Mis instintos sádicos (1)

Una imprudencia de mi amigo despertó en mi cierto instinto que ya intuía, adentrándome en ese mundo sado que me excitaba.

Mis instintos sádicos (I Parte)

Como casi siempre el último mes, había sido un día pesado en la oficina.

Por alguna razón, no estaba de mi mejor humor.

Respiré profundo, tratando de adivinar el porqué de mi estadio de ánimo, encontrando que era la mezcla de varias cosas.

Por un lado, los reclamos de mi jefe no habían sido los más oportunos, aunque sabía que había algo más.

No se porque, pero de inmediato vino a mi mente la noche anterior, cuando salí con mi amigo Jorge a un sitio muy reconocido aquí en mi país y en varias partes del mundo, llamado Juan Valdés, donde sirven bebidas y productos derivados del café, algo autóctono y muy nuestro.

Estábamos sentados en una de las mesas ubicadas al aire libre, con un sol radiante, disfrutando de un delicioso café helado.

El lugar esta ubicado en una zona universitaria, por lo cual se ven muchas chicas lindas platicando o paseando sin prisa alguna.

Precisamente el paso de una de ellas fue lo que desató mis instintos.

Estábamos conversando animadamente cuando ella pasó.

No niego que era hermosa, con su pantalón ajustado y blusa de manga corta era inevitable pasar desapercibida.

Sin embargo, me molestó terriblemente que Jorge no contestara coherentemente lo que le preguntaba en el momento, por estar mirándola.

Recuerdo que le dije:

Oyeee, escuchaste lo que te dije?

Ahhhh? Si…claro

Y...qué opinas?

Bueno, que estoy de acuerdo- me dijo

Era evidente su distracción, lo cual no estaba dispuesta a perdonar.

Sabes algo?-le dije, mientras apreciaba la chica que se alejaba

Que?

Debería castigarte por esto

Cuando quieras- me contestó sonriendo, como si no me creyera

En ese momento mi imaginación voló y estaba dispuesta a hacerla realidad.

Hacia un buen tiempo imaginaba tener un hombre a mis pies, dominarlo y castigarlo a mi antojo; pero no sólo eso, también que fuese mi esclavo sexual.

Pensar en ello me provocaba una extraña excitación.

Me molestó que se desconcentrara de mi por mirar a otra chica y decidí que debía someterlo a un buen castigo por ello, además de colmar mi curiosidad y dar rienda suelta a esa Domina que sentía dentro de mi.

Sin pensarlo mucho lo llamé.

Aló

Hola, no creas que he olvidado lo que tenemos pendiente-le dije yendo al grano

A que te refieres?

Al castigo que te voy a dar por tu falta de ayer.

Ah, es en serio?

Claro que si. Mañana vienes por mí a las 6.

Bien, ahí estaré-contestó no muy convencido de mis intenciones

Esa tarde me fui para uno de los pocos sex shop que hay en la ciudad.

La propietaria del sitio me atendió, una mujer de unos 35 años, muy bonita y con un lindo cuerpo.

Su amabilidad y confianza, aunado al hecho que no había más clientes, me entraron en confianza rápidamente y me sirvió de relajación.

Le expliqué lo que quería.

Tengo todo lo que necesita. Es para someter a tu pareja?

No, es un amigo al que quiero darle su merecido.

Prefieres un castigo suave o fuerte?

Fuerte, no quiero que lo olvide fácilmente

Perfecto

Como ya era la hora de cierre, se dedicó pacientemente a enseñarme los artículos que tenia para una sesión Ama- esclavo, permitiendo que me midiera algunos trajes para la ocasión.

La verdad tenía un gran surtido y unas prendas e instrumentos "de ataque".

Me llevé un verdadero arsenal de seducción y castigo.

Cuando agradecí su atención, ya para irme, me dijo:

Tenemos un servicio adicional para casos como el tuyo

De que se trata?-pregunté con gran curiosidad

Es solo para clientes muy especiales y de gran confianza y tú me caes bien.

Gracias-le dije, ansiosa de saber que me iba a ofrecer

Aquí tenemos dos salas especiales, en la parte posterior. Las bautizamos como Sala de Masajes y La Mazmorra; en la primera hacemos masajes de todo tipo, sencillo y eróticos, para hombres y mujeres, lo toman como una manera de relajarse para llegar mas dispuestos a su trabajo.

