Mis nuevos amigos Parte (2)
Unos días después de nuestro primer encuentro, preparo una nueva sorpresa para mis nuevos amigos ...
Tras la noche gloriosa que pasamos hace unos días, prometimos vernos más a menudo. Tu estabas encantada con lo que la noche había dado de si, así que querías repetir. Una semana después me puse en contacto con tu marido, para prepararte otra sorpresa. Lo primero que hice fue enviarte un regalo, te llegó un paquete con un vestido rojo muy ceñido, corto, bueno, cortísimo y con un escote tipo palabra de honor, con lo que cuando te lo pusieras habría muy poco que pudieras ocultar. Al vestido le acompañaban unas sandalias negras de tacón alto y fino y una nota. Abriste la nota, en la que ponía lo siguiente:
Hola preciosa, me encantaría que tu marido y tu aceptarais una invitación a cenar en mi casa en el campo este sábado. Si es así me gustaría que usaras este pequeño detalle que te envío (si no es de tu talla dímelo para ir a cambiarlo antes del sábado). Eso si, quiero que "solo" te pongas esto, absolutamente nada más ... seguro que tu entiendes lo que te quiero decir. Si aceptáis, os espero el sábado a las 8 en el bar donde nos conocimos, quiero que luzcas por el centro comercial un rato antes de irnos a cenar a mi casa.
P.D. No llevéis coche, iremos en el mio.
El sábado, sabiendo que no fallaríais, porque tu marido así me lo había confirmado, os esperé en el bar. A lo lejos os vi llegar, tu venías esplendida con el ceñido vestido, que apenas conseguía ocultar tus encantos. Os acercasteis a la mesa y nos saludamos, a tu marido le di la mano y a ti te di un efusivo beso en la boca, al tiempo que te metía mano bajo el vestido para comprobar que habías cumplido con mi petición, lo cual hizo que nos miraran sorprendidos desde las mesas de alrededor.
- Ya veo que has hecho lo que te pedía en mi nota - dije - y además por lo mojada que vienes, lo de venir en el metro sin bragas, notando como la gente te mira, y como los tíos rozan su polla con tu culo al entrar y salir del vagón te ha gustado mucho.
No respondiste, pero te sonrojaste ligeramente (por fin había conseguido que por una vez te sonrojaras) y te reíste. Por la sonrisa de tu marido pude adivinar que el también había disfrutado del trayecto hasta aquí.
Cuando nos tomamos nuestra bebida, os dije:
-Bueno, si os parece nos vamos para mi casa, no está muy lejos, como a media hora en coche. - De acuerdo - dijo tu marido al tiempo que se levantaba.
Cogimos el coche y salimos para mi casa. Cuando entrábamos en el coche preguntaste: - ¿Hoy no me tapas los ojos? - No, hoy no - dije yo - ya habrá tiempo para eso, ahora prefiero que veas el paisaje. Pero ya veo que lo del otro día te gustó - dije -
Volviste a reírte. Me encantaba tu risa entre tímida y descarada, me ponía a cien. El que no llevaras los ojos tapado no impidió que te sobáramos durante el viaje, mas tu marido que yo, ya que no quería tener un accidente.
Cuando llegamos a la casa, os la enseñé toda menos una puerta, que tu preguntaste a donde daba. - Al sótano, dije yo, pero esa parte mejor te la enseño después de cenar.
Estuvimos cenando, y hablando de todo un poco, y hacia el final de la cena, la conversación empezó a calentarse.
- Cuantas veces le has puesto los cuernos a tu marido?
- Te pregunté -
- Bueno, no demasiadas - dijiste - la verdad es que necesito estar muy en situación para hacerlo - no es cuestión de quedar con un tío y ya está.
- Ya, -dije yo - pues lo cierto es que el otro día conmigo no te costo nada. Volviste a reírte, un poco avergonzada
- Si, es cierto, - dijiste - pero el otro día conseguiste ponerme muy caliente y al final necesitaba una polla.
