Mis cuernos crecen sin parar (capítulos 3 y 4)

Seguimos dando un paso más en nuestro juego de cuernos. Laura toma cada vez más el control y lleva el juego hasta su trabajo.

Queridos lectores les recomiendo que lean los relatos anteriores para saber por dónde va la historia.

Capítulo 3

Al despertar al día siguiente no encontré a Laura en la cama. Escuché el ruido del agua correr en la ducha. Me extrañó mucho que siendo sábado se hubiese levantado de la cama tan temprano y se estuviese duchando. Quizá se estuviera bañando para venir desnuda al cuarto y darme una grata sorpresa. La verdad es que todavía temía darle una respuesta a su propuesta, pero la idea de tener su cuerpo desnudo pegado a mí en unos minutos me calentó hasta el punto de no poder pensar racionalmente. Escuché la puerta del baño y me hice el dormido hasta que se metiera en la cama conmigo.

Después de escuchar trastear en el armario por un rato, empecé a sospechar que su intención no era la de volver a la cama. Abrí los ojos y vi a Laura vestida con su ropa de trabajo, una blusa blanca que resaltaba de forma muy hermosa sus tetas y una falda ajustada pero elegante.

Miguel: Buenos días mi vida. ¿Por qué estas vestida así? Hoy es sábado.

Laura: Buenos días, cariño. Me han llamado del trabajo para una reunión urgente. Es obligatorio ir, pero me han dicho que no durará mucho. Probablemente esté de vuelta para el almuerzo.

Se acercó hasta el borde de la cama, me besó y se fue al salón. La escuché ponerse los zapatos y cerrar la puerta al salir.

La verdad es que me quedé un poco decepcionado porque ya estaba caliente, pero me volví a masturbar imaginando lo que habría hecho la noche anterior. Después de todo no sabía exactamente cuándo podría volver a masturbarme si accedía a lo que Laura me pedía. Lo bueno era que tenía unas horas para elaborar bien mi respuesta.

Laura llegó a casa pasada la una de la tarde. Al cerrar la puerta me miró con una sonrisa y ojos brillantes de felicidad.

Laura: Hola mi vida, tengo algo importante que contarte. ¡Estás hablando con la nueva directora regional! Me han dado el ascenso.

Miguel: ¡Felicidades cariño! Me alegro muchísimo por ti. Ahora sí vas a trabajar en lo que realmente te gusta. Ven aquí que te bese como te mereces.

Laura: ¿Sabes lo que realmente me merezco? Que me lleves a la cama y me folles como al nivel de directora regional, o sea, con muchísimos orgasmos de pago.

La llevé en brazos al cuarto y empecé a quitarle toda la ropa. En cuanto le quité la blusa y el sujetador liberando esas hermosas tetas mi polla se empalmó de inmediato dentro del pantalón. Mientras me quitaba el pantalón y Laura se quitaba la falda, notó claramente mi erección.

Laura: ¡uy! Parece que yo no soy la única que ha ascendido en esta casa. Tu polla también subió de nivel. Algo tendremos que hacer para calmarla.

Se arrodilló ante mí y empezó a chupármela como solo ella sabe. Yo ya había tenido varias novias antes de conocer a Laura y alguna de ellas bastante buena chupándola, pero como Laura jamás. Ella sabía cómo metérsela en la boca, como lamer los huevos, pero, sobre todo, controlaba el ritmo de chupada como una diosa.

Miguel: Ah, cariño deja ya de chupar que no aguanto.

La eché encima de la cama y empecé a comerle el coño de manera apasionada. Cuanto más dentro le metía la lengua más mojada estaba. Después de un buen rato lamiéndola me dijo:

Laura: Métemela ya y dame bien duro. Hoy no terminas hasta que me des tres orgasmos por lo menos.

Miguel: Cariño, no sé si aguantare tanto, ya sabes que tardas mucho en llegar.

Laura: Tú verás, pero como te corras antes de que yo tenga esos orgasmos, te castigo. Así, que tú mismo.

