Mis gemelos y yo

Mi nombre es Anabel, apenas tenía 18 años, quedé embarazada, y no solo eso, sino que eran gemelos, alegría por una parte y preocupación por otra, y por supuesto el padre se abrió del problema. Por suerte mis padres, no lo tomaron como una tragedia se hicieron cargo de todo, con la condición de que estudiase y poder contar con una profesión, para tener un futuro promisorio. Nacieron antes de cumplir mis 19, los llamé Hugo y Ariel, en homenaje a mi padre y al abuelo, respectivamente.

MIS GEMELOS Y YO

Mi nombre es Anabel, apenas tenía 18 años, quedé embarazada, y no solo eso, sino que eran gemelos, alegría por una parte y preocupación por otra, y por supuesto el padre se abrió del problema.

Por suerte mis padres, no lo tomaron como una tragedia se hicieron cargo de todo, con la condición de que estudiase y poder contar con una profesión, para tener un futuro promisorio. Nacieron antes de cumplir mis 19, los llamé Hugo y Ariel, en homenaje a mi padre y al abuelo, respectivamente.

Cumplí, con esa promesa, obteniendo el titulo de abogada, a partir de ese momento, trabajé, pudiendo comprar una casa, independizándome de mis padres, que si bien eran extraordinarios, deseaba mi autonomía.

Pasé mis momentos bravos, pero pude subsistir, y campear el temporal, dándoles a mis hijos todo lo que podía.

Desde su nacimiento, me encantaba amamantarlos, me producían una sensación muy placentera, la forma en que se apoderaban de mis pezones, era una estremecimiento muy excitante, algo que no podía desechar.

Me bañaba junto con ellos desde que tenían cerca de un año, era algo divertido y a ellos le encantaba, a partir de los 6 o 7 años, dejé de hacerlo, pues a mis padres era seguro que no les parecería correcto. Apenas me recibí de abogada, comencé a trabajar, tuve suerte, pues al poco tiempo con un crédito que obtuve y con ayuda de mis padres, pude adquirir una casa, que poco a poco fui modificando.

Aproveché para retomar esos baños con mis hijos, que si bien lo hacíamos cada tanto, nos encantaba a todos. Otra cosa que hice fue comprar una cama grande, me encantaba dormir con ellos a cada lado y hasta a veces hacer alguna que otra batalla de almohadas, pero mientras dormían se movían bastante, despertándome, así que con el tiempo la fui eliminando o hacerlo de vez en cuando.

Me había dedicado ampliamente a mis hijos, otorgándole todo que podía, no pensaba en tener una pareja, solo algunos encuentros esporádicos con algún conocido, para descargar mi necesidad sexual.

Un par de posibles candidatos, los llevé a casa, que no fueron recibidos con buena cara de los chicos, comprendiendo que aun no era el momento de formar una pareja.

Así fue pasando el tiempo, mis niños  crecían, y todos vivíamos en una gran felicidad y armonía, posiblemente todo se habría desarrollado de otra manera, de contar con un padre, pero era lo que existía, adaptándonos a lo que teníamos. Los baños en conjunto se fueron eliminando, no por una razón moral, sino que ya no cabíamos en la bañera, hasta que se me ocurrió hacer construir un yacusi, algo que los chicos se alegraron muchísimo. Pasó bastante tiempo para tenerlo listo, por diversos motivos.

Hasta que lo pudimos inaugurar, por supuesto me pareció que ya estaban algo grande para hacerlos desnudos, así que el día que lo utilizaríamos, me puse la bikini. Cuando uno de ellos me dice sorprendido:

“Mami, que haces?, quítate eso, me encanta verte sin nada, siempre lo hemos hecho”

Algo abrumada, y extrañada por lo que me decía, temerosamente, me la quité, contenta por su propuesta, en realidad, era el cuerpo de su madre, que ya conocían de sobra.

