Mis ex me cambiaron la vida 4
A Silvia siguen follándosela, viene mi ex mujer
Los guardias: “¿Podemos venir mañana con los compañeros del otro turno?”
Viendo el estado en que se encontraba Silvia, les dije de quedar para el jueves dejando un día de descanso y así darle tiempo para que se recuperase.
Y quedamos todos para el jueves siguiente, con el añadido de los guardias del otro turno. Cuando se fueron, después de múltiples agradecimientos y felicitaciones a Silvia, la mandé doblarse sobre el respaldo de una silla, con la cabeza hacia el asiento, atando sus pies a las patas traseras y las manos a las delanteras, quedando totalmente ofrecida.
Su tenía coño y ano inflamados, por lo que procedí a darle pomada antiinflamatoria y calmante, dejándola en esa postura toda la tarde.
Sentado a su lado, estuve repasando las lecciones con Vero, añadiendo las explicaciones no dadas por la mañana y solucionando sus dudas, mientras mi mano acariciaba sus muslos y llegaba a su chorreante coño, para acariciarlo sin permitirle correrse.
Más tarde, mientras Vero seguía estudiando, me dediqué a hacer algo de limpieza de la casa, sobre todo la cocina, dándole una fuerte palmada en el culo cada vez que pasaba por su lado. También dediqué, como todos los días anteriores, un tiempo a la ampliación de la casa.
Al anochecer, comprobé el nivel de aprendizaje de Vero, que estuvo acertada en todas las preguntas y estuvimos un rato comentando las dudas de las asignaturas, mientras volvía a acariciar las piernas, coño y tetas de Silvia. Al terminar…
-Bueno, Silvia, ahora es tu turno. Hoy has disfrutado como la gran puta que eres, y ahora toca el castigo. Normalmente el castigo es de cinco, pero como has disfrutado mucho, te voy a dar el doble. Ve contando.
-ZASSSSS. –Por puta, le dije.
-UUUno.
Acaricié su raja
-ZASSSSS.
-DDDosss.
Acaricié su clítoris por encima. Evitando la parte que sobresalía.
…
-ZASSSSS.
-DDDiez.
Terminé mis caricias, pero no la dejé llegar al orgasmo.
Entonces la desaté y preparamos la cena entre los tres. Silvia cenó de pie, junto a la mesa y Vero y yo sentados una frente a otro. Ella, vestida con la bata de trabajo, levantó la pierna hasta poner su pie sobre mi polla, que ya llevaba todo el día casi al punto.
-Eso que estás haciendo, no te lo permito. Solamente te lo consentiré cuando yo te lo diga. Luego tendrás el castigo correspondiente.
Quitó su pie y terminamos la cena con tranquilidad, hablando de Paco, de los guardias y cosas variadas. Silvia comentó que seguía dolorida y que además de escocerle el coño y el culo, le dolía la mandíbula. Cuando terminamos de cenar, ellas recogieron y limpiaron la mesa, mientras yo tomaba una pomada del botiquín.
Cuando terminaron dije:
-Silvia, posición de castigo.
-¡No, por favor, Jóse! Me duele todo el cuerpo después de la sesión de esta mañana. –Dijo con voz llorosa.
-¡En posición!
Se colocó sobre la mesa y yo, separando sus piernas, repetí la aplicación de la pomada antiinflamatoria y calmante en su culo, ano y coño, con un suave masaje para su absorción, que la hizo gemir nuevamente.
-MMMMMMM. Qué gusto. Sigue un poco más.
Luego, la hice tomarse unos analgésicos y la mandé a dormir.
-Vero, posición de castigo.
Se quitó la bata, quedando totalmente desnuda y se colocó sin rechistar. Yo me desnudé también y me coloqué tras ella. Le metí directamente la polla en el coño.
-AAAAAAAAYYYYYYYYYYY. –Se quejó, a pesar de que estaba bien lubricada.
-Me estabas esperando ¿Eh? Puta. –Le dije mientras empezaba a bombear.
-Siiii. Llevo todo el día pensando en este momento. Estoy casi a punto de correrme ya.
Eso me hizo bajar el ritmo y darle algunas palmadas en su culo cuando sacaba mi polla.
Me gustaba sentir la estrechez de su coño. Me absorbía, presionaba y luego facilitaba la salida. No sé donde aprendió la técnica, pero la dominaba y resultaba muy placentera.
-MMMMMMMMMMMMM -Gemía sin parar
-¿Te gusta esto?
-Siiiii. No pares. Dame más fuerte. Quiero correrme.
-¿Te has estado tocando?
-No, pero desde aquí oía como gritaba de placer mi madre y los golpes de cuerpo con cuerpo y me ha excitado mucho.
Aceleré el ritmo de nuevo para llevarla al orgasmo.
-SIIIIIIII. ASIIIIIIIIIII. Sigueeee.
No tardó mucho a venirle.
