Mis inicios en la EGB

De qué manera Ivan descubre los misterios de su sexualidad en la escuela y con el mejor maestro, el Hno. Miguel.

MIS INICIOS EN LA EGB

Me llamo Iván, y ahora a mis 25 años, recuerdo con una mezcla de agrado y de rabia, mis momentos de inicio sexual.

Mi constitución física ha sido siempre bien agradecida y ya en mis clases de primaria, veía cuando nos cambiábamos en los vestuarios para las clases de Educación Física o algunas veces para la Natación, que estaba bien dotado, comparándome con los demás compañeros. Ya a los 10 años veía que se me hacía grande aún en los calzoncillos, viendo desnudarse a los compañeros de clase. Pero no le había dado más trascendencia ni importancia. Sí que había tenido, a medida que iba creciendo, las típicas pajillas con algún amiguito.

Pero mi historia empezó, cómo no, en el cole.

Hice mis primeros estudios en un colegio de pago, de frailes, tenía buena fama, buenas instalaciones y realmente me sentía bien, aunque a mí, lo de estudiar y trabajar, realmente no me iba. Me costaba, pero tampoco le ponía ningún esfuerzo en superarme. Y así iba pasando de curso.

Aquel año, estudiaba 7º de EGB, tenía 13 años y en clase pues lo de siempre. Nuestro curso –en la escuela- tenía la fama de ser un buen curso, disciplinado, estudioso y, sobre todo de haber sido el primero, cuando empezamos 1º de primaria, en que se inició la educación mixta, es decir, chicos y chicas.

Hasta entonces, sólo estudiaban chicos. Y en cada clase, pues estaban repartidas las pocas niñas. A medida que íbamos pasando de curso, cada año se añadían más niñas. Y así fueron pasando los años.

Y aquel curso, teníamos un profesor, que era fraile y se llamaba Miguel, que nos hacía Sociales y Religión, era muy atento, y tendría sus 40 pasados. No tenía ningún atractivo para mí. Ni tampoco había despertado en mí mis tendencias sexuales.

De hecho, no sé por qué, veía que me prestaba mucha atención, en comparación con los demás profesores y profesoras y alguna vez, sobretodo hacia el último trimestre me había ayudado en cuestiones que no entendía demasiado. Me iba motivando, la verdad. Más tarde lo entendí.

En aquellos momentos, yo no era demasiado bien aceptado por los demás. Mi forma de ser, a veces basta y grosera, no encajaba con las chicas, desde luego, ni tampoco con los remilgados de los chicos "bien" estudiosos, buenos deportistas,…cosas de las que yo, la verdad, pasaba realmente.

Solamente lo pasaba bien con Víctor, sí mi mejor amigo. Él a mi lado era un canijo. Junto a mis 175 cm, él estaba en 150 escasos. Teníamos la misma edad, quizás yo era un par de meses mayor, pero a él aún no le había llegado el cambio en ningún sitio…Pero éramos buenos colegas, siempre íbamos a jugar a su casa o a la mía, juntos. A los juegos de ordenador…en los que allí que yo era un "crack".

Y entre nosotros había una buena relación, pero nada más.

Y, la verdad, aún cuando me hacía mis primeras pajas, pensando en alguna chica, o viendo alguna foto que encontraba en el ordenador, en mi cuarto, sentado o encima de la cama, pues aún no eyaculaba. Sentía un placer, supongo que como un orgasmo, pero nada más. Desconocía todo lo que podía descubrir en uno u otro sentido.

Bien, llegamos a final de aquel curso. Época de exámenes. Últimos dias. En seguida las vacaciones. ¡Qué bueno! Aunque mi madre, estaba muy preocupada, para encontrar algún profesor particular para hacer refuerzos y así poder recuperar un poco y ponerme en condiciones para el año siguiente, poder hacer 8º y obtener el Graduado.

Y el penúltimo día hice el examen de Sociales, me salió fatal, bueno es que ni lo había mirado. No me gustaba nada.

Y en esas que el profesor, Miguel, que me llama a casa, y me dice si está mi madre, le digo que sí, y le dice, que si yo tuviera interés, por la tarde, (esos últimos días, no teníamos clases por las tardes) podría repetir el examen, que había visto que lo había dejado casi en blanco, y que estaba seguro que sabía más de lo que realmente había puesto, para de esta manera poder aprobarlo y tener alguno menos de cara a las pruebas de Septiembre.

