Mis continuas batallas con mi vecino quinceañero 1
Miranda, una rubia escultural de 22 años, descubre que Brian, su vecino, la espía mientras toma el sol desnuda. Brian descubrirá que el hombre no siempre es el sexo mas fuerte, cuando Miranda le someta a reiteradas sesiones de facesitting.
MIS CONTINUAS BATALLAS CON MI VECINO QUINCEAÑERO
Era un soleado día de primavera. Yo estaba tomado el sol desnuda en mi patio trasero. Es algo que me encanta porque se que eso le pone a cien a Brian, el desvergonzado hijo adolescente de mis vecinos. Aquel día estaba de muy buen humor, esperando que el muchacho asomase la nariz para poder desafiarle otra vez a un combate de lucha libre. Ya habíamos luchado dos veces antes, venciéndole yo en ambas ocasiones. Por supuesto, siendo yo una mujer adulta de 22 años con unas espléndidas delanteras de talla 34-EE, había aprovechado ambas ocasiones para asfixiarle con mis tetas antes de sentarme sobre su cara, hasta conseguir en ambos casos una gloriosa serie de orgasmos en cadena, uno tras otro y otro y luego otro mas.
Mis deseos se convirtieron en realidad cuando vi que Brian se descolgaba del roble de su finca para aterrizar en el césped de mi jardín. Ese viejo roble era la única atalaya desde que la que un extraño podía espiar lo que sucedía en mi patio trasero y en los patios traseros de otras cinco o seis residencias de la urbanización en la que vivíamos. El pequeño sinvergüenza de Brian llevaba años trepando a las ramas de aquel árbol. Desde allí, podía divertirse espiando sin ser visto a casi todos su vecinos. Así había sido como todo comenzó, cuando aquel lunes prodigioso aterrizó de golpe en mi piscina, con los pantalones bajados y el miembro viril en la mano. Había estado pajeándose mientras me espiaba y al hacer esto se distrajo lo suficiente como para perder el equilibrio y caerse. Yo por mi parte llevaba un rato acariciándome el conejito, pero la súbdita aparición de un intruso me detuvo justo en el momento en que estaba a punto de correrme. Furiosa por tan inoportuna interrupción, alcancé a Brian justo cuando lograba salir de la piscina y tras un breve pero violento forcejeo le di su primera lección en el delicado arte de besar como es debida la entrepierna de una dama.
Creí que no volvería a verle, ¡así que imaginad mi sorpresa cuando al día siguiente regresó y me exigió la revancha, jurando que iba a cabalgarme por las buenas o por las malas! Claro que pese a sus bravuconadas, volví a vencerle, le cabalgue la cara y me corrí un par de veces sin dejarle que se corriese. Cuando ya creía que todo había terminado, igual que el día anterior, me atacó por detrás y tuve que vencerle de nuevo, no sin ciertas dificultades. Esta vez, para domarle del todo, mientras me limpiaba el pubis a lengüetazos, le agarré el nabo con ambas manos y le ordeñé vigorosamente hasta que su leche brotó como la espuma del champaña recién descorchado. Entonces, para dejar claro del todo quien era la que mandaba, le desafié a luchar de nuevo de inmediato. El, cansado tras eyacular, se mostró remiso pero cambió de opinión cuando le sacudí un par de bofetadas bien dadas. Por supuesto, le volví a ganar y disfruté como una loca mientras la punta de su nariz me hacia cosquillas en el botoncito
Eso fue el día anterior. Ahora, Brian se acercó tranquilamente, vestido con una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos de licra, que no disimulaba en absoluto su erección.
“Hola Miranda. ¿Vas a ir a la fiesta de...?” comenzó a decirme, pero yo no estaba de humor para charlas triviales. Me encaré con el, abriendo descaradamente las piernas para que viese mi conejito y le interrumpí bruscamente diciendo:
“Si quieres quedarte aquí y disfrutar de las vistas, tendrás que luchar conmigo de nuevo; y si deseas obtener lo que de verdad deseas, tendrás que derrotarme.
