Mis experiencias homosexuales 2

La recopilación de mis experiencias sexuales más hermosas

Mis experiencias homosexuales 2  :

Cuando llegué de regreso a casa me encontré con que mi mamá todavía no había llegado, lo cual me alegró mucho porque no tuve que justificar los ojos rojos que tenía por haber llorado.  Subí a mi cuarto y me puse a reflexionar lo que me había pasado con aquél médico.  No lograba entender las extrañas sensaciones que me habían provocado sus caricias y que comparadas con los pellizcos y los tocamientos que había sufrido durante años por parte de mis compañeros de escuela, no fueron ni remotamente semejantes a lo que había sentido con el médico.  Parado frente al espejo, me sorprendí a mí mismo leyendo embelesado cada pliegue de mis pechos, de mis pezones que aún se mostraban inflados y sonrosados por la excitación y por los labios del médico que los había succionado sin piedad.  Nunca nadie me había acariciado como él lo había hecho, ni siquiera mi madre a la que él se había referido tan elogiosamente.  Pero mis pensamientos se concentraban en las increíbles y maravillosas sensaciones que se habían despertado en mí cuando el médico metió su dedo en mi ano, no me lo podía explicar porque cuando mi madre me ponía un supositorio la sensación era terrible y angustiante.  En este caso había fue todo lo contrario, había sentido como si una compuerta emocional se hubiera reventado y todo el miedo y la confusión que se habían acumulado habían desaparecido instantáneamente.  Aquél médico me había abierto las puertas del paraíso y lo único que quería era volver a ese lugar.

Con estos pensamientos me pasé el resto del día..... y parte de la noche también.  Las últimas horas habían transcurrido en otro mundo.   En mi cama me acariciaba los pechos y las nalgas como lo había hecho aquél hombre, pero no lograba despertar el mí las mismas sensaciones que él había logrado.  Me dormí jugando con fantasías acariciando en secreto la posibilidad de volver a estar con él, de abandonarme a lo que él quisiera hacerme, sin reservas.

Al otro día le dije a mi mamá que aún me dolía la garganta y que el doctor me había dicho que volviera ese día para que me hiciera otra curación; ambas cosas eran ciertas.  Mi mamá no tuvo ninguna objeción y me dijo que después vería al médico para acarar cuentas, pero que tenía que verlo a solas.  Yo antes solía acompañar a mi mamá cuando ella iba a ver a este médico, pero me extrañaba que siempre que ella asistía  el consultorio permanecía cerrado y a mí me dejaban en la sala de espera leyendo revistas .   En todas esas ocasiones, escuchaba a mi mamá proferir gemidos y  lamentos que me hacían pensar que la estaban lastimando, pero ella siempre salía del consultorio feliz  y con una gran sonrisa en el rostro.  Incluso en una ocasión, al abrir la puerta y antes de salir, el médico le dio una nalgada a mi madre y ella, lejos de molestarle, volteó y le dio un beso  en la mejilla.   Llegando a casa inocentemente le comenté a mi padre este incidente y él me regañó muy fuerte y me castigó por haberlo comentado; después llamó a mi madre y le reclamó violentamente por haber permitido que yo contemplara esa escena;  le hizo jurar que en adelante tendría más cuidado.   Esa fué la última vez que acompañé a mi madre a visitar al médico.   A eso del mediodía llegué al consultorio y había dos señoras esperando para consulta.  Cuando salió el doctor  me dijo que esperara un poco mientras atendía a las señoras.  Cuando terminó volvió a salir y acariciándome la cabeza me introdujo a su consultorio. Solamente de sentir su tacto las piernas me temblaban.  Volvió a sentarse en su diván de cuero y con una mano me atrajo hasta que quedé parado frente a él.

-     Cómo sigues de la garganta -preguntó-, ¿te sigue doliendo?