-AAAAAAAAAHHHH Me vieneeeee. Me corrooo. SIIIIIIIIIIIIIIIII. AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.
Me detuve para que se recuperara pero …
-¡No te detengas! ¡Sigue! ¡Más fuerte!
No me hice derogar. Continué con más fuerza si cabe. Ella siguió gimiendo y gritando, hasta que le sobrevino un nuevo orgasmo, con el que me dejé llevar y provocó el mío.
-NO PAREES. Me viene otra vez. ME CORROOOOOOO.
-SIIIII y yo tambiéeeeen. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH
Mi orgasmo fue largo, después de todo el día excitado. Le solté toda la carga dentro, que fue abundante. Después de eso, tuve que sentarme un momento, mientras Vero quedaba sobre la mesa, desmadejada. Cuando se recuperó, se puso en pie y vino a mí, separó mis piernas y se arrodilló entre ellas, metiéndose la polla en la boca y comenzando una espectacular mamada para ponérmela en forma nuevamente.
Después del excitante día y, a pesar de haberme corrido y no ser tan joven, pronto estuvo totalmente dura otra vez. En ese momento, se la sacó de la boca, la cogió abarcándola con su mano y me arrastró a la mesa tirando suavemente de ella.
Se colocó en posición, sin soltarla, y la apuntó a su ano. Yo, puse un poco de la crema antiinflamatoria en la punta, terminé de afinar la puntería y fui metiéndola poco a poco. Fue una nueva follada a lo salvaje. Llevé mi mano hasta su clítoris y la estuve acariciando hasta que se corrió. Las contracciones de su pelvis me dieron el punto para correrme yo también.
Tuve que volver a sentarme, hasta que me recuperé y procedí a darle el castigo correspondiente.
El miércoles transcurrió normalmente, estudios de Vero, azotes mañana y tarde a Silvia, pomada a ambas y trabajos habituales.
El jueves a las diez de la mañana, casi a la vez, llegaron los cuatro guardias y Paco. Éste último, repartió viagra para todos y no se las que se tomaría él. Se organizaron rápidamente. Apilaron dos balas de paja rectangulares, colocaron encima una vieja manta que tenía por allí. Hicieron colocarse encima a Silvia, que quedaba con la cabeza colgando ligeramente por un lado, y las piernas por otro. Decidieron hacer primero una rueda. Uno la follaría por el coño, mientras otro se dedicaba a un pecho, otro le follaba la boca , otro el otro pecho y el último le lamería el clítoris mientras era follada.
Se repartieron los puestos por sorteo y comenzaron.
Cuando ya llevaban un rato, oímos llegar un vehículo. Yo salí a recibir a quien fuese y desde la puerta dije:
-Paco, es tu mujer. –Y fui a recibirla, mientras él sacaba la polla de la boca de Silvia y empezaba a vestirse a toda prisa.
-¿Qué tal Elena? Cuánto tiempo sin verte. ¿Qué te trae por aquí?
-Vengo a buscar a Paco. Tenemos una vaca de parto y creo que no va bien. Hay que ir a avisar al veterinario y no podemos dejarla sola mucho rato. Así que siento decirte, que hoy no podrá echarte una mano.
-Pasa un momento a la casa que Paco estará aquí enseguida.
No comprendo a Paco. Tiene una mujer bandera. Sin ser una Miss Universo, es una mujer guapa, con cara alargada y morena de pelo. Un buen par de tetas y un culo espectacular, que junto con unas buenas curvas, completan una figura que no pasaba desapercibida. En mi opinión, mejor que mi cuñada. Solamente los cuidados que mi cuñada se prodigaba y de los que Elena no disponía, marcaban la diferencia.
Entramos en la casa, donde se encontraba Vero estudiando, vestida con una camisa anudada bajo las tetas, sin sujetador y unos pantalones cortos que dudo si se podían llamar así de lo cortos que eran. La miró largamente, entrecerrando los ojos, pero sin decir nada. La invité a un refresco que rechazó.
-Mi madre, todavía sigue… -Dejó en el aire el resto de la pregunta, pero casi pareció que la cortaba al decir.
-Sí, aún sigue con lo suyo.
-Elena, te presento a Vero. Ella está pasando una temporada conmigo, y su madre está por ahí, ocupada, otro día te la presentaré…
En ese momento, entró Paco, con un bulto en el pantalón que no podía disimular con nada.
-Joder, Paco, vas empalmado. ¿Qué has estado haciendo?
-Pueeeess. Es queeee. El toro está cubriendo a la vaca y me ha excitado.
-Ahora te excita ver follar a las vacas y no se te levanta conmigo?
-Verás, es porque esta mañana me he tomado una viagra para cuando vuelva poder hacerte los honores y quitarte el disgusto de ayer y antes de ayer, y debe estar haciendo efecto ya.
-Pues ve corriendo a buscar al veterinario mientras vuelvo a casa ¡Y no se te ocurra follártelo! –Esto último en broma.
