Mis instintos sádicos (2)
Por fin lo tuve a bajo mi dominio y así dar rienda suelta a lo que anhelaba, castigarle y procurarme placer; disculparán mi tardanza, pero aquí estoy para compartir mi historia.
MIS INSTINTOS SÁDICOS (II Parte)
Después de la visita a la tienda erótica de Consuelo, a quien ya sentía como una amiga, decidí aplazar la sesión de castigo que le estaba preparando a Jorge, esperando algunas de las sugerencias que podría recibir de los que habían leído mi historia, además de lo que se me pudiese ocurrir.
El fin de semana siguiente al de las compras, me tomé el tiempo para medirme lo que había adquirido, a solas en la intimidad de mi alcoba.
Primero ensayé mi cabello suelto o con hebillas a los costados, pero pensé que con una cola me veía mejor.
Mis tetas son pequeñas, así que probablemente no usaría sostenes; además, me gustaba la forma en que Jorge me las chupaba.
Me probé una pequeñísima tanga azul oscuro, algo ajustada para resaltar mi inquieta cuquita.
Me puse los guantes negros, largos hasta más arriba de los codos.
Parándome frente al espejo de cuerpo entero que tenia en mi habitación, me gustó lo que vi, lo cual ya iba tomando forma.
Me sentía como una reina sádica preparando la tortura de su esclavo sólo para divertirse un poco.
Faltaba probarme una de mis armas preferidas.
Me senté al borde la cama para calzarme: se trataba de unas hermosas chanclas de color negro, tacón puntilla de 12 cms. de alto, suela delgada y unas finísimas tirillas que pasaban y envolvían mi dedo mas grueso; por la parte anterior, se desprendía una cinta de cuero que cubriendo el talón, subía hasta un poco mas arriba y empataba con un anillo de tela que envolvía la parte baja de mi pierna, cubriéndola apenas unos centímetros por encima de mis tobillos, que también quedaban cubiertos.
Sobre la tanga me puse lo que aquí llamamos un cachetero, color negro, lo cual resaltaba aun más mi cola y piernas.
Me miré una vez más al espejo y tuve la certeza que me veía sencillamente espectacular; quería que mi perrito anhelara morir de placer bajo mis pies.
Revisé los demás accesorios, como el lazo-bozal y el látigo trenzado y largo, verificando que todo estuviese completo.
El día tenía que llegar y llegó.
Prefería que fuera un sábado para tomarme mi tiempo en el castigo, sin afanes, por lo cual lo llamé desde el miércoles para evitar que se me comprometiera y se me escapara.
Lo encargué de conseguir una habitación amplia en un motel de la ciudad, donde hubiera sillas sin apoyabrazos y columnas redondas no muy gruesas; sin preguntar nada, dijo que así lo haría.
Desde principio de la semana anterior le había pedido que no tuviera actividad sexual alguna, lo cual obviamente incluía el no masturbarse.
Lo quería ansioso y desesperado al límite ese día y aunque nada me garantizaba que cumpliera esa petición, tuve la certeza que me haría caso, aprovechando el gusto que sabia sentía por mí, pero sobre todo su tendencia masoquista ya probada en ciertas actitudes pasadas.
Calculé que llegaría a la sesión de castigo como mínimo con unos quince días de abstinencia total, es decir, lo recibiría bien "cargadito" para entonces.
Eran algo así como las 11 a.m. cuando sonó mi teléfono. Era él.
-Hola, ya estoy aquí en la portería, estas lista?
-Si, espera un momento, ya voy para allá.
A partir se ese momento pensaría en Jorge como un perro miserable que castigaría a mi antojo; eso facilitaría aun mas las cosas.
Me había dejado el cabello suelto por ahora, una blusa ajustada que resaltaban mis pequeñas tetas, un apretado jean y botines negros.
Me miré al espejo y giré para verme el culo; "no esta mal"-pensé-"para provocar de entrada a un perro ansioso de sexo"
Sonreí, cogí el maletín con mi "arsenal" y salí decidida.
Subí a su auto, le salude de beso en la mejilla y puse mi maletín en la parte de atrás.
La tortura que iba a aplicarle, al menos sicológica por ahora, debía empezar desde ese mismo momento.
Me senté con las piernas ligeramente abiertas, con la izquierda estirada y relajada.
Inició la marcha y sin mirarlo, acomodándome el cabello con las manos, le pregunté, procurando que sonara como un formalismo:
-Cómo has estado?
-Bien muy bien-dijo
Miré de reojo y pude ver como, tragando entero, fijaba su mirada sobre mis muslos, los cuales se adivinaban espléndidos sobre la tela clara de mi blue jean.
-Hiciste lo que me prometiste?-seguí preguntándole, sin mirarlo
-Te refieres a lo de la abstinencia?
-Claaarooo!!!, lo hiciste? Dime la verdad-lo miré y sonreí
Lo conocía y estaba dispuesta a jugar con su ansiedad desde ahora, volviéndolo un perro hambriento y desesperado por sexo.
-Si, me costó un trabajo enorme, pero lo hice
-Seguro?-le insistí al tiempo que miraba su entrepierna, como si así pidiera estar segura que me había cumplido.
-No sólo eso-me respondió sin mirarme-cuando me hiciste esa solicitud ya llevaba como quince días sin "nada de nada"; el trabajo y estudio me absorbieron, así que simplemente seguí en la misma situación y aquí me tienes.
Uyyyy!!!!!-pensé-este sujeto lleva como un mes acumulándose y ahora lo voy a tener a mi merced! vaya! Lo voy a enloquecer y podré satisfacer cualquier capricho con él, esto estaba saliendo mejor de lo que pensaba.
