Mis mejores momentos... (07)
Partes sobresalientes de mis relatos sobre situaciones sexuales extremas.
MIS MEJORES MOMENTOS (o tendría que decir "Mis mejores cog....")
Parte VII
Muchas veces me han vuelto a la memoria los buenos momentos de sexo que he tenido no solo con mi esposo sino en los tríos, intercambios o relaciones circunstanciales de las que participé y hoy les hago llegar una recopilación de esas gratas circunstancias.
"La fiesta de fin de año en la empresa de mi cliente se desarrollaba normalmente y cuando me dirigí a las oficinas a ordenar unos papeles empezó la odisea para mí. El dueño de la empresa se me acercó por detrás y apoyándome su miembro sobre la nuca me acarició la cara y deslizó una de sus manos hacia mis pechos acariciándomelos suavemente.
Sorprendida, me quise apartar pero no pude porque él ejerció toda su fuerza y no me dejó mover. Con rapidez el hombre se bajó el cierre del pantalón y sacó a relucir su erguido miembro que puso cerca de mi cara pidiéndome que se lo chupara.
Me negué rotundamente y empecé a ponerme muy nerviosa por la situación. Rafael insistía y cada vez me acercaba más su verga. Me sentía muy incómoda.
Él ya casi me rogaba que lo hiciera, me decía que estaba muy caliente conmigo, que era una hembra espectacular y siempre había fantaseado con que yo se la chupara. Que nadie se enteraría y que nunca más me pediría nada por el estilo. Que se conformaría con que se la besara un poquito, nada más. Que eso lo haría muy feliz y estaría agradecido de por vida conmigo. Que sabía que no era una cualquiera, que estaba casada y respetaba a mi marido pero que no podía aguantar más la situación y hasta sollozó un poco.
No sabía cómo reaccionar. No quería que me el respecto de ese modo. No quería acceder a sus requerimientos sexuales, pero tampoco quería perderlo como cliente porque era de los importantes que tenía en el estudio y que pagaba sus buenos honorarios.
Esto último puede resultar un tanto materialista de mi parte pero era un buen ingreso el que perdería si no lo tenía más como cliente.
No soy una cualquiera que vende su cuerpo al mejor postor como podría suponerse. No quería engañar a mi marido, a quien quiero mucho, pero tampoco podía arriesgar a perder otra contabilidad (en los últimos tiempos se le habían caído por diversas razones dos buenos clientes) y arriesgar por consiguiente el futuro de mi hogar.
Mis honorarios complementan bastante al sueldo de mi marido y por ello podemos vivir decorosamente.
Pensé rápidamente que podía arriesgarme y acceder al pedido del empresario ya que ello no saldría de esas cuatro paredes y que además como éste estaba bastante borracho podría llegar después a olvidarse de lo ocurrido.
Así que tomé valor, dejé lo que estaba haciendo, me dí vuelta y tomé suavemente con mis manos el miembro de Rafael.
Se lo acaricié un poco y después me lo metí en la boca sin hacer ningún movimiento especial y tratando de pensar en cualquier otra cosa.
El hombre que estaba excitadísimo me sujetó la cabeza con sus manos y empezó a bombear como si quisiera cogerme por la boca. Fue una sensación muy fea, nunca me había sucedido algo así y me sentí ultrajada.
Rafael sin inmutarse seguía metiéndomela de tal manera que sus testículos pegaban contra mi pera y acabó rápidamente sin darme tiempo a sacarla cuando empezó a eyacular.
Me sentía horrible y lo odiaba por ello. Cuando pude retirarla todavía estaba chorreando y cayeron algunas gotas de semen sobre mi blusa.
Pensé que todo había terminado. Quería pasar al baño a higienizarme porque me sentía sucia, muy sucia, pero nada de eso sucedió.
Me dijo que quería cogerme y no lo podía creer pero tomé noción de que hablaba en serio cuando me levantó bruscamente del sillón en el que estaba sentada y me recostó boca abajo sobre el escritorio, tirando previamente al piso todos los papeles.
