Mis experiencias de exhibicionismo

Con mis métodos de la insinuación, el desnudo "involuntario", el nudismo "pudoroso" y el nudismo con permiso, logro buena excitación y un placer inagotable.

MIS EXPERIENCIAS DE EXHIBICIONISMO

Reseña

Con mis métodos de insinuación, el desnudo "involuntario", el "nudista pudoroso" y el nudismo con permiso, no sólo me evito problemas, sino logro inagotable excitación y placer.

Relación previa

Para evitar los riesgos de enseñar los genitales a desconocidas --que pueden ir desde ser arrestado hasta sufrir insultos y ser tratado como demente por todo un grupo o un barrio entero-- yo desarrollo algunos métodos que me dan buenos resultados.

El mejor método es entablar previamente conversación con la o las damas ante las que uno piensa exhibirse.

Esto no es solo una precaución. Es una forma efectiva de aumentar el erotismo, pues hace menos agresiva y más "íntima" la relación. (En última instancia, el exhibicionismo es una relación sexual y hasta una forma de coito, pues los sexólogos definen a éste como "toda relación entre dos personas que proporcione placer a las dos o a una de ellas").

Los pretextos para conversar pueden ser muchos y dependen del contexto y la situación del momento: el clima, la actividad que se desarrolla en el lugar, pedir permiso para hacer algo similar a lo que hacen las damas presentes, etc.

No hay nada como compartir una actividad para "romper el hielo". Dar y pedir auxilio y las frases amables siempre ayudan. En países o zonas pacatas y conservadoras hay que evitar toda referencia sexual.

No se necesita una conversación prolongada. Bastan un par de frases, siempre que haya respuesta amable o al menos neutra de las dulces voyeurs involuntarias. Si no hay respuesta o ésta es hostil o desconfiada, es mejor no intentar nada. Hay que saber esperar y construir una situación favorable.

Además, hay que escoger con cuidado el público y las circunstancias. Lo mejor son las mujeres sin varones, pero generalmente no las solitarias, pues éstas se sienten desamparadas. Si sienten pánico y piden ayuda a gritos, no lograremos una buena excitación (aparte de otros evidentes peligros). Claro que hay excepciones y circunstancias en que las mujeres solitarias responden aceptable o formidablemente.

Lo mejor son los grupos de 2 a 4 mujeres, aunque también en grupos mayores se logran buenos resultados, siempre que uno tenga la suerte de no encontrar entre ellas una moralista pacata que quiera hacer de líder intolerante.

No es tan favorable, pero también sirven como público las parejas de esposos o enamorados y los grupos de varias mujeres con sólo uno o dos varones. No son recomendables las familias completas, salvo que estén ausentes los varones adultos.

Insinuando desnudez

No siempre necesito mostrarme. También obtengo buenos resultados con sólo dejar adivinar o insinuar que estoy desnudo. Recordemos cómo nuestra mente trabaja febrilmente con sólo ver una minifalda o sólo oír sonar la ducha de una vecina.

Aunque lo disimulen mejor, la mente de muchas mujeres trabaja igual. Y, si --mediante la citada conversación previa--, hemos evitado una reacción de temor, se excitarán o al menos tomarán con humor la situación.

El lugar ideal para esto son los baños termales, que en algunos países abundan. Como el agua no es cristalina sino turbia y no se ve casi nada debajo de unos 5 cm, me basta bajarme el traje de baño y mostrar el inicio de una nalga o casi el inicio del vello púbico, para que las damas presentes se imaginen lo demás.

No contesto nunca directamente a la pregunta de si estoy desnudo, sino respondo algo así como "¿Qué cree Usted?", "Me gustaría estarlo, pero aquí no se puede", "La desnudez no tiene nada de malo, ¿no le parece?", "La desnudez es hermosa y da una gran sensación de libertad. No creo que le moleste, ¿verdad?", etc.

