Mis inicios en la EGB (2)

Después de la agradable y excitante sesión de recuperación de un examen mal hecho, vivo la siguiente sesión.

MIS INICIOS EN LA EGB (2)

Al día siguiente, cuando llegué al patio del cole, busqué a Rafael, que lo encontré que estaba jugando a Fútbol con unos amigos. Cosa que a mí no me apetecía nunca hacerlo. No me gustaba ningún deporte a no ser, ir en bicicleta. Mi padre me había dicho que si aprobaba el curso, me compraría una "mountain bike", y tal cómo había ido el curso y estaba haciendo los exámenes, o había un milagro o nada de nada.

Llamé a Rafael, que vino sonriendo.

Indagué qué tal había ido ayer.

"¿El qué?", -me preguntó.

Y le pregunté cómo le había ido el examen. Me dijo que muy bien, que creía que lo aprobaría. Y riendo, me inquirió a mí, qué tal me había ido y no me dijo nada más.

Me dejó intrigado, su sonrisa parecía un tanto irónica, O a mí me lo parecía.

Realmente yo no vi a Miguel que le estuviera tocando como a mí, y creo que Rafa tampoco vio en ningún momento que Miguel me estuviera tocando.

Pero tenía la sensación de que le pasó casi lo mismo que a mí, menos el tiempo extra que yo tuve porque él se marchó a su casa.

Pero claro, no se lo iba a preguntar abiertamente.

Y si no era así, ¿cómo lo sabría?

Sonó el timbre para subir a las clases.

Cuando llegué al pasillo donde se encuentra mi clase, me encontré que venia de cara el h. Miguel.

Al saludarlo, le miré a los ojos, y noté una señal especial, algo que me estaba diciendo: "Después nos vemos". Y me puso nervioso, pero también tuve una agradable satisfacción por el recuerdo que tenía del día anterior.

Y continuamos la segunda sensación de exámenes. En casa me había mirado algo, sobretodo cuando mi madre estaba al lado. Pobre mamá, ella tan preocupada para que yo sacara mis estudios. Y yo, tan feliz y tan vago.

Y fue a la hora del patio, que junto a mi inseparable Víctor, pedimos permiso a la tutora para quedarnos con la excusa de ordenar las mesas de la clase. Tenía la corazonada que Miguel no tardaría en asomarse.

Así fue. Al cabo de unos instantes, como si pasara por ahí, entró Miguel, y nos preguntó qué hacíamos.

Después de decírselo, nos insinuó que también podríamos repartir unos trabajos corregidos que iba a distribuir después.

Ya me di cuenta, que cualquier cosa era buena, con tal de estar allá sólo (pero acompañado, cosa que no se esperaba él).

Mientras Miguel fue a cerrar las puertas del pasillo, nosotros dos, nos pusimos a perseguirnos por medio de las mesas.

Miguel entró de nuevo, llamó a Víctor para que fuera con él, y yo me quedé sólo repartiendo lo que quedaba.

Rápidamente regresa Miguel solo, cosa que me extrañó, y le pregunté que dónde estaba Víctor. Me contestó diciendo que lo había enviado a buscar unas fotocopias a Secretaría para el examen siguiente.

Y ese era el momento y el tiempo escaso pero esperado por él (¿y por mí?)

Se me acercó, me puso la mano izquierda en mi hombro, él estaba situado a mi espalda, y con la derecha, fue directo a mi paquete, que ya estaba dando señales de estar bien vivo.

Me susurró en la oreja "¿Cómo te gusta, eh, Iván?" y me sacó la polla por encima de mi pantalón de chándal.

Estaba morcillota, y me estuvo pajeando unos minutos.

Mientras, me preguntó si por la tarde, podría venir, que tenía una faena para hacer y que si la hacía bien, me dejaría tiempo para jugar después un buen rato en la sala de ordenadores.

Le dije que sí y a qué hora quería que viniera, pero que vendría con Víctor.

Noté la sorpresa que fue para él, mi condición.

Le dije seriamente que si no venía Víctor, que no vendría.

