Mis cuernos crecen sin parar (capítulos 11 y 12)
Laura se ve sorprendida por sus propias fantasías y su relación con Miguel y su jefe. Mientras, Miguel lee una intrigante descripción de una de sus estudiantes.
!Queridos lectores!
Mil disculpas por la tardanza. Con la preparación y corrección de exámenes finales no he tenido mucho tiempo para escribir. A partir de ahora les prometo que tardaré muchomenos en enviar los próximos capítulos. Muchas gracias a todos los que leen y comentan mi relato. Espero que no les afecte mucho el COVID-19 y disfruten del verano. Un abrazo a todos.
Cap *í tulo 11***
Laura se tumbó en el sofá. Eligió una película basada en uno de los libros de la trilogía del Baztán para ver, se puso un cojín en la cabeza y se disponía a relajarse mientras escuchaba a Miguel irse al estudio a trabajar. Nada más empezar la película sonó su móvil que anunciaba un mensaje de texto. Cogió el móvil de la mesita y se sorprendió al ver que era Carlos.
Carlos: Hola Laura, ¿ya descansaste? Yo no dejo de pensar en ti. Fue una noche maravillosa.
Laura: Hola Carlos, sigo descansando. Sí fue maravillosa pero ya lo hablamos, no va a haber más.
Carlos: No me puedes culpar por intentarlo. Además, yo te dije que no haría nada en el trabajo y, por ese lado, puedes estar tranquila. Si eso es lo que quieres, lo único que habrá en el trabajo será una relación más que profesional. No obstante, ni estamos en el trabajo, ni es día laborable.
Laura: ¡Eres imposible! Aprovechando cualquier recoveco para saltarte el pacto. (con emoji sacando la lengua)
Carlos: Pero cumpliendo el pacto que es lo importante.
Laura: Ya veremos el lunes en el trabajo.
Carlos: Soy una persona muy honesta como comprobaste anoche y mi palabra la cumplo siempre.
Laura: Está bien, te creo. ¿Para eso me escribes, para que crea en tu palabra?
Carlos: Obviamente no, ja, ja, ja. Ya que a partir del lunes no puedo sacar el tema pues tengo algunas preguntas que hacerte sobre lo de anoche para quedarme tranquilo.
Laura: Haz las preguntas que quieras, pero creo que ya lo dejamos claro anoche.
Carlos: Gracias, ¿puedo llamarte?
Laura: No, Miguel está en la casa trabajando en el estudio. Si quieres, por texto.
Carlos: Está bien, pero contéstame rápida y sinceramente, no quiero que pienses mucho las respuestas. ¿De acuerdo?
Laura: De acuerdo, pesado. Empieza con las preguntas.
Se levantó del sofá y se sentó en el sillón desde donde se podía ver mejor el pasillo que daba al estudio de Miguel. No quería que saliera del estudio y accidentalmente viera que estaba hablando con Carlos. Se pondría pesado para que le contara lo sucedido anoche. Se preparó para cumplir con su palabra y contestar honestamente a las preguntas de Carlos. Miró el móvil y vio la primera pregunta.
Carlos: ¿Te gustó pasar tiempo conmigo conociéndome?
Laura: Sí, bastante, creo que ya te lo dije.
Carlos: ¿Te asustaste en algún momento de la noche?
Laura: No asustarme, pero me preocupó cuando me dijiste que tenías que contarme algo. Pensé que ibas a decirme que tenías novia o que estabas casado.
Carlos: Ja, ja, ja. ¿No crees que te hubiese dicho eso antes de invitarte a mi casa? Tú tienes novio y estabas anoche conmigo, así que, no tenía mucho que perder contándote eso. Además, ya te he dicho que soy muy honesto.
Laura: Has dicho que conteste rápidamente, no que piense lógicamente las respuestas. Siguiente pregunta. (con emoji sacando la lengua).
Carlos: Eso es verdad. Lo siento, sigue así. ¿Qué fue lo que más te gustó de anoche?
Laura: Uf, difícil, muchas cosas, conocerte, estar en el club, el sexo contigo.
Carlos: Ya que mencionas el sexo, ¿qué te gustó más?
Laura: mm, ducharme contigo y ya sabes…tu fantasía.
Carlos: ¿Qué parte? ¿Qué te la contara o que la hiciéramos realidad?
Laura empezó a calentarse recordando todo aquello, cerró los ojos y respiró profundamente para controlarse. Su mente repasaba todo lo que había pasado aquella noche, no se lo podía quitar de la cabeza. Ya su cabeza no podía ni adornar sus respuestas
Laura: Las dos.
Carlos: ¿Te gustó ser mi esclava?
Laura: Sí, muchísimo.
Carlos: ¿Qué te gustó más de la fantasía?
Laura: Todo, ser tuya.
Carlos: ¿Todo? ¿Que te llamara puta, que te rompiera el culo sin piedad, que te azotara?
Laura: Sí, obedecerte me pone muy caliente.
Carlos: ¿Estás caliente ahora? ¿mojada?
Laura: Muchísimo.
Carlos: ¿Te gustaría ser mi esclava permanentemente?
Laura: Sí.
Miró la pantalla del móvil, lo que había escrito y su conciencia, cual héroe de acción, se fue abriendo paso entre los estrógenos enemigos, para intentar salvarla del error que estaba cometiendo. Sacudió la cabeza por un instante y entendió lo que ese sí, que ahora le parecía gigantesco, significaba. Inmediatamente lo borró y escribió en su lugar.
Laura: Ya sabes que no vamos a hacer nada. Fue increíble y me quedo con eso.
Se quedó unos segundos esperando la respuesta de Carlos, ansiosa con el corazón totalmente acelerado.
Carlos: Sabes que he visto tu primera respuesta, ¿verdad?
No sabía dónde meterse, apagó la pantalla del móvil y lo soltó en la mesita del salón, como si aquella acción borrara lo que había ocurrido un par de minutos antes, como si fuese una realidad distinta de la que por arte de magia acababa de escapar. Pero no, Carlos había leído ese SÍ de desesperación, de entrega, y necesitaba arreglarlo como fuera. Cerró los ojos y pensó en qué responder.
