Mis cuernos crecen sin parar (capítulos 7 y 8)
La futura salida de Laura con Carlos me desespera más de lo que imaginaba. A duras penas conseguí trabajar en la universidad.
Cap *í tulo 7***
A la mañana siguiente, me desperté como nuevo, la verdad es que había descansado muy bien. Miré la hora y vi que Laura ya se había ido a trabajar. Ni siquiera me di cuenta de cuándo se levantó. Hoy era el día en que Laura iba a salir con su jefe fuera del trabajo para “socializar”. Me imaginé a su jefe comiéndosela con la mirada, hablándole de sexo, intentando convencerla de tener sexo con él, de ponerme los cuernos, sin saber que nosotros disfrutábamos con ese juego. ¿Estaríamos yendo demasiado lejos con esto? Me preocupaba un poco la situación laboral de Laura. ¿Qué pasaría en el trabajo si se acuesta con él? ¿Lo tomaría su jefe como una conquista más de una noche? Hubiese seguido pensando de forma racional en todo esto si no fuese porque mi polla ya estaba empalmada y mi cabeza no dejaba de pensar en que se pondría esa noche para salir con su jefe.be Me masturbé frenéticamente, pensando en cómo se besarían, si lo intentaría en el club, en público, si la llevaría a su casa, si follarían… Me corrí en un intenso orgasmo. Me quedé tendido en la cama, con el semen en la barriga y cayendo por la polla. Pensaba en mi condición de cornudo, en lo feliz que era y la suerte que había tenido al encontrar a alguien como Laura.
Me levanté y me fui al cuarto de baño. Allí estaba la jaulita, esperándome. No tenía ni pizca de ganas de ponerme eso hoy, pero había que hacerlo para poder enviar la foto diaria a Laura. ¿Y si me llevaba la llave al trabajo? Podía ponérmela para la foto y después quitármela y olvidarme de ella hasta que fuera a regresar a casa. ¡No!, se lo había prometido a Laura y ella estaba cumpliendo con toda la promesa. Bastante tenía ya con poder quitarme la jaulita en casos de emergencia. Había que aguantar como fuera y acostumbrarme a llevarla si quería que mis cuernos siguieran creciendo.
Me masturbé nuevamente en la ducha para estar sin ganas durante el día y poder estar tranquilo. Me sequé y encerré a mi polla en su jaulita. Desayuné unas tostadas con jamón y me fui para la facultad. Llegué a mi oficina y me puse a preparar las hojas para el ensayo que necesitaba para mi primera y mi última clase. Los días de ensayo eran una especie de descanso temporal para mí. Los estudiantes tenían que escribir durante toda la hora y yo simplemente me limitaba a pasear entre las filas hasta que terminaran. Claro, luego eso se traducía en muchas horas de corrección, pero eso lo podía hacer en la tranquilidad de mi oficina o en casa. Lo malo de todo aquello era que mientras paseaba entre los estudiantes tenía mucho tiempo para pensar en cualquier cosa y claro, mi mente en ese momento estaba enfocada en una única cosa, la salida de Laura.
Hacía 10 minutos que había entregado los papeles para el ensayo y caminaba entre los estudiantes cuando miré por la ventana y vi a dos estudiantes morreándose en el jardín lateral del edificio, con pasión, creyendo que nadie los podía ver. Imaginé al jefe de Laura comiéndosela a besos en el bar y la gente mirando, pensando que son una pareja fogosa, en la más que probable antesala de una gran y apasionada follada. Mi polla empezó a empalmarse rápidamente y sentí como si me la agarraran con fuerza y me la estrujaban. Me apoyé en el marco de la ventana con evidente expresión de dolor. Me agaché y cerré los ojos por unos segundos, respirando profundamente a ver si se me pasaba un poco, cuando de repente escuché:
Estudiante: Profesor, ¿está bien?
Abrí rápidamente los ojos y vi a la estudiante que me había entregado el trabajo tarde mirándome, al mismo tiempo que casi toda la clase se giraba a mirar donde ella estaba mirando, es decir, hacia mí. Me incorporé rápidamente, como un resorte y contesté.
Miguel: Si, sí. Estoy bien no se preocupen. Algo me sentaría mal en el desayuno. Sigan escribiendo. Voy a salir a beber agua un momento, nada de mirar apuntes ¿vale?
Uf, ¡qué vergüenza! En la clase con los estudiantes y empalmándome. Se me había ido la cabeza. Toda esta situación me calentaba demasiado. Lo único bueno es que, con el sobresalto, mi polla había encogido de inmediato. Bueno, no hay mal que por bien no venga. Regresé a la clase después de beber agua fría de la fuente y me quedé sentado el resto del tiempo prestando atención a los estudiantes. Terminaron el ensayo y al entregarlo y salir de clase la misma estudiante que me pillé en mi dolor de polla me dijo:
Estudiante: Cuídese profe. Debe alimentarse mejor. ¡hasta mañana!
Miguel: No es nada, Carolina. Pero muchas gracias por tu preocupación.