Miguel aceptó, y quedamos a las 16 h. nos estaría esperando en la puerta pequeña del patio.

Al mismo tiempo que íbamos hablando, con su mano izquierda, me iba masajeando mi pecho, mis tetillas que estaban bien duras, mientras su mano derecha, con un ritmo lento pero seguido me iba subiendo y bajando, subiendo y bajando la piel de mis 13 cm de carne sonrosada y venosa, que estaba como nunca.

Y estando como estaba, pegado a mi espalda, notaba en mi culo, mejor en mis nalgas, algo cada vez más fuerte.

Sí, era su pollón que se iba poniendo duro al estar en contacto conmigo. Se lo iba notando cada vez más duro.

Pero Miguel no hacía ninguna insinuación en ese sentido. Le noté que su respiración iba más rápida, que sudaba –eran días de fuertes temperaturas- y que realmente estaba pegado a mí.

Recuerdo a mis lectores, que en aquellos momentos, a mis 13 años recién cumplidos, aunque estaba bien desarrollado, aún no eyaculaba, ni tenía la sensación de lo que suponía correrse. Eso sí, me gustaba un mogollón, y estaba bien excitado y esperaba alcanzar el punto álgido, como cuando lo tuve ayer por la tarde, cuando unos golpes en la puerta del pasillo, nos sobresaltó, especialmente a Miguel.

Él dejó al instante su faena y fue a abrir.

Me tapé rápidamente, sola era cuestión de subirme el pantalón del chándal y bajarme la camiseta. No llevaba nada más.

Disimulé que aún estaba repartiendo (de hecho hacía ya 10 minutos que estaba absorto en m situación pasiva con Miguel) y vi que llegaba Víctor con las fotocopias en la mano, y con total naturalidad, se puso a ordenar las pocas sillas que aún quedaban desordenadas.

Le dije, en voz alta, que por la tarde, nos esperaba Miguel, para unos encargos y que luego jugaríamos al ordenador, cosa que le encantó, ya que a él, como a mí, cualquier cosa menos tener que estudiar o hacer trabajos del cole, ya le entusiasmaba.

Enseguida tocó el timbre del fin del tiempo de recreo, y nos acomodamos en nuestras sillas, esperando la llegada de los demás compañeros.

Miguel también se marchó a su aula, y mi mente –mientras nos tocaba el examen de Lengua Castellana- estaba absorta en lo que había vivido minutos antes yo sólo con Miguel y lo que me esperaba por la tarde.

Eran las 4 de la tarde y esperando encontramos al hno. Miguel en la puerta tal como había indicado. Le vimos contento, y con llevó a una sala, donde debíamos ir recogiendo ordenadamente las hojas que componían una revista que entre las comisiones del octavo curso.

Mientras tanto, había puesto música alegre en el radio-cassette. Llevábamos una media hora, y él, que también hacía el mismo recorrido de papeles que nosotros, nos dijo que iba a buscar unos refrescos, mientras nosotros seguíamos con lo que teníamos.

Y así fue, al cabo de unos minutos, regresaba con una botella de Coca bien fresquita y unos vasos. Nos servimos, degustamos, brindamos (no sé el motivo) y continuamos. Ya nos quedaba poco.

Y tuvimos nuestro premio. Después de dejarlo todo adecuadamente, fuimos a la sala de ordenadores, que se había instalado recientemente durante el presente curso.

Él no era demasiado técnico en la materia, pero tanto Víctor, como yo sobretodo, sabíamos desenvolvernos bien, especialmente en lo que hacía relación a juegos.

Conectamos al mismo tiempo, y cada uno nos pusimos delante de uno. Elegimos la carpeta de juegos y empezamos a disfrutar de distintos juegos a la vez. Los queríamos hacer todos.

Víctor estaba al fondo de la sala, concentrado totalmente en la ejecución del juego que estaba haciendo, eso le facilitó a Miguel, que se sentara al lado de mi silla, pero mirando a Víctor, es decir, su mano derecha podía "trabajar" satisfactoriamente en mi pene, que estaba dispuesto a gozar de un buen masaje.

