Mis masajes tántricos
Decidí ganar algún dinerillo para tener más independencia y no pedírselo todo a mis padres, para conseguirlo puse un anuncio en internet: "Joven de veintidós años se ofrece para dar masajes tántricos", máxima relajación; en hotel o domicilio.
Decidí ganar algún dinerillo para tener más independencia y no pedírselo todo a mis padres, para conseguirlo puse un anuncio en internet: "Joven de veintidós años se ofrece para dar masajes tántricos", máxima relajación; en hotel o domicilio.
¡Un exitazo!, desde el primer día. Mi línea 2 de móvil no paraba de sonar, en una sola mañana visité en su domicilio y les meneé el pene a más de cinco hombres, con mucha delicadeza hasta que "expulsaron su tensión". Un señor de unos cincuenta años me dijo esa primera mañana:
_ Pelirroja, preciosa; pídeme lo que quieras para poder hacer el amor contigo.
_ Gracias por el piropo señor, pero por ahora solo alquilo mi mano y mi pasión al moverla.
El segundo día fue otro día intenso, tras el cual modifiqué el anuncio poniendo _solo atiendo los jueves _, ¡coño!, que tenía que estudiar.
El tercer día me llamaron desde la habitación de un hotel muy lujoso de la ciudad, me hizo ilusión, era una pareja extranjera de habla inglesa muy elegante y educada, se veía que tenían pasta. Quiero detenerme en esta pareja, porque aunque seguí dando masajes hasta hace poco, esa experiencia me marcó.
Al llegar al hotel el botones me acompañó a la habitación, durante la subida en el ascensor el botones no dejaba de mirarme las pierna y la minifalda blanca; me acerqué a él, lo besé en la mejilla con mis labios pintados de rojo y su rostro se encendió muy avergonzado, agachaba la cabeza.
Salí del ascensor y llamé al timbre de la habitación, salió un señor de unos cuarenta años y me invitó a pasar. El llevaba un batín de seda precioso, con estampado de pavos reales de colores. Al pasar a su dormitorio vi a su mujer, una rubia, también cuarentona, pero muy grande y bella, de más de un metro ochenta, bastante esbelta; con un culazo enorme pero proporcionado y bello. Ella llevaba un batín blanco de seda también, muy cortito, me dijo el señor:
_ Miss, could you give us the massage at the same time?
Vamos, que querían que les diera un masaje a los dos al mismo tiempo.
Les dije que se desnudaran y se tendieran sobre la cama, les había pedido un precio alto y quería darles el masaje de la mejor manera, por eso me desnudé, dejándome las braguitas solamente. Mis pecosos y generosos pechos blancos tenían los pezones de punta, me encanta tocar y acariciar a gente desconocida. Con mi botecito de aceite con olor a menta unté los cuerpos de los dos, suavemente, después me centré en el inmenso culo de la señora rubia, metiendo mi mano aceitosa de canto en la raja de su culo, embadurnando todo su chocho y al final metiéndole un dedo en el ano, muy despacio, al sentir como movía mi dedo dentro de su culo prieto y sentir también como con la otra mano hacia círculos aceitosos en sus cachetes dijo:
_¡but please!
Vamos que quería más la señora: separé sus muslos y los masajeé por la parte interior, acabando en su vagina, que estaba muy abierta, con los pliegues internos muy hinchados por la excitación. Me recordó el chocho de mi perrita cuando está en celo; junté mis dedos y se los pase por la raja, metiéndoselos bastante adentro.
La "aparqué" un momento y acaricié la espalda de su marido, al llegar a sus glúteos los apreté. Le asomaban las testículos por detrás, muy distendidos, la tenía afeitados, me gustaron. Sin pensarlo y desde atrás como estaba yo, rocé con mis uñas esmaltadas la piel de su escroto, gimió; agarré sus testículos, moviéndolos en mi mano como si fueran bolas, apretándolos un poco, el señor jadeaba ya.
Volví con la señora, le dije que se diera la vuelta, a él también. Me situé en el centro de la cama de rodillas, el señor me devoraba los pechos con la mirada, me gustaba que me los mirara. La señora estaba a mi derecha y el señor a mi izquierda. Hice círculos sobre el vientre de la señora, le temblaban los músculos del abdomen; luego acaricié su vello púbico y rocé su clítoris, que era muy grande y le asomaba como una perla negra.
El pene del señor era precioso, no por su tamaño, sino por su perfección; lo tenía erecto y marcaba una line recta en el aire, su glande era como de diseño, proporcionado y sin ni una mancha siquiera, muy rosado. El señor tenía el vello púbico afeitado como los testículos, excepto una preciosa línea central de unos cinco centímetros de ancha y de pelos muy cortitos, me gustaba. Agarré su miembro con delicadeza, circundando su glande con mis dedos aceitosos, ¡se tensó mucho!, que duro estaba, me gustaba sentir esa dureza que parecía madera. La señora nos observaba, le agarré a ella una mano y la llevé a mi pecho derecho, ella lo apretó. Cogí la mano izquierda del señor y la llevé a mi pecho izquierdo; él lo apretó también y lo aplastó contra mis costillas (mis tetas son blanditas).
El señor me dijo, intentando hablar mi lengua:
Por favor, chupar mí, chupar mujer también, pagar mucho.
Me dijo la cantidad y hasta el vello se me erizó. Dije que sí, había roto mis reglas a los pocos días de empezar, pero yo soy así, inconstante.
Me alegré de haber usado un aceite para juegos sexuales con sabor a menta, se podía comer.
Abrí mucho la boca y atrapé en el interior el glande del caballero, su pene sabía a hombre, pero limpio. Le rozaba el glande con la lengua, el me miraba con los ojos muy abiertos, extasiado de placer, estaba muy excitada, el señor comenzó a tirar con su mano de mi melena pelirroja, como queriendo que me metiera su pene entero en la boca, pero no lo hice, al contrario, me la saqué y fui directa hasta el chocho de su mujer, era tan grande su coño que me humedecía las mejillas al querer chuparlo a fondo. Me gustaba la calidez que me provocaba sentir toda mi boca dentro de sus cálidos pliegues. Sin aviso, comenzó a dar chillidos como una loca la señora y se corrió en mi boca, no muy abundantemente, pero sí muy caliente y salado.
Volví con el precioso pene del señor, le di por lo menos cincuenta lengüetazos con mi larga y viciosa lengua, el me tiraba de los pelos, dejando pelos rojos arrancados sobre la cama. Mientras le daba en los testículos con la punta de mi lengua se corrió "como un intenso reventón", cayendo en mi pómulo derecho un pegote de semen tan espeso que no chorreaba. Agarré con mi pequeña mano derecha su miembro y se lo meneé con brío, para que soltara "los restos". Soltó poco más, pero las gotas que salieron eran "proyectiles veloces" se estamparon contra mis tetas. La señora se incorporó un poco y lamió mis pechos para limpiarme el semen de su marido. Después la señora, de un sorbetón, absorbió el pegote espeso de semen que yo tenía pegado a mi pómulo y, apretándome contra ella me besó en la boca.
(C) {Margaryt}