La poca diferencia de edad, hacia que ellos se estaban convirtiendo en adultos y yo aun era bastante joven, pero a pesar de esa circunstancia, todo continúo igual, los baños compartidos.

Algo que comenzó a perturbarme, era ver como sus penes, iban adquiriendo un crecimiento progresivo, que si bien trataba de obviarlo, no podía impedir de mirarlos cada tanto.

No sé si me parecía o era así, percibía que ya no me veían como su madre, sino como una mujer, algo que si bien me alagaba, por otra parte no me parecía muy correcto.

Si bien mis tetas no eran extremadamente chicas, aun se mantenían bastantes juveniles, sumado a mis pezones, que eran bastante puntudos, algo que atraía a los pocos hombres con que mantuve relaciones, era la parte de mi cuerpo que sentía que mis hijos clavaban su vista bastante seguido.

Hasta que un día uno de ellos me dice:

“Tienes unos hermosos senos, madre”

Bastante abrumada por lo que me dijo, sin darme cuenta lo tapé con mi mano, algo que me pareció ridículo mi proceder. A pesar que intenté suprimir esos baños, diría lujuriosos, insistieron en continuarlos.

Hasta que un día uno de ellos me dice:

“Mami, porque no te depilas ese bosquecito que tienes ahí abajo, eres joven y bonita”

Creo que me puse toda colorada, contestándole:

“Te estás fijando demasiado, creo que es hora de terminar con esos encuentros”

“No seas antigua mami, modernízate”

A pesar que no pensaba hacerlo, un día al pasar por una casa de belleza, decidí depilarme, pensando que el día que nos bañásemos algo dirían, y así fue donde volví a ruborizarme por lo que dijeron.

Me percaté que esto iba incrementándose, aunque me atraía esa relación algo lujuriosa, y a pesar de pretender ponerle un corte, algo nos llevaba a continuar.

Noté que comenzó a haber una serie de roces, no casuales, sutiles, pero llenos de sexualidad, a veces me secaban apretando mis tetas o yo lo hacía refregando su sexo,  en donde esa atracción sexual se iba acrecentando

Una mañana me desperté toda transpirada y alterada por un sueno muy erótico que tuve, donde besaba a los chicos que estaban desnudos,  mamando sus penes que parecían muy grande, algo que me llevó a la reflexión, cortar con esos baños comunitarios.

Quise creer que era yo, la provocadora de estos leves incidentes, intentando volver a clausurar esos encuentros en el yacusi, a pesar de desearlos, estimulándome bastante,  teniendo que llegar a masturbarme más de una vez, a pesar de que no era mi costumbre.

Pero todo siguió igual, donde sin llegar a mencionarlo, había un deseo implícito en esos encuentros, por supuesto era difícil de aclararlo, o hablarlo entre los tres.

Cuando un día Hugo,  propuso adquirir una camilla para dar masajes, a lo que me negué rotundamente, suponiendo en que se podría  desencadenarse esa compra.

Los baños continuaron, hasta notar un día la erección de uno de los chicos, algo que no pude dejar de perturbarme, para finalizar en tirarnos agua, llegando a tocarnos, teniendo que salir del yacusi, bastante excitada.

Sabía que esto se estaba complicando, llegando a tener un desenlace totalmente aberrante, aunque no puedo negar que me excitaba, pero mi mayor sorpresa fue cuando una tarde un camión, trajo un objeto bastante grande, sabiendo que no había encargado nada, pero ante el remito que decía mi nombre lo recibí.

Después de dejarlo, lo comencé a desembalar, y ante mi sorpresa, vi una camilla plegable, para masajes,  que no había dudas que la enviaban mis hijos, posiblemente con parte de la plata, que cobraban por algunas gestiones que me hacían en el estudio.

Apenas llegaron, les dije que eso era una locura, que lo devolviesen, contestándome:

“No te encantaría relajarte en esa camilla, y recibir de tus hijos, no solo el   cariño, sino unos placenteros y relajantes masajes.”

