Mis encuentros con Salva

Después de una noche loca convenimos una señal para cuando le permitía liarnos en el trabajo

Unos días después de nuestra noche loca con Salva se acercó a mi mesa de trabajo. Y buscando pasar desapercibido me dijo al oído.

Claudia, a pesar que acordamos no entrar en una relación, los recuerdos de la noche que pasamos juntos y lo caliente que me pusiste el día después sabiendo el conjunto que llevabas debajo del vestido tengo una propuesta por hacerte.

Salva, mi opinión sobre tener una relación no ha cambiado un àpice -le respondí-.

Creo que mi propuesta te va a gustar. ¿Podemos vernos al salir del trabajo en el bar de copas que hay al otro lado del parque?

¿Por qué no? Sabes lo que pienso. Follamos después del acuerdo. Así que por escucharte no vamos a perder nada. Además entiendo que me invitas a la copa, ¿no?

En el fondo que Salva se interesara por mi me gustaba. Yo no quería una relación formal. Ni un compromiso que me atara un día a la semana con él. Pero sexualmente nos habíamos entendido de maravilla, y no había motivo alguno que impidiera repetirlo.

A las pocas horas ambos acudimos a la cita. Se mantuvo la puntualidad pero esta vez fuí yo quien debió esperar unos pocos minutos.

Que el encuentro se caracterizaría por el buen rollo lo presagió la llegada de Salva. Me saludó dándome un pico que recibí con agradecimiento alargando un poco el gesto.

¿Qué vas a tomar Claudia? -me pidió-.

Me apetece un gin tonic premium Mombasa.

Pués yo… un sex on the beach.

El gin tonic premium Mombasa contiene ginebra Mombasa, tónica Markham, hielo, amargo de de angostura, se sirve en una copa de tipo borgoña y se decora con piel de naranja. El sex on the beach contiene vodka, licor de melocotón, licor de frambuesa, zumo de arándanos rojos y zumo de naranja. Se sirve en un vaso ancho y se decora con naranja fresca y fresas.

Salva, ¿tu cocktail es presagio de algo? -le pregunté.

No, Claudia. Más bien es un homenaje. El nombre le viene, según dicen, de una campaña de pintadas que se produjeron en la Costa Brava cuando prohibieron tener relaciones sexuales en la playa. Pero al mismo tiempo me recuerda la primera vez que follamos con María. Que fue en la playa.

Todavía la tienes en la cabeza, Salva. ¿Te hace padecer?

No. Pero pasamos muy buenos momentos que me apetece recordar. Y de vez en cuando hablamos. La verdad es que terminamos bien. Eso sí, de momento no nos vemos. Y de sexo no creo que volvamos a tener.

Bueno -le dije-. Tu me querías hacer una propuesta, ¿no?

Pués sí.

Y mientras decía eso me dió un regalo. Era una caja rectangular que guardaba unos pendientes muy llamativos. De una flor más bien grande colgaban diversos motivos decorativos y terminaban en fresas. Todo parecía de cristal de color rojo.

Me gustaría que aceptaras el regalo -dijo Salva-. Pero la aceptación conlleva un pacto. El dia que te los pongas es un código que conocemos tu y yo para saber que aquel día me invitas a tener sexo, en el edificio de la oficina y durante la jornada laboral. ¿Te apetece?

Mis labios buscaron los suyos. Y el morreo fue de traca y pañuelo.

  • *          *           *           *

Un par de semanas más tarde me puse los pendientes. Nos cruzamos con Salva al fichar. Su cara se iluminó. Durante este tiempo no había preguntado nada. No me reprochó que no los estrenara. Pero ese día sabía que habría sexo entre nosotros. A media mañana pasó por mi lado y me dijo:

¿En cinco minutos en la última planta?

No le contesté. Simplemente le hice el gesto de darle un beso.

La quinta planta del edificio de nuestra empresa albergaba todas las instalaciones informáticas y técnicas, y también muchos almacenes. Al tiempo que muy poco personal. Era el lugar adecuado para buscar encuentros furtivos. Podría ser nuestro lugar donde practicar sexo ocasionlmente.

