Mis dominios en las alturas 1ª parte

Un auxiliar de vuelo adquiere una nueva habilidad. Quizá Andrea, la copiloto, sea una buena forma de ponerlo a prueba ( introducción)

Mi nombre es Pedro y soy auxiliar de vuelo. En mi día a día recorro el mundo de un sitio a otro. Mi trabajo consiste en cerciorarme de la seguridad de los pasajeros y del vuelo. Además sirvo comida, refrigerios y ventas a bordo.

Una noche, sobrevolando el océano Atlántico el avión se vio envuelto en una tormenta tropical. Lo habitual es que los pilotos, antes de salir del aeropuerto, comprueben la previsión meteorológica para en caso de tormentas rodearlas. El peligro no es que llueva, así al menos el avión se limpia, sino que nos rodee una tormenta eléctrica. Los aviones son una jaula de Faraday. Esto significa que si un rayo alcanza al avión la electricidad entra por la punta de un ala y sale por la punta de la otra ala, sin afectar a la estructura del avión o a sus pasajeros. Sin embargo pueden afectar a los instrumentos de vuelo y eso sí puede ser peligroso.

Los pilotos habían llegado tarde al aeropuerto a causa de un atasco y con las prisas se olvidaron de comprobar la previsión del tiempo.

Al encenderse las luces de cinturones de seguridad abrochados yo me dispuse a asegurarme que todo el pasaje estaba sentado y con el cinturón de seguridad puesto. Volábamos ese día un Boeing 747 de dos plantas. Yo estaba encargado de la parte turista, situada en el primer piso del avión. Conforme iba avanzando por el avión, sujetándome a los asientos debido a las fuertes turbulencias que comenzaba a sufrir el avión, iba echando un vistazo a los pasajeros. En especial a las mujeres. Cuando la gente hace viajes largos en avión se suele vestir con ropa cómoda y ancha, se suele descalzar etc y nunca sabes con qué te puedes encontrar. La morena de la 4ª fila estaba bastante buena. Llevaba un top deportivo ajustado que le marcaba unos pechos de tamaño mediano pero firmes y un pantalón deportivo por el que asomaba la tira de un tanga verde clarito. Estaba dormida y tuve que despertarla para que se abrochara el cinturón. Se despertó cuando me acercaba a ella debido a una turbulencia. Me miró y se asustó. –Tranquila señorita– le dije- es que de cerca soy un poco feo- le contesté para tranquilizarla. Ella se rio al oír esto.

-No que va, es que me he asustado con la turbulencia- me contestó guiñándome un ojo.

Continué haciendo mi ronda por el pasillo lateral del avión. Encontré a una rubia guapísima, con unas tetas bastante grandes (creo que operadas) discutiendo con su novio. Les interrumpí educadamente para recordarles que debían abrocharse el cinturón de seguridad. La chica me ignoró mientras su novio me pedía disculpas y se abrochaba el cinturón.

“Será zorra. Ni siquiera me ha mirado”- pensé mientras continuaba.

Cuando llegue a la altura de las alas un gran destello entró por las ventanillas. Un rayo había impactado en una de las alas. Acto seguido se escuchó un gran estruendo y pude ver como otro rayo impactaba en el ala contraria. Yo estaba justamente en medio y una sensación de mareo y mucho calor me invadió. El destello desapareció. Miré a mi alrededor. Todo el mundo continuaba a lo suyo, indiferente a lo que acababa de pasar. Yo estaba un poco confuso y desorientado.

El chaval que estaba sentado en un asiento cercano a donde yo estaba y que llevaba todo el vuelo levantándose se había vuelto a poner a jugar en el pasillo. Me acerqué a el, aun algo desorientado , y le pedí que se sentara.

Al contrario que en las ocasiones anteriores me miró y me dijo: -Lo que usted diga señor-

mientras se sentaba en su sitio. Me sorprendió que me hubiera echo caso pero no le di mayor importancia.

