Mis compañeros de residencia (1)

Primer contacto con los vecinos de habitacion en la residencia universitaria.

Era mi tercer año en la universidad, pero el primero en aquella residencia. La habitación estaba bien. Era espaciosa, estaba muy bien equipada y el campus era agradable. Me quedaba muy cerca de la universidad y también del centro, así que no era un mal negocio a pesar del precio.

En la habitación había una pequeña cocina y un fregadero, pero el cuarto de baño lo compartía con los dos chicos de las dos habitaciones de al lado: cada habitación tenía una puerta que daba sobre el baño completo. Aunque estaba bien equipado, no había toda la intimidad que se hubiese podido desear, pero a mis dos compañeros y a mi tampoco nos importaba demasiado.

Mateo es pequeño, delgado y no especialmente musculoso. Tiene unos ojos verdes preciosos y muy especiales, así como turquesa oscuro. Siempre viste muy a la moda (algo pijo si que es) y nadie puede negarme que es muy guapo. Era su primer año en la universidad; estudiaba matemáticas y apenas tenia 17 años.

William es un estudiante inglés. Llevaba un año en la universidad y había decidido quedarse. Tiene una cara un tanto especial. Muchos dirían que es feo: tiene los dientes separados entre si, las orejas de soplillo, es pelirrojo y pecoso. Sin embargo su cara siempre me ha producido un morbo especial. Recuerdo que a veces bromeábamos diciendo que podía presentarse a un casting en las compañías esas que buscan modelos feos. El estaba en cuarto año de Relaciones Internacionales o algo así.

Fue en William en quien me fijé primero. Yo soy bisexual pero nunca me había atrevido a nada con un chico, me había limitado a mis fantasías. No obstante William me producía un morbo terrible y a veces hasta me quedaba un poco como atontado mirandole.

Rápidamente entablamos confianza. Los dos eran muy majos y enseguida hicimos buenas migas. A los diez días de conocernos hicimos la que seria la primera de un gran número de cenas los tres solos aquel año. La hicimos en la habitación de William, que estaba del otro lado del baño frente a mi puerta (la de Mateo daba al baño por uno de los lados).

Mateo se encargó de la comida (bromeamos diciéndole a William que los ingleses no sabían cocinar, aunque luego resultó ser un excelente cocinero). No fue un banquete de boda, pero estaba bueno y lo importante no era la comida sino el ambiente. Nos lo pasamos muy bien los tres juntos y a partir de entonces fuimos casi inseparables.

La rutina de la universidad se instaló rápidamente. Yo tenia cada vez mas cosas que hacer y menos tiempo para hacerlas, pero seguía saliendo con mis amigos, con los colegas de la universidad y con mis dos compañeros de la residencia. Solíamos cenar en la habitación de uno de los tres y luego salir por ahí.

Una noche de finales de octubre hacia mucho frío y decidimos quedarnos en la habitación después de cenar. Bebimos mucho, demasiado. Acabamos los tres diciéndonos lo mucho que nos queríamos tumbados sobre la alfombra de la habitación de Mateo.

Al cabo de un rato Mateo cayó rendido en su cama. Yo era el que estaba en mejor estado –dentro de lo que cabe- y acabé convenciendo a Will para que se fuera a su habitación. Le acompañé y entre risas seguimos hablando un rato. El se había tumbado en su cama, yo estaba tumbado a los pies de ésta, apoyado contra la pared. Al cabo de un rato me di cuenta de que Will se había quedado dormido oyéndome hablar.

Le mandé a la mierda y decidí irme a mi cuarto. Cuando me estaba levantando Will se movió, patoso, y me dio una patada sin querer. Me di cuenta de que llevaba las botas puestas y decidí quitárselos, para que estuviese más cómodo. No fue nada fácil, los cierres eran muy difíciles de abrir (y yo no estaba como para andar descubriendo nuevas formas de desatar zapatos). Ya que estaba, decidí quitarle la camisa para meterle en la cama. Para mi sorpresa, Will no tenía ni un pelo en el pecho. Era más bien blandengue, pero no tenía ni un gramo de grasa de más. Le quité los vaqueros (toda una hazaña en aquellas condiciones).

