Mis noches con el padre daniel

Cuenta las aventuras de un soldado que debió oficiar de chofer de un Capellán mientras duró su Servicio Militar Obligatorio. Es un relato un poco largo, pero puede resultarle entretenido a quienes gustan de las novelones y disponen de tiempo libre..

Editorial La Patria S.A.

MIS NOCHES CON EL PADRE DANIEL

Eduardo de Altamirano

2012

MIS NOCHES CON EL PADRE DANIEL

por

Eduardo de Altamirano

ADVERTENCIA

Esta historia me la envió el Dr. Esteban Samuel Islas a titulo de agradecimiento por el placer que le había deparado la lectura de mi relato “El Padre Carlos”, publicado en este mismo portal… La consigna del Dr. Islas fue que hiciese con él cuanto me pluguiere… No pudiendo con mi genio, le enchufé algunos adornitos que en nada modifican la esencia y aquí la publicó para entretenimiento de quienes me conocen y de quienes se arriesguen con la lectura de algo un poco extenso; pero que, a mi juicio, vale la pena para salir de la rutina del mete y saca… Si alguien quiere las fotos que me envió el Dr. Islas,  deberá cursarme un mail a buenjovato@yahoo.com.ar y a vuelta de correo las tendrá.. Por favor, mencionar el título del relato… Lo mismo vale para cualquier comentario que quieran hacerme… Y ahora si, vayamos a la….

LA HISTORIA

¿Quién me hubiera dicho que la colimba sería para mi lo que termino siendo?… Yo creo que ni Cristo…

Mi nombre es Esteban Samuel Islas… Lo de Samuel es culpa de mi vieja, su padre se llamaba así… Nací en 1972, el 17 de noviembre… Tenía que nacer en 1973, pero el parto se adelantó porque ese día volvió Perón a la Argentina y de la emoción mi vieja rompió bolsa… Hay quienes afirman que no fue así y dicen que salí del vientre materno para ir a recibir al General en Ezeiza… Esta última versión me gusta más…

En 1990 me sortearon para el Servicio Militar Obligatorio… Léase “la Colimba”… Yo apostaba a que sacaría número bajo… Saben lo que hubiese sido… La gloria… Ese año había empezado mi carrera de abogado y lo terminé metiendo tres materias con 9,1 de promedio… Pero, a la puta suerte se le ocurrió premiarme con el 678 (lindo número) y la Facultad tuvo que esperarme 12 largos meses…

Para que no me pusiera nervioso ni pensara cosas acerca de lo que sería la Colimba, el 3 de diciembre hubo un alzamiento carapintada… El presidente de entonces decía por la televisión “hay que pasarlos a degüello”… Lindo balurdo me espera, pensaba yo, mientras le rezaba a la Virgen de los Vientos (la que le levanta a Paula la pollera), pidiéndole su intercesión para que me dieran de baja antes de empezar…

El 6 de enero de 1991, la Autoridad Militar tuvo la amabilidad de enviarme, como regalo de Reyes, la citación para incorporarme a sus filas… Debía presentarme el lunes 11, a las seis de la mañana… ¿Para que mierda tan temprano?... El reclutamiento se hacía en una dependencia a la que llamaban “el Comando”… Ahí te informaban el destino y te despachaban como vaca para el matadero…

Llegué a las seis menos cinco… Me llevó mi viejo en la moto… En la puerta había como mil pibes, todos de 18… Hacían bromas, se reían, boludeaban; pero en el fondo todos estaban cagados hasta patas por lo que se les venía encima… La Colimba no era ni sombra de lo que dicen había sido en otras épocas, pero era la Colimba y había que esperar cualquier cosa de ella…

Yo procuraba no darme manija y me preparaba mentalmente para resistir lo que fuera de la mejor manera posible… Los milicos no me iban a cagar la vida… Yo iba a salir de ahí entero, me iba a recibir de abogado y haría todo lo que tenía planeado hacer…

Me destinaron a la loma del orto… Ni mosquee… Estaba preparado para que me mandaran mas lejos… Según nos decían, nos iban a trasladar en avión… Algunos que nunca habían subido a un avión, fantasean con volar en un Jet, otros fruncían… Yo¸ que nunca había volado en avión,  no creía que fueran tan amables… Al fin de cuentas viajamos en unos micros destartalados que yo no se cómo fue que llegamos… Faltó que nos mandaran a lomo de guanaco… En Bahía Blanca nos hicieron comer un rancho que no nos envenenó de pedo… Después no probamos bocado hasta llegar al Regimiento…

Los primeros días en el cuartel fueron un infierno… De a poco la cosa se fue normalizando, a medida que nos íbamos conociendo y que nos familiarizábamos con la nueva vida… Puede decirse que a la dos semanas ya éramos “aprendices de soldados”… A mi, con la ropa de salida se me veía así…

No bien nos incorporamos comenzamos “la instrucción”, la etapa de la Colimba donde los soldados se ponen a prueba… Para muchos es una tragedia, para otros no tanto y algunos conseguimos pasarla de taquito… Todo depende de la fortaleza física y la entereza espiritual de cada uno…

Yo era un pibe que me llevaba muy bien con los deportes, jugaba al fútbol, hacía natación, andaba en bicicleta, es decir que, físicamente, no era ningún mantequita… Por otra parte, mis padres y, en especial mi viejo, me habían enseñado a tener templanza… No soy de calentarme fácilmente y se esperar… En otras palabras, los cabos, sargentos y tenientes, conmigo estaban fritos… Sus perversiones sádicas las tenían que gastar con otros… Si me ordenaban hacer salto de rana diez horas, hacía salto de rana diez horas, que iban a ser mucho menos, porque ninguno de ellos se iba a quedar a controlarme…

En términos de amistad, yo era amigo de todos y no tenía ningún problema con nadie… Si me hacían alguna jodita: me la sabía bancar… Siempre hay tiempo para la revancha…

Así se pasaban los días, que era lo que yo quería… Cuanto más rápido pasaran: mejor… De todos modo, yo no andaba loco por eso… Mas me preocupaba “la sequía”… Donde estaba, el único aroma que se olía era el “perfume de bolas”, que se percibía a kilómetros de distancia… Cuando la sequía arreciaba demasiado, el problema se resolvía encontrando el momento preciso para escurrirse en un retrete y pedirle a Manuela que se encargara de vaciar el porrón… Si lo veía muy cargado, que lo vaciara dos veces y santo remedio… Otra no quedaba…

Un rebusque que me vino al dedo fue mecanografiarle unos escritos a un teniente coronel… El bicho este escribía en unos cuadernillos rayados, tamaño oficio, con una letra espantosa y después, yo se los pasaba a máquina… De paso, le corregía las faltas de ortografía, que se paseaban alegremente por los renglones… Escribía estrategias, describía batallas y operaciones militares del siglo XIX… Yo no me imaginaba a quien podía llegar a interesarle eso… En el Golfo Pérsico se acababa de librar una guerra donde con armas terribles en un minutos hacían desaparecer una división entera, y este demente acá andaba a los sablazos… A mí no me importaba, haciendo de mecanógrafo yo la pasaba como un duque…

Una tarde en que los soldados descansábamos en el patio de armas, se presentó el Capellán de la Guarnición, el Rvdo. Padre Daniel Tornelli Acosta.,… Lo conocíamos de cuando venía a oficiar misas de campaña… Para que lo conozcan, aquí les cuelgo una fotografía:

En esa ocasión, el Padre no estaba vestido así y su objetivo no era oficiarnos una misa… Lo que buscaba era un colimba que le oficiara de chofer, ya que el que tenía había sido dado de baja… El Padre se desplazaba por donde merodeaban los soldados sin mirar a nadie… Lo acompañaba el sargento Nuñez… Lo que el sargento le decía no se escuchaba; pero si escuchaba lo que decía el Padre… Insistía en que había que elegir al azar el candidato… Así fue como se detuvo frente a un lote de soldados, entre los cuales me contaba yo, y después de una rápida recorrida con la vista, me señaló a mi… Yo me paré…

-          ¿Cómo te llamás?...

-          Esteban Samuel Islas…

-          Sabés manejar auto…

-          Si, auto, moto y camioneta…

-          Muy bien…

Luego dirigiéndose al sargento, le dijo: “este está bien, vemos como se desempeña y si responde, nos quedamos con él”..

-          Lo que usted disponga, Reverendo

El Padre saludo a los soldados y se retiró junto con el sargento, que me ordenó que los acompañara…

Mediante este “complicado” trámite fui designado “chofer exclusivo” del Padre Daniel, que vivía en un chalet del complejo donde residían los oficiales a cargo de la Unidad, pegado a la Capilla del San Pedro y San Pablo…

El ser chofer del Capellán significaba que tenía que mudarme a su residencia y estar a su disposición para conducir su camioneta las 24 horas del día… Esto, por supuesto, sólo en teoría… En la práctica, las horas efectivas de conducción no excederían las 3 o 4 horas, más otras tantas de espera…

La camioneta del Reverendo era propiedad privada suya… Se trataba de una Land Rover “Defender”, modelo 1988, igualita, igualita a la que se ve en la foto de abajo:

Es obvio que, pese al voto de pobreza que realizan los curas, al Reverendo no le faltaban recursos para adquirir uno de los vehículos más caros del mercado en su tipo…

El chalet del Capellán constaba de una recepción, un comedor, una biblioteca, un dormitorio en suite y otro dormitorio mas, con un bañito independiente, una amplia cocina comedor, un lavadero y un jardín de invierno…. Fuera del edificio estaba la cochera para dos vehículos, con baulera y sobre ella el departamento de la encargada…

La encargada era la señora Delia… Ella se ocupaba de  limpiar, lavar la ropa, planchar, cocinar, atender al Padre… Contaba con la ayuda de una empleada que trabajaba de lunes a sábado, de 8 a 16… También teóricamente… El Sacristán de la Capilla se ocupaba de mantener el jardín…

El Reverendo ocupaba el dormitorio en suite… El otro dormitorio estaba previsto para huéspedes; pero, como huéspedes no había, lo usaba el chofer, es decir: yo… Miren lo que eran mis aposentos…

Esta foto fue tomada dos días antes de que emprendiera el regreso y me fue enviada por correo en enero de 1992… Una parte muy importante no se ve, es la del escritorio y el ventanal… Tampoco se ve la repisa con el televisor…

El Padre Daniel que me eligió en el patio de armas no era el mismo que me llevó a mí “nuevo destino militar”… El que me llevaba en su camioneta Land Rover era mucho mas cordial… Ni bien salímos de la Guarnición me preguntó:

-       Entre nosotros, ¿efectivamente sabes manejar automóviles o dijiste que si para zafar del cuartel?...

-       Manejo desde los 16 años motos y autos, y el año pasado aprendí a conducir camionetas… Tengo una práctica aceptable… No tengo Licencia de Conductor, porque los 18 los cumplí en octubre del año pasado y no tuve tiempo de tramitarla por estar ocupado en otra cosa… Puede probar mi aptitud… -contesté precisa y serenamente…

-       Es lo que vamos a hacer mañana por la mañana… Hoy liquidaremos tu instalación en tu nuevo domicilio… Dijiste que “desde octubre estuviste ocupado y por eso no sacaste la licencia”, ¿se puede saber en qué estuviste ocupado?..

-       Si, estudiando…

-       ¿Qué estudias?

-       Derecho…

-       Ah, querés ser abogado… Son lindos los abogados… Muy bien…

Mientras íbamos camino al hogar de Reverendo, discretamente observé como se conducía el vehículo… Era una huevada… Anoté el detalle que él remarco al decir que “esta camioneta lo único distinto que tiene es mayor sensibilidad, responde en seguida a todo”…

Ya en la casa, me instalé en el cuarto que me asignaron; en forma provisoria, hasta que el cura me confirmara en mí destino… Era un lujo y hasta podría estudiar un poco… En la cocina, Delia me dio café con leche y libertad para comer lo que quisiera… Se la veía una buena mujer, algo habladora…

El Padre volvió a salir ni bien llegamos y retornó a eso de las ocho y media… El cura también era un poco hablador, pero entretenido… Cenamos a las nueve y a las diez, yo ya estaba en mi habitación mirando televisión… Eso mismo había hecho antes de cenar… La orden del Reverendo era levantarme a las 7 de la mañana…

Así hice… Me despertó Delia con un timbrazo desde la cocina… A las siete y media el cura y yo estábamos desayunando y a las 8 partimos para las pruebas de conducción… Antes de salir me dio las llaves de la cochera y de la camioneta, ordenándome sacarla… Cumplí la orden sin dificultad… La Potra, así la bautice, era arisca; pero conmigo no se iba a hacer la loca… Tardé muy poco en conocerle las mañas… Dimos unas cuantas vueltas por el pueblo, fuimos hasta un campo y terminamos en el cuartel… Le prestaba atención a todo para ubicarme y conocer la cancha donde debía jugar… Un poco después de las once estuvimos de regreso… En el camino, me dijo:

-       Cuando yo no te necesite, podes hacer lo que quieras, sin alejarte demasiado… Después te voy a dar el Mensajero para llamarte… Estas confirmado… Podés instalarte en tu habitación…

-       Gracias…

El Mensajero era un aparatito de radio que debía llevar siempre encima, cuidando que la batería estuviese cargada, para que el cura pudiera llamarme cuando me necesitara…

Así empezó mi vida de Chofer Oficial del Padre Daniel… Fue exactamente el día 14 de febrero del recordado año 1991… Mi afectación era desde las 6 horas del día lunes hasta las 12 del sábado subsiguiente, pudiendo disponer libremente del resto del tiempo… Por lo tanto, el sábado 17 entré en franco a las 12… Para movilizarme disponía de la bicicleta del cura, cuyo uso me autorizó…

Estaba de franco, pero me quedé en la casa hasta la noche en que fui al pueblo y me encontré con mis camaradas y hablé por teléfono a mi casa… Jugué al pool, tomé cerveza, escuché música y hablé boludeces con mis compañeros… A las cuatro volví a mi “nuevo cuartel”… Del cura no supe nada hasta el día siguiente a las once y media de la mañana en que casi simultáneamente nos encontramos en la cocina… El estaba invitado a almorzar en la casa de un Capitán y yo comería lo que Delia, amablemente, me había dejado preparado… Casi hacía vida de hogar… Por la tarde vi unas películas en la videocasetera y, también, estuve corriendo un poco por los alrededores…

Algo mas… En la cama, acariciando pensamientos que no voy a contar, me sacudí una paja furibunda, cuidando de no salpicar nada… Ah, quedé mas livianito que una pluma…

Cerca de las 6 reapareció el Reverendo… Estaba mas cordial que de costumbre… Le preparé un te y yo me serví un vaso de gaseosa… Nos sentamos a la mesa como viejos conocidos… Yo tenía en claro cuáles eran mi limitaciones con él… No dejaba de tener en cuenta que él era quien cortaba el bacalao y que yo era un soldado a sus órdenes… El Padre hablaba y hablaba… Hablaba de la diferencia de vivir en Martínez, de donde él era, y de vivir en un lugar donde el Diablo perdió el poncho… Recordó los años que había estado en Roma y su paso por un par unidades militares… El Padre era un hombre de mundo y, aparentemente, le gustaba la buena vida…

En un punto de la conversación me sorprendió con una pregunta… Quería saber lo que yo estaría dispuesto a hacer para poner contento y feliz a un cura que era “mas buenito que el dulce de leche”…

-       Depende de lo que el cura quiera que haga… -respondí…

-       Buena observación la tuya… Me había olvidado que estaba hablando con un abogado y pensaba solo en el amigo…

-       Un amigo puede perfectamente bien ser abogado…

-       Desde luego, lo difícil es que el abogado sea amigo…

-       ¿La regla vale igual para el caso de un cura?...

-       El Sacerdocio es un Apostalado…

-       Yo aspiro a ser un Apóstol del Derecho…

-       Tenés uñas para guitarrero…

-       …y para rascarme…

-       Me gusta dialogar con vos…

-       Lo mismo digo…

-       Bueno, hagamos a un lado todas estas cuestiones semánticas y vayamos al grano… ¿Qué era lo que me habías preguntado?...

-       Yo no le había preguntado nada… Ante una pregunta suya, lo que dije fue que “mi conducta dependía de lo que quisiera el cura”… Solo conociendo la querencia del cura puede contestar… De lo contrario haría una declaración in abstractum que podría ser lesiva a mis derechos e intereses… Véase el caso teórico de que el cura pretendiera que me descerraje un tiro en la cien… Si yo contestara, sin conocer la pretensión, que “haría lo que el cura quisiera”, no me quedaría otra alternativa que suicidarme… De todas maneras, si no se me quiere informar sobre las querencias del cuya, puedo dar una respuesta a la pregunta…

-       Aplausos… Doctor, deja usted sin palabras a un cura hablador…

-       No creo que sea para tanto…

-       En cierta medida lo es… Me dejas sin palabras, pero con mucha curiosidad… ¿Cuál es la respuesta que puedes dar sin que se aclaren, como dices, “las querencias del cura”?...

-       Muy sencilla, una respuesta condicionada… Por ejemplo, “todo lo que el cura Dulce de Leche quiera, hasta el máximo de mis fuerzas y posibilidades, en tanto y cuanto no impliquen acciones cuyos efectos sean fácticamente irretrotraibles”…

-       Astutísimo… No creo que en todo el Cuartel haya un conscripto más lúcido que vos… Me felicito por haberte elegido…

-       Agradezco el elogio y ahora dígame que es lo que quiere el cura Dulce de Leche, así le contesto y hacemos esto un poquito mas corto que el Concilio de Bizancio…

El Padre Daniel se quedó mirándome… Su actitud era la de un jugador que debe arriesgar algo importante y no quiere perder, porque sabe que eso no lo va a liquidar, pero le puede hacer pasar dificultades… No duda, busca el momento en que su golpe sea mas certero… Un no se qué me inducía a suponer cuál sería la respuesta y me preparaba para recibirla, sin descuidar otras posibilidades… Al final de su tiempo, golpeó:

-       Sexo…

Era lo que yo suponía… En el Cuartel, varios Colimbas se había ofrecido para sustituir a Manuela y algo mas… Por razones de elementar prudencia, yo había preferido mantenerme al margen de esos arbitrios… La condición fundamental que debe satisfacer quien se mete a un pozo esa saber de qué modo se sale… Yo no sabía ni cómo era el pozo de la fortuna al que me invitaban ni cómo se salía de él… Por lo tanto, era más prudente mantenerse afuera… Las invitaciones no eran inocentes… Miren esta fotografía y sabrán por qué digo esto:

En el caso de mis compañeros de desventura, tenía en claro que sus invitaciones eran con conocimiento de causa… Mas de una vez me había visto, sino así, en circunstancias muy parecidas que dejaban al descubierto mis atributos… Pero, en el caso del Padre Daniel, los hechos decían que todo había sido obra del azar… ¿O no?... Esto es otra historia… Ahora quiero seguir con la respuesta del Padre… Manteniendo mi serenidad e induciéndolo al Reverendo a no perder la calma (debía, con todo, ser un momento difícil para él), dije…

-       La respuesta aclara un poco el panorama y es una orientación valiosa; pero, siembra algunas dudas que no son de menor valía y que es imprescindible esclarecerlas antes de proporcionar cualquier respuesta, a propósito de evitar que se de el caso de que alguien pueda ir por lana y termine trasquilado… Usted sabe Padre que las sorpresas no siempre son gratas… ¿Se me entiende lo que quiero decir?...

-       Como no se te va a entender si sos mas claro que el agua clara… Decime cuáles con tus dudas y, si puedo, te las aclaro…

-       El suyo, Padre, es un planteo que no favorece la economía en el procedimiento… Hagamos al revés, explíqueme las particularidades de la querencia de sexo del cura Dulce de Leche y, a partir de allí, seguimos con la historia… ¿No le parece mas breve el trámite?...