-     Un poco -contesté con la cabeza baja, evitando verlo a los ojos-

-     Abre la boca para que te la vea -me ordenó-

-     Mmmmm.... está mucho mejor -dijo-, después te voy a poner otra curación.

Después, mirándome a los ojos me preguntó con un semblante serio:

-     Erick, dime la verdad : ¿te gustaría que volviéramos a hacer lo que hicimos ayer?

-     Sí, -le contesté rojo de vergüenza-, pero no quiero que me vaya a lastimar....

-     No te preocupes -contestó dándome un beso en la mejilla-, yo nunca te lastimaría.

Sin más preámbulos  el doctor comenzó a desabrocharme la camisa.  Cuando me la quitó, los capullos rosados de mis pezones quedaron frente a su cara, los tenía hinchados y sensibles como si supiera de antemano lo que se venía para ellos.  Con sus labios atrapó uno de ellos y lo empezó a succionar y a lamer suavemente remolineando su lengua alrededor de ellos , y luego pasó al otro, una y otra vez, los besaba como si solo le quedara un minuto de vida.  Los ojos le brillaban como cuentas de cristal.  Mientras sus labios jugueteaban con mis pezones, sus manos nerviosamente bajaron mis  pantalones acariciando mis nalgas, abriéndolas y toqueteando ligeramente el agujerito de mi culo.  Mis pechos temblaban de anhelo.  Oh Dios... qué hermosa sensación, sus caricias me hacían flotar de dicha.... ni siquiera me dí cuenta cuando mis brazos abrazaron su cabeza y la pegaban contra mis pechos, aprisionándola contra ellos, evitando que dejara de hacer lo que estaba haciendo.

-     Ven -me dijo susurrante al oído-, quítate bien los pantalones y acuéstate como ayer.

Con los nervios a flor de piel hice lo que me pedía.  Me quité los zapatos, los calcetines y los pantalones  para quedar completamente desnudo.  Después me acosté en el diván con la cara hacia la pared, tal como lo había hecho el día anterior.  Momentos después sentí que el médico se acostaba junto a mí y  la tibieza de su cuerpo me hizo notar que él también estaba desnudo.  Volteé para verlo, pero solo alcancé a ver sus piernas y sus muslos desnudos.  Sin tardanza se volvió a apoderar de mis pechos pegando su cuerpo contra el mío.  Lo sentía caliente, anhelante, tallando contra mis nalgas su miembro viril.  Abría mis nalgas y lo metía entre ellas,  resbalándolo, toqueteando mi culito. Lo sentía húmedo, caliente, hermoso. Todo aquello era tan hermoso que poco a poco me fui abandonando a lo que quisiera hacerme, sin reservas, completamente.  Me hacía sentir en el cielo.  Sensaciones maravillosas e indescriptibles subían y bajaban por mi mente.  Me besaba el cuello, la nuca, las mejillas, y sus manos apretaban mis pechos y luego bajaban hacia mi  incipiente erección, atrapándola y masajeándola  delicadamente, sin dolor, sin brusquedades.

Tomó mi mano y la llevó hasta su miembro.  Dios... era enorme.... lo sentía caliente y palpitante, como si tuviera vida propia, apenas mi mano lo abarcaba.  Lo acaricié  y palpé su longitud y su grosor, toqué su cabeza húmeda y viscosa  y lo acomodé entre mis nalgas, apretándolo, cobijándolo.

Con una calma exasperante volvió a meter su dedo en mi ano, poco a poco, lubricándolo con algo para que no me doliera.  Lo metía y lo sacaba con un ritmo lento y delicioso.  Con los ojos en blanco me sentía perdido en el suave vaivén de aquellos dedos milagrosos, escuchando en silencio su respiración nerviosa.