Rafael era muy corpulento y prácticamente me tenía inmovilizada e imposibilitada de oponer resistencia.
Estaba tan indignada y a punto de largarme a llorar. Nunca me había pasado nada igual. Prácticamente me estaba violando.
Pensé que se había puesto tan loco que hasta podía lastimarme y le pedí por favor que me dejar ir, que no iba a contar nada de lo sucedido, que me respetara como mujer y pensara con qué cara podría mirar luego a su marido a quien quería tanto.
Que pensara también en su mujer y en su hija si estuvieran pasando una situación similar.
No se inmutó y lo que hizo fue levantarme la pollera y bajarme la bombacha. Me vi perdida y por el estado en que se encontraba traté de no oponerle resistencia. Le tuve miedo en ese instante.
Pensé que como recién había eyaculado y no era muy joven que digamos y estaba muy borracho no podría penetrarme bien y con ello se terminaría todo.
¡Cuán equivocada estaba!. Rafael, tenía un vigor impresionante y pronto estuba recuperado y con la verga dura nuevamente dispuesta a todo.
Me introdujo la pija suavemente en la concha y comenzó a moverse acompasadamente. Me decía un montón de cosas que trataba de no oír y lo único que atiné a decirle fue que acabara porque no se había puesto preservativo y no quería encontrarme con ninguna sorpresa.
El desgraciado sabía cómo hacer el amor. Me besaba en la nuca y en las orejas y fue llevando a una situación que no quería. Me estaba haciendo gozar llevándome a un éxtasis impresionante. No se apuraba y me hacía sentir plenamente toda su pija.
Por más que me resistiera a expresar mis sentimientos no podía ocultar la llegada de un orgasmos. Él se dio cuenta y aceleró sus movimientos y alcanzó a sacarla un instante antes de correrse desparramando su leche sobre mi culo al tiempo que me estremecía toda.
El muy sinvergüenza había acabado simultáneamente conmigo, cosa que muy pocos hombres logran, incluso mi marido, que coge muy bien pero siempre llega antes.
Después de ello me dejó salir y fui al baño a higienizarse. Cuando regresé para tomar mis cosas y marcharme del lugar me encontré con una desagradable sorpresa.
No solo no me pidió disculpas por lo sucedido sino que prendió el televisor que tenía en la oficina al tiempo que ponía "play" en la videograbadora, y pude observar con mucha bronca mi actuación en el video más propia de una película porno que de mi capacidad profesional.
El muy cretino me había filmado y prometía mandarle copia a mi esposo si de vez en cuando (me dijo una vez por semana) no tenían relaciones con él.
Me puse a llorar desconsoladamente. Había accedido a sus bajos instintos suponiendo que esa tarde acababa todo y me salió el tiro por la culata. Quedaba totalmente en manos de ese individuo y no sabía cómo seguiría esta historia."
"Cuando visité ese departamento que quería comprar acompañada por el empleado de la inmobiliaria sospeché que algo podía suceder por la forma en que me cortejeaba el muchacho. Estábamos mirando el dormitorio cuando el aspirante a seductor se apresuró a acercarse a mi, puso sus manos sobre las mías y dijo que de eso se ocupaba él.
Yo no retiré las manos y él insistió diciendo que era parte de su trabajo.
Le dije que no era molestia y podíamos bajar la persiana entre los dos. Allí dejó de sonreir, puso cara de sorpresa y susurró : Empezábamos a entendernos. Por un momento imaginé que me había equivocado.
Con mi mejor vos de vampiresa le dije riéndome para mis adentros que no fuera a creer que yo era una cualquiera.
El se sonrió, me abrazó, apoyó sus labios en los míos y me atrajo hacia su cuerpo.
No necesité demasiado para descubrir que el muchachito estaba con su miembro erecto y por lo que sentía no era gran cosa.
Mientras sucedía esto yo me preguntaba adónde pensaría llevarme, porque en el departamento no había sillas ni camas. No había nada.
Pero ahí nomás se bajó el cierre de su pantalón y sacó su miembro a relucir y con la otra mano me desabrochó la blusa.
