Mis fantasías sexuales (3) El esposo de mi tía.

Solo se escuchaban nuestros gemidos en la limosina que seguía avanzando. Por la ventana vi como pasaban los edificios, los autos, las personas. Y yo seguía clavándome en la verga del esposo de mi tía.

Llegamos a la ciudad donde vivía mi tía.

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Nos hospedamos en el hotel más lujoso de la ciudad. Estábamos en los cuartos de arriba del hotel. El cuarto, por dentro, era una mansión. No nos hacía falta nada. No le puse atención a nada, estaba intimidada por la ciudad, por el hotel, por todo.

Mi ciudad natal era un rancho. La ciudad donde viví muchos meses, era enorme pero comparada con la ciudad a la que llegamos, era un rancho. Esta ciudad, era de las más grandes del país.

Teníamos tres días en la ciudad, habíamos visitado pocos lugares pero lo poco que habíamos visto, nos sorprendió. Nos la pasamos entre restaurantes lujosos, plazas comerciales, bares, discos, y el tiempo se nos fue volando.

En ese momento, eran las 4am del cuarto día. Había estado coqueteando con varios hombres en el bar y con uno tuve un faje riquísimo. Me había invitado a su casa pero tuve que rechazarlo. El juego mío y de Rafa había consistido únicamente en darles una probadita y listo.

Nos encontrábamos en el cuarto del hotel. Estaba desnuda, boca arriba y mi novio estaba encima de mí, metiéndomela. Teníamos casi la hora y media cogiendo. En un día normal ese tiempo era nada para nosotros. Estaba satisfecha sexualmente hablando y solo esperaba que mi novio terminara una vez más para cerrar mis ojos y descansar. El alcohol y las drogas nos habían matado de cansancio. Y a los minutos, mi novio se puso duro y descargó su semen en el condón.

Se bajó y se acomodó a mi lado. Le di la espalda y me dormí.

Abrí los ojos y sentí un mareó enorme, como los días anteriores. Corrí al baño y saqué todo lo que tenía dentro. Me quedé un rato lamentándome por lo que había tomado. Luego, agarré fuerzas y regresé a la cama donde estaba Rafa desnudo, con su verga apuntando al techo. Por un momento pensé en darle una mamada pero se me borró la idea cuando sentí el mareo. Me tiré en la cama y cerré mis ojos hasta que me quedé dormida.

Desperté porque sentí algo que golpeaba mi boca. El mareo ya no era tan intenso, pero ahí seguía. Abrí mis ojos y miré a Rafa parado a mi lado. Tardé en darme cuenta de que tenía su verga dentro de mi boca y se masturbaba. Cerré mis ojos y moví dentro de mi boca, mi lengua. La verga se movía dentro de mí y yo la rozaba.

-A… o… r –Dije. - …r -Repetí. No podía hablar por el palo dentro de mi boca. Se salió. –Ter… ter… mina… en mis tetas. –Le dije.

Abrí mis ojos de nuevo, vi cómo se masturbaba como loco con su verga apuntando a mis pechos y descargó su semen. Sentí calientito. Nuevamente cerré mis ojos y embarré el semen por todos mis pechos.

Se hizo silencio total. Escuché a Rafa caminar por el cuarto, luego se escuchó la regadera del baño. Ya no pude dormir. Abrí mis ojos y por un momento, el mareo hizo que no me levantara. De rato, vi como mi novio salió del baño envuelto en una toalla.

-Exageramos anoche. –Dijo. –Bebimos demasiado. Ando bien crudo.

-Me siento igual. –Le dije. -¿Qué hora es?

-Las dos de la tarde. –Respondió.

-Hoy no tengo ganas de salir. –Le dije.

-Ni yo. –Miré como se desnudó y caminó hasta acostarse a mi lado. Rápido se lanzó a mi cuello y sus manos a mis tetas. Mis manos acariciaron su espalda.

-Yo tampoco, quiero descansar para mañana. –Le dije mientras nos acariciábamos.

-Estoy ansioso por empezar. –Me dijo. -Nada más de pensarlo, se me para la verga. –Lo empujé. Nos vimos y sonreímos.

-Me voy a bañar. –Me levanté y caminé al baño.

-Pediré algo para comer.

Entré y dejé que el agua caliente recorriera todo mi cuerpo. Pasé jabón por mi cabello, por mi cuerpo y lo limpié todo. El mareo seguía ahí aunque menos fuerte.

Luego de un rato, salí y me sequé. Rafa estaba acostado viendo la televisión. Me puse a su lado y cepillé mi cabello. Llegó la comida y los dos, desnudos, miramos la televisión y comimos.

El giro que tenía en ese momento mi vida, me estaba gustando. Lo tenía todo y nada me salía mal. Mi corazón estaba lleno de felicidad.

Se fueron las horas entre películas, comida, besos, caricias y llegó la noche. Pospusimos el sexo por el cansancio y dormimos a las 10pm.

Para las 10am nos estábamos levantando. Un baño más y para la 1pm, salimos a iniciar el juego con mi tía.

-El esposo de mi tía es el supervisor de tal empresa. Gana mucho dinero. Mi tía quería asegurar su futuro por eso decidió amarrarse a él. –Le dije, leyendo el mensaje que me había mandado Olga. –Tiene 2 hijos y una hija; la hija es la mayor con 27 años. Los muchachos tienen 25 y 24 años.

Agarramos el auto que habíamos rentado y salimos a la dirección de la empresa.

-Y así como es tú tía, ya se habrá cogido a los dos muchachos. –Dijo Rafa.

-No lo dudes. –Le dije y sonreímos. –Los tres muchachos trabajan en la empresa, dos están casados. La muchacha tiene un hijo y el de 24 años tiene un bebé. El de 25 tiene novia, aun no se casa.

-Muy bien. –Dijo Rafa. A los 20 minutos llegamos a la empresa. –Aquí es la dirección.

Miré el nombre de la empresa, era una muy conocida.

-Si es el encargado de esta empresa y en una ciudad así, mi tía ha de tener todo. –Dije al aire. Rafa habló pero no lo escuché. En mi mente imaginaba que algo así yo hubiera tenido en mi vida, algo legal, bueno. –Manos a la obra.

Para ese momento, me había arreglado muy formal. Traía una camisa blanca, un saco azul y un pantalón de vestir del mismo color. Abajo unas medias y unos tacones que hacían juego con mi ropa. En las manos traía una carpeta con papeles que no decían nada interesante.

