Mis inquilinas me pagan el alquiler IV
Terminan las vacaciones de verano con mis compañeras de piso.
A la mañana siguiente me desperté preocupado. Esa sensación que se tiene de opresión en el pecho y que tardas en darte cuenta del motivo que la provoca. Cuando los recuerdos de la noche anterior me vinieron a la mente comprendí que me daba miedo haber cometido un error con mi novia. Aunque Carmen me hubiera dado permiso quizás fue todo fruto de la situación y las copas que llevábamos y hoy no viera con buenos ojos que me follara a nuestra amiga. Quizás le molestara que no opusiera demasiada resistencia y enseguida aceptara acariciar y metérsela a Patricia mientras mi novia nos miraba.
Mientras los pensamientos pesimistas se agolpaban en mi mente y me llevaban a pensar en teorías cada vez más apocalípticas que siempre terminaban con Carmen rompiendo conmigo, mi novia se había despertado.
¿Estás despierto? – me preguntó recostándose de lado y poniendo su mano sobre mi vientre.
Sí – contesté en voz baja.
Yo he dormido del tirón, estaba agotada – me dijo dándome un beso en la mejilla.
Carmen bajó ligeramente la mano que tenía apoyada sobre mi estómago y rozó mi pene endurecido. Me había despertado con una buena erección matinal pero no me había dado cuenta por las preocupaciones.
Vaya, parece que alguien ya ha recuperado las energías después del esfuerzo de anoche – comentó divertida.
Bueno, ya sabes que cuando descansas en una posada siempre se cura toda la vida – contesté.
Claro, claro. ¿Y también se te ha llenado el poder mágico? – preguntó agarrándome suavemente los testículos.
Creo que para eso va a hacer falta más tiempo.
¡Buenos días! – nos interrumpió de pronto la voz de Patricia.
Saludamos a nuestra amiga que acababa de despertarse ajena a lo que ocurría debajo de la sábana. Tras desperezarse, Patricia salió de su cama y completamente desnuda se fue al baño.
Como si no estuviéramos – le comenté divertido a Carmen.
¿De qué te sorprendes? Con lo abierta que es y después de anoche ni se le va a ocurrir taparse.
Cuando salió Patricia fuimos entrando por turnos para ducharnos y una vez preparados bajamos a desayunar. La estancia en el hotel tenía incluida el desayuno así que nos dirigimos a la primera planta donde estaban los comedores. A la entrada una de las empleadas nos preguntó el número de habitación y buscamos una de las mesas libres preparada para tres personas. Aunque no era demasiado tarde el comedor estaba bastante lleno, parecía que todos querían aprovechar al máximo el día.
El buffet era bastante completo. Tras dar una vuelta y comprobar lo que había me decidí por llenarme un cuenco con diferentes frutas que ya estaban troceadas y me preparé unas tostadas con aceite y tomate. Después me serví un café que tenían recién hecho en varios recipientes de metal. Cuando volví a la mesa Carmen ya había comenzado a desayunar. Ella había optado por un surtido de los diferentes tipos de bollería que había encontrado y un cola-cao. La verdad es que tenían buena pinta y se notaba que eran caseros y no industriales, pero me contuve porque sé que en vacaciones siempre acabo comiendo mal así que por lo menos aprovecho el desayuno para tener mi ración de fruta y dieta sana. Mientras resistía la tentación de levantarme a por algún bollo se sentó Patricia trayendo un plato con un par de huevos fritos y bacon.
¿De verdad te vas a comer todo eso? – pregunté sorprendido.
Me gusta aprovechar los desayunos de los hoteles. En casa no tengo tiempo de ponerme a cocinar todo esto por las mañanas – contestó Patricia.
Me pregunto dónde metes todas esas calorías.
Después de desayunar fuimos a por nuestras cosas y nos dirigimos a la playa. Buscamos un lugar con espacio para las tres toallas e instalamos el campamento. Era aún bastante temprano por lo que no tuvimos problema en encontrar espacio para los tres. Dejamos las mochilas y nos quitamos la ropa para quedarnos en bañador. Patricia al igual que el día anterior no sintió la necesidad de mantener el bikini puesto más de unos segundos. Tras quitarse la camiseta directamente se sacó también la parte de arriba y se quedó con sus pechos al aire. No pude evitar fijar mis ojos en ellos pese a que últimamente se los estaba viendo a menudo. Carmen al principio dudó un momento, pero tras ver a su amiga quedándose en topless se llevó las manos a la espalda y se desabrochó el bikini quedándose con sus grandes tetas al aire.
¿Hoy también te animas? – pregunté al ver que dejaba sus pechos al descubierto.
Supongo que sí – contestó Carmen. – La verdad es que resulta liberador tenerlas al aire. Y después de estar ayer todo el día sin bikini quiero continuar sin que me quede marca.
Una vez que te acostumbres a hacer topless no vas a volver a querer ponerte el bikini – aseguró Patricia.
No creo que llegue a tanto – negó Carmen. – Aquí me estoy atreviendo porque no me conoce nadie. De vuelta a casa donde me puedo encontrar con conocidos no creo que lo practique.
Bah, eso dices ahora. En cuanto lleves un tiempo seguido practicando el topless te va a dar igual quién te pueda ver las tetas.
Las chicas cogieron el protector solar y empezaron a darse la crema por el cuerpo. Lo hacían con total naturalidad, untando cada centímetro de piel pero yo no podía evitar mirarlas con una pizca de morbo cada vez que sus manos esparcían la crema por las tetas provocando su movimiento. Pese a que ya las había visto hacerlo el día anterior todavía no estaba acostumbrado a estar junto a dos chicas que se estuvieran tocando las tetas en público y me resultaba excitante. Cuando terminaron de extenderse la crema por las zonas que llegaban me pidieron ayuda para la espalda. Me puse detrás de ellas y tras echarme en la mano un poco de protector comencé a esparcirla por los hombros y espalda. La piel de las chicas era suave y mi mano se deslizaba con facilidad. Con Patricia me limité a cubrir cada rincón de su espalda pero con Carmen aproveché para rozar los laterales de sus pechos como parte del proceso de aplicar la crema.
Creo que tienes una idea equivocada de lo que es la espalda – me dijo en tono burlón al notar mis manos.
Solo estoy comprobando que te hayas dado bien la crema – me justifiqué.
¿Ah sí? ¿Y por qué crees que es necesario?
No estás habituada a hacer topless, quizás te hayas dejado alguna zona sin proteger. Hoy no te ha indicado Patricia donde hacerlo.
¿Crees que es la primera vez que me doy crema en las tetas? No las tengo así de suaves por nada.
Ah, pero es diferente hacerlo tranquilamente en casa a hacerlo en público con la playa mirando – contesté mientras le agarraba las tetas desde atrás y le pasaba las yemas de los dedos por la parte inferior como comprobando si se había dado crema por todos los pliegues.
Como me las sigas agarrando así sí que me va a mirar toda la playa – dijo entre risas apretando sus manos contra las mías para disimular que le estaba tocando las peras.
Tras un par de coñas más quité mis manos ya que en realidad sí que había atraído las miradas de un grupo de jóvenes que observaban con envidia cómo tocaba las tetas de Carmen mientras tenía al lado a otra chica en topless. Cogí el bote de crema y me eché por todo el cuerpo para protegerme del sol.