Laura: Sí me gusta pensar en eso como fantasía, pero no va a pasar. Te doy el gusto de hablar de esto ahora pero el lunes volvemos a la normalidad y ya me has dicho que lo vas a respetar.
Carlos: Laurita, no tienes que avergonzarte de quererlo, sé que los dos lo disfrutaríamos mucho. Como tú dices no es todavía lunes así que podemos seguir hablando del tema hasta entonces, ja, ja, ja.
Laura sabía que tenía la batalla perdida, su calentura iba en aumento y debía terminar con aquello ya.
Laura: Mira Carlos, yo amo a Miguel y no tengo ninguna intención de romper esa relación. El lunes se acaba todo.
Carlos: Yo tampoco quiero eso Laurita. Solo te quiero como esclava. Además, me da morbo que tengas novio y te entregues a mí. Sé que te gusta y sería triste que te privaras de ese placer.
Al verse acorralada, lo primero que se le ocurrió fue mentirle a Carlos para poder tener un momento de respiro.
Laura: Ya viene Miguel a estar conmigo, no puedo hablar más, nos vemos el lunes.
Cerró la pantalla del móvil y apretó las piernas; estaba mojada, caliente, con unas ganas de follar terribles. Agradeció estar en su casa, segura, porque esa conversación con Carlos, a solas, en persona, no la hubiese podido resistir de ninguna de las maneras.
Sentí la puerta del estudio abrirse y a Laura tras ella. Se acercó a mí, me dio un beso en el cuello y me preguntó:
Laura: ¿Cómo vas con las correcciones?
Miguel: Bien, unos que escriben muy bien, otros no tanto y algunos, que sinceramente, no sé qué hacen en la universidad.
Laura: ¿Sí? No sé, habría que castigarlos ¿no? Si yo fuera tu alumna y lo hiciera muy mal, ¿cómo me castigarías?
Eso último me lo decía ya susurrando y lamiéndome la oreja. La jodida sabía que ese era mi punto débil y me estaba calentando bastante, pero ¿a qué venía todo eso? Hace menos de una hora estaba enfadada y ahora me estaba provocando descaradamente para que la follara. ¿Quién la entiende? Estaba un poco confundido, pero no iba a desaprovechar la mejor oportunidad que tenía de volver a la normalidad con Laura y, encima, a través de un buen polvo. Le seguí la corriente con su juego.
Miguel: Pues, en tu caso, te diría: “señorita, estoy muy decepcionado con usted. ¿Qué vamos a hacer al respecto con estas notas? Porque con lo que tiene no va a poder pasar mi clase.”
Vi los ojos de Laura iluminarse al ver que le seguía el juego y enseguida se puso melosa para empezar su actuación.
Laura: “Pero profe, yo tengo que aprobar esta clase, es que no he tenido tiempo de estudiar y hacer todos los trabajos”
Miguel: “eso no es excusa señorita, a la universidad se viene a trabajar duro y poner todo su empeño en prepararse para el futuro.”
Laura: “Lo sé profe, pero algo habrá que podamos hacer, estoy muy arrepentida”
Se quitó la camiseta dejando al descubierto sus hermosas tetas y se arrodilló frente a mí. Me miraba con cara de traviesa.
Laura: “¡Mire!, me arrodillo para suplicarle que me dé otra oportunidad. Hice algo malo y ahora quiero hacerle algo bueno para compensar.” (dirigiendo su mirada hacia el bulto que cada vez era más grande en mi pantalón)
Miguel: No se qué podrías hacer para compensarlo, porque tus notas son francamente malas. (mientras le acerba mi polla a su boca)
Laura me bajó los pantalones y los calzoncillos y empezó a chupármela segregando mucha saliva para que la chupada fuese más ruidosa y obvia. Al poco rato, empezó a lamerme los huevos mientras me decía:
Laura: “¿Cree usted que estoy mejorando mi calificación, profe?”
Miguel: “Pues algo si que está subiendo, pero lo falta todavía mucho. La veo con mucha ropa. Pasemos mejor a mi otra oficina”
La ayudé a levantarse y nos fuimos al dormitorio, la tendí en la cama y le quité el pantalón corto y las bragas. De inmediato, vi el nombre de Carlos escrito en su coño, borroso, pero todavía legible. No sabía nada de lo que había pasado la noche anterior y mi curiosidad iba en aumento. Laura vio como miraba el nombre borroso y quiso desviar la atención.
Laura: “Profe, ¿quiere lamerme el coño?
Miguel: “No, señorita, yo no tengo que compensarla a usted, es usted la que me tiene que compensar a mí. Tóquese el coño para mí.”
Laura: “Como usted quiere profe”
Abrió las piernas dejando ver un delicioso coño que ya se veía mojadísimo incluso antes de empezar a tocarse. ¡joder! Como le pone a Laura este jueguecito de profesor-estudiante. La observaba con atención, pajeándome, mientras ella jugueteaba con los dedos y se los metía en su coño húmedo, con los ojos cerrados, imaginándose algo probablemente muy morboso. Lo que no sabía es que yo no estaba en esa escena morbosa que se estaba imaginando. Abrió los ojos, me miró lujuriosamente y me dijo:
Laura: ¡Fóllame!
La palabra que acababa de pronunciar sonaba más a orden o suplica real que a la actuación de estudiante que venía haciendo. Me lancé a la cama y me puse encima de ella, metiéndole la polla entera, al instante, con enorme facilidad por la mojada que estaba. La empecé a besar apasionadamente, recorriendo su boca con mi lengua. A los pocos segundos Laura recibió el mensaje y empezamos un baile entre lenguas mientras la penetraba profundamente con mi polla. Al separar un poco la cabeza, vi a Laura sonreír de forma traviesa y volviendo a su papel me dijo:
Laura: “Fólleme lo más duro que pueda, profe. Quiero la máxima nota así que, haga lo que quiera conmigo”
Al escuchar eso, saqué mi polla fuera, me puse de rodillas en la cama, le agarré sus piernas y se la volví a meter entera, con fuerza, dándole embestidas cada vez más fuertes. Laura no paraba de jadear y gemir.
