Mis cuñadas, mi debilidad (parte 1)

"Verónica era una mujer preciosa pero un hombre es un hombre y la verdad que el día que conocí a mis cuñadas comenzó mi debilidad por ellas .... " ¡ESPERO QUE OS GUSTE!

MIS CUÑADAS, MI DEBILIDAD (PARTE 1)

Conocí a Verónica hace unos cuatro años, yo tenía entonces 28 años y ella 25, todo fue muy rápido, comenzamos a salir juntos a la semana de conocernos y al mes ya conocí a sus padres; me invitaron a comer una paella un domingo de verano muy caluroso, tenían un “chalet” en la Albufera de Valencia donde pasan el verano y algunos fines de semana.

Ese domingo estaba bastante nervioso pero la verdad es que me apetecía mucho conocerles pues Verónica me había hablado de lo abiertos que eran sus padres y de lo bien que lo pasaban ella y sus hermanas con ellos, también me había hablado de Sandra su hermana pequeña, la mimada de la familia, una niña que tenía entonces 18 años recién cumplidos y que había sido un resbalón de sus padres y su hermana Eva, un par de años mayor que ella, todo pintaba muy bien.

Llegamos al chalet de mis suegros un rato antes de la comida para el aperitivo y las formalidades, cosa bastante normal el día que te vas a presentar a tus futuros suegros, en cuanto llegamos Verónica tocó el claxon del coche unas cuantas veces y de la casa salió una muchacha rubia muy sonriente, era Sandra, en un primer momento no reparé en ella demasiado la verdad pero en cuanto Verónica y yo salimos del coche y me la presentó y en el momento en el que Sandra acercó sus labios a mi mejilla para darme un beso sentí como un escalofrío del cual ya nunca me podría deshacer.

De la puerta principal salieron entonces los padres de Verónica, Pedro y Eva, Pedro un hombre de unos 55 años, muy campechano y con pinta de bonachón salía con los brazos en alto y dando voces, Eva más recatada vino tras el, se hicieron las presentaciones y entramos en la casa donde el aperitivo ya estaba en la mesa esperando a los comensales.

Me senté con Pedro en un viejo sofá a tomar una cerveza mientras Verónica y Sandra hablaban frente a nosotros de pié, ese fue la primera vez que me fijé en Sandra, era una muchacha de esas pequeñas pero con muchas curvas, con unos pechos pequeños pero duros y bien puestos en los que se podían casi dibujar los pezones siempre tiesos, vestía de andar por casa, unos pantalones de chandal y una camiseta blanca que ayudaba a imaginar esas tetitas tan apetitosas, la sencillez le daba una belleza natural que junto con su amplia sonrisa, labios carnosos, dientes blancos y preciosos ojos azules hacía que fuese difícil quitarle de encima la mirada a aquella chiquilla.

En ese momento sonó la puerta y eran los que faltaban por supuesto su otra hermana, Eva y su novio, lo que me faltaba, una morena de ojos azules, voluptuosa, sexy, en resumen, toda una hembra de la que era difícil quitar los ojos de su cara y su cuerpo.

Verónica era una mujer preciosa pero un hombre es un hombre y la verdad que el día que conocí a mis cuñadas comenzó mi debilidad por ellas, desde aquel momento me iba a ser muy difícil no tener pensamientos obscenos en el baño pensando en ellas.

La comida fue estupenda, mi ex-suegra es una excelente cocinera y la paella me supo a gloria, además de la visión de mis dos cuñadas que con la confianza que da ser parte de la familia no dudaban en mirarme a los ojos y no se percataban de lo caliente que me ponían cada vez que se estiraban sobre la mesa para coger algo, un vaso cogido por Eva era un profundo canal entre sus voluptuosos pechos y una erección para mi, un salero cogido por Sandra era un paseo por las pequeñas y blancas nubes con pezones rosa que eran sus pechos y otra erección para mi por lo que antes de que acabara la comida ya tenía los testículos claramente abultados.

Al terminar la comida tomamos café, una copa y nos fuimos a dar una vuelta, todavía entonces Verónica vivía con sus padres y yo con los míos por lo que era un fastidio el no tener un lugar privado donde poder tener sexo, pero ¿qué sexo? después de un mes todavía no me había acostado con Verónica pero con el calentón que llevaba después de haber pasado la tarde con sus hermanas no iba a dejar pasar la ocasión.