El Reverendo, presumo, debió percibir que de mi parte no existían posiciones obstruccionistas ni reacias al diálogo y al buen entendimiento, y, girando 180° en su estrategia, opto por un procedimiento directo que no le garantizaba nada, pero, tampoco le auguraba situaciones adversas indeseables… Todo lo mas que podía cosechar sería algún “no” y punto… No se produciría ninguna derivación negativa… Respondió a mi invitación diciendo…

-       Si de esclarecer se trata, vamos a esclarecer hasta que no quede sombra alguna que perturbe… Empecemos por lo primero… “El cura Dulce de Leche”, como vos decis, soy yo y lo que pretendo es que nosotros tengamos sexo… ¿Esta claro?...

-       Está claro, pero faltan blanquear algunos detalles… Uno, ¿qué rol pretende que cumpla yo?... Dos, ¿cuáles serían las pautas rectoras de un posible trato?...

-       Vos tendrías el rol activo, te lo mereces, y yo el pasivo… En cuanto a los término de un trato, se me ocurre que ellos se podrían ir delineando sobre la marcha y partiendo de la base que ninguno de los dos pretende abusar del otro…

-       Me parece correcta su postura y me comprometo a hacer lo que haya que hacer, dentro de estos términos, para que el cura Dulce de Leche se ponga contento y sea feliz… Cabe ahora preguntar, ¿qué es lo que el cura Dulce de Leche está dispuesto a hacer para que el soldadito Esteban se sienta contento y sea feliz?…

-       Ahí si que me sonaste, porque no se que es lo que te puede poner contento y hacer feliz…

-       Se lo digo… Es algo baratito, que usted reconozca expresamente que cuando un cura y un abogado actúan de buena fe, se convierten en Apóstoles y como buenos amigos pueden concertar acuerdos justos y mas que beneficiosos…

-       Me estás dando clase, mocoso; pero, tenés toda la razón de mundo… Lo reconozco plenamente y sin reserva alguna…

-       No se inquiete Padre que dentro de un rato, cuando usted disponga, le voy a dar algo que lo va a entretener mas…

A todo esto, se había hecho cerca de las 8 de la noche, le consulté al Padre si quería que me ocupara de la cena… Prestó su consentimiento y se fue para el lado de su dormitorio…

Lo que tenía que hacer era sencillito… Poner la mesa y calentar la comida que dejó preparada Delia… Ya me habían explicado que de ordinario se comía en la cocina-comedor… Solo cuando el Padre recibía a “personas importantes” se abría el comedor principal… Lo que había para comer era carne al horno con papas… Estaba en un recipiente de vidrio y debía calentarse a temperatura moderada durante 15 minutos… El pan se sacaba del freezer, se pasaba por el microondas y, finalmente, 5’ en el horno convencional…

Hecho todo esto y puesta la mesa, lo llame al Reverendo a cenar… Apareció bañado y luciendo una bata que no era de esas que se compran en liquidación a todo por 9,90… Yo no lucía como él, pero estaba prolijito… La verdad, era un gusto verlo comer… Lo observaba para aprender… Cómo manejar los cubiertos, qué hacer con la servilleta, cómo tomar la bebida, dónde apoyar los brazos… ¡Gente fina es otra cosa!... Este era fino en serio… Ningún amaneramiento ridículo…

Anteriormente, cuando estuvimos debatiendo nuestro acuerdo, el Padre, al señalarme que mi rol sería de activo, destacó algo que me llamó la atención, dijo “te lo mereces”… No me quedaba bien en claro por qué él me decía que me lo merecía, a título de qué… Aprovechando que el clima de la cena era muy agradable, le pregunté, poniendo mi mejor cara de angelito…

-       Padre, si me permite, me gustaría saber por qué cuando me señaló que mi rol sería de activo, añadió el comentario de que “me lo merecía”… ¿Por qué me lo merecía?…

-        A vos si que no se te escapa una… Vamos a explicarte por qué lo dije de manera que no te quede la menor dudas de que es así... Cómo no será extraña a tu perspicacia de eximio abogado en ciernes, mi afición por los efebos no es cosa que me haya nacido ayer… La vengo trayendo conmigo desde hace décadas, desde mis tiempos de seminarista… Siempre me las ingenié para satisfacer mis inquietudes de la manera mas segura y decorosa posible, y sobre todo sin hacer mal a nadie… Cuando llegué a estos lares, hace ya catorce años, se me ocurrió el ardid de buscar un chofer eficiente que me llevara a todas partes, inclusive “al cielo”… No era fácil seleccionarlo y dar justo con el adecuado… Entendí que dónde podía apreciar mejor a los candidatos era en el baño, cuando se estaban duchando… Y así fue que un día me presenté en Cuartel y un Sargento me acompañó a las duchas… Me bastó una rápida mirada para detectar los posible candidatos… Esperé a que terminaran con el aseo y luego se preguntó quién sabía conducir automóvil… En ese entonces, tenía una camioneta IKA… Se formó un grupo de 11 ó 12 aspirantes y les tomé examen a cada uno… Me quedé con uno que había fichado en la ducha, que, por otra parte era uno de los dos que mejor manejaban… Esa fue una ayudita del Señor para que no me quedara cargo de conciencia… Ese joven se llama Eusebio… Me asistió eficazmente a lo largo de un año… Me resultó tan bueno que trabamos una amistad muy grande que continuo en años posteriores hasta el presente, porque no se fue del Regimiento, sino que se enganchó… Es el Sargento que me asesoró para que te eligiera a vos, de modo que pareciera que era obra del azar… Ya había hecho lo mismo 12 veces antes… En ninguna falló… Quizás sea porque ni él ni yo queremos perjudicar a nadie…

-       ¿Y que pasa ahora con el Sargento?...

-       No pasada nada… A los 24 años se casó, trajo su mujer aquí, tiene cuatro hijos varones a quienes bautice, está buscando la chancleta, en la época de veda de cada embarazo viene en demanda de ayuda… Es un buen hombre y un gran amigo…

-       Ahora soy yo el que lo felicita… Supo armar el paraíso… Espero que ahora que me toca a mi, las cosas marchen igual…

-       Todo depende de nuestra buena voluntad…

Después de cenar me invitó a tomar un cognac y fumar un puro en la recepción… El cognac lo acepté y decliné el puro… No fumaba y hasta el día de hoy sigo sin fumar… Hablamos de varios temas y me prometió su ayuda para encontrarme con los libros que necesita para continuar allí mis estudios… También me prometió organizar las cosas de manera que yo tuviera seguro un cierto número de horas con esta finalidad… Cuando la sobremesa estaba por exceder su tiempo razonable, me preguntó que me parecía si la continuábamos en su dormitorio… Le expresé mi complacencia, no  sin advertirle que en la materia que íbamos a tratar mi experiencia era igual a cero, pues las pocas aventuras que tenía en mi haber habían sido con damas… Con su estilo, preciso y cálido, observó:

-       La experiencia se tiene y, cuando no se tiene, se hace… No conozco ningún caso de experiencia congénita…

Una vez entrados en su dormitorio, que lo era con todas las de la ley, procedimos a desvestirnos… Así, el Padre tuvo ocasión de ver al natural mi anatomía y yo la suya… La mía ustedes ya la conocen por anterior aporte fotográfico; la del Padre Daniel es como la muestra esta imagen tomada por un chofer que me precedió en las tareas asistenciales y de apoyo que le presté al cura y que tenía buena mano para la fotografía… Yo la retoqué un poquitín con criterio jurídico para eludir posibles demandas… Véanla…

Ahora, pónganse en las medias (la única prenda de vestir que yo llevaba puestas) del joven de apenas 18 años y unos pocos meses que era yo en ese entonces frente al cinemascópico espectáculo de semejante ojete… Si me dicen que no se les frunce el culo, no les creo… Imposible que alguien en la plena posesión de sus facultades y atributos físicos y mentales no experimente sensaciones de derretimiento, sudoración, taquicardia, espasmos genitales, contracción anal, etc., porque ese orto, así como se veía, perpetraba impunemente el delito puntualizado en el Código Penal como “incitación a la violencia”…

Como resultado de la educación que me inculcaron mis padres, siempre fue rasgo dominante de mi personalidad la templanza que, sobretodo significa equilibrio, contención, mesura ante la tentación de los placeres y, en especial, los de la carne… Pués bien, ahí, con el curita Dulce de Leche en pelotas, delante de mí, la templanza se me fue al carajo y me dispuse a hacer todo lo que mis fantasías teóricas me habían enseñado…

Felizmente, el Padre Daniel con su vasta experiencia aplicó sabiamente las medidas que se debían aplicar para encausar el poder de mis fuerzas (y las suyas), haciéndolas converger en el canal apropiado a la substanciación de las mieles de la dicha y el placer…

No creo exagerar si digo que, al verme tal cual soy y, en especial, al comprobar que el sargento Eusebio no había exagerado en lo más mínimo acerca del tamaño de mi palanca, el Padre Daniel sintió que la boca se le hacía agua y el upite caramelo, pues se me acercó decidido para palpar lo que sus ojos y su olfato le estaban inequívocamente señalando:

-       ¡Pichón, qué pedazo de pija tenés!... Nunca había visto nada igual… Ya lo estoy sacando del primer puesto de ranking a José y te estoy poniendo a vos con todos los honores…

No debí haberlo hecho, pero lo hice, le pregunté:

-       ¿Quién es José?...

-       Uno que me la puso y se fue… Ahora, con vos a la cabeza, pasa al segundo puesto… ¡Te felicito!...

… y mientras me decía esto, de parado, empezó a sobármela con mano maestra…  Antes de llegar a esa instancia, mis pensamientos, deseos, fantasías, concreciones y todo lo que compuso, llamémosle, “mi vida sexual” no incluían la intervención de otras personas que no fueran mujeres… Eso no se debía a una actitud discriminatoria de otros posibles candidatos, sino a simple ignorancia… No voy a alegar que nunca había oído hablar de hombres putos, porque estaría mintiendo… Lo que digo es que mi entendimiento no  reconocía a otros actores como piezas del juego sexual… Es como cuando una hoja de cálculo, no reconoce a un número, porque la celda está formateada para otra cosa… ¿Se entiende?...

A mi me bastó que el Padre Daniel, un puto, un gran puto, un puto divino, me agarrara la verga y me la sobara, de parado, un ratito, para que se la celda se me formateara y la hoja de cálculo reconociera que ese: era un número UNO, así, con mayúscula…

Recuerdo patente que siempre me decía, con su voz ligeramente aflautada, que le iba a sacar una buena foto a mi pija para ponerla en un marco adecuado que exaltara su grandiosidad para colgarlo en su dormitorio y así poder contemplarla todos los santos días, para recreo de sus ojos y nostalgia de su culo cuando yo ya no fuera sus chofer: el mejor de todos  … A pesar de que fueron unas cuantas las fotografías que me tomó, en pelotas y en acción, nunca cristalizó sus promesa enmarcatoria… En su nombre, virtualmente, con una imagen de esos tiempo, cumplí su promesa…

Me sacó muchas fotos, cuyo revelado confiaba al sargento Eusebio que era un loco de la fotografía… Hacían buena dupla los dos… Y creo que no la enmarcó, porque en aquel entonces no existía el arbitrio del “enmarcado virtual”, como el que hice yo y no quedaba otra que ir a un taller de marcos para hacerlo… ¿Y qué iba a hacer el cura?... Ir a un taller de marcos y decirle al dueño: “Señor, aquí tengo la foto de la poronga de un pibe que me rompe el culo, quiero que me la enmarque”… No… Lo que podía hacer el cura era confiar en la Divina Providencia y confió… Y la Divina Providencia, con alguna justificada demora cumplió… ¿O no?... ¿Qué dice la barra?...

La cuestión fue que ese día domingo 18 de febrero de febrero de 1991, el Padre Daniel y yo comenzamos un “romance con fecha de vencimiento”: la de mi baja en las Fuerzas Armadas… El día de mi “debut” fue para el Padre fue una “rentrée”,  un regreso a la escuela del alegre maestro que siempre estaba dispuesto “a poner el cero” para divertir a sus pupilos… Ese día, nuestros desempeños, el del Padre y el mío, no fueron de los mas brillantes… La verdad fue que, después de habérmela sobado y mamado muy eficazmente, yo tenía un miedo bárbaro de metérsela por temor a desfondarlo… En mi cabeza repicaban las palabras de una niña a quien no hacía mucho atrás había tratado de hacer feliz: “pará hijo de puta, me vas a romper toda con esa pija de mierda”… La niña, que seguramente había sido educada en el Colegio de Monjas Francesas “Soeurs du Petit Vagin”, expresaba sus temores de que con mi herramienta pecatorum deteriorara la integridad de su apreciada vulva… Yo tenía plena conciencia de que eso no era tan disparatado… En ninguna de mis lides amorosas el tamaño había dejado de ser, cuanto menos, una preocupación… Y si lo era así para las vaginas, que se podía esperar en el caso del culito del Padre Daniel, cuyas virtudes y propiedades me eran del todo desconocidas…

Pero, el Padre Daniel como resultado de un empeñoso trabajo de años y años de muy pacientes operativos dilatadores, en los cuales tengo a fe de veraz que supo gastar herramientas que se preciaban de ser muy de buen cuño y la mas empinada envergadura, había logrado perfeccionar un culo de características excepcionales; a punto tal que bien podía figurar con todos los honores en la internacionalmente  muy famosa Kulgaleriem del renombrado Barón germano Otto von Kulenberguem, en la baja Baviera, que no conozco, pero algún día conoceré, cuando la voluntad divina juzgue llegado el momento de que abreve toda la sabiduría que allí se encierra…

He aquí la pertinente imagen…

Tuvieron que desfilar no pocos soldados muy bien armados y siempre imbuidos del propósito de Servir a la  Patria para que el Padre alcanzara el objetivo que quería y al fin lo logró… ¡El orto le quedo hecho una pinturita!... ¿Hay quien lo niegue?

Si bien el grado de apertura que presentaba la cola del Reverendo despejaba mis dudas acerca de que si le entraría o no mi poronga, que en esos instantes decisivos alcanzaba los rigores de una perfectísima erección, lo que no me quedaba muy claro era si me podía mandar a fondo sin cometer alguna cagada que no lo dejara cagar por algún tiempo… Todos comprenderán que no es joda enterrar un aparato que modestamente supera las 10 pulgadas de longitud… Piensen que el común de los mortales cuenta con dispositivos que no superan las 5 ó 6 pulgadas y que pequeñas sobrecargas a esas medidas generan expresiones quejumbrosos en el universo de usuarias y usuarios…  Por eso, a pesar de las poderosas ganas que tenía de entrar a sangre y fuego, supe contenerme y avanzar con cautela… Al fin de cuentas hasta los mas arrebatados terminan sosteniendo que “despacito es mejor”, tanto para el que da como para el que recibe y, en caso de un barquinazo nadie sale lastimado…

Demás está decir que el Padre Daniel era un experto que se las conocía todas… Cuando se posicionó en la cama para recibir la bendición, lo hizo de modo que a mi no me representó ninguna dificultad mandársela a guardar… La siguiente fotografía que no corresponde a esa fecha, pero que coincide con la situación, muestra las circunstancias del evento… Véanla:

El padre supo tener las precauciones de, primero, preparar la cancha de modo tal que quedase limpia de toda posible contrariedad, me entienden, ¿verdad?, y, segundo, lubricarla  adecuadamente para que las cosas entraran como por un tubo… Y así fue… Pasito a paso, yo tenía la dicha de ver cómo mi verga se adentraba en las entrañas del cura y se hacía prisionera de sus fuertes pulsaciones, deparándome sensaciones que recorrían todo me ser… Les aseguro que una cosa es contarlo y otra mucho mejor estar ahí, como quien dice, machacando… Los momentos que vivía el Padre Daniel se reflejaban en sus gemidos de gozos, sus frases entrecortadas, reveladoras de que no le estaba tocado el punto “G”, sino todo el abecedario completo… Me exigía perentoriamente que le sacudiera “unos pijazos bien fuertes” porque quería “sentirme, sentir al machito que soy”… Este excitante discurso me trastornaba, incitándome a romperle el culo en dos mitades, cada vez con mas fuerza, loco, loco, loco… No tenía idea ni conciencia de los resortes que yo estaba movilizando y los movilicé con tanto furor que así llegué al punto en que los resortes dijeron “basta” y expulsaron rabiosamente hasta la última gotita de leche almacenada en mis huevos…

A esta altura del debate, el Padre Daniel estaba a punto de entrar en coma, después de habérsela  comido toda, porque justo es decirlo le entro toda entera como no creí que le fuera a entrar… En medio del furor de la acabada, escuchaba una voz desesperada repitiéndome: “Acabá por favor, acabá, que no aguanto mas; me vas a matar, me estás reventando el culo”… Era la voz del Padre suplicándome que finalizara mi deliciosa tortura… No acabé porque quise… Acabé porque la presión que le metí a la cosa hizo que la cosa reventara como un tsunami…

Tanto al Padre como a mi nos costó reaccionar; pero, al final reaccionamos… Eran ya casi las doce de la noche… Al día siguiente debíamos madrugar… Yo a las seis y media, para estar a disposición de mi Jefe a la 7… El Reverendo, no se para qué, pero también se levantaba temprano… Muy temprano… El decía que a las 6 oficiaba su Misa diaria… Debía ser así… Personalmente y por una cuestión de cortesía me comprometí a asistir solo los domingos, a las 11 de mañana, en otra capilla que estaba cerca de la Ruta 3…

El caso es que dejé raudamente la habitación del cura, me di un baño y me acosté… A las seis treinta, el timbrazo de Delia me puso en pie… Curiosamente me sentía mas ágil… A las siete, cuando me desayunaba, el Padre me informó que a las nueve saldríamos para el Cuartel… Aproveché el intervalo para dar unas vueltas en bicicleta… El Reverendo también tenía una moto, una Harley Davidson del año ‘80… Estaba impecable… Desde el primer momento que la vi le tuve una ganas tremendas de pedírsela prestada, pero entendía que eso podía hacerlo con la bici, no así la moto… Por lo tanto las ganas me las guardaba en la cartera… Aquí se la ve, parada frente a la cochera…

A las nueve en punto partimos para el Cuartel… Debía entrevistarse con un oficial… Estuvo dos horas reunido y yo, juntando orina…  En el regimiento no me aburría… Anduve por la cantina y otros puntos interesantes… Un flaco narigón, con cara de hijo de puta, me preguntó si me lo movía a la cura… La pregunta no me la hizo a solas, había otros colimbas delante; si lo negaba, mi negativa no iba a anular la sospecha… Opté por algo mas efectivo: negar afirmando… “Ojala, Dios te oiga, viste el culito que tiene, está para darle unos guascazos; pero no se si tendré oportunidad, me parece que el guacho se mueve a una de por ahí. Por las dudas estoy atento y cualquier cosa: te invito”… Lo de la invitación lo dejaba mal parado ante su auditorio, por lo que reaccionó enseguida: “rajá, la carne de chancho no me gusta”… Para darle el golpe de gracia rematé: “Disculpá, me olvide que andabas de novio con Manuelita”… Los colimbas se le cagaban de risa y le sumaban cargadas…

Volví a la camioneta y en unos minutos mas partimos… Sin apurar la marcha, al toque llegamos a la casa… Una vez llegados, el cura me mando a la casa de un Oficial que también era abogado… La esposa me iba a atender… Estaba advertida de que yo necesitaba algunos libros de Derecho… Fui como bala y me encontré con una Biblioteca fenomenal… La señora también era abogada… Yo tenía rendidas tres materias del CBC, Introducción al Pensamiento Científico, Derecho y Ciencia Política… Me quedaban otras tres, Economía, Sociología  e Introducción al Conocimiento del la Sociedad y el Estado… Me conformaba con empezar a preparar las dos primeras… De mi casa me iban a mandar por correo todos los apuntes que tenía… La señora del Oficial, cuyo nombre es María Cecilia, me facilitó unos libros y prometió conseguirme otros… Además, se ofreció para orientarme… Había sido Ayudante Diplomada en una de las Cátedras de Economía y me impresionó como una mina que no se chupaba el dedo…

