Mis fantasías sexuales (2) En el rancho...

De pronto, estaba siendo penetrada por el aparato sexual del caballo. Sentí como me abría, como nadie lo había hecho y me partía en dos. Grité, loca del placer, del dolor.

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Durante el camino, no solté mi teléfono.

Avisé a Carlos, el que me ayudaba a dirigir la ciudad, que me ausentaría unos días porque iría arreglar unos asuntos.

Luego le hablé a mi mano derecha y le dije que fuera con mi hermana Olga. Les di instrucciones de que quería que en estos días que me ausentaría, él estuviera a cargo de Andrea y la niña de la secundaria y sus hijos.

Todos aceptaron sin chistar.

Rafa, reclamando un poco de que no podía faltar a su trabajo, alegó. Pero unos besos y unas cuantas palabras sobre dinero, lo hicieron cambiar de opinión.

No habíamos avanzado ni dos horas cuando Rafa se detuvo en un motel en la salida de la ciudad vecina. Nos hospedamos y salimos a comprar ropa.

Nos tomamos medio día. Casi para oscurecer, regresamos al motel.

-Vamos a arreglarnos rápido para ir a cenar y salir un rato a caminar. –Dijo Rafa.

-Vamos a bañarnos juntos. –Le dije. Me le acerqué y rodeando su cuello con mis manos, le di un beso.

Puso sus manos en mi cintura y rápido las bajó a mis nalgas. Me cargó y caímos en la cama, yo encima de él. Nuevamente nos besamos. Sus manos subieron a mis tetas y las apretó con mucha fuerza. Dejé de besarlo y le di besos por toda la cara, luego bajé a su cuello. Volví a subir a sus labios.

Me levanté y me puse enfrente de él. Le sonreí. Me regresó la sonrisa. Empecé a desvestirme despacio, dándole un espectáculo mientras lo hacía; mis caderas se movían de un lado a otro. Mis manos acariciaban cada parte de mi cuerpo. Lo hice hasta quedar en ropa interior. Y con el dedo pulgar lo invité a pasar conmigo al baño.

Entré. Me puse frente al espejo y me quité mi brassier y mi tanga. Me miré de pies a cabeza. Mis tetas ya no eran aquellas hermosas tetas que estaban enormes, bien redondas, duras y paradas. Estas que tenía ahora me colgaban mucho y su gracia se había ido. “Tendré que operarlas” , pensé.

Mi cintura estaba hermosa, la curva se formaba bien hasta mis caderas. Y las nalgas que tenía se habían hecho más grandes, más paradas, más redondas y más esculturales. Mi cabello largo, llegaba a la mitad de mis nalgas. Las besaba rico. Y las clases de maquillaje que me había dado la vida, hacía que me viera hermosa. NOTA: EN ESTE PUNTO YO YA HABÍA PERDIDO TODA MI HUMILDAD EN CUANTO A MI CUERPO SE REFERÍA.

Mi cuerpo se miraba perfecto. Todo el ejercicio y dietas, me habían dado fruto. Y estaba orgullosa.

Me llegaron unas ansias enormes por empezar estas “vacaciones” que sin planear, iba a tener con Rafa, mi amor. Quería ver todo lo que había aprendido el amor de mi vida mientras no estuve con él y sobre todo, quería enseñarle lo que yo había aprendido. Quería que viera la clase de mujer que tenía.

Por el espejo, vi que entró totalmente desnudo. Instintivamente, levanté mis nalgas y adopté una actitud coqueta. Lo volteé a ver con una mirada llena de lujuria que lo invitaba a acercarse.

Se acercó, puso su verga en medio de mis nalgas y sus manos en mis tetas. Empezó a moverse, su verga bajaba y subía entre mis nalgas, mientras apretaba mis tetas. Acompañó sus movimientos y caricias con besos en mis hombros, subía a mi cuello y en ocasiones besaba mi espalda. Gemí de placer.

Subí mis manos para acariciar su cabeza. Se plantó en unos de mis hombros y me mordió.