En ese momento mi compañera Miriam se acercó y me susurró al oído: -¿Estás bien? Tienes mala cara-

Le contesté lo que me había pasado y se ofreció continuar con el chequeo de los cinturones mientras yo me sentaba en mi transporting a tratar de recuperarme. Me bebí un vaso de agua y me sequé un poco el sudor frio de la frente. La verdad es que ya me encontraba mucho mejor. No estaba seguro de lo que me había pasado. Notaba como mi cabeza volvía a pensar con normalidad y estaba seguro que no me había pasado nada.

-

Purser to cockpit-

se escuchó por megafonía. Eso significaba que el sobrecargo (osea yo) tenía que ir a la cabina del piloto.

Me levanté y fui directo. Si tu capitán te llama a la cabina solo puede significar tres cosas: o que el avión se cae, o que le pasa algo a el o al copiloto o que hay una vista espectacular ( si es un piloto majo).

-Hola capitán- saludé en cuanto entré a la cabina. –Hola capitán- repetí dirigiéndome al copiloto.

-Hola señor- me respondieron los dos a coro.

¿Señor? Pensé… ¿Desde cuando me hablan con ese respeto? Alberto, el capitán, era un señor mayor de unos 50 años, muy antipático y con mucha experiencia en su campo. Llevaba volando con la compañía toda la vida. Andrea, la copiloto, una pelirroja de infarto con grandes pechos y figura atlética que acababa de empezar su entrenamiento de prácticas como piloto. Yo, sorprendido ante esa muestra de respeto tan gratuita, no supe muy bien como reaccionar.

-¿Se encuentra bien señor?-me preguntó el capitán. –Nos hemos enterado de que un rayo ha impactado contra el fuselaje del avión y Miriam nos ha contado que se ha mareado, señor- dijo mirándome.

¿Desde cuándo este viejo cabrón se interesa por mí? ¿Y eso de “señor”? Aquí pasa algo raro.

-¿Puedo hacer algo para que se encuentre mejor señor?- me preguntó el capitán con ojos complacientes.

“Te podrías ir a mear mientras yo le echo la caña a Andrea” – pensé mientras la escrutaba de arriba abajo.

Acto seguido el capitán se levantó de su sitio, avisando a su copiloto para que tomara el relevo, y se dirigió al baño de la cabian.

“Esto tiene que ser coña …o una enorme casualidad”- pensé mientras me sentaba en el sitio del capitán y comenzaba a hablar con Andrea.

-Bueno y ¿Qué es de tu vida? ¿Tienes marido?- le pregunté deseando que me contestara que no.

-La verdad es que no señor, soy soltera y tampoco tengo novio- me contestó mientras me sonreía.

“Pues es una pena. Esas magnificas tetas se están echando a perder” pensé mientras le sonreía.

-¿Quiere verlas señor?- me dijo entusiasmada.

-¿Qué si quiero ver el que?- le respondí sorprendido.

-Mis tetas, claro- me dijo mientras soltaba las manos del timón y se desabrochaba el cinturón.

Yo no podía creer lo que estaba pasando. Parecía que me había leído la mente o mejor…que hacía lo que yo deseaba. Pero…si ni si quiera lo he dicho en voz alta.

-La verdad

es que sería todo un honor- le contesté.-Pero usted es mi superior y quizá no sería correcto.

Sin contestarme se desabrochó los botones de la camisa y se la abrió de par en par, enseñándome unas tetas perfectas. Eran operadas y debía tener una talla 110 como poco. Estaban firmes, los pezones sonrosados y muy muy duros. Estaba cachonda, igual que yo.

“Si el capitán entra se va a liar” pensé mientras disfrutaba de aquellas maravillosas tetas.

-Tranquilo señor- me contestó mientras bloqueaba la puerta del baño para que no se pudiera abrir desde dentro.

Un poco mas tranquilo no dejaba de alucinar con esos increíbles pechos que me miraban pidiéndome que los chupara, que los mordiera y estrujara.

-Puede tocarlas señor, puede hacer

con ellas lo que quiera. Son suyas para siempre- me dijó como si pudiera leer mis pensamientos.