Resumen: mañana muy productiva, almuerzo cordial y una corta siesta, en la cual no dormí, pero si descansé y pensé…

¿En qué pensé?... Válgame Dios, pensé en el cura… Si… Resulta que yo era y soy un tipo para quien la franela y todo eso que adorna un buen coito es algo de vital importancia… Para mi, equivocado o no, si no se franelea antes, durante y después del polvo: no se coge, solo se ejecuta una acción similar a tocar un timbre o meter una llave en una cerradura… Lo otro es lo verdaderamente importante… Ahora bien, a mi no me disgutaba un poco de franela con el Padre Daniel… Además del lindo culo que le mencioné al narigón, era un tipo agradable… La cuestión pasaba, entonces, por si a él le gustaría la franela, los mimos y todo ese boludeo procalentamiento… Eso era algo que yo debía averiguar y entré a barajar las posibles formas de hacerlo…

Así las cosas, como el Padre decidió salir solo, con el permiso de Delia, me puse a tomar mate en el comedor de diario y a leer algo del material que me facilitara María Cecilia… La hora se me pasó volando; enseguida se hicieron las siete y media y a esa hora regreso el Reverendo… Quería hablar conmigo y me llevó a su Biblioteca… Quería brindarme alguna precisiones acerca de lo que serían, en lo sucesivo, mis horarios, de modo que me pudiera organizar para poder estudiar y hacer también todo lo otro que tenía que hacer… El Padre no era para nada descuidado… No solo lo veía en cómo actuaba conmigo, sino en como actuaba con todos… Si algo se podía decir de él es que era “irreprochable”… Además, siempre estaba de buen humor… Mas de una vez lo descubrí haciendo cosas, como lavar la moto, y al mismo tiempo que hacía eso silbaba o cantaba…

De la información que me dio el cura, resultó que yo iba a tener por día unas cuantas horas como para estudiar… Además, me prometió que haría poner un calefactor en mi cuarto para el invierno, que en la región era muy crudo… De sexo no dijo nada…

La cena se servía a los ocho y media, porque una hora después, Delia se retiraba… Trabajaba de seis y media a una y media y de siete a nueve y media, y sus francos eran iguales a los míos: medio sábado y el domingo…

Ese lunes la cena se sirvió dentro del horario y a las nueve y media, el Padre y yo quedamos solos en la casa… Después de la cena, se fue a la Biblioteca y al hacerlo se despidió diciéndome “Buenas Noches” y recomendándome que cuando me fuera a dormir apagara las luces… Así hice, terminé de mirar la TV, apagué la luz y me fui a dormir… Antes de dormirme leí un rato… Me dormí de un tirón hasta el timbrazo de Delia…

El martes, mas o menos, replicó al lunes… Como el día anterior, después de cenar me fui a dormir… Me preguntaba si el Padre habría quedado conforme con la sacudida del domingo… Yo no quería preguntarle nada… El no me decía nada… Como si lo sucedido no hubiera acontecido… Me resigné a esperar… Por lo demás, todo fantástico, superbien…   En los momentos en que estábamos juntos teníamos un diálogo fluido y ameno… El Padre era un hombre de mundo y era imposible no sentirse a gusto con él…

Así llegamos al miércoles por la noche… Después de cenar, el Padre me invito a tomar un “drink” en la recepción del chalet… La recepción del chalet era un lindo lugar… Para mi gusto, un poco frío con tanta piedra… Según me dijeron fue idea de la mujer de un Coronel que después fue General y tuvo un cargo altísimo en tiempos de Onganía… Aquí les muestro una de las fotografía que conservo:

Como el domingo, me sirvió un cognac y él, además, encendió uno de sus habanos… Evidentemente, necesitaba entonarse un poco para arrancar… Como se sentó en el sillón grande y yo en uno de los chicos, después de unos tragos y sin pedir permiso me mude a su sillón y me senté pegadito a su lado, como quien va por mas… Como no hubo ni un atisbo de queja o desagrado, también sin pedir permiso, pasé mi brazo derecho sobre sus hombros y atrayéndolo hacía mí, le susurré al oído que “no estaría mal irse a la cama rapidito y calentarla como corresponde”… La idea le gustó…

-          Lo que usted disponga, mi General –acotó…

-        Yo “disporongo” lo que a usted le resulte mas placentero, Soldado –repliqué…

Al Padre le gustó muchísimo el modo mío de encarar las cosas, quitándole toda seriedad… En dos tragos mas yo agoté mi copa de cognac; pero lo que nos retenía no era el cognac, sino el habano… Para que se notificara que yo quería  que la cortara con el pucho, le pregunté si era “LD”… No pescó la indirecta y me contestó que eran “Partagas”, creyendo que yo preguntaba por la marca… Le aclaré que yo preguntaba si eran LD, larga duración, no la marca… Ahí cayó y dijo si son un clavo y lo apagó, diciendo “después lo sigo”… Ahí si, rapidito nos fuimos al dormitorio… Como fui mas ligero que él para ponerme en bolas, ocupe el lado derecho de la cama y con eso le mandé un mensajito silencioso: “vamos a franelear un poco”… Tal como estaban las cosas, tenía que meterse en la cama, taparse y apagar la luz… Cumplidas que fueron todas es diligencia lo urgí a que me permitiera pasar mi brazo izquierdo por debajo de su cuerpo… Facilitó la operación y cruzó su brazo derecho tras mi cuello… La cosa iba muy bien… Comencé a apretarlo… Como si lo tuviera pensado, me dijo:

-        Esteban, cuando estamos solos decime Daniel , Dany  o como quieras llamarme; pero no me llames Padre,  suena muy serio y me quita las ganas…

-        Muy bien, como vos ordeñes… Y hablando de ordeñar, hoy me vas a ordeñar un poquito…

-        Si, te voy a ordeñar como a vos te gusta…

Cuando me dijo esto, sin darle tiempo a nada, lo agarré no muy bruscamente de la mandíbula y le encajé un beso… Fue como un examen para ver que pasaba… No se esperaba para nada que yo hiciera eso y, menos, que le dijera “Gracias, sos un divino”, algo que me salió del alma, como me salían y me siguen saliendo, a Dios gracias, muchas cosas…

Después de esto sentí que se aferraba a mí con mas fuerza y eso me indicó que le metiera para adelante y sin demora empecé a chuponearlo como a mi me gusta hacerlo y a recorrer toda la geografía de su cuerpo y, en particular, la zona de las altas cumbres que formaban sus nalguitas preciosas… Semejantes inyecciones de pasión lo prendieron fuego a Daniel… Apenas si me la mamó un par de minutos… Quería desesperadamente que le hiciera el orto, que lo llenara… Necesitaba sentir mi verga dentro suyo, tanto como yo necesitaba meterme dentro de sus entrañas… Levantó bien el culito para que se la metiera y cuando la tuvo bien, bien adentro., hasta los huevos, nos tendimos sobre la cama, yo arriba de él, lo abracé con toda la fuerza de mis brazos que no es poca y le di, le dí y le dí hasta que el culo se le abrió como una flor… Doy fe que ese culo, así abierto, era mejor que cualquier de las conchitas que había tenido a mi disposición anteriormente, que si bien no eran muchas, contaban con un bill de preferencia indiscutible…

Sus gemidos, sus palabras, sus movimientos, todo, concurría a exaltar al máximo posible la locura que yo vivía en esos momentos… El oír que me pedía que, por favor, lo cogiera siempre era para mí algo conmovedor, alucinante, algo que despertaba profundos sentimientos y me arrastraba como un torbellino incontenible… “Si, papito, si, te voy a coger siempre, siempre” le decía y mientras se lo decía, no se por qué lo besaba y lo mordía…

No quiero alardear de presumido, pero tengo la fundada sospecha de que, hasta esa noche, nadie lo había garchado como lo estaba  garchando yo:  con alma y vida… El culo se le había abierto tanto  que soportaba que le sacara y le metiera mis 25 centímetros de pija como balas de ametralladora… Y lo más importante, las cosas que me decía y, en particular, cómo me las decía, con cuanta emoción, con cuanto embargo de sinceridad… “Nadie me ha cogido como vos”, “Esto es lo que necesito”, “Me haces vivir”, son algunas de las cosas que recuerdo haberle oído decir… Cada una actuaba sobre mi obligándome a redoblar mi entrega que era total… Porque así como el cura quería ser mío y me lo decía, yo quería ser suyo y estar dentro de su cuerpo, aún cuando no se lo dijera… No se lo decía, pero lo sentía y hasta ahora, muchos años después de esas experiencias, el recordar y revivir estos momentos hacen vibrar los vestigios supérstites de aquellas sensaciones que no esperaba experimentar y que el Padre Daniel me hizo experimentar, entregándose en cuerpo y alma a mis designios…

La acabada fue antológica…  Literalmente le llené el culo de leche  y como en uno de los rempujones finales no conseguí volvérsela a ensartar, mandé mi pija para arriba y le seguí regando leche por la espalda y las nalguitas… La exclamación de Daniel cuando el telón de esa fabulosa lechada bajó para poner punto final a la obra define integralmente lo que fue ese polvo: ¡Qué fierrazo me echaste pichón, me mataste!...

Muy lejos de mis intenciones estaba el matar a una criatura que se  estaba metiendo en mi corazón y a quien sinceramente quería hacerla feliz, porque por un misterioso fenómeno gemelo, su felicidad se retrataba en mi felicidad… La sensación que yo sentía en esos instantes era que había rosado el Cielos con las manos…

Permanecimos unos minutos mas en la cama, minutos que yo aproveché para abrazarlo, besarlo y hacerle todas esas cosas que me gustan hacer cuando quien está conmigo me satisface como me satisfacía Daniel… Creo que mi efusividad lo desbordaba, pero yo no estaba dispuesto a contenerme… No quería ponerle dique a mi afecto; sobre todo cuando, después, en presencia de terceros tenía que atenerme a formalidades que no era de mi agrado… Ahí, en el dormitorio: estaba a mis anchas, porque a diferencia de la recepción, que era un ambiente frío, el cuarto de Daniel tenía un no se que súper acogedor… Díganme si no es así…

Delia lo mantenía impecable… Siempre se ofrecía, también, para ocuparse de mi habitación, pero yo prefería no recargarla de trabajo… Al contrario, con ella procedía como con mi mamá, buscaba de aliviarle las faenas y ella me lo reconocía, repitiendo siempre: “Esteban es muy buen muchacho, el mejor de todos los que hemos tenido, lo vamos a extrañar mucho cuando se vaya”…

A veces, en tren de confidencia, cuando estábamos solos, Delia –que no me tuteaba- me decía: “Desde que está usted, el Padre se ha vuelto mas hogareño, no sale tanto de noche, habla mas, participa de las cosas de la casa y hasta se lo ve mas contento… Se ve que usted lo trata mejor… Los otros chóferes que tuvo no lo trataban mal, pero eran como indiferentes… Se metían en su cuarto y no salían… Yo tenía que hacerles todo… Y si no se iban por ahí y aparecían solo cuando el Padre los llamaba… Esta bien, ellos eran chóferes y no tenían otra obligación… Pero podían haber sido un poco mas amables… Con lo bueno que es el Padre y con todo lo que los favorecía… Se ve que usted, Esteban, ha sido criado de otra manera, por eso es así… Dios lo va a premiar… Cuídemelo  al Padre, que a usted lo quiere mucho…

Y yo se lo cuidaba… Los otros colimbas que le habían servido de chofer y que seguramente lo había macheteado, no debían haberlo conocido bien, en toda la dimensión de su personalidad… Si lo hubieran hecho, se hubiesen comportado como me comportaba yo…

Porque mi relación con el Padre no se circunscribía a la cama ni a los servicios de chofer que le prestaba; era más bien “una amistad profunda”, al menos así lo sentía yo y en el marco de esa amistad hablábamos de todo… De religión, de políticas, de economía, de deportes (yo, hincha de Boca; él, hincha de River), de todo… Su observaciones eran sorprendentes… Un día, hablando de curas del tercer mundo, de curas obreros, me dijo que “eran buenos muchachos, transparentes, pero que no iban a llegar a ninguna parte, porque a la Iglesia lo que hay que arreglarle es la cabeza y para eso hay que meterse en otras partes y no en la villas; así, lo que consiguen es hacerse echar antes de entrar”… Otro día me preguntó “si yo sabía lo que le daba a él”… Me desconcertó un poco… Pensé que quería que le dijera que “le daba pija”… Para no errarle, me quede callado… Él puntualizó: “me das estabilidad”… Y debía ser así, por eso Delia lo veía distinto… El efecto final de las cosas que uno hace no siempre lo conocemos de antemano…

Los polvos como el del miércoles se fueron repitiendo uno tras otros y, a decir verdad, cada vez nos gustaba mas hacer el amor, porque eso era lo que hacíamos: el amor, con todas sus letras… Recuerdo que a principios de mayo, tuvimos una semana medio complicada… El Padre estuvo muy atareado con sus ocupaciones… Temprano lo llevaba al Cuartel y lo iba a buscar al mediodía… Por la tarde recibía Oficiales y se encerraban en la biblioteca… A veces cenaba en la casa, otras en casas de otros Oficiales… Apenas si se teníamos tiempo para decirnos buenos días y  buenas noches… Yo esperaba que llegara el sábado para poder hacer algo… Tenía tremendas ganas de coger… Cuando llegó el sábado, me decepcionó… Me dijo que estaba invitado a una reunión en casa de un Coronel y me recomendó que me organizara para no quedarme en la casa encerrado… Así hice… Un poco después de que él se fuera a la reunión, yo partí para un boliche donde solían reunirse los colimbas que tenían franco… Había chicas y algún levante; pero eso no me atraía… Ya había estado con una, muy linda, pero mas boluda que un fútbol… Le eché un polvo y chau… Me quedé jugando al pool como hasta las tres de la mañana… No la pasé mal; pero, pensaba que la podía haber pasado mejor si Daniel no hubiese tenido esa puta reunión… El me calentaba en serio… La cuestión es que tres y algo de la madrugada, caminando, volví a casa… Hacía un frío de cagarse… Otro colimba caminó conmigo unas cuadras, pero después tomó para otro lado… Cuando llegue a casa, entré tratando de no hacer ruido… Por debajo de la puerta del dormitorio de Daniel se filtraba un hilo de luz… ¿Estaría despierto?... No sabía si golpear o no golpear… Tenía ganas de verlo… Calculaba que podía estar leyendo… Era cosa que hacía con frecuencia… Me animé y golpee despacito… En seguida respondió: “Adelante”… Entré… Si, estaba leyendo…

-          Hola… -me dijo…

-        Hola, ¿cómo te fue?...

-        Bien… Un poco plomo la gente, pero bien, me fue bien… Lo mejor de todo el asado…

-        ¿Comieron asado?...

-        Si, asó Eusebio… Cuando hay algo groso lo llaman a él… Tiene una mano bárbara…. ¿A vos cómo te fue?...

-        Bien, estuve en boliche jugando pool… Gané lo que consumí…

-        ¿Tenías plata?... Yo me olvidé preguntarte…

-        Si, tenía lo que me diste la semana pasada…

-        ¿Todavía tenés eso?... Sos codito de oro…

-        Y si no tengo en que gastar… Tirarla la plata, no la voy a tirar… Tengo lo de la semana pasada y algo mas…

-        De todas maneras, te dije que disponías de ciento cincuenta pesos por semana y tengo que cumplir…

-        Está bien… ¿Vas a seguir leyendo?...

-        Un ratito…

-        ¿No tenés ganas de hacer otra cosa?...

-        ¿Cómo qué?...

-        Como fabricar un sánguche de chorizo…

-        ¿Y cómo se hace eso?...

-        Muy fácil… Si no lo sabés, yo te enseño; pero, tenés que dejarme que me meta en la camita…

-        ¿Para hacer el sánguche?...

-        Si, para hacer el sánguche…

-        Me parece raro, pero, en fin, metete…

-        Bien, anda sacándote la ropita, así cuando te pongas a cocinar no te ensucias… Este plato se hace en bolas…

Obediente, el Padre comenzó a quitarse el pijama, mientras yo, rápidamente, me ponía en bolainas y me metía en la cama, y puntualizando que “lo primero que hay que hacer es calentar bien el hornito”, empezaba a sacudirle una serie de toqueteos y pellizcos que lo hacían mover como si estuviera bailando un mambo… A todo esto, en dos segundos, la verga se me puso recontra dura… Conseguí abrazarlo y con algunos certeros movimientos le calcé la pija entra las piernas, bien pegadita a sus huevitos y le ordené apretar con todas sus fuerzas… El Padre era delgado, pero tenía muy buenos muslos, recuerdo de sus épocas de futbolística que no eran muy lejanas… Cuando me apretó la pija, casi me la  inmovilizó… “El sanguchito de choricito bombón está listo,  vamos a degustarlo”, dije y arremetí con los besos y la franela, mi especialidad… En medio del torbellino que era yo en esos momentos, la voz del Padre se escuchó diciendo “choricito bombón será para vos, para mi que me lo tengo que tragar es una longaniza parrillera”…

-        No te quejes, mimoso, que te vas a volver viejo antes de tiempo… Cométela y sonreí… Al final no es tan grande que digamos…-

-        Eso lo decís por no te la ponen a vos…

-        Si querés, mi amorcito, no te  la pongo…

-        No, ponémela, pero no me tomes el pelo…

-        Muy bien… No le tomo el pelo… ¿Qué quiere que le tome?... ¿Quiere que le tome la tetita?...le pregunté…

Y al decirlo, me arquee para morderle unos de esos pezonzazos que tenía y que eran una locura… Me moría por mordérselos y chupárselos… Cuando se los lamía le temblaba todo….

Desde  que entré en el cuarto no habían pasado mas de veinte minutos y ya la atmósfera había cambiado… De  cálida pasó a maravillosamente caliente… Daniel era otro… Era alguien entregado, deseoso de gozar y hacer gozar, y yo lo mismo… Me sentía tan macho… Daniel me preguntaba:

-          ¿Qué me vas a hacer?...

-        ¿Yo?... Yo no le voy a hacer nada… ¿Usted quiere que yo le haga algo?...

-        Y… podría ser…

-        ¿Y qué quiere que le haga?...

-        No se, algo lindo…

-        ¿Algo lindo y fuerte?...

-        Si, bien fuerte…

-        Por casualidad, ¡usted no querrá que le abra el culito?...

-        ¡Ay si, qué  lindo!...

-        Y  cómo quiere que  se lo abra: ¿poquito?, ¿más o menos? o ¿mucho, mucho?...

-        Mucho, mucho…

-        Pero, mire que si se lo abro mucho, después no se va a poder sentar por un tiempito…

-        No importa, me quedo parado…

-        ¿Usted quiere que se lo abra con el dedo?...

-        ¿No tiene algo mas grande?...

-        Si, tengo; pero, no se si le va a gustar…

-        ¿Qué es?...