A estas alturas, generalmente logro miradas insistentes --disimuladas o no-- sonrisas, risitas, mirar a todos lados como si las desnudas fueran ellas, bromas o frases pícaras, etc. Todo ello es muy excitante y suficiente ya para dar placer a un auténtico exhibicionista. Misión cumplida.

Sin embargo, en pocos pero recordados casos, he logrado que la o las damas presentes ---siguiéndome la corriente en el discurso de la desnudez-- lleguen a quitarse el sostén del traje de baño, o hasta busquen rozamientos disimulados. (Aquí lo dejo. porque el metesaca que sigue es ya harina de otro costal… y ahora el tema es estrictamente el exhibicionismo).

Otros lugares o situaciones que utilizo son las orillas del mar, los patios, azoteas y jardines con tapias que me oculten hasta el pecho o la cintura; allí instalo pequeñas pozas portátiles, duchas al aire libre o hamacas para tomar el sol. Así también, los consultorios médicos, los cuartos de hospital, los botes o lanchas, los campos deportivos, dondequiera que haya una buena causa o pretexto para estar sin ropa.

Lo mejor son los patios, azoteas y lavaderos compartidos con damas, donde yo uso desde shorts blancos semitransparentes, hasta slips muy breves o camisetas que apenas me cubren lo mínimo, pasando por toallas y otros trapos anudados a la cintura.

Cuando he hecho buen trabajo previo y las damas no me tienen ningún temor, me dan muy buenos resultados esas pañoletas de cabello que, dobladas diagonalmente y amarradas a la cintura, me cubren sólo por delante, dejando mis nalgas al aire.

Si es necesario moderarse más, uso una toalla rectangular de unos 40 cm de ancho. Doblada diagonalmente y amarrada a la cintura, me cubre por delante y atrás, pero deja un costado al aire, lo que es suficiente para incitar y excitar a cualquier dama que no sea muy pacata o prejuiciosa.

Desnudez "involuntaria"

En lugares como los citados, lo más sencillo es cubrirse con sólo una toalla, la que deberá caer "accidentalmente" en el momento oportuno. A veces, arreglo que alguien --un chiquillo travieso, por ejemplo-- me quite la toalla y salga corriendo. En estos casos, lo persigo por una media cuadra, hasta que el cómplice suelta la prenda y desaparece.

Luego de cubrirme rápidamente, expreso algunas "excusas" o quejas contra el arrebatador: "¡Qué muchachos tan atrevidos hay ahora¡", "¡Cómo está aumentando la delincuencia¡", etc.

Mejor aún, me sonrojo o hago otros gestos de pudor ofendido, aprovechando las muestras de solidaridad y de hilaridad que un suceso así despierta. Claro, también tengo que disimular o justificar las erecciones que estas exposiciones nos causan a los exhibicionistas.

Logro similares resultados dejando sin cerrojo la puerta de las duchas compartidas, sobre todo luego de averiguar a qué hora se baña una dama para colarme allí unos minutos antes.

Siempre me causa placer recordar como me miran y se sonrojan o ríen las muchachas que lavan ropa a orilla de un río, cuando yo cruzo la corriente caminando con el agua a la rodilla y "se me cae" la consabida toalla.

¡Hay que verme corriendo desnudo tras la prenda que se lleva la corriente¡ Hasta no faltan ocasiones en que alguna chica bien ubicada salva la prenda y me la alcanza, roja de confusión ante los aplausos y risas de las otras.

Muy buenos resultados me ha dado también bañarme en una piscina llevando puesto un traje de baño o calzoncillo (slip) holgado y con el elástico débil. Me basta entonces salir rápidamente del agua para que la prenda se quede en los muslos o más abajo.

Mejor aún: me zambullo de cabeza desde una orilla de la piscina y buceo o nado hasta la otra orilla, "sin advertir" que la prenda no está en su lugar. Es toda una fiesta cuando yo salgo y me pongo de pie en la otra orilla, "dándome cuenta" del accidente recién ante las risas y voces de las bañistas.