- Ya veo - dije - ¿Y hoy como vas?
En ese momento te levantaste de la mesa, y con ese descaro que me pone tanto me diste un beso impresionante en la boca, y llevaste mi mano a tu coño, bajo tu vestido. Estabas muy mojada, y mientras me besabas metí dos dedos en tu coño, que entraron limpiamente, sin apenas tener que empujar, debido a lo caliente que estabas. Los mantuve allí dentro un momento, y luego te apartaste, sacaste mi mano de debajo del vestido y en un gesto que me puso a mil llevaste mis dedos empapados de tus jugos a tu boca, y los chupaste y lamiste hasta sorber tus propios jugos. Ese gesto inesperado me puso cardiaco, y a punto estuve de olvidarme del postre y follarte en la mesa. Sacaste mis dedos de tu boca, y te acercaste a mi oído y en voz baja y sugerente dijiste:
- Estoy deseando conocer el sótano de la casa
- Pues ten un poco de paciencia y lo conocerás - te respondí - y no insistas demasiado o te follo aquí mismo, sobre la mesa.
- No tienes lo que hay que tener para hacer eso - dijiste tu -
No entraba en mis planes, pero ante tu desafío, te agarré de las muñecas, te puse de espaldas y te apoyé sobre la mesa, con lo corta que era la minifalda ni siquiera necesité subírtela, ya que en esa posición tu culo y tu coño quedaban totalmente al aire, así que bajé mi cremallera, y sin tiempo a nada, te metí mi polla hasta adentro, pegaste un gemido ante lo inesperado de mi reacción, y comenzaste a moverte adelante y atrás despacio. Yo me apoyé sobre tu espalda para acercarme a tu oído y decirte... - Mira lo que has hecho perra, me has puesto tan caliente que no he podido aguantar a follarte después de la cena. Vas a pagar esto, no creas que vas a correrte, te voy a follar, pero tu te vas a esperar a llegar abajo. Te empecé a follar muy rápido, embistiendo con fuerza mi polla en tu empapado coño, y estaba tan salido en ese momento que no tardé nada en correrme, mientras tu te quedabas sin correrte, a medias, y con el coño palpitando y pidiendo más. Saqué mi polla, dejando mi semen dentro de ti, te di la vuelta y te dije, ahora que ya nos has estropeado el postre, y has recibido tu castigo vamos abajo y verás lo que te espera ...
El mohín de tu cara por haberte quedado a medias se cambió por una sonrisa al oir eso, estabas excitadísima pensando en lo que te podía esperar ahora ...
Te agarré las muñecas y te las coloqué a tu espalda, atándolas con unas esposas, mientras tu marido te ponía una venda en los ojos. Al igual que la otra vez no quería que vieras lo que pasaba, debías sentir todo lo que ocurría sin ver, para que en ningún momento estuvieras segura de lo que podía ocurrir.
- Pero si me tapáis los ojos no voy a poder ver el resto de la casa - dijiste con una sonrisa pícara.
No dije nada, y te guiamos al sótano, una vez allí paramos, y te dejamos depié. Solté tus muñecas, las até por delante, y notaste que algo tiraba de ellas hacia arriba. No pretendía colgarte, simplemente inmovilizar tus manos y apartarlas de tu cuerpo.
Una vez las manos atadas saqué tu vestido por las piernas, dejándote totalmente desnuda, para evitar que pudieras tropezar también te quité las sandalias. Estabas atada y totalmente a merced de los dos. Empecé a acariciarte, y besarte, pasando mis manos por tu cuerpo, te acariciaba la espalda, despacio te acaricié las piernas, pasaba mis manos despacio por tu cuerpo, me acercaba a ti, me restregaba con tu cuerpo, notaste que yo ya estaba completamente desnudo, y que mi polla estaba otra vez a punto para follarte, de repente otro par de manos te comenzó a acariciar también, despacio, jugando con tu cuerpo cuatro manos te acariciaban, te sobaban, a ves se detenían un momento en tu sexo, lo justo para hacerte suspirar, y seguían acariciando, un momento después notaste algo extraño, parecía como si hubiera cinco o seis manos.
