sentir tan putita.

Se sentó al borde de mi cama y me ofreció un café con leche, me acomodé bien para tomármelo y no pude evitar fijarme en sus pezones, que morbo me daba mi madre, no entendía porque, ni siquiera había tenido experiencias con más mujeres, pero desde esa noche mi madre era una fantasía. Ella se percató que le estaba observando.

-          Te gustan mis pechos a que si?- me dijo con voz pícara.

-          Mamá…la verdad es que no puedo dejar de mirarlos, me gustó mucho lo de anoche y me diste mucho morbo. Nunca había estado con una mujer.

-          Lo sé pequeña, la verdad es que lo hiciste muy bien, además al alcalde ya lo tienes en el bolsillo, le gustas mucho, si te sigues portando así de bien no dudo que te pueda conseguir todo lo que desees.

-          Tú crees?- pregunté bastante emocionada.

-          Por supuesto, de hecho tu padre y yo tenemos que ir a una cena con él esta noche, es bastante importante, porque va a decidir el futuro de nuestros negocios. Estaría bien que vinieras, así le alegras la vista y lo mantienes contento.- me dijo guiñándome el ojo.

-          Vale mamá, ya sabes que por el bien de la economía familiar haría lo que fuera. – le respondí, tomándome el café.

-          Muy bien preciosa, dúchate y nos iremos a comprar algo apropiado para esta noche.

Me duché tranquilamente y me arreglé para salir de compras con mi madre, me puse un top rosa muy clarito, sin sujetador, me gustaba ir cómoda y una falda tejana no  muy corta con unas braguitas blancas debajo que sinceramente me daban un aire muy virginal. Cogí el bolso y bajé las escaleras y ahí estaban mis padres fumando un cigarro en el salón.

-          Buenos días pequeña.- me dijo mi padre-  qué bonita vas, a ver acércate.

-          Buenos días papá.- le dije mientras me acercaba en el sillón donde estaba sentado, bajé la cabeza para darle dos besos  de tal forma que pudiera ver bien mis pechos sin sujetador.- Has dormido bien?

-          Por supuesto cariño, tu madre se encargó de que durmiera muy relajado.- me dijo mientras los ojos se le iban a mis pechos y discretamente puso su mano en la parte baja de mi espalda mientras me devolvía el beso.

-          Oh, me alegro mucho papi.- le respondí.

Se terminaron el cigarro y me fui con mi madre. Nuestra primera parada fue en una tienda de lencería, mi madre quería que me comprara un par de conjuntos. Lo primero que eligió fue uno de color blanco de encaje, que se componía de un sujetador, un tanguita y un liguero que combinamos con unas medias también blancas. Y lo segundo fue un body de encaje negro, que tenía una pequeña cremallera en la parte de la entrepierna.

Luego nos fuimos a buscar un par de vestidos, pensamos que les gustaría que lleváramos el mismo vestido así que escogimos un vestido negro de tirantes con un escote de pico muy pronunciado.

Cuando ya habíamos terminado e íbamos de camino a casa, mi madre me comentó que ya que la cena era en casa del Alcalde, sería interesante que me pasara por ahí esa tarde para ver si necesitaba mi ayuda para algo.

-          Sí mamá, iré a preguntarle.-le dije con voz muy dulce.

-          Así me gusta hija y acuérdate de ser muy obediente con él. Piensa que nuestro futuro depende de que esté contento.

-          Por supuesto mamá, no te defraudaré.

-          Ah y un consejo ponte el uniforme del colegio esta tarde, le gustará, con el conjunto blanco.

-          Pero mami, ese uniforme me va pequeñito, he crecido mucho ya.

-          Mejor, así le alegras más la vista.

-          Vale mami.

Me puse el conjunto blanco y el uniforme del colegio tal y como me había dicho mi madre, era una camisa blanca, que como suponía tuve que dejar desabrochados tres botones porque no me cerraba en la parte del pecho y la falda de cuadros azules y negros que dejaba totalmente a la vista mis piernas y tenía que ir con mucho cuidado de no agacharme porque dejaba mi culo totalmente descubierto. Me miré al espejo y sonreí, parecía una putilla, que razón tenía mi madre, me daba morbo yo misma, así que Juan se volvería loco.

Llegué a casa de Juan a las 16:30pm más o menos, llamé al timbre y me abrió la asistenta, era una mujer madura, poco agraciada la verdad, pero con unas grandes tetas, solo podía fijarme en las tetas de esa señora. Llevaba puesto el típico uniforme de criada, con una camisa, una falda de color negro y un delantal blanco.

-Buenos días, está el señor Juan?-dije con voz dulce.

-Quién es usted?- me dijo la señora mirándome con recelo, de arriba a bajo.

  • Soy Laura, la hija de Miguel, me ha mandado mi madre.

-Muy bien Laura ya puedes pasar, está en su despacho. La acompaño.