El resto del día pasó sin muchos acontecimientos. Estuvimos tiempo tostándonos al sol por un lado y por otro, estuvimos rato en el agua chapoteando y saltando las olas. Nunca había disfrutado tanto de algo tan sencillo como saltar las olas y correr por la orilla como en esta ocasión. Hacerlo acompañado de dos chicas en topless cuyas tetas botan y se mueven en cada salto y carrera es algo indescriptible. También estuvimos jugando a las cartas y como en el día anterior compramos algo de comer en el chiringuito.
Por la tarde Patricia propuso que nos hiciéramos unos selfies para tener de recuerdo. Le gusta tener fotografías de los viajes que hace y la gente que le acompaña pero todavía no habíamos sacado ninguna.
Claro, sin problema – contesté. – ¿Quieres aquí mismo?
Sí, con el mar y la playa de fondo. Quedarán bien – dijo Patricia sacando el móvil.
Vale, pero dadme un momento que me ponga el bikini – dijo Carmen buscando en su bolsa.
Tranquila, Carmen, que no se te va a ver nada – le aseguró Patricia.
Nos juntamos los tres para poder entrar en la foto. Carmen estaba en medio y notaba el contacto de sus tetas contra mi piel mientras posábamos. Patricia hizo unas cuantas fotos y se las enseñó a Carmen para que diera su aprobación.
Si a ti te parece bien yo no veo problema en ellas – aprobó Carmen.
Yo creo que salimos bien. Os las envío – dijo Patricia.
Cogí el móvil y miré las fotos que había mandado Patricia. Me quedé sorprendido al comprobar que se le veían completamente las tetas. Mi amiga estaba sonriente, con el brazo extendido sujetando el móvil y sus pechos expuestos con naturalidad. Incluso se le notaba que tenía los pezones ligeramente endurecidos. Carmen estaba a su lado y tal como había pedido no se le veían las tetas, o bueno, no se le veían completas. La foto terminaba justo encima de las areolas y aunque no aparecían en la foto sí que se apreciaba que estaba en topless y el tamaño de sus tetas que estaban ligeramente en contacto con las de su amiga. No había pensado que al igual que se estaban rozando contra mi piel sus peras también se estarían rozando contra las de Patricia. Y finalmente estaba yo, sonriente y sin ser consciente de que me estaba sacando mi primera fotografía junto a dos mujeres medio desnudas y que lo podría mirar siempre que quisiera recordarlo.
Después de sacarnos las fotos estuvimos un rato más en la playa y luego nos volvimos al hotel. Tras arreglarnos en la habitación fuimos a la cafetería y nos sentamos en la misma mesa que el día anterior. Pedimos unos platos combinados para cenar y luego nos tomamos unas copas tranquilamente. Carmen y yo nos subimos antes a la habitación y Patricia se quedó un rato más en el bar. Ya en la habitación nos empezamos a poner cómodos.
Parece que volvemos a usar sujetador – comenté al ver la prenda negra cuando Carmen se quitó la camiseta de Yuna que llevaba.
Claro, me da más cinco a la defensa.
¿Solo? Pensaba que cuanto menos te tapa la armadura más poderosa es.
¿Entonces si no llevo nada mi defensa es infinita? – dijo Carmen llevándose las manos a la espalda.
Por supuesto. Con esas peras los enemigos se distraen y ya no atacan. Es el funcionamiento de las armaduras sexis.
Así que ahora mismo ningún monstruo puede tocarme – dijo Carmen tras desabrocharse el sujetador y quedarse con las tetas al aire.
Los monstruos no sé pero yo desde luego que sí – contesté alargando la mano y agarrando su teta izquierda.
¡Oh no! Mi armadura sexi no tiene ningún efecto sobre ti.
Al contrario – respondí. – Está teniendo un efecto muy peculiar sobre mí.
¿En serio? Quizás debiéramos estudiarlo por si es peligroso. Dicen que no deberían tocarse las armaduras sexis por riesgo a ser poseído por un espíritu maligno.
Creo que será lo mejor. Se me está hinchando misteriosamente una parte de mi cuerpo.
Solté la teta de Carmen mientras se acercaba y se arrodillaba delante de mí. Me desabrochó los pantalones y me los bajó hasta los tobillos.
Tenías razón. Esto se te hinchado muchísimo – me dijo Carmen apoyando su mano sobre mi paquete. – No puede ser bueno.
Sí, debe de estar como mínimo al triple de su tamaño habitual.
¿Al triple? Será mejor que lo examine a ver si puedo hacer algo con ello.
¿Eres sanadora?
Claro, soy una sanadora que usa armaduras sexis para protegerse.
Entonces te agradecería si pudieras revisar mi problema. Temo que siga creciendo sin control.
Carmen agarró mis calzoncillos y me los bajó también hasta los tobillos. Mi polla completamente erecta quedó liberada y apuntaba hacia mi novia.
Uf, tenías razón – dijo Carmen mientras agarraba con delicadeza mi pene. – Esto pinta mal, está increíblemente hinchada.
¿Conoce alguna solución, sanadora?
Hay una técnica para estas situaciones, pero hay que actuar rápidamente.
Por favor, haga lo que pueda, no sé qué pasará si esto sigue creciendo.
No te preocupes, soy la mejor. Pronto se te bajará la hinchazón.
Entonces estoy en buenas manos.
Bueno, precisamente en mis manos no vas a estar.
Carmen avanzó arrodillada hacia mí. Levantó la vista y me miró a los ojos. Sin dejar de mirarme empezó a dejar caer saliva sobre su pecho. Se agarró las tetas con las manos y las colocó alrededor de mi polla. Mi miembro pálido destacaba contra el tono moreno que empezaban a tomar sus pechos. Pese a la fuerte erección que tenía, las tetas de mi novia me la cubrían entera y quedaba oculta por ellas. Carmen las apretaba con fuerza y las movía rítmicamente. Mi polla se deslizaba con facilidad gracias a la saliva que empapaba su canalillo. Notaba cómo mi piel se retiraba de mi glande para a continuación volverlo a cubrir siguiendo los movimientos de sus pechos.
Mi novia y yo nos mirábamos a los ojos mientras ella me masturbaba utilizando sus tetas. El placer recorría mi cuerpo cada vez con mayor intensidad. Ella no se detenía ni un momento y las apretaba y movía contra mi miembro sin parar. Su tamaño y blandura eran perfectos para lo que estaba haciendo.
Sanadora, creo que está funcionando, empiezo a notar algo en mi hinchazón.
Bien, eso es buena señal – contestó Carmen sin dejar de mover las tetas. – Si notas que va a salir algo no lo retengas. Es la esencia maligna que se ha introducido en tu cuerpo que va a ser expulsada.
Entendido.
Intenté aguantar para disfrutar el máximo tiempo posible de la cubana pero llegó un momento en que no pude contenerme más. Con un suspiro de satisfacción llegué al orgasmo y un gran chorro de semen salió disparado hasta golpear el cuello de mi novia. Mientras Carmen no dejaba de apretar sus tetas mi leche continuaba saliendo sin parar de mi polla llenando su canalillo. Cuando notó que dejaba de correrme, soltó sus pechos y se levantó. Mi semen había cubierto prácticamente por completo su escote y empezaba a deslizarse lentamente hacia su vientre.
Qué gran cantidad de esencia maligna había entrado en tu cuerpo – dijo Carmen tocando con los dedos el semen de su pecho.
Eso parece. ¿Estoy fuera de peligro? – pregunté.