Me despedí de Rafa dándonos un beso y salió del auto. Me subí al lado del conductor y manejé a la entrada. Me detuvo el guardia.

-Buenos días. –Me saludó.

-Buenos días.

-¿Motivo? –Me preguntó.

-Vengo de hacienda. –Dije segura de mis palabras.

-¿Puede mostrarme la credencial? –Preguntó. Me puse blanca, eso no lo esperaba.

-¿Mi credencial? –Dudé. Tardé en reaccionar. –Sí, permítame. –Fingí buscar en mi bolsa. -¿Dónde la dejé? –Debajo del asiento, en medio, atrás. –Oiga, me va a disculpar pero no la traigo conmigo, la habré dejado en el cuarto del hotel. –Y fingí una risa nerviosa.

-Sin sus papeles no la puedo dejar pasar. –Me dijo.

El señor tendría algunos 45 años, gordo y muy feo.

-Ando demasiado estresada, me han cargado mucho trabajo, es la quinta ciudad que visito y el tercer estado. Manejé cerca de 30 minutos para llegar aquí, me perdí. –Le dije, rogándole. –No he comido, no me haga regresar al hotel por favor. -Me vio seriamente.

-Sin una identificación usted no puede pasar. –Dijo a secas. –Hay un protocolo que seguir para hacienda.

-En verdad disculpe. Écheme la mano, no haga que me quede otro día en esta ciudad. Es la última y regreso a mi casa. –Le dije, suplicándole. –Tengo casi el mes fuera, sin ver a mi hijo.

-¿Tiene hijos? –Preguntó. –Se ve muy joven.

-Soy madre soltera. –Mentí. –Paso mucho tiempo fuera de casa, pero por estas fechas tengo vacaciones. Ando muy estresada por eso se me olvidó mi credencial. –Le dije. –En la empresa pasada se me olvidaron los papeles y tuve que regresar dos días después. –Terminé.

Se quedó un rato pensando.

-Solo porque es la trabajadora de hacienda más bonita que ha venido a esta empresa. –Me dijo.

-Muchas gracias, oiga. –Le dije. –En serio le agradezco bastante este gesto. Le prometo que para la próxima traigo todo en orden.

-Adelante. –Dijo y abrió la puerta. Pasé y busqué un estacionamiento. Tardé mucho en encontrarlo. Bajé y acomodé mi ropa. Me puse unos lentes de sol. En mi mano derecha agarré los papeles y en mi mano izquierda cargué mi bolsa personal.

En la puerta de la entrada a la empresa me esperaba un señor, me abrió la puerta y caminé detrás de él rumbo a la oficina del jefe.

-Viene de hacienda. –Le dijo a la secretaria cuando llegamos.

-Buenas tardes. –Dije, dibujando la sonrisa más hermosa que podía poner.

-Buenas tardes. –Me saludó la secretaria. La miré y era una señorita si no de mi edad, andábamos un año arriba o uno abajo una de la otra. Salió la persona y nos dejó a solas. –Tome asiento. –Me señaló un sillón que había en una esquina. -¿Gusta un café? –Preguntó.

-Sí, gracias. –Dije mientras me sentaba. Sin perder detalle, vi cómo se levantó y caminó hasta donde estaba la cafetera. Llevaba una minifalda un poco arriba de sus rodillas. Sus piernas eran hermosas, y llegaban a unas caderas chiquitas y una cintura pequeña. La curva que se le formaba era perfecta. Sus tetas eran chiquitas y su rostro hermoso. Cabello color café claro y su piel aperlada. -¿Hace cuánto tiempo trabaja usted aquí? –Pregunté.

-La pregunta trampa que todos los de hacienda hacen. –Me dijo volteando su cabeza y su mirada hacia mí. Sonreímos las dos.

No entendí su comentario en lo más mínimo. Pero ella lo dijo muy segura y, sin duda, algo relevante tenía que ver con el trabajo que en ese momento, fingía hacer. Se acercó y me dio la taza de café.

-Esto es algo fuera de mi trabajo, lo que pasa es que te veo… te puedo “tutear”, ¿Verdad? –Asintió viéndome con una hermosa sonrisa. –Te veo y eres muy joven. Si tienes mi edad, imagino que tienes poco tiempo trabajando.

-A mí me sorprende que trabajes en algo tan importante con tan corta edad. –Caminó hasta su escritorio y se sentó.

-Sí, me hace falta mucho recorrido. Por ejemplo, omitiré cualquier información que me digas ahorita. –Le dije.

-Y ¿Eso? ¿Porque? –Me dijo. Noté cierto tono de voz coqueto. Pero era una secretaria hermosa de una gran compañía y ese era su trabajo. Envolver a cualquier cliente en sus garras. Lo que no sabía, es que en el arte de envolver, yo tenía mucha más experiencia que ella.

-Digamos que te veo, y me veo en ti. –Le dije. –Así inicié hace algunos meses.

-¡Wow! ¿En serio? –Dijo sorprendida. –Y ¿Cómo le hiciste para subir tan rápido? –Me preguntó.

-Cualquier persona puede pensar que este trabajo es el mejor, el de tus sueños…

-Sí, andas viajando y te pagan viáticos y demás cosas. –Dijo, interrumpiendo. –Vacaciones pagadas.

-Sí, pero te quita mucho tiempo de calidad con tu familia. –Se hizo el silencio. –La paga es buena. Para la persona que está dispuesta a viajar, es un excelente trabajo. –Dije.

-Yo los veo y a mí me gustaría probar un año. –Dijo al aire. –Viajar, conocer… -Se le miraba mucha ambición en sus ojos. Como si estuviera soñando. “Caíste” , pensé.

-Hay que hacer muchos sacrificios. –Le dije. –Llegué a este trabajo haciendo cosas que solo las mujeres podemos hacer, y haciendo cosas con la gente indicada. –Me vio pero en ningún momento noté susto en su cara. “Es una mujer que está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere” . Hablé más directo. –Yo sé que me entiendes. Eres la secretaria del jefe por algo… -No terminé. Silencio.

Se acomodó en su silla.

-Te pido más respeto para mi persona. –Dijo. Aunque su voz no sonó molesta. Miró su computadora y empezó a trabajar. Sonreí por dentro.

Fingí estar revisando mis papeles. Agarré un papel y escribí mi número de celular. A los 30 minutos salieron dos personas de la oficina del jefe.