Pero eso sí, que si quería, debía mirarme un poco más unos temas.

Ella, encantada, y le dice que sí que a las 4 en punto estaré en el cole.

Allí, puntual, me presento y en encuentro con otro de 7º, y con el que a veces también íbamos a jugar juntos a su casa, Rafa.

Menudo elemento, de constitución más endeble, pero muy espabilado. Le digo qué hace allí. Y me dice que Miguel había llamado a su casa para repetir el examen.

Vaya, o sea que no estaría solo, mucho mejor.

Y en esas, que se presenta Miguel. Nos saluda y nos indica que le acompañemos.

Vamos a la sala de estudio. Cierra la puerta. Nos hace sentar en una larga mesa. Nos sentamos. Y él, en medio. Nos entrega las hojas. Veo que son las mismas que habíamos usado por la mañana. Me había leído algunas cosas. Al menos lo llenaría bastante más que durante la mañana, Nos explica alguna cosa y nos dice que tenemos el tiempo que haga falta, pero que lo aprovechemos. Y allá vamos.

Miguel está sentado entre uno y otro, y va corrigiendo las diferentes pruebas que esos días había hecho. Nosotros a lo nuestro.

Al cabo de unos minutos veo que se acerca a Rafa, y que le pone la mano en el hombro, mientras escucha la pregunta que le ha hecho.

Bueno, nada raro.

Luego yo le pregunto y también me viene hacia mí y me explica, y seguimos.

Nada especial.

Pero más tarde, se me acerca y poniendo el brazo izquierdo por mi espalda, llega la mano por la camiseta a tocar mi pecho. Notaba que masajeaba mis tetillas que se iban poniendo duritas, y algo más en mí. Y que me decía que porqué no había contestado esa pregunta con lo fácil que era…y mientras hablaba y yo le escuchaba, su mano no paraba por mi pecho, llegando hasta el ombligo. Pero de allí no pasaba. No podía.

Me dejó y se pasó a Rafa. Estaba bien cerquita a él. Y le hace lo mismo, supongo.

Veo que su brazo derecho pasaba por encima de su hombro y notaba que también le tocaba el pecho.

Bueno, yo seguía a lo mío.

Pero a la siguiente vez, Miguel se puso sentado de espaldas a la mesa, y con su mano derecha me fue tocando el estómago. Yo iba con pantalones de chándal y con camiseta de verano. Y en esas, que Miguel mete su mano por debajo de la camiseta y me va tocando mi cuerpo, sube al pecho, por mis tetillas, siento mi ombligo masajeado, y en esas que su mano va dirección a mis partes que aunque protegidas, se estaba despertando.

Ya lo tenía durísimo. Va masajeando mis pelitos, ya a esa edad estaba bien dotado, y noto cómo va tocando mi miembro viril que cada vez está más duro.

Miro de reojo a Rafa, me da mucho apuro que lo esté viendo, pero que creo que no se da cuenta, porque lo veo escribiendo y a lo suyo.

Y Miguel, como si nada, mirando a la pared que está a mis espaldas. Y su mano, sube baja, sube baja, y yo, haciendo ver que escribo, pero que cada vez estoy más excitado.

Miguel se da cuenta, y saca su mano, y baja la camiseta.

Se levanta, pienso para disimular su erección, que no se le ve, pero noto que también está excitado. Y se pasea por la sala.

Nos pregunta cómo vamos y si vamos terminando. Le decimos, yo sobretodo, que todavía nos falta bastante. ¡Vaya que sí¡

Nos dice si tenemos necesidad de ir al lavabo o de beber agua, y que nos dejará 5 minutos, pero no juntos para que no nos digamos nada. Lo entendemos.

Primero sale Rafa. Y yo me quedo solo con Miguel.

Yo seguía sentado. Se me acercó, se sentó junto a mí y fue directo.

Me la sacó como antes. A mí se me había bajado la erección, pero Miguel la fue masajeando con mucho arte. Me subió la camiseta por delante para poder observarla. Yo también me la miraba. Y no daba crédito a lo que veía.

Cómo se me había puesto. Mis 13 cm estaban a tope.

Me hizo levantar. Me bajó un poco los pantalones, para poder contemplarlo todo mucho mejor.

Me tocó los huevos suavemente. Los tenía hinchadísimos. Y mi zona de vellos.

Me preguntó si me gustaba. Le dije que sí.

Me hizo sentar. Me puse bien los pantalones.

Y llegó Rafa, y me fui al lavabo.

