Mis mejores vacaciones
Un viaje de amigos que dió un resultado mejor de lo que esperaba
Terminé el último curso de bachillerato con 19 años y algunos compañeros decidimos montarnos un viaje de fin de curso. Al final nos juntamos 6 chicas y 4 chicos, por votación decidimos ir a Ibiza, así que buscamos un hotel con 10 habitaciones libres, billetes de avión para todos y nos preparamos para pasar nuestras mejores vacaciones.
El viaje transcurría de la mejor manera posible. Playa por el día, discotecas por la noche y unas ganas de marcha que no se agotaban. Pero el tercer día, yo no estaba muy fino y decidí que me quedaría en el hotel todo el día para dormir y descansar. Así que después de comer, todos se fueron a la playa y yo me fui a la habitación, me tumbé y me quedé traspuesto. Al cabo de poco rato, golpearon a mi puerta. Yo me levanté fastidiado ya que tenía ganas de dormir.
- ¿Quién es?
- Servicio especial de habitaciones.
Era la voz de una de mis compañeras, y tras decir eso una risa pícara. Cuando abrí la puerta, había dos chicas, María y Helena, que se reían.
- Hemos pensado que si te encuentras mal, es mejor que tengas compañía ¿Quieres que pasemos?
- Eeeeh claro.
Después de que Helena me dijera eso, no sabía muy bien que pensar. Pasaron a la habitación y se acomodaron las dos en la cama mientras María sacaba una botella de whisky de su bolso. Al ver eso, cogí tres vasos que había en la mesilla y hielo que había en la mini-nevera de la habitación. Le quité la botella de las manos a María para llenar los vasos y les entregué uno a cada una. Brindamos por las mejores vacaciones de nuestras vidas y le di un buen sorbo a esa bebida que pronto empezó a quemarme las entrañas. Mis dos amigas hicieron lo propio con sus vasos.
Estuvimos un buen rato charlando y riendo, y después de dos rondas más, a mis dos compañeras ya se las veía más desinhibidas. Sin saber cómo, la conversación se había ido adentrando poco a poco en los temas sexuales, ellas contaban experiencias que habían tenido con algún chico y yo también contaba alguna batallita que otra. Y la verdad es que tanto hablar del tema, unido con el whisky, me había puesto yo bastante a tono. Entonces, cuando estaba terminando de contar una de mis experiencias sexuales más tórridas, María se me acercó al oído y, poniéndome una mano en el hombro, me dijo.
- Y ¿Alguna vez te lo has montado con dos chicas a la vez?
Me quedé totalmente pasmado. Miré fijamente a María, esperando a que se echara a reír o que me dijera que era broma, pero ella me contestó con una mirada expectante, esperando a que yo respondiera. Miré a Helena para ver cuál había sido su reacción y también me estaba mirando, con una sonrisa totalmente picarona y mordiéndose el labio inferior.
- N...no.
Entonces Helena se me acercó también y me dijo.
- Pues ahora ya no lo podrás decir.
Y, sin esperar a mi reacción, empezó a besarme en la boca jugueteando con mi lengua. Al ver que yo me dejaba llevar, María empezó a besarme por el cuello, cosa que me llevó al paraíso. Como aún no me creía lo que estaba pasando, decidí dejarme hacer por si acaso me despertaba de aquél sueño. Pero el sueño no terminó, así que entre las dos me quitaron la camiseta y se repartieron mi pecho para acariciarlo y lamerlo. Yo podía sentir como sus dos lenguas recorrían todo mi torso desnudo, consiguiendo que cada pelo de mi pecho se pusiera de punta. Tan bueno era que me iban recorriendo escalofríos de arriba a abajo de mi espalda hasta que una de ellas empezó a desabrocharme las bermudas que llevaba puestas. Me las quitaron y me dejaron solo con los bóxer negros que llevaba.
Entonces se incorporaron las dos y empezaron a quitarse la poca ropa que llevaban la una a la otra. Y cuando quise darme cuenta, tenía delante de mí a dos morenas de 18 años en ropa interior. María era morena y el pelo le llegaba por los hombros, medía sobre los 1’70 y pesaba unos 60 kg, tenía las tetas más grandes que había visto yo en persona, supongo que sobre una talla 120, pero no las tenía nada caídas, su culo era redondo y bonito, daban ganas de estrujarlo. Helena tenía el pelo castaño y un poco más largo que María, era un poco más alta que su amiga, pero estaba igual de delgada, su pecho no era tan grande como el de María pero lo tenía muy bonito y bien puesto y su culo no tenía nada que envidiar al de su compañera.
