Mis Memorias I
De repente nos dimos cuenta que la tenía toda ensartada, yo le dije que ponga su manito entre su conchita y mi pene, y ella comprobó asombrada que ya se la había comido toda.
Mis memorias I
El presente es una recopilación de mis mejores momentos vividos con diez hermosas mujeres en etapas distintas de mi vida, que realmente dejaron huella en mi memoria por lo candente y fogosas que eran cada una de estas jovencitas.
- Querido profesor, buenas tardes.
- Buenas tardes Srta. Estela, ¿como está?
- Aquí bien profesor, con mucho calor.
- Bueno, es que el clima está muy caluroso, no provoca salir de la casa y únicamente pasar todo el día en la ducha – le respondí.
- Así es querido profesor, justo en estos momentos estoy saliendo de la ducha.
- Ahhhh, pues tápese que el Internet a veces tiene hackers espías y pueden estar mirándola, le dije atreviéndome a ver que pasaba.
- Queee? Que sí, no sabía eso profe, y yo que no llevaba nada encima pensando que era seguro aquí – me respondió de forma pícara.
A todo esto, Estela era una hermosa jovencita de 19 años, pero se notaba por su escultural cuerpo que ya había cogido unas cuantas cañas y se habría chupado varias pollas de sus compañeros de universidad.
- Querido profesor, me gustó su última clase en donde no solo habló del tema en sí, sino que también nos instruyó sobre educación sexual, dado que hay muchos que no saben aún a esta edad del tema.
- En serio? Sí es cierto, muchos jóvenes creen que saben pero por su ignorancia hay tanto embarazo, es que sus padres no hablan de eso con ellos.
- Así es profe, yo veo que Ud. sabe mucho, claro, dada su edad ya debe conocer todo sobre el sexo.
- Bueno, algo conozco, si gusta le explico cualquier duda que tenga cuando guste.
Así empezó un juego que terminó finalmente entre sábanas blancas y piernas entrelazadas, entre un maestro de 38 años y una chiquilla inocente pero a la vez con ganas de iniciarse en el sexo con alguien mayor que ella, que con su experiencia la recorra toda de placer.
Llegado el día del encuentro pactado, conforme lo acordado, despachó rápidamente a su madre a las seis de la tarde, negándose a abrir las puertas de su pensión a sus amigos y amigas que insistentemente la buscaban para irse de juerga. Y es que por la noche, recibiría mi visita rauda y subrepticia en su pensión para darle su respectiva “lección”.
Al llegar allí conversamos de todo un poco, comimos algo que llevé como aperitivo, y de repente simulé estar cansado y me recosté en su cama, a su lado, mirando las prominentes y blanquecinas piernas que se apreciaban muy bien al estar ella únicamente en una minifalda negra.
- Le voy a hacer masajes profe, debe estar muy cansado - me dijo con mirada pícara.
Entre masaje y masaje, poco a poco se iba acercando cada vez más y pegaba así de vez en cuando sus tetas en mi espalda, haciéndome sentir sus puntudos pezones sobre mi piel.
Ante ello, no pude más y dándome vuelta me encontré con sus carnosos sabios y su mirada de niña buena que me invitaban a besarla con pasión, cosa que no dejé de hacer por largo tiempo, tiempo en el cual nuestras lenguas se entrelazaban y mis manos recorrían todo ese hermoso cuerpo juvenil que muchos en su aula querían devorar.
Pues bien, con extrema delicadeza y tomándome mi tiempo para evitar que esa niña crea que estaba desesperado por tomarla, fui quitándole toda su ropa, hasta dejarla totalmente desnuda encima mío.
- No es justo profesor, yo estoy desnuda y Ud. no, así no se vale – me dijo con voz de niña ingenua.
- Bueno, es que tú no has hecho tu tarea – le respondí.
Entonces, ella corrió de puntitas hacia el interruptor, pudiendo apreciarle su hermoso culo que rebotaba ante cada paso que daba.