- ¿Hay alguien más con vosotros? - preguntaste
- ¿Por que dices eso? - dije yo - ¿acaso te lo parece?
- si, juraría que hay mas de dos personas aquí - dijiste
- y eso te gusta ¿verdad zorrita? - pregunté
Volviste a sonreír, y no dijiste nada.
- la verdad es que tu marido y yo te acariciamos tan bien que te da la sensación de más personas - dije yo - Volviste a reír y no dijiste nada.
Seguimos durante un rato acariciándote, excitándote, tu no tenías claro cuanta gente había pero estabas convencida de que había una tercera persona, en algún momento incluso pensaste que había hasta cuatro o cinco personas, pero no podías estar segura de nada, mientras te acariciaba notabas que alguien se agachaba y comenzaba a comerte el coño, despacio, con largos lametones, chupando y sorbiendo, no sabías si era tu marido u otro, pero estabas tan excitada que separaste tus piernas para que pudiera acceder mejor a tu coño. Movías tu pelvis al ritmo de la comida de coño, gimiendo cada vez más fuerte.
- Grita todo lo que quieras - te dije - aquí nadie nos oye, así que puedes dar rienda suelta a tus instintos.
En ese momento soltaste un grito penetrante, estabas teniendo un orgasmo tremendo, tu cuerpo se sacudía en espasmos.
Dejamos de tocarte, bajamos tus manos y te trasladamos a otro sitio. Te colocamos boca arriba, en una cama, soltamos tus manos, y te las atamos en cruz, al igual que tus piernas, quedaste boca arriba, con los brazos abiertos, al igual que las piernas, no podías cerrarlos aunque quisieras. Te queríamos a nuestra merced.
Tu no te quejabas de esto porque sabías que después, al igual que la otra noche, nosotros seríamos tuyos, y ya nos utilizarías como quisieras, además de que estabas disfrutando como una perra de lo que te hacíamos.
Volví a comenzar con las caricias, nuevamente una serie de manos empezó a acariciarte, seguías con la sensación de que había más gente en la habitación, pero no podías estar totalmente segura. sólo nos oías a tu marido y a mi, pero te parecía que había más gente. Comencé a acariciar tu coño, suavemente, excitándolo poco a poco baje mi boca hasta tu coño y empecé a lamer y sorber, penetrando con mi lengua en cada rincón de tu coño, con mis dedos me habría camino dentro de él, primero uno, luego dos, mis dedos te follaban, despacio, estabas mojadísima otra vez, y mis dedos entraban sin dificultad en tu coño. Mientras notabas que te seguían acariciando, tu marido se acercaba a tu boca y te besaba, con ganas, como si fuera la primera vez, después acariciaba tu cara,notabas como se ponía a horcajadas sobre ti y acercaba su polla a tu boca, pasándotela por la cara, y finalmente introduciéndola en tu boca, haciendo que se la chupes. Tu chupas con ganas, nuevamente notas otras manos sobre tu cuerpo, ahora estás segura, hay alguien más y parece que más de uno. Noto en tu coño que estoy comiendo y pajeando que tu excitación sube cuando confirmas que hay más gente en la habitación. Sigo comiendo tu coño, chupando, y llegas a un nuevo orgasmo, mis dedos comienzan a jugar en la entrada de tu culo, lo excito, introduzco un dedo muy despacio, poco a poco, la verdad es que me muero por follarte el culo, pero tu marido me ha dicho que nunca te la han metido por el culo, y no quiero forzarlo, quiero dedicarle tiempo, y cuando la confianza sea total, y lo haya preparado con tiempo y delicadeza, entonces ese día tu culo será mio, pero para eso hace falta tiempo aún, así que me limito a jugar con un dedo en él, para que te vayas acostumbrando a tener algo dentro, igual que hice la vez anterior con el pequeño consolador. Juego con tu sexo, y cuando veo que ya no puedes más y estás a punto de correrte, paro, y coloco mi polla en la entrada de tu coño, juego con ella allí, sin introducirla, pasándola sobre tu sexo húmedo y palpitante y mientras tu marido se deleita con la mamada que le estás haciendo y notas que otras manos te acarician, introduzco mi polla de golpe, tu gimes lo poco que te permite la polla de tu marido, pero noto como intentas retorcerte, a pesar de estar atada. Comienzo a follarte despacio primero, y cada vez más deprisa no se cuantas veces te corres, pero detecto que son varias, y de repente notas como tu marido saca la polla de tu boca, cuando está a punto de correrse, y yo también paro, de golpe, no quiero que esto acabe aquí.
