Mis infidelidades y sus consecuencias - (01)

Yo soy Lola. Así comenzaron mis infidelidades

Yo soy Lola

Mi nombre es María Lorena, pero todos me dicen Lola, tengo 37 años y vivo en La Plata. Tengo una hija, Pilar, de 19 años que al terminar la secundaria, se fue a vivir a España con Eduardo, su padre, un novio que tuve desde mis 16 años y del cual quedé embarazada pero con el que nunca convivimos como pareja, a pesar de llevarnos bien. Crié a mi hija con ayuda de mis padres y de Eduardo, pude estudiar y soy docente en escuela secundaria.

Hace ocho años estoy casada con Omar y desde que mi hija se fue a España, estamos solos en casa.

Desde que nos conocimos con Omar, nos llevamos a la perfección, nos amamos tremendamente y tenemos una vida estupenda, incluido en el terreno sexual, me apasionan nuestros encuentros sexuales, Omar se ocupa de mi placer y yo del suyo.

Omar es subdirector en una dependencia provincial y viaja regularmente a Buenos Aires, todos los jueves y algún otro día en la semana.

Mido casi un metro setenta, cuerpo normal, una pequeña pancita, unas tetas medianas en buena forma y un culo ni grande ni chico, pero que al decir de Omar, tengo un cuerpo hermoso.

Omar es unos centímetros más alto que yo, y para mí tiene un hermoso cuerpo, al igual que yo, una pequeña pancita, hace deportes con los amigos, y lo que me vuelve loca, es su pija, la tiene hermosa, mis amigas dirían “tiene un buen pedazo”, apenas junto los dedos cuando se la agarro, y con la cual deliro de placer.

Desde hace un tiempo, todos los jueves al volver de Buenos Aires, me trae un regalo, siempre muy bien envuelto y en una caja con unas iniciales “PMP”. La primera vez me regaló un conjunto de ropa interior negro, que también tenía grabado muy chiquito, las letras PMP, creí que era la marca de la ropa, pero Omar me dijo que esa era mi marca, me reí sin entender y le pregunté que significaban las letras y me dijo:

O: -Esta es tu marca, PMP quiere decir “Para Mi Putita” porque vos sos mi putita!

Desde esa primera vez, me ha regalado un montón de cosas, lencería, ropa atrevida, remeras muy ajustadas para que use sin corpiño y se me marquen los pezones, minishort, y tangas, muchas tangas y muy chiquitas, a él le gustan bien chiquitas.

Como los jueves suele llegar muy tarde, las “estrenamos” los viernes por la noche. Lo espero con la nueva prenda y sin corpiño, preparada para calentarlo bien y después de cenar y tomar algo arrancan maratones de sexo que suelen durar todo el fin de semana. Con descansos, claro está, y en los que pierdo la cuenta de mis orgasmos.

Hasta acá, una vida perfecta, se podría decir, pero vamos a los motivos del título del relato.

En agosto del 2018, por una caída en la escalera del colegio, me quedé dura de la cintura, tuve una licencia médica de 60 días, con un tratamiento con medicamentos y sesiones de kinesiología.

La empresa de kinesiología a la que me manda mi obra social, prestaba servicio a domicilio. Tendría 10 sesiones los lunes y los jueves.

Para la primera sesión del lunes, llegó un kinesiólogo de la empresa, Edgar, de nacionalidad peruana y de pocas palabras. Armó la camilla en la sala de estar. Le pregunté con que ropa me quedaba y me dijo que solo con la ropa interior. Mientras preparaba todo me fui a cambiar.

Revolví el cajón de mi ropa interior buscando la bombacha y corpiño más grande que tenía para mostrarle lo menos posible. Me puse una bata encima.

Bajé a la sala de estar, me saqué la bata y me recosté en la camilla. La sesión duró más o menos 30 minutos, en un momento me pidió permiso para desabrocharme el corpiño y masajear toda la columna. No hubo ningún toqueteo indebido y durante la sesión Edgar no decía palabra.