-Tranquila, que sabes que es viejo y no me gustan los hombres. Solo tengo ojos para ti.
Ella sonrió, pero su cara reflejaba el recelo.
Cuando volví al pajar, ya habían recompuesto el equipo uno la follaba, otro dedicado a las tetas, otro a la boca y el último al coño.
Si no hubiese tenido la boca ocupada, la hubiésemos oído berrear. Los largos gemidos:
-MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM.
Se oían sin parar. Sus orgasmos no se contaban. Recibió la leche de los cuatro en su coño dos veces de cada uno. Con el último pidió cambiar, pues su coño estaba en carne viva. Ellos aceptaron y repitieron una vez más por el culo.
Pasado el mediodía, preparamos algo para comer y marcharon todos, después de quedar para el domingo siguiente.
En los días siguientes todo fue igual que en los anteriores, Silvia solamente se dedicó a descansar y a recibir mis masajes con la pomada. El viernes pasó Paco con su mujer camino del mercado, sin que pudiesen ver a Silvia, que todavía dormía. Vero y yo fuimos a la ciudad, a unos 60 km., donde compre unos collares de cuero, correas largas y cadenas para ellos, unas pollas de goma, plugs anales, tres vibradores en forma de polla de varios tamaños y un par de fustas. También me ofrecieron, y compré, dos bolas en forma de huevo, con mando a distancia, cuyo uso y funcionamiento tuvieron que explicarme, pues no los había visto nunca.
El domingo, día previo a su regreso, no vino Paco, pues su mujer estaba recelosa y discutieron, según me contó después, hasta que consiguió retenerle. Los guardias tuvieron el detalle de follarla sólo una vez cada uno por todos sus agujeros y dejarla para que volviese a su casa con normalidad.
El lunes marchó a su casa en la ciudad, prometiendo volver pronto, pero antes tuvo oportunidad de conocer a Elena, pues desde ese día, acompañó siempre a Paco al mercado. La cara que puso cuando la conoció, no me pareció que fuese a beneficiarlo mucho.
Las ocho semanas siguientes fueron prácticamente iguales, si exceptuamos una pequeña incidencia, Silvia venía el viernes, pasaba el sábado y domingo follando a tope y volvía el lunes con cara de felicidad total. Con Vero probé, y me gustó tanto hacerlo que repetí a menudo, una de las bolas con mando a distancia. Al estar a cielo abierto, tenían buen alcance, por lo que, mientras ella estudiaba y yo trabajaba, me dedicaba a activar y desactivarla cuando me apetecía, teniéndola todo el día en constante excitación. Cuando me preguntó por qué le hacía eso, le contesté que era para que viese que me acordaba de ella.
La incidencia fue que, un par de semanas después del parto de la vaca, se presentó en casa Elena, la mujer de Paco, con la sana intención de saber si su marido venía a follarse a mi cuñada y si había algo entre ellos.
-¿Y por qué me preguntas eso? –le dije.
-Porque desde que estamos casados, hemos follado todas las noches, pero cuando tu cuñada está aquí, viene a ayudarte y cuando vuelve está tan agotado que no se le levanta, pese a los esfuerzos que hago. Cosa que no ocurre entre semana, y dudo que el trabajo en tu granja, que es más pequeña, sea mayor que en la mía.
-¿Y qué te dice él?
-Que ya se está haciendo mayor, y tiene 40 años, y que ya empieza a fallarle. Yo le digo que es curioso que sea cuando viene aquí, coincidiendo con la estancia de tu cuñada.
-Creo que eso tendríais que hablarlo vosotros, sin interferencias de terceros…
-¿Tú crees que estoy bien o mal? –Me interrumpió. Sorprendido por una pregunta que no esperaba, contesté con la verdad.
-Mira Elena, eres la mujer de mi mejor amigo en estos momentos, y si te digo esto es por el bien de los tres. Físicamente eres una mujer preciosa. No sobra ni falta nada en tu cuerpo para ser muy deseable, a eso hay que añadir que tu cara acompaña al resto, resultando una mujer guapa y excitante, capaz de hacer volver la cabeza a cualquier hombre con el que te cruces. En resumen, me resultas muy guapa y deseable.
-¿Me harías el amor?
-No. Yo no hago el amor. Yo solamente te follaría. Pero entramos en un terreno peligroso. Por el bien de todos, será mejor que lo dejemos aquí.
En ese momento salió Vero de casa, dirigiéndose hacia el huerto.
-Y a esta, ¿te la follas?
-Sí, pero es una situación peculiar que no te voy a contar.
-¿Y a su madre?
-También. –Dije con voz tajante.
No preguntó más, dio media vuelta rápidamente, subió a su coche y se fue. Desde ese día, todas las semanas pasaba por mi casa, alegando que iba a comprar, para ver si necesitaba que me trajese algo, a pesar de que mi casa no le venía de camino. Alguna vez lo agradecí porque me ahorró un viaje
Una de las semanas de mitad del otoño, vino Silvia, como siempre, pero acompañada de su hermana Marta, mi ex. La recibí con normalidad, procurando que no se me notase la impresión de verla tan cambiada. Había engordado demasiado, estando entre el límite de gorda y obesa, no sabría en cual ponerla.