Inesperadamente el médico ladeó mi cuerpo boca arriba para mordisquear mis pechos  y fué hasta entonces que pude percatarme por completo de su desnudez.  Dios mío.... era bellísimo.... su cuerpo musculoso vestía una piel pálida, casi traslúcida, tupida de vellos negros por todos lados, especialmente en el pecho y en los muslos,  y una negra mata de pelos de la que sobresalía un enorme miembro, majestuoso, poderoso, plagado de venas azules y coronado por una enorme cereza roja.... Lo contemplaba embelesado, hipnotizado.... Nunca en mi vida había visto un miembro de ese tamaño, ni siquiera los de mis compañeros que me los mostraban con la amenaza de que me iban a violar porque yo era puto.  No, ninguno era de ese tamaño, ni tan hermoso...   El médico notó que lo miraba fijamente y con una pícara sonrisa me dijo :

-     ¿Te gusta? -

No le contesté, pero él tomó mi mano y la llevó a su miembro, lo tomé entre mis dedos y sin pensarlo siquiera lo empecé a acariciar.  Su piel sedosa y libre de vellos se sentía deliciosamente caliente, llena de vida, palpitante, de su punta emanaban gotas de líquido transparente que cubrían su cabeza roja y bulbosa.  Era alucinante, poderosa, intimidante.

-     Sóbalo -me dijo-, mueve tu mano hacia arriba y hacia abajo, así como lo te  voy a hacer  yo a ti

Acto seguido tomó entre sus dedos mi pequeño y erecto miembro lo empezó a sobar, lenta y delicadamente, arriba y abajo, una y otra vez. El suave tacto de su mano parecía quemarme por dentro haciendo que el corazón me latiera más aprisa y mis temblores fueran más intensos.   Me sentía mareado, tembloroso, invadido por una excitación indescriptible.  Y entonces ocurrió lo indecible... ¡ Tomó mi miembro y se lo metió en la boca.... y luego lo empezó a chupar !!!!  No daba crédito a lo que me estaba haciendo.... Yo estaba literalmente engarrotado, paralizado, sin poder creer lo que estaba viendo, y él lo lamía y lo saboreaba como si de un caramelo se tratara.

-     ¿Porqué hace eso? -le pregunté asombrado-

-     Mmmmm ..... porque me gusta mucho..... es muy sabroso -contestó con una pícara sonrisa-

-     Ven, acércate un poco-me dijo sentándose en el diván acomodando mi cabeza sobre su muslo, muy cerca de su miembro-

-     ¿no te gusta?, ¿no quieres darle un besito? -me preguntó acercando su miembro a unos milímetros de mi cara-  Te aseguro que te va a gustar tanto como a mí.....

Me resistía a hacerlo, pero más que asco me daba miedo.... estaba tan grande.....

-     Tómalo con tus manos -dijo-, sóbalo un poquito, yo sé que te va a gustar....

Mi corazón latía desbocado, tenía curiosidad y ganas de hacerlo, pero no me atrevía; sin embargo, mis niveles de excitación iban en aumento y llegué a un punto en que no podía detener esta locura.  Oh Dios mío,... se veía tan intimidante, tan grueso, tan poderoso....  Finalmente lo tomé entre mis dedos y empecé a sobarlo tímidamente, subiendo y bajando la piel que lo cubría como lo había hecho él con el mío,  pero sin acercarlo a mi cara.

-     Dale un besito -insistía sosteniendo mi cabeza y acercando su miembro a mi cara hasta tocar mi mejilla-

Tragué saliva y lo acerqué muy cerca de mi boca.  Su imponente miembro destilaba un aroma dulce,  limpio, perfumado, y  su piel era tersa y suave.    Con los vellos de mi piel erizados acerqué mis labios y tímidamente estampé un beso en el tronco de su miembro.  Él soltó una risita cálida y desinhibida.

-     Vamos, no te va a morder -exclamó divertido restregándolo en mis labios-, verás que es muy sabroso....

Lo acerqué a mi boca y empecé a darle pequeños besos a todo lo largo..... hasta que llegué a la punta de ese falo coronado por su roja cabeza.

-     Ahí es donde más me gusta -me dijo-, dale un besito y métela en tu boca como lo hice yo contigo.  Te va a gustar mucho, yo sé lo que te digo.