Así fueron las siguientes sesiones. Todo muy correcto. Terminaba, juntaba todo, me hacía firmar a planilla y se iba.

Para la sesión 8 del jueves 20 de Septiembre, la empresa me avisa por teléfono que no vendría Edgar, ya que había dejado la empresa. En su lugar vendría Mariela otra Kinesióloga del staff.

Sonó el timbre y al abrir parada en la puerta estaba una chica con la camilla plegable en la mano.

Vestía una pollera hasta las rodillas y una camisa azul. Rubia, de mi estatura y una expresión un tanto seria.

Le dije:

L: -Pasá por favor.

Me contestó sin entrar

M: -Mi nombre es Mariela y antes te hago una consulta, soy una chica travesti, te aviso por si tenes problema en que sea yo quien te de la sesión, podes pedir el cambio en la empresa.

Le contesté:

L: -De ninguna manera, pasá por favor, no tengo ningún tipo de problema con las chicas travestis, cada quién es dueño de su vida y la vive como quiere.

Le cambió el semblante y entró. Me cuenta que ya había tenido problema con un par de pacientes por su condición.

L: -Sentite cómoda por favor, tu elección es tuya y yo te la voy a respetar. Ahh y decime Lola!

Me agradeció y comenzó a hablar con más familiaridad y buena onda. Armó la camilla donde siempre y le pregunté con que ropa me quedaba. Me contestó al igual que Edgar, que me quedara en ropa interior.

Esta vez, no me fui a cambiar, me saqué el pantalón y la remera y me quedé con la tanguita y el corpiño que llevaba.

Me pidió permiso para cambiarse en el baño y le dije que podía utilizar mi habitación si quería, pero me dijo:

M: -El baño está bien

Y allá fue. Volvió con su ropa en la mano y con un guardapolvo blanco hasta la mitad del muslo y abotonado por delante. Se recogió el pelo y comenzó la sesión.

Me sentía más a gusto que con Edgar, sus masajes eran más suaves y en verdad más placenteros.

En un momento me pidió permiso para desabrocharme el corpiño y por supuesto le dije que sí.

Terminó la sesión y me quedé en ropa interior. Juntó sus cosas y antes de cambiarse le pregunté si quería tomar un té, un café o mate o algo fresco, a lo que me contestó:

M: -Ayy te lo re agradecería, desde el desayuno que no tomo ni como nada, te acepto unos mates.

Fui a la cocina, preparé sándwich para las dos y el mate.

Al verme volver, me dice:

M: -Por favor, no te hubieses molestado, unos mates estaba bien.

Le dije que yo tampoco había almorzado y nos sentamos en el sillón del estar.

La conversación se tornó muy amable, nos contamos cosas de nuestras vidas. Le conté de Omar, de mi hija, ella me contó que estaba sola y de su trabajo, mientras tomábamos mate.

En un momento me dijo:

M: -Además de la kinesiología, también tengo un emprendimiento que lo describo como “todo para la mujer”. Hago masajes reductores, depilación, peluquería, manicuría, pedicuría y coloco piercing. Ja ja. Y también vendo ropa interior sexy.

Le dije:

L: -Buenísimo, hacés de todo nena!!, que bueno saberlo. La próxima vez traete la ropa interior que siempre me gusta sorprender a Omar con algo nuevo.

Me dijo:

M: -Dale

Se fue a cambiar y antes de irse le dije:

L: -El próximo jueves agendame para el último turno de las sesiones, así nos tomamos otros mates y me mostrás la ropita que vendés. Los jueves Omar vuelve tarde de Buenos Aires y podemos estar tranquilas.

Ya en a puerta a punto de despedirnos, me dio un abrazo que no esperaba y un beso, me miró a los ojos y me dijo muy tiernamente:

Gracias Lola, gracias por tratarme así. Sos divina. Nos vemos el lunes.

Y se fue.

Mariela me pareció una chica muy dulce, muy agradable y muy femenina.

Continuará…