Y en La Mazmorra?-pregunté no muy segura de que se trataba.

Es para clientes masoquistas, sólo hombres, a muchos les gusta desestresarse así, siendo sometidos y castigados

De verdad!!?

Más de lo que crees, nuestra sociedad ha dejado a un lado tantos tabúes y liberan sus instintos, aunque seguimos siendo muy reservados en ello.

Vaya, qué interesante!

Las dos chicas que atienden las salas son muy hermosas: Paula y Natalia, quieres conocerlas?

Conocer…qué? Las salas o las chicas?-le dije un poco sorprendida.

Las salas y las chicas, no te preocupes. Ven , sígueme

Entramos por una pequeña puerta hacia un pasillo, al final del cual estaba un cuarto en cuya puerta se leía claramente: "Sala de Masajes".

Entramos, la sala era amplia, con entapetado oscuro y cortinas rojas en las paredes; había una mesa con aceites y otras sustancias, un baño aislado e impecablemente limpio.

Se sentía un suave y delicioso olor a incienso; en los costados se encontraban cuatro camillas de diferente altura, forradas en telas suaves de tonos vino tinto y rojo.

Porqué los tamaños diferentes de las camillas?-le pregunté

Eso depende del gusto del cliente y los tipos de masajes. Por ejemplo, si es un masaje básico, las chicas lo atienden en las camillas bajitas, ya que se sientan a horcajadas en la parte baja de la espalda para masajearlos con las manos; si el masaje incluye sexo oral para el cliente, se hace en las camillas altas. Hay algunos que piden ser atendidos por ambas chicas.

Supongo que deben pagar más, verdad?

Si, claro

Y en que camilla se acomodan tres?-pregunté un poco inocentemente

Sonriendo me contestó:

Por ejemplo, empiezan en la camilla alta y las dos lo masajean. Al final terminan en la camilla mas baja, ya que a algunos les gusta que las dos chicas se monten al mismo tiempo encima de ellos, una en su boca para hacerle sexo oral y otra en su pene para la penetración. Como ves, ellas reciben a veces su dosis también.

Qué clientes tan generosos, pensé. Pero la verdad es que me estaba poniendo algo caliente y con respiración algo agitada, difícil de disimular.

Salimos de allí para la tienda principal, extrañada que no me mostrara la otra sala.

Como adivinando, me dijo:

En este momento La Mazmorra esta ocupada, Paula Y Natalia están castigando a un hombre. Espérame le pregunto al cliente si permite que tu veas parte de la sesión.

Ante semejante posibilidad, me atraganté y no pude pronunciar palabra.

Al momento volvió.

Ven, vamos. Cuando le dije que era una mujer joven y bonita como tú, aceptó que fueras espectadora. Además están en la parte final y ya casi lo rematan.

Esto iba mas rápido de lo que imaginaba. Pero no iba a perderme la oportunidad de apreciar un espectáculo nuevo para mí, además algo podría aprender para aplicárselo a Jorge al día siguiente.

Entramos al pasillo pero esta vez hacia el lado contrario; abrimos una puerta y pasamos a un pequeño cubículo que daba hacia otra puerta, la cual tenía el aviso de La Mazmorra. Luego entendería lo de la doble puerta.

Cerró la primera puerta antes de tocar en la segunda.

Podemos?

Sigan-contestó una de las chicas.

Mi acompañante entró y yo tras ella.

Ahí estaba el espectáculo, entre cruel y excitante.

Y ahí estaba yo, parada cerca a Consuelo, tratando de mostrar la misma naturalidad que a ellas les sobraba.

Hola, yo soy Paula-dijo la rubia de largo cabello a media espalda.

Paula tenia el cabello recogido en la parte de adelante con una diadema. Sus ojos eran color miel y su rostro era muy hermoso. Tenía unos brassieres azules, muy pequeños para el tamaño de sus grandes tetas, unos guantes negros largos, mas arriba de los codos (parecidos a los que yo había comprado esa tarde), un abdomen plano y caderas generosas, era realmente voluptuosa. Su pequeñísima tanga brasilera azul permitía adivinar su sexo cuidadosamente rasurado y resaltaba sobre su perfecto bronceado. Sus piernas eran espectaculares, muy bien formadas.

