Mis experiencias con R (II)
Segunda entrega de mis experiencias fetichistas reales con una mujer mayor que yo.
Hola de nuevo a todos, a continuación seguiré narrando mis experiencias con R. La última vez terminé contándoos que R. me había dicho que por su marido nunca más deberíamos repetir la sesión que habíamos tenido.
Como os podéis imaginar esa negativa duró lo justo, si bien al acabar el verano ya no tenía la excusa de masajear el cuerpo quemado lo que está claro es que yo tenía la anedralina subida todas las mañanas, lo único que pensaba antes de que ella llegara era en postrarme ante ella y mantener algún tipo de contacto, incluso evitando pajearme previamente por si la ocasión acontecía y así no perder el ansia.
Quizás pasaron 2 ó 3 semanas, ahora no lo recuerdo exactamente, pero lo que esta claro es que poco a poco volvimos. Muy poco a poco, primero le suplique que ya que no teníamos contacto sexual, a cambio, para calmarme me diese sus bragas usadas, dudó y finalmente fue al baño, vino con ellas y me las dio, acto seguido fui yo el que fue al baño, ya sabéis a que. Al día siguiente le pedí los pantys, y otra vez el mismo proceso. Ese mínimo contacto y complacencia por su parte yo lo complementaba levantándome por las mañanas con una erección que marcaba mis más de 20 cms en la ligera tela del pijama y pasando delante de ella que inevitablemente se apercibía del hecho.
Finalmente una mañana accedió a que le diese un masaje en los pies, supongo que ayudó que había discutido con su marido y supongo que algo de revanchismo le llevó a dejarse hacer. Se sacó los pantys, curiosamente el anillo de casada, se aposentó en un sillón me arrodillé ante ella poco a poco empecé con el masaje, ella cerraba los ojos y de vez en cuando me hablaba para comentarme sus problemas familiares. Así siguieron los días, una mañana sí y otra también, cuando estábamos solos yo me postraba a sus pies y empezaba las sesiones de masaje que cada día iban a más, no solo masajeaba con las manos sino ya le lamía con la lengua los 2 pies por completo, sin dejar escapar ni un milímetro, limpiándole las uñas con mis dientes, me estiraba en el suelo con el torso desnudo y desabrochado el pantalón y ella apoyaba el pie que no masajeaba en mi, muchas veces sobre mi polla erguida y el otro pie me lo plantaba en la cara para que lo adorase con la debida devoción, ante los comentarios de que sus pies no olían, dejó de lavárselos por las mañanas, y repitiendo varios días los mismos pantys, además lo complementaba poniéndose quesito fundido por toda la planta, los deditos y huecos entre ellos que yo debía lamer y posteriormente comer, también lo hacía con mermelada de fresa que disponía en un plato en el suelo e iba apoyando el pie en él cada vez que yo había limpiado el pie con mi lengua, con pasteles, etc... Obviamente yo disponía cuando levantaba la cabeza del suelo, de una visión privilegiada de sus bragas la mayor parte de las veces marcas húmedas y con pelillos que se le escapaban, llegó un punto que yo al mismo tiempo sacaba mi polla y me empezaba a masturbar ella no ponía inconveniente, se complacía y también se metía los dedos, pero todo ello, curiosamente y morbosamente, sin hablar de sexo, al mismo tiempo ella me contaba su vida, sus problemas con el marido y las hijas, la mayor de ellas en sus propias palabras es una putilla, etc, etc, ...
Al tiempo al empezar las sesiones además de los pantys ya se despojaba de las braguitas que me daba para que las fuese adorando-lamiendo durante la sesión, braguitas que por iniciativa suya llevaba puestas hasta una semana seguida con lo que os podéis imaginar sus embriagadores sabores.