-        Mi pija, lo que ahora usted tiene entre las piernitas haciendo sanguchito…

-        No se si me va a entrar…

-        Eso déjelo por mi cuenta, yo le garantizo que se la hago tragar toda…

Imagínense este diálogo adobado con caricias, besitos, apretaditas, incursiones manuales por la zanja de culito buscando el agujerito y otras menudencias incendiarias… Daniel me hacía saber que tenía muchas ganas de que lo cogiera, que  quería tragarse toda mi poronga, que quería que lo hiciera gozar; que me daba su culito para que yo hiciera todo lo que quisiera con él… Todo eso no hacía mas que ponerme la pija más y más dura, y que las ganas de atravesarlo se me volvieran incontrolables… Para colmo, muy resuelto se desembarazo de mi poronga, que la tenía apretada entre las piernas, se reubicó en la cama y se aplicó a mamarmela con alma y vida… Cómo es que hice para no acabarle en la boca es algo que aún hoy no me explico… Quizá fue porque en otro de sus arrebatos me soltó la verga y se montó sobre ella, haciendo que le entrara toda entera en culo… Cuando Daniel se liberaba de todas sus inhibiciones se convertía en alguien fascinante, capaz de todas las más hermosas locuras que se puedan imaginar…

Yo lo ayudaba a liberarse y, de paso, me liberaba yo… En esos momentos no éramos un hombre de 42 años y un pibito de 18… Éramos dos locos de la guerra que jugábamos a ver quien de los dos hacía mas feliz al otro… Habíamos descubierto la clave que nos ponía más allá de todas las mezquindades que ensucian este mundo… No sentíamos vergüenza de que a él le gustara mi pija y de que a mi me volviera bobo su culo… Era lo mas natural y lo mejor de nuestro mundo, un mundo aparte… Un mundo feliz…

A los 42 años, casí 43, el dilatado culito del Padre Daniel era armadito y rozagante como el orto de un muchacho de 20… Para mi, verlo y que se me parara la verga eran la misma cosa… No era que estuviese obsesionado con la cola del reverendo; lo que estaba era embrujado por la perfección de sus formas, por la sensualidad que emanaba de su piel tersa, por la justa dureza de sus carnes… A lo largo de mi vida, y ya estoy en los 40 cumplidos, nunca vi otro traste que pueda igualarse al suyo…

Estas dos fotos se las tomé yo y las tengo por verdaderas creaciones artísticas, donde también tuvo su cuota de participación Eusebio, quien en materia fotográfica era todo un experto… Miren la primera de ellas…

El Reverendo era dueño de unos glúteos fenomenales… Bajo la sotana o el clerigemen no se notaban en absoluto… Tampoco cuando usaba los pantalones holgados que solía lucir… Solo se hacían evidentes cuando calzaba vaqueros, pero esto no era algo que hiciese con frecuencia… La mayor parte de las veces se producían cuando se asumía como motoquero... Por otra parte, el usar camperas de cuero y esas cosas hacían que la cola pasara desapercibida… Una cola realmente hermosa…

Creo oportuno precisar en este punto que, después de haber vivido todo lo que he vivido, prefiero mas un buen culo masculino, que un lindo culo femenino… Miren esta segunda foto y piensen en todo lo que se puede hacer con ella…  En todo lo que yo hice:

A medida que pasaba el tiempo, el vínculo que me unía al Padre Daniel se hacía cada vez mas estrecho, mas firme, mas natural, mas espontáneo… Yo cuidaba que nada trascendiera fuera de nosotros dos y lo lograba, para eso no hacía nada que pudiera levantar sospechas o dar lugar a malos entendidos… Ajustaba mi conducta a estrictas normas que alejaban dudas y afirmaban una sola cosa: que Daniel, era Padre Cura, inobjetable persona, y yo, un Soldado que le servía correctamente de chofer y nada mas…

El asunto cambiaba radicalmente cuando estábamos los dos a solas o en situaciones completamente homologables… En situaciones así, buenamente yo lo acosaba al Padre, no le daba respiro… Por ejemplo, yo iba a la biblioteca donde él estaba, en momentos en que Delia andaba dando vueltas por la casa haciendo sus cosas… Golpeaba la puerta como correspondía y me anunciaba… Una vez que era autorizado a entrar: entraba y cerraba la puerta… En voz alta como para que me escuchara medio mundo y con el debido respeto le preguntaba si me iba a necesitar… Se entiende: necesitar como chofer… Entre medio, como nadie me podía ver, me manoteaba el bulto y se lo ofrecía, me le acercaba, le daba un beso, le metía un dedo en la oreja, o, si estaba parado, me le ponía por detrás, lo abrazaba, se la arrimaba, le decía cosas excitantes en voz baja… Protestaba, pero, de últimas se moría de ganas de que yo le hiciera todas esas mimoseadas, esas travesuras, que nadie nunca antes le había hecho y me lo hacía saber: “nunca nadie me ha hecho todo lo que vos me haces”, me decía…

Yo me imaginaba que el Padre era una persona que se había quedado encerrada en alguna parte, no importa donde, a quien se la podía ayudar a salir, primero, con buen amor y, segundo, con los jueguitos del sexo y todas esas cosas que a él le gustaban y a mi terminaron gustándome más que a él… Porque mentiría descaradamente si dijera que me desagradaba encamarme con él o que lo garchaba por obligación… Absolutamente nada de eso…  Yo siempre andaba sin ver la hora de estar con él… Como ya dije, para mi, verle el culito y que se me parara la pija eran la misma cosa… Cuando nos metíamos en la cama, mi solaz era abrazarlo, besarlo, poseerlo por completo… Hacerlo mío…

Se llegó a plantear una situación increíble… Como comenté, los sábados a las 12 hs. y hasta el lunes a las 6, yo tenía franco… Eso significaba, ni mas ni menos, que podía hacer lo que quisiera: salir, quedarme, acostarme a dormir… En fin, lo que quisiera… Resulta que al Padre se le había metido en la cabeza que, si o si, yo tenía que salir a divertirme… Y, como un modo de obligarme a salir, él se inventaba salidas… Iba aquí, iba allá… Yo le decía que me quería quedar con él y él insistía que para eso teníamos toda la semana… Así fue que un sábado en que se repitió la misma escena, el dijo que lo habían invitado no se donde y yo dije que iba a ir al boliche… Resultado, el Padre salió a eso de las nueve menos cuarto… Yo estaba arreglado como para salir… Una vez que se fue el Padre, me desarregle y me metí en su cama, cuidando de apagar todas las luces… Me dormí un rato, no mas de una hora… La cama del Padre era un nidito… Antes de las once sentí ruidos… Estaba de vuelta… Me hice el dormido… No se que cara habrá puesto cuando encendió la luz de arriba… Con los ojos cerrados no podía ver, pero, detectaba los cambios de intensidad de la luminosidad ambiental… Se me hacía que había encendido su velador y apagado la araña… No podía imaginarme sus movimientos… En un momento dado le oí decir muy bajito, como si hablara solo y en realidad estaba hablando solo: “está profundamente dormido”… Me tenté, pero resistí… Por la forma suave y delicada con que abrió la cama y se acostó me dí cuenta de que tenía por cierto que yo estaba, como había dicho, “profundamente dormido”… Luego oí el “clic” del interruptor del velador… La había apagado… Entreabrí los ojos y estaba todo a oscuras… Los dejé abiertos… Por lo que podía apreciar en la penumbra, Daniel estaba acostado boca arriba; además, lo oía respirar… Esa no era su postura habitual… Como yo, él dormía volcado hacía la izquierda… Decidí esperar a que se diera vuelta para asaltarlo por la retaguardia; pero, pasaban los minutos y el campeón seguía boca arriba… Yo trataba de respirar como si estuviera dormido… Se me ocurrió hacer alguna cosa rara como si estuviera por despertarme… Tosí y carraspee… Resultó como una orden para que se diera vuelta y ahí nomás, ni bien se acomodó me le fui al humo, diciéndole “así te quería agarrar” y lo agarré como para que no se me escapara…

-          Ay, qué hacés, creí que estabas dormido…

-        Creyó mal… No estaba dormido… Estaba al acechó… Porque  soy el lobo feroz y me lo quiero comer…

-        ¿Me va a comer?...

-        Si, lo voy a comer…

-        Y con qué me va a comer, ¿con papas fritas o ensalada?...

-        Lo voy a comer con pija…

-        Ay, con pija, qué rico… Cómame ya mismo señor Lobo…

-        Ya mismo no porque usted se fue a cenar a lo de un milico amigo suyo y a mi me dejo solito…

-        Pero ya volví…

-        ¿Ya  volvió?... No me enteré, nadie me dijo nada… ¿Y que es lo que quiere?...

-        Quiero comer pija…

-        ¿Quiere comer pija?... ¿No le dieron bien de comer dónde fue a cenar?...

-        Si, me dieron bien de comer, pero no me dieron postre…

-        ¿Y quiere pija de postre?... Muy bien, como soy un lobo feroz buenito, buenito, le voy a dar un poquito de pija para que no se quede con el antojo; pero me tiene que prometer una cosa…

-        ¿Qué cosa?

-        Que los sábados, cuando yo le diga que quiero encamarme toda la noche con usted no se me va a escapar… Yo le prometo no echarle mas de cinco polvos…

-        Se lo prometo señor Lobo, como que soy un tierno corderito… Y si no cumplo, usted tendrá derecho a romperme el culo…

-        Un tierno corderito que se elige los castigos que mas le gustan… Está bien, pero antes de romperle el culito, cumpla o no cumpla la promesa, me tendrá que mamar bien pija…

-        Quédese tranquilo, señor Lobo, que yo se la mamo… Si quiere  empezamos ya…

Y empezamos la función… La teatralización nos sirvió para distendernos y cuando uno está distendido la sangre fluye mejor por los vasos, haciendo que todo el cuerpo se encuentre mas a tono, mejor predispuesto para lo que sea… En mi caso, cuando estoy distendido, relajado, mi sangre fluye y una buena parte de ella se almacena en el cuerpo cavernoso de mi verga confiriéndole un endurecimiento que ni les cuento… Un endurecimiento muy difícil de hacerlo retroceder… Solo un buen polvo o una paja machaza son capaces de atenuarlo…

El Padre y yo teníamos, recíprocamente, ganas de comernos, de devorarnos, de poseernos… En realidad lo que profundamente queríamos era fundirnos en uno solo… Necesitábamos desesperadamente el uno del otro… Después de la mamada de pija, que no tuvo desperdicio, nos trenzamos en una de besos que nos puso al borde de la locura total…

Después de la historia de besos que escribimos Daniel y yo  esa noches, así como en noches y días anteriores, y en todo el tiempo posterior que estuvimos juntos, mi conclusión es que no hay nada mejor que cavar un buen culo y, a continuación emborracharse a besos con el dueño de culo, si el dueño es como el Padre Daniel: irresistible… Sacia por completo esa sed que nos desespera y no sabemos definir… El Padre Daniel y yo no solo nos besábamos cuando estábamos solos en la cama, sino en todo momento y lugar en que las circunstancias nos lo permitían…

Una tarde en que seguramente no teníamos otra cosa que hacer, salimos a pasear en la camioneta buscando una gruta de la que le habían hablado al Padre… Salimos al tun-tun, porque las referencias que teníamos eran muy imprecisas… Recuerdo que tomamos un desvío en medio de una serranía y al cabo de menos de dos kilómetros, dimos con la gruta… Mas que gruta era una caverna y hasta se podía meter la camioneta, con solo despejar un poco la entrada… El espacio adentro era circular, con unos 40 m de diámetro y tenía piedras sueltas que bien podían usarse como bancos… Justamente en una de esas piedras nos sentamos con el Padre  y, como de costumbre, lo cogotee para darle un chuponcito, que se fue estirando y estirando hasta convertirse en una sesión de besos sin fin… El Padre me manoteo el bulto y como yo estaba al palo, me propuso una mamadita liviana como para despuntar el vicio… Lo demás fue inevitable… La mamadita liviana lo puso a Daniel a mil y a mi a 999… Me pidió que lo cogiera… La contra era que no teníamos lubricante y aunque la dilatación del Padre era óptima, nunca lo hacíamos sin la cremita… Ante lo dramático de la situación, decidimos recurrir a  la nunca bien ponderada saliva… Por suerte yo tengo siempre buena producción… Y buena punteria, pese a semioscuridad reinante, todos los pollos que descargué cayeron justo sobre mi verga… El Padre hizo su buen aporte… El resultado fue que le pude romper el culo como él quería y a mi me gustaba… Como la pose fue patitas para arriba, la pija le entraba hasta la garganta y lo mataba… Daniel quedó deshecho y por la noche, cuando nos íbamos a dormir  me lo dijo: “me rompiste el culo en serio, cariño; me duele un montonazo”… Para consolarlo le proporcioné un remedio infalible: un rosario de besos, besitos y besotes, y una cancioncita curativa “sana, sana, colita de rana, que se cure hoy, así se la rompo mañana”…

Puede decirse que hasta el 30 de noviembre vivimos una verdadera luna de miel… Al comenzar diciembre nos hicimos cargo de que nuestro romance, en unos días más, tocaría a su fin… Mis días en la colimba, si lo que viví puede llamarse colimba, tocaban a su fin y el Padre y yo debíamos separarnos… Nuestros caminos se abrían… Me  anunciaron  la baja el día 15 y se concretó 24 horas después, el lunes 16… Me quedé con el Padre hasta el lunes 23 por la mañana… Ese día, a las 10 de la mañana me llevó hasta el aeropuerto y volví a mis pagos… El pasaje de avión fue un regalo suyo…

Unos meses después, él se embarcaría rumbo a Roma… Este viaje era resultado de conversaciones que supimos mantener al comienzo de la primavera… Aunque superficialmente, esta historia merece ser contada…

El ingresó al Seminario con 16 años cumplidos… Para ese entonces, de sexo: nada… Solo masturbarse y eso muy de vez en cuando porque lo consideraba un pecado, aunque su confesor jamás se lo había observado…

Cuando ya tenía 17 años, llegó al Seminario un joven muy alegre, Desio, oriundo de San Juan… Desio era un seminarista sobresaliente… Sin esforzarse, todo lo que hacía lo hacía muy bien sin jactancia alguna… Tanto a Desio como a Daniel les gustaba jugar al fútbol y ambos lo hacían con notoria habilidad… Eso era algo que los acercaba muchísimo… Quizá por eso, el Padre Regente decidió que ambos compartieran la habitación… Otro de los motivos era la procedencia social de cada uno… Desio provenía de una familia muy pobre y Daniel de una familia económicamente poderosa…

Esa convivencia generó las condiciones apropiadas para que entre ambos se consolidara una muy fuerte amistad… Las ideas de Desio calaron muy hondo en Daniel, induciéndolo a pensamientos que después serían rectores de su existencia… Un día, Desio le confesó a Daniel que se masturbaba un vez por día y eso le permitía mantener el equilibrio espiritual necesario para recorrer la cuerda de la existencia sin riesgos de caídas fatales… Tal confesión dio lugar a que el tema del sexo se instalara entre ellos… En esta materia, Daniel era un neófito; en su vida las cosas se habían dado de modo tal que, salvo muy contados detalles, lo demás le resultaba ignoto… Quizá porque un velo de misterio lo encerraba junto con las cosas pecaminosas que lo aterraban…

De a poco, Desio le fue haciendo perder estos temores y ver el mundo y las cosas con más naturalidad… “Hay que desdramatizar” sostenía Desio… Lo cierto es que en la materia sexo, Desio le hizo entender a Daniel que el pecado no estaba en lo que se hiciera, sino en la intención con que se hiciera y que si algo se hacía era porque en el Plan Divino estaba contemplada la posibilidad de que se hiciera… Era voluntad de Dios… De modo que todo nuestro empeño debía concentrarse no en no hacer tal o cual cosa, sino en eliminar las malas intenciones con que el Maligno puede ensuciar nuestras acciones… ¡Toda una teología!...

Fuera de eso, entre Desio y Daniel se daba además una atracción que, a Daniel lo preocupaba y a Desio no… Una atracción física, de la que Daniel quería huir y a la que Desio dejaba hacer por respeto a la voluntad Divina… Y solo le sumaba las cosas que le brotaban del corazón… Así, un día en que estudiaban juntos un texto sagrado, Desio lo premio a Daniel con un beso en la mejilla que pronto se mudo a la boca… Daniel quedó alelado y Desio lo mas fresco y campante…

En su estupor, Daniel le preguntó si se daba cuenta de lo que había hecho… La respuesta de Desio fue rápida y desconcertante: “Si, absolutamente… Hice algo de lo mucho que puedo hacer para vivir en la Gracia de Dios, porque  Dios quiere que nos amemos los unos a los otros, con el alma y también con el cuerpo”… Daniel quedó espantado y al mismo tiempo sacudido en sus íntimas convicciones…

Continuaron estudiando, pero a Daniel se le hizo cuesta arriba porque no podía quitarse de la cabeza lo que había sucedido y sobre todo las cosas que Desio le decía y hacía con una frescura increíble… Las dudas comenzaron a corroer los pilares de su fe; pero no para hacerla caer, para derribarla, sino para encontrarle sustentos menos misteriosos y más potentes… Recorriendo los decires de Desio encontraba que ellos se inspiraban en una filosofía natural y sencilla que solo contribuía al embellecimiento y resplandor de todas las cosas de la Creación… Ello lo llevó a decidir, mas emocional que racionalmente, dejarse llevar por el Evangelio según Desio…

Cierta noche, Desio le pidió permiso a Daniel para acostarse con él… En un primer momento, Daniel dudó en brindar su consentimiento; pero, de últimas accedió… Era verano y hacía calor… Tanto, que debían dejar las ventanas abiertas para que la habitación no fuera un horno… Al estar en el tercer piso, lo de la ventana abierta no era problema, porque miraba hacia la sierra sin nada que se interpusiera en la visión… Daniel no imaginaba cuáles podían ser los objetivos de Desio… El se los hizo saber tan pronto estuvieron juntos bajo la protección de las sábanas: quería que tuvieran relaciones carnales… Daniel no se imaginaba fornicándolo a Desio, por eso acepto si remilgos la pasividad… Desio tampoco era muy ducho en estos menesteres, pero se dejaba llevar… No sin cierta torpeza y atropello le hizo el amor a Daniel y éste, a pesar de algún doloroso padecer, no dejó de sentirse íntimamente complacido… Desio había llenado un hueco que, sin saberlo a ciencia cierta, Daniel necesitaba que se lo llenaran…

Lo cierto fue que a partir de ese momento y con la repetición casi sistemática de estos actos de amor, los dos jóvenes experimentaron un sensible afianzamiento de sus sensaciones de bienestar físico y espiritual, y el crecimiento  exponencial de su dedicación al ministerio apostólico que ambos habían abrazado… Daniel fue siempre pasivo y Desio cumplía con fervor su rol activo, al cual siempre su inventiva enriquecía con añadidos y originalidades que le daban toques pintorescos… Por ejemplo, coger de parado mientras miraban las sierras iluminadas por el resplandor de la luna… Desio no era un amante cualquiera; sabía cómo lograr que Daniel obtuviese todo lo que esperaba de su cruce con él… Era una especie de ángel protector… Si Daniel alguna se hubiese cruzado con su verdadero ángel protector, el que existe pero no se ve, y hubiese tenido la oportunidad de pedirle algo específico: lo que seguramente le habría pedido hubiese sido que lo cogiera como lo cogía Desio…

Desio no era un Adonis ni nada por el estilo, era un negrito provinciano, bastante fortachón, que no podía borrar la sonrisa de rostro… Se lo veía así cuando se ordenó como sacerdote…

Una vez ordenados, ambos partieron a Roma donde realizarían estudios superiores… Durante el par de años que vivieron allí fueron, como solía decir jocosamente Desio, “un matrimonio sacerdotal perfecto”…

Vueltos al país, de común acuerdo, decidieron emprender caminos separados para el cumplimiento de sus misiones; pero, nunca dejaron de estar en comunicación y a la distancia se apoyaban mutuamente…

Antes de que yo me alejara de Daniel, éste había coordinado con Desio un reencuentro y una nueva partida a Roma, después tratarían de organizarse para retomar la vida en común que años atrás habían comenzado…

Las noticias que yo tengo es que la unión los fortaleció en todo sentido… Hoy los dos pasan los 60 años y, según dice Daniel, Desio está como cuando ingresó al Seminario… Lo único que no hace es jugar al fútbol…

Yo me congratulo de la derivación que tuvo mi paso por la Colimba… No fue poco lo que aprendí junto al Padre Daniel y, si en alguna instancia mágica o milagrosa me fuese dado repetir experiencias vividas, no dudaría en escoger “Mis noches con el Padre Daniel”…

Gracias a todos quienes hayan tenido la valentía de acompañarme hasta aquí…

Eduardo de Altamirano

Post Scriptum : Si alguien quiere escribirme, puede hacerlo a buenjovato@yahoo.com.ar o a decubitoventral@yahoo.com.ar . Contesto todos los correos-e que recibo lo mas pronto que me es posible…

Editorial La Patria S.A.