La respuesta a la pregunta no formulada fue que estaba deseosa de volver a ver a su sobrina y que si no tenía sitio para ella, podía dormir en cualquier rincón. “Total, un fin de semana se pasa de cualquier manera”. Por supuesto que podía alojarla. Durante el verano y otoño había rehabilitado otra habitación de la casa, por lo que disponía de tres dormitorios, incluido el mío.
El que durmiésemos juntos Vero y yo, era lo normal, pues no tenía sentido dormir uno en cada habitación, después de haber follado en la cocina y haberle proporcionado el consiguiente castigo.
Esa noche lo celebramos abriendo una botella de buen vino, que me habían regalado los guardias, y tras la cena, dimos buena cuenta de ella los cuatro. En un momento dado, Silvia anunció que estaba cansada y que quería irse a dormir.
-Recoged la mesa. –Dije, sin especificar quién.
Al momento, se levantaron Vero y Silvia, empezando a recoger toda la mesa, pero dejando la botella y las copas de Marta y mía. Al terminar, Silvia se desnudó, ante los ojos espantados de su hermana, y se colocó en posición de castigo sobre la mesa. Vero me trajo todo lo necesario y procedí a tomar la paleta y darle su ración de golpes en el culo, alternados por las caricias a lo largo de su coño, ante una alucinada Marta, que pensaba que eso no podía estar ocurriendo, mientras miraba con la copa de vino en la mano, sin beber, como paralizada.
Al terminar, la envié a la cama y mandé a Vero colocarse en su lugar, follándola por el coño hasta que nos corrimos. Después le di su tanda de azotes y la envié también a dormir.
Me serví una nueva copa de vino y quedé mirando a Marta, sin decir nada, mientras bebía cortos sorbos de vino, hasta que ella pareció salir de su ensimismamiento y me dijo:
-¿Qué has sentido cuando me has visto?
-Nada. ¿Por qué lo preguntas?
Ella ignoró mi pregunta y siguió:
-¿No queda nada de lo nuestro en tu corazón?
-El tiempo y las nuevas formas de vida ayudan a cambiar muchos sentimientos. A tu hermana la odiaba y ya ves… La tengo aquí, disfrutando como nunca. A su hija la ignoraba y ahora la estoy reeducando, a ti te amaba y ahora me resultas indiferente.
-¿Es porque estoy gorda? –Sus ojos estaban llorosos
-Todas las mujeres sois iguales. Cuando nos enamoramos, nos da igual que sea alta, baja, gorda, delgada, guapa o fea. Lo mismo os pasa a vosotras. Es indudable que nos fijamos antes en una guapa que en una fea, pero no es ese el problema. Tú y yo tuvimos una vida juntos que no resultó satisfactoria para ambos y decidimos separarnos. El amor que sentía por ti, se fue enfriando y en este momento no queda más que un agradable recuerdo.
-Son palabras muy bonitas, pero yo sé que nadie me elige porque estoy gorda, y si lo hacen es solamente por follar y calmar la calentura. Después nadie vuelve a llamarme, si no es para follar otra vez, cuando no tienen con quién.
-Y por qué no adelgazas. Siempre has sido y lo sigues siendo, una mujer preciosa. Si te sientes mal así, busca poner remedio.
-Pero no tengo voluntad. Cuando decido seguir un régimen, siempre hay alguien que me usa y me deja, quedando deprimida y vuelvo a comer…
-(Vaya por dios, otra con problemas. Una de atención, otra de sexo y esta de autoestima) – Pensé yo.
-Se hace tarde, si quieres, seguiremos hablando mañana … -Y entonces me di cuenta.
-Sube y llama a esas dos putas que bajen INMEDIATAMENTE y a toda velocidad. Y DESNUDAS. ¡YA!
Marta, salió corriendo asustada por mi explosión de mal humor, mientras yo preparaba lo que iba a utilizar. Cuando aparecieron delante de mí, totalmente desnudas, les lancé los collares para que se los pusieran, sin darles tiempo a decir nada.
-PONEOS ESTO Y EN POSICION DE CASTIGO ¡YA!.
Asustadas, obedecieron a toda velocidad y se colocaron rápidamente sobre la mesa. Me acerqué y sujeté una cadena a cada collar con un candado, pasándola bajo la mesa y sujetándolas con unas vueltas a sus piernas. Luego tomé una de las fustas y me lié a darles golpes con toda la mala leche que me dominaba.
- ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS.
Un golpe a cada una alternativamente, por espalda, culo, muslos. Ellas gritaron como nunca.
-AAAAAAAAAYYYYYYYYYY. BASTAAAAA. POR FAVOOOOO.