Laura: “Sí, hágame suya, profe”
Miguel: “Póngase a cuatro patas señorita, a las putas como usted hay que follárselas como perras.”
Me sorprendí a mí mismo diciendo esas cosas. Es verdad que ya habíamos hecho algo parecido, pero fue fantaseando con su jefe y temí haberlo jodido todo. Me quedé expectante un par de segundos, pero a Laura no pareció haberle molestado lo más mínimo. Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas y levanto su culo para mí.
Laura: “Sí profe, castigue a esta puta follándosela como la perra que es.”
No necesitaba que insistiera más con esa invitación, la agarré por la cintura y se la metí entera en el coño. Seguí follándomela a un ritmo más lento, no quería correrme tan rápidamente, había que disfrutar el momento. Laura parecía estar ya totalmente bien conmigo y tenerla así, a cuatro patas, y en papel de sumisa, me ponía a cien. Le agarré el pelo y seguí bombeándole el coño, pero sabía que no iba a aguantar mucho más. Realmente quería darle un gran orgasmo follándomela, pero era evidente que aquel día no iba a ser uno de ellos. Entre que yo no estaba totalmente recuperado de la borrachera de la noche anterior y que ya de por sí no era fácil darle orgasmos a Laura, sabía que tendría que hacerla correrse más tarde metiéndole dedos y lamiéndole el coño. Aproveché que ya me iba a venir para volver a hacerlo en su boca.
Miguel: “Si quieres coronar con un sobresaliente, vas a tener que tragarte toda mi leche, puta”
Laura: “Por supuesto, profe. Le agradezco mucho esta segunda oportunidad”
Avisé a Laura de que me iba a venir enseguida e inmediatamente se dio la vuelta se agachó y puso su cara pegada a mi polla.
Miguel: “Abre la boca puta”
Laura abrió la boca sacando un poco la lengua y me corrí copiosamente en ella. Cuando terminé, cerró la boca y se lo tragó. Me terminó de limpiar con su lengua y se incorporó mirándome a los ojos con cara de traviesa.
Laura: “¿Le gustó profesor?”
Miguel: Me encantó. Tiéndete que te devuelva el favor.
Laura: No, tranquilo, tienes mucho que corregir, yo estoy bien.
Miguel: ¿Segura? Ya sabes que me encanta darte placer.
Laura: Te lo agradezco, pero ponte con lo tuyo mientras yo me ducho. Quiero que cenemos y veamos una película juntos esta noche así que date prisa en corregir.
Me dio un beso. Sacó unas bragas del cajón y se fue al cuarto de baño. Me extrañó que Laura no quisiera que le lamiera el coño, le encantaba correrse en mi boca, pero después de la pequeña pelea, cenar y estar juntos viendo una película era probablemente lo que los dos necesitábamos…además de la buena follada que acabábamos de tener.
Escuché la puerta del baño cerrarse y por algún motivo me acordé nuevamente de la jaulita. Aproveché que Laura estaba en el baño para sacar aquel puto aparato de en medio. Ella parecía haberse olvidado del tema y no iba a permitir que eso se lo recordara. Lo metí todo en una bolsa y lo escondí en el cajón más alto de mi estudio. En cuanto Laura se fuese a trabajar el lunes, lo tiraría a la basura. Recogí mi ropa del suelo y me puse el pantalón corto y una camiseta nueva. Me senté en mi escritorio y continué corrigiendo.
Laura cerró la puerta del cuarto de baño y se quedó mirando su imagen en el espejo. Se sentía extraña, con desasosiego y culpa al mismo tiempo. Había follado con Miguel, pero no había dejado de pensar en Carlos. ¿Por qué no se lo había dicho a Miguel? Ya habíamos fantaseado muchas veces con otros hombres follándome y nos encantaba. Miguel adoraba que me follaran y, sin embargo, no había dicho nada. En el fondo sabía la respuesta, pero su conciencia intentaba enterrarla bajo una montaña de excusas en una tumba anónima para que no se pudiera volver a encontrar. Lo malo de la conciencia y la racionalidad que va a asociada a ella es tiene la batalla perdida de antemano ante la pasión. Deseaba sentirse dominada por Carlos, le había sabido a poco esa única noche de placer y el juego con Miguel no hacía más que confirmarlo. No quería fingir que la dominaban, quería que la dominaran de verdad, sentir nuevamente la esencia controladora de Carlos, dejarse llevar por él. ¡Eso era! NO se atrevía a decirle a Miguel que con Carlos era diferente a lo que hizo con sus amigos, que quería entregarse a él como puta, como esclava, como él quisiera, pero necesitaba experimentarlo en toda su plenitud. Probablemente Miguel no lo entendería, para él no era más que un juego con el que nos calentábamos los dos. Yo tenía sexo con otros y después al llegar a casa follábamos como locos mientras le contaba lo que había hecho. Ya no había más conexión sexual con los demás, éramos Miguel y yo y, sin embargo, ahora la imagen de Carlos se resistía a desaparecer de su casa.
De pronto, le vino a la cabeza los comentarios de Carlos sobre los castigos. Lo que antes le había tocado el orgullo y la dignidad, ahora le calentaba al máximo. ¿Cuáles serían los castigos que Carlos le impondría si fuera mala? ¡Tenía que dejar de pensar en todo eso! Un baño relajante sería perfecto. Abrió el grifo de la ducha y cogió el móvil para ponerse algo de música. ¡Tenía mensajes de Carlos! Sabía que no era buena idea abrirlos, pero las órdenes de su cerebro no llegaban como debían a su mano, que pulsó de inmediato en el panel de mensajes.
Carlos: Me queda poco más de un día para hacerte cambiar de idea, así que te propongo un trato que creo que te dejará muy tranquila. Entrégate a mí hasta el lunes, a distancia y si no te gusta, a partir del lunes, no te vuelvo a molestar nunca. Dejo de hacerte comentarios sensuales, de pedirte salir, de todo. Volvemos a una relación laboral y borramos de la memoria este fin de semana como si jamás hubiese pasado. ¿Qué dices?