MIS NOCHES CON EL PADRE DANIEL

Eduardo de Altamirano

2012

MIS NOCHES CON EL PADRE DANIEL

por

Eduardo de Altamirano

ADVERTENCIA

Esta historia me la envió el Dr. Esteban Samuel Islas a titulo de agradecimiento por el placer que le había deparado la lectura de mi relato “El Padre Carlos”, publicado en este mismo portal… La consigna del Dr. Islas fue que hiciese con él cuanto me pluguiere… No pudiendo con mi genio, le enchufé algunos adornitos que en nada modifican la esencia y aquí la publicó para entretenimiento de quienes me conocen y de quienes se arriesguen con la lectura de algo un poco extenso; pero que, a mi juicio, vale la pena para salir de la rutina del mete y saca… Si alguien quiere las fotos que me envió el Dr. Islas,  deberá cursarme un mail a buenjovato@yahoo.com.ar y a vuelta de correo las tendrá.. Por favor, mencionar el título del relato… Lo mismo vale para cualquier comentario que quieran hacerme… Y ahora si, vayamos a la….

LA HISTORIA

¿Quién me hubiera dicho que la colimba sería para mi lo que termino siendo?… Yo creo que ni Cristo…

Mi nombre es Esteban Samuel Islas… Lo de Samuel es culpa de mi vieja, su padre se llamaba así… Nací en 1972, el 17 de noviembre… Tenía que nacer en 1973, pero el parto se adelantó porque ese día volvió Perón a la Argentina y de la emoción mi vieja rompió bolsa… Hay quienes afirman que no fue así y dicen que salí del vientre materno para ir a recibir al General en Ezeiza… Esta última versión me gusta más…

En 1990 me sortearon para el Servicio Militar Obligatorio… Léase “la Colimba”… Yo apostaba a que sacaría número bajo… Saben lo que hubiese sido… La gloria… Ese año había empezado mi carrera de abogado y lo terminé metiendo tres materias con 9,1 de promedio… Pero, a la puta suerte se le ocurrió premiarme con el 678 (lindo número) y la Facultad tuvo que esperarme 12 largos meses…

Para que no me pusiera nervioso ni pensara cosas acerca de lo que sería la Colimba, el 3 de diciembre hubo un alzamiento carapintada… El presidente de entonces decía por la televisión “hay que pasarlos a degüello”… Lindo balurdo me espera, pensaba yo, mientras le rezaba a la Virgen de los Vientos (la que le levanta a Paula la pollera), pidiéndole su intercesión para que me dieran de baja antes de empezar…

El 6 de enero de 1991, la Autoridad Militar tuvo la amabilidad de enviarme, como regalo de Reyes, la citación para incorporarme a sus filas… Debía presentarme el lunes 11, a las seis de la mañana… ¿Para que mierda tan temprano?... El reclutamiento se hacía en una dependencia a la que llamaban “el Comando”… Ahí te informaban el destino y te despachaban como vaca para el matadero…

Llegué a las seis menos cinco… Me llevó mi viejo en la moto… En la puerta había como mil pibes, todos de 18… Hacían bromas, se reían, boludeaban; pero en el fondo todos estaban cagados hasta patas por lo que se les venía encima… La Colimba no era ni sombra de lo que dicen había sido en otras épocas, pero era la Colimba y había que esperar cualquier cosa de ella…

Yo procuraba no darme manija y me preparaba mentalmente para resistir lo que fuera de la mejor manera posible… Los milicos no me iban a cagar la vida… Yo iba a salir de ahí entero, me iba a recibir de abogado y haría todo lo que tenía planeado hacer…

Me destinaron a la loma del orto… Ni mosquee… Estaba preparado para que me mandaran mas lejos… Según nos decían, nos iban a trasladar en avión… Algunos que nunca habían subido a un avión, fantasean con volar en un Jet, otros fruncían… Yo¸ que nunca había volado en avión,  no creía que fueran tan amables… Al fin de cuentas viajamos en unos micros destartalados que yo no se cómo fue que llegamos… Faltó que nos mandaran a lomo de guanaco… En Bahía Blanca nos hicieron comer un rancho que no nos envenenó de pedo… Después no probamos bocado hasta llegar al Regimiento…

Los primeros días en el cuartel fueron un infierno… De a poco la cosa se fue normalizando, a medida que nos íbamos conociendo y que nos familiarizábamos con la nueva vida… Puede decirse que a la dos semanas ya éramos “aprendices de soldados”… A mi, con la ropa de salida se me veía así…

No bien nos incorporamos comenzamos “la instrucción”, la etapa de la Colimba donde los soldados se ponen a prueba… Para muchos es una tragedia, para otros no tanto y algunos conseguimos pasarla de taquito… Todo depende de la fortaleza física y la entereza espiritual de cada uno…

Yo era un pibe que me llevaba muy bien con los deportes, jugaba al fútbol, hacía natación, andaba en bicicleta, es decir que, físicamente, no era ningún mantequita… Por otra parte, mis padres y, en especial mi viejo, me habían enseñado a tener templanza… No soy de calentarme fácilmente y se esperar… En otras palabras, los cabos, sargentos y tenientes, conmigo estaban fritos… Sus perversiones sádicas las tenían que gastar con otros… Si me ordenaban hacer salto de rana diez horas, hacía salto de rana diez horas, que iban a ser mucho menos, porque ninguno de ellos se iba a quedar a controlarme…

En términos de amistad, yo era amigo de todos y no tenía ningún problema con nadie… Si me hacían alguna jodita: me la sabía bancar… Siempre hay tiempo para la revancha…

Así se pasaban los días, que era lo que yo quería… Cuanto más rápido pasaran: mejor… De todos modo, yo no andaba loco por eso… Mas me preocupaba “la sequía”… Donde estaba, el único aroma que se olía era el “perfume de bolas”, que se percibía a kilómetros de distancia… Cuando la sequía arreciaba demasiado, el problema se resolvía encontrando el momento preciso para escurrirse en un retrete y pedirle a Manuela que se encargara de vaciar el porrón… Si lo veía muy cargado, que lo vaciara dos veces y santo remedio… Otra no quedaba…

Un rebusque que me vino al dedo fue mecanografiarle unos escritos a un teniente coronel… El bicho este escribía en unos cuadernillos rayados, tamaño oficio, con una letra espantosa y después, yo se los pasaba a máquina… De paso, le corregía las faltas de ortografía, que se paseaban alegremente por los renglones… Escribía estrategias, describía batallas y operaciones militares del siglo XIX… Yo no me imaginaba a quien podía llegar a interesarle eso… En el Golfo Pérsico se acababa de librar una guerra donde con armas terribles en un minutos hacían desaparecer una división entera, y este demente acá andaba a los sablazos… A mí no me importaba, haciendo de mecanógrafo yo la pasaba como un duque…

Una tarde en que los soldados descansábamos en el patio de armas, se presentó el Capellán de la Guarnición, el Rvdo. Padre Daniel Tornelli Acosta.,… Lo conocíamos de cuando venía a oficiar misas de campaña… Para que lo conozcan, aquí les cuelgo una fotografía:

En esa ocasión, el Padre no estaba vestido así y su objetivo no era oficiarnos una misa… Lo que buscaba era un colimba que le oficiara de chofer, ya que el que tenía había sido dado de baja… El Padre se desplazaba por donde merodeaban los soldados sin mirar a nadie… Lo acompañaba el sargento Nuñez… Lo que el sargento le decía no se escuchaba; pero si escuchaba lo que decía el Padre… Insistía en que había que elegir al azar el candidato… Así fue como se detuvo frente a un lote de soldados, entre los cuales me contaba yo, y después de una rápida recorrida con la vista, me señaló a mi… Yo me paré…

-          ¿Cómo te llamás?...

-          Esteban Samuel Islas…

-          Sabés manejar auto…

-          Si, auto, moto y camioneta…

-          Muy bien…

Luego dirigiéndose al sargento, le dijo: “este está bien, vemos como se desempeña y si responde, nos quedamos con él”..

-          Lo que usted disponga, Reverendo

El Padre saludo a los soldados y se retiró junto con el sargento, que me ordenó que los acompañara…

Mediante este “complicado” trámite fui designado “chofer exclusivo” del Padre Daniel, que vivía en un chalet del complejo donde residían los oficiales a cargo de la Unidad, pegado a la Capilla del San Pedro y San Pablo…

El ser chofer del Capellán significaba que tenía que mudarme a su residencia y estar a su disposición para conducir su camioneta las 24 horas del día… Esto, por supuesto, sólo en teoría… En la práctica, las horas efectivas de conducción no excederían las 3 o 4 horas, más otras tantas de espera…

La camioneta del Reverendo era propiedad privada suya… Se trataba de una Land Rover “Defender”, modelo 1988, igualita, igualita a la que se ve en la foto de abajo:

Es obvio que, pese al voto de pobreza que realizan los curas, al Reverendo no le faltaban recursos para adquirir uno de los vehículos más caros del mercado en su tipo…

El chalet del Capellán constaba de una recepción, un comedor, una biblioteca, un dormitorio en suite y otro dormitorio mas, con un bañito independiente, una amplia cocina comedor, un lavadero y un jardín de invierno…. Fuera del edificio estaba la cochera para dos vehículos, con baulera y sobre ella el departamento de la encargada…

La encargada era la señora Delia… Ella se ocupaba de  limpiar, lavar la ropa, planchar, cocinar, atender al Padre… Contaba con la ayuda de una empleada que trabajaba de lunes a sábado, de 8 a 16… También teóricamente… El Sacristán de la Capilla se ocupaba de mantener el jardín…

El Reverendo ocupaba el dormitorio en suite… El otro dormitorio estaba previsto para huéspedes; pero, como huéspedes no había, lo usaba el chofer, es decir: yo… Miren lo que eran mis aposentos…

Esta foto fue tomada dos días antes de que emprendiera el regreso y me fue enviada por correo en enero de 1992… Una parte muy importante no se ve, es la del escritorio y el ventanal… Tampoco se ve la repisa con el televisor…

El Padre Daniel que me eligió en el patio de armas no era el mismo que me llevó a mí “nuevo destino militar”… El que me llevaba en su camioneta Land Rover era mucho mas cordial… Ni bien salímos de la Guarnición me preguntó:

-       Entre nosotros, ¿efectivamente sabes manejar automóviles o dijiste que si para zafar del cuartel?...

-       Manejo desde los 16 años motos y autos, y el año pasado aprendí a conducir camionetas… Tengo una práctica aceptable… No tengo Licencia de Conductor, porque los 18 los cumplí en octubre del año pasado y no tuve tiempo de tramitarla por estar ocupado en otra cosa… Puede probar mi aptitud… -contesté precisa y serenamente…

-       Es lo que vamos a hacer mañana por la mañana… Hoy liquidaremos tu instalación en tu nuevo domicilio… Dijiste que “desde octubre estuviste ocupado y por eso no sacaste la licencia”, ¿se puede saber en qué estuviste ocupado?..

-       Si, estudiando…

-       ¿Qué estudias?

-       Derecho…

-       Ah, querés ser abogado… Son lindos los abogados… Muy bien…

Mientras íbamos camino al hogar de Reverendo, discretamente observé como se conducía el vehículo… Era una huevada… Anoté el detalle que él remarco al decir que “esta camioneta lo único distinto que tiene es mayor sensibilidad, responde en seguida a todo”…

Ya en la casa, me instalé en el cuarto que me asignaron; en forma provisoria, hasta que el cura me confirmara en mí destino… Era un lujo y hasta podría estudiar un poco… En la cocina, Delia me dio café con leche y libertad para comer lo que quisiera… Se la veía una buena mujer, algo habladora…

El Padre volvió a salir ni bien llegamos y retornó a eso de las ocho y media… El cura también era un poco hablador, pero entretenido… Cenamos a las nueve y a las diez, yo ya estaba en mi habitación mirando televisión… Eso mismo había hecho antes de cenar… La orden del Reverendo era levantarme a las 7 de la mañana…

Así hice… Me despertó Delia con un timbrazo desde la cocina… A las siete y media el cura y yo estábamos desayunando y a las 8 partimos para las pruebas de conducción… Antes de salir me dio las llaves de la cochera y de la camioneta, ordenándome sacarla… Cumplí la orden sin dificultad… La Potra, así la bautice, era arisca; pero conmigo no se iba a hacer la loca… Tardé muy poco en conocerle las mañas… Dimos unas cuantas vueltas por el pueblo, fuimos hasta un campo y terminamos en el cuartel… Le prestaba atención a todo para ubicarme y conocer la cancha donde debía jugar… Un poco después de las once estuvimos de regreso… En el camino, me dijo:

-       Cuando yo no te necesite, podes hacer lo que quieras, sin alejarte demasiado… Después te voy a dar el Mensajero para llamarte… Estas confirmado… Podés instalarte en tu habitación…

-       Gracias…

El Mensajero era un aparatito de radio que debía llevar siempre encima, cuidando que la batería estuviese cargada, para que el cura pudiera llamarme cuando me necesitara…

Así empezó mi vida de Chofer Oficial del Padre Daniel… Fue exactamente el día 14 de febrero del recordado año 1991… Mi afectación era desde las 6 horas del día lunes hasta las 12 del sábado subsiguiente, pudiendo disponer libremente del resto del tiempo… Por lo tanto, el sábado 17 entré en franco a las 12… Para movilizarme disponía de la bicicleta del cura, cuyo uso me autorizó…

Estaba de franco, pero me quedé en la casa hasta la noche en que fui al pueblo y me encontré con mis camaradas y hablé por teléfono a mi casa… Jugué al pool, tomé cerveza, escuché música y hablé boludeces con mis compañeros… A las cuatro volví a mi “nuevo cuartel”… Del cura no supe nada hasta el día siguiente a las once y media de la mañana en que casi simultáneamente nos encontramos en la cocina… El estaba invitado a almorzar en la casa de un Capitán y yo comería lo que Delia, amablemente, me había dejado preparado… Casi hacía vida de hogar… Por la tarde vi unas películas en la videocasetera y, también, estuve corriendo un poco por los alrededores…

Algo mas… En la cama, acariciando pensamientos que no voy a contar, me sacudí una paja furibunda, cuidando de no salpicar nada… Ah, quedé mas livianito que una pluma…

Cerca de las 6 reapareció el Reverendo… Estaba mas cordial que de costumbre… Le preparé un te y yo me serví un vaso de gaseosa… Nos sentamos a la mesa como viejos conocidos… Yo tenía en claro cuáles eran mi limitaciones con él… No dejaba de tener en cuenta que él era quien cortaba el bacalao y que yo era un soldado a sus órdenes… El Padre hablaba y hablaba… Hablaba de la diferencia de vivir en Martínez, de donde él era, y de vivir en un lugar donde el Diablo perdió el poncho… Recordó los años que había estado en Roma y su paso por un par unidades militares… El Padre era un hombre de mundo y, aparentemente, le gustaba la buena vida…

En un punto de la conversación me sorprendió con una pregunta… Quería saber lo que yo estaría dispuesto a hacer para poner contento y feliz a un cura que era “mas buenito que el dulce de leche”…

-       Depende de lo que el cura quiera que haga… -respondí…

-       Buena observación la tuya… Me había olvidado que estaba hablando con un abogado y pensaba solo en el amigo…

-       Un amigo puede perfectamente bien ser abogado…

-       Desde luego, lo difícil es que el abogado sea amigo…

-       ¿La regla vale igual para el caso de un cura?...

-       El Sacerdocio es un Apostalado…

-       Yo aspiro a ser un Apóstol del Derecho…

-       Tenés uñas para guitarrero…

-       …y para rascarme…

-       Me gusta dialogar con vos…

-       Lo mismo digo…

-       Bueno, hagamos a un lado todas estas cuestiones semánticas y vayamos al grano… ¿Qué era lo que me habías preguntado?...

-       Yo no le había preguntado nada… Ante una pregunta suya, lo que dije fue que “mi conducta dependía de lo que quisiera el cura”… Solo conociendo la querencia del cura puede contestar… De lo contrario haría una declaración in abstractum que podría ser lesiva a mis derechos e intereses… Véase el caso teórico de que el cura pretendiera que me descerraje un tiro en la cien… Si yo contestara, sin conocer la pretensión, que “haría lo que el cura quisiera”, no me quedaría otra alternativa que suicidarme… De todas maneras, si no se me quiere informar sobre las querencias del cuya, puedo dar una respuesta a la pregunta…

-       Aplausos… Doctor, deja usted sin palabras a un cura hablador…

-       No creo que sea para tanto…

-       En cierta medida lo es… Me dejas sin palabras, pero con mucha curiosidad… ¿Cuál es la respuesta que puedes dar sin que se aclaren, como dices, “las querencias del cura”?...

-       Muy sencilla, una respuesta condicionada… Por ejemplo, “todo lo que el cura Dulce de Leche quiera, hasta el máximo de mis fuerzas y posibilidades, en tanto y cuanto no impliquen acciones cuyos efectos sean fácticamente irretrotraibles”…

-       Astutísimo… No creo que en todo el Cuartel haya un conscripto más lúcido que vos… Me felicito por haberte elegido…

-       Agradezco el elogio y ahora dígame que es lo que quiere el cura Dulce de Leche, así le contesto y hacemos esto un poquito mas corto que el Concilio de Bizancio…

El Padre Daniel se quedó mirándome… Su actitud era la de un jugador que debe arriesgar algo importante y no quiere perder, porque sabe que eso no lo va a liquidar, pero le puede hacer pasar dificultades… No duda, busca el momento en que su golpe sea mas certero… Un no se qué me inducía a suponer cuál sería la respuesta y me preparaba para recibirla, sin descuidar otras posibilidades… Al final de su tiempo, golpeó:

-       Sexo…

Era lo que yo suponía… En el Cuartel, varios Colimbas se había ofrecido para sustituir a Manuela y algo mas… Por razones de elementar prudencia, yo había preferido mantenerme al margen de esos arbitrios… La condición fundamental que debe satisfacer quien se mete a un pozo esa saber de qué modo se sale… Yo no sabía ni cómo era el pozo de la fortuna al que me invitaban ni cómo se salía de él… Por lo tanto, era más prudente mantenerse afuera… Las invitaciones no eran inocentes… Miren esta fotografía y sabrán por qué digo esto:

En el caso de mis compañeros de desventura, tenía en claro que sus invitaciones eran con conocimiento de causa… Mas de una vez me había visto, sino así, en circunstancias muy parecidas que dejaban al descubierto mis atributos… Pero, en el caso del Padre Daniel, los hechos decían que todo había sido obra del azar… ¿O no?... Esto es otra historia… Ahora quiero seguir con la respuesta del Padre… Manteniendo mi serenidad e induciéndolo al Reverendo a no perder la calma (debía, con todo, ser un momento difícil para él), dije…

-       La respuesta aclara un poco el panorama y es una orientación valiosa; pero, siembra algunas dudas que no son de menor valía y que es imprescindible esclarecerlas antes de proporcionar cualquier respuesta, a propósito de evitar que se de el caso de que alguien pueda ir por lana y termine trasquilado… Usted sabe Padre que las sorpresas no siempre son gratas… ¿Se me entiende lo que quiero decir?...

-       Como no se te va a entender si sos mas claro que el agua clara… Decime cuáles con tus dudas y, si puedo, te las aclaro…

-       El suyo, Padre, es un planteo que no favorece la economía en el procedimiento… Hagamos al revés, explíqueme las particularidades de la querencia de sexo del cura Dulce de Leche y, a partir de allí, seguimos con la historia… ¿No le parece mas breve el trámite?...