Empecé a embestirla fuerte para ver si se corría rápido para poder cumplir con su demanda. A lo pocos minutos de estar follándola le vino el primer orgasmo, se movió y gritó como si no se hubiese corrido en meses.

Laura: ¡ahh! Que bueno, sigue así mi cornudito.

Al oír a Laura decir esas palabras, se me puso incluso más dura. La puse a cuatro patas y empecé a darle con más ganas. Laura, al darse cuenta de que sus palabras tenían el efecto deseado, continuó con su estrategia.

Laura: ¿Eso es todo lo fuerte que puedes follarme? Qué decepción. Juan y Alejandro me follaban mucho más fuerte y rápido. Ellos sí saben como tratar a una mujer.

Aquellas palabras me hirieron el orgullo y me excitaron al mismo tiempo. Empecé a darle mucho más rápido sin caer en cuenta que, cuanto mas rápido la penetraba, más rápido iba yo a correrme. Y, efectivamente, antes de que ella llegara a su segundo orgasmo yo no aguante mas y me corrí copiosamente dentro de su coño.

Laura: ¿Ya? Anda, tráeme el vibrador que está en la mesita, el morado. A ver si puedo darme yo sola los orgasmos que merezco y tú no me das.

La verdad es que me hubiese sentido desilusionado con ese comentario tan humillante si no fuese porque al decirlo me sonrió y me guiñó el ojo. Lo entendí todo al instante. La muy cabrona sabía que me iban a excitar sus comentarios y que no iba a aguantar aquel ritmo por mucho tiempo. Lo tenía todo calculado. Quería que yo perdiera esa especie de apuesta y caí como pardillo.

Me fui al baño a darme una buena ducha mientras Laura se masturbaba frenéticamente en el cuarto. Salí del baño a la media hora y encontré a Laura durmiendo desnuda en la cama con el vibrador totalmente mojado. Estaba cansadísima después de tanto ajetreo en los últimos días. La tapé con la sábana y me fui al salón. Estaba claro que a Laura le encantaba la situación o quizá su ascenso la excitó demasiado. En cuanto se levantara de la siesta lo sabría.

Pasadas dos horas, Laura apareció en el salón desnuda y con una gran sonrisa.

Miguel: Vaya, la bella durmiente se levantó de buen humor.

Laura: Voy a ducharme y vuelvo enseguida.

Miguel: Aquí te espero mi directora (y le guiñé el ojo).

Prepare una buena cena mientras se duchaba. La verdad es que los siguientes días, y muy a mi pesar, no pudimos hablar mucho de nada ya que Laura se mantenía superocupada con las preparaciones y entrenamientos para su nuevo puesto. Llegaba cada noche a casa tan cansada y estresada que no pudimos siquiera tener sexo en esos días. Yo estaba ya que me subía por las paredes del calentón. Lo bueno es que todavía podía masturbarme y aprovechaba cada momento que llegada a casa de dar clases y estar solo por unas horas.

El viernes por la tarde, al llegar de la universidad, y pensando que Laura no llegaría hasta por la noche nuevamente, me metí en el cuarto puse música y empecé a masturbarme como cada día. Cerré los ojos y empecé a masturbarme cada vez con más fuerza imaginando a Laura siendo follada por Alejandro y Juan. Me corrí rápidamente y, al abrir los ojos, vi a Laura en la puerta del cuarto mirándome burlonamente.

Laura: Vaya, ya veo como pasas el tiempo sin mí. Parece que no te hago falta.

Me pilló fuera de juego, no sabía qué decir y solté lo primero que se me vino a la cabeza.

Miguel: Siempre me haces falta cariño, pero como últimamente solo llegas a cenar y dormir pues estaba un poco desesperado.

Laura: ¡Ay! Pobrecito. Es verdad que esta semana ha sido agotadora y no te he dedicado mucho tiempo. Lo siento. Ya he terminado todos los entrenamientos en el trabajo y vuelvo a estar más libre. Además, no te creas que me olvido de la conversación de la semana pasada. ¿tienes una respuesta para mí?