Le agarré suavemente la verga, como si se tratara de algo frágil y quebradizo mientras él me besaba el escote y con las manos por debajo de mi blusa trataba de desabrocharme el corpiño.
Se calmó un poquito y aproveché la tregua para sacarme yo la blusa y el corpiño.
Se quedó mirando mis tetas y exclamó que eran divinas, perfectas y muy firmes para mi edad.
Digan que estaba de buen humor porque esto último hubiera sido justo para que le descargara un par de cachetadas o dejarlo caliente para se que hiciera la paja en su casa.
Me hice la tonta y acoté que no debería ser bueno en matemáticas porque me estaba dando más años de los que en realidad tenía.
La siguió embarrando porque dijo que le gustaban la maduritas porque no hay que enseñarlas nada ya que se conocen todo, que nos sobra experiencia.
A decir verdad, era menos que inteligente, era un legítimo bruto, pero yo me había metido en el baile y ya era tarde para negarme a bailar.
El me arrinconó contra una pared, me había bajado la falda y la bombacha y se había bajado totalmente el pantalón y me estaba apoyando su pija en mi conchita.
Antes de metérmela se la lubricó con saliva y de allí en adelante viví una experiencia sorprendente.
El muchacho sabía cómo moverse, lanzaba estocadas cortas pero contundentes, retrocedía sin dejar que se le escapara y volvía a la carga a un ritmo que acabó por ponerme caliente como pocas veces.
Además, era de tiro largo. Estuvo entre quince y veinte minutos bombeando sin el menor asomo de fatiga ni intenciones de acabar.
Aunque chiquita, su verga comenzaba a gustarme.
De pronto me hizo girar ciento ochenta grados, me puso en "veintiuna" moderada y me la metió, sin inconvenientes (bien lubricada por la faena previa) en el culo.
Todo fue tan imprevisto que no pude retener un quejido de satisfacción.
Siguió cogiéndome delicada pero firmemente, brioso pero sin brutalidad y fue cuando yo razoné que para qué le hacía falta inteligencia si cogía tan lindo.
Al final no compré ese departamento ni ningún otro.
Voy todos los días a la inmobiliaria y el muchacho me llevar a ver otros y en todos mantenemos relaciones de pie.
Ha terminado por confesarme que prefiere hacerlo así, que la comodidad de la cama le resta excitación.
Me entusiasmé tanto con el muchacho que hasta he pensado proponerle que se venga a vivir conmigo.
No va a ser peor que mi ex marido. Lo tendría que mantener, cosa que no me molesta si sigue siendo educadito como hasta ahora.
Además me la sabe meter en todos los agujeritos y muy bien. Me tiene muy caliente este muchachito."
"Anabel se lo llevó a Euge para una de las habitaciones y con Miguel nos dirigimos a primero al escritorio y después nos trasladamos a una de las amplias habitaciones de la residencia.
Miguel me abrazó e introdujo su lengua en mi boca mientras sus manos acariciaban mi cola. Me estrechó contra su cuerpo y sentí su tremenda pija contra mi vientre.
Desesperada de deseo le rogué que me cogiera, que no aguantaba las ganas de tener su pija dentro de mí, tal como me lo había prometido muchas veces en sus mensajes y comenzó a desnudarme.
Luego se agachó e introdujo la lengua entre los pliegues de mi conchita para lamer el abundante maniantal que la inundaba.
Me chupó toda hasta llegar al agujero de mi culito, mis gemidos invadieron la habitación y estallé en un hermoso orgasmo. Nunca lo había tenido con tanta facilidad con Euge.
Estaba realmente muy fuera de míy le saqué su camisa y su pantalón.
El se bajó su ropa interior dejando su miembro al desnudo. Jadeando de excitación lo aferré con una mano, estaba caliente y duro.
Con su pija en mi mano lo atraje hacia mi conchita completamente mojada, pero no quiso cogerme.
Presionando mi cabeza, me hizo arrodillar y acercó su tremenda verga a mi boca, producto de la fantasía que él tenía conmigo después de haberle dicho que se la chuparía como nunca se lo habían hecho.