Hice lo que me pedía.  Abrí la boca y poco a poco fui metiendo la cabeza de su miembro en ella. No me cabía. Me hinqué sobre mis rodillas y lo intenté de nuevo.  Empecé a chupar suavemente su  glande recorriendo su cabeza con mi lengua moviendo  mi mano arriba y abajo.  De vez en cuando saboreaba y tragaba el líquido que salía de su punta que sabía salado, pero increíblemente agradable.  El sonido de sus gemidos y sus ojos cerrados me indicaban con certeza el placer que mi boca le estaba proporcionando.   Seguí lamiendo y chupando mientras frotaba cada vez con más ímpetu el tronco de su miembro con los dedos de mi mano.  Con el cuerpo tenso, él acariciaba mi cabello incitándome y urgiéndome a continuar con mi tarea.  Empezó a gemir más fuerte y a retorcerse como si mi boca lo estaba lastimando.  Quise saca su miembro de mi boca pero él me lo impidió, empujando ligeramente mi cabeza y suplicándome con voz entrecortada que no parara.

-     Sigue... sigue así, más despacio, más despacio, tu lengua,... Oh Dios... - susurraba enloquecido -

Empezó a empujar se verga dentro de mi boca, bombeando arriba y abajo rítmicamente metiéndola hasta  mi garganta ocasionándome arcadas.  Su cuerpo se tensó de pronto y un torrente de líquido salió de su pene inundando mi boca.  Sentí que me ahogaba, pero él mantenía firme mi cabeza sobre su miembro y lo metía en mi boca cada vez más y más.  Jadeaba y se convulsionaba como si de pronto le hubiera atacado un dolor muy intenso.  Pensé que lo había lastimado y temeroso, en cuanto pude retiré su miembro de mi boca. Asustado veía cómo él, con la boca abierta y la respiración agitada continuaba estremeciéndose con los ojos cerrados, apretando su miembro como si algo muy fuerte le hubiera ocurrido. pero poco a poco se normalizó sonrojado y jadeante intentando respirar con normalidad.  Paralizado por el miedo, yo me había tragado sin querer  todo aquél liquido viscoso que le había salido de su miembro, pero aún perduraba en mi boca su sabor fuerte y amargo, aunque debo decir nada desagradable.

-     Me has hecho muy  feliz con esto que acabas de hacer Erick -me dijo sonriente con las mejillas sonrosadas por la excitación-, y lo que yo te voy a hacer te va a gustar mucho más a tí; ¿quieres probarlo?

Asentí sin saber a qué se refería, pero si él me aseguraba que me gustaría, tenía la certeza de que así sería.

-   Ven -me dijo-, voy a hacer que sientas muy bonito...

Abrazando mi cuerpo desnudo me colocó acostado boca abajo y en medio de múltiples caricias me empezó a besar  la espalda y las nalgas, abriéndolas y atacando con su lengua ferozmente el agujerito de mi ano. Brinqué cuando la punta de su lengua intentó abrirse paso al interior de mi culito, pero debo decir que nunca en mi vida había experimentado una sensación tan gloriosa como ésa.

Oooohhhh  Diosssss..... su lengua me mataba.....me exprimía.... el placer era intolerable.... mi cuerpo se retorcía y se convulsionaba y esas caricias me habían sumido en un estado de delirante docilidad.... Mi cuerpo ya era de él.... le pertenecía... podía hacer conmigo lo que él quisiera, lo que se le antojara.  Poco después sentí que el doctor se había sentado a horcajadas sobre mis muslos, paseando su miembro nuevamente duro por el canalito entre mis nalgas, toqueteando de una manera deliciosa el agujerito de mi ano.  Volvió a meter un dedo en mi ano, retorciéndolo y haciéndome ver la gloria, y luego fueron dos los que ensancharon mi culito haciéndolo más grande.... No me dolía, al contrario, mis sensaciones de placer cada vez eran más intensas, más reconfortantes.  Pero poco imaginaba yo que mis verdaderos problemas apenas iban a comenzar.... Sentí  cuando su miembro se colocó a la entrada de mi ano y empezó a empujar intentando abrirse paso al  interior de mi cuerpo, me dolía mucho... terriblemente.... traté de zafarme pero fué inútil, me tenía atrapado con su cuerpo sobre mis piernas y con su miembro tratando de perforarme el culo....