No me esperaba la pregunta así de repente. Necesitaba ganar algo de tiempo para organizar mis ideas.

Miguel: Cariño, me voy a duchar que ya ves como me he puesto. Además, me tienes que contar primero todo lo que hiciste con Alejandro y Juan en detalle.

Laura: mmmm, me parece justo. Límpiate y te cuento.

Mientras me duchaba preparaba mi estrategia para poder salir lo mejor parado de esa conversación, aunque saber que al salir me contaría lo que hizo con Alejandro y Juan no hacía nada más que ponérmela dura y evitar que pensara con claridad.

Sali del baño y Laura estaba ya en la cama desnuda esperándome.

Laura: No creerás que te lo voy a contar gratis, ¿verdad? Ven y lámeme.

Yo obediente me acomodé entre sus piernas y empecé a lamer su coño con esmero.

Me contó todo lo que había hecho con sus dos amigos con mucho detalle, resaltando el placer que había recibido, lo deliciosas que sabían sus pollas y lo puta que se sintió cuando la penetraron por los dos agujeros. Yo estaba que no aguantaba más.

Miguel: ¡Déjame que te la meta ya Laura! Mira como la tengo.

Le enseñé mi polla que estaba durísima esperando poder follármela con ganas sabiendo lo mojada que la había dejado después de lamerla.

Laura: Primero contéstame a la pregunta. ¿Vas a dejar de masturbarte para siempre?

Miguel: Cariño, por favor, te prometo que no me masturbaré cuando no estés y solo lo haré contigo, pero no me lo quites para siempre. Sabes que no lo aguantaría.

Laura: mmm, como no me fio de ti, haremos una cosa. Llevarás un aparato de castidad cada vez que no estés conmigo y quiero que lo compres tú. Y, además, solo te podrás masturbar si yo ya estoy satisfecha, no antes. Ah, y otra cosa, comprarás todo lo que necesite para follarme a otros.

Miguel: De acuerdo cariño, pero déjame follarte ya, por favor.

Laura: ¡no! Tú ya te corriste cuando llegué a casa. Pero si quieres puedes masturbarte mientras me lames el culo y me haces recordar la enculada que me dieron esos dos.

Le lamí el culo resignado mientras me masturbaba, pero eran tantas las ganas que tenía de masturbarme que me corrí enseguida.

Laura: ¿Para esto, querías follarme? Menos mal que no te dejé. Creo que lo de cornudo te viene como anillo al dedo. Mis vibradores hacen mejor trabajo que tú.

Me dio un beso y se fue con sus vibradores al baño.

Yo sabía después de aquellas palabras, que Laura había cambiado. Estaba seguro de que nunca hubiese dejado de follar a otros, aunque no hubiese accedido a sus peticiones. Pero, ya no había nada que hacer. Me ganó de nuevo y aunque no quisiera admitirlo explícitamente delante de Laura, mi papel de cornudo me excitaba cada vez más.

Cuando Laura salió del baño, sacó su ropa interior y el pijama del cajón y se vistió.

Laura: Vamos a cenar que tengo hambre.

Miguel: Claro cariño. Hay que reponer fuerzas (le dije guiñando el ojo).

Laura: Oye, no te habrás molestado por lo que te dije antes, ¿verdad? Ya sabes que es un juego. Lo hice porque tú me dijiste que eso te excitaba.

Miguel: Claro que no, para nada. De hecho, me encanta verte así tan metida en el juego.

Laura: La verdad es que me dio mucho morbo humillarte así. Me corrí tres veces en el baño.

Miguel: ¿Te excita pensar en hacerme cornudo de nuevo?

Laura: Si te soy sincera, me encantaría, pero con el nuevo puesto voy a estar mucho más tiempo en el trabajo y no vamos a tener tantas oportunidades de salir. Además, con todo este ajetreo no te he dicho, pero Alejandro ha tenido que irse a vivir a otra ciudad por su trabajo y ya sabes lo que me cuesta conocer gente nueva.