-Despacio, amor. –Le dije al sentir la mordida. No me respondió. A los 5 minutos yo estaba ardiendo, estaba mojada y necesitaba a mi hombre. –Métemela. –Le dije.

Se separó de mí. Por el espejo vi que abrió un condón. Mis nalgas empezaron a bailar frente a su verga. Luego sentí sus manos en mis nalgas, en mis caderas y aplicó fuerza para no moverme. Su verga se abrió paso por mis nalgas. Solté líquidos. Empujé hacia su verga y, mi panocha quedó justo en la cabeza de su verga.

Empujó lento, entró la cabeza, luego su palo rozó las paredes de mi panocha. Gemí. Cerré mis ojos para imaginar la escena desde otro ángulo: estaba empinada y Rafa me la estaba metiendo. Lentamente, se movió. Atrás, adelante. Agarramos ritmo. Mientras me la metía, acariciaba mis nalgas y me daba nalgadas. Subió una mano a mi espalda y la recorrió de arriba, abajo.

-Que hermoso tatuaje tienes. –Me dijo.

-Me lo…hice ahí para que los… los… hombres lo admiraran mientras me tienen… en esta posición. –Dije entre gemidos.

-Y ¿Lo han visto muchos? –Y su pregunta me calentó a millón. Este juego era el que me gustaba demasiado y Rafa lo quería jugar conmigo.

Levanté mi cuerpo y lo pegué al suyo. Sentí su verga rozarme de manera más rica. Me llegó el orgasmo.

-S… s… sí. –Dije entre gemidos. –Muchos… han visto mi… tatuaje mientras me cogen de… perrito. –Rafa seguía cogiéndome y no aflojaba. Yo descargaba mi orgasmo y no tenía intención de parar. –Dame más. –Dije. Se movió más rápido. Sus piernas golpeaban fuerte mis nalgas. –De hecho… -Agarré aire. –El mismo día que me lo hice, me la metieron por el culo.

Rafa me inclinó y me tomó de los hombros. Ahora sus embistes fueron más fuertes, más duros, más profundos. Grité de dolor, de placer.

-¿Te gusta que te la metan por el culo? –Dijo y su voz cambió. Ahora estaba llena de morbo.

-Me encanta que me lo rompan, que me lo llenen de leche, papi. –Dije.

No pasó mucho tiempo cuando se separó de mí. Volteé intuyendo lo que deseaba y me puse de rodillas. Rafa ya se había quitado el condón y se masturbaba apuntando su verga hacia mí. Quité su mano y la tomé con la mía. Lo masturbé mientras le chupaba sus bolas. Luego, me la comí hasta donde pude.

Me quitó y apuntó directamente su verga a mi boca. La abrí y recibí con gusto todo el semen de mi novio. Tragué con gusto hasta la última gota. Cuando terminé, me metí su verga para limpiársela. Luego me levanté y nos besamos.

-Te amo. –Le dije.

-Te amo. –Me dijo. Sonreímos.

Lo tomé de la mano y nos metimos a bañar. Bajo la regadera hubo besos, caricias.

Salimos del baño y nos arreglamos. Nos vestimos de manera muy casual. Fuimos a cenar y a caminar por los lugares donde había más gente. Realmente no era un lugar muy atractivo para salir pero era lo que había en ese momento.

Para las 10pm regresamos al cuarto del motel y terminamos en la cama cogiendo. Esa noche le mostré como cabalgaba y lo hice venir varias veces. Quedó fascinado con mi técnica.

Para las 3am dormimos.

A la mañana siguiente desperté a mi novio con una mamada y recibí mi desayuno en la boca. Y para medio día agarramos carretera.

Yo iba vestida con un short de mezclilla que me llegaba a la mitad de mis piernas, una blusa ombliguera y tenis. Abajo traía ropa interior color amarilla. Me puse mis lentes y me recosté en el asiento del copiloto. Cerré mis ojos y me dormí.