Sí, la hinchazón debería ir desapareciendo – contestó señalando mi polla que iba perdiendo su erección tras la corrida.
Parece que tienes razón. ¿Cómo puedo recompensarte?
Seguro que se te ocurre algo – me dijo guiñándome un ojo.
Me acerqué a Carmen y la besé en la boca. Mientras nos besábamos llevé mi mano a una de las tetas que tanto placer me habían dado notando mi semen mientras la acariciaba. Jugué con su pezón que estaba endurecido y lo pellizqué ligeramente. Le levanté la teta como midiendo cuánto pesaba y acaricié todo su contorno. Parte de la piel estaba pegajosa debido a mi leche. Tumbé a mi novia sobre la cama y sin que opusiera demasiada resistencia le quité las bragas. Carmen abrió las piernas facilitando que me acercara y pasé la lengua por sus labios que ya estaban ligeramente humedecidos. Mientras con la mano acariciaba su vello recortado y frotaba su clítoris mi lengua recorría todo el exterior de su coño poco a poco y hacía amagos de lamer su interior aprovechando que empezaba a abrirse gracias a mis atenciones.
Carmen gemía con suavidad mientras se dejaba hacer. Fui incrementando el ritmo con el que frotaba su clítoris sin dejar de lamerla entera. Su sexo se encontraba ya completamente abierto y mi lengua se introducía en su interior sin ningún problema. Saboreaba sus fluidos que cada vez eran más abundantes como consecuencia de mis acciones.
La respiración de Carmen se estaba acelerando y por sus suspiros de placer estaba claro que disfrutaba de lo que le estaba haciendo. Mientras le comía el coño noté cómo mi polla reaccionaba y volvía a ponerse erecta.
Sanadora, creo que no hemos expulsado por completo al espíritu maligno. Mi cuerpo vuelve a hincharse – le dije sin parar de frotarle.
Eso no puede ser bueno – contestó Carmen entre gemidos. – Tendremos que hacer algo con ello.
Pero aún no he terminado de pagarle por la primera ayuda – protesté.
No te preocupes, lo importante es el tratamiento. Toma, recubre tu hinchazón con esto – me dijo mi novia mientras me lanzaba un condón hacia mí que acababa de sacar de uno de los cajones de la mesilla.
Rasgué el envoltorio del preservativo y de rodillas sobre la cama lo coloqué sobre la punta de mi pene erecto y tras estirarlo hacia los lados lo extendí por todo el tronco con dos dedos en forma de pinza.
¿Y ahora, sanadora? ¿Cuál es el tratamiento? – pregunté.
Introdúcelo aquí – me dijo señalándose su coño abierto. – Al espíritu maligno no le gusta la oscuridad.
Me agarré la polla y acerqué la punta a sus labios inferiores. Tras rozar mi pene por ellos y frotarla contra su clítoris el preservativo se empapó con sus fluidos. Tras ello mi miembro se introdujo sin dificultad en su interior por lo húmeda que estaba Carmen. Me incliné hacia delante y comencé a moverla rítmicamente mientras mi novia gemía. Sus tetas cubiertas de semen se bamboleaban sin control casi como haciendo círculos con cada una de mis embestidas. Notaba mi polla completamente erecta de nuevo siendo apretada por el coño de Carmen.
Seguimos follando hasta que noté cómo Carmen se arqueaba ligeramente lo cuál me indicaba que estaba a punto de llegar al orgasmo. Aceleré un poco el ritmo de mis movimientos y pronto mi novia se corrió entre gemidos. Tras disfrutar de su corrida yo seguía dentro de ella sin dejar de moverla. Carmen me hizo un gesto y nos giramos de forma que yo quedé tumbado en la cama y ella sentada sobre mí aun con mi polla metida en su coño. Sin pausa comenzó a cabalgarme enviando chispazos de placer a mi polla con cada salto.
La visión era increíble. Desde mi posición veía sus tetas botando arriba y abajo con el sonido característico que hacen al chocar y golpearse entre ellas y contra su cuerpo al volver a caer. Además podía ver su triángulo de vello oscuro señalando la abertura húmeda donde mi estaca la estaba penetrando sin descanso. Al poco tiempo noté que pese a que ya lo había hecho volvía a sentir la inminente llegada del orgasmo.
Sanadora, creo que el espíritu maligno está a punto de salir – le advertí.
De acuerdo, vamos a comprobarlo – contestó.
Carmen se levantó y se sacó la polla de su interior. Me quitó el condón y comenzó a masturbarme suavemente con una mano mientras con la otra me agarraba y acariciaba los huevos. Con sus atenciones no tardé mucho en eyacular ante su atenta mirada que observó como un chorro de semen salió disparado y cayó sobre mi vientre. Luego sentí cómo mi pene se contraía un par de veces más pero apenas expulsé unas gotas de líquido blanco que se quedaron en el glande. Un día más volvía a estar exprimido del todo.
Parece que hemos expulsado definitivamente al espíritu maligno – comentó Carmen pasando un dedo por el semen que no había tenido fuerza de salir disparado y comenzaba a deslizar por el tronco de mi polla.
Eso creo. Parece que estoy vacío y la hinchazón va desapareciendo.
Un nuevo éxito de la gran sanadora – respondió divertida mientras dejaba reposar delicadamente mi pene agotado.
Ya lo creo, eres la mejor sanadora del mundo. ¿Con lo que hemos hecho está completo el ritual?
No del todo. Ahora hay que darse un baño purificante debajo de la cascada.
La miré y me reí. Estábamos los dos cubiertos de semen y sus muslos y coño estaban empapados de flujo. Nos levantamos de la cama y nos metimos a la ducha para limpiarnos los restos del rato de sexo. Una vez limpios y refrescados nos volvimos a la cama y no tardamos en dormirnos tras la relajación que llega después de un par de orgasmos.
El resto de días continuamos con la rutina. Desayunábamos en el hotel y después pasábamos el día en la playa. Nos tostábamos al sol, nadábamos, paseábamos y jugábamos. Comíamos en algún chiringuito y seguíamos hasta que empezaba a atardecer. La vida tranquila y despreocupada de las vacaciones. Cuando dejábamos la playa nos quitábamos toda la arena que habíamos acumulado a lo largo del día y nos poníamos más presentables. Patricia siempre se vestía de forma espectacular. Con ropas que realzaban su menudo cuerpo y escotes sugerentes. Carmen y yo nos vestíamos con ropa más informal. Después de arreglarnos íbamos al bar del hotel donde ya nos habíamos convertido en habituales y la camarera nos atendía de manera personalizada y con gran familiaridad. Hasta solía a quedarse a hablar con nosotros cuando había menos movimiento en el local.
La semana pasó volando, a ese ritmo que parece que está reservado para los momentos de ocio y libertad. Era nuestra penúltima noche y estábamos sentados en el rincón que solíamos ocupar cada día. Mientras nos tomábamos unas copas decidíamos qué íbamos a hacer el día siguiente. Era nuestro último día de vacaciones y nos debatíamos entre pasarlo de la misma forma que los anteriores o hacer algo nuevo.
Entonces, ¿no habéis visto más que una playa? – nos preguntó Eva, la camarera, en una de las ocasiones que nos trajo unos frutos secos de obsequio para acompañar las bebidas.
Así es – respondió Patricia. – Hemos estado yendo todos los días a la playa que está siguiendo el paseo marítimo al salir del hotel.