Entonces empezaron a besarse entre ellas provocando que mi excitación se disparara. No solo se besaban sino que también se metían mano por encima de la ropa interior. Ante esa escena no pude evitar levantarme y unirme a ellas, nos turnábamos para besarnos unos a otros. Pero yo no podía más, me moría de ganas de verle las tetas a María. Así que le quité el sujetador y empecé a acariciarle y lamerle los pechos, eran unas tetas increíbles. A pesar de ser tan grandes, no cayeron ni un centímetro cuando las liberé de la tela que las apresaba. Eran dulces y sabrosas además de suaves. María me apartó suavemente y se dirigió a su amiga que nos estaba observando. Le quitó a ella también el sujetador y se dispuso a hacerle a ella lo que había recibido de mí hacía un instante.
Yo las observaba tocarse y podía ver como sus pezones crecían rápidamente. Mientras, mi pene luchaba por liberarse, así que se lo permití. Me quité totalmente el bóxer y me senté en la cama a observar el espectáculo mientras me la tocaba suavemente. Cuando ya tuvieron suficiente, me dijeron que me tumbara en la cama. Ambas se quitaron las braguitas y se acercaron cada una por un lado. Entonces, Helena se sentó encima de mi pecho y, mirándome a la cara, fue acercando su entrepierna a mi boca. Cuando la tuve al alcance, empecé a saborear su almeja que estaba dulce y sabrosa. Pude ver como su expresión cambiaba cuando mi lengua alcanzó su clítoris y empezaba a jugar con él. En ese momento pude sentir cómo la lengua de María se posaba sobre mis testículos y empezaba a hacer un recorrido completo por ellos. Eso hizo que mi falo se pusiera completamente duro e hinchado, no podía verlo, pero la sentía completamente derecha.
Yo estaba recorriendo la almeja de Helena desde su clítoris hasta el agujero, introducía la lengua dentro todo lo que podía y volvía de nuevo al sitio inicial, jugando y mordiendo suavemente su botoncito de nuevo. Mientras, María empezó a subir con su boca por mi polla, dándole besos y lametones hasta que llegó a la punta. Allí se detuvo un momento, y después de un segundo, pude sentir como la punta de su lengua se unía con mi capullo iniciando un movimiento circular a alrededor de él. Eso me producía mucho placer y no pude evitar soltar un gemido. Me provocaba tanta excitación que aceleré el ritmo de mi lengua dentro del coño de Helena. Mientras, María se estaba metiendo poco a poco toda mi verga dentro de su boca. Cuando la tuvo toda dentro, el movimiento de sube y baja de su cabeza no se hizo esperar. Yo no podía verla a causa de que la entrepierna de su amiga me tapaba totalmente la visión, cosa que me daba un morbo añadido. Como solo tenía mi mente en el inmenso placer que me estaban provocando en la entrepierna, no me di cuenta de que Helena había empezado a gemir. Entonces empezó a mover su pelvis fruto del placer que mi lengua le provocaba mientras sus gemidos subían de volumen. En ese momento un chorro de placer empezó a salir de su conejo llenándome la boca con sus líquidos. Y yo cada vez me sentía más excitado.
Cuando Helena me había ofrecido todo lo que tenía, se sentó de nuevo en mi pecho con una cara increíblemente viciosa y jadeando. María dejó lo que estaba haciendo y dijo.
- Ahora me toca a mí.
Se incorporaron las dos y María se puso encima de mí en la posición del 69, estrellando su almeja contra mi boca y tapando nuevamente mi visión de lo que sucedía más abajo. Entonces pude sentir dos lenguas recorriendo mi paquete. Las dos amigas habían empezado a chuparme los huevos y la polla y yo ya pensaba que iba a reventar. Así que hice lo único que podía, meter mi lengua en el coño de María. Me puse a saborear esa entrepierna a mi antojo mientras notaba las tetas de esa morenaza rozando mi barriga. Esas dos chicas se iban turnando para meterse mi polla en su boca, mientras la que estaba libre lamía mis pelotas o la base de mi pene. María empezó a aumentar sus gemidos cosa que anunciaba que llegaba su orgasmo. Así que mi excitación aumentó más aún, llegando a su límite. María empezó a menear sus caderas para que mi lengua llegara a todos los rincones de su raja y cada vez sus gemidos eran más fuertes. Hasta que empezó a soltar sus jugos en mi boca cosa que hizo que yo reventara. No sé cual de las dos tenía mi polla entre sus labios cuando empecé a soltar toda mi leche. Ninguna de las dos se apartó, una se estaba llenando la boca de mi semen, la otra recogía con la lengua lo que se le escapaba a la primera, y yo estaba tragándome todos los jugos de María igual que había hecho antes con su amiga.