Ninguno de los dos era feo, para nada. Tenían un buen cuerpo, sin llegar a ser atléticos. Me recordaron al licenciado con el que trabajaba en la otra ciudad. “Espero no llegar a eso” , pensé cuando los vi.

Se dieron la mano para despedirse y rieron. El tipo que se estaba yendo pasó junto a mí y me saludó.

-Buenas tardes, señorita. –Me dio la mano. El saludo me tomó desprevenida y tiré el café. Cayó un poco encima de mí y lo demás al piso. –Disculpe, no quería despertarla de su sueño. –Me dijo.

Para mi fortuna, el café ya no estaba ardiendo. Me levanté.

-No se preocupe, error mío por estar distraída. –Dije.

-Ángeles, por favor llama a la de limpieza. –Le dijo el jefe a la secretaria.

-Sí, Dani. –Dijo la secretaria. Puso énfasis en “Dani”. –Señora, ¿Puede venir a limpiar la oficina del licenciado? Gracias.

-La pusiste nerviosa. –Dijo el jefe, el licenciado Daniel.

-Estaba en otras cosas, por favor discúlpeme. –Dije. Mis papeles se mancharon todos. –Que tonta soy. –Los tiré. Todo el alboroto me puso nerviosa.

-Tengo prisa. –Dijo la persona que me había saludado. –Los dejo con el problema que ocasioné. –Sonrió y salió.

-Por favor, Julia, deja todo ahí. –Me dijo el Lic. Daniel.

Y sin pensarlo, agarré mis cosas y salí rumbo a su oficina. Escuché que algo le dijo el Lic. A la secretaria y luego, cerró la puerta detrás de mí.

-Estas cosas pasan seguido. –Dijo el Lic. Rodeando su escritorio y sentándose. –Siéntese. –Me dijo.

-Sí, gracias. –Lo hice. –Chingada madre. –Dije, molesta. Mis planes se estaban poniendo en mi contra.

-No tienes por qué lamentarte. –Me dijo. –Esto se arregla rápido. Ahorita te escribo una carta donde pido disculpas por no estar presente.

-Y ¿Eso para que me sirve? –Pregunté. Me había metido tanto en el papel, que olvidé que no era de verdad una trabajadora. Esa pregunta estaba de más pero el coraje que me había invadido, hizo que me dejara llevar.

-¿Cómo que para qué? –Me preguntó extrañado.

-Disculpe, tan solo… -Dije. Dejé todo en el suelo. –Ando muy fastidiada, usted es mi última visita y luego tendré vacaciones.

-Entiendo, entiendo. –Dijo. –Tengo conocidos en hacienda de la ciudad. Sé que no te sirve, pero puedo pedirle de favor que reimprima mi papelería y me la traiga.

-¿En serio? –Pregunté, ya más tranquila.

-Pero a cambio, deberás aceptar mi invitación de ir a cenar. –Me dijo.

-No sé si sea correcto. –Le dije. –Soy casada y pues…

-Yo también soy casado, y así como yo no cargo con mi mujer, no veo que cargues con tu marido. Aparte es solo una cena. –Dijo al aire. Su voz tenía ese toque que tienen algunos hombres que hacen que caiga una mujer en sus redes. Ese poder ya no tenía efecto en mí, pero con el suceso que pasó, las cosas salieron mejor de lo que yo tenía planeado y era mi oportunidad.

-Sí claro, ¿Por qué no? Me hace falta relajarme. –Le dije y acomodé mi cabello detrás de la oreja.

-¿De dónde eres? –Preguntó.

-¿Por qué no dejamos el cuestionamiento para la cena? –Le dije. –Mejor deje ir a arreglarme para más tarde.

Se levantó. Lo hice después de él. “Que caballeroso” , pensé.

-¿En qué hotel estas hospedada? –Me preguntó. Le dije. –Mandaré una limosina a recogerte a tal hora. –Nos dimos la mano, agarré mis cosas y salí.

Me detuve frente a la secretaria.

-Ángeles. –Le dije. Volteó a verme. –Disculpa lo que te dije. No debí pasar la línea con una persona con la que no tengo confianza. –Su actitud seria no cambió. –Te diré una última cosa, si te interesa, a la hora que salgas de trabajar me hablas. –Le di el papelito donde tenía mi número. –Créeme, este mundo, ese que te gusta, está a tu alcance, pero es tu decisión.

Sin decir nada más, salí de la oficina y de la empresa. Fui a mi auto y me encerré. Grité de felicidad. El primer paso del plan había sido dado con éxito y sin mucho esfuerzo.

Encendí el auto y salí del estacionamiento.

-¿Todo bien? Señorita. –Me preguntó el guardia al pasar por su caseta. –Salió muy rápido.

-Sí, todo bien. El Lic. Se portó muy bien. –Le dije.

-Qué bueno que no tuvo problemas. –Me dijo. –Buen día.

-Buen día a usted. –Apenas salí, le marqué a Rafa. – ¡AMOR! –Le grité.

-Me asustas, tonta. –Me dijo. -¿Qué pasó?

-Salió todo perfectamente bien. –Le dije. –Necesito contarte todo, ¿Dónde estás?

-En un restaurante, cerca de donde me dejaste. Se llama… -Dijo el nombre.

-Muero de hambre, te caigo rápido. –Le dije. Colgué.

En menos de 5 minutos llegué al dichoso restaurante. Ordené unos tacos y mientras comíamos, le platiqué lo que había pasado.

-Entonces, es un puto de primera. –Me dijo Rafa. –Digo, con el poder que tiene, y el dinero, yo sería igual.

-Lo eres, sin dinero ni poder. –Le dije y sonreímos. –Hoy, en la noche lo convenceré para que no quiera alejarse de mí.

Nos dimos un pico. Seguimos en la plática y a la hora estábamos pagando y yéndonos. Arrancamos el auto para el hotel. Llegamos, estacionamos el auto y caminamos dentro del hotel rumbo al elevador tomados de la mano. Como la pareja perfecta que éramos.

-Ojala no llegué nadie para que esté solo el elevador, quiero chupártela. –Le dije en tono bajo. Solo me apretó la mano.

Se abrió la puerta y nadie llegó. Salieron un par de personas y entramos. Apenas se cerraron las puertas y nos empezamos a comer nuestras bocas. Mis manos rápido buscaron su pantalón; desabroché su cinto, su botón y de un jalón bajé su pantalón y ropa interior. Su verga erecta, me apuntó a la cara.

