Mis fantasías sexuales (10) El trailero

Estiró una mano y debo decir que a pesar de tener unas tetas enormes, en sus manos se miraban chicas.

Marqué el número de Ángeles.

-Ya voy por ti, en 5 minutos llego. –Le dije.

-Estoy lista. –Respondió.

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MINUTOS ANTES

Tía, le agradezco a Dios porque te haya puesto en mi camino. Me has aconsejado en todo y me has hecho entender mi vida. Sin ti, yo estaría perdida. Gracias a ti, estoy feliz con quien soy y sé lo que quiero.

Este viaje tengo tiempo planeándolo. Y esto que pasó entre nosotras es lo que necesitaba para saber si estaba lista para hacerlo.

Voy a explorar y a disfrutar un tiempo de todo esto que llamamos sexo. No te preocupes, sé cuidarme. Regresaré a mi hogar cuando esté lista. Tú entiendes de lo que hablo.

Me llevaré tu auto, espero no te moleste.

Te amará siempre, tú sobrina…

Julia.

P.D. Cuídame a Rafa.

Le escribí una nota y salí del cuarto de hotel a las 10am. Mi cabeza me dolía por la cruda y el cansancio. Aparte, me incomodaba caminar por el placer que recibí por el culo horas antes. Me puse unos lentes para tapar todo eso y pedí el auto.

Llegué al hotel donde estaba Ángeles. Me esperaba fuera con un par de maletas chicas. Me recibió con una sonrisa y subió.

-Si vieras la cara que traes. –Me dijo, sonriendo en complicidad. –Se ve que la pasaste de maravilla.

-¿Qué puedo decir? –Dije. –Se me nota y eso es todo. –La saludé de beso en la mejilla. -¿Sabes conducir? –Pregunté. Asintió. –Bueno, hazlo, por favor. Quiero descansar.

Nos cambiamos de asiento.

-¿A dónde vamos? –Preguntó.

-Al estado vecino. –Dije el nombre.

-Son como 5 horas. –Dijo.

-Son pocas… -Me acomodé en el asiento y cerré mis ojos.

-¿July? –Escuché una voz. Me despertó.

-¿Qué pasa? –Pregunté mientras me estiraba para despertar.

-Me voy a detener para almorzar. –Me dijo.

-¿Cuánto hemos recorrido? –Pregunté.

-Un par de horas. –Dijo.

Miré que estábamos en una gasolinera en medio de la nada. Estaba lleno de trailers, acomodados en doble fila y uno que otro metido entre el monte.

Gente a lado de la carretera vendiendo, niños corriendo entre la tierra. Al otro lado de la carretera, estaban varios puestos y restaurantes de comida, sencillos. Para la hora que era, el clima estaba algo fresco sin llegar a sentirse frío.

Miré el lugar.

-¿Que se te antoja comer? -Le pregunté.

-En la mañana almorcé fruta y jugo. -Dijo. -Pensé que pasarías por mi más temprano.

-A la hora que quería pasar por ti, aún estaba divirtiéndome. -Le dije, complacida.

-Quiero tan solo un almuerzo sencillo. Huevo y café.

-Bueno, vamos a uno de esos restaurantes que más bien parecen casas. - Y dicho esto, avanzó el auto entre piedras y pozos hasta lo que era el estacionamiento.

Entramos y nos acomodamos en una mesa de plástico. Realmente, de restaurante o cafetería no tenía nada. Estaba muy descuidado el lugar. Dos señoras atendían el lugar. Estaban detrás de una barra de concreto.

-Buenas tardes. -Saludamos.

-Buenas tardes. -Respondieron las señoras con una sonrisa. Dentro había ocupada solamente una mesa y eran 3 traileros. -En un momento las atiendo. -Dijo una de las señoras.

-Sí, gracias. -Dijo Ángeles. -Dime, ¿Cuál es tu plan? -Me preguntó.

-Este viaje lo tengo planeado desde hace mucho. Pero no tenía con quien hacerlo. -Y pensé en mi mejor amiga Andrea y en mi hermana Olga. -Y ahora que estoy aquí, me doy cuenta que no tengo un plan en específico.

-¿Cómo? -Me preguntó.

