Mis inicios y presentación

Mis inicios y presentación Mi nombre es Sofía y soy de Córdoba en la República Argentina. En la actualidad tengo 41 años y muchas, muchas experiencias, en esto tan hermoso que llamamos sexo. Soy una mujer separada que descubrió después de algunos años que la monogamia no era para mí, y si bien hoy en día me permito disfrutar libremente cualquier encuentro sexual que aparezca en mi entorno, no siempre fue así. De hecho de adolescente era bastante tímida y porque no, ermitaña.

Mis inicios y presentación

Mi nombre es Sofía y soy de Córdoba en la República Argentina.  En la actualidad tengo 41 años y muchas, muchas  experiencias, en esto tan hermoso que llamamos sexo.

Soy una mujer separada que descubrió después de algunos años que la monogamia no era para mí, y si bien hoy en día me permito disfrutar libremente cualquier encuentro sexual que aparezca en mi entorno, no siempre fue así. De hecho de adolescente era bastante tímida y porque no, ermitaña.

Nací en una familia típica con mamá, papá y un hermano 2 años mayor que yo, y los amo profundamente a todos, en particular a mi hermano Marcos con quién tengo una relación muy estrecha desde pequeños ya que hasta bien entrada la adolescencia compartimos habitación.

Como les decía antes, de adolescente era muy tímida y no tenía muchos amigos. Se podría decir incluso que no tenía amigos más que Silvina, una chica con quien iba a la escuela y que además era compañera mía de natación y vivía en mi misma cuadra.  Silvina era la antítesis mía en todo sentido. Ella era totalmente extrovertida, muy dada a relacionarse con todo el mundo y sobretodo muy experta en temas de chicos.

La otra gran diferencia entre ambas era el físico. Ambas teníamos más o menos la misma altura, pero ahí se acababan las similitudes. Ella es rubia y yo morocha. Ella tiene unas tetas enormes que la obligan a usar corpiños de 110 mientras que yo tengo tetas más bien pequeñas. Ella prácticamente no tiene cola ni cintura, mientras que yo tengo un culo realmente impresionante, una cinturita muy afinada y piernas torneadas. En la actualidad seguimos manteniendo las mismas diferencias físicas de la adolescencia y somos muy amigas, compinches, e incluso amantes ocasionales.

La primer historia que les quiero contar involucra justamente a Silvina como autora ideológica y material de mi despertar sexual. Ella en ese tiempo tenía un novio un par de años más grande que nosotras, y varios amigos especiales con quien se permitía hacer ciertas cosas. Si bien era virgen todavía, les permitía a todos ellos juegos de manos, toqueteos, pajas mutuas sobre la ropa y a varios hasta los masturbaba o se las chupaba.

Nosotras nos contábamos todo, y cada experiencia nueva que probaba me la contaba ni bien terminaba.

Yo la escuchaba y me divertían sus historias, pero nunca  generaban ni la más mínima reacción en mi cuerpo. La vergüenza que tenía, sumada a los complejos por mi prominente culo, me llevaban a no pensar en el sexo.  Tal era la vergüenza por mi cola que jamás usaba ningún pantalón ajustado, ni shorts y mucho menos malla en público. Como en casa teníamos pileta, nunca necesitaba ir a una pública. Los únicos momentos donde no tenía más opción que mostrarla eran cuando íbamos a clases de natación, pero incluso ahí, utilizaba una malla enteriza con mucha tela en la zona de la cola e iba con una toalla envolviendo mi cuerpo hasta meterme al agua.

Pero todo cambió una tarde de verano en que teníamos que estudiar para rendir un par de materias que nos habían quedado para marzo y nos juntamos en su casa y no que iban a estar ni sus padres ni sus hermanos e íbamos a estar tranquilas. En verano suele hacer mucho calor en Córdoba, y en mitad de la siesta Silvina propuso que nos metiéramos a la pileta para refrescarnos.

