Mis micro Relatos 8 ! Joder, Paulita, joder ¡ 2ª

Otro episodio de Paulita y sandra...

Joder Paulita, joder…

Sandra repitió esas palabras solo que con más de un curso de diferencia. Era allá por el 2018 cuando descubrió por primera vez a su amiga y compañera de piso Paula, follando con el pibonazo de la universidad. Recién acabados los exámenes del primer trimestre.

Buenos vamos al caso. El tema es que Sandra gritó: Joder Paulita, joder… pero esta vez no fue mentalmente, para sí misma, con incredulidad y tratando de que su mente asimilara la realidad que sus ojos le ofrecían. Fue en voz alta, dirigiéndose al otro lado de la pared que separaba sus habitaciones, para que esos dos la oyeran.

Especialmente Paula.

Seguían siendo intimas, era su mejor amiga, pero no podía soportarlo más. Ella era la lanzada, la descarada, la lista, la que tenía que haber enseñado a su mojigata amiga de pueblo como triunfar en Madrid. La que tenía que haberla deslumbrado.

Y sin embargo todo parecía salirle mal. Los novios, las notas, el sexo…y allí estaba Paulita, sin haber perdido la pinta de chica de provincias recién llegada a la capital. Con su mirada sorprendida e inocente. Con su cara de no haber roto un plato nunca. Con sus buenas y aplicadas notas. Sin sacarse partido, vistiendo poco atrevidamente. Sin relacionarse apenas con los demás.

Y eso sí, follándose al chico que todas deseaban. Y casi a diario. Pero… ¿Qué habría visto en ella, él que podía tener a la chica que quisiera? Sandra había llegado a la conclusión de que era precisamente todo lo dicho antes, lo que hacía que ese chaval se hubiese encariñado con Paula. Era tan distinta…

Bueno, eso y que la chica destacaba en un aspecto que solo su novio y su compañera de piso conocían. Una vez había probado polla, ya no había quien la parara en ese aspecto. La que apenas sabía como masturbarse, ahora podría darle clase de follar a la misma Sandra. Era increíble la pasión con la que se entregaba y el aguante frente a un chaval de casi dos metros de alto, al que le rebosaba la testosterona. Lo dejaba agotado, inerte. Sandra lo veía entrar a casa con el rostro encendido de deseo, y lo veía irse mansamente, con la mirada consumida. Lo dejaba tan satisfecho que aunque se hubiese cruzado con una top model, el chico ni siquiera la habría mirado. Todo a la vez que ella disfrutaba de veras. Joder que potencial tenia Paulita.

Quizás por eso, lo que comenzó con un polvo curioso y escéptico de un muchacho al que le hizo gracia que la nerd de su clase se le insinuara torpemente, se había convertido en una relación estable que ganaba en intensidad cada mes que pasaba.

Sandra se alegraba por su amiga, pero la ponía de los nervios a veces. Mas por no haber conseguido ella algo así, que por otra cosa. Escucharlos gritar y follar sin cortarse, cuatro veces a la semana, era demasiado. Como en este momento. ¿Qué narices hacían? Solo se oían golpes fuertes contra su pared. ¡Pero si la cama estaba en el otro extremo!

Se levantó decidida. Así no había quien pudiera estudiar, y ella no estaba en situación de suspender otro examen.

Llamó suavemente a la puerta:

¿Paula?

Más fuerte:

¿Paulaaaaa?

Joder. Ni puto caso. Los golpes seguían oyéndose. De repente se puso nerviosa. ¿Por qué no la oían? ¿Estaría pasando algo grave? ¿Se encontraba bien su amiga?

Abrió la puerta de sopetón: ¡Paula!

Y allí estaba Paula.

!!!!!Ostiaaaaa puta¡¡¡¡¡ Ahora me explico los golpes en la pared… pensó Sandra.

El novio de Paula la sostenía con los brazos por debajo de sus piernas, de pie contra el muro.

Casi sin esfuerzo la mantenía en vilo mientras la penetraba una y otra vez. Coño con el atleta, que poderío. Levantó un poco los brazos para que ella, al subir las rodillas, se abriera todavía más. En esa posición, la verga le tenía que estar entrando hasta el fondo con cada embestida. De eso no había duda, porque con cada cachetada y cada golpe contra la pared que sonaba, Paula soltaba un grito desgarrado de placer.

Su novio seguía metiéndosela cadenciosamente con golpes secos. La carne de los muslos de paula, transmitía las vibraciones de cada vergazo en su interior, al contrario que las piernas y el culo del chaval, duros como una piedra y en tensión.

A pesar de saber que había abierto la puerta, ninguno de los dos le prestó la más mínima atención. Siguieron concentrados en el polvo que estaban echando, como si estuvieran solos en mitad de la tierra y no existiera nadie más. El golpeteo repetido; los sexos complementándose en perfecta comunión, uno entrando y otro recibiendo; los brazos tensos de él, sosteniendo el peso de ella mientras se le marcaban los tendones y las venas; los brazos de ella a su cuello; las bocas muy cerca intercambiando alientos pero apenas rozándose; las miradas de ambos enfrentadas… Sandra no insistió ni quiso forzar la situación. No quería cortarles el polvo a pesar de que sentía envidia.

Mientras caminaba por el pasillo hacia su habitación sintió que se mojaba, al imaginarse en el lugar de su amiga. Ojalá pudiera tener ella un novio atleta que la levantara sin dificultad y que la empalara contra la pared. Tuvo que reconocer que ella en ese caso haría lo mismo. Olvidarse de todo, aislarse del mundo y concentrarse en tener un orgasmo después de otro.

Se echó la cama. Seguía oyendo los golpes pero ahora ya más que molestarla lo que sucedía es que se le clavaban en la sien, y con cada golpe recordando la escena que acababa de ver, sentía una pequeña punzada en sus ingles.

