Mis experiencias en la milicia (2)

Continuación de la historia de unos primos que ingresan a la milicia y de cómo se ven inmersos en algo nunca previsto

Mis experiencias en la milicia (2)

Cuenta la historia de unos primos que ingresan a la milicia y de cómo se ven inmersos en algo nunca previsto

Capítulo 2:

Me encontraba ya sólo en mi habitación, sin la máscara y desnudo, sintiendo mis entrañas apretadas, y me sentía muy sucio, sin embargo a la vez muy confundido. Si de lo que se trataba ese ejercicio era de sometimiento y sumisión a un superior, se había logrado a cabalidad. Me dejé usar sin ninguna resistencia. Tenía mis sensaciones muy confundidas. Por un lado estaba totalmente destrozado, qué pensarían mis abuelos, mis primos, mis amigos de haber sido literalmente violado, y lo peor, de haberme entregado sin ninguna resistencia, pero lo que realmente me preocupaba es que… lo había disfrutado.

"Todos los reclutas deben presentarse con tenida de ejercicios que se encuentra fuera de sus habitaciones, deben dirigirse a examen médico a la enfermería de su pabellón y luego a la sala de casino, para su desayuno. Luego esperarán instrucciones. Deben acordarse de tomar su baño diario. Serán sometidos a inspección rigurosa".

La orden llegó a través de un parlante ubicado en la habitación. Procedí a dirigirme al baño, y me duché rápidamente. Salí de la habitación y pude observar y encontré un pantalón de buzo de deporte y unas zapatillas. Me vestí y seguí los carteles que me llevaron a la enfermería, precedida de una sala amplia, denominada casino, donde se sentía el aroma a café. En el trayecto me encontré con dos reclutas que salían de sus dormitorios (seis en total) y estaban con la misma tenida y nos saludamos con un gesto, sin dirigirnos la palabra. Por un momento me alegré de ver a otros reclutas, pero también me avergoncé de pensar lo que me había sucedido y con la duda de si ellos fueron sometidos al mismo "rigor" de entrenamiento. Pude observar que fuera del recinto había dos pabellones similares al que yo me encontraba.

En la enfermería nos encontramos 6 reclutas. A ninguno de ellos los conocía. Traté de conversar, pero estaban todos cabizbajos. En ese momento apareció un enfermero con delantal blanco y nos ordenó que estuviésemos en posición firme y sin hablar. A los 10 minutos salió el enfermero y nos ordenó despojarnos de toda la ropa. En una situación normal, no habría tenido mayores contratiempos en desnudarme frente a otros conscriptos, pero en esta ocasión, me sentía avergonzado. No me atrevía a mirar a los otros reclutas. El enfermero nos pidió que ingresáramos de a uno a la consulta del doctor. Fui el primero.

El doctor me realizó una revisión física completa, revisó mis genitales y luego me ordenó acostarme en la camilla boca a bajo. Lo observé colocarse unos guantes de látex y al momento sentí cómo hurgueteada en mi agujero y aplicaba una loción que me alivió el malestar y la sensación de ardor. ¿El doctor sabría que fui sometido?, poco me importaba, pero deducía que sí, y estaba seguro que si no lo sabía, lo descubriría fácilmente.

Muy bien recluta, es todo por hoy. Le apliqué una crema antinflamatoria y un anestésico local. Le recomiendo que se higienice el sector del ano, ya que detecté la presencia de restos de semen. Un buen recluta debe estar muy bien lavado. Le entregaré una solución y una crema para que se lo aplique todas las noches antes de acostarse y expulse todo. La siguiente instrucción es que pase al casino a tomar su desayuno.

Que alivio sentí de terminar con el doctor.

Luego del desayuno, se presentó mi instructor, con su máscara y fui sometido todo el día a ejercicios físicos. Al final de la jornada me ordenaron regresar al pabellón a mi habitación y dejar el vestuario de ejercicios en la puerta, por lo cual debía ingresar desnudo al cuarto y aplicar la solución que me entregó el doctor. Cumplí con lo indicado y luego me acosté asustado de lo que vendría. Pensaba si mis primos habrían pasado o estarían pasando por lo mismo.

Ya entrada la noche, se apagaron las luces y sentí que mi instructor ingresó al dormitorio. No sabía que esperar y me mantuve despierto dispuesto a lo que vendría, pero no pasó nada. Mi instructor se acostó en la cama de al lado, sin máscara, pero en la oscuridad no podía distinguir su rostro. Me dormí y al día siguiente el instructor ya no estaba en el dormitorio.

La semana transcurrió entre ejercicios de preparación física y estudios personalizados de materias relacionadas con estrategia militar. El instructor siempre vestía de negro lo que acrecentaba su figura y permitía observar un paquete abultado, y con una máscara que escondía su rostro. Su cuerpo era musculoso muy formado, un poco más alto y debía de tener un par de años más que yo, de un carácter fuerte, que todo lo que me ordenaba yo cumplía con avidez, con una voz profunda y segura que me provocaba temor y sumisión. Durante este periodo no tuve ningún contacto con los otros reclutas. En las noches siempre pensaba en mi primera experiencia homosexual, ya no lo consideraba violación, asumiendo que me entregué sin resistencia, y cada día que pasaba, más me entusiasmaba volver a otro encuentro, pero nunca se concretaba. Cuando sentía llegar al instructor en las noches, miraba su silueta cuando se desnudaba y me quedaba viendo su cuerpo en su cama y mi erección ya no daba más. Una noche me levante sigilosamente, y me acerqué a sentir su olor. Con eso me conformaba, hasta que fui más arriesgado y lo acariciaba por sobre las ropas de cama. El instructor no reaccionaba, no hacía nada. En esos momentos lo único que esperaba era ser sometido nuevamente.

Luego de una semana ya no daba más. En la noche volví al ritual. Esperé a que el instructor se durmiera y me acerqué a su cama. Esta vez estaba dispuesto a todo. Levanté suavemente las cobijas y me acosté al lado del instructor, que aparentemente dormía. Le di la espalda. Lentamente me fui acercando y él tomó posición atrás mío. Sentí su verga en mi trasero, debía ser, porque se sentía dura. Ya estaba en camino y no pensaba retornar, cualquiera fueran las consecuencias. Sentí su respiración agitada y sus movimientos atrás mío, luego silencio. No pasarían unos segundos, que para mi fueron interminables y sentí como me acariciaba los glúteos, primero lenta y suavemente, para terminar pellizcando con agresividad. Sentí la presión de su verga en mi ojete ya lubricado con las cremas recetadas por el doctor, lenta y dolorosa, mucho menos que la primera vez, sentía su respiración en mi cuello y espalda, me cambió la posición y me dejó bajo suyo, me abrió las piernas, e inició la penetración completa. Esta vez no fue dolor, eso sí era una leve sensación de ardor, que rápidamente se transformó en placer, mucho placer, sentir esa herramienta grande, dura, fuerte en mi interior, podía sentir su trayecto de mete y saca, estaba totalmente concentrado en ello… que placer, era todo lo que yo deseaba…sometido a mi instructor… a mi hombre…gimiendo como perra en celo… y me corrí como nunca, grandes cantidades de semen quedaron en las sábanas de mi instructor, sólo por el roce que provocaban sus embestidas…él seguía con su penetración, hasta que el calor de su eyaculación me baño las entrañas. Permaneció sobre mi, tenso, mientras eyaculaba y yo estaba feliz, sabía que lo había disfrutado…..Se retiró de mi y dormimos juntos, abrazados……. (Continuará)