Las siguientes dos clases se pasaron rápidamente, tenía que estar todo el tiempo explicando cosas y respondiendo las preguntas de los estudiantes, así que, gracias a eso me sentí más tranquilo y relajado. Tenía una hora libre antes de mi última clase, así que me fui a mi oficina. Mientras bajaba las escaleras, sentí vibrar el móvil en el bolsillo del pantalón. Era un mensaje de Laura. Entre a mi oficina, cerré la puerta y le contesté:
Laura: ¿Cómo va ese día cariño?
Miguel: Bien, pensando demasiado en ti.
Laura: ¿Demasiado? ¿Ya no quieres pensar en mí?(y puso un Emoji de carita triste)
Miguel: No es eso, pero lo de esta noche me tiene demasiado caliente.
Laura: Ja, ja, ja. Estás loco, pero te amo mi cornudito.
Miguel: Eres lo que siempre he que querido en mi vida, lo sabes, ¿verdad?
Laura: Por supuesto, no hay nadie mejor que yo(con Emoji de carcajada) Oye, ¿Por qué no me mandas la foto de la jaulita ya?**
Miguel: no, no. Luego más tarde te la mando, como siempre, que ahora hay mucha gente por los pasillos y en el baño.
Salí de la oficina y me fui al baño, me estaba meando. Entré y estaban los dos inodoros cerrados ocupados. Me mortificaba mear en los de la pared en espacio abierto con la jaulita pero no me quedaba otra. Me bajé la cremallera, saqué la jaulita y me puse a mear. Escuché abrirse la puerta de repente, cerré los ojos deseando que quien fuera se diera la vuelta. Me agobiaba que no hubiera separadores entre los inodoros de pared. Abrí los ojos y allí estaba otro profesor a mi lado. Me pareció que giraba bruscamente su cara. ¿Me habría visto el aparato? No podía ser, tendría que estar mirándome la polla directamente. Después de mear me fui a lavarme las manos mientras miraba con disimulo por el espejo la cara del otro profesor para ver si por su expresión podía averiguar si había visto algo o no. ¡Ya Miguel, tranquilízate!, estás paranoico, me dije a mí mismo. Volví a mi oficina y vi que Laura me había vuelto a escribir.
Laura: Venga, si me la mandas ahora yo te mando otra de regalo. ¿Qué dices?
Uff, esa era una tentación que no podía dejar pasar. Merecía la pena el riesgo. Cerré la puerta de la oficina, apagué las luces, me bajé los pantalones y el bóxer y saqué la foto de la prisionera, rápidamente. Me subí los pantalones y el bóxer y volví a encender a luz.
Miguel: Aquí tienes ansiosa. Ahora tu sorpresa.
Laura: Pobrecita, se ve tan chiquita ahí dentro, ja, ja, ja. Espera un momento.
A las 2-3 minutos me llegó el mensaje de Laura. No lo podía creer, era una foto de su coñito, completamente afeitado con un nombre escrito con rotulador por encima de los labios, “Carlos”.
Me arrepentí al instante de haberle hecho caso. Mi polla no entendía de jaulitas y apretaba como nunca para poder salir de su encierro. El dolor era insoportable. Intenté respirar profundamente y pensar en otras cosas. Tenía que irme ya para mi última clase. Otro mensaje, llego a mi móvil, era Laura de nuevo.
Laura:¿Estás ahí? No estarás haciéndote una paja con mi foto ¿verdad? (añadiendo emoticones de carcajadas)
Miguel: Muy graciosa. No sabes lo que duele esto y tu calentándome.
Laura: ¿Te calentó mi foto? Si quieres, ya no te vuelvo a mandar fotos nunca más, ja, ja, ja.
Miguel: Estas más que loca. Te dejo que voy para mi última clase. Te amo.
Laura: Te veo en casa mi vida. No olvides pensar en mi foto, ja, ja, ja.
¡La madre que la parió! Le estaba gustando demasiado hacerme sufrir. Y ahora, ¿Quién iba a dejar de pensar en esa foto?
La última clase fue un suplicio, no paraba de pensar en la foto, aunque ya me estaba acostumbrando al dolor. No me levanté de la mesa en todo el tiempo y, a medida que mis estudiantes me iban entregando los ensayos, me ponía inmediatamente a corregirlos. Me daba igual ya si copiaban o no, yo solo quería estar ocupado y no tener tiempo de pensar en Laura.
Al acabar mi última clase, decidí suspender las horas de oficina y marcharme a casa. No aguantaba más aquello. Maldita mi brillante idea de dejarme la llave en casa. A los pocos minutos llegué a casa.