El Reverendo, presumo, debió percibir que de mi parte no existían posiciones obstruccionistas ni reacias al diálogo y al buen entendimiento, y, girando 180° en su estrategia, opto por un procedimiento directo que no le garantizaba nada, pero, tampoco le auguraba situaciones adversas indeseables… Todo lo mas que podía cosechar sería algún “no” y punto… No se produciría ninguna derivación negativa… Respondió a mi invitación diciendo…

-       Si de esclarecer se trata, vamos a esclarecer hasta que no quede sombra alguna que perturbe… Empecemos por lo primero… “El cura Dulce de Leche”, como vos decis, soy yo y lo que pretendo es que nosotros tengamos sexo… ¿Esta claro?...

-       Está claro, pero faltan blanquear algunos detalles… Uno, ¿qué rol pretende que cumpla yo?... Dos, ¿cuáles serían las pautas rectoras de un posible trato?...

-       Vos tendrías el rol activo, te lo mereces, y yo el pasivo… En cuanto a los término de un trato, se me ocurre que ellos se podrían ir delineando sobre la marcha y partiendo de la base que ninguno de los dos pretende abusar del otro…

-       Me parece correcta su postura y me comprometo a hacer lo que haya que hacer, dentro de estos términos, para que el cura Dulce de Leche se ponga contento y sea feliz… Cabe ahora preguntar, ¿qué es lo que el cura Dulce de Leche está dispuesto a hacer para que el soldadito Esteban se sienta contento y sea feliz?…

-       Ahí si que me sonaste, porque no se que es lo que te puede poner contento y hacer feliz…

-       Se lo digo… Es algo baratito, que usted reconozca expresamente que cuando un cura y un abogado actúan de buena fe, se convierten en Apóstoles y como buenos amigos pueden concertar acuerdos justos y mas que beneficiosos…

-       Me estás dando clase, mocoso; pero, tenés toda la razón de mundo… Lo reconozco plenamente y sin reserva alguna…

-       No se inquiete Padre que dentro de un rato, cuando usted disponga, le voy a dar algo que lo va a entretener mas…

A todo esto, se había hecho cerca de las 8 de la noche, le consulté al Padre si quería que me ocupara de la cena… Prestó su consentimiento y se fue para el lado de su dormitorio…

Lo que tenía que hacer era sencillito… Poner la mesa y calentar la comida que dejó preparada Delia… Ya me habían explicado que de ordinario se comía en la cocina-comedor… Solo cuando el Padre recibía a “personas importantes” se abría el comedor principal… Lo que había para comer era carne al horno con papas… Estaba en un recipiente de vidrio y debía calentarse a temperatura moderada durante 15 minutos… El pan se sacaba del freezer, se pasaba por el microondas y, finalmente, 5’ en el horno convencional…

Hecho todo esto y puesta la mesa, lo llame al Reverendo a cenar… Apareció bañado y luciendo una bata que no era de esas que se compran en liquidación a todo por 9,90… Yo no lucía como él, pero estaba prolijito… La verdad, era un gusto verlo comer… Lo observaba para aprender… Cómo manejar los cubiertos, qué hacer con la servilleta, cómo tomar la bebida, dónde apoyar los brazos… ¡Gente fina es otra cosa!... Este era fino en serio… Ningún amaneramiento ridículo…

Anteriormente, cuando estuvimos debatiendo nuestro acuerdo, el Padre, al señalarme que mi rol sería de activo, destacó algo que me llamó la atención, dijo “te lo mereces”… No me quedaba bien en claro por qué él me decía que me lo merecía, a título de qué… Aprovechando que el clima de la cena era muy agradable, le pregunté, poniendo mi mejor cara de angelito…

-       Padre, si me permite, me gustaría saber por qué cuando me señaló que mi rol sería de activo, añadió el comentario de que “me lo merecía”… ¿Por qué me lo merecía?…

-        A vos si que no se te escapa una… Vamos a explicarte por qué lo dije de manera que no te quede la menor dudas de que es así... Cómo no será extraña a tu perspicacia de eximio abogado en ciernes, mi afición por los efebos no es cosa que me haya nacido ayer… La vengo trayendo conmigo desde hace décadas, desde mis tiempos de seminarista… Siempre me las ingenié para satisfacer mis inquietudes de la manera mas segura y decorosa posible, y sobre todo sin hacer mal a nadie… Cuando llegué a estos lares, hace ya catorce años, se me ocurrió el ardid de buscar un chofer eficiente que me llevara a todas partes, inclusive “al cielo”… No era fácil seleccionarlo y dar justo con el adecuado… Entendí que dónde podía apreciar mejor a los candidatos era en el baño, cuando se estaban duchando… Y así fue que un día me presenté en Cuartel y un Sargento me acompañó a las duchas… Me bastó una rápida mirada para detectar los posible candidatos… Esperé a que terminaran con el aseo y luego se preguntó quién sabía conducir automóvil… En ese entonces, tenía una camioneta IKA… Se formó un grupo de 11 ó 12 aspirantes y les tomé examen a cada uno… Me quedé con uno que había fichado en la ducha, que, por otra parte era uno de los dos que mejor manejaban… Esa fue una ayudita del Señor para que no me quedara cargo de conciencia… Ese joven se llama Eusebio… Me asistió eficazmente a lo largo de un año… Me resultó tan bueno que trabamos una amistad muy grande que continuo en años posteriores hasta el presente, porque no se fue del Regimiento, sino que se enganchó… Es el Sargento que me asesoró para que te eligiera a vos, de modo que pareciera que era obra del azar… Ya había hecho lo mismo 12 veces antes… En ninguna falló… Quizás sea porque ni él ni yo queremos perjudicar a nadie…

-       ¿Y que pasa ahora con el Sargento?...

-       No pasada nada… A los 24 años se casó, trajo su mujer aquí, tiene cuatro hijos varones a quienes bautice, está buscando la chancleta, en la época de veda de cada embarazo viene en demanda de ayuda… Es un buen hombre y un gran amigo…

-       Ahora soy yo el que lo felicita… Supo armar el paraíso… Espero que ahora que me toca a mi, las cosas marchen igual…

-       Todo depende de nuestra buena voluntad…

Después de cenar me invitó a tomar un cognac y fumar un puro en la recepción… El cognac lo acepté y decliné el puro… No fumaba y hasta el día de hoy sigo sin fumar… Hablamos de varios temas y me prometió su ayuda para encontrarme con los libros que necesita para continuar allí mis estudios… También me prometió organizar las cosas de manera que yo tuviera seguro un cierto número de horas con esta finalidad… Cuando la sobremesa estaba por exceder su tiempo razonable, me preguntó que me parecía si la continuábamos en su dormitorio… Le expresé mi complacencia, no  sin advertirle que en la materia que íbamos a tratar mi experiencia era igual a cero, pues las pocas aventuras que tenía en mi haber habían sido con damas… Con su estilo, preciso y cálido, observó:

-       La experiencia se tiene y, cuando no se tiene, se hace… No conozco ningún caso de experiencia congénita…

Una vez entrados en su dormitorio, que lo era con todas las de la ley, procedimos a desvestirnos… Así, el Padre tuvo ocasión de ver al natural mi anatomía y yo la suya… La mía ustedes ya la conocen por anterior aporte fotográfico; la del Padre Daniel es como la muestra esta imagen tomada por un chofer que me precedió en las tareas asistenciales y de apoyo que le presté al cura y que tenía buena mano para la fotografía… Yo la retoqué un poquitín con criterio jurídico para eludir posibles demandas… Véanla…

Ahora, pónganse en las medias (la única prenda de vestir que yo llevaba puestas) del joven de apenas 18 años y unos pocos meses que era yo en ese entonces frente al cinemascópico espectáculo de semejante ojete… Si me dicen que no se les frunce el culo, no les creo… Imposible que alguien en la plena posesión de sus facultades y atributos físicos y mentales no experimente sensaciones de derretimiento, sudoración, taquicardia, espasmos genitales, contracción anal, etc., porque ese orto, así como se veía, perpetraba impunemente el delito puntualizado en el Código Penal como “incitación a la violencia”…

Como resultado de la educación que me inculcaron mis padres, siempre fue rasgo dominante de mi personalidad la templanza que, sobretodo significa equilibrio, contención, mesura ante la tentación de los placeres y, en especial, los de la carne… Pués bien, ahí, con el curita Dulce de Leche en pelotas, delante de mí, la templanza se me fue al carajo y me dispuse a hacer todo lo que mis fantasías teóricas me habían enseñado…

Felizmente, el Padre Daniel con su vasta experiencia aplicó sabiamente las medidas que se debían aplicar para encausar el poder de mis fuerzas (y las suyas), haciéndolas converger en el canal apropiado a la substanciación de las mieles de la dicha y el placer…

No creo exagerar si digo que, al verme tal cual soy y, en especial, al comprobar que el sargento Eusebio no había exagerado en lo más mínimo acerca del tamaño de mi palanca, el Padre Daniel sintió que la boca se le hacía agua y el upite caramelo, pues se me acercó decidido para palpar lo que sus ojos y su olfato le estaban inequívocamente señalando:

-       ¡Pichón, qué pedazo de pija tenés!... Nunca había visto nada igual… Ya lo estoy sacando del primer puesto de ranking a José y te estoy poniendo a vos con todos los honores…

No debí haberlo hecho, pero lo hice, le pregunté:

-       ¿Quién es José?...

-       Uno que me la puso y se fue… Ahora, con vos a la cabeza, pasa al segundo puesto… ¡Te felicito!...

… y mientras me decía esto, de parado, empezó a sobármela con mano maestra…  Antes de llegar a esa instancia, mis pensamientos, deseos, fantasías, concreciones y todo lo que compuso, llamémosle, “mi vida sexual” no incluían la intervención de otras personas que no fueran mujeres… Eso no se debía a una actitud discriminatoria de otros posibles candidatos, sino a simple ignorancia… No voy a alegar que nunca había oído hablar de hombres putos, porque estaría mintiendo… Lo que digo es que mi entendimiento no  reconocía a otros actores como piezas del juego sexual… Es como cuando una hoja de cálculo, no reconoce a un número, porque la celda está formateada para otra cosa… ¿Se entiende?...

A mi me bastó que el Padre Daniel, un puto, un gran puto, un puto divino, me agarrara la verga y me la sobara, de parado, un ratito, para que se la celda se me formateara y la hoja de cálculo reconociera que ese: era un número UNO, así, con mayúscula…

Recuerdo patente que siempre me decía, con su voz ligeramente aflautada, que le iba a sacar una buena foto a mi pija para ponerla en un marco adecuado que exaltara su grandiosidad para colgarlo en su dormitorio y así poder contemplarla todos los santos días, para recreo de sus ojos y nostalgia de su culo cuando yo ya no fuera sus chofer: el mejor de todos  … A pesar de que fueron unas cuantas las fotografías que me tomó, en pelotas y en acción, nunca cristalizó sus promesa enmarcatoria… En su nombre, virtualmente, con una imagen de esos tiempo, cumplí su promesa…

Me sacó muchas fotos, cuyo revelado confiaba al sargento Eusebio que era un loco de la fotografía… Hacían buena dupla los dos… Y creo que no la enmarcó, porque en aquel entonces no existía el arbitrio del “enmarcado virtual”, como el que hice yo y no quedaba otra que ir a un taller de marcos para hacerlo… ¿Y qué iba a hacer el cura?... Ir a un taller de marcos y decirle al dueño: “Señor, aquí tengo la foto de la poronga de un pibe que me rompe el culo, quiero que me la enmarque”… No… Lo que podía hacer el cura era confiar en la Divina Providencia y confió… Y la Divina Providencia, con alguna justificada demora cumplió… ¿O no?... ¿Qué dice la barra?...

La cuestión fue que ese día domingo 18 de febrero de febrero de 1991, el Padre Daniel y yo comenzamos un “romance con fecha de vencimiento”: la de mi baja en las Fuerzas Armadas… El día de mi “debut” fue para el Padre fue una “rentrée”,  un regreso a la escuela del alegre maestro que siempre estaba dispuesto “a poner el cero” para divertir a sus pupilos… Ese día, nuestros desempeños, el del Padre y el mío, no fueron de los mas brillantes… La verdad fue que, después de habérmela sobado y mamado muy eficazmente, yo tenía un miedo bárbaro de metérsela por temor a desfondarlo… En mi cabeza repicaban las palabras de una niña a quien no hacía mucho atrás había tratado de hacer feliz: “pará hijo de puta, me vas a romper toda con esa pija de mierda”… La niña, que seguramente había sido educada en el Colegio de Monjas Francesas “Soeurs du Petit Vagin”, expresaba sus temores de que con mi herramienta pecatorum deteriorara la integridad de su apreciada vulva… Yo tenía plena conciencia de que eso no era tan disparatado… En ninguna de mis lides amorosas el tamaño había dejado de ser, cuanto menos, una preocupación… Y si lo era así para las vaginas, que se podía esperar en el caso del culito del Padre Daniel, cuyas virtudes y propiedades me eran del todo desconocidas…

Pero, el Padre Daniel como resultado de un empeñoso trabajo de años y años de muy pacientes operativos dilatadores, en los cuales tengo a fe de veraz que supo gastar herramientas que se preciaban de ser muy de buen cuño y la mas empinada envergadura, había logrado perfeccionar un culo de características excepcionales; a punto tal que bien podía figurar con todos los honores en la internacionalmente  muy famosa Kulgaleriem del renombrado Barón germano Otto von Kulenberguem, en la baja Baviera, que no conozco, pero algún día conoceré, cuando la voluntad divina juzgue llegado el momento de que abreve toda la sabiduría que allí se encierra…

He aquí la pertinente imagen…

Tuvieron que desfilar no pocos soldados muy bien armados y siempre imbuidos del propósito de Servir a la  Patria para que el Padre alcanzara el objetivo que quería y al fin lo logró… ¡El orto le quedo hecho una pinturita!... ¿Hay quien lo niegue?

Si bien el grado de apertura que presentaba la cola del Reverendo despejaba mis dudas acerca de que si le entraría o no mi poronga, que en esos instantes decisivos alcanzaba los rigores de una perfectísima erección, lo que no me quedaba muy claro era si me podía mandar a fondo sin cometer alguna cagada que no lo dejara cagar por algún tiempo… Todos comprenderán que no es joda enterrar un aparato que modestamente supera las 10 pulgadas de longitud… Piensen que el común de los mortales cuenta con dispositivos que no superan las 5 ó 6 pulgadas y que pequeñas sobrecargas a esas medidas generan expresiones quejumbrosos en el universo de usuarias y usuarios…  Por eso, a pesar de las poderosas ganas que tenía de entrar a sangre y fuego, supe contenerme y avanzar con cautela… Al fin de cuentas hasta los mas arrebatados terminan sosteniendo que “despacito es mejor”, tanto para el que da como para el que recibe y, en caso de un barquinazo nadie sale lastimado…

Demás está decir que el Padre Daniel era un experto que se las conocía todas… Cuando se posicionó en la cama para recibir la bendición, lo hizo de modo que a mi no me representó ninguna dificultad mandársela a guardar… La siguiente fotografía que no corresponde a esa fecha, pero que coincide con la situación, muestra las circunstancias del evento… Véanla:

El padre supo tener las precauciones de, primero, preparar la cancha de modo tal que quedase limpia de toda posible contrariedad, me entienden, ¿verdad?, y, segundo, lubricarla  adecuadamente para que las cosas entraran como por un tubo… Y así fue… Pasito a paso, yo tenía la dicha de ver cómo mi verga se adentraba en las entrañas del cura y se hacía prisionera de sus fuertes pulsaciones, deparándome sensaciones que recorrían todo me ser… Les aseguro que una cosa es contarlo y otra mucho mejor estar ahí, como quien dice, machacando… Los momentos que vivía el Padre Daniel se reflejaban en sus gemidos de gozos, sus frases entrecortadas, reveladoras de que no le estaba tocado el punto “G”, sino todo el abecedario completo… Me exigía perentoriamente que le sacudiera “unos pijazos bien fuertes” porque quería “sentirme, sentir al machito que soy”… Este excitante discurso me trastornaba, incitándome a romperle el culo en dos mitades, cada vez con mas fuerza, loco, loco, loco… No tenía idea ni conciencia de los resortes que yo estaba movilizando y los movilicé con tanto furor que así llegué al punto en que los resortes dijeron “basta” y expulsaron rabiosamente hasta la última gotita de leche almacenada en mis huevos…

A esta altura del debate, el Padre Daniel estaba a punto de entrar en coma, después de habérsela  comido toda, porque justo es decirlo le entro toda entera como no creí que le fuera a entrar… En medio del furor de la acabada, escuchaba una voz desesperada repitiéndome: “Acabá por favor, acabá, que no aguanto mas; me vas a matar, me estás reventando el culo”… Era la voz del Padre suplicándome que finalizara mi deliciosa tortura… No acabé porque quise… Acabé porque la presión que le metí a la cosa hizo que la cosa reventara como un tsunami…

Tanto al Padre como a mi nos costó reaccionar; pero, al final reaccionamos… Eran ya casi las doce de la noche… Al día siguiente debíamos madrugar… Yo a las seis y media, para estar a disposición de mi Jefe a la 7… El Reverendo, no se para qué, pero también se levantaba temprano… Muy temprano… El decía que a las 6 oficiaba su Misa diaria… Debía ser así… Personalmente y por una cuestión de cortesía me comprometí a asistir solo los domingos, a las 11 de mañana, en otra capilla que estaba cerca de la Ruta 3…

El caso es que dejé raudamente la habitación del cura, me di un baño y me acosté… A las seis treinta, el timbrazo de Delia me puso en pie… Curiosamente me sentía mas ágil… A las siete, cuando me desayunaba, el Padre me informó que a las nueve saldríamos para el Cuartel… Aproveché el intervalo para dar unas vueltas en bicicleta… El Reverendo también tenía una moto, una Harley Davidson del año ‘80… Estaba impecable… Desde el primer momento que la vi le tuve una ganas tremendas de pedírsela prestada, pero entendía que eso podía hacerlo con la bici, no así la moto… Por lo tanto las ganas me las guardaba en la cartera… Aquí se la ve, parada frente a la cochera…

A las nueve en punto partimos para el Cuartel… Debía entrevistarse con un oficial… Estuvo dos horas reunido y yo, juntando orina…  En el regimiento no me aburría… Anduve por la cantina y otros puntos interesantes… Un flaco narigón, con cara de hijo de puta, me preguntó si me lo movía a la cura… La pregunta no me la hizo a solas, había otros colimbas delante; si lo negaba, mi negativa no iba a anular la sospecha… Opté por algo mas efectivo: negar afirmando… “Ojala, Dios te oiga, viste el culito que tiene, está para darle unos guascazos; pero no se si tendré oportunidad, me parece que el guacho se mueve a una de por ahí. Por las dudas estoy atento y cualquier cosa: te invito”… Lo de la invitación lo dejaba mal parado ante su auditorio, por lo que reaccionó enseguida: “rajá, la carne de chancho no me gusta”… Para darle el golpe de gracia rematé: “Disculpá, me olvide que andabas de novio con Manuelita”… Los colimbas se le cagaban de risa y le sumaban cargadas…

Volví a la camioneta y en unos minutos mas partimos… Sin apurar la marcha, al toque llegamos a la casa… Una vez llegados, el cura me mando a la casa de un Oficial que también era abogado… La esposa me iba a atender… Estaba advertida de que yo necesitaba algunos libros de Derecho… Fui como bala y me encontré con una Biblioteca fenomenal… La señora también era abogada… Yo tenía rendidas tres materias del CBC, Introducción al Pensamiento Científico, Derecho y Ciencia Política… Me quedaban otras tres, Economía, Sociología  e Introducción al Conocimiento del la Sociedad y el Estado… Me conformaba con empezar a preparar las dos primeras… De mi casa me iban a mandar por correo todos los apuntes que tenía… La señora del Oficial, cuyo nombre es María Cecilia, me facilitó unos libros y prometió conseguirme otros… Además, se ofreció para orientarme… Había sido Ayudante Diplomada en una de las Cátedras de Economía y me impresionó como una mina que no se chupaba el dedo…