-He hecho algunas cosas que según yo, las quiero hacer de tal forma. Pero cuando hago las cosas, resulta que en ese momento se me van ocurriendo otras mejores. -Dije. Me di cuenta que estaba medio revuelto.

-Medio complicado. -Dijo Ángeles.

-Mira, por ejemplo, tenía todo un plan para disfrutar con el esposo de mi tía. Tú, ella, yo, mi novio… todos entraríamos en una especie de juego, muy rico. -Dije. -A él quería meterlo a este mundo del sexo, pero mírame, ni siquiera me acerqué. Se fueron dando otras aventuras que me gustaron más.

-Es como improvisar, así lo entiendo. -Me dijo.

-Sí, algo así. -Guardé silencio porque llegó la señora.

-¿Que van a ordenar? -Nos preguntó. Ordenamos un almuerzo. -Enseguida se los traigo. -Y se fue.

-Quiero nada más avanzar por todo el país y disfrutar de lo que nos encontremos en ese momento. -Dije. -Claro, busco cosas específicas porque quiero conocer el mundo que está oculto, muy escondido, abajo. -Sentencié.

-Solo te pido que no nos arriesguemos mucho. Podemos disfrutar sin meternos tanto en problemas. -Me dijo.

-No tengas miedo, sé cuidarme. -Le dije. -Te voy a cuidar. -Noté miedo en sus ojos. -Aparte de eso, claro que no quiero problemas. -Y al terminar esa frase, recordé mi vida. Yo era una criminal.

Agarré mi teléfono. Ese que tenía muy abandonado y miré que tenía cientos de llamadas perdidas y mensajes de mi gente.

“Luego me comunico con ellos”

, pensé.

“No quiero que me arruinen el viaje”

.

El almuerzo llegó.

Mientras comíamos, le comenté algunas cosas que tenía en mente y quería hacer. Estuvimos intercambiando información e ideas. Se nos fue el tiempo.

-Mira. -Me dijo Angie. Volteé y miré a los traileros. Dos de ellos tenían el estilo clásico de los traileros: chaparros, gordos y medios feos. Pero el tercer tipo me sorprendió. Yo era chaparra, y a lado de la gente que conocía, me miraba chiquita. Pero ese tipo debía medir unos dos metros, no tenía mal cuerpo.

“Y sin duda, debe tener algo grande entre sus piernas”

.

-Yo pido al grande. -Le susurré a Angie.

-Tonta. -Me dijo dándome un golpe en el brazo. -Nos lo podemos compartir.

-Claro que no. -Dije. -Tú elige a uno de los otros.

-Prefiero a uno de los niños de fuera antes que a alguno de ellos. -Dijo. La volteé a ver.

-Desde ahorita iniciamos el viaje, que ellos nos echen la bendición. -Le dije.

-Te odio. -Me dijo. Le sonreí.

Salieron y vimos que se acercaron a los trailers a platicar y fumar. Pedimos la cuenta, y pagamos.

-¿Cómo nos acercamos a ellos? -Pregunté al aire.

-No sé. -Dijo Ángeles mientras caminábamos al auto. Cada una se puso a un lado mientras los mirábamos.

-Espera. -Le dije. Caminé hacia ellos, como la mujer más puta del mundo. Hasta ese momento me di cuenta de la ropa que vestía, era la misma de cuando salí del cuarto de hotel. Mientras caminaba, me acomodaba la mini falda. Movía mis caderas de un lado a otro, mi cuerpo recto y con seguridad. -Buenas tardes. -Les dije cuando llegué. -¿No me podrían invitar un cigarro?

-Buenas tardes. -Me saludaron los tres al mismo tiempo. -Claro. -Sacó uno de los gordos la cajetilla y me invitó uno. Lo encendí.

-Gracias. -Les dije. -¿A dónde se dirigen? -Pregunté.

-Cada uno se dirige a un destino diferente. -Contestó el alto. Noté que le llegaba a la altura del pecho. -Yo voy a Aguascalientes. -Dijo.

-Yo voy a Guadalajara. -Dijo uno de los gordos.

-Yo voy a Guadalupe. -Dijo el otro. -Nuevo León. -Añadió. Me di cuenta que este último no era nada feo, al contrario, de los tres era el más simpático.

-¿Son amigos? -Pregunté.