Entré en la casa, era enorme, había una escalera enmoquetada que parecía sacada de un castillo, el salón tenía una chimenea y dos sofás de cuero blanco con una gran cristalera que daba al Jardín. Cruzamos el pasillo y entramos a la segunda puerta a la derecha.

La asistenta tocó la puerta y abrió.

-          Señor Juan está una señorita que se llama Laura, hija de Miguel, que viene a verle. –dijo la mujer.

-          Dile que pase Antonia y tráenos dos copas de vino blanco.

-          Por supuesto señor Juan, desea algo más?

-          De momento no Antonia, la llamaré si es preciso.

Entré en el despacho y lo vi ahí sentado detrás de su mesa con el ordenador y un montón de documentos.  Se estaba fumando un cigarro y me ofreció uno con un gesto.

-          Buenas tardes señor Juan, lamento molestarle.- le dije poniendo ojitos.- Me ha mandado mi madre por saber si le sería de utilidad para preparar algo para la cena de esta noche.

-          Hola Laurita cariño, no me molestas y mucho menos si te presentas así, acércate y dame un par de besos.- me dijo mientras se separaba un poco del escritorio.- Ha sido tu madre quién te ha dicho que te pusieras el uniforme a que si?

-          Sí, señor Juan ha pensado que le gustaría.-le respondí con la voz más inocente que pude, mientras me acercaba hacia él para darle dos besos.

-          Y tenía mucha razón, siempre me ha encantado como te quedaba este uniforme, pero ahora muchísimo más, eres realmente una zorrita y tienes un cuerpazo. Me dijo mientras me acariciaba el culo por debajo de la falda.

Yo ya estaba chorreando, me encantaba el poder que desprendía ese hombre. Estaba de pie a su lado mientras me tocaba el culo, cuando de repente tocaron la puerta, era Antonia con las dos copas de vino. Nos miró y ni si inmutó, supongo que no era la primera vez que veía una situación similar.

-          Cualquier cosa que necesite me llama señor.

-          En un rato te aviso Antonia.- le dijo guiñándole el ojo.

-          Bueno preciosa, vamos a tomarnos esa copa de vino. – Me dijo dándome una palmada en el culo.

-          Sí señor Juan, entonces en qué puedo ayudarle para esta noche?. Le pregunté mientras le daba un sorbo a la copa.

-          Es muy simple cariño, tus padres tienen problemas con sus negocios, pero yo tengo el poder y el dinero necesario para solucionarlo. A cambio de que mantengáis vuestra posición económica y vuestro nivel de vida solo pido una cosa. – Me dijo muy serio.

-          Qué cosa señor Juan?- le respondí

-           A ti, pequeña zorra, que seas mi juguete durante dos años, serás solo mía y de nadie más. Acataras todas mis órdenes y vivirás aquí conmigo.

-          Pero señor Juan…eso no sé si puedo…mis padres no creo que lo vayan a aceptar- le respondí un poco nerviosa.

-          Por supuesto que lo van a aceptar, de hecho porque crees que tu madre te ha dicho que te pusieras esto? Ellos ya lo saben y han aceptado que te quedes aquí si no ellos pierden sus negocios. Además tu madre también vendrá a hacerme visitas, ella también está incluida en este trato. Pero entre tú y yo, ella ya es más vieja, tu sin embargo podrás satisfacer todas y cada una de mis fantasías.

-          Pero qué es lo que debería hacer señor? – le pregunté un poco inquieta.

-          Exactamente todo lo que te diga, serás mi sirvienta, mi esclava, mi juguete sexual, no tendrás ningún tipo de voluntad ni poder sobre ti misma. No tienes más opción que aceptar, sino lo perderéis todo.

Se levantó y caminó hacia mí.  Me ordenó levantarme y así lo hice.

-          Te voy a educar zorrita.

Cogió unas tijeras de la mesa y empezó a cortarme la camisa, me agarró los pechos con fuerza y los manoseó un buen rato y luego me tiró el sujetador hacia abajo, dejándolos al aire y me agarró la cara.

-Eres una niñita muy guarra.- me dijo.- Me hiciste disfrutar mucho anoche tocando a tu madre, tranquila que no será la última vez, pero por lo que sé a tu padre también lo pusiste muy cachondo. Ahora túmbate encima la mesa.

Me coloqué encima la mesa, dejando en pompa mi culo. Mientras tanto él había llamado a Antonia que entraba por la puerta.

-          Antonia, esta es Laura, es mi nuevo juguete, qué te parece? Átala a la mesa.- le dijo con tono autoritario, ese que me ponía tanto.

-          Las ha tenido mejores señor Juan.- le respondió.

-          Jaja me encantas Antonia, esperemos que se porte muy bien, se juega mucho.