Llevé a Verónica con el coche a un lugar estratégico que conocía por los caminos de la huerta Valenciana, en una alquería abandonada y paré el coche, comenzamos a besarnos y a tocarnos, ella dejó que mi mano bajo su camiseta le desabrochara el sujetador y comencé a acariciar sus pezones, se pusieron duros al igual que mi pene y comenzaron a dolerme los huevos.

No sabía bien como hacer para follar ese día y poco a poco fui cogiendo terreno, Verónica era un poco tímida pero ya teníamos una edad en la que estas cosas se dan por supuestas y me permitió meter la mano bajo su falda, le bajé las bragas y comencé a acariciar su clítoris con mis dedos, luego penetré su vagina ya húmeda y ella comenzó a gemir, era mi oportunidad para por fin follar con ella.

Verónica estaba caliente, yo estaba quemando y ella desabrochó mi pantalón y en ese momento nos mudamos a la parte de atrás del coche, ella se acabó quitando las bragas y la camiseta y con la falda en la cintura y el sujetador en los hombros se agachó y me terminó de quitar los pantalones, “hoy es tu día” me dijo y comenzó a mamarme la polla con mucho ímpetu en ese momento sentí un profundo dolor de huevos, luego un fuego que recorría mis genitales durante unos segundos que parecieron minutos y cuando me quise dar cuenta me había corrido en la boca de Verónica, tenía leche por todas partes, dentro de la boca, chorreando por los labios, el la cara, en el pelo... tanto calentón me había ido llenando el depósito de tal manera que la corrida fue monumental...

Me sonrojé y pedí disculpas pero ya estaba hecho, ese día no iba a follar aunque necesitaba esa mamada como el comer pero me equivoqué, ese también fue el día en el que descubrí lo morbosa y perversa que era Verónica, ella me miró como satisfecha, se relamió los labios y volvió a mis huevos lamiéndomelos, chupándolos y haciendo que tuviera una nueva erección, se giró a cuatro patas y con la mano abrió su nalga invitándome a que la montara y así lo hice, ese día fue el día que descubrí mi debilidad por mis cuñadas y lo morbosa y viciosa que era Verónica.

Los meses que siguieron a ese día fueron los más productivos sexualmente que había tenido en mi vida, descubrí todo lo que se podía hacer con una mujer, descubrí el sexo anal, los juguetes sexuales, las mil y una posturas que se podían adoptar en el sexo y los mil y un lugares en los que practicar el sexo podía ser un placer y una aventura, hasta el día que Verónica me propuso un trio con una amiga suya y por supuesto, yo acepté.

Pronto caí en la cuenta de que si Verónica no tenía tabús para practicar el sexo quizás sus hermanas tampoco los tendrían y cada vez más la idea de poder tener sexo con alguna de mis dos cuñadas me ponía más y más caliente y esa idea iba penetrando más y más en mis pensamientos más obscenos, a pesar de que tenía cuanto sexo un hombre puede desear de vez en cuando tenía que masturbarme pensando en las blancas y duras tetillas con pezones rosados y culo redondo y duro como la piedra de Sandra o los enormes pechos sensuales y ojos penetrantes de Eva mientras imaginaba sus boca chupando mi polla mientras me miraban y al final yo corriéndome unas veces en sus bonitas caras otras en sus preciosos culos y otras mil corridas que no tengo tiempo de enumerar.

Con el tiempo descubrí que mis cuñadas eran tan o más abiertas que mi novia, en las comidas familiares a veces escuchaba comentarios y algunas cosas que me contaba Verónica en confianza que hacían que tuviera una erección al instante, la verdad es que me ponían cachondo con el simple hecho de pensar en ellas hasta que se convirtió en un pensamiento recurrente que se convirtió en obsesión con Sandra el día que nos quedamos solos en la piscina del chalet de sus padres, una tarde de verano yo ya estaba viviendo con Verónica y ya era totalmente de confianza y después de comer toda la familia se fue a dar un paseo por la playa, yo me había quedado dormido en una tumbona de la piscina y Sandra no quiso ir, cuando desperté Sandra estaba dentro de la piscina, llevaba un bikini blanco que se transparentaba y ella lo sabía, nunca se había puesto ese bikini estando todos pero ese día estábamos ella y yo solos y ahora sé que lo hizo adrede.