‘” Si, por supuesto, pero creo que no es lo adecuado, me parece que podría           derivar en otra cosa”

”En que cosa, mami, te hemos visto desnuda desde que éramos chicos,    conocemos  tu cuerpo, como vos el nuestro, nos encanta verte, eso es             malo?”

“No, no es malo, tienen razón, siempre y cuando no suceda otra cosa”

Suponía en  que podría derivar en algo mas,  no sé si por su mente pasaba lo mismo, pero debo reconocer que en el fondo me atraía, sentir sus manos acariciar mi piel.

Se instaló la camilla, a un costado del yacusi, el día que nos bañamos, insistieron en hacerlo, a lo que me negué, inventando una excusa, y así lo hice, hasta que ya no pude evadirme.

Apenas salimos del yacusi, me volqué sobre la camilla, cubriéndome mis glúteos con la toalla, el cuello, los hombros, la espalda, las piernas y los pies fueron los lugares que accedieron sus manos. Mientras uno masajeaba mis piernas el otro lo hacía en mi espalda, que si bien era algo muy placentero, interiormente deseaba ampliar el sector, y supongo que ellos también, dado que insistían en que retirase la toalla, negándome a quedarme desnuda totalmente.

No sé realmente donde aprendieron, pero lo hacían de maravilla, incorporando un aparato para masajes, cremas aromáticas, quedando bastante seducida y hasta ansiosa a que llegase ese día.

Eso terminó llevándome a quitarme la toalla, y hasta abrir un poco las piernas, que supongo se percibiría algo de mi sexo, llevándolos a amasar mis glúteos, aumentando mi estimulación.

Solo me mantuve poca abajo, a pesar de la insistencia de los chicos de girarme, creyendo que no era lo adecuado, a pesar de no dejarme de atraer, desconociendo si era una pervertida, o los chicos querían hacer algo más con su madre. Sabía que por ambas partes había implícito un deseo sexual, contenido, donde día  a día, se daba una leve vuelta de tuerca.

En una de esas sesiones, noté que unos de ellos, a través de su pantaloncito  se percibían una visible erección, algo que me impactó, sabiendo que esto iba a un desenlace bastante equívoco e inmoral.

Posiblemente de tratarse de un hijo, ya se habría concretado, pero con dos, a cual elegir, sabiendo que el otro no tardaría en enterarse, intentaba frenar esos momentos, pero caía nuevamente, por su insistencia y porque me atraía, me excitaba, además percibía sus deseos pecaminosos.

A veces llagaba a proponer ese baño, no aceptando los masajes, aunque si tácitamente, pensaba  por que contenernos? A pesar de mis terribles dudas que llenaban mi cabeza, trataba de pasar el mayor tiempo en el estudio, aunque los fines de semana estaban ellos, que a pesar de insistirles de que salieran con sus amigos, lo hacían esporádicamente.

Pero una noche paso algo mas, después de salir del yacusi, insistieron en los masajes, como siempre me puse boca abajo, tapando mis posaderas, que después de un rato fueron retiradas por uno de ellos, masajeando mis glúteos, que aún se mantienen bien  firmes.

Todo me fue conduciendo a un relajo total, llegando a abrir un poco mis piernas, permitiendo que pusiesen su mano entre ellas, alcanzando a tocar levemente mi vagina, exaltando mi estado de enajenación. No sé si estaba bien o mal lo que hacíamos, pero porque se debe restringir ciertas cosas, cuando existe un placer en ambas partes.

Cuando de pronto me hacen girar, que inconscientemente me dejo llevar, al sentir sus manos acariciar mis pechos, instintivamente trato de detenerlos, que haciendo caso omiso en minutos, continuaron tocándolas, para seguir con mi abdomen hasta bajarlas hasta el bajo vientre. A pesar de mi retraimiento, traté de  culminar levantando mi cuerpo, volviendo uno de ellos a acostarme.

