Mis instintos sádicos (3)

Me di el gusto que quería sometiendo a mi amigo, castigándolo y dándome el placer que se me antojara; tenía que compartir esto publicándolo en su totalidad, no podía ser de otra manera; he aquí la parte final de lo que pasó.

MIS INSTINTOS SÁDICOS (3)

Caminé hacia mi vaso de vodka y me serví otro trago, mientras lo sentía arrastrarse tras de mi. Al llegar a mi lado le ordené que se volteara bocarriba, lo cual trató de hacer con dificultad.

Esta faena apenas comenzaba…y me estaba gustando. Quería pasarlo a lo grande, espléndida y no iba a desaprovechar la oportunidad.

-Te ayudo?-le dije con suavidad, ante lo cual asintió.

Levanté mi pié y de un golpe seco en su pecho, con el tacón y la suela de mi zapato derecho, terminé de voltearlo.

Su polla parecía un bate carnoso, rígido y apetitoso.

Me quité el cachetero; en mi pequeña tanga ya sentía el calor húmedo que me provocaba la situación en que me encontraba.

Me paré con las piernas abiertas, a ambos lados de su pecho, dándole la espalda para que viera mi trasero; mientras reacomodaba el extremo del látigo en mi mano, le dije sonriendo:

-Para qué un látigo si no se usa, verdad?

Le seguí azotando, esta vez sus costados y piernas, dejando un espacio de unos 3 ó 4 segundos entre un latigazo y otro.

-Te gusta, perro? Dime, te gusta?-le gritaba.

-Nooo, mamita, nooo!!!

-No? Ahora verás!!!

Lo castigué con más fuerza y rapidez, viendo como se revolcaba y quejaba a mis pies; paré cuando mi brazo me pidió pausa.

Su polla seguía más erecta que nunca.

Caminé hacia una de las columnas, mientras mi perro jadeaba, exhausto e inmóvil después de la paliza que le acababa de dar; me devolví y al tiempo que le daba un nuevo azote le espeté:

-Vamos!!!

Se arrastró de nuevo y al llegar a la columna, le solté las esposas de las manos, pero dejé las de sus pies; le ordené que se sentara recostado a ella y volví a esposarlo, esta vez hacia atrás, rodeándola con sus brazos.

Quería descansar un rato y ya sabía como hacerlo.

Cubrí sus ojos con la venda de tela negra que había traído; arrimé una de las sillas de cordobán, de tal forma que sus piernas quedaban debajo y su cuello aprisionado, con el mentón apoyado en el borde de la silla.

No pronunciaba palabra, pero era evidente su excitación, tal vez no menos que la mía.

Me quité lo poco que me quedaba puesto, excepto mis zapatos, me senté en la silla con las piernas bien abiertas y mi ansiosa cuquita a unos centímetros de la boca de mi esclavo, quien empezó a sacar su inquieta lengua al intuir su presencia.

Poco a poco fui acercándosela hasta la punta de su lengua; al sentir su humedad con la mía, sin reparo y si miramientos la estampé en su boca para que empezara la faena.

-Hazlo bien o te azoto!-gemí

Su lengua penetró triunfante, conquistando mi entrepierna y sus alrededores. Me deslicé en la silla, quedando semisentada sobre mi espalda y casi sin darme cuenta, tenía mis piernas elevadas y apoyadas en la columna, atrapando su cabeza entre mi cuquita y la columna; en esa posición, la lengua de mi perro trabajaba con más eficiencia y su punta también visitaba el agujero de mi culito, igual de sudoroso al resto de mi cuerpo.

-Saca la lengua, perro!-le ordené

A pesar de que la sacó lo que mas pudo, le ordené de nuevo:

-Más, sácala más, recuerda que tu lengua me pertenece y quiero placer ahora mismo.

Movía su lengua con maestría, penetrándome con ella, sentía como si una húmeda y tibia serpiente me estuviera invadiendo, al bajar un poco mis piernas de la columna y dejarlas bien abiertas frente a su boca el placer me invadía con cada embate; al subirlas, doblándolas y abriéndolas al tiempo que apoyaba los tacones sobre la columna su lengua entraba sin miramientos en mi culito; en esos momentos me quedaba quieta, dejándolo atrapado entre mi culo y la columna, lo cual lo obligaba a mover mas su lengua y a abrir mas su boca en busca de un poco de aire; sentía que me iba a reventar de placer.