Carlos: No contestas, así que asumo que estás con Miguel o que te lo estás pensando. Prefiero creerme lo segundo, ja, ja, ja.
Carlos: Te lo voy a poner más fácil, te voy a dar un par de órdenes. Si no recibo respuesta esta noche, me olvido por completo del tema.
Carlos: Primera: Piensa en que eres mi esclava y mándame una foto con tus dedos dentro de tu coño. Quiero ver lo mojada que te pones al pensar en mí.
Carlos: Segunda: Quiero que encuentres algo que no sea un vibrador pequeño y te lo metas por el culo. Después de la de anoche todavía estará dolorido. Quiero ver si estás dispuesta a sufrir por mí. Cuanto más grande sea más contento estaré. Asegúrate de mandar una buena foto.
Terminó de leer los mensajes con detalle. En circunstancias normales, habría dejado pasar el tiempo, despertarse al día siguiente y sonreír al darse cuenta, que ya no tendría que volver a preocuparse por todo aquello. Pero no, su excitación que ya estaba de por sí subiendo a ritmo agigantado, saltó exponencialmente al leer esos mensajes, dejando su coño totalmente chorreando sin ni siquiera haberlo tocado. El muy cabrón sabía que la calentaba y era obvio que él también la deseaba. No obstante, se convenció a sí misma de que no había nada malo en fingir que le obedecía, sacarse las fotos, masturbarse pensando en ello y NUNCA contestar a sus mensajes y mucho menos mandar esas fotos. El lunes todo aquello habría terminado. Supongo que cuando una persona está caliente se puede convencer a sí misma de cualquier cosa.
Allí de pie frente al espejo, empezó a masturbarse, al principio lentamente, y a medida que sus dedos se humedecían con sus jugos vaginales, los iba introduciendo uno a uno en su coño. Pensó que a Carlos le gustaría ver que tenía cuatro dedos metidos hasta el fondo de su coño, así que, cogió el móvil y, con un poco de esfuerzo para acomodárselo en la mano izquierda, sacó un par de fotos. Se sacó los dedos, miró las fotos y sonrió. Se dijo a sí misma: “Sí, estas fotos le encantarían a Carlos”.
Se dio cuenta que ya llevaba mucho tiempo en el cuarto de baño sin hacer ruido y de que igual podría parecerle sospechoso a Miguel. Abrió el grifo de la bañera, ajustó la temperatura del agua, cerró el desagüe y dejó que el agua corriera llenando poco a poco la bañera.
Le quedaba la otra foto, pero no sabía con qué hacerlo. En el cuarto de baño no había nada que se pareciera a una polla, a un vibrador. Miró por los cajones debajo de los lavabos y vio el lubricante anal que Miguel había usado para ir entrenando su culo antes del encuentro con Alejandro. Pensó en todo lo que había vivido a nivel sexual desde entonces, cómo había despertado al animal sexual que llevaba dentro. Y todo gracias a la insistencia de Miguel con sus fantasías. Mientras pensaba en esto vio al fondo del cajón una bolsa de plástico con algo dentro. La sacó del cajón y la abrió viendo en su interior un plug anal. Era el plug anal que Miguel y ella habían descartado por ser descomunal. Recordó que los dos se rieron al sacarlo de la caja y ver el tamaño de aquel monstruo. Era de color morado, de más de 13 centímetros de largo por casi 4 de ancho. Muy loca tenía que estar una persona para usar eso, recordó que le había comentado a Miguel. Y allí estaba ella, pensando en la posibilidad de usarlo. “Estoy muy mal de la cabeza, esto es una locura” se dijo a sí misma mientras cogía el móvil y repasaba el mensaje de Carlos… “Quiero ver si estás dispuesta a sufrir por mí. Cuanto más grande sea más contento estaré”. Tenía que intentarlo, total, no pensaba mandar nada a Carlos, era por morbo y calentura. Sacó el plug anal de la bolsa y lo lavó cuidadosamente. Abrió el bote de lubricante, se echó una cantidad generosa en los dedos, se inclinó para apoyarse en el lavabo y empezó a restregarlo por su ano. Metió un dedo dentro y sintió un poco de escozor, no se había recuperado todavía de la enculada de la noche anterior. Se sacó el dedo y se puso más lubricante en la mano. Volvió a meterse el dedo hasta el fondo y cuando se acostumbró a él, metió dos. Le dolió bastante y soltó un pequeño quejido. Menos mal que el ruido del agua lo amortiguaba. Miró al plug anal mientras tenía los dedos metidos en el culo. “Imposible” se dijo a sí misma. El “quiero ver si estás dispuesta a sufrir por mí” resonó en su mente. Se sacó los dedos del culo, los lavó rápidamente, cogió el plug anal y le vertió casi todo el bote en él. Lo untó por completo y volvió a echar más lubricante en la punta. Se puso a cuatro patas en el suelo, con las rodillas en la alfombra de baño y el móvil y una pequeña toalla a su lado. Puso música para que Miguel no escuchara nada. Estiró el brazo hacia atrás y empezó a empujar en la entrada de su culo. “El entrar es lo más duro, yo puedo” se decía a sí misma. Pero, a medida que iba entrando lentamente su culo le recordaba más y más lo que había hecho la noche anterior con punzadas de dolor cada vez más fuertes. Cogió la toalla y se la puso en la boca. Sabía que iba a gritar y no se equivocaba. Ahogaba los pequeños gritos mordiendo la toalla con fuerza. No aguantaba aquel dolor constante, tenía que acabar lo antes posible. Se armó de valor y empujó con fuerza el plug anal para que entrara de golpe la mitad que faltaba. El dolor de aquel empujón no lo había sentido nunca, mordió la toalla con todas sus fuerzas mientras gritaba como si la estuvieran matando. Se recostó de lado, con el plug anal totalmente dentro de ella, con la respiración agitada y la mandíbula dolorida del esfuerzo. Para su sorpresa escuchó a Miguel en el pasillo.