Al salir del ascensor me esperaba allí. Sin decirme nada me cogió de la mano y me acompañó hasta la sala 32C. Es un almacén. Con el suelo de moqueta. Y distintas mesas que ahora no se utilizan.

Justo cerrar la puerta detrás nuestro, con llave por si acaso, comenzamos a morrearnos. Nos complementamos bien. Pequeños mordiscos en los labios, lenguas que exploran la boca ajena… Nos ponemos a cien.

Salva se desabrochó el botón de los pantalones, bajó la cremallera de la bragueta y los pantalones cayeron al suelo. También se despojó de los gayumbos. Y lentamente desabrochó el vestido de una pieza que yo llevaba puesto. Pudo observar que yo no llevaba sujetador.

¿Vas a menudo sin sujetador? -me preguntó Salva

La verdad es que con la mayoría de texturas de vestidos, blusas, camisetas... es muy cómodo ir sin. Me gusta. Lo alterno con sujetadores.

Y sin decir más terminó de desabrochar el vestido y dejarlo caer, también, al suelo. Me quedé solo con un tanga de rejilla que dejaba verlo todo.

¿Puedo pedirte una fantasía? -soltó Salva-. Hoy me gustaría masturbarme ante ti. Que me vieras. Soltando la leche en tus tetas. O en tu cara,

Mejor en mis tetas. Si salpicas mi cara no me importa. Pero me apetece más en mis tetas. Son de buen tamaño y acogerán con gusto el fruto de tu eyaculación. Otro día incluso me la puedes soltar en la boca y me puedo tragar toda la leche.

Estaba tan excitado que tenía la polla bien empalmada. Se masajeaba con gusto. Yo simplemente le hacía un poco de cosquillas en los huevos de vez en cuando. Al cabo de un rato me tendí en el suelo boca arriba y Salva se puso encima mío de forma que cuando salió la leche la echó casi por completo en mis pechos.


Me levanté temprano. Con tiempo de arreglarme bien antes de acudir al trabajo. Sabía que sería un día lindo. Que marcaría otro hito en mis juegos con Salva.

Una buena ducha con exfoliante y gel en espuma, y una buena crema corporal. Todo con aroma a naranja. Acostumbraba a ser un elemento infalible. Un tanga brasileño. Y sin sujetador un mono sin mangas, con la espalda al aire y por delante un escote en V que llega bastante más abajo de la parte inferior del pecho. Si me excitaba seguro que se marcarían los pezones. Y el tanga se insinuaba. Seguro que ponía a Salva en un estado de excitación inenarrable.

Como complementos los pendientes que servían de código entre nosotros para ofrecerme a él. Y una gargantilla negra. El conjunto era de una gran sensualidad.

Salí contenta para el curro.. Una vez allí Salva no tardó en apreciar mis pendientes, y saber que tendríamos un encuentro en la quinta planta.

Pero no se imaginaba lo que le esperaba. Al cerrar la puerta a su espalda ni me desnudé, ni le ofrecí morreos, ni….

Mira Salva. Hoy me toca a mi sorprenderte y ofrecerte un regalo.

Él se acercaba buscando mis labios, proponiendo caricias.. y solamente se encontraba movimientos de cobra eludiendo la situación.

Toma asiento y relájate. Un regalito para ti -y le ofrecí una caja-.

¿Qué es?

Un regalo para ti que estoy seguro que te gustará.

Abrió con ansiedad el paquete. Era un mando a distancia.

¿Y eso? -me preguntó con cara de sorpresa-.

Llevo un huevo vibrador puesto en mi zona vaginal. Este mando lo activa y regula la vibración. Está en tus manos. Puedes activarlo y regularlo a tu antojo.

Lo activó al instante. Y examinó cómo funcionaba. Mis pezones reaccionaron con rapidez. Se marcaban mucho en el mono que llevaba puesto. Y si le ponía una vibración intensa incluso me contorsionaba.

Hoy me toca a mi gozar. Seguro que tú también lo harás sabiéndote amo de la situación.

Y ¿cómo sabré cuando llevas el huevo para poderlo activar?

Cuando lleve puesta la gargantilla.

El resto del día gozó de lo lindo. Me tenía en sus manos. Y yo… en parte gozaba y en parte temía que los otros trabajadores nos pudieran descubrir.