Me desperté luego de un rato. El sol seguía fuerte. Rafa había parado a la orilla de la carretera. Me levanté asustada y no lo vi. Luego salió de entre unos árboles. Puse atención y alrededor no había nada más que árboles y sierra. Vi el reloj y no había dormido más que algunas dos horas.

-¿Dónde estamos? –Pregunté.

-Según yo, estamos en tal lugar. –Dijo. –Debemos estar como a dos horas de la siguiente ciudad.

-Llegaremos todavía con luz. –Asintió.

-No te quise despertar. –Me dijo. -Atrás había un rancho pero se miraba hermoso por los arboles de fruta que había. –Me dijo.

-Llévame a verlo. –Dije mientras hacía pucheros.

-Fue hace como 40 minutos.

-Si me llevas, prometo compensártelo cuando lleguemos a la ciudad. –Le dije. Pasé mis manos alrededor de su cuello y lo besé.

-No querías llegar con luz a la ciudad… –Sentí sarcasmo en su voz.

-Es lo malo. –Le dije separándome de él y volteándome. Quedé de espaldas. Puse mis manos en mi cintura y fingí enojarme. Me volteé rápidamente y me le fui encima, abrazándolo de su cuello. –Pero como eres mío y me cumples lo que quiero y ahorita quiero ir a ver el rancho, quiero que me lleves. –Un pico. Sonrió.

-No puedo resistirme a tus encantos. –Me dijo sonriendo. Un pico más y subimos al auto. Dio la vuelta y regresamos.

El camino se me hizo larguísimo. Pensé que nunca llegaríamos. Puse atención y pasamos por varias casas, unas abandonadas y otras habitadas. Todo era monte, mezquites, arboles, sierra. No me perdía de nada en caso de dormir.

-¿Cuánto falta? Amor. –Le dije, media desesperada.

-Unos 10 minutos. –Me dijo. –Te va a gustar, estoy seguro. –Me dijo. No respondí. Luego de un rato. –Ahí está, mira. –Señaló hacia la sierra.

De lejos alcancé a notar demasiados árboles, pero no se distinguía nada más.

-¿Es todo? Todo eso lo vi durante el camino. –Le dije.

-No te precipites, solo te digo donde está. Más adelante hay una entrada, vamos para allá. –Avanzamos unos metros más y vi un anuncio donde decía el nombre del rancho.

-Ha chingado, tiene nombre… -Dije al aire.

-Todos los ranchos de por aquí tienen nombre. –Me dijo. El auto recorrió un camino recto hasta que llegó a una “S” y al pasarlo seguimos el camino recto. Mientras nos acercábamos, podía ver mejor el lugar.

El rancho era enorme, de lejos no se miraba lo que en realidad era. Los arboles no eran tan altos como imaginé pero eran muchísimos. Estaban en filas.

Llegamos hasta la barda que rodeaba el rancho. Ahí pude ver mejor la belleza de la que hablaba Rafa. Eran árboles frutales y estaban organizados por fruta.

Bajé del auto hipnotizada y me acerqué a la barda. La fruta estaba madura, y brillaban del color que eran. Se miraban así porque cerca de los arboles había en el suelo una máquina que regaba los árboles. Y debajo de los arboles daba buena sombra.

La entrada estaba cerrada pero fácilmente uno podía brincarse la barda.

-¿Qué lugar es este? Es hermoso. –Dije. –Parece el paraíso.

-Lo sé. –Dijo Rafa poniéndose a lado de mí. Me tomó de la mano.

Estuvimos admirando un rato el rancho y sus árboles. Al fondo se miraba una casa, pero no se distinguía bien.

-Y ¿Si entramos? –Pregunté. Lo miré con una sonrisa.

-Está cerrado, aparte es propiedad privada. No sabemos quién es el dueño. Quizá sea alguien peligroso. – “Yo soy peligrosa” , pensé.

-No pasa nada, solo entramos y agarramos una fruta. –Le dije y sin pensarlo, empecé a escalar la barda. La brinqué y caí del otro lado. Miré a Rafa que seguía sin subir. –Vente.

