Mis clases de equitación
Nunca imaginé que el profesor de equitación, me enseñaría algo más que montar...
Un martes, por la tarde, fui a tomar mi primera clase de equitación, por recomendación de mi amiga Carla. Ella me había comentado lo bueno que estaba el profesor, José. Al llegar a las caballerizas, un magnífico ejemplar humano me recibe con una amplia sonrisa de dientes blancos: allí estaba él, cabello negrísimo, ojos grises, luciendo un cuerpo viril, de anchas espaldas, caderas estrechas, todo en fundado en el típico atuendo de un jockey: remera y pantalones ajustados, y botas de montar. Por mi parte, debo contarles que, para mantener el cuerpo que poseo, paso largas horas en el gym. Por eso, puedo decirles que mi rostro es bonito, pero se destaca mi cabellera rubia, con reflejos dorados por el sol, además de tener un cuerpo, bastante voluptuoso, de esos que ningún hombre deja de mirar. Por eso, como siempre, decidí vestirme sexy, por lo que elegí para ese día, una remera roja, escotada, y un pantalón de montar blanco, ajustado, que dejaba ver una braguita diminuta, de encaje blanco.-
Y allí estábamos, José y yo, él tirando de las riendas a un caballo, tostado, brioso, que emanaba fuerza.
Como era mi primera clase, yo estaba muy nerviosa, cosa que José, experto en estas cuestiones, se percató de inmediato. Nos fuimos caminado, conversando de trivialidades, hasta detenernos en una zona llana, donde José se puso a explicarme los rudimentos de la equitación. Le dije que me disculpara, pero que no iba a poder hacerlo, porque estaba muy nerviosa. Él , sonriendo, me dijo que no me preocupara, que él me iba a ayudar. Por eso, me ayudó a montar, y a fin de transmitirme seguridad en el andar, él se subió también al caballo, detrás de mí, apretándose contra mi cuerpo. A una orden, el equino echó a caminar, muy lentamente. Mientras José, me hablaba al oído, diciéndome: tranquila, nena, esta todo bien, estoy contigo, nada va a pasarte.
Ese solo murmullo, hizo que me inquietara, pero de manera diferente: comencé a percatarme que, contra mi trasero, sentía que un bulto crecía, duro, pujante. Inconscientemente, me apoyé mejor contra el pecho de José, a fin de sentir mejor a aquel hombre.
Al instante, adivinando mis pensamientos, José dejó una de la riendas, para posar su mano en uno de mis senos. Y yo, posando mi mano sobre la suya, comencé a masajear, sobre la remera, mi pezón, que a esta altura, ya estaba erguido. José metió su mano debajo de mi remera, para pellizcar mi seno, y luego el otro. Mmmmmmm, que rico se siente, me susurró...Eso me exitó aún mas, ya una humedad en mis bragas. José, sin decir nada, guió al animal hacia una zona arbolada, lejos de las miradas curiosas.
Allí, el desmontó,y me ayudó a hacer lo mismo. Inmediatamente, dirigí mi mirada hacia sus pantalones, los cuales no podían ocultar su verga, totalmente dura. José me abrazó con fuerza, y restregó ese maravilloso bulto contra mí, lo cual hizo que me mojara aún mas. Rápidamente, nos quitamos toda la ropa, y nos tumbamos en el pasto. José se posesionó de mis pechos, para lamerlos, los chupaba, los mordía, mientras yo no paraba de gemir pidiendo más.
Con su lengua, comenzó a recorrer mi cuerpo, hasta que llegó a mi coño. UY! Que delirio fue sentir su lengua recorrer los bordes de mi conchita totalmente rasurada, húmeda a más. Con mis manos, hundí su cabeza aún mas, para poder sentir su lengua sondeando cada uno de los rincones de mi coño. Yo explotaba: gemía y gritaba, me movía como poseída, mientras el volvía a mis pechos, para meterme sus dedos en la conchita: uno, luego dos, luego tres, los metía y los sacaba. Yo no podía mas. Me sacó los dedos y me los hizo lamer, estaban empapados en los jugos de mi acabada.
Quiero sentir tu hermosa verga dentro mío, le dije. Pero me contestó: aun no, cariño. Me dio vuelta, me hizo poner de cuatro, me abrió las nalgas, se agachó y comenzó a lamer mi coño, desde atrás. Yo no podía creer semejante placer. Luego, con mi jugo, me dilató el ano, y me metió suavemente un dedo, para jugar en él. Yo le pedía por favor que me metiera su verga. La quería toda, bien adentro. Así que, me dí vuelta y lo agarré con fuerzas de su miembro, duro, grande, y comencé a lamerlo como si fuero un rico helado. Lo chupé, lo mordí, aprete sus bolas, hasta hacerlo delirar.
Me hizo levantar, y a continuación, se subió al caballo, con su verga totalmente erquida, me extendió su mano, me subió y sin mas preámbulos, me ensartó en su miembro, de frente a él. Con mis senos aplastados contra su pecho. Con un movimiento, hizo que el caballo comenzara a caminar....Era la gloria!!! Yo iba resbalando sobre su verga, mi coño totalmente mojado, mientras gemía de puro placer! Al segundo, el caballo comenzó a trotar, con lo que sentía su pene entrando y saliendo de mí, a esa altura ya mis gritos se confundían con su respiración fuerte. El ritmo se hizo mas fuerte, hasta que sentí que mis jugos se mezclaban con su semen caliente. Era una acabada fenomenal!
Volvimos adonde habíamos dejado nuestras ropas, para retornar a los establos, totalmente satisfechos.
Desde ese día, nunca tuve una sola inasistencia a mis clases de equitación...