Resumen: mañana muy productiva, almuerzo cordial y una corta siesta, en la cual no dormí, pero si descansé y pensé…

¿En qué pensé?... Válgame Dios, pensé en el cura… Si… Resulta que yo era y soy un tipo para quien la franela y todo eso que adorna un buen coito es algo de vital importancia… Para mi, equivocado o no, si no se franelea antes, durante y después del polvo: no se coge, solo se ejecuta una acción similar a tocar un timbre o meter una llave en una cerradura… Lo otro es lo verdaderamente importante… Ahora bien, a mi no me disgutaba un poco de franela con el Padre Daniel… Además del lindo culo que le mencioné al narigón, era un tipo agradable… La cuestión pasaba, entonces, por si a él le gustaría la franela, los mimos y todo ese boludeo procalentamiento… Eso era algo que yo debía averiguar y entré a barajar las posibles formas de hacerlo…

Así las cosas, como el Padre decidió salir solo, con el permiso de Delia, me puse a tomar mate en el comedor de diario y a leer algo del material que me facilitara María Cecilia… La hora se me pasó volando; enseguida se hicieron las siete y media y a esa hora regreso el Reverendo… Quería hablar conmigo y me llevó a su Biblioteca… Quería brindarme alguna precisiones acerca de lo que serían, en lo sucesivo, mis horarios, de modo que me pudiera organizar para poder estudiar y hacer también todo lo otro que tenía que hacer… El Padre no era para nada descuidado… No solo lo veía en cómo actuaba conmigo, sino en como actuaba con todos… Si algo se podía decir de él es que era “irreprochable”… Además, siempre estaba de buen humor… Mas de una vez lo descubrí haciendo cosas, como lavar la moto, y al mismo tiempo que hacía eso silbaba o cantaba…

De la información que me dio el cura, resultó que yo iba a tener por día unas cuantas horas como para estudiar… Además, me prometió que haría poner un calefactor en mi cuarto para el invierno, que en la región era muy crudo… De sexo no dijo nada…

La cena se servía a los ocho y media, porque una hora después, Delia se retiraba… Trabajaba de seis y media a una y media y de siete a nueve y media, y sus francos eran iguales a los míos: medio sábado y el domingo…

Ese lunes la cena se sirvió dentro del horario y a las nueve y media, el Padre y yo quedamos solos en la casa… Después de la cena, se fue a la Biblioteca y al hacerlo se despidió diciéndome “Buenas Noches” y recomendándome que cuando me fuera a dormir apagara las luces… Así hice, terminé de mirar la TV, apagué la luz y me fui a dormir… Antes de dormirme leí un rato… Me dormí de un tirón hasta el timbrazo de Delia…

El martes, mas o menos, replicó al lunes… Como el día anterior, después de cenar me fui a dormir… Me preguntaba si el Padre habría quedado conforme con la sacudida del domingo… Yo no quería preguntarle nada… El no me decía nada… Como si lo sucedido no hubiera acontecido… Me resigné a esperar… Por lo demás, todo fantástico, superbien…   En los momentos en que estábamos juntos teníamos un diálogo fluido y ameno… El Padre era un hombre de mundo y era imposible no sentirse a gusto con él…

Así llegamos al miércoles por la noche… Después de cenar, el Padre me invito a tomar un “drink” en la recepción del chalet… La recepción del chalet era un lindo lugar… Para mi gusto, un poco frío con tanta piedra… Según me dijeron fue idea de la mujer de un Coronel que después fue General y tuvo un cargo altísimo en tiempos de Onganía… Aquí les muestro una de las fotografía que conservo:

Como el domingo, me sirvió un cognac y él, además, encendió uno de sus habanos… Evidentemente, necesitaba entonarse un poco para arrancar… Como se sentó en el sillón grande y yo en uno de los chicos, después de unos tragos y sin pedir permiso me mude a su sillón y me senté pegadito a su lado, como quien va por mas… Como no hubo ni un atisbo de queja o desagrado, también sin pedir permiso, pasé mi brazo derecho sobre sus hombros y atrayéndolo hacía mí, le susurré al oído que “no estaría mal irse a la cama rapidito y calentarla como corresponde”… La idea le gustó…

-          Lo que usted disponga, mi General –acotó…

-        Yo “disporongo” lo que a usted le resulte mas placentero, Soldado –repliqué…

Al Padre le gustó muchísimo el modo mío de encarar las cosas, quitándole toda seriedad… En dos tragos mas yo agoté mi copa de cognac; pero lo que nos retenía no era el cognac, sino el habano… Para que se notificara que yo quería  que la cortara con el pucho, le pregunté si era “LD”… No pescó la indirecta y me contestó que eran “Partagas”, creyendo que yo preguntaba por la marca… Le aclaré que yo preguntaba si eran LD, larga duración, no la marca… Ahí cayó y dijo si son un clavo y lo apagó, diciendo “después lo sigo”… Ahí si, rapidito nos fuimos al dormitorio… Como fui mas ligero que él para ponerme en bolas, ocupe el lado derecho de la cama y con eso le mandé un mensajito silencioso: “vamos a franelear un poco”… Tal como estaban las cosas, tenía que meterse en la cama, taparse y apagar la luz… Cumplidas que fueron todas es diligencia lo urgí a que me permitiera pasar mi brazo izquierdo por debajo de su cuerpo… Facilitó la operación y cruzó su brazo derecho tras mi cuello… La cosa iba muy bien… Comencé a apretarlo… Como si lo tuviera pensado, me dijo:

-        Esteban, cuando estamos solos decime Daniel , Dany  o como quieras llamarme; pero no me llames Padre,  suena muy serio y me quita las ganas…

-        Muy bien, como vos ordeñes… Y hablando de ordeñar, hoy me vas a ordeñar un poquito…

-        Si, te voy a ordeñar como a vos te gusta…

Cuando me dijo esto, sin darle tiempo a nada, lo agarré no muy bruscamente de la mandíbula y le encajé un beso… Fue como un examen para ver que pasaba… No se esperaba para nada que yo hiciera eso y, menos, que le dijera “Gracias, sos un divino”, algo que me salió del alma, como me salían y me siguen saliendo, a Dios gracias, muchas cosas…

Después de esto sentí que se aferraba a mí con mas fuerza y eso me indicó que le metiera para adelante y sin demora empecé a chuponearlo como a mi me gusta hacerlo y a recorrer toda la geografía de su cuerpo y, en particular, la zona de las altas cumbres que formaban sus nalguitas preciosas… Semejantes inyecciones de pasión lo prendieron fuego a Daniel… Apenas si me la mamó un par de minutos… Quería desesperadamente que le hiciera el orto, que lo llenara… Necesitaba sentir mi verga dentro suyo, tanto como yo necesitaba meterme dentro de sus entrañas… Levantó bien el culito para que se la metiera y cuando la tuvo bien, bien adentro., hasta los huevos, nos tendimos sobre la cama, yo arriba de él, lo abracé con toda la fuerza de mis brazos que no es poca y le di, le dí y le dí hasta que el culo se le abrió como una flor… Doy fe que ese culo, así abierto, era mejor que cualquier de las conchitas que había tenido a mi disposición anteriormente, que si bien no eran muchas, contaban con un bill de preferencia indiscutible…

Sus gemidos, sus palabras, sus movimientos, todo, concurría a exaltar al máximo posible la locura que yo vivía en esos momentos… El oír que me pedía que, por favor, lo cogiera siempre era para mí algo conmovedor, alucinante, algo que despertaba profundos sentimientos y me arrastraba como un torbellino incontenible… “Si, papito, si, te voy a coger siempre, siempre” le decía y mientras se lo decía, no se por qué lo besaba y lo mordía…

No quiero alardear de presumido, pero tengo la fundada sospecha de que, hasta esa noche, nadie lo había garchado como lo estaba  garchando yo:  con alma y vida… El culo se le había abierto tanto  que soportaba que le sacara y le metiera mis 25 centímetros de pija como balas de ametralladora… Y lo más importante, las cosas que me decía y, en particular, cómo me las decía, con cuanta emoción, con cuanto embargo de sinceridad… “Nadie me ha cogido como vos”, “Esto es lo que necesito”, “Me haces vivir”, son algunas de las cosas que recuerdo haberle oído decir… Cada una actuaba sobre mi obligándome a redoblar mi entrega que era total… Porque así como el cura quería ser mío y me lo decía, yo quería ser suyo y estar dentro de su cuerpo, aún cuando no se lo dijera… No se lo decía, pero lo sentía y hasta ahora, muchos años después de esas experiencias, el recordar y revivir estos momentos hacen vibrar los vestigios supérstites de aquellas sensaciones que no esperaba experimentar y que el Padre Daniel me hizo experimentar, entregándose en cuerpo y alma a mis designios…

La acabada fue antológica…  Literalmente le llené el culo de leche  y como en uno de los rempujones finales no conseguí volvérsela a ensartar, mandé mi pija para arriba y le seguí regando leche por la espalda y las nalguitas… La exclamación de Daniel cuando el telón de esa fabulosa lechada bajó para poner punto final a la obra define integralmente lo que fue ese polvo: ¡Qué fierrazo me echaste pichón, me mataste!...

Muy lejos de mis intenciones estaba el matar a una criatura que se  estaba metiendo en mi corazón y a quien sinceramente quería hacerla feliz, porque por un misterioso fenómeno gemelo, su felicidad se retrataba en mi felicidad… La sensación que yo sentía en esos instantes era que había rosado el Cielos con las manos…

Permanecimos unos minutos mas en la cama, minutos que yo aproveché para abrazarlo, besarlo y hacerle todas esas cosas que me gustan hacer cuando quien está conmigo me satisface como me satisfacía Daniel… Creo que mi efusividad lo desbordaba, pero yo no estaba dispuesto a contenerme… No quería ponerle dique a mi afecto; sobre todo cuando, después, en presencia de terceros tenía que atenerme a formalidades que no era de mi agrado… Ahí, en el dormitorio: estaba a mis anchas, porque a diferencia de la recepción, que era un ambiente frío, el cuarto de Daniel tenía un no se que súper acogedor… Díganme si no es así…

Delia lo mantenía impecable… Siempre se ofrecía, también, para ocuparse de mi habitación, pero yo prefería no recargarla de trabajo… Al contrario, con ella procedía como con mi mamá, buscaba de aliviarle las faenas y ella me lo reconocía, repitiendo siempre: “Esteban es muy buen muchacho, el mejor de todos los que hemos tenido, lo vamos a extrañar mucho cuando se vaya”…

A veces, en tren de confidencia, cuando estábamos solos, Delia –que no me tuteaba- me decía: “Desde que está usted, el Padre se ha vuelto mas hogareño, no sale tanto de noche, habla mas, participa de las cosas de la casa y hasta se lo ve mas contento… Se ve que usted lo trata mejor… Los otros chóferes que tuvo no lo trataban mal, pero eran como indiferentes… Se metían en su cuarto y no salían… Yo tenía que hacerles todo… Y si no se iban por ahí y aparecían solo cuando el Padre los llamaba… Esta bien, ellos eran chóferes y no tenían otra obligación… Pero podían haber sido un poco mas amables… Con lo bueno que es el Padre y con todo lo que los favorecía… Se ve que usted, Esteban, ha sido criado de otra manera, por eso es así… Dios lo va a premiar… Cuídemelo  al Padre, que a usted lo quiere mucho…

Y yo se lo cuidaba… Los otros colimbas que le habían servido de chofer y que seguramente lo había macheteado, no debían haberlo conocido bien, en toda la dimensión de su personalidad… Si lo hubieran hecho, se hubiesen comportado como me comportaba yo…

Porque mi relación con el Padre no se circunscribía a la cama ni a los servicios de chofer que le prestaba; era más bien “una amistad profunda”, al menos así lo sentía yo y en el marco de esa amistad hablábamos de todo… De religión, de políticas, de economía, de deportes (yo, hincha de Boca; él, hincha de River), de todo… Su observaciones eran sorprendentes… Un día, hablando de curas del tercer mundo, de curas obreros, me dijo que “eran buenos muchachos, transparentes, pero que no iban a llegar a ninguna parte, porque a la Iglesia lo que hay que arreglarle es la cabeza y para eso hay que meterse en otras partes y no en la villas; así, lo que consiguen es hacerse echar antes de entrar”… Otro día me preguntó “si yo sabía lo que le daba a él”… Me desconcertó un poco… Pensé que quería que le dijera que “le daba pija”… Para no errarle, me quede callado… Él puntualizó: “me das estabilidad”… Y debía ser así, por eso Delia lo veía distinto… El efecto final de las cosas que uno hace no siempre lo conocemos de antemano…

Los polvos como el del miércoles se fueron repitiendo uno tras otros y, a decir verdad, cada vez nos gustaba mas hacer el amor, porque eso era lo que hacíamos: el amor, con todas sus letras… Recuerdo que a principios de mayo, tuvimos una semana medio complicada… El Padre estuvo muy atareado con sus ocupaciones… Temprano lo llevaba al Cuartel y lo iba a buscar al mediodía… Por la tarde recibía Oficiales y se encerraban en la biblioteca… A veces cenaba en la casa, otras en casas de otros Oficiales… Apenas si se teníamos tiempo para decirnos buenos días y  buenas noches… Yo esperaba que llegara el sábado para poder hacer algo… Tenía tremendas ganas de coger… Cuando llegó el sábado, me decepcionó… Me dijo que estaba invitado a una reunión en casa de un Coronel y me recomendó que me organizara para no quedarme en la casa encerrado… Así hice… Un poco después de que él se fuera a la reunión, yo partí para un boliche donde solían reunirse los colimbas que tenían franco… Había chicas y algún levante; pero eso no me atraía… Ya había estado con una, muy linda, pero mas boluda que un fútbol… Le eché un polvo y chau… Me quedé jugando al pool como hasta las tres de la mañana… No la pasé mal; pero, pensaba que la podía haber pasado mejor si Daniel no hubiese tenido esa puta reunión… El me calentaba en serio… La cuestión es que tres y algo de la madrugada, caminando, volví a casa… Hacía un frío de cagarse… Otro colimba caminó conmigo unas cuadras, pero después tomó para otro lado… Cuando llegue a casa, entré tratando de no hacer ruido… Por debajo de la puerta del dormitorio de Daniel se filtraba un hilo de luz… ¿Estaría despierto?... No sabía si golpear o no golpear… Tenía ganas de verlo… Calculaba que podía estar leyendo… Era cosa que hacía con frecuencia… Me animé y golpee despacito… En seguida respondió: “Adelante”… Entré… Si, estaba leyendo…

-          Hola… -me dijo…

-        Hola, ¿cómo te fue?...

-        Bien… Un poco plomo la gente, pero bien, me fue bien… Lo mejor de todo el asado…

-        ¿Comieron asado?...

-        Si, asó Eusebio… Cuando hay algo groso lo llaman a él… Tiene una mano bárbara…. ¿A vos cómo te fue?...

-        Bien, estuve en boliche jugando pool… Gané lo que consumí…

-        ¿Tenías plata?... Yo me olvidé preguntarte…

-        Si, tenía lo que me diste la semana pasada…

-        ¿Todavía tenés eso?... Sos codito de oro…

-        Y si no tengo en que gastar… Tirarla la plata, no la voy a tirar… Tengo lo de la semana pasada y algo mas…

-        De todas maneras, te dije que disponías de ciento cincuenta pesos por semana y tengo que cumplir…

-        Está bien… ¿Vas a seguir leyendo?...

-        Un ratito…

-        ¿No tenés ganas de hacer otra cosa?...

-        ¿Cómo qué?...

-        Como fabricar un sánguche de chorizo…

-        ¿Y cómo se hace eso?...

-        Muy fácil… Si no lo sabés, yo te enseño; pero, tenés que dejarme que me meta en la camita…

-        ¿Para hacer el sánguche?...

-        Si, para hacer el sánguche…

-        Me parece raro, pero, en fin, metete…

-        Bien, anda sacándote la ropita, así cuando te pongas a cocinar no te ensucias… Este plato se hace en bolas…

Obediente, el Padre comenzó a quitarse el pijama, mientras yo, rápidamente, me ponía en bolainas y me metía en la cama, y puntualizando que “lo primero que hay que hacer es calentar bien el hornito”, empezaba a sacudirle una serie de toqueteos y pellizcos que lo hacían mover como si estuviera bailando un mambo… A todo esto, en dos segundos, la verga se me puso recontra dura… Conseguí abrazarlo y con algunos certeros movimientos le calcé la pija entra las piernas, bien pegadita a sus huevitos y le ordené apretar con todas sus fuerzas… El Padre era delgado, pero tenía muy buenos muslos, recuerdo de sus épocas de futbolística que no eran muy lejanas… Cuando me apretó la pija, casi me la  inmovilizó… “El sanguchito de choricito bombón está listo,  vamos a degustarlo”, dije y arremetí con los besos y la franela, mi especialidad… En medio del torbellino que era yo en esos momentos, la voz del Padre se escuchó diciendo “choricito bombón será para vos, para mi que me lo tengo que tragar es una longaniza parrillera”…

-        No te quejes, mimoso, que te vas a volver viejo antes de tiempo… Cométela y sonreí… Al final no es tan grande que digamos…-

-        Eso lo decís por no te la ponen a vos…

-        Si querés, mi amorcito, no te  la pongo…

-        No, ponémela, pero no me tomes el pelo…

-        Muy bien… No le tomo el pelo… ¿Qué quiere que le tome?... ¿Quiere que le tome la tetita?...le pregunté…

Y al decirlo, me arquee para morderle unos de esos pezonzazos que tenía y que eran una locura… Me moría por mordérselos y chupárselos… Cuando se los lamía le temblaba todo….

Desde  que entré en el cuarto no habían pasado mas de veinte minutos y ya la atmósfera había cambiado… De  cálida pasó a maravillosamente caliente… Daniel era otro… Era alguien entregado, deseoso de gozar y hacer gozar, y yo lo mismo… Me sentía tan macho… Daniel me preguntaba:

-          ¿Qué me vas a hacer?...

-        ¿Yo?... Yo no le voy a hacer nada… ¿Usted quiere que yo le haga algo?...

-        Y… podría ser…

-        ¿Y qué quiere que le haga?...

-        No se, algo lindo…

-        ¿Algo lindo y fuerte?...

-        Si, bien fuerte…

-        Por casualidad, ¡usted no querrá que le abra el culito?...

-        ¡Ay si, qué  lindo!...

-        Y  cómo quiere que  se lo abra: ¿poquito?, ¿más o menos? o ¿mucho, mucho?...

-        Mucho, mucho…

-        Pero, mire que si se lo abro mucho, después no se va a poder sentar por un tiempito…

-        No importa, me quedo parado…

-        ¿Usted quiere que se lo abra con el dedo?...

-        ¿No tiene algo mas grande?...

-        Si, tengo; pero, no se si le va a gustar…

-        ¿Qué es?...