Así lo hice. La chupé despacio, saboreándola y de dije que se la iba a lamer toda pero primero que me diera un poco de paz.
Entendió el mensaje y levantándome me dijo que me cogería y que después se la podía mamar.
Me apretó contra la pared, levantó una de mis piernas y con un violento empujón me metió toda su verga, comenzando a moverse con intensidad. La sacaba y ponía casi completa, volviéndome loca de placer.
Acabé gritando, apretando su miembro con los músculos de mi vagina.
Después, la sacó y sin darme tregua me llevó a la cama, me sentó en ella, se paró frente a mí con el miembro aún rígido y ahí si me pidió que se la chupara.
La introduje nuevamente en mi boca, la chupé un rato, pasé la lengua alrededor del tronco, los vellos de la pelvis, por la enorme cabezota rojiza y sus pesados y voluminosos testículos.
Metiendo mi cabeza entre sus piernas lo lamí todo. El se excitó muchísimo también."
"Iba al encuentro del marido de mi amiga para visitar un cliente y me vestí con una ropa muy sexy y ni les cuento cómo era la ropa interior. Todo encaje y transparencias. Un conjunto que me había regalado mi marido y que lo excitaba mucho cuando me lo ponía. Sabía que era nuestra oportunidad de vernos en privada y no quería dejarla pasar.
Tuvimos la reunión, que fue bastante exitosa y luego nos retiramos en el automóvil de Oscar que tenía estacionado en una playa subterránea cercana al domicilio de la empresa.
Cuando nos ubicamos y antes de que arrancara me acerqué a él y le dí un apasionado beso que respondió con todo.
Entonces dirigí mi mano hacia la entrepierna de Oscar, le bajé el cierre del pantalón y le saqué el miembro afuera. Lo empecé a acariciar suavemente subiendo y bajando la mano con lo que provocaba que la piel se deslizara de arriba a abajo, dejando al descubierto la rojiza cabeza y excitaba sobremanera al hombre.
Casi sin que éste se diera cuenta del movimiento, me incliné y posé mis labios sobre esa brasa caliente y comenzó a succionarla como una aspiradora. Sin darme cuenta (o sí) me tragué toda la verga. La llevé suavemente hasta el fondo dejando visible únicamente el cuello de la misma. Lo pajeé con la boca, sin la ayuda de mis manos, las que estaban entretenidas en acariciar los velludos testículos.
Oscar no aguantaba más, quería apretar su miembro para evitar descargar su leche en mi boca. Parecía que nunca había gozado así con una mujer. Tal vez Mary no se la chupaba o no lo hacía como yo. Estaba enloquecido y metió una de sus manos por detrás de mí para poder llegar a mi vagina y comenzó a masturbarme delicadamente.
Comencé a mover mi trasero para sentirlo mejor. Me estaba excitando mucho no solo por lo que me hacía sino por verlo como se ponía él al mamársela.
Me dijo que me detuviera porque estaba por eyacular pero continué sin inmutarme. Solo emitía sonidos de placer cada vez que la hacía entrar y salir de mi boca.
Oscar me tiró de la cabeza para atrás para que dejara de chuparlo, pero me puse firme y no dejé escapar su miembro de mi boca. Se que a los hombres les gusta ello y por qué no decirlo, a mí también. Además si lo dejaba acabar afuera me podía manchar la ropa y ello hubiera sido tremendo para disimular cuando llegara a casa.
La descarga fue tremenda. Profusos chorros de semen fueron directos a mi garganta. Pensé que podía atragantarme pero supe cómo manejar la situación y me tragué toda la leche sin derramar ni una sola gota, por algo mi marido me decía siempre que era toda una experta en mamadas.
Luego pasé la lengua sobre las gotitas que quedaban adheridas todavía a la pija de Oscar y recibí un beso en la boca de agradecimiento.
Después de un ratito arrancó el automóvil y me preguntó si tenía tiempo porque me quería llevar a un hotel para estar más cómodos y retribuirme en parte lo que lo había hecho gozar.