-NO NOS PEGUES MÁAAAAS. NOOOOOO. BASTAAAAAA.
Ni les contesté. Seguí dándoles por todos los lados hasta que mi ira se calmó
- ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS. ZASSS.
Marta vino a mí, corriendo y, agarrando mi brazo, intentó detenerme, diciéndome entre un mar de llanto:
-Para, por favor, no les hagas más daño. Dormiré en cualquier rincón, en el suelo, donde digas, pero no les hagas más daño.
La aparté de una fuerte bofetada que la tiró al suelo, desde donde se alejó arrastrándose a un rincón y siguió llorando mientras se tapaba la cara.
Cuando por fin conseguí calmarme, tenían todo el cuerpo cruzado de marcas rojas por todos lados. Entonces les pregunté:
-¿De quién fue la idea? –Al no contestar, repetí la pregunta nuevamente cabreado- ¿DE QUIÉN FUE LA IDEA?
-Mía. Ha sido mía. –Dijo Silvia.
-Ha sido mía. –Dijo Vero a la vez.
-O sea, que es una confabulación de ambas…. –Y volví a darles una nueva serie de golpes.
-ZASSS. ZASSS. ZASSS, ZASSS
Mientras les fui diciendo:
-Aquí soy yo quien decide qué hago, cómo lo hago, dónde lo hago y con quién. No sé qué intención tenías al pretender que me acostase con Marta ni me importa. Lo que habéis conseguido es que no lo haga y que me plantee el futuro con vosotras.
En este punto, ya les había dado como unos diez golpes más. Ya no protestaban, solamente lloraban.
-Esta noche dormiréis ahí, en esa posición. Mañana veremos vuestro futuro en esta casa. Tu Marta, sube arriba y elige la cama que quieras. Esta noche están ambas libres.
Coloqué otro candado en la parte de cadena que rodeaba sus piernas, por si a Marta se le ocurría intentar soltarlas y me despedí para irme a dormir.
-Me voy a la cama. Si se os ocurre despertarme por cualquier cosa, vendré y os daré otra paliza igual. Y me dará lo mismo si ha sido una o las dos.
Seguidamente, tome las pollas de goma y el plug anal, los aceité bien y se los metí a ambas.
-Esto por si no podéis dormir. Para que disfrutéis mientras tanto. Hasta mañana.
Antes de dormir, pude escuchar algunos susurros, pero no quise salir a cumplir mi amenaza, quedando dormido al momento.
Al día siguiente, cuando me levanté, pasé por delante de ellas, camino del establo y huerto. Ambas estaban semidormidas, mientras Marta dormía sentada con los brazos sobre la mesa y la cabeza apoyada en ellos.
Cuando volví, sobre las nueve de la mañana, estaban todas despiertas. Marta había encendido fuego, preparado café, tostadas y estaba lista por si quería unos huevos.
Lo primero que hice, sin dar los buenos días ni decir nada, fue soltar a ambas. Ellas también me miraban en silencio y con cara asustada. Empecé por las piernas, dándome cuenta de que las pollas de goma estaban cambiadas de posición. Una era blanca y se la había metido a Silvia y la otra negra y se la había colocado a Vero, y ahora estaban invertidas. Terminé de soltarlas calladamente, les quité los juguetes y les dije:
-Tenéis dos opciones: una, largaros fuera de aquí inmediatamente y olvidaros de mí. O dos: quedaros aquí y aguantar mi nuevo trato, que será con mayor dureza que hasta ahora. Limpiad bien la mesa y desayunaremos. Tenéis hasta que termine para decidir, y no quiero oír nada hasta entonces. La decisión puede ser individual y, en cualquier caso, definitiva. Ahora, todo el mundo a desayunar.
Rápidamente limpiaron la mesa y colocaron todo para desayunar, sin darme tiempo para hacer nada. Hasta me sirvieron el café como yo lo tomo habitualmente.
Cuando terminamos, me las quedé mirando. Vero fue la primera que habló.
-A mí no es que me gusten todos los aspectos de la vida que llevo aquí, pero me he dado cuenta de que aquí estoy mejor que antes. No me apetece volver con mis antiguos amigos, ni con mi novio. Tampoco quiero volver a la vida anterior. Ahora me gusta estudiar, me gusta hacer algo, ser útil, y el trato que recibo es cariñoso, con un punto de morbo que me gusta. El resto, no importa. Yo me quedo contigo. Perdóname. No volveré a intentar manipularte.
-Yo también me quedo. –Dijo Silvia.- Necesito estas visitas de fin de semana para relajarme y disfrutar. Cuando vuelvo el lunes al trabajo, llego renovada y con nuevas ganas. Tú me das lo que siempre había buscado, sin saberlo, y que nadie sabía darme.
-Yo también me quedo… -Dijo Marta, pero la interrumpí.
-No. Tú te vas. No tienes nada que hacer aquí. Tu hermana te devolverá a la ciudad.