-Así me tienes desde que te dejé en la empresa. –Me dijo tomándome de la cabeza y empujándome hasta su verga.

Sin perder el tiempo, abrí mi boca y empecé un mete y saca rápido. Mi mano seguía el ritmo de mi cabeza. Piso 2. Saqué la verga y pasé mi lengua desde las bolas hasta la punta del palo que estaba totalmente húmeda y soltaba líquidos. Piso 3. Con una mano se la empecé a jalar y con la otra le sobé las bolas. Piso 4. Piso 5. Me cogió la boca, me daba profundo, no la aguantaba mucho y me la sacaba. “Hermanita, dichosa tú” , pensé.

Piso 6. Se abrió la puerta. Rápido me levanté, Rafa se volteó y se subió el pantalón. Nuestros movimientos no fueron lo suficientemente rápidos y dos personas, hombres, nos vieron. Los vi y les sonreí, nada apenada. Ellos me regresaron la sonrisa. Me mojé totalmente.

-Yo voy dos pisos arriba, ahorita le siguen. –Dijo uno de los hombres.

-Yo voy mucho más arriba, pero me puedo bajar donde él se baje. –Dijo el otro.

Rafa y yo los vimos, sonriendo y no dijimos nada. Los siguientes dos pisos fueron en total silencio. Llegamos y se bajaron los dos.

-Suerte, amigo. –Dijo el primero que subió.

-Gracias. –Respondió Rafa.

Apenas se cerraron las puertas, me bajé el pantalón con mi ropa interior, me incliné dándole las nalgas a mi novio. Este, me tomó de las nalgas, las abrió y de un golpe me la metió.

Gemí.

-Rico. –Le dijo. -¡Que rico! –Empezó a moverse y a moverme, tomándome de las nalgas.

Sentí sus piernas golpear en mis nalgas, sus manos apretándolas. Yo soltaba líquidos de a chorros y eso provocaba que empezarán a sonar nuestros sexos.

El elevador no detenía su rumbo. Perdí el piso en el que íbamos. De pronto se escuchó el sonido y se abrió la puerta. Volteé la mirada y miré a una señora avanzada de edad y una niña chiquita, parados, viéndonos.

-No… te… vayas… a detener. –Le dije entre gemidos. Mi orgasmo estaba cerca y con esa escena, estaba vuelta loca.

-Ni loco. –Dijo Rafa que no se detuvo ni un minuto.

Las puertas del elevador se empezaron a cerrar y yo no le quité la mirada a la señora, que había tapado los ojos de la niña pero no perdía detalle a nuestro espectáculo.

-¡CUANDO GUSTE LE PRESTO A MI NOVIO! –Le grité, rápido.

Varios pisos más arriba se volvieron abrir las puertas. Miré a dos personas, un hombre y una mujer, de entre 25-30 años.

Nos vieron paralizados. Dieron un par de pasos hacia el elevador y se metieron. Se pusieron frente a las puertas del elevador dándonos la espalda. Apenas se cerraron las puertas y me llegó un sentimiento enorme que provocó que me llegara un orgasmo. Grité de placer y me puse dura, y solté todo mi orgasmo. Gemí como loca.

Rafa no se detenía.

-Mija. –Le dije a la muchacha, tomándola de la mano y jalándola para que volteara. Volteó pero rápido nos dio la espalda. –Mija, cúmplele todo a tu novio, cógetelo como la mejor puta. Porque eres una puta, todas somos putas.

Rafa seguía moviéndome pero ahora lo hacía con más intensidad.

-No le hagas caso. –Escuché que dijo el hombre.

-Yo sé que a ti se te antoja que te hagan esto. –Le dije ahora al muchacho. –Es el sueño de todo hombre. –Me estiré y le di una nalgada.

-Soy su hermana, ¿Ok? –Me dijo la muchacha volteando a verme y enojada.

Reí al verla. Nos volvieron a dar la espalda.

-Eso se arregla rápido. –Les dije. –Te presto a mi novio, y tú me prestas a tu hermano. Estoy segura que mi novio sacará lo puta que hay dentro de ti y yo le cumpliré una fantasía a tu hermano.

Rafa empezó a gemir como loco y luego, se puso duro y se vació dentro de mí. Un empujón, luego otro, luego otro y descargó todo su semen dentro de mí.

Nos quedamos un piso así, luego nos separamos y nos pusimos la ropa. Nos vimos, nos abrazamos y no besamos.

-Que rico mi amor, gracias por esto. –Me dijo Rafa.

-A tus ordenes, bebé. –Dije. Nos recargamos en la parte de atrás del elevador. Miré como íbamos subiendo. Noté que estaban muy incomodos. –Oye, tú, cuando quieras coger ve a buscarme, estoy en la suite, numero tal. Y tú, si quieres distraerte un rato, te presto a mi novio. –Dos pisos más y bajaron. –Piénsenlo. –Les dije y se cerraron las puertas.

Silencio total. Subimos pisos hasta que llegamos a nuestro destino.

Entramos al cuarto. Corrí y me tiré en la cama, cansada, satisfecha, feliz.

-Me bañaré para la cita. –Le dije a mi novio que me miraba con una cara de perversión enorme. –Ojala estuvieras viendo todo lo que le haré al esposo de mi tía. Va a querer dejarla.

Le di las manos y se metió entre mis piernas, nos besamos.

-Me lo puedo imaginar. Te he visto actuar y sé de lo que eres capaz. –Me dijo. –Y con esa escena en mi mente, esta noche me la voy a jalar.

Lo empujé y entré al baño. Me desnudé y miré todo mi cuerpo. Detrás de mí, Rafa entró y nos bañamos juntos. Salimos después de un rato. Rafa se quedó desnudo, en la cama. Yo me arreglé.

A las 5pm, sonó mi teléfono. Miré y era un número que no conocía.

-¿Hola? –Respondí.

-Sí, hola. ¿Julia? –Respondió. –Habla Ángeles, la secretaria de la empresa.

-Hola Ángeles. ¿Cómo estás? –Pregunté.

-Agotada pero terminamos otro día. –Me dijo. –Imagino que tú descansando.

-Sí, bueno, preparándome para salir. –Le dije.

-¿Vas a salir con el Lic.? –Me preguntó de manera sospechosa.

-No, ¿Por qué preguntas?

-Saliste muy rápido de la junta y el Lic. Se fue temprano, diciendo que tenía un compromiso.

-¿Qué le conoces? –Pregunté sonriendo.