-De tanto que coincidimos en viajes, ya nos hicimos amigos. -Dijo el simpático.

-Y ¿Tú amiga? ¿Por qué no viene? -Preguntó el otro gordo.

-Es que solo venía por un cigarro, pero ya estoy cansada de viajar. -Volteé a verla y le hice una seña para que viniera. Con su cara enojada y apenada, caminó hasta nosotros. -Quiero estirar las piernas un poquito. –Y como siempre, mis palabras iban con doble sentido.

Llegó Ángeles.

-Ustedes, ¿A dónde van? -Preguntó el alto. Angie encendió un cigarro.

-De hecho, voy a Aguascalientes. -Dije. La realidad es que no era el destino que tenía previsto.

“¿Ya entiendes? Ángeles”

. -Mi amiga me está llevando. Pero me trae desde la frontera y es cansado el viaje.

-Agarraron la ruta más larga. -Dijo el gordo feo.

-Es que no sabemos, es nuestra primera vez. -Dije en tono coqueto.

-Si gustas, puedes aprovechar el viaje que yo hago y te llevo. -Dijo el alto.

-Ay no, ¿Cómo cree? -Dije.

“Caíste”

.

-No es problema. Me ayudas con la compañía. Es cansado manejar solo y tengo casi las 12 horas manejando. -Me dijo.

Miré a Angie fingiendo que me preocupaba.

-Como tú veas. La verdad es que yo también ando cansada y quisiera irme a mi casa. -Dijo, siguiéndome el juego. -El camino es largo hasta Aguascalientes y todavía tengo que regresar.

-¿A dónde vas? -Preguntó el gordo feo.

-A Nuevo León. –Dije, rápido. –Va a Monterrey.

-Tienes auto, pero si quieres, puedes seguirme y te llevo hasta la entrada a Monterrey. -Dijo el simpático. Los tres ya estaban calientes y en su cabeza deseaban cogernos. Y tenían la oportunidad y la estaban aprovechando.

“No lo hacen nada mal”

.

-Pero se tendría que desviar dos horas. -Le dijo Angie.

-Llevo tiempo de sobra. -Dijo el simpático.

-Déjenos hablarlo. -Dije y jalé a Angie hasta nuestro auto. -Bien, cayeron rápido. -Volteé a verlos y hablaban entre ellos. -Ahí están hablando de que no van a desaprovechar la oportunidad para cogernos.

-Eres increíble. -Me dijo.

-Aprende bien estas técnicas porque las vas a necesitar cuando encuentres a la persona que te guste. -Le dije.

-Sí. -Dijo. -A esto te referías con tus planes.

-No salen como lo tengo planeado, tan solo se dan en el momento. -Le dije. -¿Echaste ropa para mí? -Le pregunté.

-Tres cambios, nada más. -Me dijo. Del asiento de atrás sacó una maleta. -Esta es la tuya. -Me la dio.

-Muy bien. -Dije. -Nos vamos a separar así que debemos estar más en comunicación. ¿Qué harás? -Le pregunté.

-Está claro que no me iré hasta Monterrey.

-¿Entonces?

-Pasamos otro pueblito hace como 20 minutos. -Me dijo. -Ahí me detendré con alguna excusa. Luego de ahí, me regreso.

-Te estaré mandando la ubicación de nosotros para que nos sigas. -Le dije. -Igual, te sabes ubicar bien con el mapa.

-Sí, solo que no me dejes tan sola. -Me dijo.

-Ni yo quiero estar tanto tiempo sola con aquel tipo. -Le dije. -Espero que sus intenciones solo sean coger y ya.

-¿Te irás con él hasta Aguascalientes? -Me preguntó.

-Mi idea es que lleguemos a la ciudad, a la que íbamos desde el inicio. -Le dije. -Te mando la ubicación de donde estoy y pasas por mí.

-Sí, sería mejor. -Me dijo Ángeles. -Así solo manejo poco. -Asentí.

-¿Traes condones? -Pregunté.

-Una caja con 5. -Me dijo.

-Dame 3 y quédate con 2. -Se metió en el asiento del copiloto. Sacó una caja y los condones. Me los dio de manera despistada. -Espero sean suficientes de aquí hasta la ciudad.