-Así me gusta, que estés bien juiciosito para mi- le respondí desprevenidamente, como quien no le da mayor importancia.
Se acomodo mejor en su silla, ya que era evidente que sus cargadas pelotas y su apetitoso pene le estaban pidiendo espacio en su insuficiente bragueta.
Llegamos a un motel que se encuentra sobre una vía antigua al pueblo donde nací.
Entramos al garaje; había unas escalas para subir a lo que en adelante yo llamaría "Mi Sala de Tortura".
Me bajé del auto.
-Sube mi maletín-le dije con voz segura, suave e imperativa a la vez.
Esperé que estuviera a mi lado y subí las escalas, delante suyo, para provocarlo con mi trasero.
Al terminar las escalas, se encontraba una especie de sala bastante amplia, con piso de terrazo color grisáceo, un amplio ventanal al fondo, en cuyos costados se levantaban dos columnas en granito de unos 80 cms de diámetro; habían dos sillas de cordobán rojo, sin descansabrazos y con patas tubulares metálicas en forma de cruz adelante y atrás, al igual que una poltrona baja de mullido cojín también rojo para sentarse cómodamente, muy seguramente.
En uno de los extremos había un refrigerador, cuyo contenido tendría tiempo suficiente para degustar.
La sala terminaba en unas escalinatas de tres peldaños y unos tres metros de ancho, que al subirlos conducían a una gran alcoba con una inmensa cama de barandas tubulares y tendidas de satín claros.
Las paredes eran de un color blanco hueso pero se encontraban forradas con cortinas corredizas color vino tinto, excepto en el espacio en que había instalad una gran pantalla de T.V. como de 50 pulgadas.
Mi esclavo estaba de pie junto al ventanal, esperando en silencio mientras recorría aquella estancia.
Quise dejar las cosas claras:
-Mira-empecé diciendo-a partir de este momento no vas a contradecirme en nada, para ti seré tu Ama o Dueña, harás lo que yo diga y sólo hablarás cuando te lo permita, entiendes?
-Si...entiendo.
-Si qué-le increpé sonriendo.
-Si, Ama
-Ve y desnúdate, no estarás vestido ante mí.
Mientras iba al baño a cumplir la orden, prendí la pantalla de T.V. con el control remoto que estaba en una pequeña mesa.
Se proyectaba en ese momento la imagen de una hermosa mujer, desnuda y acostada en una silla reclinable al borde de una piscina, bronceándose al tiempo que recibía los placeres de una lengua masculina en su rinconcillo mas preciado.
Me dirigí a la nevera; tomé una botella de vodka y me serví un trago helado en un vaso de cristal corrugado.
Caminé hasta la puerta del baño
-No salgas hasta que te lo diga-le advertí
Abrí el maletín y saqué todo lo que había en el. Me puse los zapatos, los guantes, la tanga y el cachetero; me cogí el cabello en una cola. Esto por hora-pensé.
Me paré en mitad de la sala y levanté un poco la voz para anunciarle.
-Puedes salir.
Abrió la puerta; allí estaba, desnudo y disponible para mí, mirándome embelesado.
-Tírate al piso, bocabajo y con las manos en la espalda.
Con las esposas que traía, inmovilicé sus manos a la espalda y aseguré sus pies por los tobillos, lo cual haría más difícil su arrastre por el piso.
Me alejé varios metros de él, por la amplia sala.
-Quiero que te arrastres hacia mí y beses mis pies!-le grité.
Empezó a arrastrarse con dificultad, impulsándose con sus hombros.
Lo esperé, de pie y con una mano en la cintura y la otra sosteniendo el látigo. Luego caminé hacia él, lo frené con mi tacón izquierdo sobre la nuca y le descargué el primer latigazo, cruzándole la espalda mientras le gritaba:
-Muévete, perro!!!!
Chilló y se agitó lo suficiente para ver su polla, ya erecta.
Caminé de nuevo hacia el centro, lentamente, dándole la espalda. Lo sentí jadear y arrastrarse de nuevo tras de mi.
Me senté en la poltrona con las piernas cruzadas.
-Apresúrate, acaso quieres mas azotes?
Se arrastro más rápidamente.
Al estar cerca, abrí mis piernas y empecé a tocar mi rajita por encima de cachetero.
Se inclinó sobre uno de sus codos para tratar de alcanzar mi entrepierna con su boca; cuando estuvo a punto de alcanzarme con su lengua, puse mi pie en su hombro y le empujé con fuerza hacia atrás, al tiempo que le gritaba:
-Te dije que besaras mis pies!!!
Volvió a arrastrarse y empezó a lamer mis dedos y a besármelos.
En la posición que estaba, su espalda quedó a mi merced.
Me incliné un poco hacia delante, al tiempo que envolvía un poco el látigo en mi mano, para que me quedara mas corto y fácil de manejar.
Levanté y lo descargué con fuerza.
-Agggh!!!...noooo!-se quejaba, pero seguía lamiéndome.
-Sigue, no pares!-le grité
Lo seguí azotando un buen rato, sin importarme sus quejidos y súplicas. Estaba encantada teniendo el control y castigándole.
Me puse de pie.
-Sígueme!
Camine hacia mi vaso de vodka y me serví otro trago, mientras lo sentía arrastrarse tras de mi. Al llegar a mi lado le ordené que se volteara bocarriba, lo cual trató de hacer con dificultad.
Esta faena apenas comenzaba y me estaba gustando. Quería pasarlo a lo grande, espléndida y no iba a desaprovechar la oportunidad.
Ya verán porque se los digo muy pronto.