Mis experiencias con la masturbación anal (III)

Sé que son relatos cortos. Lo hago así porque son muchas experiencias y la cuarentena me permite, casi me obliga a joderme el ano y escribir a diario, por lo que, mientras la plataforma me lo permmita, habrá un relato nuevo cada día.

Luego de hallar tan hermoso video tutorial puse en práctica lo que decían las guías. Mi madre guardaba un recipiente inmenso de vaselina que usaba para hidratar sus labios y no he querido pensar si la usaba para algo más. Lo encontré sin trabajo, en mi habitación, me metí bajo mi edredón, me puse de lado como la chica del video, levanté mi falda, bajé mis bragas, saqué un poco de vaselina con mis dedos y empecé a masajear mi ano suavemente con la respiración a millón por hora, el cuerpo sudoroso de calor por el edredón y las sensaciones de mi masaje. Se sentía exageradamente sensual y excitante. Cuando creí que estaba lista tomé un poco más de vaselina y con la yema de mi dedo apuntando hacia el interior de mis entrañas ejercí un poco de presión haciendo que el dedo se introdujera lentamente en el orificio mientras aguantaba la respiración. Noté que mis esfínteres estaban tensos, así que, sin sacar el dedo, para no perder el progreso que había realizado hasta el momento, me puse boca abajo, saqué la cabeza de debajo del edredón y respiré tranquilamente. Poco a poco sentí cómo los músculos de mi ano se relajaban y mi dedo quedaba libre de ataduras para introducirse un poco más.

Las guías lo decían, pero no hice caso, la respiración y la relajación son fundamentales para que la masturbación anal sea placentera, yo doy fe de ello. Mi dedo se abrió camino más adentro y pronto quise intentar un dedo más, así fue como retiré el que ya estaba dentro, tomé un poco más de vaselina para mis dedos medio e índice y los introduje lentamente, Dios, fue un poco difícil, pero, una vez adentro, sentí el culo a reventar, pero me acostumbré pronto, entonces, después de unos minutos, preparé el dedo anular para unirse a la intrusión. Mis ojos se cerraron con fuerza, mi boca se abrió formando un 0 perfecto y al no poder respirar por la nariz empecé a tomar aire entrecortadamente por la boca. La sensación era fascinante, sentí muchas cosas: ganas de meter la mano entera, ganas de gritar, ganas de cagar, ganas de ser una pequeña perra grosera, ganas de un chico mayor que yo que me penetrara la vagina y me besara como en los videos que había visto. Finalmente, yo, que nunca había dicho una palabrota; yo, que siempre fui una niña decente, pulcra y educada; yo, la niña de la que mamá hablaba a todas las vecinas como si fuera un ejemplo a seguir, dije mientras dejaba escapar todo el aire que había quedado atrapado en mi pecho: "ayy hijueputa" haciendo fuerza en la p. Me relajé un poco, moví mis tres dedos dentro de mi culo y en uno de esos movimientos sentí de nuevo la textura sólida y desagradable y justo a tiempo porque en ese preciso momento mi madre abría la puerta de mi habitación para llevarme algo de comer, pero, como yo ya lo había previsto, estaba bajo el edredón, aunque esa noche hiciera tanto calor, aunque el sudor adhería mi cabello a mis mejillas ruborizadas de deleite.

Le extrañó mi actitud, pero me libré fácilmente de ella, así que se fue y yo, que ya sabía qué había que hacer porque leí como 2 mil guías de masturbación anal que decían lo mismo, y como moría de ganas por continuar, dije a mamá que quería darme una ducha porque en la escuela había sudado mucho, me metí al baño, abrí el grifo de agua caliente y mirando la manguera de la ducha, una manguera barata y delgada, me preguntaba cómo haría caber eso allí, por muy pequeña que fuera. Cerré el grifo, le removí la cabeza por la que sale el agua, puse un poco de jabón para limpiarla y para que se deslizara más fácil y la introduje lentamente. Entró muy fácil gracias a lo dilatado que estaba mi amado agujero.

Abrí el grifo y de repente sentí una presión que me inundaba los intestinos y tuve que cerrarlo nuevamente, saqué la manguera con cuidado de no dejar salir el agua que ya tenía adentro, me senté en el sanitario y la expulsé, repetí el proceso unas dos veces, me limpié muy bien y volví a mi habitación. Sentía que el cuerpo me hervía, me metí de nuevo bajo el edredón, repetí el mismo proceso de antes con mucha facilidad. La primera vez que saqué los dedos expulsé un poco de agua, afortunadamente salió limpia.

Antes de todo esto solía masturbar mi vagina normalmente una o dos veces a la semana, me fascinaba, pero esta vez gocé sin límites, explorar el ano era un nivel demasiado avanzado para el placer. Mi vida cambió drásticamente, en adelante no podría pensar en nada más que no fuera meterme algún objeto por el ano.