Hasta entonces había actuado sin malicia. Sin embargo me di cuenta de repente que lo tenia delante de mi casi desnudo e inconsciente. La situación me excitó mucho, pero me volví a mi habitación a regañadientes. Dudé tanto que cuando estaba a punto de echarme en mi cama, cambié de opinión. Volví al cuarto de Will, que estaba iluminado solo con la lámpara de su mesilla de noche. Parecía completamente rendido. Aparté las sabanas, que de todas formas apenas le cubrían y observé su cuerpo delgado y su cara dormida que tanto morbo daba.

Me fijé en sus feos gallumbos rojos. Eran unos bóxer gastados de los que se veían salir algunos pelos rubios y pelirrojos. Solo de estar en esa posición mirando a mi amigo me estaba poniendo bastante caliente, y empecé a notar que se me ponía morcillona. Envalentonado por el calentón y la borrachera me puse de rodillas junto a la cama (para tambalearme lo menos posible) e intenté desabrocharle el bóxer.

Era realmente raro, una especie de pantalón corto demasiado largo. Tenia botones desde arriba del todo hasta abajo, lo que hacia que se abriese como un verdadero pantalón. Comencé a desabotonar el bóxer intentando que lo notara lo menos posible. Al cabo del tercer botón empecé a ver la base de su pene envuelto en abundante pelo. A medida que seguía bajando y desabrochando los botones me daba cuenta de algo que me dejo de piedra: el tamaño de su pene.

Estaba completamente en reposo y aun así era muy ancho y largo. Acabe por desabrocharle todos los botones y aun así no conseguía verle la punta de la polla. Es la mayor polla que haya visto nunca. Deseando verla entera, me decidí a sacársela de los gallumbos. Entonces entendí por qué esa prenda era tan larga: era la única forma de cubrir semejante herramienta. Al sentir el contacto con mi mano su verga reaccionó y se puso morcillona. Le aparte un poco la piel y se la meneé apenas. Se puso completamente recta, apuntando al techo. La verdad es que erecta tenía un tamaño apenas superior a su estado de reposo; la diferencia es que ahora estaba muy dura. Intenté abarcarla con la mano y no lo conseguí.

Yo no podía más de la excitación, pero no me atrevía a hacerle nada más por temor a que se despertase. Me abrí los pantalones y me bajé los calzoncillos. El simple hecho de tener aquel espectáculo delante de mi hacia que aquella fuese la mejor paja que me había hecho hasta entonces. Su polla estaba a apenas unos centímetros de mi cara, brillante, palpitante, aromática, jugosa. No pude resistirlo y sin dejar de masturbarme acerqué mi boca a aquella gominola maravillosa. Apenas la toqué con mi golosa lengua y Will resopló y cambio de postura. Mi corazón dio un vuelco.

No se había despertado pero yo tenía el corazón desbocado. Además ahora me daba la espalda, así que solo veía su culo rosado. Acabé por irme a mi habitación para acabar con la paja que había empezado y para tranquilizarme un poco. Estaba tan excitado que me la casqué dos veces antes de que se me pasara realmente el calentón.

Para entonces mi borrachera ya se había pasado y yo decidí volver a su habitación: tenia que tapar la prueba del delito. Con sumo cuidado, conseguí que volviese a tumbarse sobre la espalda. Su "soldado" había perdido fuerza pero como reaccionaba cada vez que lo tocaba, me costo bastante meterlo de nuevo en su "garita". Por fin cerré el último botón.

Lo miré una vez más, tumbado tranquilamente en su cama, como un feliz duende gigante. Apagué la luz. Y esta vez si, me fui a acostar a mi habitación.

CONTINUARA

Es el primer relato que publico aquí, así que agradeceré cualquier comentario que hagáis, para seguir con esta historia, mejorarla o empezar con otra. Y si alguien quiere contactarme directamente, cosa que dudo, puede hacerlo a mylifeonearth@live.fr