Me quedé un poco decepcionado con la noticia, pero sabiendo que a Laura le empezaba a gustar más todo esto de los cuernos, ya hallaría yo la forma de que encontráramos una nueva oportunidad para seguir viendo mis cuernos crecer.

Capítulo 4

Las siguientes tres semanas yo me concentré en preparar clases y Laura en ponerse al día con todo el trabajo atrasado que la esperaba en su nuevo puesto. Ella llegaba a casa tan cansada que ni siquiera teníamos tiempo de tener buen sexo. A veces, lo hacíamos por unos minutos antes de dormir, pero se veía en la cara de Laura que era más por compromiso, sabiendo que me tenía un poco abandonado, que por que tuviera realmente ganas de hacerlo.

El lunes de la cuarta semana, Laura llegó del trabajo preciosa, con su vestido de trabajo más bonito, ajustado, que le resaltaba todas sus curvas y con un escote que no mostraba demasiado pero que dejaba ver perfectamente la forma de sus pechos. No obstante, su cara no parecía la de siempre. No era la cara cansada o estresada de cuando llegaba del trabajo, ni la alegre y hermosa de cuando estaba de buen humor; era una cara que parecía una mezcla de preocupación y curiosidad.

Miguel: Hola cariño. ¿Estás bien? Te ves preocupada.

Laura: No es nada mi vida, cosas del trabajo, no te preocupes. Una buena cena y se me pasa.

Le preparé una rica cena, con muchas verduras y fruta de postre para que se recuperara de un largo día de trabajo, pero seguía pensativa así que, volví a preguntarle.

Miguel: Cariño, cuéntame que te pasa, sigues como ausente.

Laura: no es nada importante, es Carlos, mi jefe, el vicepresidente de la compañía. No para de exigirme mejores resultados que mi predecesor y creo que lo hace porque soy mujer y mi predecesor hombre.

Miguel: Tranquila, querrá saber si estas preparada para el puesto. Seguro que pronto dejará de acosarte y confiará en tu trabajo.

Laura: mmm interesante que uses la palabra acosar.

Miguel: ¿Por qué? ¿Es ese Carlos demasiado intenso?

Laura: Sí, bastante. No para de llamarme a su oficina y decirme que tengo muchísimo potencial, pero como te he dicho no deja de exigirme resultados prácticamente irrealizables. Y, además, no para de mirarme de arriba abajo, es muy incómodo y violento.

Miguel: Suena como si fuera un viejo pervertido, ¿no?

Laura: Bueno… no es viejo, tiene más o menos tu edad, pero esa no es forma de comportarse … en el trabajo.

Miguel: A ver que lo entienda, ¿te preocupa que sea morboso contigo porque es el trabajo?

Laura: Exacto, no es una conducta profesional.

Miguel: Pero… si lo hiciera fuera del trabajo, ¿ya sería otra cosa?

Laura: No saques las cosas de contexto cariño, ya sé por dónde vas. Sí, me parece atractivo y si lo conociéramos en un bar, pues la cosa sería diferente, pero, el trabajo es el trabajo y nuestra vida privada es eso “privada”.

Miguel: ¿te parece atractivo?

Laura: ¿En serio? De todo lo que he dicho, ¿solo te quedas con lo de atractivo?

Miguel: Es que por lo que dices y cómo lo dices parece que tu problema es que ocurre en un lugar de trabajo, pero que quién te mira y cómo te mira no es un problema.

Laura: Tú siempre con lo mismo. Ni con mi trabajo dejas de pensar en ser cornudo.

Sonrió al decime eso de la forma que estaba esperando desde hacía semanas. Así que, decidí entrar más en el tema.

Miguel: Ya sabes que me encanta que tengas todo el placer sexual posible. Además, si es tu jefe no hay nada que puedas hacer porque, en realidad, no te ha dicho nada que no esté relacionado con el trabajo ¿verdad?

Laura: No, solo es por cómo me mira y…bueno…una vez dijo que este vestido me sentaba muy bien y que debería llevarlo más a menudo al trabajo. Y el muy descarado no paraba de mirarme las tetas mientras me lo decía.