Un día se trajo unos botines con los que empezó a masajearme el cuerpo estirado a sus pies, más bien hay que decir que me utilizaba de felpudo, al no tener un tacón acentuado se le escapó la exclamación, ¡vaya, no dejan marca!, esa frase fue mi obsesión durante los días siguientes, así que aprovechando la época de rebajas, me acerqué a una tienda de calzado del centro de Barcelona y no sin vergüenza, compré unas botas altas con cremallera y sexys (la caña era de rejilla) de tacón alto, la excusa ¡son para mi novia! supongo les valió a las dependientas pues el número de pie era un 38.1/2., pero la vergüenza que pasé comprando calzado femenino, ¡y qué calzado!, rodeado de mujeres no me la quitó nadie.
Total, al día siguiente empezamos la sesión y al poco le dije que tenía una sorpresa para ella, ella estaba intrigada, de repente aparecí con una bolsa grande que sin tener que ser una adivina ella rápidamente reconoció lo que había dentro, abrió la caja y se admiró de mi elección, me hizo ponérselas no sin demostrar mi falta de experiencia lo conseguí, se levantó, empezó a jactarse de lo bien que le quedaban, se dirigió hacia mi, altiva, agaché la cabeza ella me la pisó con una de las botas y le besé la punta de la otra. Se acomodó en el sillón y procedí a lamérselas, planta durante esa 1ª ocasión aún limpia, en posteriores, ya sucia, se la limpiaría yo, el tacón que me introducía totalmente en la boca produciéndome heridas y casi todo el empeine empezando por la punta, ella estaba complacida, los masajes al felpudo durante las siguientes sesiones producieron en mi pecho y abdomen profundas heridas y marcas de sus tacones. Obviamente también comí de ellas quesito, mermeladas, pasteles y otros y cuando los pies ya los tenía bien sudorosos procedía a aliviarlos. Así pasaron los meses y en total los casi 4 años de relación en la que curiosamente no follamos. En otras sesiones se había traído vestidos sexys y con las botas le fotografiaba, también sacamos fotos de mis lamidas de pies y botas, etc, etc... Hubo sesión de fotografía de su ano que se abría ante mí sin poder disponer de él, incluso nuestra pasión hacía que a veces lo hiciésemos a sabiendas de que en la propia casa estaban mis padres o hermanos, eso sí a escondidas.
Hechos puntuales fueron la vez que se trajo a su amiga del alma y confidente de nuestras relaciones que quería conocer el perrito faldero de su amiga, pero como vino un día que había gente en casa se quedó con las ganas. Las últimas fechas, quizás por malestar con su marido y por cada vez necesitarla menos en casa, por en el fondo tener cargos de conciencia viendo que cada vez íbamos a más, la relación con mi familia se fue deteriorando hasta que finalmente se rompió, amistosamente eso sí.
Un par de visitas que hizo en años posteriores a mi casa, estoy seguro que únicamente venía para verme a mí, acabaron la primera yo lamiéndole los pies enfundados en unas sandalias altas de tacón fino con ella empuñando un látigo aunque sin utilizarlo y sobándose el coño (el porque disponía de látigo en casa es una historia que explicaré otro día) y la 2ª, en la que yo me había quedado con ganas de que probara el látigo, yo estirado desnudo en el suelo y ella pisándome con sus botas que yo lamía y dándome latigazos con furia con un cinturón de cuero. Esa sesión le propuse que me gustaría probar su lluvia dorada, ella estaba supercaliente, fuera de sí y yo os podéis imaginar como estaba, me dijo de quedar más tranquilos en su casa esa misma tarde y cuando ya quedaba poco para desplazarme recibí su llamada que anulaba la cita con la excusa de que su marido había llamado que volvía antes, probablemente fuese mentira y fuera de la excitación del momento volvió a reflexionar y viendo más los contras que los pros de ese encuentro, lo cierto es que desde esa fecha ya nunca más la volví a ver y de eso ya hace 6 ó 7 años.
Como dije la anterior vez, agradecería que si os ha gustado me lo hicierais saber al e-mail, si por casualidad que sería mucha, R. has leído la historia y te acuerdas de los buenos ratos contacta conmigo aunque solo sea para recordarlo, si hay alguna voluntaria que quisiera sustituirla para rememorar estas sesiones que me lo diga por mi parte la complacería sin dudarlo.
Juan
Barcelona