Desperté y ella estaba apoyada en la pared de la piscina, me miró y me dijo si había dormido bien, yo le respondí medio adormilado que si, en ese momento salió por las escalerillas que estaban justo delante de mi, sus pezones eran tal cual los había imaginado, rosados, duros y muy apetecibles, pero también se le transparentaba la parte de abajo del bikini y pude ver claramente su conejito de colegiala depilado, yo tenía la polla morcillona de recién despierto pero pronto se me puso como una piedra y se notó.

Ella se sentó en la tumbona de al lado de la mía, con una amplia sonrisa pícara, sacó su dulce lengua rosada y se lamió el labio superior yo estaba congelado mirando su cuerpo y su labios, no podía mirarla a los ojos, ella sentada frente a mi abrió sus piernas y descubrió uno de sus pechos y en ese momento se oyeron voces de fondo, me giré a ver quién era y cuando volví la cabeza ella ya estaba a mitad de camino de la casa con una toalla cubriendo su cuerpo, yo me tumbé boca abajo rápidamente como si estuviera tomando el sol y en ese momento llegaron Verónica, Eva y su marido y mis suegros, estuve unos minutos tomando el sol y cuando bajó la erección me levanté y quedó en mi mente grabada a fuego aquella imagen de Sandra, nunca más me la podría quitar de la cabeza.

También ocurrió el día que mis pensamientos morbosos sobre Eva se volvieron obsesión, esto ocurrió solo unos días más tarde, Eva había tenido un niño hacía un año aproximadamente, un día Verónica me pidió que llevara a su hermana y al niño al médico, el niño tenía fiebre, el marido de Eva trabajaba y Eva tenía el coche en el taller así que fui a su casa y la recogí.

Pusimos la silla del niño en la parte de atrás del coche y subimos, la llevé hasta el médico y la esperé en la calle, cuando salieron ella volvió a poner al niño en la parte de atrás del coche y entró, se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla, un beso que me pareció realmente sensual, ya había penetrado en mis pensamientos, desde aquel momento no podía dejar de mirar su escote en cuanto podía, en un semáforo bajé la mirada y la falda se le había remangado hasta dejar ver sus bragas transparentes, su negro bello púbico me hipnotizó y quedé embelesado y empalmado mirando sus bragas, ella se dio cuenta y en vez de bajar la falda puso las manos sobre los muslos y abrió las piernas lentamente, en ese momento subí la mirada y sus ojos se cruzaron con los míos, tenía una mirada lujuriosa que recorrió todo mi cuerpo hasta hacer que mi erección fuese la más dura que hasta ese momento había tenido.

Tenía los labios entreabiertos y podía ver su lengua húmeda en el fondo, se me hizo la boca agua y hasta babeé... ella se rió, el semáforo se puso en verde y sin mediar palabra los llevé a su casa, cuando llegué aparqué en doble fila y ella se bajó del coche, agachada con la puerta abierta dejó que viera sus enormes pechos y mirándome a los ojos me invitó a subir a su casa y yo acepté, cogimos al niño y subimos, ella subía delante de mi y movía el culo como una hembra en celo que quiere llamar la atención de su macho, y lo conseguía.

Mientras ella estaba abriendo la puerta de la casa yo estaba detrás con la silla del niño y sentí su mano rozando mi verga, era un sueño hasta que abrimos la puerta y se oyó en el fondo a su marido que había llegado un poco antes del trabajo y que salía a darle la bienvenida.

Después de estos días tanto con Sandra como con Verónica comenzaron a haber miradas lascivas, comentarios, roces insinuantes y demás y todo esto hasta hace unos días, hace unos días todo aquello que yo había estado imaginando iba a hacerse realidad.

Solo puedo decir que aunque siempre había soñado con follarme a mis cuñadas nunca hubiera pensado que ellas me corresponderían pero todavía menos lo que me iba a ocurrir.

Fin de la primera parte.

Búscame ;)