-Cosas que no te puedo contar por aquí pero sí con una copa. ¿A dónde vas a salir? Para alcanzarte.

-La verdad voy con un primo y su familia. A su casa. –Mentí. –Cena familiar, pero es algo rápido. Si quieres, nos vemos cuando termine.

-Si todavía es hora, me llamas y nos vemos. –Me dijo.

-Veo que estás dispuesta…

-Somos iguales, ¿No? –Me dijo.

-Te veo más tarde entonces, Ángeles. –Le dije.

-Cuídate.

Colgamos.

-¿Quién era? –Preguntó Rafa, divertido.

-Ángeles. Te hablé de ella en la comida.

-Una nueva víctima de nuestras aventuras. –Dijo Rafa.

-Sí, no te la jales mucho porque esta persona es muy ambiciosa y estoy segura que esta noche puedes cogértela. –Le dije. –Depende de cómo se den las cosas, tengo otros planes para ella.

-¿Qué planes?

-Ya sabrás más adelante. –Le dije y seguí arreglándome. Cuando estuve lista, miré la hora y eran las 6:30pm. -Me dijo que a esta hora estaría una limosina esperándome en la entrada.

Nos despedimos con un beso y salí sola del cuarto de hotel, como toda una puta.

Bajé. En la entrada me recibió un trabajador del hotel.

-Señorita Julia, la esperan. –Me dijo. Llevaba un ramo de rosas. –Es para usted, de parte del Lic. Daniel.

-Muchas gracias. –Dije. De pronto sentí mucha ilusión. “Tranquila Julia” , me dije. Caminé a la salida.

-Disculpe, señorita. –Escuché que dijeron. Volteé y era el administrador del hotel.

-Dígame. –Dije poniendo la sonrisa más hermosa que podía poner.

-¿Podemos hablar en privado? –Me preguntó.

-Claro. –Me llevó a su oficina. -¿Qué pasó?

-Hace rato vino una persona a quejarse por la actitud que tuvo una persona en nuestro hotel. Nos platicó lo que había pasado y revisamos las cámaras de seguridad y encontramos esto… -Me señaló un monitor y nos miré a mí y a Rafa cogiendo en el elevador. –Somos un hotel muy serio y responsable. Tratamos de cuidar la seguridad de todos nuestros inquilinos…

-Realmente me siento muy apenada. –Le dije, interrumpiendo.

-Mi gente me ha comentado que usted y su pareja llevan una vida llena de muchos…excesos. –Traté de hablar pero no me dejó. –Respetó lo que hacen las personas con su vida. Solo le pido que sea un poco más discreta con estas cosas, no toda la gente lo ve bien.

-Usted, ¿Cómo lo ve? –Pregunté con mucha excitación. –Es broma. –Le dije al ver que no respondió y se puso rojo. –Mi novio y yo hablamos en el cuarto sobre lo que hicimos, y con mucha sinceridad quiero pedirle una disculpa. Si hay algo que podamos hacer para…

-No se preocupe, solo le pido más discreción. –Dijo.

-Téngalo por seguro. –Saqué de mi bolsa $1,000 pesos. –Tenga, por el gesto tan bueno que tuvo con nosotros.

-No es necesario. –Dijo rápido.

-No se preocupe. –Le guiñé el ojo.

-El video lo borramos, esta es una copia que sacamos y le entrego el video. De seguro lo van a querer para su colección. –Estaba coqueteando conmigo.

-Sí, bueno… grabamos mucho e incluimos a muchas personas… -No terminé la frase y guardé el video. –Le agradezco mucho. –Le di la mano y salí de la oficina.

Para eso momento ya estaba caliente.

Temblando, salí del hotel y entré a la limosina. Estaba hermosa por fuera y por dentro. Tardamos en llegar al lugar porque el chofer me llevó a conocer la ciudad. Era hermosa.

Luego de 1 hora, llegamos. Estaba una persona esperando fuera, me abrió la puerta. Me recibió con una copa de vino. Me invitó a pasar al restaurante.

Si por fuera era hermoso, por dentro era increíble. Me llevó a través de mesas, pero cada mesa era un paisaje. Estaba llena de gente elegante. “Y yo que pensé que me había arreglado de manera exagerada” .

Me había puesto un vestido hueco de encaje, color negro. El vestido por el frente me llegaba a la mitad de mis piernas. De atrás, tocaba mi chamorro, casi mis talones. Mis tacones, eran del mismo color del vestido, y el cinto que los unía, subía hasta mis talones, hasta esa parte donde el vestido llegaba.

No me había puesto short abajo, solo traía una tanga.

Subimos las escaleras y llegamos al techo. Si la parte de abajo era hermosa, la de arriba era el cielo. Un sueño. Tenían una música que te envolvía y te relajaba. A pesar de estar fuera, el aroma era delicioso. Todo el techo estaba iluminado con una luz que si bien no era muy fuerte, podías ver a la perfección, todo.

Caminamos un par de mesas, y en un rincón estaba el licenciado Daniel. Me vio con una sonrisa y se levantó.

-Gracias. –Le dije a la persona que me acompañó. Caminó hasta mí el Lic, acomodó mi silla, me senté y caminó hasta su silla. –Gracias. –Repetí.

-¿Cómo estás? Julia. –Me preguntó.

Estaba tan concentrada en mi plan, que por un momento me perdí totalmente.

-¿Julia? ¿Cómo sabes mi nombre? –Pregunté y noté un poco de miedo en mi voz. Rápido me di cuenta de mi error. –Disculpa, me siento un poco rara haciendo esto.

-Haciendo… ¿Qué? –Me preguntó.

-Esto… -Empecé mi juego. Tartamudeé. –Salir a cenar con otro hombre que no sea mi esposo. –Le dije.

-No tiene nada de malo. –Me dijo con esa dulce voz que envuelve a cualquier mujer. –Solo es una cena que te invitó una persona para que te relajes luego de un día muy pesado de trabajo.

-La verdad es que necesitaba salir un poco, este trabajo me absorbe mucho. –Y añadí. –No solo cansancio físico, también mental. –Bajé mi cabeza apenada.

-Entiendo. Por eso fue mi invitación. Conozco como es tu trabajo y sé que muchos trabajadores necesitan salir y olvidarse de todo aunque sea por una noche. –Silencio. –Vamos a ordenar. –Le habló a una persona que rápido se acercó a nuestra mesa.