Caminó hasta el auto y lo estacionó a un lado de la entrada. Corrí y me metí entre los árboles. El olor era hermoso, olía a naturaleza, a limpio. A lo lejos escuché caballos, cerdos, gallinas y demás animales.

Escuché pasos detrás de mí y vi a Rafa que venía corriendo. Emocionada, corrí lo más rápido que pude pero Rafa me alcanzó y abrazándome, me tiró al suelo. Caímos entre el pasto. Sonreí.

-Hace mucho que no me sentía tan libre. –Le dije. Lo vi y me miró. Se puso encima de mí y nos besamos. Abrí mis piernas y se metió entre ellas. Empezó a moverse. Subió una mano a mis pechos y los acarició. Sentí una erección, y me mojé rápidamente. –Aún lado. –Le dije, empujándolo.

Me levanté y me acerqué a un árbol. Estiré la mano y agarré una manzana.

-Eva. –Escuché a Rafa decir. –Solo te falta estar desnuda para ser completamente Eva.

Sin pensarlo, me quité todo rastro de ropa. Abrí la boca y mordí la manzana.

-Y ¿Dónde está Adán? –Le pregunté. No tardó mucho en quedar desnudo. Su verga apuntaba al cielo. Me pegué a un árbol, Rafa se pegó a mí. Sentí su verga en mi vientre. Llevé la manzana a su boca y la mordió.

-Estamos pecando, Dios dijo que no comeríamos de este árbol de manzanas. –Dijo.

-Si ya pecamos, entonces hay que seguir haciéndolo. –Dije. Me acosté boca arriba y abrí mis piernas. –No le hagas caso a nuestro padre. Sin dejar de verme con esa mirada lujuriosa, Rafa se puso encima de mí, con sus brazos a lado de mi cabeza. Su verga tocaba la entrada de mi panocha. Sentí su humedad y yo me mojé más. -¡Ya! Hazlo. –Le dije tomándolo de las nalgas y empujándolo hacia mí.

Entró y resbaló fácilmente dentro de mi panocha. Se quedó un rato dentro de mí. Gemimos. Acaricié su cabeza, besé sus hombros, su cuello.

Se levantó y empezó un mete y saca lento. Vi su hermosa carita y lo acerqué para besarlo. Nuestras lenguas se golpeaban, entraban hasta la garganta y salían. Nuestros gemidos se hicieron más intensos.

-Móntame. –Me dijo luego de unos minutos de estar encima de mí.

-No. –Le dije y rodeé su cintura con mis piernas. –Soy Eva, no puedo estar arriba. Me hicieron para estar debajo de ti, Adán. –Le dije. Miré la cara de asombro de mi novio, sonreí. –Tonto, estamos en el Edén. –Le dije. Y quitando su cara de asombro, siguió dándome.

Pasaron los minutos y el juego se tornó aburrido. No había mamadas, no había variedad de posiciones. Rafa no se había venido y yo solo había tenido un orgasmo pero aburrido.

-Buenas tardes. –Escuché una voz. Rafa rápido de salió de mí y se tapó con la ropa. Yo con toda naturalidad volteé a ver hacia la voz. -¿Quiénes son ustedes? –Nos preguntó.

Miré a la persona, de entre 40-50 años. Gordo. Vestía como todo un típico ranchero. Lejos de asustarme la persona, lo miré como una oportunidad. “Un trío” , pensé. Me recargué en mis codos y lo vi de pies a cabeza de manera coqueta. Me miró fijamente y sentí su deseo.

-Estamos de viaje, vimos este lugar y pasamos a conocerlo. –Dijo Rafa, rápido.

Rafa me lanzó la ropa y sin mucha prisa empecé a vestirme, no sin antes darle un espectáculo a nuestro anfitrión; me puse la tanga y el brassier de manera sensual, cuando me puse el short le sonreí y él, me regresó la sonrisa. “Lo tengo” .