Su estatura era mediana, pero el calzado la hacia ver imponente. Eran unas botas negras de tacón puntillas, muy altas y tan largas que terminaban un poco más arriba de la rodilla.

El hombre estaba bocabajo en el piso, desnudo y a sus pies, o mejor, debajo de ellos.

Era un tipo ya entrado en años, unos 60, le calculé, calvo, con escasos cabellos en los costados, de baja estatura y muy flaco, se notaba que su piel hacia rato no recibía los rayos del sol.

Lo tenían fuertemente amarrado de pies y manos, estas últimas hacia atrás, cruzadas en la parte media de la espalda y las piernas abiertas; de unas argollas empotradas en el piso le sujetaban los pies con unos finos lazos.

Paula, con un intimidante látigo en la mano derecha, estaba parada con ambos pies sobre el pobre sujeto, aplastándole y sin dejarle posibilidad de escape. Con una bota aprisionaba su espalda, pisando también parte de sus manos para que no las moviera para protegerse de los latigazos.

Con el otro pie le pisaba la cabeza a la altura de la oreja, ya que tenia la cara contra el piso, de lado hacia donde yo me encontraba, por lo que pude ver cómo babeaba, fatigado por la paliza que a esa altura había recibido y que seguramente había sido muy fuerte, al menos por la cantidad de marcas de látigo, parafina casi encendida y tacones, que resaltaban en su blanca espalda.

Desde que hora lo tienen aquí-le pregunté al oído a Consuelo

Llegó a eso de las 11 esta mañana-me dijo en voz baja

Y ellas, no se cansan?

Si, pero se turnan para almorzar y salir por momentos a tomar aire. José si esta todo el tiempo aquí, no sabemos de donde saca tanta resistencia. A ellas les gusta este cliente porque además de pagar muy bien, dicen que por ser tan flacuchento les provoca torturarlo y las vuelve despiadadas.

Sus quejidos no se escuchaban muy fuertes, ya que tenía una mordaza negra que remataba atrás en un fino lazo, que servía de bozal, como cuando se saca a pasear una mascota (igualito al que yo acababa de comprar).

Creo que se esta quejando mucho, Paula-dijo Natalia con voz pausada, mientras caminaba y se sentaba en una cómoda silla que se encontraba justo frente a la cabeza del escuálido hombre. De paso me saludó con una sonrisa, la cual dejó apreciar una hermosa dentadura.

A diferencia de Paula, Natalia era morena, tenia el cabello de un color negro intenso, recogido en una cola que daba a la mitad de su espalda, tenia buenas tetas, ojos chinescos, era piernona y con un trasero espectacular. Eran mas o menos de la misma estatura y sus vestimentas eran iguales, como uniformadas. Consuelo se excusó y nos dejó solas.

Siéntate y ponte cómoda, considérate una invitada especial- me dijo Paula, señalándome una poltrona desde donde se podía apreciar plenamente la escena

Gracias-le sonreí y me senté plácidamente, ya en confianza

Después de todo, nunca había estado en una sesión de tal supremacía femenina, hasta me excitaba ver a ese pobre diablo sometido y torturado, además, algo aprendería de aquellas chicas para cuando me llegara el turno de esclavizar a Jorge.

El espectáculo estaba a punto de reiniciar, sólo había entrado en un receso para recibirme como esa "invitada especial".

Pero ese receso no le había servido al esclavo sometido, ni para tomar un pequeño aire, ya que Paula en ningún momento se bajó de su espalda mientras nos presentaban.

Unos centímetros arriba de su cabeza, estaba instalada una barra de acero, la cual les servía a las chicas para prenderse si de pronto perdían algo de equilibrio.

Paula sujetó con firmeza el látigo y empezó a levantarlo lentamente, sin bajarse de su victima.

El golpe fue seco y contundente, sobre las costillas del hombre que bramó fuertemente a través de la mordaza, tratando de agitarse inútilmente para paliar un poco el dolor, pero el peso del hermoso cuerpo de Paula y sus ataduras no le permitían moverse un solo milímetro, haciendo más doloroso el latigazo. Le siguió azotando, moviéndose con gran agilidad sobre la espalda del esclavo, para poder castigarle por ambos costados; era toda una experta.

A pesar de la mordaza, el sujeto aullaba del dolor, mientras la castigadora le gritaba

Cállate, perrrroo!!! Ya te hemos dicho que no te quejes cuando hay invitadas de honor.