-Anoche me dijiste que te resultaba indiferente. ¿Era mentira y es que realmente me odias?
-No. Lo que ocurre es que no estoy dispuesto a pasar mi tiempo viéndote llorar y compadeciéndote, no sé cómo ayudarte, y menos a distancia. Tú tienes tu vida en la ciudad y yo aquí. ¿Qué harás? ¿Venir los fines de semana a llorar en mi hombro? Lo siento, pero yo no quiero. Ve a un médico nutricionista para que te ponga a régimen y a un sicólogo para que te enseñe a confiar más en ti.
-A mi hermana y a mi sobrina les has cambiado la vida. ¿Por qué no me ayudas a cambiar la mía? Aquí la alimentación es sana y sé que contigo recuperaría la confianza.
-Por favor, Jóse, ayuda a mi hermana, aunque sólo sea por lo que vivisteis una vez. –Dijo Silvia.
-Si, Jóse, a mí me estás ayudando mucho. Confío en ti y sé que la puedes ayudar. –Dijo Vero.
-¿Y tu trabajo? ¿Qué vas a hacer con él?
-Trabajo en una editorial. Corrijo libros y galeradas que me envían por internet y devuelvo los resultados por el mismo medio. Donde haya un acceso a internet y un teléfono tengo mi puesto de trabajo.
-Aquí no hay ninguna de las dos. Me temo que no puede ser.
-Pero puede contratarse por satélite…
Para no alargar la historia innecesariamente, ella se encargó de solicitar la cobertura por satélite para su trabajo y trajo su propio equipo y a la semana siguiente, estaba instalada en mí casa. Paco estaba alucinando. ¡Tres mujeres a mi disposición en mi casa! Su mujer ya no lo soltaba ni de noche ni de día.
Silvia seguía viniendo los fines de semana, follando sin parar con los guardias y recibiendo sus castigos por la noche. Vero, igual. Ayudaba hasta media mañana con las tareas de la granja, pasando luego a estudiar y ser castigada si no sabía la lección.
Para Marta, pensé que lo primero era que recuperase su figura, por lo que la obligué a seguir un régimen que solicité a un dietista, y horarios de comidas fijos. Durante el día, realizaba su trabajo y al atardecerla obligaba a andar largas caminatas. Por la noche, durante la semana, seguía con mis acciones con Vero. Se había acostumbrado a follar o mamar todas las noches y a recibir su castigo con orgasmo, y no hice ninguna variación.
Al principio, los primeros días, Marta se subía a la habitación cuando empezaba con Vero, pero cada vez tardaba más a subir, hasta que dejó de hacerlo, permaneciendo presente durante todo el tiempo.
Un día tuve que viajar a la ciudad para entregar al gestor la información que me solicitaba para la declaración de impuestos. Aproveché el viaje y entré en una tienda de sexo para comprar nuevos juguetes y me encontré con una camilla adaptable a distintos usos.
Estaba dividida en tres partes. Una en cabecera, que podía levantarse, dejarse horizontal o bajarse, una central fija y otra a los pies, dividida en dos mitades, que podían abatirse. Incluía unas adaptaciones para convertirla en camilla ginecológica y correas y amarres para sujetar cuello, brazos manos cintura, piernas, etc. También un libro sobre masajes en una tienda especializada.
Volví con ella al pueblo y la instalé en el pajar, para uso y disfrute con Silvia. Cuando vino, se volvió loca de placer. Los guardias la ataron como camilla ginecológica, bajando la cabecera, y la follaron por boca, culo y coño hasta que no les quedó ni una gota de leche en los huevos.
Cuando se fueron, aproveché la posición y le di su castigo correspondiente. Me quité el cinturón y, aprovechando que estaba abierta de piernas, le apliqué unos buenos correazos en la parte interior de los muslos, coño y tetas.
-AAAAAAAAAAAYYYYYYYYYY No. Por favor, no me pegues maaaaaaassss. Duele muchooooo.
No lo hice caso. Luego tuve que ayudarla a levantarse y llevarla hasta la cama. Aún quería que la follara. Según parece, la paliza la había excitado. Me limité a colocarle unas esposas con las manos atrás y otras en los tobillos, separando sus piernas a ambos lados de la cama, meterle la bolita en el coño y activarla en el modo automático con alternancia entre rápido y lento, además de una braga para que no se saliese.
Cuando volví, media hora después, estaba histérica. No podía correrse con ese ritmo y se encontraba super excitada.
-FOLLAMEEEE. NECESITO QUE ME FOLLEEESSS,. QUIERO CORRERMEEE. –Me gritaba presa de los nervios.
Le saqué la bolita por el costado de la braga y metí la almohada bajo su tripa para levantarle culo y coño. Tras ponérmela dura, volví a apartar su braga y se la clavé en el coño recostándome sobre ella y moviendo mi pelvis a toda velocidad.
-SIIII. SIGUEEEE CABRÓOOON. YA ME VIENEEEE.
