Mis deseos más impuros (2)

Continuo mi anterior relato.

Mis deseos más impuros parte 2

Ante todo gracias por sus comentarios y sus mails, eso me impulso a continuar con la segunda parte de mi relato.

Los latidos de su corazón golpeaban fuerte y el dulzón aroma del esperma recién derramado, impregnaban el cuarto. Yo apreté mis piernas una contra la otra, para que no se me cayera de la vagina, ni una gota de su esperma, aunque sentía que algo tibio se deslizaba por mis piernas, humedeciendo las sábanas.

Me apreté contra su cuerpo, sentía en mi pierna que su pene se estaba endureciendo nuevamente y deslice mis dedos hasta encontrarlo.

Al tocarlo, era muy evidente que tenía ganas de seguir disfrutando y ante tal requerimiento, se lo fui acariciando, mientras me corría hacia abajo para comenzar a chupárselo. Yo se lo saboreaba con ganas, cada vez que lo llevaba a mi boca y sentía cómo esa cabeza grandota me hacía percibir con mi lengua su corona rugosa, que la rodeaba y yo jugueteaba con mi lengua, mientras le iba arrancando quejidos de satisfacción Yo estaba decidida a hacerlo gozar a pleno, sin mezquinarle nada, por eso cambié de posición y me puse de rodillas frente a él, mientras me inclinaba entre sus piernas y yo misma me colocaba su verga entre mis tetas y así lo pajeaba de esa manera mirándolo, fijamente a la cara con una sonrisa maliciosa.

Rápidamente me acomodé boca abajo, como él quería y lo sentí venirse al instante, con su cuerpo encima mío recibiendo mi espalda, su pecho transpirado y al sentir que me abría las nalgas con la mano, yo elevé más mi cola, al percibir que él, me apoyaba la cabeza de su pene en la puerta de mi orificio anal y presionando con un suave empujón me fue introduciendo su grueso pene por el ano, resbalando suavemente hacia mi interior sin detenerse, hasta sentir que su pelvis apretaba mis nalgas como si quisiera hundirse dentro mío. Mi respiración se escuchaba sedienta y a medida que me iba moviendo, yo recibía espasmos de placer y mi piel se sentía erizada cada vez que entraba y salía de mi dilatado agujero. Luego me empujó varias veces como si quisiera atravesarme, hasta que nos quedamos quietos por un instante mientras yo deslizaba mi mano, por debajo de mí y pude acariciar sus testículos tensos para cerciorarme que me la había colocado toda. Un placer intenso y morboso me invadía, al sentir sus arremetidas y con un suspiro, desplacé mis dedos húmedos hasta mi clítoris, que sentía engrosarse por el estímulo de tener ocupado mi agujero trasero, mientras él, me empezaba a sacudir por dentro, como si tuviera un pistón. Mis piernas permanecían abiertas en la cama, pero él hizo que las juntara para poner las suyas a mis costados.

Eso mejoró la posición, porque de esa manera yo podía cerrarle mis nalgas con fuerza, porque quería exprimirle, como una cerda, hasta que me soltara todo su líquido. Yo me daba cuenta que así, le gustaba más y así nos empezamos a mover frenéticamente.

Mi agujero goloso bien distendido de tanto recibir amor, se le abría maravillosamente, produciéndome una sensación alevosa y lujuriosa, que me ponía reloca. Esa era una de mis posiciones favoritas y a mi hijo en ese momento no podía negarle, lo que a mí más me gustaba. Mi útero se contraía fuerte ante cada empujón y yo me ayudaba con mis manos debajo de mi cuerpo frotándome el clítoris que lucía potentemente hinchado entre mis dedos. - ¡¡¡ Aaaagh...¡¡más...¡¡¡ más, grité– ya me fue imposible permanecer en silencio, mi cola salía al encuentro de sus embates- ¡¡¡Aaaghh, más, más fuerte hijo... qué rico.. qué rico es... no pares sigue, sigue.. así , así, si... si mi amor decía entre suspiros

Sentí que el hombre aferrado a mis hombros, mi amado hijo, se irguió un poco sobre mí y empezó a serrucharme fuertemente y en unos pocos momentos, su segunda acabada me llegó pronta y con bastante intensidad. Él, a la vez que me vaciaba su eyaculación, respiraba con roncos resoplidos al lado de mi cara apoyando su mentón en mi hombro .

¡ Sí sí dame la leche, gritaba yo, ¡La estoy sintiendo échame más, más y lanzaba mi culo contra él, mientras sentía cómo mi hijo iba amainando sus empujones y su verga perdía rigidez

y luego se aflojó con su cuerpo pesado sobre el mío y así nos quedamos un rato en silencio, disfrutando hasta el último momento del apasionado coito anal.

Lo que más me excitaba era que me sentía sucia al saber que en ese momento, estaba desbordada con el semen de mi hijo, que se derramaba en las sábanas de mi cama

Yo me levanté en silencio de la cama para no molestarlo y crucé desnuda el dormitorio.

Entré al baño para sentarme en el inodoro, tenía deseos de orinar y mientras hacía fuerza sentía cómo despedía algo tibio que me bajaba con un sonido líquido de mis agujeros.

Me puse de pie y observé en el agua del inodoro, que flotaban las densas secreciones de semen blanquecino mezcladas con mi orín derramado en símbolo de unión verdadera, una unión pecaminosa y prohibida Apreté el botón del depósito y me miré al espejo. Estaba despintada y con restos de maquillaje corrido.

Mis ojos se reflejaban con un brillo distinto.

El incesto es morboso, ardiente, no tiene limites, pero es muy difícil de llevar, no poder decirle al mundo que soy la mujer más feliz de la tierra es duro. Yo no solo he entregado mi cuerpo, a cambio del placer, he perdido en parte mi rol de Madre. no solo había dejado que mi hijo que disfrutara de mí como madre, sino que que había empezado a disfrutarme también como hembra.

Creo que el sabor de lo prohibido, hizo que esa noche fuera hermosa y bella. Me sentí virgen nuevamente en sus brazos.

La honorable madre, que yo era, ya había muerto y solo veía en el espejo a una jodida perra hambrienta de pollas

que había saciado sus deseos más impuros.

Nunca había experimentado nada igual. Sentía que era algo mal hecho y a la vez absolutamente perfecto. Ceder a un instinto reprimido por tanto tiempo fue una sensación maravillosa, como tomarse un helado después de una dieta de meses... pero mil veces mejor".