-Es propiedad privada, no pueden estar aquí. –Dijo fuerte y claro. –Y menos estar haciendo estas cosas.

-Discúlpenos. –Dijo mi novio.

-Tiene un lugar muy hermoso, la verdad es que nos llamó mucho la atención. Lugares así no se ven donde sea. –Dije media coqueta. –Y usted sabe, uno cuando es joven quiere dejar marca donde sea. –Y añadí. –Discúlpenos, si hay algo que podamos hacer para ganarnos esa disculpa, digamos y con gusto lo haremos.

Vi como salieron llamas de los ojos de aquella persona.

-No pasa nada. –Dijo en tono más tranquilo. –Es un lugar muy hermoso y entiendo que quieran conocerlo. Acompáñenme para darles una vuelta por el lugar.

Rafa me miró.

-Llevamos un poco de prisa. –Dijo mi novio.

-No seas grosero, vamos aceptar la invitación del señor. –Dije viendo a Rafa. Luego miré al señor y le sonreí mientras ponía mi cabello detrás de la oreja. –Cuando llegamos escuché caballos. ¿Tiene establos?

-Claro. –Respondió.

-¿Por qué no nos muestra los caballos? –Dije moviendo mi cuerpo de un lado a otro sin dejar de sonreírle.

-Síganme. –Durante el camino, Rafa entendió mi juego y me dio mi espacio.

Rápido llegamos a los establos. Estaba cerca de donde estábamos.

-Que bonitos caballos. –Dije en cuanto los vi.

-Los trabajadores se esfuerzan en mantenerlos siempre en perfectas condiciones.

-¿Cómo se trata a un caballo? –Pregunté. Nos acercamos a uno. Rafa tomó distancia y se sentó en una llanta que estaba en la entrada.

-Cepillando el cabello, dándoles comida especial para ellos, sacándolos a correr… –Dijo.

-Imagino que también tienen su dosis de sexo. –Dije interrumpiendo. El señor, distraídamente, acariciaba al caballo.

-Sí, tenemos yeguas y los sacamos a aparearse. –Dijo.

-Aparear, esa es la palabra. –Dije. -¿Puedo acariciarlo? –Pregunté.

-Adelanté.

Me estiré pero no alcancé. Me metí entre las tablas y el señor, me puse de puntitas y estiré la mano para alcanzar al caballo. Toqué la entrepierna del señor con mis nalgas, que, en cuanto sintió mis nalgas no se movió para nada.

Distraídamente yo me movía para acariciar al caballo, pero mi intención era mover mis nalgas en su paquete.

-Se siente muy bonito. –Dije en doble sentido. No dijo nada. – ¿Este es macho? –Volteé a verlo y lo pesqué viendo mis nalgas. Rápido levantó la mirada.

-Es… una… yegua... –Dijo nervioso.

-¿Sabe montar? ¿Ha montado yeguas? –Pregunté volteando mi cara hacia la yegua.

-S… sí, desde chico aprendí a montar. –Dijo.

-Y ¿Usted cree que pueda montar una yegua como yo? –Volteé y vi como abrió sus ojos sorprendido. Su paquete ya se había marcado por encima de su pantalón y mis movimientos ya no eran escondidos o inocentes, sino que movía mis caderas de arriba, abajo.

-Señorita… pero…

-No diga nada. –Le dije. –No se preocupe por mi hombre, yo quiero coger con usted. –Le dije.

-Pero… yo… no sé… -Tartamudeó.

-¿Le da pena? Que no le dé. Mi novio quiere que usted me coja aquí mismo y él vernos.

-Pero…

-Lo deseo. –Dije. –Me voy a voltear y me voy a poner de rodillas. En ese momento usted tendrá 10 segundos para bajarse el pantalón, si no lo hace, nos iremos y usted va a desaprovechar la oportunidad.