- ¿Por que apagas la luz? Le dije contrariado.
- Porque me da vergüenza profe.
Un poco molesto por no poder apreciarla en todo su esplendor acepté, dado que tras las cortinas entraba la luz de un fluorescente del otro cuarto, por lo que podía ver bien su silueta en la oscura noche.
La niña de manera muy hábil me empezó a desnudar quedando frente a frente con mi verga que aparecía tímida al estar en una habitación con una jovencita veinte años menor que yo, por lo que aprovechó ella el ver mi pene aún flácido y no dudó en metérselo a la boca, devorándoselo todito. Así, lo chupó y chupó durante un buen par de minutos, burlándose de mí, diciendo que no iba a tener problemas con un pene tan pequeño. Sin embargo, de repente fue advirtiendo que ya no entraba en su boca y tenía que usar las dos manos para sostenerlo. Y es que lo cálido de su lengüita había surgido efectos, había logrado endurecer mi verga más de la cuenta.
- Creo que ya me fregué profe, no pensé que se pondría tan largo y tan duro, mejor lo dejamos allí no mas no cree? Me dijo mirándome asustada mientras sostenía con su mano izquierda mi verga que no cabía en su mano y medía casi el mismo largo de su cabecita.
- Bueno niña malcriada, te llegó tu hora, por burlarte recibirás tu merecido – le dije mirándola con ojos libidinosos mientras la levantaba y la acostaba en la cama.
- Profe, no me haga daño, es mi primera vez – me dijo con cara seria.
Yo me quedé sorprendido con esa confesión, dado que nunca pensé que Estela sea virgen. Y es que su forma de comportarse en el aula, su coquetería innata, su escultural cuerpo y su forma tan sencilla de acceder a que estuviéramos desnudos en su cuarto solo en una cita, me habían hecho pensar lo contrario.
- No te preocupes nena, estás en buenas manos – le dije para darle confianza.
En ese momento sonó su teléfono celular, yo me recosté mortificado en la cama mirando al techo y ella corrió a contestarlo. Sin embargo, mientras hablaba se iba acercando a mí, echándose también a mi lado y, mientras que con la mano derecha sostenía su celular, con la izquierda me masturbaba.
Luego a mitad de conversación ella puso el teléfono en altavoz, con lo que me percaté que era un alumno de la misma aula, quien la llamaba para reafirmarle lo loco que estaba por ella, diciéndole dulces y cursis palabras mientras ella me miraba y me sonreía, no parando de masturbarme. No contenta con eso, llegó un momento en que incluso se puso a chupármela mientras lo dejaba hablar al muchachito quien emocionado no paraba de decirle lo mucho que la amaba.
Cerrada esa pequeña interrupción, nuevamente la puse boca arriba mirando al techo y me puse sobre ella, no sin antes darle una buena lamida a esa chuchita virginal y juvenil que ofrecía sus jugos para mí en medio de dos hermosos muslos.
- Ahora sí no te escapas – le dije.
Después de eso, separé sus piernas y la cogí de la cintura acercando mi dura verga a su inocente concha, metiendo poco a poco la cabeza de la pinga para evitar que se asuste de dolor.
Ella al sentir eso se tiró para atrás, repeliendo mi entrada y safándose de mi enorme pinga que intentaba penetrarla, con extremo nerviosismo que me dio a entender recién allí que realmente era virgen.
Así estuvimos por cerca de quince minutos, yo metiéndole la pinga y ella safándose al sentirla en la entrada, hasta que la enlacé de la cintura con mis piernas y sujeté sus hombros con mis manos, no dándole opción a escapar, clavándosela lentamente pero de manera segura, mientras la miraba a los ojos. En ese momento, la vi llorar y sentí un calor especial en mi verga, por lo que le pregunté si estaba bien y al decirme que no, me salí lentamente, apreciando mi pene manchado totalmente de sangre, llegando a la conclusión que había desvirgado a tan hermosa niña.