Por supuesto que le dije que sí.
"Me preguntaba por qué ese muchachito me excitaba tanto y no tenía respuestas. A la comezón que me provocaba su pija a la entrada de mi concha se añadió otra sensación maravillosa: sus besos, que empezaron por mi boca y se que multiplicaron por mi cuello.
Todo ello me causaba unos tironcitos eléctrico en la entrañas, toda mi pelvis era el campo de batalla de unas intensas, encantadoras, alucinantes descargas de placer.
No se cuántos minutos estuvimos así sin pronunciar palabras hasta que él, sensatamente me invitó a tenderme en la cama.
Yo no le había dicho que mi marido vendría muy tarde esa noche y él entonces quería empezar pronto porque temía encontrárselo. Lo conocía porque lo había visto un par de veces cuando venía habitualmente a sus clases de inglés.
La desvergüenza de Diego me hizo sonreir y le obedecía acomodándome en el centro del lecho.
Un instante después sentí su piel trasmitiéndole a la mía una embriagante tibieza.
Siempre sin hablar, me puso de espaldas a él y deslizó su miembro entre mis piernas. Pero buscó mi orificio delantero mientras me susurraba que el culito se lo reservaba para otro día.
Era una grosería, una guarangada pero tengo que confesarles que me encantó.
Soy de las mujeres que cuando está harta de los hombres que cuando cogen no se dejan llevar por la espontaneidad y reprimen su capacidad para el placer (mi marido es uno de ellos).
Diego me la puso, previa lubricación con saliva. Tenía una experiencia terrible.
Acostumbrada a la rutinaria dinámica sexual de mi esposo, los casi veinte minutos que el muchacho me estuvo bombeando fueron de indescriptible gozo.
Pensé que así se debería hacer siempre el amor y no acabar en tres o cuatro sacudidas.
Cuando Diego acabó se agitó como un animal salvaje que ha caído en la red y lucha por sacársela de encima.
Después de un instante se fue al baño, se puso el pantaloncito y me dijo que se iba.
Lo acompañé hasta la puerta envuelta en una robe y antes que se fuera le di un beso de despedida y entonces dijo que no había sido debut y despedida, que le gustaría seguir haciendo el amor conmigo y que la próxima vez nos íbamos a gratificar con un 69.
Yo desvergonzadamente le pregunté si nada más y dijo, esbozando una sonrisa que lo del culito se daba por descartado.
Me pidió disculpas por haberme cogido a los pechazos (tenía miedo de encontrarse de pronto con mi marido) y me dijo que planeándolo mejor me iba a hacer el amor como Dios manda porque estaba enamorado de mí.
Cuando le dije que no le creía del todo me tomó la mano y la puso en su entrepierna donde ya tenía una nueva y fenomenal erección.
Estábamos contra la puerta y se me abrió (¿o lo abrí?) la bata que llevaba puesta. Saqué su verga del pantaloncito y la puse contra mi vello púbico. El entonces se agachó y despacito me la fue metiendo nuevamente.
Agachado como estaba me la metió toda y se irguió. Quedé como colgada en el aire y ahí empezó a cogerme furiosamente. Yo bombeaba lo que podía y nos besábamos como dos ventosas.
De pronto por el entusiamo me la sacó, me puso en el suelo y allí me la metió entera, serruchamos como sierras mecánicas y le grité que acababa. El entonces apuró el trámite y me echó otro polvo como para inundarme.
Cuando nos levantamos me dolía la concha y cuando se lo dije me expresó que había que dejarla descansar y que la próxima semana le tocaría al culito.
Después abrió la puerta y se fue.
Desde ese sábado nos hemos visto muchas veces y en todas las ocasiones la hemos pasado de maravillas.
Mi marido no se ha dado cuenta de nada y yo no me siento para nada culpable.
He recuperado el placer de ser deseada y me caliente mucho ello.
Se dan cuenta ahora porque mi amiga Norma me había dicho que era un "alumno especial". Estoy segura que ella también lo ha probado y por eso me lo recomendó. Un día de estos tendré que tener una charla con ella."