Miguel: mmm, por eso has estado llevándolo más a menudo. Me parece que tan preocupada no estarás si le haces caso.

Laura: Anda, no digas bobadas, es un traje normal de trabajo. Además, no tengo mucha ropa formal, no creas que es por dar gusto a ese degenerado.

Miguel: ¿Ese degenerado que es muy atractivo y te follarías si se te acercara en un bar?

Laura: jajaja tú estás loco. Además, si yo fuera así solo para que me comiese con la mirada, tú tendrías que estar usando un aparatito de castidad del que hablamos, ¿verdad?

Miguel: Bueno, bueno, pero no te vistes así por él, así que, no hay problema, sigo libre.

Laura: ¿te gusta la idea que a tu novia se la coma con los ojos su jefe? Y si me vistiera todos los días con algo ajustado para él, ¿te gustaría?

Miguel: Honestamente, me gustaría muchísimo saber que mientras estás en el trabajo, tu jefe no para de mirarte y desear follarte allí mismo.

Laura: mmm, suena como a un buen trato. Voy a empezar a llevar ropa ajustada al trabajo todos los días. ¿Qué te parece?

Yo no salía de mi asombro. Mi novia me estaba diciendo que se iba a poner sexy para excitar a su jefe en el trabajo y yo más feliz que mis estudiantes con sobresaliente.

Miguel: ¿Que qué me parece? Pues que me haría muy feliz. ¿no se nota?

Le dije mientras señalaba a mi polla que estaba durísima debajo del pantalón con lo que me estaba diciendo.

Laura: pues, trato hecho…solo una cosita…quiero ese aparato de castidad bien puesto antes de salir a trabajar.

Miguel: Ya sabía yo que por algún sitio iba a perder.

Laura: tú mismo, si quieres lo dejamos y no hay trato.

Miguel: no, no. Yo no he dicho que rechazara el trato. Acepto.

Laura: Muy bien, cuando lo tengas me avisas. Hasta entonces me vestiré con la ropa más conservadora que tenga. (y me lanzó un beso mientras guiñaba el ojo en actitud traviesa)

Con el calentón que llevaba intenté que Laura accediera a un polvo rápido antes de dormir, pero me dijo que estaba muy cansada y que cuanto más caliente me dejara, más prisa tendría en comprar el aparato de castidad.

Yo acepté a regañadientes y la dejé tranquila para que se durmiera. Sabía que era el sacrificio que tenía que hacer para volver a sentirme cornudo, pero merecía la pena.

Esa misma noche mientras Laura dormía, me puse a buscar aparatos de castidad en Internet. Me impresionó la cantidad de aparatos de ese tipo disponibles en el mercado. Había de todas las formas, materiales y precios. Después de consultar varias páginas sobre aparatos de castidad me decidí por un CB6000S que parecía que tenía buenas calificaciones entre los compradores y no era extremadamente caro. Eso sí, escogí el más grande que había que era de unos 5cm. No quería maltratar demasiado mi polla, no fuera que me arrepintiese el mismo día que me lo pusiera por primera vez. Aun así, me pareció que 5cm era algo demasiado pequeño. No es que tuviera una polla grande pero tampoco tan pequeña, estaba en los estándares de lo normal. En fin, que ya no había vuelta atrás, si quería cumplir mis fantasías tenía que hacerlo. Pedí que me lo enviaran por paquetería urgente y me llegó a los dos días a casa.

Al volver de la universidad, vi el paquete en la puerta, lo cogí y entré en casa. Lo dejé encima de la mesa y lo abrí con un cuchillo. El aparato venía en una caja negra y por alguna razón me quede allí, mirando esa caja por unos segundos sin hacer nada, sin tocarla, sin abrirla. Me puse tan nervioso que parecía un adolescente a punto de perder la virginidad. En realidad, si uno lo piensa bien, es algo parecido. Mi vida sexual iba a cambiar drásticamente. Me encantaba masturbarme y ahora, que a Laura empezaba a gustarle cada vez más su libertad sexual, me tocaba tener mi polla enjaulada hasta que a ella le apeteciera. No es que fuera a sufrir por no masturbarme como antes, es que iba a ser mucho peor. Cada vez que Laura se fuera al trabajo yo estaría pensando en su jefe devorándola con la mirada con lo que mis calenturas (al igual que mi sufrimiento, como aprendería más tarde) iban a ser constantes.