Estela lloraba en la cama y yo no sabía que hacer, nunca había pasado por una situación así, las anteriores chicas vírgenes habían resistido un poco el dolor pero Estela al parecer no, por lo que me acerqué y la consolé abrazándola pegándola a mi.
Minutos después, tal parece que se recuperó porque empezó nuevamente a conversar y reírse como la niña coqueta que era, por lo que entre broma y broma le propuse de nuevo intentarlo, accediendo después de muchos ruegos.
Esta vez le dije que para que controle el dolor ella debía subirse y penetrarse ella misma, bajando lentamente sobre mi pinga y así medir la penetración poco a poco.
Obediente como era, lo hizo, muy lentamente para mi gusto, porque cada vez que le dolía subía pero no se safaba del todo, por lo que en cada bajada mi pinga iba entrando un poco más.
De repente nos dimos cuenta que la tenía toda ensartada, yo le dije que ponga su manito entre su conchita y mi pene, y ella comprobó asombrada que ya se la había comido toda.
Después de eso, y después de un rato de estar acomodándose a su intruso, empezó a subir y a bajar con más ahínco, mientras que en su carita ya se veía el placer que le estaba proporcionando, por lo que al ver que había superado el dolor, la cogí de las nalgas carnosas y empecé a ayudarle con el sube y baja.
- Profeeeeeeee, me está matando, ahhhhhhh, no puedo creer que todo eso esté dentro de mí – me decía mientras gemía y no paraba de brincar encima mío.
- Cómetela toda nena, eso era lo que querías, que tu profesor te rompiera por primera vez – le decía mientras que la penetraba con más fuerza cada vez.
- Ahhhhhh, sádico sinvergüenza, ¿no te da remordimiento haberle quitado lo más preciado que tiene una jovencita que puede ser su hija?
- Pues no Estela, no sabes el placer que estoy sintiendo de abrir en dos una concha tan apretadita como la tuya. Y agradece que no te rompo otro sitio, que lo tengo reservado para otra vez – le dije mientras mi dedo medio merodeaba su anito que imagino también estaría selladito.
- No profe, allí si debe doler y con tremenda pieza que se maneja, no me atrevo.
Ambos reímos mientras que la seguía penetrando frenéticamente, hasta que aproveché un descuido de ella y me puse de pie con ella encima ensartada en mi pinga y empecé a hacerla brincar en el aire, mientras ella se sostenía de mi cuello. Con extrema cautela me coloqué al frente de su espejo de piso, permitiéndome así ver como mi pinga se abría paso en ese estrecho agujerito, cosa que ella no podía ver al estar a espaldas del espejo. Así me deleite por un buen rato, mientras ella gemía y no dejaba de brincar en el aire.
Luego la puse de nuevo en la cama, en posición de cuatro, aprovechando a ver tremenda belleza de culo y espalda que tenía esa niña, penetrándola nuevamente hasta saciarme de placer, mientras que con mis manos cogía sus hombros para que la penetración sea más intensa y sienta toda la fuerza de mis embistes, mientras que le decía al oído:
- Te gusta lo que te estás comiendo?
- Quieres que te deje toda la leche en tu recién estrenada chuchita?
- Nunca te vas a olvidar quien te penetró por primera vez?
- Te imaginas cuántos muchachos de tu aula pagarían por tenerte como te estoy teniendo en estos momentos?
Al terminar dichas preguntas ella gritó de placer anunciando su primer orgasmo, mezcla de las arremetidas que le daba y de las palabras que oía, por lo que aceleré mi ritmo y al ver que estaba a punto de estallar, saqué mi pinga de su chuchita enrojecida, para correrme encima de sus nalgas, dejando gran cantidad de leche en su aún virgen anito, próximo a ser desvirgado por mi criminal verga.
Tiempo después dejé de verla y por versión de sus amigas, me enteré que ella se había enamorado de un profesor de su aula, a quien le había entregado su virginidad, a lo que obviamente, únicamente escuché haciéndome el sorprendido, llevándome el secreto por siempre.