¡Pero eso no puede ser! – exclamó horrorizada. – No podéis iros habiendo visto solo esa playa. Que es la de turismo masivo.
Bueno, me temo que es lo que somos. Tres turistas – contesté entre risas.
Vamos, Borja. Que ya os conozco un poquito - respondió haciéndose la indignada. – No me creo que os conforméis con lo que hace todo el mundo.
¿Qué nos propones? – preguntó Carmen curiosa.
A ver, si ya os queda solo un día pocas posibilidades tenemos de ver todo lo que habría que ver. Pero ya que por lo que parece estáis haciendo vacaciones de playa os voy a recomendar una para que cambiéis un poco.
¿Es mejor que la que vamos? – pregunté.
Es diferente. Y normalmente está prácticamente vacía. Es un rinconcito precioso y muy tranquila.
¿Y cómo así está tan vacía esa playa? – volví a preguntar.
No está tan céntrica como la que habéis ido hasta ahora. Y tiene sus peculiaridades, ya lo veréis – respondió Eva apresuradamente porque la llamaban desde la barra. – Le envío la localización a Patricia y si os convence ya tenéis plan – Eva agarró el hombro de Patri como para confirmar que le mandaría el mensaje a ella y se fue a atender a otros clientes.
¿Tiene tu teléfono? – pregunté sorprendido una vez que la camarera se había ido.
Claro. He pasado más tiempo que vosotros aquí en el bar con ella – explicó Patricia.
Seguimos hablando un rato esperando a que Eva le enviara la información a Patricia para ver si nos convencía la playa. Cuando le llegó el mensaje vi cómo se le iluminaba la cara al leerlo y le preguntó a Carmen si le acompañaba al baño.
¿Por qué hacéis las chicas eso de ir al baño en parejas? – pregunté.
Claramente para ponerte verde – me contestó mi novia sacándome la lengua.
Mientras ellas se iban al baño yo continué bebiendo mi cubata mientras observaba a la gente del bar. Probablemente todos serían huéspedes del hotel. Había algunos matrimonios y otro grupo de amigos como nosotros. Eva servía las mesas con eficiencia. Llevaba las bebidas y comidas en una bandeja que sostenía con la mano y antebrazo y era sorprendente la gran cantidad que podía acumular sin perder el equilibrio. A los camareros del hotel les hacían llevar uniforme. Eva tenía puestos unos pantalones negros y una blusa blanca. Al cuello llevaba anudada una pajarita. Su pelo rubio estaba recogido en un moño y estaba discretamente maquillada destacando unos labios rojo pálido.
Bueno, ya tenemos plan para mañana – dijo Carmen cuando volvió del baño.
¿Ah, sí? – pregunté.
Sí. Vamos a la playa que nos ha dicho Eva.
¿Y yo no puedo opinar? Si ni siquiera sé a dónde vamos a ir.
Estás en minoría. Nosotras decimos que sí así que tu opinión no cuenta – contestó Carmen. – Tómatelo como una sorpresa.
No se os puede dejar ir al baño – protesté. – Me descuido y dais un golpe de estado.
Confía en nosotras, te va a gustar – opinó Patricia.
Mi sentido arácnido presiente una trampa – comenté.
¡Qué desconfiado! – dijo Carmen riéndose.
Esa noche no conseguí sacarles más información. Lo intenté en varias ocasiones pero no soltaban prenda. Yo ya no sabía si había algo que no me estaban contando o simplemente se estaban divirtiendo a mi costa. Yo me hacía el indignado por seguirlas el juego pero en el fondo no me importaba. Si a ellas les apetecía ir a esa playa yo no tenía ningún problema.
A la mañana siguiente nos levantamos como siempre pero en vez de ir a la playa habitual seguimos las instrucciones que tenía Patricia para llegar a la que nos habían recomendado. Tuvimos que ir hasta una parada de autobuses y ahí esperar un rato. Después de dejar pasar tres autobuses, el siguiente ya realizaba la línea que necesitábamos. Nos montamos en él y tras casi media hora de trayecto en el que Patricia revisaba con atención los nombres de las paradas para no perdernos, llegamos a nuestro destino.
Tras bajar del autobús, nuestra amiga nos indicó el camino que debíamos seguir. Después de rodear una pequeña colina y bajar por un sendero por fin llegamos a la playa. Me sorprendió que tal y como nos había dicho Eva estaba prácticamente desierta. Se veían algunas personas desperdigadas por la arena pero a tanta distancia una de otras que a efectos prácticos era como estar solos. Comparando con la que habíamos estado yendo a diario era un cambio increíble. Elegimos dónde nos íbamos a poner y colocamos las toallas. Tras instalarnos me quité la camiseta y los pantalones para quedarme en bañador. Observé cómo las chicas hacían lo mismo. Patricia se bajó sus pantalones cortos y se quitó la camiseta de tirantes mientras que Carmen se sacó por la cabeza el vestidito de verano de una pieza que llevaba. Las dos chicas se quedaron con las braguitas del bikini y el sujetador. Debido a que las dos ya tenían la rutina de hacer siempre topless ni se molestaban en venir con la parte de arriba del bikini. Se vestían con el sujetador y cuando llegaban a la playa se lo quitaban para dejar sus tetas al aire. Mientras lo pensaba las dos se llevaron las manos a la espalda y desabrocharon sus prendas dejando sus tesoros a la vista.
Mirad, ahí está Eva – dijo Patricia señalando a mi espalda.
¿Qué? No sabía que iba a venir – dije girándome.
Hoy libraba y me dijo que se pasaría a hacernos de guía – explicó Patricia.
La playa estaba tan desierta que era imposible no ver a la chica que caminaba hacia nosotros. Al principio pensaba que se trataba de un efecto óptico pero según se acercaba no había lugar a dudas. Eva llevaba una bolsa agarrada de la mano y estaba completamente desnuda.
¡Joder! Está desnuda – exclamé un poco más alto de lo que debía.
¿No te has fijado en el resto de la gente de la playa? – preguntó Patricia.
Es una playa nudista – explicó Carmen.
¿Me habéis traído a una nudista sin preguntar? – dije completamente sorprendido.
Sorpresa – me dijo Carmen guiñándome un ojo.
Intenté disimular pero no pude evitar mirar a la camarera mientras se acercaba. Resultaba raro verla fuera del contexto del bar y sobretodo poder estar viéndola completamente desnuda sin apenas conocernos. Su pelo estaba suelto y le llegaba hasta la altura de los hombros. Era de complexión fina y delgadita. Sus tetas pequeñas estaban coronadas por un par de areolas claras y no se movían mucho con cada paso. Su pubis estaba completamente depilado salvo por una franja vertical en el centro.
¡Hola, gente! – saludó Eva al llegar. – Ya os ha costado llegar.
No hemos acertado con las frecuencias de los autobuses – se justificó Patricia. – Pero tal y como decías no era muy complicada de encontrar.
Ya te lo dije. Y como veis nada que ver con la que habéis estado yendo cada día.
Cierto, esto sí que es tranquilidad – aprobó Patricia.
Mientras nos saludaba, Eva se acercó a darle unos besos en la mejilla a Patricia. Al acercarse me fijé en sus pechos y pensé que debió de calcular mal la distancia porque se aproximó tanto que sus tetas acabaron rozándose con las de Patricia. Con Carmen también le pasó, aunque supongo que con el volumen de las peras de mi novia era complicado que Eva le diera el beso sin que sus tetas se tocaran. A mí en cambio me saludó con una palmada en el antebrazo. Supuse que tras lo ocurrido con las chicas quería evitar apoyar sus tetas contra mí.