Descansamos un rato, tiempo que yo aproveché para servir otra ronda de whisky. Nos tomamos la bebida desnudos los 3. Ellas hacían alusiones a mi pene, que no era poca cosa, y yo les decía lo buenas que estaban las dos. También nos íbamos besando de vez en cuando y metiéndonos mano unos a otros. Eso hizo que mi excitación fuera subiendo poco a poco. Pero terminó de subir cuando ellas empezaron a besarse y sobarse descaradamente. Al final llegó un momento en que Helena quedó tumbada en la cama, y María a cuatro patas y con la cara sumergida entre las piernas de su compañera. Yo empecé a acariciármela y cuando estuvo totalmente derecha, me acerqué por detrás a la morena sin decir nada.
Le metí un dedo en su vagina para comprobar que estuviera bien húmeda y me puse a restregarle el capullo por toda la almeja, poniendo especial atención a su clítoris. Se la restregué unas cuantas veces y empecé a meterla dentro lentamente. Pude oír un gemido de placer que salía de entre las piernas de Helena. Era María que pudo sentir la punta de mi pene tocando el fondo de su cueva, así que empecé mi movimiento de mete saca.
En ese momento, el aire de la habitación olía totalmente a sexo, era un olor embriagador que se te metía dentro y hacía que tuvieras ganas de follar hasta perder el conocimiento. Desde donde yo estaba podía ver la cara de Helena que disfrutaba del tacto de la lengua de María. Ella a su vez, saboreaba la almeja de su amiga sin dejarse ningún rincón y sin dejar de jadear, fruto de las embestidas que yo le propinaba. Yo, en ese momento, estaba haciendo lo que había tenido ganas de hacer durante toda la tarde. Estrujaba las nalgas de la morena con mis manos mientras mi pene se metía dentro de ella hasta tocar fondo cada vez. Yo tenía cuerda para rato debido a que no hacía mucho que me había corrido, así que me dediqué totalmente a hacer que se corriera ella. Se la iba metiendo fuertemente en su vagina mientras con las manos le acariciaba los pezones, esas tetas me volvían loco. Al mismo tiempo, también le iba dando algunos cachetes en las nalgas, o se las estrujaba fuerte mientras observaba las formas perfectas de esa diosa que tenía a cuatro patas en frente de mí.
Al cabo de un rato, los gemidos de María empezaron a agitarse y a subir de volumen. Eso anunciaba su inminente orgasmo así que aceleré el ritmo aún más. Ella estaba disfrutando tanto que se había olvidado del coño de su amiga, así que esta empezó a meterse los dedos. Los gemidos pasaron a ser gritos, fruto de las fuertes y rápidas embestidas que yo le proporcionaba y el coño de María empezó a soltar flujo en grandes cantidades. Seguí empujando sin aflojar hasta que los gemidos de esa chica volvieron a la normalidad. Entonces me detuve lentamente y me quedé apoyado un momento en su espalda sin sacarla de su interior, ambos estábamos jadeando mientras Helena observaba excitadísima.
Cuando volví a tener aliento, María se hizo a un lado de la cama, dejándome el camino libre hacia su amiga. Pero fue ella la que se abalanzó sobre mí, tumbándome de espaldas en la cama y sentándose ella encima de mi barriga.
- Tú relájate y recupera fuerzas, que yo me encargo.