-Cállate. -Me dio un golpe en el brazo. Tenía mucho ese tik.

Nos abrazamos.

-Cuídate. -Le dije.

-Tú también, cuídate. -Nos separamos y caminé hasta donde estaba mi trailero alto.

Miré que el trailero simpático se fue con Angie.

-A la hora que digas. -Me dijo.

-Yo estoy lista.

-Bien. Te ayudo a subir. -Caminamos hasta la puerta del copiloto. Al inicio pensé que solo quería tocarme un poco y por eso me ofreció su ayuda. Pero la verdad es que se me complicó subirme sola y terminé aceptando su ayuda.

El trailer por dentro estaba medio descuidado. No sucio, descuidado. Había todo tipo de herramientas y refacciones por todos lados.

Era solo el asiento del conductor, en medio la palanca de velocidades y luego mi asiento. Estaban separados. Atrás de los asientos había una media cabina. Tenía un asiento para un pasajero de su lado.

Se abrió la puerta y miré las manos enormes del trailero agarrarse para hacer fuerza y subirse.

El trailer ya estaba prendido. Me vio y me sonrió. Le sonreí. Arrancamos. Los primeros kilómetros fueron en silencio. Tenía el radio de fondo.

Rompí el hielo.

-¿Haces muchos viajes? -Pregunté.

-Ha estado movido el trabajo, es cansado pero buena paga. -Y la siguiente media hora se dedicó a preguntarme cosas personales. Como era costumbre en mí, le platiqué una vida falsa.

En medio, traía colgada una fotografía de él con una mujer y dos niños. Estaba casado y con familia.

A la hora de camino recibí un mensaje. De Angie.

-Listo, voy rumbo a la ciudad. -Decía el mensaje.

-Cuéntame todo. -Le respondí.

-Hasta que nos veamos. -Respondió.

-No seas así, cuéntame. -Y ya no me respondió.

“Sabe cómo hacerme sufrir esta niña”

.

Por curiosidad, miré que la mayoría de los mensajes eran de mi mano derecha. Otros tantos eran de Rebecca, la muchacha que conocí cuando me fui de la casa a otra ciudad y que regresó conmigo. Y varios más, de Olga, mi hermana.

Abrí uno de mi mano derecha.

-Responde mis llamadas. Es urgente que te comuniques.

-Arregla tú los problemas. Para eso te pago. Y no me molestes. -Le respondí.

Abrí uno de Rebecca.

-Siento que traicioné tu confianza. -Decía el mensaje. No entendí.

-¿A qué te refieres? -Le contesté.

Luego abrí uno de mi hermana.

-Estamos bien, no te preocupes. -Decía el último mensaje.

-Me alegro mucho. Yo también estoy bien. Salí de viaje, coméntale eso a mis papás para que no se preocupen.

Y guardé el teléfono.

No deseaba para nada tener comunicación alguna con mi gente. Quería olvidarme de todo.

-He notado que tienes unas enormes manos. -Le dije. Me mostró una. Mis dos manos eran una de él. Las medí. Y sus dedos eran largos y gruesos. -Las mías están pequeñas, de hecho, nunca había visto unas manos así. -Le dije.

-Sí, mi cuerpo es proporcional a mi tamaño. -Me dijo. Soltó su indirecta.

-¿En serio? -Asintió. -¿Sabes? Yo catalogo las manos en chicas o grandes dependiendo de algo mío.

-¿De qué? -Preguntó.

-De mis pechos. -Y reí apenada para ponerle sabor al asunto.

-¿A sí? -Dijo.

-Claro. Los hombres ponen sus manos y si abarcan todo, son grandes, sino, son chicas. -Dije.

-Y fíjate que yo siempre he querido saber qué tan grandes son mis manos. -Dijo. -¿Puedo medirlas?

-Adelante. -Me volteé hacia él, quedando de frente y saqué mis tetas para ofrecérselas.

Estiró una mano y debo decir que a pesar de tener unas tetas enormes, en sus manos se miraban chicas. Como iba manejando, solo me pudo agarrar una, la apretaba distraídamente. Volteaba a ver y luego centraba su mirada en la carretera. Lo miré y tenía una cara de excitación que no cabía en él.