¿Y qué? ¿Os vais a animar? – preguntó Eva. – Ya me ha dicho Patri que nunca habéis hecho.
Yo desde luego que sí – contestó Patricia.
Yo creo que lo voy a intentar – dijo Carmen. – Nunca había hecho topless y ya ves, llevo toda la semana sin ponerme lo de arriba. Y viendo que es verdad que está prácticamente vacía creo que voy a intentarlo.
Al principio no entendía a qué se referían pero mientras Eva sacaba una toalla de su bolsa y la dejaba junto a las nuestras vi cómo Carmen y Patricia se bajaban las braguitas del bikini y se quedaban completamente desnudas. Me quedé paralizado al verlas. De Patricia podía esperarme que hiciera nudismo sin problemas teniendo en cuenta lo abierta que era con su cuerpo. Pero sabiendo que hasta ese viaje mi novia ni siquiera había hecho topless me dejó desconcertado que se quedara desnuda en público. Supuse que es de lo que habían hablado la noche anterior en el baño y que Patricia le habría preguntado si se sentiría cómoda en una playa de este estilo.
La verdad es que no me creía lo que estaba pasando pero en ese momento tenía a tres chicas totalmente desnudas delante de mí. Al verlas a las tres me di cuenta de algo que había pasado por alto. Mientras que Carmen y Patricia tenían la zona del pubis completamente pálida debido a que hasta ahora habían tomado el sol con el bikini, Eva tenía un moreno uniforme por todo el cuerpo por lo que daba a entender que practicaba el nudismo con frecuencia. Después de fijarse en el moreno mi cerebro se dio cuenta de que les estaba viendo a las tres también parte de la rajita del coño y eso me provocó una erección inmediata.
¿Qué tal, chicas? ¿Raras? – se interesó Eva.
La verdad es que no – contestó Patricia. – Bastante liberador poder estar así.
Sabía que te iba a gustar – le dijo riéndose. – ¿Y tú Carmen?
Supongo que con el topless me he acostumbrado un poco a la desnudez en público. Me siento un poco expuesta pero es una sensación interesante.
En cuanto lleves un rato ni te darás cuenta. Eso sí, daros bien de crema que tenéis el coño blanco. A ver si os vais a quemar ahí abajo. Las tetas ya veo que las tenéis bien morenas – dijo Eva mirando a las chicas de arriba abajo.
Mientras las chicas se daban crema procuré no mirar demasiado. Por desgracia no llevaba puestas las gafas de sol que me hubieran permitido observar disimuladamente así que decidí darme yo también crema para pensar en otra cosa. Sin embargo era imposible debido a sus movimientos. Aunque ya estaba acostumbrado a verlas darse crema en las tetas y no me llamaba tanto la atención como los primeros días ahora se estaban untando el coño de protector solar y extendiéndolo de forma que podría parecer que estaban haciendo otra cosa.
¿Y tú a qué estás esperando? – me preguntó Carmen cuando terminó de darse la crema.
¿Yo? ¿Esperar a qué? – pregunté.
A quitarte el bañador – me dijo señalándome la prenda. – Si yo me he atrevido no sé qué haces con él puesto.
Yo... es que no sé si hacer – contesté. La verdad es que me daba vergüenza quitármelo con la erección que tenía en esos momentos. Sobretodo porque apenas conocía a Eva y no quería quedar como un salido.
¿En serio? ¡Qué cobarde! – me recriminó mi novia. – ¡Veinte puntos menos para Gryffindor!
El problema es que Borja está completamente empalmado y le da vergüenza. ¿Me equivoco? – dijo la camarera con naturalidad.
No, no. No es eso – negué sin mucha convicción mirando hacia abajo a ver si es que se notaba un bulto en el bañador que hubiera podido ver Eva.
Vamos tío, que es lo más normal del mundo – aseguró Eva riéndose. – Estás con tres tías buenas desnudas y a mí es la primera vez que me ves sin ropa. Es normal que se te ponga dura.
Bueno, sí, me da un poco de vergüenza eso – admití.
¡Totalmente inesperado! – exclamó irónicamente patricia.
De verdad, que no sabes nada Jon Snow – dijo con frustración Carmen. – A veces no sé si eres más pervertido o idiota.
Sin saber qué responder a mi novia, ésta se acercó a mí y sin previo aviso dio un tirón a mi bañador y me lo bajó por completo. Inicialmente mi polla puso resistencia a que se deslizara la goma de la cintura pero finalmente cedió y tras ponerse mi miembro apuntando al suelo y bajarse la prenda, saltó como un resorte y quedó completamente horizontal.
Buena polla, Borja – dijo Eva mirándola. – Estaba claro que se te había puesto dura.
Lo siento, Eva. Es que no he podido controlarlo – me disculpé.
Que es completamente normal. No te preocupes – le quitó importancia la camarera.
¿Algún día te tomarás con naturalidad las cosas sexuales? – preguntó Patricia.
Es parte de mi encanto – contesté.
Cuidado con que no se te queme la otra parte de tu encanto – me advirtió Carmen.
Sí, tal y como la tienes te va a dar bastante el sol – confirmó Eva.
Carmen se acercó a mí con el bote de crema y me echó por la polla como si estuviera poniendo mostaza a un perrito caliente.
Venga, extiende – me ordenó.
Lo bueno de que estés empalmado es que es más fácil que te des la crema – comentó Eva.
Con cuidado comencé a extender la crema por mi pene. Al principio intenté utilizar las yemas de dos dedos pero era poco práctico. Al final me resigné a utilizar el método obvio que era extenderla con la palma de la mano. El problema es que prácticamente era como masturbarse y las tres chicas me estaban mirando mientras lo hacía. Si bien yo también había mirado a Carmen y Patricia mientras se frotaban la crema por el pubis y labios, había intentado ser disimulado. Y a Eva ni siquiera la había visto darse la crema porque ya la traía puesta aunque sí que había recorrido su cuerpo con la mirada. Pero ahora las tornas habían cambiado y las tres estaban con la mirada fija en mi polla mientras me extendía la crema por la piel. Cuando terminé de hacerlo Carmen volvió a echarme otro chorro sobre ella.
- Date un poco más que es una zona delicada. Y no te olvides de los huevos – me indicó mi novia.
En ese momento no sabía si realmente consideraba que necesitaba más crema o lo hacía simplemente por alargar la situación pero tuve que estar otro par de minutos acariciándome la polla mientras las tres chicas me miraban. Esta vez parece que se dio por satisfecha y cuando terminé guardó la crema. Tras ello y una vez protegidos nos sentamos en las toallas y estuvimos charlando. Habíamos colocado las toallas en círculo así que nos podíamos ver mientras hablábamos. Mi polla siguió erecta un rato más ya que al estar las chicas sentadas les podía ver el coño sin ninguna dificultad.
Nos estuvimos contando un poco nuestras vidas para conocernos más aunque parecía que Patricia ya le había puesto al corriente de lo principal algunas de las noches en las que se quedaba en el bar. Ella nos dijo que era de la ciudad y que ya llevaba unos cuántos años trabajando en ese hotel, que le encantaba el sol y el mar y que siempre que podía se escapaba un rato a la playa.
