Mis cuentos inmorales. Capítulo 5

De aquella despedida de Estíbaliz

Capítulo 5

De aquella despedida de Estíbaliz

La madre, que se olía nuestra relación furtiva, estaba al acecho de lo que su hija hacía; no le quitaba ojo. Lo que no sé, es cómo Sara no se percato esa tarde, seguramente creyó que su mamá hacía la siesta, ¡pero sí, si! La muy "lagarta" (la madre, no Sara) seguro que se hizo la dormida, pero con un ojo abierto.

La siguió, y ¡Catapum! el estacazo que me arreó por la espalda en la cabeza fue de órdago. Allí me dejó tirado sin saber lo que me había pasado.

Cuando tomé conciencia de lo sucedido, y no deseando moverlo ni elevarlo a la superioridad, acepté lo que me propuso su padre el brigada: trasladarme a Madrid, lo cual acepté sin poner ninguna objeción, al fin y al cabo era mi deseo.

Tuve que abandonar el cuartel por razones obvias durante los quince día que tardó en llegar la orden de mi traslado, y me fui a la fonda de Nicasio también a dormir, alegando que iban a hacer obras en el pabellón de solteros del cuartel. La cara de alegría que puso Estibaliz al saber la noticia no la pudo disimular.

-¿Y cómo es que no viene a dormir también Teo? Me preguntó Nicasio con cierta sorna.

-Pues no lo sé señor Nicasio, pregúnteselo a él cuando venga a comer.

Obvio decir, que, convine con Teo la excusa que iba a dar en la fonda, para que estuviera prevenido. Lo sucedido, no debía de trascender fuera del cuartel.

Esa noche, estuvo Estíbaliz pendiente de mi, éramos sólo dos los que cenábamos; el señor Nicasio estaba en un salón contiguo al lado de la lumbre del hogar, y la madre zascandileaba de aquí para allá con sus labores, seguro que los papás de la nena, no sospechaban nada de lo que iba a pasar tres horas después; sobre la una de la madrugada. ¡Si ni yo mismo lo sabía, cómo lo iban a saber ellos!

Estaba dando vueltas a la cabeza de lo acaecido, y la tenía hecha un lío (mi cabeza, no a Sara ). También me sentía culpable de lo sucedido, ya que me temí haber arruinado su noviazgo y su futuro. ¡Nunca debí permitir su acercamiento! ¡Y mira qué me lo dijo mi padre! ¡Hijo! ¡Nunca hagas daño en los cuarteles que vivas..!

-¡Pero coño! a los veinte años se te pone como el pedernal a cada momento. ¡Cómo un chaval de esa edad se va a resistir a un coñito que se lo ponen en bandeja..!

Estaba fumando un cigarrillo, haciendo figuras en el aire con el humo; sobre todo aros que se iban diluyendo; imaginaba eran el coñito de Sara. Sólo sabía que su imagen me ponía cachondo, y sus recuerdos más todavía; ¿Era amor o lujuria? No estaba seguro, la verdad, pero no le apartaba de mi cabeza.

Abracé mis 18 centímetros con una de mis manos con la intención de masturbarme a la salud de ella, cuando de repente escuché unos pasos sigilosos y unos golpecitos muy suaves en la puerta de mi habitación.  Me sobresalté.

-¡Pero coño! quien será a esta hora. Miré al reloj que siempre dejo en la mesilla; eran la 01:20 horas.

Antes de que me levantara para saber quien era, Estíbaliz estaba entrando en la habitación, ya que no había echado la falleba de la misma.

Estaba (la habitación), iluminada con la luz tibia que desprendía la bombilla de la lámpara de la mesilla, pero suficiente para ver sus patorras a través de su camisón trasparente (seguro que se lo había puesto para la ocasión)

-¡Joder que impresión! Aquello no eran muslos. Yo que soy delgadito de piernas, aquello me parecían dos columnas; pero no sé porqué me excitaron. Quizás porque lo que me faltaba a mí de cintura para abajo lo tenía ella; o porque estaba caliente; el caso es, que sobrepuesto del susto le dije:

-¡Jo Estíbaliz! Que susto me has dado. -¿Qué haces aquí? Pregunté poniendo cara de lelo, seguramente.

-¿Tú que crees? Pero si quieres me voy.

-¡No, no, por favor! Pero comprende que no te esperaba, y...

-¿Me haces un lado? Te he dado esta habitación porque la cama es de matrimonio.

-¡Andá...! Pues verdad. Dije por decir algo.

Y sin decirle nada más, se acostó a mi lado, a mi derecha.

Estaba totalmente abrumado, pues en aquella época (e incluso hoy) que una tía se te meta en la cama sin previo aviso, no era ni es muy normal que digamos.