Después de unos minutos más, lo solté y le ordené que se pusiera en cuatro-

-Llévame hasta la cama-le dije, al tiempo que me montaba en su espalda.

Como aun tenia la vendo sobre los ojos, le puse el bozal para guiarlo y le azotaba las piernas y el trasero para apurarlo.

Al llegar al pie de la cama, le quité el bozal y la venda, le hice acostar bocarriba y lo amarré con los finos lazos a los cuatro extremos, quedando en forma de equis, bien estirado y apenas pudiendo moverse, con una cuerda un poco mas larga y haciendo un nudo corredizo como los que se usan para ahorcar, amarré por la base sus pelotas y polla.

Su cuerpo estaba sudoroso y suficientemente marcado por los azotes recibidos; sacó su lengua como ofreciéndomela de nuevo. No iba a desperdicia esta otra oportunidad.

Me monté sobre ella, dispuesta a procurarme un buen orgasmo, lo cual no sería muy difícil, teniendo en cuenta el grado de excitación y la abundante humedad que sentía en mi florecita.

Pasé mi pierna derecha sobre su cara, lo suficientemente lento para que apreciara el húmedo manjar de su ama.

Miré de soslayo la gran erección que tenia en ese momento, aunque atado de pies y manos nada podría hacer para tan siquiera masturbarse un poco.

Con la rodilla izquierda y la planta del pie derecho apoyados sobre la cama, mi rajita quedó a unos centímetros de su boca; trató de levantarse un poco para alcanzarme con su punta, pero con mi mano izquierda en su frente le bajé firmemente la cara contra la almohada.

Dejaba que apenas lamiera mi contorno vaginal el cual se unía con un fino hilo de mi líquido con la punta de su lengua, la cual metía y sacaba de su boca, sedienta de mis juguitos.

Estuve así jugando con el un buen rato.

Decidí entonces pasar a algo mas profundo.

Monté decidida sobre su cara, asegurándome que en ese primer embate su lengua penetrara con decisión.

Empecé con una cabalgata suave sobre esa maravillosa silla de montar, la cual cobraba vida al montarme sobre ella.

El gran espejo del techo y otro de pared sobre la cabecera de la cama, me permitía una vista espectacular de la faena en que me encontraba; me solté el cabello y en un arranque de egocentrismo, me veía hermosa sintiendo mis juguitos a punto en cada paso de galope que daba.

Me levantaba un poco por momentos para ver a través del espejo la lengua que asaltaba mis entrañas.

Los pezones de mis pequeñas tetas estaban rígidos y ansiosos de ser tocados.

Mis manos acudieron en su auxilio, ayudándolos a acercarse a la punta de mi lengua para dar rienda suelta al deseo, al tiempo que mis dedos ayudaban en la caricia.

En tanto, la lengua de mi esclavo juiciosa, potente y fantástica en su tarea; mi perro completamente sometido satisfaciendo mis antojos si recato y sin tapujos.

Me movía sobre ella según mis sensaciones y gusto.

No resistí más.

Ante la inminente explosión, abrí más mis piernas, tiré mi cuerpo hacia atrás y apoyé mis manos en sus muslos.

Al entreabrir los ojos, pude ver proyectada en el techo la fantástica escena de mi cuerpo entregado al placer.

Volví acerrarlos y me entregué a un esplendoroso y extendido orgasmo que empezó con unas placenteras erupciones que se fueron haciendo mas fuertes hasta llegar a un estallido central que me hizo inclinar de nuevo, asegurando con mis temblorosos muslos esa boca y lengua a mi servicio, a pesar de su imposible escape al sometimiento.

-Tómatelos, perro y sigue moviendo la lengua, sécame!!!

Me quedé un buen rato disfrutando hasta mi última sacudida; antes de bajarme, miré por ultima vez hacia el espejo del techo y pude ver algo que había olvidado hasta ese momento; la polla de Jorge estaba como una barra de acero, amarrada y sin poder ser atendida, ya que su aparente dueño se encontraba estirado y atado de pies y manos, como si estuviera a punto de ser descuartizado.

El pobre perro jadeaba, sometido y ansioso a la vez.