Un momento después gritaba como una posesa, en medio de un fuerte orgasmo.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Seguí dándole un buen rato más, hasta que me corrí dentro. Entonces me di cuenta de que estaba dormida. No sé cuánto tiempo la estuve follando dormida. La solté, la coloqué bien y la tapé, sin que llegase a despertar.
El lunes siguiente, llevé la camilla a la casa. Llamé a Marta, la mandé desnudar y colocarse sobre ella (ya montada como camilla).
-Vas a follarme ahí. –Me dijo.
-No, voy a darte un masaje para drenar tu cuerpo y que adelgaces más rápido y uniformemente. Colócate boca abajo. –Le dije mientras colocaba una sábana por encima.
Empecé un masaje desde sus hombros a sus pies, siguiendo las instrucciones que había leído en el libro y que consultaba de vez en cuando, y aceitándola bien. Después de 15 minutos, ya estaba harto de hacerlo, por lo que cambié a algo más estimulante, bajando mis manos por los lados hasta los pechos, siguiendo hasta su culo, separando sus cachetes y llegando hasta la base de su coño, para bajar por el interior de sus muslos, subir por encima hasta su cuello y volver a bajar.
Al principio, estaba en silencio, pero pronto empezaron a escapársele suaves gemidos.
-mmmmmmmmmmm.
Otros 15 minutos más tarde, la hice darse la vuelta. Lo hizo, pero cruzó un brazo sobre sus tetas y puso la otra mano en su coño. Yo tomé el frasco del aceite y me la quedé mirando. Despacio retiró sus manos y yo le eché aceite sobre su tripa.
Estuve masajeando su tripa, estómago y alrededor de los pechos hasta subir al cuello y bajaba de nuevo hasta el límite marcado por los rizos de su coño. Contenía los gemidos, pero se la oía resoplar. Otros 10 minutos en esa parte y cambié a las piernas. Abatí un lado de la mitad inferior y coloqué su pierna sobre mi hombro, masajeando las pantorrillas y los muslos, llegando peligrosamente a su coño, pero sin tocarlo.
-mmmmiiiiiii
La mezcla de gemido y grito de decepción se oía claramente, a pesar de que quería ocultarlo.
Cuando terminé de hacer lo mismo con la otra pierna, tenía el coño goteando y más abierto que un girasol.
Me separé, le puse por encima una gran toalla que tenía preparada y le dije:
-Voy a lavarme. Quédate relajándote durante 15 minutos y luego ducha y a cenar.
-NNNNOOOOOOO.
-SIIIIII. Relájate para que el masaje haga efecto y luego a cenar. Que no te lo tenga que repetir.
Su negación fue a causa de la decepción por dejarla excitada, que era lo que yo quería mientras me hacía el tonto.
Esta escena se fue repitiendo día a día, excepto los fines de semana, que la camilla tenía otro uso.
Desde el segundo día, Marta ya no se cubría cuando estaba boca arriba, y se ponía en posición de rana cuando estaba boca abajo y las piernas abiertas cuando estaba boca arriba, teniéndole que estirárselas yo.
El invierno se echó encima rápidamente y pronto los caminos estaban intransitables, por lo que las caminatas de Marta empezaron a acortarse. Entonces decidí cambiarlas por subidas por el bosque hacia la cabaña de los guardias, para compensar la menor distancia con mayor esfuerzo en la subida y bajada. Yo la acompañaría para que no se perdiese por el bosque.
El primer día subimos y bajamos con rapidez para soportar bien en frío. Había poca nieve y regresamos cansados pero en buenas condiciones. Tras el masaje de rigor, ella se duchó primero, pero cuando fui a ducharme yo, me quedé sin agua caliente a mitad. Más tarde, Vero tampoco pudo hacerlo bien por no estar suficientemente caliente.
Esa noche nevó fuerte, y al día siguiente, por la tarde, se había helado, por lo que la subida y bajada se hizo más penosa, y llegamos a casa ya anochecido, sudorosos y con las prendas interiores totalmente empapadas.
Comencé a desnudarme en la misma cocina, mientras le pedía que se duchase rápido para que quedase algo de agua caliente.
-Si quieres, podemos ducharnos juntos. A mí no me importa. –Mientras ella también se desnudaba
-A mi menos, como comprenderás.
Terminé de desnudarme, añadí leña al fuego y pedí a Vero que mantuviese el fuego bien fuerte. Entonces me dirigí al cuarto de baño. Estaba preparando las toallas cuando entró ella. Desnuda, con las manos cubriéndose tetas y coño, mostrando un poco de su pelambrera rizada, como si fuese la primera vez que la iba a ver. Abrió los grifos para ajustar la temperatura y se metió cuando estuvo a su gusto, seguida por mí.
A pesar de sobrarle algunos kilos, tengo que reconocer que era muy excitante el verla, hasta el punto de que se me puso dura casi al instante. Como estaba de espaldas a mí, no se dio cuenta. Cada uno procedió a mojarse y a darse jabón por delante.