Hogar, dulce hogar. Aquel día de trabajo había sido una pesadilla. Nunca pensé que semejante aparato doliera tanto, no había tenido apenas respiro y la calentura que me inundaba no hacía más que extender mi agonía. No era un aparato de castidad físico solamente, sino de pensamiento principalmente. ¿Que tienes pensamientos impuros?, ¡pues toma dolor de polla! Joder, en maldita hora accedí yo a esto. Ya no aguantaba más, me fui corriendo al dormitorio, saqué la llave de la caja de caramelos de regaliz y me apresuré a abrir la maldita jaulita. Me temblaban las manos de la emoción de terminar con aquel suplicio, como si mi polla fuese un preso en la cárcel que después de muchos años solo tiene un concepto de felicidad, la libertad. Al abrir el candado y quitarme el aparato, lo tiré al suelo con ganas, como diciendo “te jodes, ya estoy libre”. Miré a mi polla toda roja y empecé a masajearla. Enseguida, empecé a pensar en Laura, en cómo le comía la boca su jefe, en definitiva, en el mismo tema en el que no había podido dejar de pensar en todo el santo día. Y claro, ahora, sin jaulita, me empalmé como había deseado mi polla desde que me senté en mi oficina por la mañana. Tenía que masturbarme antes de que llegara Laura y, a ser posible, un par de veces. Si no me equivocaba, Laura no iba a dejarme sin jaulita mientras ella salía con su jefe. Me desnudé por completo y me eché en la cama, cerré los ojos y empecé a tocarme. La primera paja, no duró más de un par de minutos. Estaba tan caliente que me imaginaba a Laura haciendo cosas que sabía que jamás iba a hacer, que se la chupaba a su jefe y le pedía que se corriese en su cara, que no usaban condón y se corría dentro de ella, que llegaba a casa y me hacía tocar su coño empapado de la leche de su jefe para que supiera lo que había hecho….en ese momento me corrí gimiendo como un adolescente. Me limpié el semen con la camiseta, sin pensar, algo que más tarde pagaría caro, pero en esos momentos no estaba para pensar más allá de echarme unas buenas pajas. Mientras estaba en la cama, relajado, con esa especie de paz espiritual que te entra después de eyacular, oí sonar el móvil que había dejado en el salón. Me levanté desnudo y fui a buscarlo. Vi que era un mensaje de Laura y me apresuré a contestarle.
Laura: Hola mi vida. Ya mismo salgo del trabajo, pero tengo que parar a comprar algo rápidamente.
Miguel: No te preocupes, aquí estoy en casa esperándote.
Laura: No creo que tarde más de media hora en llegar. Te amo.
Miguel: Yo también te amo cariño.
Joder, media hora, precisamente hoy tenía que salir más temprano. Tenía que pajearme otra vez como fuera, ducharme, secarme el pelo, poner la jaulita de vuelta y fingir delante de Laura que estaba desesperado porque llegara para quitarme la jaulita. Me fui corriendo al cuarto de baño y abrí el agua de la ducha, me metí debajo del agua caliente, cerré los ojos y empecé a pensar en Laura y en su jefe besándose mientras bailaban en un club, tocándole el culo, dejándose llevar por completo por su jefe, que la controlara…y ahí llegué al orgasmo por segunda vez. Terminé de ducharme, me sequé el pelo con el secador de Laura y me fui al dormitorio. Allí estaba la jaulita, mirándome desde el suelo burlonamente, como diciendo “no te puede separar de mí, estamos hechos el uno para el otro”. La recogí junto al candado que todavía tenía la llave puesta, encerré a mi feliz y satisfecha polla y puse el candado. Guardé la llave en la caja de caramelos y me vestí con la misma ropa que traía excepto por la camiseta interior y el bóxer. Saqué toda la ropa de la canasta de ropa sucia, puse la camiseta y el bóxer manchados en el fondo y volví a poner toda la ropa en la canasta. Siempre era yo el que ponía la ropa en la lavadora así que no había peligro. Escuché un ruido de coche fuera. Era Laura aparcando. Me fui corriendo al salón, encendí la tele y me puse una película de Netflix y la avance una hora para que pareciera que ya llevaba tiempo viéndola justo cuando Laura entró en la casa.
Laura: Hola mi vida. ¿Qué tal el día?
Me levanté del sofá y fui a besarla, llevaba un par de bolsas.
Miguel: Bien, aquí viendo una película aburridísima, no quería ponerme a corregir hoy. ¿y esas bolsas?
Laura: Nada importante, algo que necesitaba para salir esta noche.(dijo casualmente como si fuese lo más normal del mundo)
Miguel: ¿Ropa nueva? Déjame ver.
Laura: No, ya la verás cuando me la ponga, no seas impaciente.(me dijo guiñándome un ojo)
Miguel: Bueno, está bien, pero quítame ya la jaulita por favor.
Laura: ¿Para qué? El trato era llevarla cada vez que yo no estuviera y ya mismo me voy. Además, no puedes masturbarte hasta que yo esté satisfecha y, de momento, no lo estoy.
Miguel: Pues, me la quitas, follamos y así estamos los dos más tranquilitos.(le dije con una sonrisa pícara)
Laura: Mira, estoy más caliente que el pico de una plancha, y tu oferta resulta bastante tentadora por no decir irresistible en estos momentos, pero si no voy caliente a la cita con mi jefe lo mismo ni voy.
Miguel: ¿Y eso? ¿cambiaste de idea?
Laura: No es eso, pero sigue siendo incómodo Miguel y no sé cómo voy a reaccionar con él fuera del trabajo. Estar caliente me hace pensar menos racionalmente y estar más tranquila. Lo hago por ti, así que, si quieres follar, follamos y nos olvidamos de lo de mi jefe.
Menos mal que acababa de masturbarme, con lo caliente que había estado todo el día probablemente me hubiese follado a Laura en ese momento, sin importarme las consecuencias. Hubiese perdido una de las mejores experiencias que un cornudo puede tener, así que me sentí, muy afortunado de estar recién pajeado.