-          No puedo, no traje la malla – le expliqué

-          No te hagas problema, nos metemos en bombacha y corpiño, total estamos solas –

-          Ni loca! Mira si vuelve alguien de tu familia, me muero de vergüenza -

-          Ella y su vergüenza – bromeo Silvina – ya se, en alguno de mis cajones quedó una bikini de mi prima que se la olvido, capaz que te queda, vamos a la pieza así la buscamos y nos cambiamos –

Ya en su pieza ella se desnudó del todo sin importarle que yo estuviera ahí y se enfundó en su bikini. En ese momento vi por primera vez dos cosas, unas tetas que no eran las mías, y encima la muy hija de puta las tenía enormes, macizas y bien paradas; y vi además por primera vez una concha casi totalmente depilada. Silvina se dejaba solo una pequeña línea de pelitos arriba de su concha.

Yo me quedé totalmente petrificada al ver esto ya que nunca se me hubiera cruzado por la cabeza depilarme la vagina. Sabía que se hacía, pero pensaba que era algo de adultos. Yo tenía una mata de pelos negros enormes en comparación a la prolijidad de la concha de Silvina.

Silvina me sacó de mis pensamientos cuando finalmente encontró la bikini de su prima y me la pasó. Casi me muero de vergüenza ahí mismo. La prenda era blanca, o sea que mojada iba a transparentar todo, y encima la parte superior eran dos triangulitos ínfimos, y la parte de abajo era cavada y cola less. La parte trasera era apenas más grande que un hilo

-          ni loca me pongo esto – le dije

-          Ay la puritana, déjate de joder Sofi, si vamos a estar solas, o tenes miedo que me excite de mirarte – me dijo guiñándome un ojo y sonriéndome - Dale, ponete la malla y vamos a la pile que me desmayo del calor. Mira, si la mía es prácticamente igual a esa – insistió dando un giro y mostrándome todo su cuerpo en una bikini roja que también era colaless – no me pongo esa blanca porque no me entran las tetas, pero me encanta, además mi mamá sólo me deja usar colaless cuando estoy en casa -

Tanto insistió que finalmente y a pesar de morirme de vergüenza acepte, pero con la condición que saliera de la pieza porque me daba vergüenza que viera mi monte de pelos. Ella acepto riéndose y se fue hacia la pileta riéndose. En cuanto estuve sola me desnude, me puse la bikini e intente como pude ocultar los pelos que salían por todos lados. No quise mirar mi cola en el espejo, pero al sentir la tela de la bikini metiéndose entre mis nalgas, debo aceptar que me genero algo que nunca había sentido.

Envuelta en el toallón baje a la pileta donde Silvina ya estaba en el agua y con todo el pudor del mundo me deshice del toallón y me tiré sin pensarlo.

Silvina sólo se reía de mí y lo único que me dijo fue

-          La verdad, por más que te de vergüenza, a mi ese tremendo culo sólo me da envidia, ¿Te imaginas si además de estas tetas tuviera esa cola? Modelo seria, o estrella de tele- dijo mientras se apretaba las tetas

El resto de la tarde la pasamos dentro del agua. Con el correr del tiempo la vergüenza se me fue yendo, al punto que me olvide de todo y pude disfrutar del agua. Cuando salimos el ambiente era más relajado y realmente la estaba pasando bien.

-          Viste que son mucho más cómodas estas mallas – me dijo Silvina – lo único, que deberías es depilarte nena, pareces una osa – y yo sentí que me ponía roja de vergüenza – no es la gran cosa. Si queres yo te depilo como lo hago conmigo misma – y me volvió a guiñar el ojo –

Pese a mis negativas, termine por aceptar. Silvina tenía, y tiene ese poder sobre mí. Ella me puede convencer de cualquier cosa, y antes que me diera cuenta, estaba acostada en bikini en la mesa de su cocina y ella ya tenía la cortadora de pelo de su padre en la mano y la cera caliente de su madre en el fuego.

