Mis inicios con dos cachorritos
En este relato les cuento cómo comencé con la zoofilia a muy temprana edad, y cómo me vine gracias a dos perritos en mi habitación.
Bueno, este es mi primer relato y me gustaría presentarme con ustedes. Mi nombre es Andrea, pero siempre me ha gustado que me digan An. Actualmente tengo 21 años y soy mexicana. He estado leyendo las historias en este sitio desde hace varios años, y me encantan los que tienen que ver con zoofilia y amor filial.
Comencé en el mundo de los relatos eróticos desde muy joven, ya que una vez me topé con un relato de una muchacha realmente precoz, que perdió su virginidad con un señor ya grande. Desde ahí se podría decir que me volví adicta a leer y leer historias. Me desanima mucho cuando dicen que no son reales, ya que para mí ese es el factor más importante. Por lo tanto, este relato y los demás, serán completamente verídicos.
En mi casa siempre ha habido perros, grandes y pequeños. Un día una de mis perritas tuvo cachorros, y a mí me encantaba jugar con ellos, e incluso por esos tiempos ya sentía deseos sexuales. Estaba jugando con tres cachorros que ya estaban un poco grandes, cuando me di cuenta de que uno me olía la entrepierna. Me dio curiosidad, pero lo dejé ahí. Esa noche no podía dormir, pensaba en ese perrito y en cómo acercó su pequeña nariz y su boquita a mi panochita.
Recordar eso hizo que me mojara y me dieran ganas de masturbarme. Yo no sabía lo que era eso, sólo sentía un calorcito y cosquillas en mi vagina. Me toqué un poco y sentí muy rico. Comencé a acariciar mis pechos, pasando mis dedos por mis pezones. Eso hacía que me dieran escalofríos. Sentí que estaba mal hacer eso mientras pensaba en mis mascotas, pero no me importó y seguí. Me imaginé que los cachorros me lamían el cuerpo con sus lenguas, que me succionaban los pezones como buscando leche. Mientras pensaba en eso, acariciaba mi clítoris. Me detuve porque escuché que mi mamá estaba hablando con mi papá y entraron a mi habitación a buscar algo, así que me hice la dormida. Me sentía empapada de mis jugos vaginales.
Esperé unas horas hasta que se fueran a dormir. Decidí continuar con mis juegos sexuales . Pero estaba tan excitada, que se me ocurrió ir por uno de los cachorritos y traerlo a mi cama. Fui hacia ellos y todos estaban dormidos, menos uno que se despertó cuando me escuchó. Me aseguré que su mamá no viera que me lo llevé, y caminé hacia mi cuarto con el cachorro entre mis brazos.
Me acosté con él y le hablaba, le decía que estaba muy bonito, que si me quería dar cariñitos. Frotaba mi nariz con la suya tiernamente, y le empecé a acariciar su pene. Obviamente era pequeño y no sucedió nada, pero me excitaba mucho la idea de estar a solas con él, en mi cama, acariciando sus partes. Pasaron muchas ideas por mi mente, y comencé a masturbarme nuevamente. Se puso un poco inquieto, por lo que lo puse en mi pecho e instintivamente comenzó a buscar mis pezones. Chupó mi pezoncito izquierdo, y eso me daba muchísimo placer. Le decía “sí, chúpame así, chupale los pezones a tu mami, de seguro tienes mucha hambre”. Me estaba volviendo loca del placer, se sentía muy bien.
Se me ocurrió acercarlo a mi vagina para ver que pasaba, pero solamente la olfateaba y pegaba su nariz a mi parte privada. Yo tenía muchas ganas de que me lamiera, pero no lo hacía. Recordé que había visto en un video de zoofilia que las chicas ponían comida en sus vulvas para que los perros las lamieran, así que se me ocurrió ir por leche de vaca al refrigerador. Cuando regresé de la cocina, note que estaba chorreando en mis calzones que me había puesto cuando salí de mi cuarto. Me puse un poco de leche en mi clítoris y en mi vulva para que el perrito me lamiera, y sí funcionó, estaba comiendo de mí. Se sentía como si un hombre me estuviera haciendo sexo oral pero más rico, porque tenía su lenguita un poco rasposa lo cual me daba mucho placer. Succionaba la leche de mi, y metía su lengua en mi vagina. Mientras yo me acariciaba los pezones. Se me ocurrió ir por otro perrito, y lo traje a la cama con su hermano para que los dos me hicieran cunnilingus. Me estaban dando un éxtasis increíble, yo me tenía que contener para no gritar de placer. Me volvía loca la idea de tener a dos cachorritos chupándome la conchita, y ya no sentía ningún remordimiento. Puse a uno de ellos a que me chupara los senos y el otro que continuara lamiendo la leche que ponía constantemente en mi vagina. Cuando ya me iba a venir, quite al que me estaba lamiendo los pezones y le empecé a chupar su pequeño pene que no se asomo, le daba besos y le succionaba.
Tuve uno de los mejores orgasmos ese día, y después, vinieron más momentos así. Los llevé con su mamá y les di un beso en la frente como muestra de agradecimiento por darme tanto placer, volví a mi cuarto y me quede dormida.