Miguel: Está bien, deja a la jaulita en su sitio. El ser cornudo contigo es el sueño de mi vida. Así que no lo voy a arruinar por un polvo.(y la besé suavemente)
Laura: ¡Vaya! Cuanto control, pensé que, con la jaulita esa, ibas a estar mucho más caliente. Parecías muy caliente esta mañana cuando me mandaste los mensajes.
La iba a cagar, Laura se había dado cuenta que algo no iba como debía ir. Tenía que arreglarlo inmediatamente y opté por un ataque en toda regla; o ganaba la batalla o perdía la guerra de forma aplastante.
Miguel: ¿Qué no estoy caliente? Estoy que me subo por las paredes, con un dolor de polla todo el día que no ha hecho más que hacerme pasar vergüenza en la facultad. Si quieres, me quitas esto y verás lo caliente que estoy. Te voy a follar con ansia, pero eso sí, después te vas con tu jefe.
Laura: Ja, ja, ja. Tranquilo, era solo para picarte, ya sé que tienes que estar desesperado y me encanta. ¿pasó algo grave en la facultad?
Miguel: Nada grave, pero con lo caliente que estaba, mi polla intentaba empalmarse y no veas lo que duele tener la jodida jaulita puesta. Me vieron varios profesores y alumnos cara de dolor y tocándome la polla a escondidas a ver si mitigaba el dolor. Les dije que era gastritis leve y que se me pasaría pronto. No sé si se lo creyeron y casi me ve el profesor de geología cuando estaba meando en el baño de los profesores.
Laura: Pobrecito, ya te irás acostumbrando.(y me dio un beso). Me encantaría escuchar toda la historia, pero tengo que arreglarme. Otro día me lo cuentas en detalle, ¿vale? Quédate viendo tu película que ahora vuelvo.**
Uf, había conseguido librarme por poquito, pero de forma magistral. Laura parecía no sospechar nada y se iba a reunir con su jefe en muy poco tiempo. Mi sueño de ser cada vez más cornudo se estaba haciendo realidad a un ritmo mucho más rápido de lo que esperaba. Desde que folló con sus dos amigos parecía que algo había cambiado dentro de Laura, se sentía más liberada y esos discursos sobre la monogamia y la fidelidad de hace unos años parecían estar más muertos y enterrados que los faraones de Egipto. Era normal que le quedaran reticencias con su jefe, por lo que implicaba llevar nuestro juego al trabajo, pero como había dicho Laura, si no fuera porque era su jefe, se lo hubiera follado hace rato. Yo, un cornudo, y ella, cada vez más puta. ¿Se puede ser más feliz? Estaba maravillado con la situación.
Laura me sacó de mis pensamientos cuando regresó al salón y pude oler el perfume caro que se ponía cuando salíamos en ocasiones especiales.
Laura: ¿Qué tal? ¿Crees que voy bien?
Me giré y me quedé de piedra sin saber qué decir. Se había puesto un vestido nuevo que no conocía y probablemente era una de las bolsas que acababa de traer. Era ajustadísimo, verde oscuro, con un escotazo de infarto, bastante abierto, que dejaba ver la mitad de sus hermosas tetas y, con una transparencia en forma de triángulo donde se podía ver la zona del ombligo y parte del costado derecho con facilidad. Me fijé en lo corto del vestido, dejando al descubierto todas las piernas, pero ocultando las bragas por muy muy poquito.
Miguel: Mi vida, estás más que espectacular. ¡vaya vestido! Y con tu perfume favorito. ¿Seguro que quieres ir así?
Laura: ¿Cómo así? ¿no quieres? La cuestión era excitar a Carlos ¿no?
Miguel: ¡Claro que quiero! Solo lo decía porque como estabas incómoda porque era tu jefe…pero vamos que por mí no podrías haber elegido mejor ropa.
Laura: ya sabes de perdidos, al río. No va a cambiar la situación porque vaya con un vestido un poco menos sexy. Además, con este me siento muy bien, atractiva, con poder. Y me voy a poner los zapatos de tacón que me compraste en Italia el año pasado para mi cumpleaños. Apenas los he usado un par de veces.
Miguel: Por mí, perfecto. Que sepas que me haces muy feliz.
Me sonrió moviendo la cabeza como diciendo, ¡estás loco! Y se dirigió al armario de la entrada. Sacó los zapatos elegantes y se agachó para ponérselos. Al agacharse le pude ver perfectamente las bragas, azules, de encaje y nuevas. Mi polla empezaba a empalmarse de nuevo, ¡no podía ser! Se apretaba contra el metal de la jaulita y empecé a sentir ese dolor característico nuevamente. Laura se giró, me vio la cara y preguntó:
Laura: ¿Estás bien? ¿Por qué tienes esa cara tan rara?
Miguel: Pues, por tu querida jaulita que está haciendo su trabajo. estarás contenta, ¿no? Además del vestido parece que también te compraste bragas nuevas.
Laura: Por supuesto, experiencia nueva, ropa nueva. ¿A que me queda bien?(me dijo burlonamente)
Mi polla no paraba de querer empalmarse y yo cada vez con más dolor. Ya no aguantaba más.
Miguel: Por favor, quítame esto, déjame que me masturbe antes de que te vayas. Todavía estás aquí.
Laura: de eso ni hablar, mi cornudito debe llevar su jaulita para que esté tan caliente como yo. Una ducha fría y arreglado. Además, ya me voy que acabo de recibir el mensaje que el taxi está fuera esperando.