-        Mi pija, lo que ahora usted tiene entre las piernitas haciendo sanguchito…

-        No se si me va a entrar…

-        Eso déjelo por mi cuenta, yo le garantizo que se la hago tragar toda…

Imagínense este diálogo adobado con caricias, besitos, apretaditas, incursiones manuales por la zanja de culito buscando el agujerito y otras menudencias incendiarias… Daniel me hacía saber que tenía muchas ganas de que lo cogiera, que  quería tragarse toda mi poronga, que quería que lo hiciera gozar; que me daba su culito para que yo hiciera todo lo que quisiera con él… Todo eso no hacía mas que ponerme la pija más y más dura, y que las ganas de atravesarlo se me volvieran incontrolables… Para colmo, muy resuelto se desembarazo de mi poronga, que la tenía apretada entre las piernas, se reubicó en la cama y se aplicó a mamarmela con alma y vida… Cómo es que hice para no acabarle en la boca es algo que aún hoy no me explico… Quizá fue porque en otro de sus arrebatos me soltó la verga y se montó sobre ella, haciendo que le entrara toda entera en culo… Cuando Daniel se liberaba de todas sus inhibiciones se convertía en alguien fascinante, capaz de todas las más hermosas locuras que se puedan imaginar…

Yo lo ayudaba a liberarse y, de paso, me liberaba yo… En esos momentos no éramos un hombre de 42 años y un pibito de 18… Éramos dos locos de la guerra que jugábamos a ver quien de los dos hacía mas feliz al otro… Habíamos descubierto la clave que nos ponía más allá de todas las mezquindades que ensucian este mundo… No sentíamos vergüenza de que a él le gustara mi pija y de que a mi me volviera bobo su culo… Era lo mas natural y lo mejor de nuestro mundo, un mundo aparte… Un mundo feliz…

A los 42 años, casí 43, el dilatado culito del Padre Daniel era armadito y rozagante como el orto de un muchacho de 20… Para mi, verlo y que se me parara la verga eran la misma cosa… No era que estuviese obsesionado con la cola del reverendo; lo que estaba era embrujado por la perfección de sus formas, por la sensualidad que emanaba de su piel tersa, por la justa dureza de sus carnes… A lo largo de mi vida, y ya estoy en los 40 cumplidos, nunca vi otro traste que pueda igualarse al suyo…

Estas dos fotos se las tomé yo y las tengo por verdaderas creaciones artísticas, donde también tuvo su cuota de participación Eusebio, quien en materia fotográfica era todo un experto… Miren la primera de ellas…

El Reverendo era dueño de unos glúteos fenomenales… Bajo la sotana o el clerigemen no se notaban en absoluto… Tampoco cuando usaba los pantalones holgados que solía lucir… Solo se hacían evidentes cuando calzaba vaqueros, pero esto no era algo que hiciese con frecuencia… La mayor parte de las veces se producían cuando se asumía como motoquero... Por otra parte, el usar camperas de cuero y esas cosas hacían que la cola pasara desapercibida… Una cola realmente hermosa…

Creo oportuno precisar en este punto que, después de haber vivido todo lo que he vivido, prefiero mas un buen culo masculino, que un lindo culo femenino… Miren esta segunda foto y piensen en todo lo que se puede hacer con ella…  En todo lo que yo hice:

A medida que pasaba el tiempo, el vínculo que me unía al Padre Daniel se hacía cada vez mas estrecho, mas firme, mas natural, mas espontáneo… Yo cuidaba que nada trascendiera fuera de nosotros dos y lo lograba, para eso no hacía nada que pudiera levantar sospechas o dar lugar a malos entendidos… Ajustaba mi conducta a estrictas normas que alejaban dudas y afirmaban una sola cosa: que Daniel, era Padre Cura, inobjetable persona, y yo, un Soldado que le servía correctamente de chofer y nada mas…

El asunto cambiaba radicalmente cuando estábamos los dos a solas o en situaciones completamente homologables… En situaciones así, buenamente yo lo acosaba al Padre, no le daba respiro… Por ejemplo, yo iba a la biblioteca donde él estaba, en momentos en que Delia andaba dando vueltas por la casa haciendo sus cosas… Golpeaba la puerta como correspondía y me anunciaba… Una vez que era autorizado a entrar: entraba y cerraba la puerta… En voz alta como para que me escuchara medio mundo y con el debido respeto le preguntaba si me iba a necesitar… Se entiende: necesitar como chofer… Entre medio, como nadie me podía ver, me manoteaba el bulto y se lo ofrecía, me le acercaba, le daba un beso, le metía un dedo en la oreja, o, si estaba parado, me le ponía por detrás, lo abrazaba, se la arrimaba, le decía cosas excitantes en voz baja… Protestaba, pero, de últimas se moría de ganas de que yo le hiciera todas esas mimoseadas, esas travesuras, que nadie nunca antes le había hecho y me lo hacía saber: “nunca nadie me ha hecho todo lo que vos me haces”, me decía…

Yo me imaginaba que el Padre era una persona que se había quedado encerrada en alguna parte, no importa donde, a quien se la podía ayudar a salir, primero, con buen amor y, segundo, con los jueguitos del sexo y todas esas cosas que a él le gustaban y a mi terminaron gustándome más que a él… Porque mentiría descaradamente si dijera que me desagradaba encamarme con él o que lo garchaba por obligación… Absolutamente nada de eso…  Yo siempre andaba sin ver la hora de estar con él… Como ya dije, para mi, verle el culito y que se me parara la pija eran la misma cosa… Cuando nos metíamos en la cama, mi solaz era abrazarlo, besarlo, poseerlo por completo… Hacerlo mío…

Se llegó a plantear una situación increíble… Como comenté, los sábados a las 12 hs. y hasta el lunes a las 6, yo tenía franco… Eso significaba, ni mas ni menos, que podía hacer lo que quisiera: salir, quedarme, acostarme a dormir… En fin, lo que quisiera… Resulta que al Padre se le había metido en la cabeza que, si o si, yo tenía que salir a divertirme… Y, como un modo de obligarme a salir, él se inventaba salidas… Iba aquí, iba allá… Yo le decía que me quería quedar con él y él insistía que para eso teníamos toda la semana… Así fue que un sábado en que se repitió la misma escena, el dijo que lo habían invitado no se donde y yo dije que iba a ir al boliche… Resultado, el Padre salió a eso de las nueve menos cuarto… Yo estaba arreglado como para salir… Una vez que se fue el Padre, me desarregle y me metí en su cama, cuidando de apagar todas las luces… Me dormí un rato, no mas de una hora… La cama del Padre era un nidito… Antes de las once sentí ruidos… Estaba de vuelta… Me hice el dormido… No se que cara habrá puesto cuando encendió la luz de arriba… Con los ojos cerrados no podía ver, pero, detectaba los cambios de intensidad de la luminosidad ambiental… Se me hacía que había encendido su velador y apagado la araña… No podía imaginarme sus movimientos… En un momento dado le oí decir muy bajito, como si hablara solo y en realidad estaba hablando solo: “está profundamente dormido”… Me tenté, pero resistí… Por la forma suave y delicada con que abrió la cama y se acostó me dí cuenta de que tenía por cierto que yo estaba, como había dicho, “profundamente dormido”… Luego oí el “clic” del interruptor del velador… La había apagado… Entreabrí los ojos y estaba todo a oscuras… Los dejé abiertos… Por lo que podía apreciar en la penumbra, Daniel estaba acostado boca arriba; además, lo oía respirar… Esa no era su postura habitual… Como yo, él dormía volcado hacía la izquierda… Decidí esperar a que se diera vuelta para asaltarlo por la retaguardia; pero, pasaban los minutos y el campeón seguía boca arriba… Yo trataba de respirar como si estuviera dormido… Se me ocurrió hacer alguna cosa rara como si estuviera por despertarme… Tosí y carraspee… Resultó como una orden para que se diera vuelta y ahí nomás, ni bien se acomodó me le fui al humo, diciéndole “así te quería agarrar” y lo agarré como para que no se me escapara…

-          Ay, qué hacés, creí que estabas dormido…

-        Creyó mal… No estaba dormido… Estaba al acechó… Porque  soy el lobo feroz y me lo quiero comer…

-        ¿Me va a comer?...

-        Si, lo voy a comer…

-        Y con qué me va a comer, ¿con papas fritas o ensalada?...

-        Lo voy a comer con pija…

-        Ay, con pija, qué rico… Cómame ya mismo señor Lobo…

-        Ya mismo no porque usted se fue a cenar a lo de un milico amigo suyo y a mi me dejo solito…

-        Pero ya volví…

-        ¿Ya  volvió?... No me enteré, nadie me dijo nada… ¿Y que es lo que quiere?...

-        Quiero comer pija…

-        ¿Quiere comer pija?... ¿No le dieron bien de comer dónde fue a cenar?...

-        Si, me dieron bien de comer, pero no me dieron postre…

-        ¿Y quiere pija de postre?... Muy bien, como soy un lobo feroz buenito, buenito, le voy a dar un poquito de pija para que no se quede con el antojo; pero me tiene que prometer una cosa…

-        ¿Qué cosa?

-        Que los sábados, cuando yo le diga que quiero encamarme toda la noche con usted no se me va a escapar… Yo le prometo no echarle mas de cinco polvos…

-        Se lo prometo señor Lobo, como que soy un tierno corderito… Y si no cumplo, usted tendrá derecho a romperme el culo…

-        Un tierno corderito que se elige los castigos que mas le gustan… Está bien, pero antes de romperle el culito, cumpla o no cumpla la promesa, me tendrá que mamar bien pija…

-        Quédese tranquilo, señor Lobo, que yo se la mamo… Si quiere  empezamos ya…

Y empezamos la función… La teatralización nos sirvió para distendernos y cuando uno está distendido la sangre fluye mejor por los vasos, haciendo que todo el cuerpo se encuentre mas a tono, mejor predispuesto para lo que sea… En mi caso, cuando estoy distendido, relajado, mi sangre fluye y una buena parte de ella se almacena en el cuerpo cavernoso de mi verga confiriéndole un endurecimiento que ni les cuento… Un endurecimiento muy difícil de hacerlo retroceder… Solo un buen polvo o una paja machaza son capaces de atenuarlo…

El Padre y yo teníamos, recíprocamente, ganas de comernos, de devorarnos, de poseernos… En realidad lo que profundamente queríamos era fundirnos en uno solo… Necesitábamos desesperadamente el uno del otro… Después de la mamada de pija, que no tuvo desperdicio, nos trenzamos en una de besos que nos puso al borde de la locura total…

Después de la historia de besos que escribimos Daniel y yo  esa noches, así como en noches y días anteriores, y en todo el tiempo posterior que estuvimos juntos, mi conclusión es que no hay nada mejor que cavar un buen culo y, a continuación emborracharse a besos con el dueño de culo, si el dueño es como el Padre Daniel: irresistible… Sacia por completo esa sed que nos desespera y no sabemos definir… El Padre Daniel y yo no solo nos besábamos cuando estábamos solos en la cama, sino en todo momento y lugar en que las circunstancias nos lo permitían…

Una tarde en que seguramente no teníamos otra cosa que hacer, salimos a pasear en la camioneta buscando una gruta de la que le habían hablado al Padre… Salimos al tun-tun, porque las referencias que teníamos eran muy imprecisas… Recuerdo que tomamos un desvío en medio de una serranía y al cabo de menos de dos kilómetros, dimos con la gruta… Mas que gruta era una caverna y hasta se podía meter la camioneta, con solo despejar un poco la entrada… El espacio adentro era circular, con unos 40 m de diámetro y tenía piedras sueltas que bien podían usarse como bancos… Justamente en una de esas piedras nos sentamos con el Padre  y, como de costumbre, lo cogotee para darle un chuponcito, que se fue estirando y estirando hasta convertirse en una sesión de besos sin fin… El Padre me manoteo el bulto y como yo estaba al palo, me propuso una mamadita liviana como para despuntar el vicio… Lo demás fue inevitable… La mamadita liviana lo puso a Daniel a mil y a mi a 999… Me pidió que lo cogiera… La contra era que no teníamos lubricante y aunque la dilatación del Padre era óptima, nunca lo hacíamos sin la cremita… Ante lo dramático de la situación, decidimos recurrir a  la nunca bien ponderada saliva… Por suerte yo tengo siempre buena producción… Y buena punteria, pese a semioscuridad reinante, todos los pollos que descargué cayeron justo sobre mi verga… El Padre hizo su buen aporte… El resultado fue que le pude romper el culo como él quería y a mi me gustaba… Como la pose fue patitas para arriba, la pija le entraba hasta la garganta y lo mataba… Daniel quedó deshecho y por la noche, cuando nos íbamos a dormir  me lo dijo: “me rompiste el culo en serio, cariño; me duele un montonazo”… Para consolarlo le proporcioné un remedio infalible: un rosario de besos, besitos y besotes, y una cancioncita curativa “sana, sana, colita de rana, que se cure hoy, así se la rompo mañana”…

Puede decirse que hasta el 30 de noviembre vivimos una verdadera luna de miel… Al comenzar diciembre nos hicimos cargo de que nuestro romance, en unos días más, tocaría a su fin… Mis días en la colimba, si lo que viví puede llamarse colimba, tocaban a su fin y el Padre y yo debíamos separarnos… Nuestros caminos se abrían… Me  anunciaron  la baja el día 15 y se concretó 24 horas después, el lunes 16… Me quedé con el Padre hasta el lunes 23 por la mañana… Ese día, a las 10 de la mañana me llevó hasta el aeropuerto y volví a mis pagos… El pasaje de avión fue un regalo suyo…

Unos meses después, él se embarcaría rumbo a Roma… Este viaje era resultado de conversaciones que supimos mantener al comienzo de la primavera… Aunque superficialmente, esta historia merece ser contada…

El ingresó al Seminario con 16 años cumplidos… Para ese entonces, de sexo: nada… Solo masturbarse y eso muy de vez en cuando porque lo consideraba un pecado, aunque su confesor jamás se lo había observado…

Cuando ya tenía 17 años, llegó al Seminario un joven muy alegre, Desio, oriundo de San Juan… Desio era un seminarista sobresaliente… Sin esforzarse, todo lo que hacía lo hacía muy bien sin jactancia alguna… Tanto a Desio como a Daniel les gustaba jugar al fútbol y ambos lo hacían con notoria habilidad… Eso era algo que los acercaba muchísimo… Quizá por eso, el Padre Regente decidió que ambos compartieran la habitación… Otro de los motivos era la procedencia social de cada uno… Desio provenía de una familia muy pobre y Daniel de una familia económicamente poderosa…

Esa convivencia generó las condiciones apropiadas para que entre ambos se consolidara una muy fuerte amistad… Las ideas de Desio calaron muy hondo en Daniel, induciéndolo a pensamientos que después serían rectores de su existencia… Un día, Desio le confesó a Daniel que se masturbaba un vez por día y eso le permitía mantener el equilibrio espiritual necesario para recorrer la cuerda de la existencia sin riesgos de caídas fatales… Tal confesión dio lugar a que el tema del sexo se instalara entre ellos… En esta materia, Daniel era un neófito; en su vida las cosas se habían dado de modo tal que, salvo muy contados detalles, lo demás le resultaba ignoto… Quizá porque un velo de misterio lo encerraba junto con las cosas pecaminosas que lo aterraban…

De a poco, Desio le fue haciendo perder estos temores y ver el mundo y las cosas con más naturalidad… “Hay que desdramatizar” sostenía Desio… Lo cierto es que en la materia sexo, Desio le hizo entender a Daniel que el pecado no estaba en lo que se hiciera, sino en la intención con que se hiciera y que si algo se hacía era porque en el Plan Divino estaba contemplada la posibilidad de que se hiciera… Era voluntad de Dios… De modo que todo nuestro empeño debía concentrarse no en no hacer tal o cual cosa, sino en eliminar las malas intenciones con que el Maligno puede ensuciar nuestras acciones… ¡Toda una teología!...

Fuera de eso, entre Desio y Daniel se daba además una atracción que, a Daniel lo preocupaba y a Desio no… Una atracción física, de la que Daniel quería huir y a la que Desio dejaba hacer por respeto a la voluntad Divina… Y solo le sumaba las cosas que le brotaban del corazón… Así, un día en que estudiaban juntos un texto sagrado, Desio lo premio a Daniel con un beso en la mejilla que pronto se mudo a la boca… Daniel quedó alelado y Desio lo mas fresco y campante…

En su estupor, Daniel le preguntó si se daba cuenta de lo que había hecho… La respuesta de Desio fue rápida y desconcertante: “Si, absolutamente… Hice algo de lo mucho que puedo hacer para vivir en la Gracia de Dios, porque  Dios quiere que nos amemos los unos a los otros, con el alma y también con el cuerpo”… Daniel quedó espantado y al mismo tiempo sacudido en sus íntimas convicciones…

Continuaron estudiando, pero a Daniel se le hizo cuesta arriba porque no podía quitarse de la cabeza lo que había sucedido y sobre todo las cosas que Desio le decía y hacía con una frescura increíble… Las dudas comenzaron a corroer los pilares de su fe; pero no para hacerla caer, para derribarla, sino para encontrarle sustentos menos misteriosos y más potentes… Recorriendo los decires de Desio encontraba que ellos se inspiraban en una filosofía natural y sencilla que solo contribuía al embellecimiento y resplandor de todas las cosas de la Creación… Ello lo llevó a decidir, mas emocional que racionalmente, dejarse llevar por el Evangelio según Desio…

Cierta noche, Desio le pidió permiso a Daniel para acostarse con él… En un primer momento, Daniel dudó en brindar su consentimiento; pero, de últimas accedió… Era verano y hacía calor… Tanto, que debían dejar las ventanas abiertas para que la habitación no fuera un horno… Al estar en el tercer piso, lo de la ventana abierta no era problema, porque miraba hacia la sierra sin nada que se interpusiera en la visión… Daniel no imaginaba cuáles podían ser los objetivos de Desio… El se los hizo saber tan pronto estuvieron juntos bajo la protección de las sábanas: quería que tuvieran relaciones carnales… Daniel no se imaginaba fornicándolo a Desio, por eso acepto si remilgos la pasividad… Desio tampoco era muy ducho en estos menesteres, pero se dejaba llevar… No sin cierta torpeza y atropello le hizo el amor a Daniel y éste, a pesar de algún doloroso padecer, no dejó de sentirse íntimamente complacido… Desio había llenado un hueco que, sin saberlo a ciencia cierta, Daniel necesitaba que se lo llenaran…

Lo cierto fue que a partir de ese momento y con la repetición casi sistemática de estos actos de amor, los dos jóvenes experimentaron un sensible afianzamiento de sus sensaciones de bienestar físico y espiritual, y el crecimiento  exponencial de su dedicación al ministerio apostólico que ambos habían abrazado… Daniel fue siempre pasivo y Desio cumplía con fervor su rol activo, al cual siempre su inventiva enriquecía con añadidos y originalidades que le daban toques pintorescos… Por ejemplo, coger de parado mientras miraban las sierras iluminadas por el resplandor de la luna… Desio no era un amante cualquiera; sabía cómo lograr que Daniel obtuviese todo lo que esperaba de su cruce con él… Era una especie de ángel protector… Si Daniel alguna se hubiese cruzado con su verdadero ángel protector, el que existe pero no se ve, y hubiese tenido la oportunidad de pedirle algo específico: lo que seguramente le habría pedido hubiese sido que lo cogiera como lo cogía Desio…

Desio no era un Adonis ni nada por el estilo, era un negrito provinciano, bastante fortachón, que no podía borrar la sonrisa de rostro… Se lo veía así cuando se ordenó como sacerdote…

Una vez ordenados, ambos partieron a Roma donde realizarían estudios superiores… Durante el par de años que vivieron allí fueron, como solía decir jocosamente Desio, “un matrimonio sacerdotal perfecto”…

Vueltos al país, de común acuerdo, decidieron emprender caminos separados para el cumplimiento de sus misiones; pero, nunca dejaron de estar en comunicación y a la distancia se apoyaban mutuamente…

Antes de que yo me alejara de Daniel, éste había coordinado con Desio un reencuentro y una nueva partida a Roma, después tratarían de organizarse para retomar la vida en común que años atrás habían comenzado…

Las noticias que yo tengo es que la unión los fortaleció en todo sentido… Hoy los dos pasan los 60 años y, según dice Daniel, Desio está como cuando ingresó al Seminario… Lo único que no hace es jugar al fútbol…

Yo me congratulo de la derivación que tuvo mi paso por la Colimba… No fue poco lo que aprendí junto al Padre Daniel y, si en alguna instancia mágica o milagrosa me fuese dado repetir experiencias vividas, no dudaría en escoger “Mis noches con el Padre Daniel”…

Gracias a todos quienes hayan tenido la valentía de acompañarme hasta aquí…

Eduardo de Altamirano

Post Scriptum : Si alguien quiere escribirme, puede hacerlo a buenjovato@yahoo.com.ar o a decubitoventral@yahoo.com.ar . Contesto todos los correos-e que recibo lo mas pronto que me es posible…