Miguel: Mi vida, ¿estás bien?
Laura no dijo nada. Se quedó quieta. El baño estaba cerrado con cerrojo y la música y el ruido del agua corriendo le daba la excusa perfecta para fingir que no lo escuchaba. A los pocos segundos llamó a la puerta con un par de golpes suaves.
Miguel: ¿Estás bien?
Ya no quedaba otra que contestar o no se iría y empezaría a preocuparse. Puso su cabeza por encima del agua de la bañera y fingió estar metida en ella.
Laura: ¿Qué? Miguel no te escucho bien. Estoy dándome un baño.
Miguel: Nada, es que escuché como un grito.
Laura: ¿Un grito? Ah, sería de los anuncios entre canción y canción.
Miguel: Ah, vale.
Escuchó a Miguel volver a su estudio y respiró aliviada. Se sintió como una adolescente escondiéndose de sus padres para hacer guarradas en el baño.
Le quedaba por hacer la última parte. Cogió el móvil, apagó la música y lo puso en el suelo contra la pared. Abrió la cámara y le puso 10 segundos al temporizador. Se volvió a poner a cuatro patas, levantó el culo para que se viera bien y esperó a que la cámara hiciera su trabajo. Al terminar la cámara de sacar fotos, volvió a poner la música y empezó a quitarse el plug anal poco a poco. Le volvió a doler y mordió la toalla, pero no tenía ni punto de comparación con lo que había sufrido minutos antes. Cuando terminó de sacárselo, lo dejó caer de golpe al suelo. Se levantó, no sin mucho esfuerzo, y se apoyó en el lavabo. No podía ponerse derecha del dolor que tenía. Se dio la vuelta para verse el culo en el espejo. Vio que le caían hilillos de sangre por las piernas y pensó: “Lo he destrozado. No voy a poder sentarme bien en una semana”.
La bañera ya estaba llena de agua y lista para relajarse. Se metió en ella poco a poco, despacio, sintiendo pinchazos de dolor en su culo a cada movimiento que hacía. Cuando terminó de estirarse en el agua, cerró los ojos. “La próxima vez que esté tan caliente, primero me masturbo, para no llegar a hacer estas barbaridades. ¡Joder! Cómo me duele el culo” se dijo mentalmente a sí misma. Abrió los ojos, se movió un poco hacia el borde de la bañera y cogió el móvil que todavía tenía en el suelo. Miró la foto que había sacado. Desde donde había tomado la foto, el plug anal no parecía tan grande, disimulaba muy bien el monstruo que acababa de meterse por su culo. “Tengo que sacar una foto al plug anal para que se vea lo que estaba dentro de mi culo” pensó. Se sentó en la bañera con bastante esfuerzo, se inclinó hacia fuera y sacó una foto al plug anal que estaba en el suelo. Se sentía orgullosa de su hazaña, había conseguido lo que pensaba era imposible. Carlos estaría satisfecho.
Se empezó a calentar de nuevo pensando en Carlos, en lo caliente que se pondría si viera las fotos de lo que había hecho por él. Seguro que su polla se le pondría dura al verlas. Dejó el móvil en el suelo y empezó a masturbarse frenéticamente con la mano debajo del agua. Agarraba sus tetas fuertemente con la otra mano y se iba pellizcando cada vez más fuertes los pezones. Imaginaba que eran las manos de Carlos las que la tocaban, que metía sus dedos en su coño empapado, que apretaba sus pezones llamándola puta y que le pedía, no, le ordenaba que se tragara toda su leche. Este último pensamiento es el que le provocó un gran orgasmo en el que tuvo que cerrar los labios con fuerza para no hacer un escándalo. Después de unas largas y hermosas convulsiones de placer, sus brazos se desplomaron en el agua y todo su cuerpo entró en un estado de relajación perfecto.
Cerró los ojos y sintió cómo su cerebro iba volviendo a la normalidad, cómo analizaba su entorno, el baño, al agua, el espejo… Estaba de vuelta en su casa, en su realidad, con Miguel trabajando en su estudio. Pensó en todo lo que había pasado con él, la pelea, la reconciliación, la jaulita, la decisión de no volver a hacer nada fuera de la rutina sexual de pareja. ¿De verdad, podía volver a eso? Miguel le había enseñado el placer de una sexualidad abierta, de explorar y vivir al máximo las fantasías. A través de la fantasía de Miguel había llegado a una suya propia, ser la puta de su jefe. Se dio cuenta, al instante, de todos los errores que había cometido ese día, pero, sobre todo, se dio cuenta de que su fantasía tenía que vivirla al máximo. Necesitaba hablar con Miguel, pedirle disculpas, intentar encauzar aquello a algo parecido a lo que tenían antes, y borrar el día de hoy.
Cap *í tulo 12***
Me senté en el escritorio pensando que había tenido suerte. El cabreo de Laura se le había pasado rápidamente y volvíamos a estar bien en cuestión de horas. La verdad es que estaba bastante decepcionado con lo que me había dicho Laura. No era justo que no me dijera hasta ahora que no disfrutaba con mis fantasías de hacerme cornudo. Me extrañaba bastante porque hasta hoy parecía que cada vez iba disfrutando más y más. ¿Tan mal fue a experiencia con su jefe? Tenía que sacarle el tema cuando todo se tranquilizara y volviésemos a la rutina. Tenía muchísima curiosidad por saber qué salió mal. Además, una mala experiencia no es motivo para dejar de hacer cosas, es parte de la vida en todo lo que se hace, unas veces nos va bien y otras mal. En un tiempo tendría que volver a intentarlo con Laura. No estaba dispuesto a renunciar a mis fantasías, son una parte de mí, de quien soy y, si soy sincero conmigo mismo, esperaba que pronto avanzáramos en nuestra sexualidad y empezáramos a hacer tríos e intercambios de pareja. Por lo visto todo eso tendría que esperar.