Me concentré todo lo que pude para pensar en otras cosas y enfriarme, en la tarea que me faltaba por corregir, en comida, en mis padres…hasta que pude controlar mi polla un poquito.
Miguel: ¿no vas en coche?
Laura: No mi vida, voy a beber alcohol probablemente, así que mejor taxi. Carlos se ofreció a recogerme, pero él también beberá y además no quería que viniera y supiera que tú sabes que me voy con él así vestida. Me daría vergüenza.
Miguel: Sí, mejor que no sepa. ¿Y, no te va a preguntar de todas formas cuando te vea así?
Laura: Probablemente, pero le diré que me vestí en casa de una amiga y que te dije que saldría con unas amigas esta noche.
Miguel: Es una buena historia.(le dije sonriendo). No olvides mandarme fotos y videos cariño.**
Laura: ¡Para, para! No he dicho que vaya a hacer nada con Carlos, ya veremos como se dan las cosas. Y dime tú cómo le explico a Carlos que quiero fotos y videos mientras le pongo los cuernos a mi novio. Es absurdo. Además, ¿estás seguro de que quieres fotos con tu jaulita puesta? Ja, ja, ja.
Miguel: yo siempre quiero fotos, ya aguantaré el dolor. Le puedes decir que yo no tengo acceso a tu móvil y que quieres tener un recuerdo de ese momento para masturbarte pesando en él. No hay hombre que se resista a eso, créeme.
Laura: Anda, deja tus locuras y a ver qué pasa. Me marcho ya. Te amo.
Me dio un beso y se fue hacia el taxi. Me quedé mirando por la ventana mientras se sentaba en el taxi. Vi la cara del taxista cuando se giró probablemente a preguntarle la dirección. Era todo un poema, podía ver como le miraba las tetas descaradamente mientras se volvía hacia delante para conducir. Empezaron las cosquillas nuevamente en mi polla. Tenía que encontrar la forma de dejar de pensar en Laura. Si seguía así, tendría que quitarme la jaulita de nuevo, y la verdad es que ya me sentía culpable por estar engañando a Laura. Tenía que aguantar como fuera. Me senté en el escritorio y me puse a corregir composiciones. La noche iba a ser larga, mucho más larga de lo que imaginaba.
Cap *í tulo 8***
Era muy difícil concentrarse en corregir las composiciones que los estudiantes habían hecho, mis ojos pasaban por las líneas, pero sin realmente leerlas como si mi cerebro me estuviera diciendo que todas sus funciones estaban bloqueadas y que no insistiera. Cada palabra que veía mi cabeza la relacionaba con Laura, vestido, novio, salida, bar, comida, taxi, …TODO.
Cerré los ojos por un momento, y con extremado esfuerzo intenté pensar en qué podía hacer para no pensar todo el tiempo en lo mismo. Fue un esfuerzo inútil, era lo que era y no iba a dejar de pensar en ello hasta que llegara Laura. Tan absorto estaba en mis pensamientos que el sonido de mi móvil me sobresaltó. Era Laura llamando.
Laura: Hola mi vida, ya llegué al club. No veas cómo es, super lujoso, tuve que dar mi nombre y enseñar mi DNI para entrar. Hay lista de invitados.
Miguel: Ya ves, tú que siempre quisiste ir a un lugar de esos por curiosidad. Y eso que no estabas segura de salir hoy ja, ja, ja.
Laura: Qué gracioso. Si por la dirección que me dio ya supuse que sería algo elegante, la zona este marítima es la más lujosa de la ciudad. Carlos no ha llegado todavía, me ha escrito que llega en unos minutos. Estoy muy nerviosa.
Miguel: Tranquila mi vida, estás ahí para pasarlo bien. Disfruta del club, pídete algo exótico, esos lugares tienen de todo.
Laura: Sí, ya pedí. Un Santorini Sunrise. ¿Te acuerdas del coctel que se bebían en la película que fuimos a ver en el festival de cine independiente hace tres meses? Pues lo tienen, me siento actriz importante ja, ja, ja.
Miguel: Seguro que eres la más atractiva del lugar.
Laura: No te creas, aquí hay mujeres superelegantes, aunque alguna que otra mirada sí que me han echado. Te dejo cariño que ya veo a Carlos entrar. Te amo.
Miguel: Disfruta mi vida y recuerda, no hagas nada que te haga sentir incómoda. Esto es para pasarlo bien. Te amo
Colgué el teléfono y empecé a sentir mi polla apretando su celda. Pensé en Laura, en su cóctel… Eso es, alcohol. Si quería aguantar hasta que llegara Laura, necesitaba calmar mi polla y el alcohol tiene un efecto bastante rotundo en mi cuerpo. Si bebo demasiado no se me empalma.
Fui a la cocina y saqué una botella de vino chileno del Valle del Maipo, cogí un vaso y me fui al salón. Ya que corregir en esos momentos no era algo realista, mejor me ponía una película de terror mientras bebía vino sin comer nada para aumentar su efecto. Elegí la película coreana Tren a Busán . Si con esto y el vino todavía se me empalma es que ya no tengo solución. ¿Qué estaría haciendo Laura?
