Mis experiencias con la masturbación anal (I)

Una serie de relatos en los que cuento cómo empecé a jugar con mi ano, por qué y cómo lo he venido haciendo todos estos años.

Todo empezó siendo muy niña. Tengo 26 años y en este momento tengo un buttplug metido en el culo, me encuentro sentada en una silla y me gusta mover mi cola a un lado y al otro para sentirlo moverse dentro de mí. Solo hace falta un poquito de osadía para descubrir uno de los placeres más deliciosos que puedes encontrar en tu cuerpo.

Me hallaba en la habitación de mi madre viendo televisión con ella. Estudiaba en la tarde, así que solía desvelarme un poco con ella en su habitación. Eran las 11 y 30 o 12 cuando ella fue a la cocina en busca de café, entonces tomé el control remoto y pasé los canales buscando dibujos animados y, en vez de eso, se me desorbitaron los ojos cuando apareció la imagen de una mujer voluptuosa con la mitad superior de su cuerpo recostado boca abajo sobre una mesa, medio cubierta por un vestido negro, una de las tiras del vestido que deberían ir sobre los hombros estaba destrozada y la mitad inferior de su cuerpo estaba desnuda, sus piernas entreabiertas, abría sus nalgas con ambas manos y otra chica posaba en cuclillas tras ella moviendo un objeto con la mano hacia adelante y hacia atrás en su cola.

"¿Por qué le hace eso ahí? La va a matar". No me cabía en la cabeza una razón por la que una mujer metiera a otra algo por el culo. Ahora comprendo que era su vagina, pero en ese tiempo no era consciente de mi cuerpo y lo que primero se me ocurrió fue que era su ano. La cámara enfocó el rostro de la primera chica. No entendía nada, era una expresión de dolor emocional, el ceño fruncido, los dientes a la vista, una respiración jadeante. Parecía como si llorara por la muerte de alguien, pero no había lágrimas, ni sufrimiento, gemía, emitía sonidos que ahora entiendo muy bien: ahh, mmm, oh, sí, qué rico . "¿Rico?". Todo esto pasó en solo 15 segundos y pronto mi madre volvía a la habitación. Seguí pasando canales, entró y me mandó a dormir. Sobraría decir que no pude hacerlo pronto, bajo las cobijas recordaba los gemidos, ese rostro y los cuerpos semi desnudos. Me inundaba la curiosidad, ¿por qué hacían eso? ¿De verdad le gustaba? Entonces, sin conocer mi cuerpo toqué mis nalgas sobre el pantalón de la pijama y urgué hasta acercarme a ese pequeño agujero.

Sentí que hacía algo malo, me sentí pecadora, no sabía lo que esas chicas hacían, pero sabía que no estaba bien, aunque una especie de magnetismo acercaba mis dedos a mi tierno y virgen ano. Pronto, el dedo más largo de mi mano se encontró con el hoyo, la tela se interponía, pero sentí una corriente electrizante que viajó por mis piernas hasta los dedos de mis pies. Me asusté mucho, se sintió muy extraño, así que me dormí tranquilamente.

El día siguiente, en la escuela, durante clase le hablé de esto a mi mejor amiga Isabel y durante el recreo hablamos de cómo puede ser posible. Le conté que había tocado mi culo con mis dedos por encima de mi pijama y dijo que era una cochina. En la noche, hacía mis tareas para el día siguiente, tomé el lápiz y tuve una idea loquísima, pero me limité a solo llevar mi mano bajo mi falda, hacer a un lado mi calzón y, llena de terror, acercar lentamente mi dedo medio a aquel lugar. Lo toqué, estaba seco, la piel era demasiado suave, tenía arrugas y, de nuevo me atacó la corriente de la noche anterior, pero esta vez no solo viajó por mis piernas, sentí que me pringaba el abdomen y el pecho. La cara se me llenó de sagre, retiré mi mano espantada y continué haciendo mi tarea. Hubo un momento en que quise retirar el cabello de mi frente y sentí un olor que desprendía mi dedo medio, lo acerqué a mi nariz. El olor de mi culo me inundaba, no era olor a mierda. El ano al ser lavado pasa inodoro poco tiempo, después toma su olor característico, su olor natural. Me gustó aquel olor, aún me gusta mucho, me excita sobremanera. Cabe decir que es el olor de mi culo, he disfrutado el olor en el culo de personas que me gustan, pero no me interesa, solo me interesa el olor de mi propio ano. Me olvidé de estos asuntos por un tiempo convenciéndome de que era imposible que algo pudiera entrar en ese orificio diminuto.

Este es el primero de mis relatos, tengo un montón de experiencias simiilares y los estaré enviando cada tanto.