Me puse de pie y me dirigí hacia el refrigerador a servirme otro trago de vodka; lo hice lentamente, haciendo sonar los tacones de las hermosas chanclas que no me había quitado.

Volví a la cama, me subí sobre ella y puse mi tacón sobre su pecho, de tal forma que pudiera ver mi muslo izquierdo; sus ojos estaban vidriosos y su boca hacía agua.

Tomé un trago, le sonreí y dirigí mi mirada hacia su polla: la tenía rígida, a punto de estallar como un globo inflado al límite; me incliné y tomé el lazo con que la había atado, halándolo con maldad.

-Aggggghhh!!-gimió

Levanté mi tacón y se lo descargué en el pecho, al tiempo que le grité:

-Cállate!!!

La punta de su polla dejó salir una pequeña gota de semen; lo tenía a mi merced.

Sabes?-le dije-te voy a pegar una mamada de película, te gustaría?

-Ufff!!!...si, síii, mamacita!!!

Me paré sobre su pecho y le descargué un taconazo con el otro pie sobre su estómago.

-Cómo me dijiste, perro!!!???? Soy tu Ama, no tu mamacita! Entendido?

-Sí,…Ama.

-Acabas de perderte una deliciosa mamada, por insolente!

-No por favor…Ama, chúpamela.

Sin atender sus súplicas, empecé a masturbarlo con la suela de mi zapato izquierdo, al tiempo que soportaba el peso de mi cuerpo sobre el tacón del otro zapato, el cual me servía de apoyo firme para evitar perder el equilibrio.

Al principio chillaba como un cerdo por la tortura ante mi pose dominante y el punzante tacón sobre su pecho, pero poco a poco sus quejidos se hacían mas tenues; en la posición en que me encontraba, el perro sometido podía apreciar, con evidente excitación, mi trasero, mis piernas y mi cuquita desnuda; aquello, en medio de su masoquismo, cambiaba su dolor por placer.

Puse mi mano en la cintura al tiempo que lo masturbaba y saboreaba mi copa; estaba enloquecido, al tiempo que con voz ronca, apenas audible, entrecortada por el esfuerzo que hacía ante mi peso implacable, me veneraba:

-Divina…Ama divina…Agggh!!!

Quise llevarlo algo al extremo, así que dejé de masturbarlo, me moví sobre él y sin bajarme, le puse el tacón en el cuello y le dije:

-Te gustaría morir a mis pies, esclavo?

-Sería un placer, Ama-apenas respondió.

-Otro día será, cuando ya no me sirvas-le sonreí.

Me bajé rápidamente, volví a recogerme el cabello en una cola y me acosté bocabajo en medio de sus piernas y con mis codos al lado de sus caderas, con una mano tensé la cuerda para someter sus pelotas y con la otra le agarré la polla con firmeza, empezando a lamérsela con la punta de mi lengua; ante semejante abstinencia profesada, sabía la reservas de líquidos allí almacenadas y la ansiedad por expulsarlos.

Dejé que me mirara, al fin y al cabo, nada podía hacer en la condición que se encontraba.

Se lo mamé muy despacio y luego empecé a introducírmelo hasta con más profundidad; me miraba completamente enloquecido.

Apreté mas la cuerda, me lo introduje lo mas que pude, apreté su polla hacia abajo con mis dedos pulgar e índice, la succioné con fuerza, sentí que se venía y me preparé.

Una avalancha de tibia y rica leche inundó mi boca.

Se agitaba de tal forma que parecía que fuese a reventar los lazos con lo que lo había atado, por lo cual me aferré a su cadera.

Desde mi posición, podía apreciar como movía su cabeza hacia los lados, como si quisiera sacudirse de algo que lo atrapaba.

Era como una lucha contra una fiera indomable; mis únicas armas eran mis manos y brazos, pero sobre todo mi boca, la cual no estaba dispuesta a soltar su presa.

La intensidad de sus sacudidas empezó a bajar gradualmente. Mi boca se negaba a aflojar su enorme polla, la cual seguía succionando con movimientos espaciados, al tiempo que los movimientos de mi esclavo cambiaban por cortas pero electrizantes sacudidas.

Se fue quedando quieto hasta relajarse por completo; sólo hasta entonces mi boca empezó a liberarlo, deslizando lentamente mis labios sobre su miembro, con la seguridad que lo tendría atrapado cuando quisiera.

FIN