Y todo pasó en un instante: Me volteé y me puse de rodillas frente al paquete del señor. El caballo vecino a la yegua se alboroto y empezó a relinchar como loco, la yegua detrás de mí hizo lo mismo. El señor me miró en aquella posición y dudó un par de segundos, luego, hipnotizado, se llevó las manos a su cinto y lo desabrochó. Se bajó su pantalón y ropa interior y ante mí apareció una verga de tamaño promedio en forma de plátano.

Sonriendo, por mi triunfo, la tomé en mis manos y abrí la boca para comérmela. Inicié un mete y saca hasta la mitad de la verga. Me movía lento, despacio y la llenaba de saliva. El señor me tomó de la cabeza y con poca fuerza me empujó hacia él, pero siempre respetando mi movimiento.

-Así, sigue así. –Me dijo.

Me la saqué de la boca y empecé a masturbarlo mientras pasaba mi lengua por todo el palo. Desde las bolas, subía hasta la punta. Por un lado, por otro lado.

Escuchaba a los caballos vueltos locos.

-¿Por qué se portan así? –Le pregunté mientras lo masturbaba.

-Porque han de sentir que estás en celo. –Me dijo.

“Mi calentura es tanta que la sienten, también mi entrepierna ha de oler de tan mojada que ando” , pensé

-Desnude a su yegua. –Le dije levantándome. Se quitó su pantalón y luego llevó sus manos hacia mí. Empezó con mi short que no batalló en quitarlo. Luego levanté mis brazos y sacó mi blusa. Me quité el brassier y mis tetas cayeron.

Rápido el señor bajó a chuparlas mientras metía dos dedos en mi cuevita haciendo a un lado mi tanga. Jugaba con mis pechos, mi cuello, subía a besarme. Su mano apretaba con fuerza y brusquedad mis enormes tetas.

Miré a mi hombre, estaba sentado en la llanta con su verga de fuera y masturbándose. Nos miraba con una cara de perversión enorme. Le sonreí y me regresó la sonrisa perversa.

Con un poco de fuerza, me volteé y me agaché hasta la última tabla de la puerta donde estaba encerrada la yegua. Levanté mis nalgas en señal de que quería y necesitaba verga.

-Amor, dale un condón al señor. –Le dije.

Escuché los pasos de Rafa viniendo y luego alejarse. El señor abrió el condón y luego de un rato, sentí como me hizo a un lado la tanga y me la metió. Y como se había hecho costumbre, no batalló en entrar.

Rápidamente inició un mete y saca, moviéndome de las caderas. El ambiente me excitó bastante. El simple hecho de ver a los animales alborotados por mí, provocó un orgasmo tempranero. Cerré mis ojos y me dediqué a disfrutar de los embistes que me daba aquel señor.

Entre tanto ruido alcancé a escuchar el sonido que hacía mi panocha que tan mojada que andaba. Estaba gritando de placer mi entrepierna.

Perdí la noción del tiempo. Abrí mis ojos y miré el tronco que le colgaba al caballo vecino de la yegua. De pronto, estaba siendo penetrada por el aparato sexual del caballo. Sentí como me abría, como nadie lo había hecho y me partía en dos. Grité, loca del placer, del dolor.

Y tuve otro orgasmo, demasiado intenso.

Desperté de mi fantasía al oir la voz del señor.

-Me vengo. –Le dije. Se salió y vació toda su leche en mi espalda.

Quedé agotada. La fantasía había sido deliciosa. “Pero nunca, nunca lo haría con un animal” , pensé. Luego de un par de minutos, agarré fuerzas y mi ropa. El señor ya estaba vestido.

Nuevamente, con naturalidad, me tomé mi tiempo para vestirme. Me olvidé de Rafa un rato. Me vestí y me tomé mi tiempo para agarrar aire y seguir sintiendo rico. “Me cogió muy rico” , pensé.

Pasaron cerca de 10 minutos y vi a Rafa parado en la entrada del lugar. Me vio sonriendo y yo lo amé aún más.