-

La sirvienta sin pensárselo se acercó a la mesa y de uno de los cajones sacó dos esposas y una mordaza. Cogió mi mano izquierda y la ató a una de las patas de la mesa y eso mismo hizo con la derecha. Cuando me tuvo atada se acercó por delante y me puso la mordaza.  Luego se retiró hasta atrás del señor Juan, como una buena sirvienta.

Nunca antes me habían hecho algo similar y estaba entre excitada y asustada. No tenía ni idea de donde estaban los límites de ese juego o de que era lo que me esperaba de todas maneras estaba excitada de estar en las manos de ese hombre. Además ahora entendía lo que decía mi madre de sacar partido a mi cuerpo, pero en ese caso era para sus propios beneficios.

-Laura, tienes un culo precioso, no sabes el tiempo que llevo esperando para darle unos buenos azotes.

Se acercó a mí para acariciarme las nalgas, fueron unas caricias suaves, hasta que me propinó un buen azote con la mano, fue llevadero incluso provocó que me mojara el tanguita y así conté hasta cuatro azotes.

Luego escuché el sonido de la hebilla del cinturón y me asusté un poco, tensé todo mi cuerpo, ahora entendía el porqué de la mordaza, eso me iba a doler y no podía hacer nada por evitarlo. Sentí el primer estruendo y noté como la carne del culo me escocía y no pude evitar agarrarme a las patas del escritorio, en seguida vino la segunda, la tercera, la cuarta, no pude evitar soltar una lágrima de dolor…La quinta, la sexta, notaba la piel de mi culo abierta incluso podía notar como brotaba sangre. Llegó a los doce azotes con el cinturón, creo, y luego paró.

-Muy bien pequeña, te has comportado, ahora tendrás un pequeño regalo. Antonia, desátala.

La sirvienta me desató , me quitó la mordaza y el señor Juan me tiró al suelo.

-De rodillas, acércate a mí como la perra que eres, a cuatro patas. – me ordenó.

Acaté al momento lo que me dijo el señor Juan y empecé a gatear hasta llegar al sillón donde estaba sentado ahora, él me puso el pie encima la cabeza y me la aplastó al suelo.

-Ahora me vas a limpiar los zapatos, con la lengua. – me dijo mientras se sacaba su enorme polla de los pantalones.

Sabía que no tenía más remedio que acatar la orden así que me puse a lamer los zapatos del Alcalde, mientras él se masturbaba. Me estaba dando mucho asco tener que hacer eso, no era para nada morboso, pero sin duda a él verme tan sometida e humillada lo ponía a mil.

-          Muy bien zorrita, muy bien, bien limpitos.-me dijo gimiendo.-tengo muchas ganas de correrme.

-          Quiere correrse en mi boquita señor alcalde?- le pregunté con la voz más sensual que pude.

-          Te he dicho yo que hablaras?-me dijo aplastando otra vez mi cabeza contra el suelo.- Sigue limpiándome los zapatos zorra.

Hice lo que me ordenó sin rechistar, no quería recibir más golpes además pensaba que si seguía así se iba a terminar corriendo y me dejaría en paz con esa humillación. Pero eso no era lo que él tenía pensado para mí.

Cuando se cansó de humillarme, me levantó y me tumbó otra vez encima de su escritorio, pero esta vez estaba la vieja sirvienta abierta de piernas encima de la mesa, se estaba masturbando.

-          Cómele el coño. – me ordenó firmemente.

Así que me mentalicé para empezar a lamer ese coño viejo y medio depilado. Empezando por su clítoris, no tenía experiencia pero me basaba en lo que me gustaba a mí. Con el primer lametazo noté un pequeño gemido de esa mujer que provocó que me agarrara del pelo.

Mientras el señor Juan me había abierto las nalgas y me escupió en mi ano que estaba completamente cerrado, era virgen.

-Noooo!! Porfavor, soy virgen.- supliqué.

  • Vuelves a hablar? Maldita zorra. – dijo mientras me azotaba con la mano abierta a mí ya dolorido culo.- Ahora no voy a tener ni un poco de compasión.

La sirvienta me agarró la cabeza y la hundió en su coño, mientras notaba como el señor alcalde metía un dedo en mi ano. Luego noté como empezaba a empujar su glande contra mi cerradito agujero, le costó un poco así que volvió a escupir y restregó su saliva con la punta del pene,  consiguió meter la punta y sin compasión alguna me clavó su erecto miembro hasta el fondo de mi ser.

No pude evitar chillar de dolor mientras él me follaba sin compasión.  Por mi suerte no duró mucho con mi cerrado anito. Y se corrió al mismo tiempo que la vieja Antonia se corría en mi cara.

Cuando terminaron de correrse el señor Juan me tiró al suelo y me escupió.

-Bienvenida a esta casa zorra, este es el primer de muchos días.-me dijo. –Ahora ve a tu habitación y lávate antes de que vengan tus papis a cenar.