Llegó un momento en el que finalmente se me bajó la erección y Eva hizo un comentario al respecto que provocó las risas del grupo. El resto de la mañana lo pasamos haciendo las mismas cosas que hacíamos en la playa de siempre solo que ahora estábamos desnudos. Resulta bastante curiosa la sensación de correr cuando no llevas nada y tu polla salta libremente de un lado a otro. Sobretodo cuando tienes que correr mientras la tienes completamente dura ya que a veces parece que se te va a romper cuando se gira demasiado hacia un lado. A lo largo de la mañana tuve varias erecciones intermitentes pero las chicas siguieron tomándoselo con naturalidad y bromas.
¿Qué tal el sentir el mar en vuestros coños? – preguntó Eva un rato en el que estábamos en el agua metidos hasta la cintura.
Muy gustoso – respondió Patricia entre risas.
Es increíble lo diferente que resulta a llevar bikini – comentó Carmen.
Ten cuidado, Carmen, que a ver si vas a querer ir siempre con el potorro al aire en la playa – dijo Eva.
No creo que llegue a tanto pero admito que se está a gusto.
Lo mismo dijiste del topless y no te has tapado las peras en toda la semana – señaló Patricia.
Ahí lleva razón – apoyé.
Tú lo que quieres es la oportunidad de ver chicas desnudas todo el día – contraatacó Carmen.
Un sacrificio que estoy dispuesto a hacer para que estés cómoda.
Pobrecito – respondió Carmen irónicamente.
Bueno, ¿qué queréis hacer luego? – preguntó Eva.
¿Alguna sugerencia? – le pidió Patricia.
Podemos coger el barco y pasar la tarde disfrutando del sol en el mar.
¿Tienes un barco? – pregunté sorprendido.
No, coño. Pero el hotel tiene algunos reservados para las excursiones de los inquilinos. Y a ciertos empleados nos los dejan si están libres.
¿Y habrá uno libre hoy? Estando en temporada alta… – comenté.
Sí, hay uno que acaban de hacerle revisión y hasta el lunes no estaba previsto utilizarlo así que lo tendremos disponible.
A mí me parece bien – dijo Carmen.
Nunca he estado en uno, me apunto – dijo Patricia.
¿Así que eres VIP? – pregunté.
No llevo tantos años en el mismo hotel para nada, a ver si te creías que era una simple camarera.
De acuerdo, marquesa. Vamos a tu barco – contesté.
¡Ja! Sí, la marquesa en pelotas – se rió Eva.
Tras decidir qué íbamos a hacer durante la tarde volvimos a las toallas. Para asegurarse de que no hacíamos el viaje en vano Eva cogió el móvil para llamar al hotel y confirmar que estaba el barco disponible. Tras una breve conversación lo reservó para ella y colgó. Nos dijo que no había problema así que comenzamos a vestirnos y recoger. Para volver hasta el hotel en lugar de repetir el viaje en autobús nos llevó Eva en coche. La vuelta nos llevó apenas un cuarto de hora por lo que no me extrañaba que la camarera prefiriera la tranquilidad de esta playa en lugar de la que habíamos ido a diario.
Una vez de vuelta al hotel pedimos unos bocadillos. Mientras nos los preparaban, Eva fue a hablar con el encargado de las salidas en barco para que le diera las llaves y documentación necesaria. Tras comer fuimos a los muelles. En uno de los extremos del paseo marítimo estaban las pasarelas donde las embarcaciones de la gente de la ciudad estaban amarradas. Eva nos explicó que muchos vecinos tienen sus propios barcos y que los muelles están organizados como si fueran un garaje, con las plazas alquiladas para cada nave. La camarera nos guió hasta el barco del hotel y nos subimos a él.
Al contrario de lo que me había imaginado el barco no era nada lujoso ni nada parecido a un yate de esos en los que ves a los famosos. Era una embarcación de recreo, supongo que de las consideradas de clase media, con su cabina y su pequeño espacio a popa para poner unas tumbonas. Eva se encargó de todo lo necesario para que pudiéramos salir, soltó amarras y se puso al timón. Observé cómo llevaba la embarcación con pericia, se notaba que era algo que hacía de vez en cuando. Enseguida nos estábamos alejando del muelle y siguiendo la línea de costa. Nos explicó que no nos alejaríamos mucho, tan solo recorrer un poco la costa para que la viéramos desde el mar y luego fondearía cerca de una cala.
En cuanto abandonamos los muelles y nos encontramos en mar abierto, Eva soltó el timón y sin quitar la mirada del horizonte empezó a quitarse la ropa.
¿Qué haces? – pregunté sorprendido al darme cuenta de que se había quitado la camiseta y se estaba desabrochando el sujetador.
Me encanta navegar desnuda – me dijo como si fuera lo más natural del mundo. – Además, hay que hacer honor al título de marquesa en pelotas porque si no te lo quitan.
Llevaba todo el día viéndola desnuda pero era la primera vez que la veía quitarse la ropa y eso siempre daba algo de morbo. Tras quedarse con las tetas al aire no tardó en quitarse los pantaloncitos y el tanga que llevaba debajo. Dejando su ropa en un montón volvió a coger el barco y continuó navegando.
Sé que la costa no puede competir con este monumento – dijo Eva señalándose a sí misma. – Pero sal a ver las vistas que de verdad merecen la pena. Además que vas a tener tiempo de sobra de verme desnuda.
Si no estoy aquí por eso – protesté. – Es que me da curiosidad cómo se lleva un barco.
Jaja, ya lo sé. Te estaba vacilando – se rió la camarera. – Patri tenía razón en que eras un inocente. Pero va en serio, las vistas de la costa merecen la pena. A la vuelta puedes ver lo del barco.
Vale, vale, te tomo la palabra.
Salí de la cabina y fui con Carmen y Patricia que estaban a babor mirando la costa. El viento con el movimiento del barco era fuerte y tenían el pelo totalmente descontrolado. La verdad es que Eva tenía razón, las vistas eran impresionantes y un lujo poder estar contemplándolas desde el mar. Estuvimos haciendo fotos mientras completábamos el recorrido que nos había prometido la camarera ascendida a capitana de barco. Después nos detuvimos enfrente de una cala aunque a bastante distancia y Eva salió con nosotros.
¿Te molestaba la ropa? – preguntó Patricia al verla.
Estamos en aguas internacionales, la ropa es opcional – contestó Eva con un guiño.
Pues creo que a mí también me va a sobrar.
Patricia se desnudó y tras preguntarle a Eva dejó su ropa en la cabina del barco. Carmen y yo nos miramos y encogiéndose de hombros ella también empezó a quitarse la ropa. Seguí su ejemplo y me desnudé también. Llevamos las prendas con las demás y debo decir con orgullo que en esa ocasión pude controlar mi pene y no tuve una erección.
En la popa sacó Eva unas tumbonas y una neverita con cervezas. Estuvimos bebiendo y charlando y Patricia incluso se atrevió a bañarse. Eva comentó que ella lo solía hacer pero cuando iba con otras personas que supieran llevar el barco. Que aunque no debería pasar nada era mejor evitar el riesgo. Carmen y yo no nos atrevimos a bañarnos. A mí me daba bastante respeto y ella tampoco sintió la necesidad de hacerlo. Cuando Patricia volvió a subir al barco, Carmen me dijo que nos fuéramos un rato a la proa.
¡Soy el rey del mundo! – grité acercándome lo máximo posible a la barandilla de protección.