Se llevó mi copa de vino y nos trajo otra a los dos. No nos tomaron nuestra orden, pero en 10 minutos que transcurrieron rápido, nos trajeron una sopa.

Empezamos a platicar de mi trabajo, me hizo muchas preguntas. Yo ya iba muy bien preparada para responder cualquier pregunta. Yo también le hice otras tantas de su trabajo.

Terminamos la sopa y trajeron el platillo fuerte. El tiempo pasó y me di cuenta que el licenciado no solo era una persona muy agradable sino también muy culta. Me platicó de algunos viajes que hizo y los lugares que ha conocido. Le pregunté de su esposa (mi tía) y sus hijos. Me habló maravillas de su familia.

Al final, nos trajeron el postre. Estaba delicioso. La cena duró cerca de 2 horas, pero en ese momento estaba tan divertida y entretenida que no noté que el tiempo se pasó volando.

-¿Qué te pareció la cena? –Me preguntó cuándo retiraron todo.

-Todo fue perfecto, increíble. –Le dije con mucha sinceridad.

-Qué bueno que te gustó. –Dijo. –Bien. Toda la noche ha sido increíble, ¿No lo crees?

-Me la pasé muy bien.

-He sido sincero en todo lo que te he dicho. –Dijo. –Y ¿Tú? ¿Por qué no has sido sincera conmigo? –Su pregunta me tomó por sorpresa.

-¿Perdón? –Dije.

-Está claro que no eres trabajadora de hacienda. Eso lo supe desde que me habló el de seguridad para avisarme que habías llegado. Así no se hacen las cosas. –Dijo. –Miré tus papeles no decían nada sobre mis impuestos o los de la empresa.

-Discul… -Pero no me dejó terminar la frase.

-Pero quería saber cuál era tu propósito, porque llegaste a mí. Y no voy a juzgarte por nada de lo que me digas. –Dijo y terminó.

Antes de esto, pensaba que todo lo tenía en mis manos y que estaba saliendo a la perfección. Esto no lo tenía considerado, y la verdad es que no sabía que decir. “Si le digo la verdad, igual puedo acostarme con él pero ya no se daría ese juego rico que quiero” , pensé.

Si algo había aprendido de todas mis experiencias anteriores, era a tener destreza. Adopté una actitud segura y hablé.

-Te seré sincera, vengo de otro estado de la república.

-Eso lo noté por tu acento. Vienes de tal estado –Nombró el estado de donde era mi tía… y yo.

-Sí, soy del centro del estado. –Mentí para que no me ligara a mi tía. –No te mentí en lo de ser casada, lo soy y si mentí en todo lo demás. –Dije. Me miraba con atención. –La verdad es que una amiga me comentó que le fue infiel a su esposo con alguien… así como tú, importante, de dinero, con clase. Yo nunca he sido infiel pero cuando me comentó lo que vivió esa noche con la persona, fue algo mágico y me animó a hacerlo. Y aquí me ves. –No quitaba la mirada de mis ojos, y yo se la sostuve.

-Perfecto, entonces me dices que quieres ser infiel y quieres probar un poco lo que hace el dinero. –Asentí. –Y luego te vas a ir a tu casa y todo esto nunca ocurrió. –Volví asentir. –Una historia difícil de creer…

-Vine hasta acá porque no quería que nadie me conociera, quiero hacer todo con la mayor discreción posible. –Dije y se hizo el silencio. Estaba un poco nerviosa por el giro de las cosas y más nerviosa por la respuesta que me fuera dar. “Me descubrió y estoy segura que la historia no la cree” , pensé.

-Muy bien. –Dijo. –Entonces espero ser un amante perfecto. –Mi alma se cayó al suelo y me sentí muy tranquila.

-Hasta ahorita todo perfecto. –Le dije y estiré mi mano para tomar la suya.

-Aún falta mucho por hacer. –Me dijo. –La noche es joven.

-La verdad es que desde hace rato que estoy ansiosa por que me lleves a la cama. –Le dije y le tomé la mano. Rápido llevé mi otra mano a mi cara y me la tapé en señal de pena. -¿Qué estoy diciendo? –Y sonreí. –Hace un par de horas estaba con mi esposo y diciéndole que lo amaba y ahora mírame, estoy con otro hombre en otra ciudad…

-Tranquila. –Me interrumpió. –No te tortures de esta manera. Ahorita solo estamos tú y yo, vamos a disfrutarlo.

-Y ¿Si me arrepiento? –Pregunté.

-En caso de que te llegaras a arrepentir, te dejaría ir. –Me miró fijamente. –Pero en todo este momento que hemos tenido juntos, no he notado ni un poquito de duda. Estas dispuesta a hacer esto.

Le sostuve su mirada, y sin más, nos acercamos y nos besamos. “Por poco te pierdo, pero ya te tengo” , pensé.

Pagó la cena y nos fuimos. El aire me pegó y sentí mareo cuando salimos a la limosina. Dentro nos esperaba un vino con dos copas.

-Este vino es de los mejores vinos que existen. –Dijo, dándome una copa. La verdad era que estaba delicioso.

-Y ¿Qué tal pega? –Le pregunté.

-Luego de varias copas, se te quita la pena. –Me dijo. -¿Estás nerviosa?

-Para nada. –Le dije y bebí todo el contenido de la copa de un trago.

Tomó mi copa y la puso junto a la de él en la mesa que tenía la limosina.

-Si hago un movimiento extraño, ¿Sería muy rápido? –Me dijo mientras ponía una mano en mi pierna y la otra mano en mi cintura.

Fingí incomodidad, nervios, pero por dentro estaba húmeda y caliente. Sentí sus labios tocar los míos. Abrí un poco mi boca para que metiera su lengua que rápido entró. Oculté mi lengua. El lic la movía para todos lados. Despacio se la di a probar. La golpeó, jugó con ella. Sus manos acariciaban mi cintura muy rico. Me acomodé y me recosté en el asiento.

Me dejó de besar y se acomodó para ponerse encima de mí. Me vio y sonrió. Le sonreí. Le di mis manos para invitarlo a acercase a mí y nos besamos.

Sentí la limosina avanzar.

Sus manos rápido tocaron mis tetas y las apretaron. Empecé a gemir. Bajó a mi cuello y lo besó y mordió despacio. Lo levanté y le di un pico y lo detuve frente a mis ojos. Luego otro pico. Entendió lo que le quería decir y se levantó. Sirvió más vino.

-Porque esta noche sea la mejor de tu vida. –Dijo levantando la copa en señal de brindis. Levanté la mía y luego bebí un poco de vino.