-Félix.

-Dime.

-Sé que te vas de aquí.

-¡Coño! ¿Y cómo lo sabes?

-Ya sabes las noticias vuelan. Pero no te preocupes y no se hable más del tema. A mí no me importan tus líos con la hija del brigada; lo que quiero es otra cosa.

Repuesto de la sorpresa, y la moza a mi lado, rozando su muslamen con los míos, la verdad, que me empalmé a tope; mis neuronas no la rechazaron a pesar de que a la sazón era muy especial a la hora de estar con una mujer. ¡Cosa rara en mí! ya que en Madrid había desestimado muchas insinuaciones de chicas que no eran de mi agrado. -¡Joder si las pillara hoy!

Quizás el estar solo allí, y sin mas mujeres donde poder elegir, pudo ser el detonante que decidió el que antes de hacerme un pajote a la salud de Sara, la metiera en el chochito de Estíbaliz , que dicho sea de paso la muy puñetera ardía.

-Félix. Me dijo otra vez.

-Dime, le dije al unísono que mi brazo derecho lo pasaba por debajo de su cuello abrazándola, y mi mano izquierda buscaba sus zonas húmedas por debajo de su camisola.

-Soy virgen...

-¡Ehhh! dije pasmado. ¿Virgen a tus.... años?

-Voy a cumplir treinta años próximamente, desde niña ayudando a mis padres en el hostal, y ningún chico me ha pretendido.

Al ver su rostro compungido entendí, y la verdad que me dio algo de pena. ¡Desde luego! que más bien era feilla, añadido a su carita siempre colorada, no era precisamente una muñeca que deslumbrara a los tíos. Por eso ninguno se habían acercado a ella. Pero cuando se levantó de la cama para quitarse el camisón de espaldas a mí, casi me da un telele... -¡Joder..joder...joder..! ¡Qué pedazo de tía!

Lo primero que me llegó a mis ojos fue su tafanario tan redondo y bien colocado que me impresionó. ¡Joder que pedazo de culo...! Era lo más hermoso que había visto en mi vida.

Los muslos, torneados y firmes como las columnas del Templo de Venus, que tapaban el defecto de sus pantorrillas gruesas y sin labrar.

Pero cuando se dio la vuelta y la vi toda ella por delante, aluciné. ¡Qué pechos más firmes y erguidos! Parecían dos ánforas, dos cántaros, dos botijos con sus pitorros y todo.

-Te gusta mi cuerpo, Félix.

No supe que decir, y añadió:

-Sé que vestida no me has hecho caso, a pesar de mis insinuaciones, pero desnuda, espero que si me lo hagas.

Se volvió a acostar a mi lado y pegó sus enormes tetas junto a mi pecho. Su mano izquierda se posó sobre mi pene; entornó los ojos y dijo;

-¡Es la primera polla que tengo entre mis manos!

-Me cuesta creerte Estíbaliz, y perdona si te ofendo.

-Me voy Félix, yo no he venido a ti para conquistarte con mi virginidad, es la pura verdad y no me avergüenza decirlo.

-Espera, por favor... Espera. No te vayas. Pero reconoce al menos mi incertidumbre; serás virgen y ahora lo comprobaremos si tu quieres, pero la entrada en mi habitación ha sido más propia de una puta que de una virgen.

-¡Menos mal que le dio por reirse!

-Mira Félix, me dijo muy seria. No tienes ni idea lo que supone para una mujer como yo; desde los doce años que me vino la menstruación, con deseos sexuales reprimidos. En este pueblo, con mis padres, y guardando mi honra. Aquí hizo un inciso para esbozar una mueca que pretendía ser una sonrisa. ¡Mi honra! ¿Para qué? Para que se la coman los gusanos.

Me ha costado Dios y ayuda para dar este paso, y todavía no me lo puedo creer, pero al saber que te ibas, me he arriesgado a darlo aún a sabiendas de lo que me jugaba. He preferido ser considerada por una puta, a seguir siendo una mujer decente.

La callé con un beso en los labios. Vi tanta amargura y a la vez tanta sinceridad en su rostro y en sus palabras, que me emocioné.

-Estíbaliz. No sigas por favor, que me enterneces. Por mi puedes estar segura que lo que pase aquí, sólo las paredes y esta cama podrán proclamarlo al viento; porque yo te juro que de mis labios nunca saldrán las emociones que deseo vivir contigo esta noche.

No había soltado mi pene durante su alocución, lo tenía asido a su mano de tal modo, que parecía que se le podía escapar en cualquier momento.

-No soy un experto amante, pero voy a hacer que tu primera noche de amor se incruste en tu cerebro para que nunca la olvides.