No sé lo que pasó con Rafa, pero me lo supongo.

Rafa, tiene una cara aniñada. Muy guapo. Y por lo pequeño que es de estatura la tiene bien desarrollada y apetitosa.

Y está gustosísima, y esto lo sé por experiencia, pero otro día ya lo contaré.

Fui a los lavabos. Empecé a pajearme. Estaba a mil. Nunca había estado tan caliente.

Bebí agua y volví.

Antes de entrar me paré a escuchar. No oía nada. La puerta estaba solamente ajustada. Casi cerrada. Pero por el espacio abierto pude ver cómo el hermano Miguel estaba sentado igual que antes conmigo. Casi no veía a Rafa. Y supuse que le estaba haciendo lo mismo que conmigo.

Bajé de nuevo hacia el patio, y cerré la puerta con fuerza, para que se oyera el ruido. Y así fue.

Cuando abrí de nuevo la puerta de la sala de estudios, vi a Rafa escribiendo y a Miguel, sentado corrigiendo exámenes.

Me senté en mi lugar. Y así seguí un buen rato, hasta que Rafa dijo que ya estaba y qué hacía.

Miguel se lo recogió. Se lo miró por encima, le preguntó si no se acordaba de nada más. Rafa dijo que no, y entonces Miguel le dijo que ya se podía marchar. Que si quería quedarse a esperar a que yo acabara, podía hacerlo allá o en el patio. Pero dijo que no, que prefería irse a casa a preparar los otros exámenes.

Y se marchó, cerrando la puerta.

Y me quedé sólo con Miguel, que empezó de nuevo a meter su mano por debajo de mi camiseta, tocándome suavemente mi pecho, mis tetillas. Me estaba gustando. Él no decía nada, solamente me iba tocando. Fue bajando. Me tocaba los pelos y la punta de mi polla que se me iba poniendo dura de nuevo. Me pidió que me bajase los pantalones y los calzoncillos. Lo hice. Y me la fue tocando, despacio.

Me bajó la piel, me iba tocando los huevos que los tenía bien duros y bien proporcionados para mi edad.

Yo, la verdad, lo estaba pasando como nunca. Requetebién.

Notaba que me gustaba, y no le decía nada.

Seguía escribiendo lo poco que sabía y me acordaba y de tanto en tanto me miraba la polla que estaba bien dura.

Y veía cómo gozaba el muy cabrón.

Hasta notaba que estaba sudando. Le miré su paquete y le notaba que lo tenía grande.

Y vi que con su mano izquierda se la iba tocando por encima del pantalón.

Me hizo levantar y sentarme encima de él. Y ahí sí que se la noté.

Notaba una cosa dura y grande que estaba luchando por salir de su encierro, pero él seguía masturbándome cada vez más rápido.

Naturalmente mi polla estaba empinadísima y bien dura, nadie como él me la había tocado de esa manera, y hasta a mí me gustaba y me impresionaba.

¡Menudo mástil!

Perdí la noción el tiempo, no sé, 10, 15, 20 minutos, o más.

Y él, dale que dale. Se paraba, y me decía que me pajeara. Pero me daba vergüenza, ¡que no!

Y entonces, Miguel, me tomaba mi mano, y me la ponía encima de mi durísima polla y me acompañaba a pajearme, él con su mano encima de mi mano en mi polla.

¡Qué sensación¡

Noté en mis nalgas, en mi culo como una sensación de humedad.

No sabía que sería. Después entendí que Miguel se había corrido encima.

Él continuaba vestido, claro. Pero su semen le había traspasado los calzones y los pantalones, y yo lo noté en mis desnudas nalgas, y eso aún me excitó más.

Le miré a los ojos. Y vi que le gustaba, que estaba excitado. Pero no decía nada.

Solamente, en esos momentos me levantó suavemente. Me dijo que me vistiera.

Me preguntó si había acabado el examen, le dije que sí.

¡Ni me acordaba ya del examen!

Me daba lo mismo si había acabado o no.

Lo que había descubierto y vivido, eso sí que valía para un examen, y de muy buena nota.

Y al acompañarme a la puerta, me preguntó si me había gustado. Con una picarona sonrisa, le contesté, con un tímido "Sssííííí", que él entendió perfectamente.

Y me despidió con un: "Mañana nos vemos, Iván".

Pero eso será la segunda de muchos encuentros con el fraile, con el hermano Miguel, ¡qué profesor más bueno que tuve!