Escuché el ruido del agua de la bañera y supuse que Laura se daría un largo baño. Le encantaba darse un baño relajante los fines de semana. Tenía mucho trabajo por delante, y había que aprovechar ese momento para ponerse a corregir. La verdad es que corregir las composiciones d ellos estudiantes era algo bastante tedioso y después de varias horas corrigiendo siempre tenía que tomarme una pastilla para el dolor de cabaza. Con un poco de suerte, la tarea de hoy sería un poquito más leve. La composición que hicieron debía tratar de un personaje al que admiraran, tanto real como de ficción, y esta última parte es la que me daba esperanzas de leer algunas cosas extravagantes sobre personajes de comics, películas o series de televisión. Las primeras composiciones fueron interesantes, algunas hablaban de personas famosas como Nelson Mandela, Emma Watson, otras de misioneros o voluntarios y algunas más graciosas como la de Goku o la admiración de un estudiante por los minions.
Pasada media hora de correcciones, escuché un grito en el baño, parecía Laura. Me asusté un poco. Me levanté del escritorio y grité si estaba bien desde el pasillo. No me respondió, lo que me puso todavía más nervioso. Fui hasta la puerta del cuarto de baño y la llamé desde allí. Después de un par de segundos que se me hicieron eternos, me contestó que estaba bien, que no era ella sino el móvil con la música. Respiré aliviado, juraba que había sido ella la del grito. Volví a mi escritorio ya tranquilo y continué con las correcciones. Cuando empecé a leer la siguiente composición me di cuenta de que hablaba de un profesor. No había ningún nombre en el escrito, pero era obvio que se trataba de un profesor que conocía. Normalmente no suelo mirar los nombres de los estudiantes cuando corrijo composiciones o exámenes para que no influya en mi corrección la opinión que pueda tener de cada uno de ellos a nivel personal. Por eso les paso una hoja para que pongan aparte su nombre y título de la composición. Pero esta vez me picó la curiosidad nada más leer el primer párrafo. Saqué la lista de estudiantes de la carpeta y busqué por el título; “el aprendizaje es un placer”. Era Carolina, ahora tenía mucho sentido. Su padre era el profesor de arte de la facultad, estaba escribiendo sobre él. ¡Qué casualidad!, pensé. La estudiante que llegó a mi oficina cuando me estaba sacando la foto y la que se preocupó por mí cuando me dio el dolor de polla en la clase, hablando de su padre, el profesor que se puso a mear a mi lado cuando llevaba la jaulita. Increíbles los momentos vergonzosos que me hizo pasar ese aparato. ¡Miguel, concéntrate!, se te está yendo el santo al cielo, me dije a mí mismo. La verdad es que tenía que terminar de corregir ese fin de semana todas las composiciones y ya se estaba acabando el sábado. Bebí un poco de agua con limón, cerré los ojos, respiré hondo y volví a concentrarme en lo que estaba haciendo.
Seguí leyendo la composición de Carolina, y para mi sorpresa no estaba escribiendo sobre su padre. Había un párrafo que me dejó descolocado totalmente:
“Aprender con alguien como él es algo divertido, como debería ser todo aprendizaje. Le gusta contar historias sobre el origen de las palabras o los dichos antiguos. Parece saber de todo, o por lo menos tiene una gran imaginación al contar sus historias en clase. La inteligencia es realmente atractiva, seductora y es un placer ser testigo de ella. Su sonrisa hace cada uno de mis días mucho más ameno. ¡Cómo me encantaría tener eso solo para mí! Que esa inteligencia me adorara. En fin, puro sueño”.
¡Estaba hablando de mí! Yo contaba esas historias en clase. ¿o habría otros profesores contando lo mismo? Era una forma muy sensual de hablar de un profesor o simplemente estaba hablando de la inteligencia en sí misma. Fuera lo que fuese no ponía nombres y no había nada tan directo como para asegurar que fuera yo. En el fondo, me agrandaba el ego pensar que era yo de quien hablaba, pero me ponía nervioso al mismo tiempo. Consciente de que probablemente me estaba imaginando todo, me tranquilicé y seguí leyendo el resto de las composiciones.
Una hora después escuché a Laura salir del baño, y meterse en el cuarto. Con lo que había tardado dándose el baño tendría que estar superrelajada. A los pocos minutos entró en el estudio.
Laura: ¿Cómo vas?
Giré la silla, y la miré. Estaba hermosa. Llevaba un pantalón corto ajustado, verde oscuro y una camiseta con el mensaje “Welcome to Paradise” que se había comprado cuando estuvimos unos días en Hawái. No llevaba sujetador debajo y los pezones se le marcaban claramente en la camiseta.
Miguel: Bien, ya sabes, cada año está peor el nivel de los estudiantes, pero hay alguno que siempre te sorprende. ¿Qué tal el baño? ¿Relajada?
Laura: Ah, sí, bastante. Lo necesitaba.
Miguel: Me alegro. Yo en cuanto termine el semestre, me voy a dar un baño de esos también. Me voy a meter en la bañera por la mañana y no voy a salir hasta la noche.
Laura: Ja, ja, ja. Anda exagerado, vamos a cenar que ya es tarde.
Miguel: No hay nada hecho de cena.
Laura: Da igual. Ponemos la pizza que tenemos en el horno y en media hora tenemos cena.
Miguel: ¡Perfecto! Si quieres vemos una peli después.
Nos fuimos al comedor y mientras yo ponía la mesa, Laura se fue a la cocina a poner la pizza en el horno. Cuando pitó el horno anunciando que la pizza ya estaba lista, la saqué del horno y la corté en trocitos y la llevé a la mesa donde Laura ya estaba sentada.
Empezamos a comer la pizza comentando lo bueno que sería volver a visitar Hawái u otro destino tropical para relajarnos de todo, pero al poco tiempo, Laura se quedó pensativa sin decir nada por un minuto que me pareció eterno. ¿En qué estaría pensando? Pronto, salí de dudas. Dejó el trozo de pizza que tenía en la mano en el plato y me miró fijamente a la cara con expresión seria.
Laura: Miguel, te tengo que pedir disculpas. No sé qué me pasó, pero reaccioné de forma exagerada con lo de la jaulita. ¡Lo siento mucho! Espero que me perdones.
