Mis inicios lesbicos 6
Isabel me somete en mi casa, estando mi hija Laura abajo, estudiando
Gracias Ama –Pude por fin responder al normalizarse algo mi respiración. Gracias por dignarse a someter a esta perra sumisa. Sus deseos son órdenes para mí.
La dominante me había dejado con todas las ganas. Me miraba y sonreía maliciosamente, con una mirada que pretendía calcular quizá que planes o morbosas o crueles intenciones.
Por favor –Rogué con ansiedad. Por favor, Ama, se lo suplico; no me deje así...
¿Así cómo, puta?
Así, con todas las ganas…Ama Isabel. –Supliqué.
Isabel se acercó lentamente, contorneando su bella figura y con una fingida sonrisa acarició mi pelo. Me levantó tomada de las manos y me besó dulcemente mientras me acariciaba los hombros. Sus manos sedosas recorrieron mi cuerpo y se detuvieron en mis pezones erectos al tiempo que sus labios se cerraban suavemente y su lengua hacía contacto. Una mano bajó por mis caderas hasta ocuparse de acariciar mi vulva húmeda. Suspiros de placer escapaban de mis labios alternándose con leves quejidos. La muchacha sabía cómo llevarme al límite del placer. Cerré mis ojos y me dejé envolver por sus caricias besos y lamidos. Súbitamente me empujó y caí sobre la cama con las piernas abiertas. La bella ninfa hundió a continuación su rostro entre mis piernas y sentí de pronto una calidez indescriptible que surgía desde lo profundo de mí ser. La muchacha era una entendida en dar placer con su lengua. Sentí correr su saliva mezclada con mis jugos camino abajo guiada por dedos expertos hasta que llegaron a mi orificio trasero. Suave pero firmemente me penetró con dos de ellos. El placer era cada vez más intenso y con mis manos acaricié el rostro de mi dueña, pero una orden suya me obligó a mantener mis brazos abiertos a los lados, como mis piernas, en una abierta señal de aceptación sumisa.
¿Qué pensaría mi hija si entrase ahora a mi cuarto? –Pensé por un segundo, pensamiento que fue arrebatado por una oleada tras otra de placer lésbico, sonidos bucales y quejidos amantes.
Ahhhhh –Exclamé, a punto de acabar. Ahhhhh, sigue, sigue…Amaaaaa. Sigue que estoy a punto, porfavor no te detengas, no pareeeeesssssss!!!
La bella dominante me miraba con sus ojos almendrados y sonriendo jugaba con su lengua en mi clítoris.
Siiiii, siiiiiiii, sigue asiiiiiiiiiiii por favorrrrrrrrrrr. Te lo suplicooooo, por favor déjame acabarrrrr, por favorrr, Ama –Exclamaba fuera de control.
Justo antes de cruzar la línea de la pérdida de control, alzó un poco su rostro, lo justo para separar su lengua de mi botón.
NNNNNNnnnnnnnnnnoooooooo, noooooooooooo, por favor nooooooooooooo –grité una y otra vez.
La hermosa hembra me miró con ojos expectantes y preguntó:
¿Vas a ayudarme a cazarla? ¿Lo harás?..... Dímelo! –Exclamó. Prométemelo.
Pídeme lo que quieras, Ama, pero no eso. No. Ella es mi vida, mi tesoro.
Isabel siguió lamiendo y mordiendo y chupándome íntimamente hasta que volví a la frontera temida. Un segundo más y explotaría en un orgasmo incontrolable.
Ofrécemela, puta –Gruñó. Ofréndamela o te dejaré así, una y otra vez a punto de acabar pero sin lograrlo, hasta que enloquezcas.
Nooo. Noooo. No me pidas eso por favor, toma todo de mí menos a ella! Sigueee por favorrr te lo suplico.
La tortura siguió y siguió hasta que se fue acumulando oleada tras oleada de placer incontenible a punto de desbordarse como un tsunami sobre mí. Mis manos me dolían apretando las sábanas, porque mi concha y clítoris ultra sensibles eran atacados y mordidos sin compasión ni descanso. Ahora sus dedos, tres o cuatro, se metían hasta lo profundo de mi ano y salían retorciéndose para volverse a enterrar sin piedad alguna. Un nuevo ardor surgió desde lo profundo que se sumó al placer vaginal y oleada tras oleada de placer se extendieron por todo mi cuerpo y sentí como si me alzaran de la cama para volver a caer y rebotar.
Había llegado al límite de la locura. Del sometimiento de la entrega. Ahora lo comprendía claro. Era la renuncia de mí, era la rendición total e incondicional.
Amaaaaaaaa –Exclamé presa de un ardor incontenible, mirándola a los ojos. Tómalaaaaaaaaa. Es tuyaaaaaaaaaaaaaa. Haz con ellaaaaaaaaa lo que te plazcaaaaaaaaaaaaa. Teeeee ayudareee a cazarlaaaaaaaaaaaaa, a someterlaaaaaaaaaaaaa. Te lo juroooooo. Domalaaaaaaa, lesbianízalaaaaaaa. Esclavizalaaaaaaa. Ahhhhhhhhhhhhh. AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHh.
Las compuertas cedieron y un orgasmo como jamás había sentido en mi vida me golpeó desde lo profundo y oleada tras oleada de placer recorrieron mi mente y mi cuerpo. Sentí como la pequeña domina lamía y lamía mi concha, con su mirada de triunfo fija en mí, sabedora de su dominación y control férreo, de su victoria, de mi claudicación. La electricidad de su mirada fue tan potente que como un latigazo me azotó llevándome a nuevas alturas y vibraciones. Sentí que la domina acababa al mismo tiempo, sin haberse tocado siquiera.