-Parece que si son grandes. -Me dijo. No dejaba de tocarme.

-¿Y qué tal la otra mano? -Le pregunté. Trató de estirarse pero no alcanzó. No podía conducir y tocarme al mismo tiempo. -Deberías detenerte para medir esas enormes manos.

Se centró en manejar y a los dos kilómetros se detuvo en una brecha. Rápido se puso frente a mí y sus manos se pusieron en mis tetas. Las miraba de manera muy boba mientras me acariciaba.

-Sí, son grandes. -Dijo. -Tus tetas y mis manos.

-¿Nunca habías visto unas tetas así de grandes?

-No.

-Pues ahora no solo las ves, las estás tocando. -Dijo.

-Sería mejor si las tocara desnudas. -Y trató de meter las manos por encima de mi blusa.

-Tranquilo. -Le dije mientras me separaba de él.

-Disculpa. -Me dijo rápido.

-No pasa nada. -Y me quité la blusa y luego mi brassier. Saltaron y cayeron mis enormes tetas.

Lo miré. Ya no disimulaba su excitación y sus ganas de cogerme. Rápido se lanzó a mis tetas con sus manos. Las apretaba muy fuerte, me gustó. Empecé a gemir.

-Se sienten muy rico. –Dijo.

-Sigue así, papi. –Le dije, entre gemidos.

Se puso de rodillas, y empezó a mamar mis tetas. Al estar enorme, igual quedaba muy arriba de mí. Se tenía que inclinar.

Primero se concentraba en uno de mis pechos. Se metió el pezón y lo succionó. Sus dos manos las concentraba en ese pecho, y me daba demasiado placer. Eran las primeras manos que tocaban mis tetas y las desaparecían.

Luego se cambió a mi otra teta.

Las disfrutó como nadie lo había hecho nunca. Sus manos eran perfectas.

Subió a mi cuello besando cada parte. Lo besó, lo mordió un poco. Luego, nos besamos.

Su enorme boca trataba de comerme toda. Su lengua golpeaba la mía. No le agarraba el ritmo.

“Y aun así, me encanta. Este es un hombre bien hecho”

, pensé.

Nos besamos un rato. Sus manos disfrutaron todo mi cuerpo. Estaba encantada por las caricias de unas manos llenas de trabajo. Me dejó de besar y bajó a mi cuello.

Mis piernas rodearon su cintura para no dejarlo ir. Puse mis manos en la parte de atrás del asiento y le mostré mi cuerpo. Bajó despacio, besándolo. Llegó a mi vientre donde se tuvo que inclinar demasiado. El lugar era incómodo.

Sentí como una mano se metió con desesperación entre mis piernas y se abría paso en mi tanga. Y haciendo caso omiso de mi ropa interior, empezó a sobarme. Rápido me mojé.

-¿Te gusta? Puta. -Me dijo, en un tono muy agresivo.

A ese hombre, era lo único que le faltaba para ser un hombre como ninguno.

-¿Quieres que sea una puta? -Le dije. -Soy una puta que desea tu verga.

Un dedo ya entraba y salía de mi cuevita rápido. Podía escuchar como mis jugos salían de mi cuevita y escurrían entre mis piernas.

Sacó rápido su mano y miré cómo levantó su cuerpo para después, llevarse sus manos al pantalón y quitárselo. Mientras lo hacía, aproveché para subir mi minifalda hasta mi vientre.

La calentura de los dos se sentía dentro del tráiler. Empecé a sudar.

Cuando se bajó el pantalón, me di cuenta de que no mentía cuando dijo que todo era proporcional. Saltó una verga enorme y ya parada. Debía medir fácil unos 25-30cm. Y era muy gruesa.

En mi cabeza empezó una batalla de pensamientos y decisiones. Por un lado quería esa verga dentro de mi panocha pero por otro lado, la quería en mi boca. Y la deseaba sin condón.

Con su mano me empujó del pecho y caí en el sillón de golpe.

-Papi, que brusco y fuerte eres. -Dije.

No dijo nada. Levantó mis piernas y las puso en sus hombros. Sentí en mi panochita, la cabeza de aquella enorme verga. Estaba húmeda y deseosa de entrar en mi.

Me mojé para preparar mi cuerpo y darle entrada al palo.