De inmediato, me cubro rápidamente y "me sonrojo", "me confundo" y hago el gesto que significa "¡qué fea se puso la situación¡" (sacudir una mano de arriba abajo con los dedos sueltos y el pulgar hacia arriba). Otras veces, vuelvo de inmediato al agua y ya adentro me subo la prenda, mientras digo algo así como "¡con lo caro que me costó¡", "la ropa de hoy ya no es de fiar" o "¡qué traidor es este calzoncillo¡".

Logrado así el objetivo, me retiro "avergonzado" (en realidad, excitado), o --dependiendo de la reacción-- repito el episodio. Casi siempre lo logro y si el ambiente sigue favorable, si predomina el buen humor y no hay reacciones de censura, voy más allá: dentro o fuera del agua, me quito del todo el slip, diciendo: "Mejor me lo saco. De todos modos ya me vieron desnudo. No les molesta, ¿verdad?"

Casi nunca he tenido respuestas de censura y --cuando las hubo-- fueron rápidamente neutralizadas por las mismas damas presentes, que dijeron "¡no es su culpa¡", "no tiene nada de malo estar como Adán y Eva" o "¡ni que fuésemos monjas para asustarnos de un desnudo¡". Y otras frases y bromas, más o menos inocentes o más o menos picantes.

El nudista "pudoroso"

Comprenderán que --gracias a que viajo bastante-- me paso mucho tiempo en el agua o cerca de ella, sobre todo en aquellas regiones rurales donde las mujeres acuden al río o a los canales a lavar ropa y los varones a bañarse. Lo bueno es que éstos llegan generalmente al atardecer y las mujeres a cualquier hora, incluso muy temprano.

En una ocasión en que fui a un río de aguas claras y frescas (pero no muy frías), para bañarme y exhibirme, encontré el lugar casi desierto. Pero había una familia lavando ropa: una señora de unos 40 años, casi completamente vestida, su hermana de unos 25, y dos hijos, un chico de unos 15 (en ropa de baño) y una chica de unos 10 (en calzoncito).

Lo pensé un poco y me decidí. Me saqué toda la ropa, la escondí bajo unas piedras y luego me metí al agua más arriba del grupo, nadando río abajo para pasar frente a la familia. No entendí bien que decían, pero por el tono era algo entre el asombro y la risa.

Marchaba bien el asunto, así que unos 20 metros más abajo salí del río dándoles las espaldas y --para hacerla más larga-- no volví de inmediato, sino me puse a nadar un poco en una poza que allí había. Su atención me hacia gozar.

Unos minutos después, salí otra vez del agua, con las manos sobre mis "vergüenzas", como si recién advirtiese que ellas estaban allí. Tenia que pasar a su lado para volver a donde estaba mi ropa, de modo que me puse a caminar --actuando la farsa del pudor--, con la cabeza baja y sin levantar para nada las manos.

Mirándolas sólo con el rabillo del ojo, pude advertir que sólo tres me miraban. La dama de mayor edad, al parecer molesta, lavaba y lavaba volteada hacia el río. Los dos muchachos y su tía me miraban y parecían discutir.

Ya cerca de ellas, la situación se puso linda porque la tía, que ya se había quitado el sostén, dijo:

"--¡Qué tanto, yo también me lo saco¡"--.

Y se despojó del calzón, quedando únicamente con una enagua casi transparente, que sólo la tapaba de la cintura a los muslos. (Estas imitaciones son las que me hacen más feliz como exhibicionista).

Ella estaba claramente "húmeda" y, si no hubiese sido por la presencia de la señora mayor, el asunto fácilmente hubiera terminado con un glorioso y salvaje metesaca.

Yo ya estaba arrepentido de cubrirme, cuando escuché que algo decían como dirigiéndose a mí.

--¡¿Qué dicen?-- les pregunté.

--"Ella dice --contestó el muchacho, señalando a su hermana-- que sólo se le ve por atrás".

No esperé más y levanté las manos, diciéndoles:

--¿Así quieren verme?