-¿Me enjabonas la espalda? –Le pedí.
-Ssssi. CCClaro.
De reojo vi que se daba la vuelta tapándose, pero yo ya me había girado y no vio mi excitación. No bajó de mis riñones.
-¿Quieres que te enjabone yo ahora?
-NNNo es necesario. NNNo te molestes. Yi yi yia lo hago yo hago yo.
-No es molestia, mujer. Es corresponder a tu favor.
Tomé el jabón, eché una buena cantidad en mi mano y luego la extendí por ambas. Seguidamente me puse a enjabonarla, empezando por los hombros. Su pelo corto me permitió dar un masaje jabonoso por su cuello, luego su espalda, también hasta los riñones, para subir de nuevo y bajar por el exterior de sus brazos hasta la altura de sus tetas, grandes por cierto, y empezar a enjabonarlas. La sorpresa la hizo echarse hacia atrás, encontrándose con que mi polla, durísima como nunca, se le clavaba en el culo. Si no la hubiese agarrado de las tetas, se hubiese golpeado contra la pared de la ducha.
Me quedé pegado a ella, haciéndole sentir mi dureza, mientras acariciaba ambas tetas y frotaba sus pezones.
-MMMMMMMMMMMMMM –No pudo evitar gemir.
-¿Piensas que se me ha puesto dura porque no tengo a quién follarme?
-No. Tú no eres de esos.
-¿Te gusta esto? ¿Quieres que siga?
-SSSi. Por favor.
Yo no dejaba de sobar sus tetas y pezones a dos manos
-Te voy a follar como nunca te ha follado, pero no quiero que pienses que es porque no tengo a quien follar, ni que creas que va a significar algo más que una follada. Me has excitado con tu cuerpo y ahora voy a calmar mis deseos contigo.
-MMMMMMMMMMMMMMMMMM -Gemía ella
Y continué sobando sus tetas con una mano, mientras bajaba la otra hasta su coño, que también enjaboné por fuera, junto a la pelambrera que lo rodeaba. Sus gemidos pasaron a grititos de placer.
-AAAAAAHHHHHH. AAAAAHHHHH
Presioné mi polla contra su culo.
-MMMMMMMMM Este culo nos va a dar mucho placer.
-¡NOOO por favor. Me dolió mucho. Sólo sentí dolor. –Dijo aterrada.
-Ya hablaremos de esto. Ahora, apoya las manos en la pared y abre y echa las piernas bien atrás.
Cuando lo hizo, mi polla resbaló por su culo y recorrió toda su raja de abajo arriba
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH. –Un fuerte gemido de placer fue su respuesta.
Inclinado sobre ella, besé su nuca y su cuello. Ella volvió la cabeza y nos besamos con pasión. Más que cuando estábamos casados. Mordisqueé el lóbulo de su oreja, sin dejar de acariciar sus tetas. Abrí el grifo del agua, retirando el jabón de su cuerpo, pero deteniéndome más en las tetas y coño, que ya estaba encharcado y no era por haberle entrado agua.
Una vez estuvimos sin jabón, volví a recorrer su raja varias veces con mi polla, sin dejar de acariciar sus tetas ni besarla.
-Por favor, métemela ya. –Me dijo
No le hice caso, siguiendo con mi recorrido por sus tetas, bajando a su clítoris, rodeándolo con mis dedos y aprisionando su pelvis contra mí, para que mi polla se frotase más y mejor. Su coño ya totalmente abierto, succionaba mi polla queriendo llevársela dentro, obligándome a esforzarme en saltar su entrada.
-MMMMMMMMMMMMMMMMMM. La necesito dentro ya. No puedo más. No me hagas esto.
No me compadecí de ella sino que seguí con mis caricias y aproximaciones un buen rato. Cuando su coño era una fuente goteante sobre el suelo de la ducha, aproveché uno de esos frotamientos para dejarme llevar y clavársela hasta lo más profundo.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH ¡Dios mío, me estoy corriendo! OOOHHHHHHHHH Qué fuerteeeeee.
La mantuve sujeta por la cintura para que no cayese, esperando hasta que se recuperó. Cuando noté que sus piernas ya la sostenían, comencé un movimiento de entrada y salida, así como frotaciones alrededor de su clítoris con una mano y acariciando sus pechos con la otra.
Estuve unos veinte minutos con estos movimientos. Se corrió dos veces y yo, segundos después que ella. Tuve el tiempo justo de sacarla y correrme sobre su espalda. En tres largos churretes que llegaron hasta su cuello, espalda y riñones.
Ya más tranquilos, terminamos de limpiarnos, nos secamos y pusimos los albornoces para salir a la cocina. Ella fue directa a su habitación, yo, antes de dirigirme a la mía, le dije a Vero que había sobrado mucha agua caliente y que podía ducharse también ella.