La escena era excitante:

Un hermoso cuerpo moviéndose con agilidad y sensualidad sobre una raquítica figura, a la que castigaba sin piedad; unos quejidos de dolor de una victima sin posibilidad de escapatoria, una bella morena sentada cómodamente, con sus hermosas piernas cruzadas, a la cabecera del que estaba siendo martirizado.

Y yo ahí, en primera fila, con una perturbadora sensación entre mis piernas.

Natalia tomaba plácidamente agua fría, lo cual era explicable, ya que allí se encerraba un fuerte calor. Noté que había muchas botellas vacías sobre una mesa, era de imaginar que ni una gota de agua había sido para el torturado.

En ese momento entró Consuelo con un folleto en la mano. Paula continuó con su cruel faena.

Me entregó el folleto y tratando de hacerse oír por encima del sonido del látigo y los quejidos del hombre, me dijo:

Aquí esta la lista de las técnicas de tortura y sumisión que utilizan las chicas dependiendo de lo que quiera el cliente en La Mazmorra. Míralas y escoge dos.

Escoger para que?

Bueno, tú escoges lo que te gustaría ver y las chicas se la aplican al tipo. Es una cortesía de la casa-me dijo sonriendo.

Oh! Qué detalle, creo que me voy a divertir, jajaja!-le dije ya animada

Por los nombre te puedes guiar

Empecé a leer: "Asfixia", "taconazos saca aire", "besa pies", "lengua esclava", "forrado en parafina", "el minuto feliz"

En ese momento Paula se bajó del maltratado cuerpo casi inerte y se acercó a mí

Ya lo vamos a rematar, pero antes vamos a complacerte aplicándole a este perro las dos técnicas que escojas, para que las conozcas.

Cuando hablas de rematar, a que te refieres?-pregunté inquieta

Jajaja! No te preocupes, que más quisiéramos nosotras liquidar del todo a ese gusano, pero no nos conviene acabar con la clientela, así medio muerto también nos sirve

Entonces cómo lo rematan?

Lo hacemos eyacular, pero para eso lo necesitamos bien excitado, entonces primero lo provocamos para que su pene esté bien erecto.

Y como lo hacen reventar?

La técnica que mas nos gusta es pararnos sobre el y masturbarlo con el pie, todo depende. Bien, ahora dinos que te gustaría ver.

Aquí hay dos nombres que me causan curiosidad y quiero que me hagan una demostración de cada uno: Adoración de piernas y Lluvia Dorada

Pude ver como el hombre se agitó y se quejó al escucharme, como sabiendo de qué se trataba.

Natalia le descargó un fuerte puntapié en su costado.

Silencio!-le gritó

Cual quieres ver primero?-me preguntó Paula

Me es indiferente, lo importante es aprender y pasar un buen rato, por supuesto

Bien, yo lo azoto y tu le haces luego la Lluvia Dorada-le dijo Paula a Natalia

Excelente, creo que lo necesito-contestó Natalia, aunque aun no comprendía a que se refería.

Paula se acercó al hombre, pasó una de sus piernas sobre su espalda, sin tocarlo, y quedó de pie con las piernas a ambos costados del sujeto, un poco mas arriba de su cadera.

Luego se inclinó, cogió el lazo que servía de mordaza y bozal, lo envolvió en su mano enguantada para que quedara un poco mas corto, se puso de pie y levantó con fuerza la cabeza del hombre, cuya boca quedó mas apretada; cogió el lazo con la mano izquierda y el látigo con la derecha.

De esta manera, con las manos atadas atrás, la espalda arqueada hacia arriba, la cabeza en el aire, la mordaza aprisionándole y las piernas abiertas y amarradas a las argollas del piso, sus hombros y espalda quedaban irremediablemente expuestos al castigo de Paula, que ya estaba en pie de nuevo tras él.

Estoy lista, Natalia

Natalia caminó hacia la silla y se sentó un poco de lado, cruzando las piernas.

Ahora pude entender de qué se trataba:

En la cruel posición en que se encontraba, el esclavo podía apreciar muy bien las hermosas piernas de Natalia, mientras era azotado.

Esa era la técnica conocida como "Adoración de piernas"

Ahora te toca decir cuantos azotes quieres que le dé-me dijo Paula mirándome

Yo!!!?...y eso?