Sin decir nada más, agarró con una mano mi pene que estaba duro como nunca y poco a poco se lo fue introduciendo en su almeja. Al igual que su compañera, Helena soltó un gemido al notar como mi polla tocaba el fondo de su cueva. Entonces se acercó a mí y me besó con la lengua al mismo tiempo que empezaba a mover su culo arriba y abajo. Era increíble la forma que tenía de mover las caderas dejando quieto el resto del cuerpo. Yo podía sentir cómo mi pene entraba y salía de aquella chica sin que yo tuviera que hacer ningún movimiento. Además de que como sólo movía las caderas, el vaivén era mucho más rápido de lo que nunca había podido experimentar hasta ahora. Esa chica sabía lo que hacer con sus caderas, y lo hacía muy bien. Entonces empecé a sentir de nuevo una lengua que se paseaba por mis pelotas, era la de María, a la que nunca le había gustado quedarse quieta. En mi paquete se juntaba la sensación de los lametones que María me daba en los huevos con la del coño de Helena que envolvía mi polla y la masajeaba más rápido de lo que se lo habían hecho nunca. Los gemidos de mi amiga empezaron a ser más fuertes y yo me alegré de oír eso, ya que yo no iba a aguantar mucho tiempo más sin correrme. Esa mujer se incorporó para poder sentir mi miembro más dentro de sí, pero sin dejar ese movimiento de pelvis que me volvía loco. Así que le cogí las tetas con las manos y me puse a amasárselas suavemente. Ella me miraba a la cara mientras gemía cada vez más fuerte.
- No te imaginas lo increíble que es esto.
Me dijo entre gemidos. Ese halago y en ese tono provocó un cortocircuito en mis neuronas que hizo que me entregara totalmente al placer. De repente un escalofrío recorrió mi espalda y volvió a bajar haciendo que yo explotara y empezara a correrme indiscriminadamente. Helena, al sentir dentro de sí toda esa cantidad de leche, tuvo también un fuerte orgasmo que resonó por todo el pasillo del hotel. Se podían oír los gritos de los dos desde las habitaciones cercanas, pero eso a mí me daba igual en esos momentos.
Cuando terminamos, estábamos exhaustos. Nos quedamos los tres tumbados en la cama un rato descansando, pero mis amigas aún seguían teniendo ganas de marcha, así que empezaron de nuevo con los besos y caricias entre ellas. Cuando quise darme cuenta, tenía delante de mí a dos preciosas veinteañeras haciendo un 69 increíble, ambas usaban tanto la lengua como los dedos para buscar el placer de su compañera al mismo tiempo que recibían el suyo. No pude evitar excitarme de nuevo, aunque esta vez mi pene tardó un poco más en levantarse. Era joven pero todos tenemos límites. Mis dos amigas estaban tumbadas de lado en la cama, saboreando cada una el delicioso pastelito que se le ofrecía. La primera en correrse fue María que era la que llevaba más tiempo. Entonces se dedicó por completo a su amiga que no tardó mucho más en llegar también al orgasmo.
- Eh chicas, mirad esto.
Les dije una vez habían terminado. Yo estaba recostado en el cabezal de la cama y mi falo apuntaba al techo firme como un soldado. Esa visión de las dos chicas haciendo el 69 me había puesto tan caliente que mi pene necesitaba guerra otra vez. Ellas dos se miraron, y tras una carcajada se acercaron a mi pene. De nuevo empezaron a chupármela entre las dos, pero esta vez sí que podía verlo. La que no tenía mi polla en la boca, tenía mis testículos. Y cada una por su parte estaba haciendo un trabajo magistral en mi paquete que me elevaba hasta el séptimo cielo. Se iban cambiando de posición, usando sus manos y sus bocas. Y de nuevo me di cuenta de que no tardaría en correrme. Me parecía mentira que después de dos veces, ahora fuera a correrme tan rápido. Así que en 5 minutos, pude notar como mi polla se endurecía como el acero.
- Antes te lo has quedado tú, ahora me toca a mí.
Dijo María mientras le quitaba mi pene de las manos a Helena y se lo metía en la boca. Mi leche no se hizo esperar y empezó a salir de mis huevos hasta la garganta de María que no dejó que cayera ni una gota para su compañera. Ambas me la siguieron chupando hasta que la tuve totalmente limpia y volvimos a quedarnos tumbados en la cama. Yo estaba en medio de las dos, que se abrazaron a mí y casi sin decir nada nos quedamos dormidos hasta el día siguiente, ni siquiera bajamos a cenar.
Al día siguiente, el cachondeo era general, al parecer los compañeros volvieron para cenar cuando aún estábamos en plena faena y pudieron oír claramente el orgasmo simultáneo entre Helena y yo. Puesto que ya lo sabían todos, durante el resto del viaje no nos escondimos ante nadie. Pasamos casi todo el tiempo los tres juntos y de vez en cuando nos íbamos besando o metiendo mano, sobre todo en las discotecas, y después de eso, nos veíamos de vez en cuando para tener nuestros encuentros sexuales. A veces venían invitados a esas “reuniones”, pero siempre nos lo pasábamos genial.