-¿A dónde vamos? –Pregunté.

-Te llevo a conocer la ciudad desde mi perspectiva.

Miré que la limosina tenía quemacocos.

-¿Puedes abrirla? Quiero salir un rato… -Dije. Asintió. Miré como se abría despacio.

Luego con seguridad, me levanté y salí. Apenas me tocó un poco el aire y me sentí muy mareada. Con un poco de esfuerzo, me volví a meter y caí encima del lic Daniel, que me esperaba feliz. Sin pensarlo, nos besamos con desesperación.

Sus manos rápido buscaron mis tetas, y cuando las encontró, las apretó muy fuerte. Bajó a mi cuello y lo besó y mordió.

-Si papi, sigue así. –Le decía entre gemidos.

Me bajé de encima de él y me desnudé completamente. El lic hizo lo mismo y saltó su verga, sin una mata de bello, de tamaño un poco más grande que la de Rafa.

-Acuéstate. –Me dijo.

-No. –Le dije. Miré su expresión, estaba desconcertado. Me acerqué a él y le di un beso mientras lo masturbaba. –Primero quiero mamártela.

Se acomodó en el asiento, sin decir nada y yo me puse de rodillas frente a él. Su verga era hermosa, saqué mi lengua y la probé. Luego le di un par de golpes en la cabeza.

Puse mi lengua en sus bolas y desde ahí me levanté hasta la cabeza de su verga. Repetí el movimiento. Abrí mi boca, y me la metí. Empecé un arriba, abajo, lento.

Tantos años de práctica y tantas vergas que había tenido en mi boca, me hicieron darle el mejor trabajo que sabía hacer. Se la llené de saliva, pasé mi lengua dentro de mi boca. Me la comía toda, sin llegar a hacer el trabajo que hacía mi hermana.

No paré durante 10 minutos y el lic, no quería que parara. Estaba disfrutándolo. Y luego, sin más, recibí la lechita en mi boca que empecé a tragar con gusto. Cuando soltó la última gota de semen, dejé de mamársela y lo vi con una sonrisa.

-Espero que esto no haya sido todo. –Le dije mientras lo masturbaba.

-Esto no es ni el inicio. –Me dijo.

Me acosté en el piso de la limosina y me abrí de piernas, invitándolo a entrar. Me vio con una cara de pervertido. Sacó un condón y se lo puso. Luego, se acomodó encima de mí y su verga tocó mi cuevita.

Bajó a mi barbilla y la besó. Su verga, de un golpe, entró a mi panochita húmeda. Solté un gemido de placer.

Se quedó un rato sin mover. Besaba mi cuello y bajaba a mis tetas a morderlas. Levantó mi piernas a sus hombros, y empezó a moverse rápido.

-Más fuerte, más fuerte. –Le dije entre gemidos y dolor que me provocaban sus piernas cuando pegaban con las mías.

Su fuerza y potencia no disminuyó para nada luego de que me dio su lechita, al contrario, estaba muy duro y tenía una excelente condición. Sus embestidas no cesaron para nada.

Mis tetas se movían al ritmo de los movimientos que el lic Daniel hacía. Las apreté, una con otra para que se vieran más grandes. El lic, mientras seguía cogiéndome, se agachó a morder mis pezones. Gemí de dolor. Se levantó a besarme.

Soltó mis piernas y se puso de rodillas. Rodeé su cintura con mis piernas para no dejar que se separa. Solté mis tetas y me levanté un poco, agarrándome de su cuello. Nuestras bocas quedaron al mismo nivel y nos besamos. Luego de un par de minutos besándonos y cogiendo en esa posición, me separé y puse mis manos detrás, sacando mis pechos. Se agachó a besarlos y al minuto, tuve un orgasmo.

El lic se movió más despacio. Lo vi y me sonrió.

-¿Qué tal? –Me dijo, deteniéndose por completo.

-Eres un… excelente… amante. –Le dije entre gemidos.

-Espero que esto no haya sido todo. –Me dijo y reímos.

-Esto no es ni el inicio. –Dije y me lancé a besarlo.

Se separó de mí y se acostó boca arriba en el asiento. Agarró su verga y se empezó a masturbar. Me levanté y agarré un poco de aire.

Caminé como perrita hasta llegar a donde estaba acostado. No dejaba de masturbarse y su verga no perdía potencia. Besé sus piernas, subí a su vientre, luego agarré su mano y me metí un dedo a la boca, luego dos, y un tercero. Me levanté un poco más, agarré mi cabello y lo puse a un lado. Guie su mano a mi panochita y empezó a masturbarme. Yo me agaché, le quité el condón y me comí su verga.

Arriba, abajo, mis movimientos fueron rápidos. Sus dedos grandes sobaban encima de mi rajita, pero no entraron a mi cuevita.

Me saqué la verga de su boca y lo masturbé.

-Sí, así, dame más. –Mi cuerpo se volvió a encender. –Que bien usas los dedos. Dame, dame. –Mi panochita soltó líquidos.

Rápido me levanté, y me puse encima de él.

-Espera, el condón. –Me dijo.

-Que te valga madre el condón. –Le dije. Y sin darle tiempo de reaccionar, me clavé. Sentí como rozó la carnita dentro de mí. -¡Sí! –Gemí. Levanté mi cabeza y cerré mis ojos. Estaba disfrutando como loca de esa cogida. -¡Sí! –Repetí.

Empecé a moverme como mejor lo sabía hacer, movimiento solamente mis caderas. Me incliné y le di mis tetas en su boca.

Solo se escuchaban nuestros gemidos en la limosina que seguía avanzando. Por la ventana vi como pasaban los edificios, los autos, las personas. Y yo seguía clavándome en la verga del esposo de mi tía. Sentí tanto placer al darme cuenta de lo que pasaba. Me agaché y lo besé sin detener mis movimientos, pero ahora me moví arriba, abajo.

-Eres increíble. –Me dijo cuándo me detuve a agarrar aire. –Con esto que me has mostrado, se nota que eres una puta bien hecha.

-Soy tú puta, papi. –Le dije. Un pico.

-No, me refiero a que coges con otras personas. Que tienes una amplia experiencia en esto.

-No, para nada papi. –Un pico. –Todo es viendo porno y con mi marido. –Pico. Me moví lentamente, arriba, abajo.

-¿A poco nunca habías sido infiel? –Me agarró las nalgas y las apretó.