Eres la invitada, así que dilo

La verdad no me esperaba eso, pensé que ya estaba definida la cantidad de latigazos en este caso; 10?, 15? Más? No sabia que decir.

El sujeto tenia los ojos desmesuradamente abiertos, con la mirada fija en las piernas de Natalia, quien desprevenidamente leía una revista y tomaba agua en pequeños sorbos, muy lentamente; el hombre gemía como una rata agonizante, babeaba a través de la mordaza y en un instante que se pudo mover ligeramente de lado, pude ver que tenia erecto su pequeño pene.

Dale uno de muestra para saber que tan fuertes son -atiné a decir

Será un placer- sonrió Paula

Levantó con fuerza el lazo al tiempo que alzó el látigo y lo descargó con maestría. El azote cruzó la parte alta de la espalda, el hombro derecho y la punta repicó en el pecho, produciendo un dolor terrible a juzgar por la mueca de espanto y desespero del pobre sujeto; a pesar de la posición de sometimiento en que se encontraba, se le notaba como el ardor del golpe lo hacía estremecerse.

Una sensación de sadismo y maldad se apoderó de mí ante tal sufrimiento.

Que tal?-preguntó Paula

Superbacano, me gustaría ver 10 azotes de esos mismos-le contesté

El hombre me miró de reojo, como reprochándome la cantidad que había pedido. Como respuesta, le sonreí y estiré mi brazo con mi pulgar hacia abajo, en señal de sentencia. La verdad me había ambientado rápidamente.

Que empiece la fiesta!- le dije a Paula

Entre un azote y otro, Paula dejaba transcurrir unos cinco segundos. Después del tercero, Natalia dejó a un lado la revista y miraba sonriendo al sometido.

Después del quinto, se puso de pie y señalándome la silla, dijo:

Espera, Paula. Los otros cinco que sean en homenaje a la invitada.

No lo dudé. Después de todo, era mirar las cosas desde otro ángulo.

Me senté en la silla y crucé las piernas, obviamente mi blue jean no las dejaba ver, pero sabia que lucia hermosa.

Debo confesarlo, disfruté de ese espectáculo de flagelación.

Cuando faltaba sólo uno, le dije a Paula.

Espera, quiero que este último sea especial.

Paula y Natalia se miraron sonriendo, sorprendidas de mi rápida adaptación.

Quiero que lo descargues cuando yo te dé la señal con mi mano. Luego sueltas el lazo para que afloje un poco la presión sobre la mordaza.

Con el pie que me quedaba en el aire, siguiendo con las piernas cruzadas, puse la punta de mi zapato como sosteniendo el mentón del esclavo.

Cuidadito, perro! No vayas a dejar caer tu cabeza y mover mi pie, porque yo misma te doy otros diez azotes- le dije con voz tranquila pero amenazante.

Levante mi brazo derecho y empuñé mi mano.

Paula estaba lista, con el látigo levantado. Miré la cara del sujeto que seguía gimiendo y babeando, tenía las marcas de los azotes por todos lados, especialmente en su espalda; seguramente su ardor se incrementaba por su propio sudor, que también bañaba su rostro y la semipelada cabeza; en verdad era un tipo para nada atractivo siquiera.

Sus ojos estaban entrecerrados, como resignado a mi implacable sentencia, que no vacilé en dictar:

Finish!- dije en voz alta, mientras mostraba mi pulgar hacia abajo.

De los diez, éste fue el latigazo más fuerte y despiadado.

Era evidente que Paula era muy cruel y disfrutaba con ello.

Debido a su longitud, el azote dio pleno en la espalda, el hombro derecho y parte del pecho del hombre, quien soltó un largo bramido. Paula soltó el lazo que sujetaba la boca y caminó hacia Natalia contoneando su cadera y levantando los brazos, celebrando con su compañera.

Sin la ayuda del lazo, el sujeto se le dificultaba sostener su cabeza en el aire, pero ante lo fuerte del castigo no iba a dejarla caer, recordando mi amenaza.

Por momentos descargaba un poco su peso sobre la punta de mi pie, pero trataba de levantarla nuevamente cuando lo señalaba en actitud amenazante con mi dedo índice.

Lo tuve así unos 20 segundos, quité mi pie y dejó caer su apestosa cara sobre el tapete, como sintiendo un gran alivio.