Permanecieron dominando mi cuerpo, dejándome llevar con algo de pudor pero bastante enardecida, cuando comenzaron a jugar con mis pezones oprimiéndolos, estirándolos, volviendo ambos hasta mis piernas, que mantenía cerradas.

Diciéndome, uno de ellos:

“Relájate madre, déjate llevar, no te contengas”

Así lo hice, alterando mi respiración, abriendo levemente mis piernas, hasta sentir unos de sus dedos, palpar mi abertura vaginal de una manera más intensa, que no me cabía dudas que mi humedad, delataría mi estado, así que cerré las piernas conteniendo mi abrupta excitación.

Me levanté súbitamente, yendo al otro baño, a ducharme, para calmar mi incontenible calentura, después de un buen rato me fui al dormitorio, a cambiarme, me sentía avergonzada de lo sucedido. No hubo ningún comentario al respeto, cenamos, hablamos de cualquier cosa, mientras mis pensamientos los mantenía en lo sucedido.

Presentía que ambos me estaban llevando a  un terreno bastante complicado o deshonesto, que a pesar de tratar de contenerme, no podía dejar de evitarlo,  sometiéndome a ambos, sin demasiados escrúpulos. Sabía que esto era indebido, pero no podía negar que me cautivaba, sintiendo deseos de darme plenamente a mis hijos.

A pesar de mis contenciones, siempre surgía algo, evitaba los baños, y los masajes, algo que no les caía demasiado bien, entendía la situación, que día a día se iba acrecentando.

La noche anterior a sus cumpleaños, fui uno minutos antes de las doce, que todos los años lo repetía, esperándome con gran entusiasmo. Me senté en la cama de uno de ellos acercándose el otro, después de saludarlos, con besos y abrazos, algo que me emocionaba cada año que lo hacía.

Uno de ellos me empezó a decir:

“Eres la mejor madre del mundo, te adoramos, todo lo que hemos hecho contigo, nos ha encantado, recordamos muchas cosas entre ellas las batallas con las almohadas”

Y sorpresivamente recibí una almohadazo, y en un abrir y cerrar de ojos, se armó una gran batahola, que por su puesto se complementaron con agarradas, apretones, y roces con cierto toque erótico. Llegando a oprimir el pene de uno de los chicos durante segundos, a lo que mis tetas y culo, obtuvieron un comportamiento similar. Cuando uno de ellos intentó meter su mano para manotearme un seno, y hasta quitar mi camisón, que a pesar de que estuve a punto de permitirlo, no lo dejé

Corté con este juego antes de ir más profundamente, ante la negativa de los chicos, me fui a mi alcoba pensando en lo sucedido, por un lado pensando que no era lo correcto y por otro  algo arrepentida de detener ese corrompido juego.

Un día los chicos salieron para encontrarse con unos amigos, cerca de mdia noche regresó Hugo solo, me extraño, le pregunté que había pasado al llegar uno solo.

“Nada madre, decidí volver, porque pensé que estabas sola”

Realmente me emociono esa contestación, hablamos un rato, hasta que decidió ir a acostarse, pensé en ese momento tratar de aclarar lo que estaba sucediendo, para darle un límite, y después lo haría con el otro, así que antes de dormirse fui a su habitación.

Le alegro verme, me senté a su lado,  diciéndole

- “Hijo, quiero hablar contigo”

- “Si, dime madre”

- “No te asustes, es para aclarar ciertas cosas”, las que fui enumerando, los baños, los masajes, ciertas insinuaciones etc.,….

Por supuesto se disculpó, por él y por su hermano, reconociendo que les habían sucedido cosas, pero después de una pausa, noté que le costaba decir algo, así que lo alenté para que lo expresase.