El sonido de mi teléfono móvil me hizo salir de la especie de trance en la que me encontraba. Era un mensaje de Laura diciendo que llegaría temprano a casa.

Saqué la caja del paquete y la abrí. El aparato de castidad era muy brillante, metálico como las rejas de una cárcel, y un pequeño candado con una llave. Ahí estaba todo el poder que Laura iba a tener sobre mí. Al sacar todo de la caja, me di cuenta de que había dos llaves e, inmediatamente, se me vino una idea brillante a la cabeza; ¿y si escondía una llave y no le decía nada a Laura? Lo pensé por unos segundos y decidí sacar la segunda llave del aro metálico y esconderla en una caja de caramelos de regaliz que guardaba en la mesita de noche. No es que quisiera engañar a Laura, y estaba dispuesto a ponerme el aparato de castidad y aguantar, pero, conociéndome, sabía que en algún momento sería insoportable, y por eso escondí la llave, solamente para casos desesperados. Todavía no sabía el dolor (y placer) que esa decisión me causaría en el futuro.

Regresé al comedor y volví a poner el aparato de castidad en su caja y ésta, a su vez, en la caja de correos en la que llegó justo cuando escuché el coche de Laura aparcar en frente de casa. Esperé unos segundos a que abriera la puerta y fingí estar abriendo la caja por primera vez.

Miguel: Hola cariño, llegas justo a tiempo. Mira lo que acaba de llegar. Dejo que lo termines de abrir tú.

Fui a darle un beso en lo labios mientras le entregaba el paquete. Sacó la pequeña caja del paquete y sonrió.

Laura: vaya, parece que alguien tiene prisa porque cambie de ropa. Creo que voy a disfrutar bastante con esto.

Miguel: ya te dije que aceptaba el trato. ¿Te vestirás provocativa para tu jefe a partir de ahora?

Laura: mmm no puedo ponerme algo demasiado llamativo en la oficina, pero llevaré un top con botones que pueda desabotonarlo un poquito cuando me llame el jefe a su oficina y una falda corta ajustada que se suba al sentarme en la silla. ¿Te parece bien?

Miguel: Me parece fantástico. No voy a dejar de pensar en eso todo el día.

No es que hiciera mucha falta decirlo, mi polla estaba tan dura que rasgaba el pantalón para salir libre. Laura se dio cuenta al instante.

Laura: No te recomiendo que te pongas así mañana o tu polla va a sufrir bastante en su jaulita jajaja.

Miguel: Habrá que dejarla cansada para poder ponerle eso mañana ¿no?

Me abalancé sobre ella y le quité esa ropa ancha y tradicional que llevaba puesta para provocarme y conseguir lo que consiguió inmediatamente; que comprara el aparato de castidad que parecía mirarme desde la mesa mientras besaba a Laura. Le devoraba su boca y cuello mientras la guiaba hacia en sofá. Le quité el sujetador y empecé a lamerle sus pezones. Ella gemía de placer mientras intentaba quitarme la camiseta. Tendí a Laura en el sofá y me quité los pantalones y el bóxer que ya estaban empapados, liberando mi polla que estaba durísima y que pedía a gritos la boca de Laura. Acerqué mi polla a los labios de Laura y empezó a lamer la punta con los labios sabiendo que estaba desesperado por metérsela entera en su boca.

Laura: ¿tú crees que mi jefe pensara alguna vez en cómo sería que se la chupara así?