Allí quedó, tirado de espalda y sin fuerzas.

Vaya que tienes estilo, incluiremos esa parte en futuras sesiones-me felicitó Paula

Ahora viene mi Lluvia Dorada-dijo Natalia, sin darle tregua.

Le liberó los pies de las argollas y se los ató fuertemente por los tobillos, uno contra el otro.

Ve a tu sitio, perro, que estoy que me reviento- le dijo

El hombre se arrastró hacia una silla sin brazos ubicada en el centro de la sala; giró para quedar bocarriba y puso su cara sobre la base, en señal de estar bien amaestrado.

Natalia se quitó su tanga, dejando ver su sexo lindo y rasurado. Se acercó a su victima; al ver su cara llana de sudor, se dirigió hacia una especie de perchero, donde colgaba una máscara de cuero negro; se movía con sensualidad, como desfilando para provocar; definitivamente su cola era lo mas impactante de su figura.

Le puso la mascara al esclavo; pude observar que sólo tenia una abertura, para la boca.

Prepárate!-le dijo mientras lo pateaba en el pecho con la suela y el tacón de la bota.

El hombre subió mas su cabeza sobre la silla, abriendo la boca para poder respirar; su pollita seguía erguida.

Natalia se subió a horcajadas sobre su cara, poniendo sus manos en la cintura. Se movió un poco buscando acomodar su vagina sobra la boca del improvisado baño.

Ahora estaba entendiendo la famosa Lluvia Dorada y asistiendo a una demostración.

Ahhhh!!!!!! Uhhhhh!!!!

Era la expresión de alivio de Natalia, al descargar su líquido. No en vano había dicho que le caería de perlas pues tanta agua la tenia a punto de reventar.

Lo hizo por partes, entre una descarga y otra esperaba que el hombre tragara su ansiado pis y respirara un poco.

Lo abofeteaba y le advertía que no podía regar una sola gota. El sujeto se agitaba tratando deliberarse pero Natalia lo tenía atrapado entre sus esplendidas piernas.

Al terminar, le ordenó:

Sécame

La lengua del esclavo hizo su trabajo con diligencia y juicio.

Natalia se incorporó y volvió a colocarse su diminuta prenda.

Te vas a quedar a ver cómo lo rematamos?-me preguntó

Me gustaría, pero debo irme. Tengo trabajo particular en mi casa y debo entregar unos informes mañana.

Espera, creo que el perro quiere despedirse de ti y agradecer tu participación-dijo Paula

Fue a su lado y le quitó la mascara. Como ya estaba bocabajo, levantó su pie y descargó una patada sobre su espalda, al tiempo que le ordenaba:

Ve a despedirte de nuestra invitada

El hombre se arrastró como un gusano hacia donde yo estaba, llegó a mi lado y besó el empeine de mis zapatos con gran devoción; metía la lengua debajo de mi zapato como tratando de levantarlo; entendí lo que quería, levanté mi pie y lamió mi suela.

Su adiestramiento era sorprendente.

Me despedí de beso en la mejilla de las dos hermosas mujeres, quienes me recordaron que estaban disponibles para algún servicio que necesitara, lo cual agradecí.

Cuando cerré la primera puerta al salir, escuché un fuerte latigazo y el quejido del hombre al tiempo que Natalia le gritaba:

Vamos, cerdo! Ya te llegó la hora!

Otro azote y mas quejidos, pero al cerrar la segunda puerta, ya no se escucharon más. He ahí la explicación de la doble puerta: los castigos y los gritos de los esclavos de Paula y Natalia nadie los escucharía hacia la parte de afuera, donde llegaban los clientes de Consuelo.

Me despedí de ella y le dije que pensaría lo de su ofrecimiento del servicio de las chicas.

Pero ya tenia decidido que, al menos por ahora, me encargaría sola de mi propio perro, podría aplicar castigos como los que acababa de observar, tal vez si, tal vez no, ya que se me estaban ocurriendo algunas cosas; con semejantes maestras, a cualquiera le vuela la imaginación.

Jorge no sabía lo que le esperaba.

CONTINUARA

NOTA: Tal vez algunos de los lectores me den más ideas para castigar a mi nuevo esclavo. Lo agradeceré.

adelasarmiento@yahoo.es