“De acuerdo. Esta vez voy a darte una paliza, morena.” Respondió el, quitándose la ropa. “Al fin a cabo no eres mas que una tía”
“Y tu eres un renacuajo” le respondí sonriendo, mientras alzaba los brazos desafiándole a un duelo de fuerza, igual que en nuestros dos combates anteriores. Como le saco diez centímetros de estatura y soy bastante atlética, este es un enfrentamiento en el que llevo siempre las de ganar. En esta ocasión sucedió lo mismo. Nos agarramos de las manos y comenzamos a hacer fuerza. Brian no es ningún blandengue por mas que se lo diga cientos de veces en cada combate para hacerle rabiar, pero no puede conmigo y poco a poco comencé a doblegarle. Era estupendo sentirse poderosa e invencible, viendo la cara de desesperación del joven macho, sometido por una hembra más vigorosa que él.
De repente vi que Brian, en vez de desesperarse, sonreía. Entonces dejó de resistir mi empuje y tiró de mí con todas sus fuerzas, arrojándome de cabeza contra el césped. Antes de que pudiera reaccionar, Brian saltó sobre mi espalda y comenzó a cabalgarme como a una yegua, estampándome una y otra vez contra la tierra blanda y húmeda cubierta de hierba mientras contaba en voz alta sus arremetidas.
Cuando la cuenta llegó a llegó a veinte yo estaba casi fuera de combate. Entonces Brian me arrojó sobre la colchoneta y enlazó mi cuello con sus piernas, apretando con fuerza. Me agarró del pelo para apretarme mas contra el, estrujando su pene erecto y sus testículos contra mi cara.
“Una adulta hecha y derecha, derrotada por un chaval quinceañero- ¿No te da vergüenza?” me dijo mientras comenzaba a cabalgar mi cara.
Su entrepierna subía y bajaba lentamente, rozándose contra mi rostro cada vez un poco más rápido a medida que se excitaba. Yo había disfrutado haciéndole lo mismo en nuestros dos combates anteriores y ahora se tomaba la revancha. Se corrió en un par de minutos y me llenó la cara y el pelo de su lechada.
En cuanto pude recuperar el aliento, me fui a casa corriendo y me di una ducha rápida para limpiarme el pelo de su semen. Cuando regresé al jardín le encontré sentado en la colchoneta con la sonrisa más radiante que jamás le hubiera visto y el cipote erguido de nuevo como si los recientes acontecimientos no hubieran tenido lugar. Tengo que reconocer que era un chico muy guapo y que su miembro viril no me era en absoluto indiferente y.. ¡Que demonios! Un traro es un trato, así que sin mediar palabra me arrojé sobre el y nos dimo un revolcón apoteósico bajo los rayos del sol. Eso si, cuando ya estábamos acoplados, le obligue a ponerse debajo mío. El se resistió con furia por supuesto, pero eso solo sirvió para excitarme todavía más. Cuando terminé de masturbarme con su miembro viril, usé mi vagina para ordeñarle sin piedad, conmigo encima por supuesto.
“¡No vale” gritó él cuando dejé de comérmelo a besos. “¡He ganado yo, por lo tanto tenia derecho a ponerme encima”.
“Me corro mejor cuando hago trampas” le respondí.
El rugió de furia y se lanzó sobre mí. Forcejeamos un rato sobre la colchoneta y sobre la hierba hasta que logré someterle de nuevo y obligarle una estupenda lamida de coño que disfruté como una puerca. Quedamos tan exhaustos que tardamos casi una hora en librar el siguiente asalto, que volví a ganar, con trampas obviamente. Brian estaba excitadísimo y peleaba como un poseso para poder copular conmigo de nuevo, pero cuando creía tenerme atrapada, me puse a decirle guarradas al oído mientras me rozaba con el todo lo que podía hasta que el pobre adolescente, sin poder evitarlo en absoluto, se volvió a correr. Entonces me fue fácil someterle sin piedad y cabalgarle la cara todo lo que quise, y quise mucho pues yo también estaba excitada a tope.
Al dia siguiente.........