-Nos tenemos que ir. –Le dije al señor que no se había separado de mí ni un minuto. –Lléveme a mi auto. -Lo tomé de la mano. Rafa se había adelantado y estaba arriba del auto. –En cuanto me deje en el auto, agradézcale a mi hombre.

-¿Qué le digo? No sé. Me da pena mirarlo a la cara después de lo que hice.

-Agradézcale por haberle prestado a su mujer. –Le dije. Silencio.

Llegué, el señor me abrió la puerta y entré. Cerró la puerta.

-Muchas gracias por el gesto que tuvo conmigo, don. –Le dijo el señor a mi novio.

-No hay problema, espero que lo haya disfrutado. –Le dijo Rafa.

-Espero que se repita. –Dijo el señor.

-No se volverá a repetir. –Le dije. –Pero… -Me quité mi short y luego mi tanga. Se la di. –Tómela, como recuerdo.

La agarró el señor, y la olió. En eso, a lado de nosotros se detuvo una camioneta hermosa, del año.

-¿Qué pasó? –Le dijo el señor que la iba manejando al señor que momentos antes me había cogido.

-Nada patrón, unos turistas que vinieron a ver el rancho. Ya ve que llama la atención. –Le dijo el señor que me había cogido al de la camioneta.

-Bueno, ábreme la puerta. –Subió el vidrio de su camioneta.

El señor que me cogió caminó hasta la puerta de la entrada y la abrió. Rafa y yo miramos todo y luego nos miramos. Luego nos reímos mucho.

-Y yo que creí que era el dueño del rancho. –Dije.

-Créeme, yo también pensé eso. –Dijo Rafa sin poder dejar de reír.

Arrancamos el auto y salimos a la carretera principal. Rafa se detuvo.

-Fue una experiencia deliciosa. Te agradezco lo que hiciste. –Le dije.

-He descubierto que el que me seas infiel me gusta mucho. –Me dijo y sentí de alguna manera mariposas en el estómago.

-No te soy infiel, te amo a ti y soy tuya pero me das oportunidad de disfrutar del sexo y eso me gusta mucho. –Silencio. –Los dos disfrutamos del sexo.

-Lástima que el señor no siguió cogiéndote más. –Dijo.

-¿A qué te refieres? –Le pregunté.

-Mira. –Apuntó a su entrepierna. Su verga quería salir de su pantalón.

-¿No terminaste? –Le pregunté. Negó con la cabeza. –Lo bueno es que… aún no me pongo el short. –Le dije sonriendo.

Me empiné sacando mi cabeza por la ventana y le dejé mis nalgas libres. Al instante, sentí las manos de Rafa abriéndolas y metiendo su verga. Aplicó mucha fuerza, mucho deseo. Y en 30 segundos, sentí como su verga explotó dentro de mí.

-Te amo. –Le dije.

-Y yo te amo, puta. –Me dijo.

Sonreí, orgullosa, dentro de mí. “Soy orgullosamente una puta” .

Nos quedamos así mucho tiempo. Su verga se había puesto flácida y sin embargo, no quería que se separara de mí. Hasta que un tráiler pasó y tocando el claxon, nos despertó.

-Nos vio. –Le dije, asombrada.

-¿Te sorprende? –Me preguntó.

-Para nada. –Y nos besamos.

Nos pusimos la ropa y salimos rumbo a la siguiente ciudad.

Cerré mis ojos y los abrí cuando llegamos. Nos hospedamos en un motel.

-¿Sabes que amor? –Le dije mientras bajamos la ropa. –Quiero ir a ver a mi tía.

-¿Dónde vive? –Preguntó Rafa.

-En el estado vecino, su dirección no la sé exactamente. –Dije. –Le hablaré a Olga para que me dé su teléfono y hablo con ella. -Rafa entró al motel y yo me quedé fuera. Luego de un rato entré con los datos de mi tía. –Listo.

-¿Ya quedó?

-Sí. -Corrí a abrazar a mi novio. –Es hora de ir a disfrutar del sexo con mi tía.

Continuará.