Yo me quedé sin saber qué decir. No esperaba eso ni de lejos. Pensaba que ya se le había pasado el enfado, pero no que fuera a pedir disculpas por ello. En el fondo estaba contento, no me gustaba nada en absoluto que estuviésemos peleados, así que, intenté zanjar el tema admitiendo parte de culpa.
Miguel: No tienes que pedir disculpas. Yo que prometí una cosa y no la cumplí. Pensé que sería más fácil y no lo aguanté. Disculpa.
Laura: Sí, me di cuenta de que pedí demasiado y eso se hace poco a poco. No te merecías la bronca que te pegué, estaba cansada y, obviamente, mi cabeza no estaba en su sitio. ¿Me perdonas?
Me levanté de la mesa y me fui hacia ella para darle un beso. ¿Cómo no iba a perdonarla? Tampoco era para tanto y razones sí tenía para enfadarse. No obstante, aquella disculpa me dejaba la puerta abierta a preguntar sobre la noche anterior. Intentando usar mi lenguaje más persuasivo y con el tono más conciliador posible, le pregunté sobre su noche con Carlos. Quería saber qué había ido mal exactamente.
Miguel: Claro que sí tonta. No es culpa tuya. Como dices estabas muy cansada y, en esas condiciones, la mayoría estamos más irritables, así que, lo entiendo perfectamente. Además, es obvio que anoche no te lo pasaste bien, y eso quizá también influyera. No tienes que contarme si no quieres, pero ya sabes que me tienes aquí para lo que quieras y que te apoyo en todo.
Se quedó pensativa unos segundos en los que su cara parecía expresar un poco de sorpresa.
Laura: No, no es eso. Simplemente estaba cansada. Miguel…anoche, con Carlos me lo pasé bien. Disfruté mucho y la verdad es que folla bien. Un poco extraño que sea mi jefe, pero no tengo queja.
Me quedé sorprendidísimo. Estaba convencido al cien por ciento que algo había salido mal con Carlos. Y resulta que la jodida se lo había pasado bien. Pensé rápidamente en las implicaciones de lo que acababa de soltarme de sopetón. ¿Significaba eso que mis fantasías volvían a estar sobre la mesa? Había que aprovechar el momento y comprobar el alcance de aquello.
Miguel: ¿Te lo pasaste bien? ¿Disfrutaste con él? Laura, me tenías preocupadísimo, pensaba que te había ido horrible y me sentía un poco culpable por ello.
Laura: Lo siento, cariño. Quería contártelo, pero vi lo de la ropa y me descuadré. Pero bueno, un poco sí que te compensé esta tarde. (me dijo sonriendo y guiñándome el ojo).
Miguel: Sí, eso sí. Te resarciste un poco. Bueno, cuéntamelo todo, ¿Cómo fue?
Laura: Nada, tampoco hay mucho qué contar. Limpiemos la mesa y vamos al sofá. Allí te cuento.
Intenté limpiar la mesa lo más rápido posible. Se notaba a la legua que estaba desesperado porque me contara su aventura. Terminamos de recoger todo, me sonría y nos sentamos en el sofá.
Laura: Como he dicho, no hay mucho que contar. Cenamos y nos fuimos al club como te dije en los mensajes. Allí nos besamos apasionadamente mientras me metía mano debajo de la falda apretándome el coño por encima de las bragas.
Miguel: ¿En el club? ¿Delante de todo el mundo?
Laura: Bueno, estábamos bastante apartados y a oscuras, pero sí, en un lugar público, y la verdad, me estaba calentando sobremanera. Ahí fue donde me pidió ir a su casa así que, te mandé el mensaje para preguntarte, pero ya no contestaste. No sabía que estabas ya durmiendo la borrachera. (me dijo sacándome la lengua).
Miguel: Lo siento, no podía dejar de pensar en lo que estarías haciendo y solo se me ocurrió lo del vino para relajarme. No es por volver a hablar del tema, pero lo hice precisamente para no quitarme la jaulita. Para que veas que sí hago el esfuerzo.
Laura: Está bien, te creo. Ya te pedí disculpas. ¿Puedo seguir?
Miguel: Sí por favor, mira como me está poniendo tu historia.
Agarré la mano de Laura y la puse en mi polla que ya estaba durísima. Laura apretó suavemente la polla con su mano y se apartó un poco de mi lado.
Laura: Si quieres puedes pajearte mientras te termino de contar todo.
Miguel: ¿Ah sí? Pues no voy a esperar a que me lo digas una segunda vez. Y ya que estamos, por qué no me haces el favor y te quitas la camiseta. Quiero verte las tetas mientras me masturbo.
Me quité la ropa rápidamente y la tiré al suelo mientras Laura se quitaba la camiseta dejando sueltas sus hermosas tetas. Me estiré un poco en el sofá para estar más cómodo y empecé a pajearme mientras Laura continuaba con su historia.
Laura: Nos fuimos a su casa, y no paró de meterme mano en el taxi durante todo el trayecto a su casa y mientras subíamos las escaleras hasta su dormitorio.
Miguel: Normal, con lo buena que estás y el vestido que llevabas, cualquiera hubiese querido meterte mano allí mismo (le dije mientras me imaginaba la situación y aceleraba el ritmo de la paja.
Laura: Una vez en su cuarto me pidió que se la chupara. Así que se la chupé bien chupada y me dijo que era muy buena.
Miguel: La mejor, ya te digo yo.
Laura: Después me tendió en la cama y me desnudó. No me acordaba que tenía escrito su nombre en el coño en aquel momento y me dio mucha vergüenza.
Miguel: ¿Qué le dijiste? (le pregunté sorprendido mientras dejaba a masturbarme por unos segundos.
Laura: nada, le dije que lo había hecho para él y parece que se lo creyó. Pensó que llevaba tiempo deseando acostarme con él. Después me lamió el coño excelentemente y me folló muy bien. La tiene igual de grande que tú.
Miguel: ¿Cómo te sentiste cuando te follaba? ¿Te gustó? Cuéntame que estoy a punto de correrme.