-     Calma -me dijo-, no te va a doler nada, ya verás....

Empujaba cada vez más y mi culo se dilataba de una manera espantosa.

-     Pare... pare - le suplicaba con voz temblorosa-, sáquemelo por favor, me duele mucho....

Pero él no escuchaba, permanecía imperturbable ante mis súplicas.  Sin embargo, cuando él paraba unos instantes yo sentía que  el dolor disminuía, parecía como mi esfínter se iba acostumbrando al grosor de su miembro, pero cada vez que mi cuerpo se calmaba, el médico empujaba un poco más haciendo que el dolor regresara intensamente. Al fin la cabeza de su miembro se alojó dentro de mi culo distendiendo la totalidad de mi dañado agujero.  Yo lloraba en silencio y él permanecía inmóvil sobre mí sin mover un solo músculo.  Así se mantuvo varios minutos, sin moverse, esperando a que mi dolor disminuyera.  Cuando dejé de lloriquear, reanudó sus embates deslizando su verga dentro de mí, poco a poco, sin prisas.  Ya no me dolía tanto y sin embargo, aún sentía que la invasión me estaba causando un daño terrible, pero parecía que a él no le importaba.  Permanecía en silencio, expectante, acariciándome tiernamente la espalda pero sin sacar un milímetro su estaca de mí.  Por fin el dolor cedió casi en su totalidad, pero yo continuaba llorando.  Aún así, el doctor volvió a empujar y esta vez lo deslizó completamente, abriéndose paso hasta lo más profundo de mi cuerpo.  Yo estaba aterrorizado, llorando a raudales y él tan sólo se limitaba a besarme la espalda tratando de consolarme con palabras dulces.

-     Ya... ya pasó todo -me decía-, ya lo tienes todo adentro, espera un poco y verás que todo será diferente, ya no te dolerá nada, te lo juro....

Seguía llorando, pero algo dentro de mí me decía que no todo era tan malo, que debía aguantar, que debía resistir.  No sabía qué era, pero tenía la certeza de que no todo era malo y que el dolor era tan solo pasajero.  Apreté los dientes  y aún paralizado por el miedo dejé de llorar y un tenso silencio se prolongó entre nosotros durante varios minutos.

Lentamente,..... muy lentamente el doctor empezó a sacar su miembro, pensé que lo iba a sacar completamente pero cuando ya estaba a punto de salir, con la misma lentitud lo volvió a deslizar hacia adentro.

-              ¿Te duele? -preguntó-

-              Sí... un poco-contesté vacilante y con la voz temblorosa-

Después lo volvió a sacar y nuevamente a meter imprimiendo en casa ocasión una mayor velocidad.  Poco a poco, casi milagrosamente el dolor fue desapareciendo casi en su totalidad para dar paso a unas sensaciones raras, pero no desagradables.  Sin embargo en él, los gemidos que salían de su garganta eran cada vez más intensos y frecuentes, parecía que sus embestidas le causaban placeres o dolores que no podía definir.  Yo no alcanzaba a verlo, pero podía sentir su desesperación y su angustia por continuar metiendo y sacando su miembro de mi ano, porque nuevamente se había apoderado de mis pechos sobándolos y masajeándolos bruscamente.  Sus besos en mi espalda eran más frecuentes y colmados de una ansiedad extraña que crecía en la medida que aumentaba el ritmo de sus embestidas.  Pero las sensaciones en mí también estaban cambiando.  La sensaciones de dolor habían desaparecido por completo dando paso a otras muy diferentes y en extremo placenteras, el roce de su miembro contra las paredes de mi ano me arrancaban gemidos extraños.  De pronto, sentí que su miembro se agrandaba y palpitaba dentro de mí derramando un río de líquido caliente que inundó mis entrañas;  instintivamente y sin que yo pudiera controlarlo,  mi esfínter se abría cuando su miembro entraba en mi culo y se cerraba cuando salía, queriendo exprimir hasta la última gota de lo que estaba derramando en mi interior.