-          Lo que sí, te vas a tener que sacar la parte de abajo de la bikini, sino no hay forma – y obviamente me negué. No quería ni en un millón de años estar desnuda ante ella – dale nena que todas las conchas son más o menos igual – y sin dejarme reaccionar tiró los nudos de la pequeña tanga y me dejo en bolas y totalmente expuesta. Yo creía que me iba a morir y sentía la cara ardiendo - ¿Viste? No es muy distinta de la mía – dijo y se bajó bastante su bikini para mostrarme su concha –

Comenzó entonces a pasarme la máquina de cortar pelo para rebajar mi mata de pelos y cuando estuvo satisfecha, fue aplicando cera y poco a poco dejando la zona libre de pelos. Yo seguía con mis ojos cerrados, en parte por la vergüenza, y en parte por el dolor. Nunca me había depilado con cera ya que las piernas me las rasuraba, y lo de la cera realmente dolía a pesar que Silvina me repetía una y otra vez que ya me iba a acostumbrar. Pero todo lo que sentía era dolor.

Cuando finalmente terminó me dijo que mirara su obra. La verdad es que parecía otra persona. Me había dejado la misma línea de pelitos que usaba ella.

-          Hermosa quedaste – Dijo Silvina sonriendo satisfecha – ahora quédate quieta que te voy a poner crema así no te irritas toda – intente decirle que ya estaba, que la crema me la podía poner sola, pero ella se negó – ya te vi y toquetee toda, así que no hay problema que lo haga yo. Vos relájate y déjame a mí –

Ahora las manos de Silvina, que hasta un par de minutos antes me había generado dolor, me estaban llevando a una experiencia distinta. El contraste de la piel ardida por la cera, con el frío de la crema y sus caricias me estaba excitando por primera vez en mi vida y era una experiencia a la cual no estaba acostumbrada para nada.

De repente sentí que comenzaba a mojarme de la forma en que Silvina me había contado que ella se mojaba cuando alguno de sus amigos la tocaba sobre la bombacha.

Sentí que mi concha no solo se mojaba sino también que se abría ante sus caricias. La confusión de mi cabeza en ese momento no se podía describir. Por un lado lo estaba disfrutando mucho, y por otro lado quería terminar todo e irme a mi casa. Quería que parara y al mismo tiempo que siguiera eternamente.

Sentía que los pezones se me ponían duros y que la respiración no cesaba de agitarse. Y fue consciente que la respiración de Silvia también había cambiado y que estaba en silencio, algo raro en ella. No me animaba a abrir los ojos, pero la sentía parada a mi lado con toda la atención puesta en pasar sus manos con crema por mi concha.

Luego finalmente pasó lo que terminó por volarme la cabeza y me llevara a entregarme completamente. Una de sus manos frotaba mis labios, mientras la otra me hacía masajes justo debajo de mi ombligo y sin aviso Silvia tocó con uno de sus dedos mi clítoris. Fue ahí que creí que iba a morir de placer.

Ella sabía que me estaba haciendo gozar por primera vez en mi vida, y ante mi incapacidad de frenarla siguió con su tarea cada vez con más dedicación mientras me susurraba que me dejara llevar, que todo iba a estar bien.

No sé cuánto tiempo fue. Pudo haber sido un par de segundos o un par de horas, pero de pronto sentí como una catarata de placer bajando de mi estómago hacia mi concha y exploté en un orgasmo que me dejo sin respiración.

Silvina siguió acariciándome cada vez más lento hasta que sus dedos apenas si rozaban mi concha y los ecos del orgasmo se sucedían como olas de placer que explotaban cada vez más suaves desde mi interior.

Cuando por fin pude recuperar la conciencia y retorné a la realidad, abrí mis ojos y ella estaba a mi lado sonriéndome. Quise decir algo pero no pude ni hablar. De todas formas no hacía falta decir nada. Ella me dio un suave beso en los labios y me susurro al oído “gracias por dejarme vivir esta experiencia”.

Esa tarde volví a mi casa confundida pero feliz. La malla que su prima se había olvidado hacia tanto tiempo quedó para mí, con la única condición que sólo la iba a usar cuando estuviera con ella y no hubiera nadie más en la casa.

Silvina se convirtió en ese momento en mi mejor amiga, mi amante y en la persona que me llevó de la mano a probar las delicias y placeres del sexo sin culpas.

En otra ocasión, si les gustó mi primer relato, les contaré como fue mi primera vez en el sexo con ella.

Besos a todos y gracias por leer esta especie de diario que estoy iniciando.