Rápidamente, mi pene pasó de una semierección gozosa a una erección completa, mientras la tía y el joven reían, gozando como yo. Y la niña abría unos ojos más grandes que mis bolas,

Victoria completa. (Como exhibicionista, claro, y de eso se trata en estas líneas). Volví a donde estaba mi ropa…. y la rica masturbada que me dí hasta ahora la recuerdo.

Este fingido pudor también lo utilizo cuando soy "sorprendido" desnudo en cualquier ocasión, pues debe tenerse en cuenta que el prestigio cuenta: si uno tiene fama de persona correcta y recatada, tendrá más oportunidades de hacer exhibicionismo. Y viceversa, si a uno lo toman por un desvergonzado menos podrá hacerlo y menos respuestas amables o risueñas tendrá.

Como buen exhibicionista, preparo bien estas situaciones y siempre puedo ofrecer de inmediato justificaciones aceptables y respaldadas por hechos. Pero después, --pasadas unas horas o unos días-- es mejor callar sobre tales incidentes, a menos que la dama que nos vio sin ropa pida explicaciones o --cosa más frecuente-- lo comente risueñamente y nos asegure que no hay problema, que no nos preocupemos.

Nudismo con permiso

Es también muy gratificante pedir permiso para desnudarse. Naturalmente, esto no funciona, no produce excitación ni placer, en una sauna, un campo nudista u otro lugar donde muchos están desnudos. Lo más erótico es hacer lo prohibido, en este caso porque --aunque nos den el permiso-- imponemos una situación inusitada y normalmente no aceptada.

Entonces, ya el sólo hecho de pedir permiso es excitante. Aunque nos lo nieguen, ya hemos gozado. Y si nos lo dan, también gozaremos, pues tendremos una amplia gama de posibilidades: desde la desnudez sólo insinuada hasta actitudes muy atrevidas.

Al saber escoger bien el público, el lugar y el momento, rara vez me han negado tal permiso, sobre todo si previamente he entablado --como señalé más atrás-- alguna conversación con la o algunas de las damas presentes.

Así, luego de hablar del calor reinante, de lo lindo del lugar, de lo frescas (o cálidas) que están las aguas, etc., esbozo la mejor de mis sonrisas y --con la mayor cortesía-- digo por ejemplo:

--Disculpen, ¿les molestaría si me baño desnudo?

O bien:

--¿Saben? No he traído traje de baño. Espero que no les moleste si me baño desnudo.

La falta de respuesta no me amilana, pues no necesariamente significa rechazo, sino es causada por lo inusual del pedido. Insisto, argumentando que ya me falta el tiempo para traer una ropa de baño o ir a otro lugar. O me refiero al calor o al hecho --generalmente verdadero-- de que me encuentro de viaje y no tengo otro sitio donde bañarme.

Sólo en una ocasión, dos chicas muy jóvenes --que ya estaban por retirarse del río-- me dijeron con tono enojado: "¡Báñese como quiera¡" Y se fueron.

Y en otra ocasión, cuando ya las damas me habían autorizado a bañarme desnudo en una poza termal, el esposo de una de ellas me dijo enojado: "¡Cómo se va a bañar desnudo aquí, donde hay mujeres y niños¡" Le hice caso, regresé al vestidor, me puse un slip y le pregunté:

--¿Así está bien?--

Como dijo que sí, ya no pudo protestar cuando la prenda se volvió transparente al mojarse. Y tuvo que tragarse su enojo, pues su esposa, sus hijas y otras damas --a las que previamente me había ganado haciéndoles varios servicios-- se divirtieron mucho y terminaron sacándose los sostenes y mostrando los pechos.

Una variante de esta modalidad es estar ya desnudo bajo el agua cuando llega(n) la o las damas. (Por precaución, hay que tener siempre algún calzoncillo barato escondido bajo el agua, de modo que si hay problemas, uno se lo pone y "aquí no pasó nada").