Nos apartamos y tu preguntas casi chillando, - ¿Por que paráis? quiero que me sigáis follando - Tranquila, que esto no ha terminado - te susurro al oído -
Notas como te desatamos, te levantamos de la cama, notas muchas manos, pero no podrías decir cuantas, ni a cuanta gente pertenecen.
Te llevamos al centro de la habitación, y te ayudo a arrodillarte, notas bajo tus rodillas una especie de colchoneta que he puesto para que no te hagas daño, sujeto tus manos a la espalda con las esposas y te digo:
- Separa un poco las piernas
tu obedeces, y notas como introduzco en tu coño un vibrador bastante grande, como de unos 25 centímetros, y lo pongo en marcha, despacio, para que te haga llegar a un lento orgasmo.
Me coloco delante de ti y pongo mi polla en tu boca, para que la chupes, comienzas a hacerme una mamada, chupas, mi polla desde mis huevos a la punta del capullo, con ganas, hasta que la introduzco en tu boca, después de un rato, la saco, y la polla de tu marido sustituye a la mía, la chupas un rato, y la saca, otra polla sustituye a la de tu marido, tras otro rato, hay un nuevo cambio, y otro, y otro, ya no sabes de quien es la polla que hay en tu boca, ni cuanta gente hay, sabes que son al menos cuatro o cinco, pero tampoco puedes estar segura, podrían ser mas o no, sólo sabes que la situación te pone a cien, hay un montón de gente a la que ni siquiera has visto que te está usando, estás excitadísima y con la ayuda del vibrador un largo orgasmo sube por tu cuerpo, en ese momento tu marido mete su polla en tu boca y comienza a follártela, va a correrse dentro, sabe que nunca has querido, pero ahora estás tan caliente que no te importa nada, mientras los demás nos pajeamos viéndolo, tu marido agarra tu cabeza por la nuca y la aprieta hacia si mientras se corre en tu boca y suelta todo su semen dentro, tu te ves obligada a tragar para no ahogarte, aunque parte del semen escapa por las comisuras de tu boca. Tu marido sacó la polla de tu boca, estabas impresionante con el semen escurriendo por tu boca, después, el resto de nosotros nos fuimos corriendo sobre ti, sobre tus tetas, tu cara, pelo, etc.
Una vez que todos nos hubimos corrido, te saqué el consolador del coño, te ayudé a levantarte y te quité las esposas, estabas agotada y excitada al mismo tiempo, cuando tus manos estaban libres te quitaste la venda, querías ver con quién habías follado, pero yo ya había hecho salir a todos antes de desatarte, con lo cual nunca sabrías con cuantos ni con quien, aunque insistías en preguntar, pero tu marido y yo sólo te decíamos que no había nadie más, sólo nosotros, pero desde luego nunca nos creíste.
Te puse un albornoz, y te acompañamos a la ducha, tomaste un largo baño, en el que tu marido y yo nos dedicamos a masajearte y relajarte para que descansaras. Después te acompañamos a la cama, donde podrías descansar, y allí te dormiste mientras sonreías, porque sabías que tenías a dos hombres rendidos a ti, y que mañana serían tuyo para hacer lo que quisieras, pues te tocaba mandar ....