Laura: Me encantó, me folló con ganas, como el que estrena un juguete nuevo, y lo hicimos varias veces, en la cama y en la ducha, sintiendo todas las embestidas de su polla mientras me metía la lengua en la boca.
Esas últimas palabras fueron las que me hicieron correrme con ganas. Lancé un pequeño gruñido de placer mientras me corría encima de mi barriga. Laura me miró sonriendo, miró la leche en mi barriga y se levantó del sofá.
Laura: Espera, que te traigo una toalla.
Mientras Laura iba al baño a por una toalla, yo estaba en la gloria. Carlos se la había follado y lo había disfrutado como una puta. Exactamente como lo había imaginado en mi fantasía. Laura regresó con una toalla que había mojado un poco y me la dio.
Laura: Anda, límpiate guarro (me dijo sonriendo)
Miguel: Gracias mi vida, me ha dado mucho morbo, y me encanta que disfrutaras. ¿No sacaste ninguna foto de anoche? Te lo pedí en el último mensaje.
Laura: No siento cariño, no nos dio tiempo y además sería raro pedirle eso a Carlos. No lo entendería y tendría que darle explicaciones. De hecho, me preguntó varias veces por la llave de la jaulita.
Miguel: Pero no le dirías nada, ¿verdad?
Laura: No, le dije que era un secreto, pero ya sabes cómo me pongo cuando bebo alcohol, siempre hay riesgo de que diga más de la cuenta. (y me sacó la lengua)
Miguel: No, por favor, eso no lo digas nunca. Me muero de la vergüenza, ja, ja, ja.
Laura: Pero bueno, la próxima intentaré mandarte alguna foto. Te lo prometo.
Miguel: ¿La próxima? ¿Quieres volver a hacerlo? ¿Con tu jefe o estás hablando en general?
Laura: No sé, no me importaría volver a hacerlo con Carlos. Además, ¿no es tu fantasía que te haga cornudo? ¿Qué más da con quién? Después de hacerlo con mi jefe ya no puede ser peor, ja, ja, ja. Bueno, al menos que hayas cambiado de idea.
Miguel: No, no. Me encanta la idea. Quiero ser el más cornudo. Me da mucho morbo.
Laura: Pues, listo, seguimos con ello. Eso sí, no creas que me voy a olvidar de la jaulita. Esa sigue siendo irremplazable.
Miguel: ¿En serio? Pensé que ya no querías saber nada de ella.
Laura: A ti te da morbo ser cornudo y a mi que lleves la jaulita. Todos ganamos. Eso sí, cuando ya no aguantes más y tengas que quitártela me avisas. No lo hagas sin decírmelo, por favor.
Miguel: Está bien, trato hecho, pero tienes que mandarme fotos la próxima vez, sin escusas.
Laura: De acuerdo. Ahora vete a duchar que hueles a corrida. (y me dio un beso)
Me fui al cuarto de baño a darme una buena ducha. Estaba feliz, pletórico, Laura volvía a querer hacer mis fantasías que parecían ya prácticamente nuestras. Qué equivocado estaba.
Mientras Miguel se metía en el cuarto de baño y se duchaba, Laura se sentó en una de las sillas del comedor a procesar lo que acababa de pasar con Miguel. Se preguntaba a sí misma, ¿por qué no le conté a Miguel toda la verdad? Después de todo tenemos una relación sincera y a él le encanta que folle con otros. No lo entiendo. Pero, en el fondo, sabía exactamente el motivo por el que lo mantenía en secreto. Una cosa era follar con otros y otra ser la esclava, la puta de alguien sin que Miguel tuviera el control. Y lo peor de todo, todo su cuerpo estaba deseando se la puta de Carlos. Se sentía culpable de la excitación que provocaba la imagen de Carlos enculándola, arrodillándose ante él para chupársela. ¡No! Tenía que contárselo a Miguel, pero poco a poco para ver como reaccionaba. Por ahora, lo mantenía en pausa. No estaba engañando, simplemente estaba aplazándolo hasta encontrar el momento oportuno. O, al menos, eso lo único que su cerebro podía elaborar para convencerse a sí misma.
Al levantarse de la silla, volvió a sentir una pequeña punzada de dolor en su culo. Sonrió y se sintió orgullosa de nuevo. Puedo hacer lo que me pida, se dijo a sí misma. Cogió su móvil, y por unos segundos estuvo debatiendo en su interior el próximo paso que iba a dar. Viéndola allí, parada, sin moverse, con la expresión seria, nadie sería capaz de darse cuenta de la enorme batalla a la que se estaban enfrentando su orgullo y culpa contra su excitación sexual. Como siempre en estos casos, la calentura pudo más y la apertura de la aplicación de mensajes en el móvil simbolizaba de manera clara la firma de rendición de los vencidos, la claudicación de su orgullo y culpa. Abrió la conversación con Carlos, y le envió las fotos que se había tomado en el baño mientras su corazón se aceleraba de manera exponencial.
A los pocos segundos recibió la ansiada respuesta.
Carlos: Vaya, veo que has tomado la decisión correcta. Lo vamos a pasar muy bien.
Carlos: A partir de ahora me llamarás en todo momento jefe y obedecerás todo los que te diga. ¿Entendido, puta?
Nada más leer la palabra “puta” de parte de Carlos, la hizo volver a mojarse. Se apresuró en contestar.
Laura: Sí jefe, lo que usted ordene.
Carlos: Así me gusta puta. Mañana por la mañana te mandaré algunas instrucciones. Espero que las sigas al pie de la letra y no me decepciones.
Carlos: Ahora descansa. Por cierto, muy buenas fotos. Serán las primeras de una gran colección. Buenas noches.
¿Las primeras de una gran colección? ¡Dios mío! ¿En qué me he metido?, se decía a sí misma mientras metía su mano por dentro del pantalón para ver lo mojada que estaba.
Laura entraba en un juego del que sabía muy poquito, pero Miguel, ignorante ante todo lo que estaba sintiendo y haciendo Laura, no esperaba ni por asomo lo que dos días más tarde le ocurriría en su facultad.