Carlos: Hola Laura. Perdona que llegue tarde, una inoportuna llamada de Bogotá justo antes de salir. Pero aquí estoy, listo para que disfrutemos de la noche y nos conozcamos mejor. ¿No me das dos besos? No estamos en la oficina.
Laura: Sí claro, perdona.
Se levantó de la silla, se bajó la falda que se le había subido un poco, y le dio dos besos que Carlos ya se encargó de que fueran los más cerca de los labios posible.
Carlos: ¡Guau! Estás espectacular. Te pedí que te vistieras sexy, pero no pensé que me harías caso.
Laura: Pues ya ve. Es mi jefe y tengo que obedecerle ¿no? (dijo sonriendo)
Carlos: Ahora no soy tu jefe, soy Carlos, pero me gusta lo de obedecer, ja, ja, ja.
Se sentaron a la mesa y Carlos pidió un whiskey con hielo. Parecía que ya había estado allí varias veces por lo cómodo que se veía en el club y la familiaridad con la que trataba a los camareros.
Laura: ¿Vienes aquí a menudo? Es un sitio muy bonito.
Carlos: Me alegro de que te guste. Sí, vengo de vez en cuando para desconectar cuando la semana en el trabajo a sido estresante. Ya sabes como pueden llegar a ser los días en la compañía.
Laura: Sí, a mi me pasa lo mismo, cuando llega el fin de semana me gusta desconectar saliendo a algún lugar nuevo o quedándome en casa viendo una película y comiendo comida china con mi novio.
Carlos: No tomes a mal lo que voy a decir porque a mí me encantas que estés aquí y tan…elegante. Pero ¿no le molesta a tu novio que salgas con otro hombre y vestida así?
Laura: Pues la verdad, prefería evitar problemas, así que le dije que iba a salir con unas amigas y salí antes que llegara él a casa por lo que no sabe nada. Le parecería extraño que saliera con mi jefe. ¿y tú? Nunca dijiste si tienes novia o esposa.
Carlos: Ja, ja, ja. Directa, sin filtro. No tengo a nadie tan especial en mi vida, el trabajo no me deja tiempo para todo lo que implica tener una pareja. Eso sí, algo de tiempo tengo para conocer un poquito más a gente interesante como tú.
Laura: ¿Crees que soy interesante? ¿Por qué?
Carlos: Porque eres inteligente, atractiva y no te importa lo que digan los demás.
Laura: ¿dicen algo de mí en la oficina?
Carlos: Ya sabes cómo es la gente por aquí. Por como te vistes piensan que eres una provocadora. Bueno, eso es lo que he escuchado por los pasillos. No les hagas mucho caso.
Laura: ¿y tú crees lo mismo, que soy una provocadora?
Carlos: Por supuesto que no. Como llevo tiempo diciéndote, me encanta que vengas sexy al trabajo. Y por lo que veo hoy, parece que a ti también te gusta.
Laura: Estamos en el 2020, nadie me va a decir qué puedo o no puedo ponerme.
Carlos: Me parece perfecto. Por cambiar de tema, deberíamos pedir algo de comer. La comida aquí es buenísima. Tienen a un chef italiano y otro japonés que juntos hacen unos platos celestiales.
Laura se pidió una bullabesa de mariscos y Carlos un tajine de cordero. Mientras cenaban, la conversación giró básicamente en torno al trabajo, pasatiempos, películas y libros favoritos y cosas por el estilo. Una vez hubieron terminado, Carlos pidió una botella de vino de ciruela japonés para terminar con algo dulce.
Carlos: ¿te gustó la comida?
Laura: Deliciosa. Sí es verdad que se come muy bien aquí.
Después de unos minutos bebiendo vino, Carlos se levanto de la mesa, se acercó a Laura y ofreciéndole la mano para levantarse, le dijo:
Carlos: Vamos a la otra sala a charlar que estaremos más cómodos.
Se levantaron y se dirigieron a una puerta doble que estaba al fondo del restaurante del club. Laura no esperaba que aquel sitio fuera incluso más grande. Cruzaron la puerta, previa muestra de una tarjeta VIP por parte de Carlos, recorrieron un pequeño pasillo hasta otra puerta desde donde se escuchaba algo de música y entraron. Laura se quedó maravillada, aquello era un club nocturno de lujo. Pasaron por lo barra con asientos que parecían de cuero, iluminados por una luz tenue amarilla y las botellas de las mejores marcas colocadas en estantes de vidrio que resaltados por una luz verde mientras tres camareros uniformados servían bebidas a los clientes. Rodearon la pista de baile, con muchísima menos gente bailando que en los clubs en los que Laura había estado y todos vestidos impecablemente. Llegaron hasta la zona más retirada del club, donde la música llegaba con un volumen perfecto para poder mantener una conversación. Laura se quedó nuevamente maravillada con los candelabros del techo que combinaban su luz a la perfección con las luces moradas y verdes que parecían salir de unos pliegues en la pared y debajo de los sofás y sillones perfectamente acolchados. Ya que no había demasiada gente, y las luces eran extremadamente suaves, cada sofá parecía tener su propio espacio, su propia identidad. Se sentaron en el sofá más apartado que tenía una mesita de cristal negro con unas velas artificiales.
A los pocos segundos de sentarse, un camarero fue hacía donde estaban para ver si querían tomar algo.