Compartir el mismo lugar facilita la plática, de modo que luego de cruzar algunos saludos y frases amables, espero que se metan al agua, se pongan a lavar o descansen a la orilla. Entonces, aparentando vergüenza, les digo algo así como:

--¿Saben? Yo creí que este lugar era solitario y me estoy bañando desnudo. Espero que no les moleste--.

O bien:

--Yo creía que nadie venía por aquí. Espero que no les moleste que me esté bañando así nomás--. (No sé por qué en algunos países la frase "así no más" significa "desnudo" o "desnuda").

Con excepción de una vez en que una señora agarró sus cosas y se fue más lejos, la forzada e inesperada compañía de este modesto servidor desnudo ha sido aceptada por todo tipo de damas.

Claro que en algunas ocasiones la situación se pone ligeramente tensa y hay que manejar el asunto con mucho tino, aunque sin dejar de exhibirse (pues para eso estamos).

Las respuestas obtenidas en mis exhibiciones de esta modalidad han variado desde las más corteses ofertas de irse ellas a otro lado, hasta las más inesperadas, como esa vez que me ofrecieron un traje de baño para que me lo pusiese (me fue difícil rechazarlo y tuve que mencionar recomendaciones sanitarias al respecto).

En estos casos favorables, no tardan en llegar las sonrisas cómplices, las risitas, las bromas suaves o picantes, las preguntas de cómo es la ciudad o cómo se bañan las damas en las ciudades y en el extranjero, etc. Todo esto mientras uno, con el pretexto de enjabonarse y restregarse, puede también hablar de cosas excitantes y exhibirse en varios grados de atrevimiento.

Claro que a veces las atrevidas fueron ellas y se ofrecieron a enjabonarme las espaldas, o se metieron al agua y me pidieron que les enseñe a nadar, o me dijeron que debía tener cuidado con el desnudo porque eso excita mucho a una mujer. (El desenlace feliz de estos casos rebasa el tema y se los contaré en otra ocasión).

Algo similar sucede por el camino lento del nudismo con permiso, en el cual llevo algo de ropa para lavar. Bastan un par de camisas, dos camisetas o cualquier cosa. Primero pido permiso o un espacio para lavar, lo que nunca es negado.

La cercanía que esto produce con las otras lavanderas aumenta cuando les hablo de mi familia y hasta les muestro fotos. Así, --después de poner a secar mi ropa-- nunca se oponen a que me bañe allí mismo y hasta me lo sugieren ellas mismas.

La lentitud consiste en que me meto al agua llevando puesto un short o calzoncillo y me baño así unos minutos, mientras seguimos conversando. La sorpresa para ellas llega cuando, conservando medio cuerpo bajo el agua, me saco de pronto la prenda y me pongo a enjabonarla, diciendo:

--¡Casi me olvido¡ También tengo que lavar esto--.

O bien:

--No me miren, por favor, que tengo que lavar mi short--.

Pocas cambian de actitud y se callan. La mayoría se ríe y sigue lavando, conversando y mirando como antes, colaborando incluso conmigo cuando les pido que me tiendan a secar la prenda ya lavada. La excitación mayor la logro cuando les arranco sonrisas de complicidad, risitas y bromas, que aumentan mientras salgo del agua "así no más", me visto y me despido.

Y hasta consigo que alguna o varias de ellas --apenas me alejo y me quedo oculto-- se bañen igualmente calatitas o sólo con sus calzoncitos, que nos les tapan casi nada. (Esto se los contaré cuando les refiera mis experiencias de "voyeur").

Final feliz

En suma, creo que el exhibicionismo no es una "desviación", sino una variante sexual tan legítima, placentera y saludable como las otras. Causa excitación y placer por sí misma, aunque --claro-- puede combinarse con varias actividades. Y no consiste sólo en mostrar los órganos genitales, sino más bien en entablar una relación erótica visual utilizando la propia desnudez parcial o completa.

Espero que estas mis experiencias les hayan gustado y les sirvan para poder practicar o mejorar tan hermosa actividad sexual y vital.