Vaya, no te hacía yo viendo ese tipo de películas – comentó Carmen.
¿Titanic? La verdad es que no la he visto, pero hay escenas que aun así se conocen. Es como la de «yo soy tu padre». Que todo el mundo la conoce aunque no haya visto el imperio contraataca.
Ya me parecía a mí raro que la hubieras visto.
Para ver durante tres horas a Brad Pitt me pongo antes el Señor de los Anillos, ya lo sabes.
¿Cómo que Brad Pitt? ¡Dirás Leonardo di Caprio! – me corrigió Carmen escandalizada.
¿Segura? Juraría que era Brad Pitt.
¿Quieres apostar? – me preguntó.
Lo haría, pero como puedes ver, no tengo nada que apostar – contesté señalando mi cuerpo desnudo.
Vaya, qué oportunidad perdida para desplumarte.
Volví a girarme para mirar el mar y Carmen se acercó a mí y me rodeó la cintura por la espalda. Yo puse los brazos en cruz mientras ella se pegaba a mí. Notaba sus tetas apretándose contra mi espalda.
Creo que la escena era al revés – comentó Carmen.
Es por la censura, si estuvieras tú delante la película sería para mayores por tener las tetas a la vista.
¿Y a ti no se te ve el pito?
Seguro que encuentran el ángulo adecuado para que me lo tape la barandilla. Tus peras son demasiado grandes para taparlas.
Eso si aguantas sin tener una erección. Que dura tampoco es fácil de taparla. Hasta a Eva le ha llamado la atención.
Ya, no se ha cortado de hacer comentarios sobre ella. Oye, no te ha molestado, ¿no?
¿El qué? ¿Que se te haya puesto dura?
No, bueno también. Pero eso ya te imaginas que no lo puedo controlar y menos con tres tías desnudas... – me justifiqué. – Me refería a que se haya estado fijando en mis erecciones y hablando de ellas.
¿Por qué debería molestarme? – preguntó confusa Carmen. – Espera, no me digas que no te has dado cuenta.
¿Darme cuenta de qué?
Jajaja, por favor, mira que eres cegato – a Carmen le entró la risa floja.
Ahora sí que me he perdido.
Ay, por favor, cómo eres. En serio, deberías estar más celoso porque Eva me haya estado viendo desnuda todo el día que yo porque ella te haya mirado la polla y haya hecho comentarios sobre ella.
¿Y eso? ¿Espera, quieres decir qué...?
Examina tus sentimientos, sabes que es verdad – asintió Carmen.
No... – contesté dándome cuenta de bastantes sucesos que habían pasado a lo largo del día y que había considerado accidentes.
Créeme que me ha mirado ella más las tetas y el coño que tú, y eso que no has parado. Aunque bueno, tú tenías una novedad que reclamaba tu atención.
¿Lo dices en serio? – pregunté ignorando la puya de que había estado observando el cuerpo desnudo de Eva.
Claro, por eso he dicho de venir un rato aquí. Y por las risas que se escuchaban antes me imagino qué encontraremos al volver.
Carmen no contestó a mi mirada interrogativa y agarrándome de la mano me llevó de vuelta a la popa del barco. Allí estaban Patricia y Eva recostadas en el suelo, apoyadas sobre los brazos y con la espalda ligeramente inclinada hacia atrás. Tenían las piernas entrelazadas entre ellas y pese a lo que había estado insinuando mi novia mi cerebro tardó un momento en procesar lo que veía y darme cuenta de que las chicas estaban haciendo la tijera.
Vaya, pensaba que tardaríais más en volver – comentó Eva sin dejar de frotarse contra Patricia.
Es que Borja no pilla las señales – explicó Carmen.
No me digas que no te habías dado cuenta – dijo Patricia mientras alargaba una mano para pellizcarle un pezón a Eva. – ¡Pero si me ha dado un pico al llegar a la playa!
¿En serio? No me he fijado – contesté sin admitir que había estado más pendiente de cómo se rozaban sus tetas que de dónde le daba el beso. – No sabía que te gustaban las chicas.
Sí, soy bi – confirmó Patricia.
¿Y desde cuándo estáis? – pregunté curioso.
Desde el segundo día – contó Patricia. – Después del fracaso del primer día, la siguiente noche me quedé en la barra del bar mientras os daba espacio para follar. Nos pusimos a hablar y le conté el apaño que tuvimos que hacer.
A lo cuál le contesté que ya le hubiera hecho yo el favor si me lo hubiera pedido – interrumpió Eva mientras apretaba la mano de Patri contra su teta.
Así que acepté la propuesta y cuando acabó su turno nos enrollamos.
Y así cada noche – finalizó Eva.
¡Podías haber dicho algo! – exclamé indignado.
Pensaba que era obvio. Carmen se dio cuenta el primer día sin decirle nada – se defendió Patricia. – Y que si no preguntabas nada era porque no le dabas importancia.
Si importancia no le doy, solo que me siento idiota por ser el único que no se ha dado cuenta.
Nunca había follado mientras mi pareja hablaba con sus amigos – interrumpió Eva reclamando un poco de atención dándole un beso en la boca a Patricia. – ¿Te da igual que te vean mientras lo haces?
Yo ya les he visto mientras follaban, supongo que es justo que ellos me vean a mí. ¿A ti no te importa?
Ya ves que no he parado. Además, me llevan viendo desnuda todo el día. ¿Qué diferencia hay que lo hagan mientras tengo sexo?
Ninguna, pero ya ves que hay alguien que le gusta lo que ve.
Ya me he dado cuenta. Vaya empalmada llevas, Borja – me dijo Eva moviendo exageradamente su coño contra el de Patricia como provocándome.
La verdad es que mientras hablábamos no había dejado de mirar a las chicas. Aunque normalmente no siento un interés especial por las lesbianas, verlas delante de mí follando tranquilamente me había provocado una gran curiosidad y excitación. Mi polla se había endurecido desde que me di cuenta de lo que estaba pasando y tenía una erección tan fuerte como cuando por la mañana apareció por primera vez Eva desnuda.
De pronto noté algo contra mi mano que me sacó de mi ensimismamiento. Era Carmen que me estaba dando un condón. Sin decir nada se puso a cuatro patas entre mí y las chicas. Entendiendo lo que quería, me puse la goma y aprovechando que su raja asomaba entre los muslos, la froté un poco con los dedos y le introduje la polla. Agarrándome a sus caderas comencé a follarla despacio mientras podía seguir viendo a Eva y Patricia haciendo la tijera. Estaba claro que mi novia había elegido la postura para permitirme seguir mirando a las lesbianas. O para que los dos pudiéramos verlas.
Las chicas se frotaban el coño la una a la otra sin parar y se acariciaban las tetas mutuamente de vez en cuando. También solían acercarse para besarse la boca con pasión durante un rato. Cuando no se estaban mirando a los ojos, nos miraban a nosotros para ver cómo follábamos. Aunque no las podía ver me imaginaba que las tetas de Carmen estarían colgando al encontrarse a cuatro patas y se moverían de forma hipnótica.
Vaya tetas que tienes, Carmen. ¿Qué talla usas? – le preguntó Eva con descaro.
Tengo una 100D – contestó mi novia entre jadeos.
Uff, vaya melones – dijo asombrada la camarera.