No pensé mucho mas que debía o no debía hacer. Comencé a estrujarlas con mis manos. Con mi boca comencé a lamerle los pezones. Poco a poco fui aumentando la velocidad. Después comencé a morderlos. Andrea solo gemía y disfrutaba de aquello como si fuera la primera vez en su vida.

-¿Desea que haga algo mas por usted señor?- me preguntó con cara de salida.

-Nunca me han hecho una mamada en un avión – le confesé.

-Pues hoy eso va a cambiar- me contestó mientras ponía el piloto automático.

Se levantó y se quitó el pantalón. Lucía un tanga azul oscuro con brillantes en las costuras. Como me pone esa ropa interior. Se arrodillo ante mi, desabrochó mi bragueta y liberó mi polla de su prisión. Estaba completamente dura. Acto seguido se la introdujo en la boca y comenzó a chupármela.

Dios que bien lo hacía. Con las dos manos comenzó a quitarme el pantalón. Una vez desnudo de cintura para abajo continuó con la mamada. La succionaba, se la metía en la boca hasta que no le cabía mas, luego comenzaba a metérsela y sacársela de la boca a toda velocidad. No me habían hecho una mamada así en mi vida. Además me fascinó que todo lo que yo quería que me hiciera ella lo hacía. Por lo visto mi nueva habilidad me brindaba el poder de modificar la conducta de las personas simplemente con pensarlo.

“Esto es maravilloso”- pensé mientras le pedía mentalmente que se levantara.

Andrea se levantó mientras se limpiaba con la mano los restos de saliva que se le habían quedado en la cara. Ambos sabíamos que aquello no iba a acabar así. Le ordené que me mostrara su trasero. Ella se agacho hacia el suelo sin doblar las rodillas brindándome una perspectiva de su culo magnifica. Una vez se agachó todo lo que pudo se abrió los glúteos con las manos para que pudiera ver mejor sus agujeros.

Yo ni siquiera le había pedido ( ni mental ni verbalmente ) que lo hiciera pero es algo que me pone a cien.

Entonces, cuando empecé a contemplar ese culo, vi que a ambos lados de la fina tira del tanga sobresalía una especie de botón brillante. ¡Llevaba un dilatador anal puesto!

-Siempre lo llevo señor, me produce mucho placer al estar sentada tanto tiempo- me contestó resolviendo mis dudas.

Sorprendido aun por lo que estaba viendo sonó por radio una voz con acento americano.

-

Están entrando en zona aérea de los Estados Unidos de América. Continúen con el rumbo establecido, cambio-

se oyó por los altavoces de la cabina.

-Tranquilo señor, aún tenemos 5 minutos para seguir jugando- me dijo mientras comenzaba a bajarse el tanga.

-No. Prefiero dejar eso para luego. Ahora ven aquí y termina lo que has empezado- le ordené.

Sin si quiera contestar se volvió a agachar y comenzó a chupármela sin piedad. Su boca se estaba literalmente follando mi polla. Con sus manos me masajeaba los huevos. Parecía que su único propósito en la vida era lograr que me corriera.

No tardé mucho. Con esos labios y esa lengua me estaba muriendo de placer. Le ordené mentalmente que se tragara mi corrida, ya que no quería que se manchara su uniforme. Acto seguido me corrí. Salieron tres chorros de semen y ella mientras gemía de satisfacción se los tragó.

Le ordené que se volviera a vestir y tomara de nuevo el mando del avión. Cuando lo hizo deseé que el piloto saliera del baño y se sentara en su asiento. Así lo hizo. Abrió la puerta y salió del baño, regalándome una sonrisa inesperada.

Sabía que Andrea se había quedado con ganas de meterse mi polla en ese culo suyo tan apetecible que tenía.

Mentalmente la tranquilicé diciéndole que no se precocupara.

Que aún quedaba el viaje de vuelta… ( y además me iba a dar un capricho en la zona de business class).

Continuará...

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Espero vuestros comentarios. Si veo que os gusta subiré la segunda parte, la cual está ya casi terminada. Un saludo a todos y que lo disfrutéis