Laura: No creo que deba tomar más alcohol. Con los cócteles y el vino de la cena creo que debería esperar un poco.
Carlos: Laura, estás aquí para divertirte, es viernes, ¡disfruta!
Laura: Está bien, pídeme lo que quieras, pero si me emborracho, será tu culpa y tendrás que llevarme a casa.
Carlos: Ja, ja, ja. Tranquila, eso no va a pasar.
Laura preguntó al camarero donde estaba el baño de mujeres y le dijo a Carlos que regresaría enseguida. Mientras se dirigía al baño se quedó pensando en lo que dijo Carlos. ¿Qué es lo que no va a pasar? ¿Que me emborrache o que me lleve a casa? Entró al baño y, nuevamente, lo lujoso del lugar la dejo perpleja. Los lavabos de mármol con grifos que parecían de cobre y un espejo iluminado. El baño tenía también una sección con butacas rojas acolchadas delante de un espejo gigante para retocarse el maquillaje. Cada inodoro en un cuarto con una puerta marcada con palabras como “diversión”, “hermosura”, “felicidad”, “placer” en grande, de forma vertical. Entró en el que ponía “placer” y se sentó a escribirme.
Laura: Hola cariño, ¿cómo vas?
La verdad, yo ya me había tranquilizado bastante y entre la película y el vino ya estaba dando cabezadas. Me había bebido yo solo toda la botella. Cogí el móvil y contesté.
Miguel: Bien, vi una peli y ahora voy a ponerme otra. ¿Qué tal la salida? ¿ha intentado besarte Carlos?
Laura: ja, ja, ja. No, solo henos cenamos y ahora estamos en la parte del club. No veas que lujazo de este sitio mi vida. Es todo como de película. Carlos quiere que siga bebiendo más y estamos sentados en un sofá a oscuras. Parece obvio que quiere algo conmigo, pero ya sabes como me pongo cuando bebo, así que, quería preguntarte qué opinas.
¿Me estaba preguntando de verdad eso? Es cierto que Laura se desmadra cuando bebe y hace locuras como cantar en voz alta, bailar encima de una mesa y contar secretos a voces, pero eso era precisamente lo que yo buscaba que hiciera locuras con su jefe.
Miguel: Cariño, si te lo estás pasando bien, no le veo el problema. Si crees que te vas a arrepentir de algo, pues no bebas y regresa a casa. Yo solo quiero que disfrutes.
Laura: No, si pasándolo bien estoy, mejor que bien. Y no creo que me arrepienta de nada. No creo que pasemos de morrearnos en el sofá si Carlos se anima y eso a ti te excita, ¿verdad, cornudito?
Por suerte para mí, esa botella de vino previno que entrara en otra fase de dolor. Pero en cualquier otro momento ese comentario de Laura me hubiese hecho empalmarme de inmediato, Sabía que en poco tiempo necesitaría otra botella de vino o sacar mi polla de su jaulita, pero no iba a perder la oportunidad de que mis cuernos crecieran más. Había que darle el último empujoncito al Laura.
Miguel: Me conoces muy bien. Cuanto más cornudo me haces más feliz soy. Si pasa algo mándame fotos por favor.
Laura: ¿Sí? ¿Aunque mi jefe me diga que tengo que obedecerlo en todo?
Miguel: Por supuesto,
Laura: Bueno, pues regreso con él. Aquí te dejo el aperitivo.
Colgó y vi que Laura me había mandado una foto. La abrí y era de su coño. ¡Había vuelto a escribir “Carlos” con lo que parecía rotulador permanente! ¿y si iba más allá del morreo que decía Laura? ¿Se atrevería a enseñarle eso a Carlos? Uff, qué morbo. Necesitaba más vino y otra película. Iba a acabar borracho, pero feliz. Escribí a Laura que me encantaba la foto, pero ya no respondió. Estaría de nuevo sentada junto a su jefe.
Carlos: Te he pedido un Berry Collins, espero que te guste. Y ya que estamos aquí más tranquilos, tengo algo que preguntarte. En la oficina me dijiste que me lo dirías si tuvieras más tiempo libre y teniéndola en frente toda la noche no me queda otra que preguntarte porque ya me tiene obsesionado. ¿Qué significa la llave que llevas al cuello?
Laura: Um, si te tiene obsesionado es que has estado mirándome las tetas todo el tiempo.
Carlos: A ver, con ese escote y lo buena que estás, como para no mirar.
Laura: ¿No le da vergüenza decir eso a una mujer con novio y encima su empleada? (lo dijo sonriéndole, como aprobando su comentario)
Carlos: teniendo en cuando cómo has venido vestida y que no le has dicho a tu novio, me parece que los dos buscamos lo mismo. Pero dime lo de la llave.
Laura: No puedo, es un secreto, algo privado entre mi novio y yo. Quizá te lo cuente algún día. ¿Y qué es lo que buscas conmigo?
Carlos se acercó a Laura, puso una mano en su espalda y otra en su pelo y empezó a besarla apasionadamente, jugando con su lengua. Laura se dejaba ir y se abrazaba a él. Después de más de dos minutos morreándose, se separó de ella y con una sonrisa le dijo:
Carlos: ¿Quedó claro lo que quiero? Te deseo desde que te vi en mi oficina por primera vez, cuando te ascendimos. Y parece que tú también lo quieres.