-Nunca. –Cerré mis ojos y me imaginé como entraba y salía la verga.

-¿Tú marido es el único que se ha comido a esta belleza?

-S.. s… No. –Contesté. El orgasmo estaba cerca. –Tuve un novio que fue el que me desvirgó. Y cuando terminé con él, una vez con dos amigos. –Le dije. Y de nueva cuenta, usé mi experiencia. “A los hombres les gusta esa fantasía” .

-¿Trío? –Preguntó.

-Sí… digo, no. Separados. –Estaba perdiéndome en la rica sensación que estaba a punto de tener.

-¿Cuál ha sido el mejor?

-Tú. –Le dije. Y sin decir nada más, flexionó sus rodillas, me levantó, abrió mis nalgas y empezó a bombearme fuerte y duro. Lo hizo como si supiera que mi orgasmo estuviera cerca.

No tardé mucho en tener el segundo orgasmo. Reí de placer, de cansancio. Estaba satisfecha. Los embistes del lic cesaron y caí en su pecho. Estaba agitada.

-Que rica estás, preciosa. –Dijo besando mis mejillas.

-Y ¿Yo soy la mejor? –Le dije, agitada.

-Eres la mejor, la más buena y la más hermosa. –Me dijo.

-Eso le has de decir a todas.

-No todas las que me buscan son casadas y me buscan para ser el sancho de su marido. Eso te hace especial.

-Eres increíble. –Le dije. Me levanté y nos besamos. Sus manos acariciaron toda mi espalda.

-Y mi t… -Me detuve. Por poco cometía un error que echaría a perder todo. - ¿Mi comadre? ¿Qué tal lo hace?

-En la cama me hace de todo.

-¿Todo? –Pregunté. Recordé a mi tía, ella era como yo así que sin duda lo volvía loco en el sexo.

-En pareja, todo. –Me dijo. –Es del mismo estado que tú, pero de otra ciudad. Estoy empezando a pensar que las mujeres de ahí les encantan la verga. –Reí.

-Y si es buena para coger, ¿Por qué buscas a otras mujeres?

-Es vieja, y como viste, en mi trabajo tengo tanto poder que puedo conseguirme a jovencitas. –Dijo.

-Imagino que te estás cogiendo a tu secretaria. –Le dije.

-Sí. –Asintió. Besó mi cuello. –Pero es muy apretada. Lo hace por compromiso y no por gusto, pero está muy buena. –Siguió con mi cuello. Cerré mis ojos.

Escuché música fuera. Levanté mi vista y miré por la ventana un auto, convertible lleno de jóvenes. Bailaban y al parecer bebían. Gritaban.

Saqué la verga de mi panocha y me levanté. Me llegó un impulso de locura y calentura, me puse debajo del quemacocos, miré al lic y le sonreí. Luego, saqué mi cabeza y mis pechos y les grité.

-¡OIGAN! –Y se los mostré, agarrándomelos. Festejaron. Brinqué y las tetas saltaron a mi ritmo. Los muchachos no me quitaban la mirada de encima. Las mujeres aplaudían. Sentí unas manos en mis piernas, luego en mis nalgas. Solté líquidos. El auto de los muchachos se movió al ritmo de la limosina. -¡AQUÍ ABAJO ESTÁ UNA PERSONA QUE ME ESTÁ COGIENDO Y ME ESTÁ METIENDO LA VERGA BIEN RICO! –Les grité. Por la música no me escuchaban. Ellos seguían en lo mismo.

La limosina dobló en una esquina y los muchachos siguieron un camino diferente. Levanté la cabeza, cerré mis ojos y estiré mis brazos a los lados.

-¡EL MUNDO ES MÍO! –Grité.

Me metí a la limosina y caí en las piernas del lic, su verga se metió entre mis nalgas. Rapido me levanté y se la agarré, llevándola a la entrada de mi cuevita. La tocó y sin esfuerzo, resbaló. Me agaché totalmente poniendo mis manos en el piso de la limosina y empecé a darle brincos.

-Sigue así, sigue así. –Me dijo, tomándome de las nalgas. –Me voy a venir.

-Vacíate dentro de mí. –Estaba totalmente satisfecha y solo quería hacerlo terminar una segunda vez.

-Sí, al pendejo de tu marido le voy a mandar una mujer llena de leche y embarazada. –Me dijo.

-Sí… lléname, lléname. –Le dije.

Sentí como se puso duro, me levanté y le cubrí toda la verga. Sentí semen escurrir por mis nalgas. Gemí. El lic también gimió. Me agarró de las tetas y besó mi espalda.

-Eres una mujer realmente increíble. –Me dijo. –Como quisiera que no te fueras.

-Mi amor, pero tengo que irme. Tengo que atender a mi marido. –Dije.

-Y a tú hijo, lo sé y te entiendo. –Me daba ricos besos.

-No tengo hijos, todo fue parte del papel que desempeñaba.

-Entonces quédate. –Me dijo. –Te pago el tiempo que desees quedarte, te daré todo. Quédate ya sea un día o dos.

-Papi, si sigues con esos besos, acabarás convenciéndome. –Le dije gimiendo.

-Quédate. –Insistió. -¿No me digas que no disfrutaste?

-Fue el mejor sexo de mi vida, pero, ¿Qué le diré a mi esposo?

-Háblale. –Dijo. –Muevo algunos contactos y dile que viniste a esta ciudad a realizar unos trámites de un nuevo trabajo, yo te consigo llamadas, papeles y todo eso para que sea real y no sospeche.

-Parece una buena mentira y convincente. –Dije.

-Bueno, háblale y quédate un mes conmigo. –Sentí su verga flácida.

-Está bien, papi. Lo haré. Llévame a mi hotel y de ahí le hablo y a partir de mañana seré solo tuya. –Volteé como pude mi cabeza y lo besé. –Pero, con una condición.

-¿Cuál? –Preguntó.

-El tiempo que me quede contigo, no quiero que veas a otras mujeres más que a mí. –Dije y añadí. Y claro, a tú mujer, para que no sospeche.

-¿Por qué no? Sé cuidarme.

-No es eso, quiero que estés disponible para mí a la hora que yo desee. –Se hizo el silencio un rato. –Te aseguro que tendrás el mejor sexo de tú vida.

-Bien, de acuerdo. –Dijo. Agarró un teléfono que había junto a la puerta. –Llévanos al hotel de Julia. –Dijo y la limosina salió rumbo a mi hotel.

Continuará.