Y mientras Víctor, de vez en cuando, gritaba por haber conseguido ganar o de algún lance de su juego, yo, también lo hacía disimuladamente, pero también gozando de mi disfrute personal, del que Víctor, era ajeno totalmente a mi situación.

Miguel, de vez en cuando, se levantaba, tanto para librarme un ratito como descansar él, o su brazo, y para que su pollón, que lo tendría bien duro, pudiera disimular su erección.

En esas, se acercaba a Víctor, se sentaba un ratito, junto a él, pero mirándome a mí, y solamente le veía que le pasaba el brazo y mano por su pecho, pero sin ninguna otra intención. Yo me sabía como su trofeo y que Víctor no le suponía ningún atractivo físico, comparándome conmigo.

Y eso servía también, para que Víctor se sintiera igualmente cercano y que no creyera que solamente Miguel estaba conmigo.

Unos minutos nada más y regresaba a mi lado, donde reemprendía su frenético vaivén, arriba y debajo de mi bien dotado pene, que cada vez me sorprendía más de las dimensiones que iba tomando.

En ninguna de mis sesiones privadas diarias en mi cama, por la noche, lo recordaba con aquel grosor y aquella majestuosidad que recta y dura, estaba consiguiendo en las manos de Miguel.

Y de esta manera, jugando nosotros y gozando él con mi señor pene, pasaron casi dos horas en la sala de ordenadores.

Después de apagarlos y no antes de hacerle correr un buen rato, hasta atraparnos por los corredores, que de estas ya contaré otro día, llegamos a su despacho, donde nos obsequió con una bolsita de dulces que tenía dispuesta, pero antes nos dijo: "Convendría que os relajarais un poquito. Os propongo terminar con una sesión de relajación".

Nos encantó la idea y la aprobamos. ¿Qué sería eso? ¿En qué consistiría?

Nos dijo que teníamos que colocarnos tumbados boca arriba en el suelo, un poco separados. Así lo hicimos y él se colocó, también en medio de los dos.

Totalmente estirados y las manos junto al cuerpo.

Nos hizo cerrar los ojos, y hacer unas cuantas inspiraciones y respiraciones profundas. Y luego, con los ojos cerrados, nos decía susurrando que pensáramos en alguna situación que nos gustara, bonita, y que estuviéramos así durante unos minutos, en silencio.

Y fue cuando, mientras él nos lo iba diciendo que sentí su mano grande y vigorosa tocándome por encima de mi pantalón.

Mi pene estaba en esos momentos fláccido y tranquilo, Se fue poniendo duro.

En esas que me incorporé un poco para mirar a Víctor, por si estuviera mirándome.

Menuda vergüenza me hubiera dado, pero también por curiosidad por si igualmente le estaba haciendo lo mismo a él.

Pero no, sólo estaba para mí. Y eso me tranquilizó y me enorgulleció pensar que yo era su preferido, su presa, su chico.

Me puso su mano por dentro del pantalón de chándal, y me la encontró ya dura, y me la fue tocando un buen rato.

Y para mí, con los ojos cerrados y en total relajamiento, fue unos momentos de orgasmo total.

¡Qué gran sensación! No lo puedo explicar, pero me acuerdo que nunca lo había experimentado anteriormente.

Estuvimos unos minutos, que se me hicieron cortísimos. Supongo que Víctor tampoco podía estar mucho rato en aquella situación, por lo que noté que Miguel retiró súbitamente su mano de mi pantalón, y como si no hubiera pasado nada, dio una palmada fuerte, y yo grité, como si hubiera estado relajado y me "despertaba" en aquel preciso instante.

Miré a Víctor, que a su vez me estaba mirando, nos reímos, y nos levantamos.

Recogimos los dulces, y nos marchamos para la casa de Víctor, donde íbamos a "repasar" las asignaturas que al día siguiente nos tocaba examinarnos.

Miguel, en la puerta, al despedirnos, nos deseó suerte para mañana, y que fuéramos buenos.

Vaya si lo fuimos, pero eso ya lo vería él al día siguiente.

Ya lo creo, menudo cambio.

Continuará.