Volvió a besar a Laura, metiendo su mano entre su falda y acariciando su coño por encima de las bragas. Mientras metía los dedos por debajo de las bragas para tocar directamente su coño, le susurró al oído:
Carlos: ¿Te gusta tener a tu jefe manoseándote?
Laura: (ya empezando a sentir los efectos del alcohol) Me encanta, al jefe hay que tenerlo siempre contento.
Carlos: Pues si me quieres contento de verdad, vamos a mi casa, quiero follarte.
A pesar de estar un poco bebida, eso la sorprendió. No esperaba que pasaran de un simple morreo en un bar y meterle mano allí, en un lugar público, por muy oscuro y retirado que estuviera, ya sobrepasaba sus expectativas.
Laura: No puedo, mi novio estará esperándome.
Carlos: Dile que tus amigas se van a quedar más tiempo en el bar y que dormirás en casa de alguna de ellas.
Laura: ¿Qué? No querrás que pase toda la noche en tu casa, ¿verdad?
Carlos: Claro que sí, te quiero toda la noche.
Laura: No sé, espera que pregunte.
Carlos: Mientras te decides voy a ir a pagar la cuenta, pero, recuerda, si te vienes conmigo es para toda la noche, para hacer tener contento a tu jefe. (y le dio otro morreo rápido pero intenso)
Laura no sabía qué hacer. Al encender su móvil se dio cuenta de mi mensaje sobre la foto y otro que le había enviado 20 minutos después.
Miguel: Cariño, ya voy por la segunda botella de vino, no creo que aguante despierto mucho tiempo, pero despiértame cuando llegues, quiero que me lo cuentes todo. Te amo.
Esos mensajes le hicieron acordarse de lo que se había escrito en el coño. Si iba a follar con Carlos tenía que borrarse eso antes. Menuda estupidez la bromita del rotulador.
Laura: Mi vida, nos hemos besado, y quiere que me vaya con él a su casa, ¡toda la noche! ¿Qué hago? Esto no estaba planeado.
Laura: ¡Contesta! ¿Ya te has dormido?
Laura: Bueno, espero que leas esto cuando te despiertes. Estoy muy muy caliente y tú por lo que veo no vas a poder follar esta noche. Ya que te excita que le haga caso a mi jefe me voy con él. Te veo por la mañana, cornudito. Te amo.
Carlos llegó a los pocos minutos y preguntó:
Carlos: ¿Qué? ¿Nos vamos?
Laura: Sí, le he dicho que me quedaría a dormir en casa de una amiga como dijiste. No le molesta.
Carlos: Así me gusta obediente. Vamos.
Pidieron un taxi y mientras regresaban a casa de Carlos, éste la besaba y le metía mano mientras el conductor no perdía detalle mirando por el espejo. Los espectáculos de los que deben ser testigos los taxistas que trabajan por la noche llevando parejas fogosas de vuelta a sus casas. Laura le quitaba las manos a Carlos como podía y le decía que esperara a llegar a la casa que había tiempo. Carlos le susurraba que podía sentir en sus dedos que estaba mojadísima, que se dejara hacer.
A los pocos minutos, le que parecieron una eternidad a Laura, no solo porque le daba vergüenza hacer eso en público (ni siquiera yo me había atrevido a meterle mano en un taxi), sino porque realmente estaba excitadísima y deseaba follar como loca.
Carlos pagó al taxista que se despidió con un “a disfrutar la noche tortolitos” en una sonrisa burlona mientras se alejaba en su taxi.
La casa era grande, en una urbanización cerrada, bastante lujosa y con arboles y setos a la entrada. Carlos desactivó la alarma y entraron. Subieron directamente al dormitorio y allí pidió a Laura que se sentara en la cama.
Carlos: Laura, estás buenísima y como te he dicho antes te deseo. Pero hay algo que me gustaría decirte para que seamos honestos y sepas qué es lo que quiero.
Laura se quedó pensativa, ¿a qué venía eso? Ella creía que iba a follar directamente como locos y allí estaba su jefe, hablándole de algo que parecía importante mientras ella estaba sentada en su cama. Era una situación surrealista y, sinceramente, incómoda. Probablemente tuviera pareja y no me lo había dicho para que no lo rechazara.
Carlos notó su expresión de incomodidad y dijo rápidamente:
Carlos: No es nada malo, no pongas esa cara. Por lo menos creo que no es malo.
Laura: Bueno, dime, que estás matando el ambiente y yo estoy muy caliente.
Carlos: Mira, primero, decirte que te voy a follar bien follada para que veas que no solo tu novio folla bien.
Laura: Umm, no empieza mal tu discurso.
Carlos: Lo segundo es que me gustaría que esto no fuera solo de una noche. Quiero que seas mi amante, pero puedes decidir eso en otro momento.
Laura: ¿eso es todo? Me estabas asustando la verdad.
Carlos: Eso es todo. Quería ser sincero desde el principio.
Laura: Muy bien me alegro de que seas sincero, pero antes de decidir necesito saber cómo follas.
Se quitó los zapatos, se levantó de la cama, se acercó a Carlos y empezó a morrearlo susurrándole al oído:
Laura: Veamos si eres mejor que mi novio.