Y la sentí. Me provocó un dolor como nadie me lo había provocado nada más al meter la cabeza. Gemí.

Luego siguió la mitad y se detuvo. Empujó pero batalla en entrar.

-Que rica putita tengo. -Dijo con un tono de voz que cambió y era diferente al que tenía al inicio. Era un tono que no me gustaba y me hizo recordar varias anécdotas. -Se ve que no te la han metido como debe ser.

Me la metió toda de golpe sin importarle mi dolor hasta donde topó.

-¡Papi! Tranquilo. Me duele. -Le dije y traté de levantarme. Con una mano, me agarró del cuello y aplicó fuerza para que no me levantara.

No supe en qué momento cambió todo y pasé de querer disfrutar una verga enorme a sentirme indefensa y con miedo.

-Cállate, puta. -De su cara desapareció ese gesto que me encantaba y apareció mucho ira.

Aún estaba a tiempo de componer esto que estaba pasando. Seguía con ganas de querer disfrutar de esa verga enorme.

-Papi, ponte condón. -Le dije, buscando una alternativa para que se calmara y poder convencerlo de hacer algo bien.

Sentí una cachetada en mi mejilla izquierda que me volteó mi cara al otro lado. El dolor fue inmenso, enorme. Al instante me llegó un terror terrible.

Dejé de desear la verga y tan solo quería irme de ahí. Pero estaba sola, sin armas y con una persona medio metro más grande que yo y como con 50 kilos más. Y para colmo estaba encima de mi, me acababa de golpear y no se miraba que quisiera razonar.

Seguía bombeando su verga dentro de mi. El placer que llegué a sentir por unos momentos, había desaparecido. Tan solo sentía dolor.

Traté de quitar su mano de mi cuello con mis dos manos pero fue inútil. No la moví para nada. Mis ojos empezaron a lagrimear.

"De nada me sirvió el viaje que hice, conocer personas, arriesgar mi vida, si al final, estoy donde mismo

", pensé.

Aflojé mi cuerpo. Cedí ante el trailero.

"Mis papás… mis hermanos… Rafa. Quizá ya no los vuelva a ver".

Y fue como si me dieran una inyección de adrenalina.

Estiré la mano al piso del tráiler tratando de buscar algo con que defenderme. Lo primero que agarré, lo levanté y le di directo en la cabeza.

El golpe no había sido lo suficientemente fuerte y lo sentí pero me ayudó. El trailero se asustó y trató de cubrirse con sus manos cuando empecé a tirarle varios más. Momento que aproveché para salirme de su verga y arrinconarme cerca de mi puerta.

Por un momento pensé que había ganado porque noté cara de susto en la cara del hombre. Le tiré un par más de golpes.

-Déjame en paz, hijo de tu puta madre. -Le dije en tono duro. -Conmigo no te metas, que no sabes quién soy.

Agitados los dos, nos vimos. Yo seguía asustada y no bajé la guardia. Esperaba cualquier cosa y estaba lista para responder.

Pero la adrenalina me hizo perder la razón y olvidarme de las circunstancias. Tenía frente a mí a una persona con la que no iba a poder nunca. Pero ya no era una persona temerosa, tenía que encontrar una solución a lo que me estaba pasando.

Vi que me sonrió. Sabía que venía de nuevo. Abrí la puerta del tráiler. Y todo pasó en milésimas de segundo.

Miré que estaba muy alto para saltar, y si bajaba despacio, me agarraría. En ese momento, sentí como me agarró de la pierna y me jaló.

Instintivamente, grité. Rápido, empecé a darle con lo que traía en la mano para que me soltara mientras estiraba mi pierna.

Mis golpes no le hacían nada. El trailero sonreía. De entre tantos golpes, uno dio en un dedo y se escuchó como tronó. Me soltó, y con la inercia, caí rodando.

Me di un fuerte golpe en la espalda y uno en la cabeza. No podía escuchar nada y empecé a ver borroso.

-PEN… ME… DEDO… -Escuché a lo lejos.

Cómo pude, agarré aire y sin pensarlo corrí dentro del monte. No coordinaba bien mis movimientos y los tacones no me ayudaban. Llevaba una de mis manos en mi vientre y con la otra quitaba las ramas que se aparecían en mi camino.