Sandra deseó sentirse llena de polla, empujada por un cuerpo duro y fibroso. Deseó tener unos ojos bonitos a los que mirar mientras la follaban.

Agarró el pijama con las dos manos y empujó hacia abajo hasta sacárselo con bragas y todo.

Llevó la mano a su coño y lo noto muy húmedo. Uno de sus dedos desapareció sin dificultad dentro. La otra mano buceó bajo la camiseta agarrándose un pecho. Pellizcó un pezón y sintió cómo reaccionaba inmediatamente, erizándose por completo. Comenzó a masturbarse al ritmo de los golpes en la pared.

¿No sé cansaban nunca? Que Resistencia…

El placer empezó a invadirla. Al principio suavemente. Luego de forma más fuerte e intensa, a medida que se conformaba una imagen cada vez más real de ella misma siendo penetrada por un chico joven, fuerte y guapo. Oyó el chapoteo que provocaban sus dedos al entrar y salir de su vagina empapada. El suave placer se fue transformando en unas fuertes contracciones que anticipaban un violento orgasmo.

En ese momento tuvo una idea. Un chico grande y de cuerpo macizo y duro que la llenara... Eso es lo que quería ¿no?

Se acordó de sus dos “amigos”, los que le habían regalado sus amigas cuando se vino a Madrid. Siempre usaba el pequeñito, un vibrador en forma de “U” qué desde dentro y fuera, le estimulaba hasta llegar al orgasmo. Pero en el cajón junto a él, tenía el otro, el gran consolador que también le habían regalado y que hasta ahora nunca había usado. Se supone que era un regalo de coña. Un gran falo con el que entretenerse si la cosa le iba mal en cuanto a ligues. No era una buena réplica en cuanto a forma o calidad, por eso nunca lo había usado. Era consciente de que sus amigas lo habían comprado por el cachondeo, no porque fuera aparentemente muy útil. Estaba claro que la intención era que usara el otro, como así había sido.

Pero en ese momento necesitaba sentirse llena. ¿Y si probaba? Era muy grande, no sabía siquiera si aquello le iba a doler.

Lo saco del cajón y lo miró un momento mientras seguía acariciándose con la otra mano. Muy lentamente para no precipitar el orgasmo aún. Se dio cuenta que era muy largo, pero no tan grueso cómo había pensado cuando lo descartó para darse placer.

Se lo llevó la boca y comenzó a chuparlo. Sabía a plástico. Estaba claro que no había mucha calidad. Era más un artículo de broma que algo realmente pensado para simular con detalle una polla verdadera. No obstante su imaginación no necesitó más para ponerse a funcionar. Cuando lo tuvo bien ensalivado, intentó metérselo hasta donde pudo en la boca. Aquel cipote inmenso se la lleno entera y apenas había introducido un tercio, cuando le sobrevino la primera arcada.

Lo sacó y se concentró en la punta, imaginando que podría ser la verga del chaval que se estaba follando ahora mismo a Paula. Para qué suponer a alguien distinto. Soñó que Paula cortaba con él y que se fijaba en ella. Que venía hacer las paces, pero su amiga no quería saber nada. Y entonces Sandra se aprovechaba del calentón que traía y lo llevaba a su cuarto. En esa misma cama donde estaba ahora, se veía cogiéndole el falo y metiéndoselo en la boca como estaba haciendo en ese momento. Y que luego él la tumbaba y la abría de piernas.

Se puso en esa posición y empezó a pasarse la punta por el clítoris. Comenzó a jadear y entonces se la llevó a la entrada de su vagina. Estaba muy húmeda, pero a pesar de ello le costó dilatar lo suficiente para que el prepucio entrara. Era muy grande. No obstante no sintió dolor, es más, cuando tuvo la cabeza dentro y empezó a moverla intentando introducirla más, le llegó una primera oleada de gusto que estuvo a punto de hacerla correrse.

Dejó de estimularse el clítoris y se concentró en tratar de meterse el dildo. Poco a poco, avanzando un poquito y retrocediendo, fue consiguiendo que la polla de plástico ganara terreno. Cuando se la introdujo hasta más o menos la mitad, sintió que estaba llena. La verga le ocupaba toda la vagina, que había dilatado al máximo. Nunca había tenido algo tan grande dentro y el solo pensamiento de eso, la hizo sentirse muy guarra y muy satisfecha. Aún intento empujar algo, pero sintió como un pinchazo en el útero. Simplemente no le cabía más.

Se la dejó ahí dentro, sin moverla apenas. Sus dedos se posaron sobre el clítoris, hinchado hasta casi dolerle. Bastó tocarse un poco para sentir que el placer le llegaba por oleadas incontenibles. Se retorció con una mezcla de gusto y molestia por aquel pollón que tenía en las entrañas. Era algo distinto y nuevo. Pensó que quizá llegaría a encadenar varios orgasmos de lo excitada que estaba, pero solo tuvo uno: eso sí, largo e intenso, que la dejó totalmente exhausta.

Se quedó rendida en la cama, sudorosa y con su coñito intentando expulsar aquel vergajo.

Hasta pasados unos minutos no pudo reaccionar y cuando lo hizo y por fin dejó su vagina libre, su primer impulso fue coger un espejo y observar su sexo. Estaba Colorado y aún dilatado. Los labios mayores hinchados. La vagina se abría en un agujero húmedo y aún palpitante, por el que cabían dos de sus dedos (al menos) sin ningún esfuerzo.

Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Qué bueno sería que todo esto hubiera pasado con una verga de verdad. Con un chico de carne y hueso a quién abrazarse ahora y con quién planear el próximo polvo.

¡Joder Paulita, joder! ¡Qué suerte tienes cabrona!