Cuando comenzó a formular, una serie de cosas, que si bien me agradaban, por otra parte me estremecieron

- “Madre eres lo más lindo que nos a tocado, nos encanta tu belleza, tu manera de ser, nos gusta mirarte, ver tu cuerpo desnudo, nos atrae tocarte, se que posiblemente no te agrade, pero sentimos  una excitación cuando vemos tu trasero.

Así continuo diciéndome cosas, que jamás alguien me lo habría expresado, sentí que mi cuerpo se revolucionaba, como que eso que tenia retenido de golpe despertaba a una realidad, imposible de aceptar. Acaricie a mi hijo, le bese la mejilla, agradeciendo sus palabras.

Me  había confesado todos sus  secretos, abrí los ojos viendo una mirada de amor  y a su vez de deseo  cuando bajé mi mirada hacia su entrepierna, observando su erección, no puedo negar que me excitó, esa mezcla de morbo y de incertidumbre.

Apoyé mi mano sobre su miembro, bajando mi vista con algo de vergüenza, creo que sentía sus palpitaciones y su calidez producto de ese rigidez, mientras mi mano se mantenía posada en su sexo, le volví a repetir que nadie me había dicho tantas hermosas palabras.

Mi mano se posó más firmemente en el pene de mi hijo, dando un pequeño brinco, sorprendido ante mi actitud.

Noté su exaltación, ese  deseo contenido en su rostro, oprimí su aparato agitándolo suavemente a través de la delgada tela de sus pants, diciéndole con voz susurrante

- “No me juzgues, solo déjate llevar ”

Me arrodillé frente a mi hijo, lentamente le bajé los pans, tome sutilmente su sexo erguido, cerrando los ojos comencé a efectuar un sublime movimiento de sube y baja, oprimiendo a la vez su tronco, percibiendo sus palpitaciones, iniciando una leve masturbación.

Hasta que mi boca se tentó a lamer ese erótico trozo de carne, sintiendo que mi cuerpo se comenzaba a incitar, cuando mi ávida boca, lo comenzó a deglutir de una forma desesperada y voraz, disfrutando de su pene en mi cavidad bucal, lamiéndolo y succionándolo con total apetencia, hasta que su semen fue depositado en la boca de su madre.

Me sentí bastante abochornada por lo que había hecho, con deseos de salir corriendo, pero mi hijo me abrazo, conteniéndome tratando de disipar mi padecimiento.

A pesar de eso me levanté rápidamente encerrándome en el baño, bajé mi pantaloncito notando lo mojada que estaba, me lave la cara, traté de calmarme  aunque me era difícil. Después de varios minutos salí para dirigirme a mi dormitorio, mi hijo parado en la puerta de su aposento trató de detenerme, pero bajé la cabeza, continuando mi camino, sin siguiera mirarlo o saludarlo. Estaba  totalmente avergonzada por lo ocurrido, pero ya  no había marcha atrás, lo hecho, hecho esta.

Por la mañana siguiente, estaba levantada preparando el desayuno, me abrazaron besándome el cuello, aunque lo de Hugo fue más  “intenso”, percibiendo su sexo en mi trasero, no dije nada, me senté a desayunar con ellos, algo de prisa porque tenía que estar el el estudio más temprano.

En cuanto fue posible, en un momento, traté de hablar con Hugo, no sabia bien que decirle, pero apenas pude, le dije:

Hijo, disculpa mi actuación de la otra noche, no fue mi intención, estuve mal, perdona, pero no lo comentes con tu hermano si es que ya los ha hecho”

”No tengo que disculparme por lo hermoso y sublime, que me has hecho, lo disfrute ampliamente, pensando que nunca llegaría a cumplirse. Con respeto a Ariel, no te preocupes es nuestro secreto, pero siempre has sido equilibrada con ambos, así  espero que sigas así”

Comprendo perfectamente su mensaje, y realmente me alegro, aunque cometíamos algo, que la sociedad no aceptaba, pero nosotros si.