"Eres fuerte, concéntrate, vas a salir de esta"

, me decía en mi cabeza.

La mirada se me iba aclarando. El sonido regresaba. Mi respiración estaba agitada. El dolor era inmenso. Cuando me sentí un poco segura, me agarré de un árbol y volteé a ver el tráiler y a qué distancia venía el trailero.

Me di cuenta de que no había avanzado más de 100 metros. Estaba muy cerca del tráiler aún. Pero no vi para nada al conductor.

Y de pronto, vi como el tráiler avanzó. Se subió a la carretera y arrancó hasta que se perdió de vista.

Corrí a la carretera.

-CHINGA TU MADRE, WEY. -Le grité mientras le hacía una seña con el dedo. Desnuda de arriba, y con la minifalda a la mitad de mi vientre, me dejé caer y me tranquilicé. -Mis cosas. -Tardé en reaccionar. Caminé hasta donde estaba el tráiler y las vi tiradas. -Supongo que gracias. -Dije al aire.

Me acomodé la tanga y luego bajé la minifalda y la puse en su lugar.

Andaba aún desnuda de arriba. Me tapé las tetas enormes pero sin éxito. Miré a todos lados y noté que la carretera estaba sola. Quité mis manos de mis tetas.

Me volví a sentar, jalando hacia mi la maleta y saqué una playera. Me la puse.

Busqué y mi teléfono no estaba.

"Hijo de tu puta madre"

, pensé.

Me levanté y agarrando mis cosas, caminé. Avancé sin rumbo, solamente siguiendo la carretera por la orilla. Pasó un auto y se detuvo adelante de mi. Me acerqué.

-Buenas tardes. -Me dijo. Era un señor de algunos 40 años. -¿Que te pasó? ¿Te puedo ayudar?

-Buenas tardes. -Le respondí. -Gracias. Estoy esperando el autobús. -Le dije rápido. -Vivo hacia dentro y normalmente aquí lo espero.

-Si gustas, te puedo acercar a una gasolinera. -Dijo. -Tranquila, vengo con mi esposa e hijos. -Añadió.

Lo pensé un rato.

"No tengo como comunicarme con Angie. Si me voy, no me va a encontrar. Mejor la espero en la carretera"

.

-Le agradezco mucho. El autobús ya no debe tardar en pasar. Siempre lo agarro a esta hora. -Dije.

-¿Segura? -Insistió.

-Si. Igual muchas gracias.

Se despidió y se fue.

Durante la siguiente hora, se pararon varias personas a quererme ayudar pero igual negué su ayuda hasta que llegó Angie.

-¿Qué te pasó? -Preguntó en cuanto subí y me vio. -Y ¿Ese golpe? -Me dijo y puso cara de asustada.

Por un momento pensé en echarle una mentira ya que si le decía la verdad, se asustaría y ya no haría el viaje. Pero con ella quería ser totalmente sincera, sobre todo porque era la única amiga que tenía.

-Pues mira… -Y le conté todo lo que había pasado. -... Y así fueron las cosas. -Terminé.

Detuvo el auto en seco.

-Julia, fue lo primero que hablamos. Me dijiste que no había problema y confíe totalmente en ti. -Dijo en tono asustado. -¿Que tal si me hubiera pasado algo con el trailero?

-Pero, ¿Te pasó algo? -Le dije. Se quedó seria. -No pienses en lo que pudo pasar, estás bien y disfrutaste.

-Pues, ¿De qué se trata esto? -Dijo, elevando un poco su voz. -¿Nos vamos a estar exponiendo siempre que quieras o te guste un hombre? -Dijo. -Hoy, pudiste haber muerto. Por lo que me cuentas, tuviste suerte. Era un hombre de 2 metros, muy fuerte y pesado…

-Angie… -La verdad es que no podía reclamarle nada. Tenía razón en todo. Pero mi deseo de conocer el mundo del sexo era más grande y la necesitaba.

-Déjame hablar. -Silencio. -Dame una razón para no regresar ahorita mismo.

Silencio.

Pasaron 5 minutos. Se sentía una tensión. Era el momento de ser sincera y esperar que lo siguiente que le dijera, la convenciera.

-Soy una criminal.

Continuará.