Y se la metió de golpe en la boca, chupando lascivamente, y metiéndosela cada vez más al fondo de su garganta, haciéndome una de esas mamadas que solo ella sabía hacer. No es por presumir de novia, era simplemente un hecho que Laura hacia las mejores mamadas que me habían hecho nunca.

Estaba en la gloria, pero conseguí contestarle entre suspiros de placer.

Miguel: Eso tenlo por seguro, no me cabe la menor duda, se tiene que estar pajeando todo el día pensando en ti. Y eso que no tiene ni idea de lo buena que eres chupándola.

Laura: ¿Soy buena? Me dijo mientras aceleraba el ritmo de la mamada.

Miguel: La mejor, y si sigues así no voy a poder durar mucho más.

Siguió chupándola un rato más y cuando sintió que ya no iba a aguantar más me dijo:

Laura: Métemela y fóllame bien duro, como me merezco.

Le saqué las bragas al instante y se la metí entera. Estaba tan mojada que entró sin ningún esfuerzo. Empecé a follarla fuerte intentado pensar en otras cosas para no correrme, pero después de esa mamada, era inevitable que sucediera lo que sucedió; no duré ni un minuto y me corrí enseguida. Laura me miró y con cara sarcástica me dijo:

Laura: no sé qué te pasa últimamente, pero me estás defraudando como amante. Me pregunto si mi jefe duraría tan poco como tú. Anda, chúpame el coño y haz que me corra con tu lengua que por lo menos sirvas para algo.

La verdad es que sabía que me estaba humillando a propósito, porque esa era mi fantasía, pero no había duda de que a Laura le estaba gustando más y más el papel de novia sexualmente insatisfecha para justificar hablar de otros hombres. Aun así, estaba en lo cierto; desde que empezamos con el juego de los cuernos estaba todo el tiempo tan caliente, y muchas veces por culpa de Laura, que no conseguía durar mucho en nuestras relaciones sexuales. No obstante, a pesar de mi frustración por simple ego varonil, me excitó saber que lo de calentar a su jefe iba en serio.

Laura: lame más rápido y méteme los dedos, que no pienso dejarte ir hasta que me des un orgasmo, cornudito.

La palabra cornudito me excitaba sobremanera y yo seguía lamiendo y metiéndole los dedos hasta el fondo. El problema era que Laura tardaba muchísimo o simplemente no llegaba al orgasmo con sexo oral. Después de quince minutos entre sus piernas y con dolor de mandíbula y cuello después de estar lamiendo prácticamente sin parar, me agarro del pelo, me apretó contra su coño y sentí en toda mi cara como estallaba en un gran orgasmo.

Laura: Ahora ya estoy un poco más tranquilita. Anda, prepara la cena mientras me ducho.

La miré y le dije sonriendo.

Miguel: Me ducho contigo y después cenamos que yo también estoy sudado y tengo la cara empapada de tus jugos.

Laura. De eso nada, tú te vas así a la cama hoy. Cuando vuelvas a darme orgasmos follándome como un hombre de verdad te duchas conmigo.

La miré resignado y ya con la seguridad de que iba a perder todo control sobre la situación. ¿Era esto lo que había estado buscando tanto tiempo? La verdad es que mi cabeza era un mar de dudas, pero sintiendo de nuevo las cosquillas en mi pantalón sabía que mi polla ya había decidido por mí. Simplemente contesté:

Miguel: lo que tu digas mi vida. Merezco el castigo. Y le guiñé el ojo sonriendo.

Por el tiempo que tardó en el baño, sabía que había estado masturbándose. Laura no era de esas que se conforman con un orgasmo. Sin embargo, salió del cuarto de baño como si nada. Cenamos hablando de cómo me iba en mis clases, si eran buenos estudiantes, si tenía mucha tarea para corregir, y cosas así.  Después de cenar nos fuimos a la cama y Laura cayó enseguida en un profundo sueño. Yo me puse a leer un poco hasta que me entró suficiente sueño como para dormir con la cara y la polla pegajosas.