La primera en correrse fue Patricia que empezó a frotarse fuertemente el clítoris mientras anunciaba que se corría. Una vez relajada cambiaron de postura, Patricia se tumbó en el suelo mientras que Eva se sentó en su cara en dirección hacia nosotros. Nuestra amiga comenzó a comerle el coño a la camarera mientras le frotaba con los dedos. Decidí que nosotros también debíamos variar y de paso darle un poco de espectáculo a Eva. Le di una palmada en la cadera a Carmen y sacando la polla me tumbé en el suelo. Ella se sentó sobre mí metiéndose mi miembro hasta dentro pero dándome la espalda. De forma que quedaba de frente a Eva quien podía ver en todo su esplendor el cuerpo desnudo de mi novia y cómo mi polla erecta entraba y salía de su coño.
Carmen empezó un movimiento de subibaja y escuchaba el característico sonido que hacían sus tetas al chocar entre ellas. Desde mi nueva postura no podía ver del todo bien pero juraría que Eva no perdía detalle de los movimientos de Carmen. Las dos chicas parecían competir por ver quién gemía más. Por sus sonidos se las notaba bastante cachondas y por lo que me confesó mi novia más adelante, le había excitado mucho el sentirse observada con deseo por la camarera y estar exhibiéndose delante de ella de esa forma. Al poco tiempo de estar cabalgándome mi novia llegó al orgasmo, noté cómo su coño se contraía atrapando mi polla mientras se corría y gritaba de placer. Pese a ello continuó follándome sin parar. Yo notaba mi polla deslizarse por su interior cada vez con mayor facilidad y poco a poco una sensación intensa en mis testículos advirtiéndome de que mi orgasmo estaba cerca.
Avisé a Carmen de que me correría en breve y se detuvo sacándose la polla. Nos pusimos de perfil a las chicas y quitándome el condón empapado de fluidos mi novia me empezó a hacer una mamada. Yo no necesitaba mucho más pero su lengua hábil hizo que llegara al orgasmo casi inmediatamente. La saqué y me corrí sobre ella. Los dos primeros chorros bastante abundantes fueron contra su cara y boca que permanecía abierta. Los siguientes tres llevaban menos cantidad pero la suficiente para llenarle las tetas de semen. Una vez que terminé de correrme Carmen se tragó el semen que le había caído en la boca y me la chupó hasta dejármela limpia.
Vaya corrida, la has llenado de leche – comentó un poco asombrada Eva.
Suele soltar bastante – le informó Patricia dejándole de comer el coño momentáneamente. – ¿Hacía mucho que no veías a un tío correrse?
¿En directo? Puf, bastantes años – admitió la camarera.
Carmen y yo nos besamos mientras mirábamos cómo Patricia le seguía masturbando a su pareja que ahora era el centro de atención. Nuestra amiga se estaba metiendo además un par de dedos en el coño y Eva no dejaba de apretarse y acariciarse sus pequeñas tetas mientras gemía de placer. Finalmente Patricia consiguió que la camarera se corriera quien lanzó los gemidos más intensos de las tres. Tras la corrida las dos chicas se besaron en la boca para a continuación Eva meterle los dedos en el humedecido coño de Patricia mientras le chupaba una teta. Yo no perdía detalle ya que probablemente no volviera a tener la ocasión de ver a dos chicas follar en directo. El barco olía a sexo y solo se escuchaba el chof chof que hacían los dedos de Eva al meterse en el coño de su amante. Continué mirándolas hasta que la estudiante de medicina volvió a correrse alcanzando su segundo orgasmo de la tarde.
Agotados, nos quedamos tumbados un rato disfrutando del sol y la tranquilidad del mar estando completamente desnudos y cubiertos de los restos del sexo. Eva nos sacó de nuestro ensimismamiento antes de que nos quedáramos dormidos y llenó unos cubos con agua para que nos pudiéramos asear un poco. Una vez limpios nos volvimos a vestir y la camarera puso rumbo de vuelta. Tal y como me había prometido durante el viaje de regreso me estuvo explicando el funcionamiento del barco y las acciones que realizaba.
Una vez de vuelta a tierra ya empezaba a caer la noche. Eva nos llevó a cenar por la ciudad para terminar nuestro gran último día de vacaciones. Estuvimos de bar en bar comiendo tapas y bebiendo, nos comimos unos helados, nos tomamos unas copas y nos sacamos un montón de fotos. Cuando ya era bastante tarde nos separamos con pena. Eva se despidió de nosotros y se enrolló una vez más con Patricia antes de decirse adios. Habían pasado una semana genial pero las dos sabían que estas cosas duran lo que duran las vacaciones. Aun así prometieron seguir en contacto y no dejar de escribirse.
Te estás volviendo una exhibicionista – le dije a Carmen mientras las chicas se besaban una última vez.
Ha sido morboso – admitió mi novia. – Estar todo el día desnuda, sin importarme quien pudiera ver mi cuerpo. Es una sensación fascinante.
Y follando mientras te miran – recordé. – Creo que Eva ha disfrutado de lo que ha visto.
Jaja, sí. No ha perdido detalle. Supongo que como era otra chica me he sentido cómoda delante de ella.
Ya, pero tú misma lo has dicho. Para ella era más excitante verte a ti desnuda que a mí. Aunque fuera una chica te estabas exhibiendo delante de alguien que apreciaba tu cuerpo.
Lo sé, pero aun así mi cabeza siente más natural que me vea sin ropa otra mujer.
Pues le has alegrado el día. Sabes, creo que se ha quedado con ganas de tocarte las tetas.
No digas tonterías - me contestó dándome un puñetazo cariñoso en el brazo.
Va en serio. Una vez que he adivinado que era lesbiana...
Bien hecho, detective. Solo has necesitado verla follando con Patri – me interrumpió Carmen.
Vale, una vez que he sabido que lo era. Me he fijado en cómo te miraba las peras y lo hacía con una expresión de curiosidad y deseo de descubrir cómo se sentían. Lo sé porque yo también tuve esa curiosidad.
Eso es porque eres un pervertido. No todos tienen las mismas intenciones – intentó negarlo sin mucha convicción.
Vamos, sabes de sobra la atracción que generan tus tetas. Me sorprende que pareciendo tan liberal como Patri no te haya pedido que se las dejaras tocar – reflexioné. – ¿Hubieras dejado que lo hiciera?
No sé, igual sí. A Patricia no creo que le importara. ¿A ti te molestaría?
Creo que es como dices – contesté tras pensarlo un momento. – Siendo otra mujer no creo que me molestara, aunque la chica disfrutara haciéndolo no es lo mismo a que si lo hiciera un tío.
¿Ves? Lo que yo decía.
No si al final siempre te acabo dando la razón. Hasta sin querer.
Es una buena costumbre, no la pierdas – respondió dándome un beso.
Cuando Patricia terminó de despedirse volvimos al hotel aunque esa noche dormimos poco. Llegamos bastante tarde a la habitación y al día siguiente teníamos que madrugar para coger el avión. Por la mañana hicimos las maletas apresuradamente y bajamos a recepción para confirmar nuestra salida. Tras ello cogimos un taxi que nos llevó al aeropuerto. Una vez en el avión volví a sentir ese malestar irracional que me pone nervioso siempre que vuelo. Intenté pensar en lo que sucedió en el viaje de ida y me sorprendió que tan solo hiciera una semana de aquello cuando parecía que había pasado más de un año por todo lo que había vivido. Miré por la ventana pensando con nostalgia en las vacaciones que ya estaban acabando pero feliz de todas las experiencias inolvidables que me llevaba.