No sé cuánto tiempo transcurrió, pero cuando volví en mí me encontraba sola en mi cuarto y un rosa roja desojada, símbolo de la sumisión, se encontraba sobre mí.
Un escalón más de descenso en mi sumisión. Una victoria más de la bella de ojos almendrados. Un regocijo más de mi Amo cuando ella le cuente.
Mi hija. La voy a perder. La voy a traicionar. La he perdido. –Pensé, y lloré amargamente porque sabía que debería ayudar a la bella dominante a conseguirla.
Laura observaba a Isabel con admiración. Era obvio para ella que Isabel tenía un cerebro privilegiado, capaz de memorizar la materia sin mucha dificultad. Exponía los temas en forma simple y clara, gesticulando con sus manos lo suficiente para dar énfasis a lo expuesto. Isabel tenía unas bellas manos, con dedos largos rematados en uñas pintadas sólo con brillo. Su porte altivo, largas piernas, silueta delgada y cabello lacio servían para destacar aún más sus facciones casi perfectas. Isabel era levemente más alta que Laura y sus senos y culo eran la delicia de los hombres…y de algunas chicas. Isabel parecía irradiar un aura que generaba un embrujo sobre sus oyentes. Tenía una seguridad en su actitud y mirada que cohibía, una autoridad y liderazgo indiscutible, como la que tiene todo bello ejemplar dominante.
Laura se sentía atraída por Isabel, pero no en un plano físico. Envidiaba esa seguridad y conocimientos de la chica, al punto que podía pasar horas escuchándola hablar.
Cuando Isabel la dejó haciendo los ejercicios de la guía de trabajo para subir al baño, tomó los auriculares y conectándolos en su iphone se dispuso a trabajar, concentrada en demostrar a su nueva amiga que ella estaba a su altura, que por cerebro y empeño no se iba a quedar.
“If I could tell the world just one thing…” empezó a entonar Jewel.
Transcurrieron unos 10 minutos cuando el primer golpe se escuchó por sobre la música en sus audífonos. Era un sonido seco; alguien estaba al parecer aplaudiendo a un ritmo acompasado. Trató de concentrarse en la materia cuando oyó unos quejidos sordos y unos murmullos. Apretó Pause y se quedó en silencio. Parecía que alguien se estaba quejando. Pensó en levantarse e ir a ver, pero decidió que si ocurría algún problema, su mami estaba arriba para atenderlo. También estaba Isabel. Ahora lo único que le preocupaba era terminar cuanto antes para demostrarle a su joven amiga que ella estaba a su altura. Apretó Play nuevamente y continuó con lo suyo.
De pronto oyó quejidos y sonidos. Era evidente que alguien hablaba en alta voz en el segundo piso. Pulsó Pause y se irguió atenta a los acontecimientos. No se escuchaba nada, o casi nada. Sonidos guturales, inconexos. De pronto, escuchó algo como una letanía, un ruego, una ofrenda. Entre las palabras inconexas alcanzó a escuchar algo como “es tuya” “someterla” “domarla” y un escalofrío recorrió de arriba abajo su columna. La piel se le erizó y no supo por qué pero presintió que se referían a ella. Ese pensamiento gatilló una oleada de adrenalina y un ardor inexplicable se focalizó en su bajo vientre. Una mano subió y tapó su boca; la otra bajó y se hundió a través de la abertura de su jeans al sentir súbitamente ese deseo incontrolable de masturbarse.
¿Cómo te fue en la prueba de hoy, querida? –Le pregunté a Laura, mi hija.
Laura es una hermosa joven de 18 años recién cumplidos, delgada, 1,70m de estatura, piernas torneadas por la bicicleta y espalda ancha gracias a las sesiones diarias de natación. Tiene los ojos claros y la mirada limpia. Sus senos son grandes, pero no demasiado, al igual que su trasero. Laura atrae las miradas de los hombres jóvenes y maduros, que la miran con deseo, y también de algunas chicas que la observan con envidia. Su pelo castaño tipo melena le da un aire distinguido y formal. Sus estudios de medicina los alterna con la ayuda social que brinda en una comunidad periférica. Al contrario de la mayoría de sus pares, se ha dedicado a estudiar por sobre todas las cosas pues desde niña decidió dedicarse a ayudar a los demás. “Hay demasiada gente que sufre” repite como eslogan, y esa preocupación empaña un poco el brillo de sus ojos curiosos. Una de las pocas debilidades que tienes es que persiste en una opinión contra viento y marea.
Muy bien, mami. –Me respondió alegre. Si no hubiese sido por Isabel, otro gallo habría cantado. La prueba estaba muy “peluda”.
Isabel. El nombre me produjo un estremecimiento que no pasó desapercibido para mi hija.
¿Qué te ocurre? -Dijo. ¿No te gusta?
(Si supieras, hija) En realidad no estoy muy convencida que Isabel sea una buena junta para ti, amor. Ella es….como decirlo…parece más experimentada que tú.
¿Y eso qué tiene de malo? –Argumentó. Isabel va un año adelante en la carrera y todos en la U la respetan y admiran. Además, tú siempre me has dicho que debo ampliar mi círculo de amistades. Mañana a propósito vamos a reunirnos con la Maca, Isabel y otras amigas en casa de Isabel. Tenemos que preparar el ensayo de anatomía. De hecho, nos vamos a ir directo después de clases, así que no te veré hasta el jueves.
Maldición –Pensé. El corderito entrará en la cueva del lobo…o más bien, de la loba, y mi mejor ayuda para mi Ama Isabel es no hacer nada para evitarlo.
Ok, hija, portate bien -Le aconsejo. Entonces hazle caso a Isabel.
Si, mami. -Me responde, y ambas nos miramos fijo a los ojos.