Me desperté al sentir correr el agua de la ducha. Miré el reloj y eran las 6:30 de la mañana. Parecía que Laura se había levantado un poco más temprano que de costumbre para ir al trabajo. Salió del baño envuelta en una toalla y, al verme despierto, me dijo:

Laura: hola, cariño, vete a duchar que no tengo mucho tiempo.

Miguel: si yo no tengo que ir a la universidad hasta dentro de dos horas. ¿Por qué quieres que me duche tan temprano?

La verdad es que no me molestaba en absoluto ducharme en ese momento porque me moría por quitarme lo pegajoso del cuerpo, pero me extrañaba que quisiera que me duchara tan temprano.

Me miró con una sonrisa y se metió en el armario. Sacó dos juegos de ropa y los puso bien ordenados sobre su lado de la cama. Me senté en la cama y vi los dos juegos: uno, con un top de botones nuevo que nunca había visto pero que parecía que se iba a ajustar perfectamente a sus tetas y una falda corta de esas incómodas en las que no te puedes sentar ni caminar rápido porque la tela se sube rápidamente por las piernas; el otro, era una blusa ancha de color marfil y un pantalón formal de color gris. La miré confundido y señalando a la ropa con el top de botones me dijo:

Laura: ésta si te duchas ahora y ésta otra del pantalón si te duchas más tarde. Tú decides, pero no tengo mucho tiempo. Ah, y hazte una paja en el baño, te necesito relajadito

Enseguida comprendí lo que quería decir, salté de la cama y me fui lanzado al baño. Laura sabía que con lo que se iba a poner yo empezaría a acosarla y no tenía tiempo. Debajo del agua caliente me masturbé pensando en Laura con esa ropa paseando por los pasillos de su empresa. Se le iba a caer la baba a más de uno. La imagen de Laura excitando a su jefe hizo que me corriera rápidamente. Salí del baño, y al llegar al cuarto me di cuenta de que Laura no quería que me masturbara para no molestarla sino por un motivo muy diferente.

Allí estaba ella, con el conjunto más sexy y atrevido que nunca había llevado a su trabajo. El top realzaba sus tetas espectacularmente y aunque lo tenía abotonado hasta arriba, sabía que, si abría, aunque fuera un sólo botón se vería un escote precioso. Pero lo que más me llamó la atención es que tenía en sus manos el aparato de castidad.

Laura: ya sabes, un trato es un trato. Me dijo sonriendo.

Miguel: es cierto, yo acepté esto.

Se agachó y me lo puso cuidadosamente en la polla flácida que tenía después de la paja que acababa de darme en el baño. La muy jodida sabía que si me empalmaba no podría ponerme la “jaulita” como ella la llamaba.

Cerró el candado, se levantó y se abrió un botón del top señalando la llave que llevaba al cuello.

Laura: como ves, he decidido llevar la llave en este collar que me regalaste para nuestro aniversario. ¿te gusta?

Miguel: pero, cariño, si lo llevas ahí te van a preguntar por qué llevas una llave al cuello.

Laura: primero, estás asumiendo que voy a llevar el top abierto pervertido y, segundo, ese es mi problema. Tú, pórtate bien y mucha suerte en el trabajo. Me tengo que marchar ya.

Me besó y se fue dejándome allí desnudo y con la jaulita puesta. La miré como algo extraño y me puse nervioso al pensar que podría notarse que la llevaba debajo del pantalón. Me puse la ropa para comprobarlo y vi que no se notaba. Respiré aliviado. Menudo escándalo sería si algún colega o estudiante se diera cuenta que llevaba eso. De todas formas, tenía un as en la manga para casos de emergencia; la llave que tenía oculta en la mesita de noche.

Desayuné y me fui a la universidad. Tenía que evaluar unas presentaciones orales de los estudiantes, así que probablemente saliera del trabajo más o menos a la misma hora que Laura. Con esas presentaciones no tuve mucho tiempo de pensar en otras cosas, pero a algunos kilómetros de allí, Laura estaba dando un gran paso en su nuevo papel de seductora infiel del que no me daría cuenta hasta llegar a casa.