Entre temblores y espasmos  el médico se derrumbó exhausto sobre mi espalda con su miembro aún latiendo dentro de mí.  No sé cuánto tiempo estuvimos así, agotados, agonizantes.  Cuando el médico sacó su miembro sentí un rápido alivio en mi lastimado culo.  El diván estaba empapado con nuestra transpiración y en nuestro entorno se entremezclaban los sudores y olores corporales.  Entonces vi en él por primera vez ciertas particularidades que no había notado antes, su cabello castaño, casi negro, sus labios carnosos y sensuales.  Cuando se levantó, me quedé observando embelesado su cuerpo desnudo, la suave ondulación de sus piernas y sus nalgas, su pecho velludo y su miembro colgante, ahora flácido y chorreante de líquidos, pero increíblemente bello.  Todo su lenguaje corporal reflejaba sensualidad y masculinidad.  Y fué en esos momentos que descubrí  el porqué debía aguantar y resistir el tormento que había sufrido en mi iniciación, y era que me sentía profundamente halagado de que fuera yo capaz de despertar en ese hombre una lujuria tan grande, que me hubiera preferido solo  a mí y no a otra persona para satisfacer sus apetitos sexuales.  Lo veía ahora de manera diferente, con amor, con cariño, con ternura y agradecimiento.

Me alegro muchísimo ver aflorar en su rostro una expresión de profunda satisfacción cuando me tomó nuevamente en sus brazos y empezó a limpiar mi cuerpo con unas toallas húmedas.

-     Vamos a limpiar ese lindo agujerito -me dijo, poniéndome de rodillas agachado y con el culo levantado-,  que  todavía lo tienes lleno con mi lechita....

No puse ninguna objeción, podía hacer conmigo lo que quisiera.  Tiernamente limpió mi culo y todo mi cuerpo, besando una y otra vez mis adoloridas nalgas. También y en especial  lo hizo con los globitos de mis pezones, que se encontraban hinchados y rosados por las chupadas y lamidas de que fueron objeto.  Cuando terminó de limpiarme, no pude vencer el impulso de tomar su rostro entre mis manos y estamparle un beso en los labios.  No dijo nada, se quedó mirándome con ojos de asombro  sin abandonar ni por un momento su sensual sonrisa.  Con las mejillas sonrosadas, me vestí rápidamente y me dispuse a abandonar el consultorio.

-     A dónde vas caballerito -me dijo-, todavía no terminamos.  Antes tenemos que curarte esa garganta para que no vuelva a doler.

Vistiéndose rápidamente, procedió alegremente a practicarme la misma curación del día anterior, volviendo a repetirme una y otra vez la recomendación de no comentar con absolutamente  nadie lo relacionado con nuestro encuentro.  También me hizo prometerle que iría a verlo con frecuencia y que antes de hacerlo, le avisara para tomar ciertas precauciones.

Antes de retirarme lo volví a besar.  Una parte de mí deseaba quedarse, no quería alejarme de ese hombre que me había abierto las puertas de un mundo maravilloso y que me había hecho experimentar sensaciones cifradas en un idioma indescifrable.   Ese día había vivido la experiencia más bella de mi existencia.  Y por supuesto que volví,  no una sino  muchas veces más  y en cada una de ellas aquél hombre me hizo experimentar nuevas y más intensas y hermosas emociones de mi vida.  Continuará......

erickmassola@yahoo.com.mx