Mis bragas de algodón

Una mujer, casada, aprovecha la ausencia de su marido para hacer lo que más le gusta: seducir hombres y concretar algunas fantasías.

Mis bragas de algodón

Mi marido, de pronto, tiene que hacer un viaje por cuestiones que tienen que ver con sus actividades comerciales, yo me preparo a pasar un par de días sola con mis hijos organizando mi casa para tales menesteres, aviso en mi trabajo mis excepcionales horarios, me organizo de tal forma que buena parte del día estoy sola en una ciudad que ofrece miles de oportunidades y que rara vez alguien quiere aprovechar.

Fingiendo algún trámite salgo a comer como siempre pero esta vez no voy con mis compañeras, elijo un resto-bar que es un poco más caro y que queda a seis calles de mi trabajo, de ida decido ir caminando para mirar escaparates, cosas que no voy a comprarme, pero en realidad me interesa mirar hombres, me coloco mis gafas de sol para ver sin ser vista, no he caminado dos cuadras que me deslumbro con un chico muy lindo, casi mi edad, me sonrie cuando paso a la par suya, un poco más allá un vendedor de flores me dice algo galante, un taxista me propone un viaje a cualquier parte, unos albañiles de un nuevo edificio en construcción dicen y prometen de todo, dos hombres cuarentones vienen caminando hacia mí, se abren y dejan pasar por el medio, uno lanza un propuesta honesta, el otro me dice algo relativo a mi persona; nunca he estado con dos hombres a la vez. Sigo andando, al doblar en la segunda esquina una pareja se besa en la parada de colectivo, él tiene un lindo culo, ella es flaca y de aspecto lascivo, la mini con volado que lleva me lo confirma y los elásticos de la tanga a la vista certifican.

En el resto-bar pido el menú ejecutivo del día, durante un segundo un señor me ha mirado y yo he sido atenta al devolverle la mirada. Me gustan los hombres maduros, experimentados, una vez conocí a uno que había leído un libro de Jolang Chan, "El tao del amor y el sexo", por favor, nunca creí que alguien me pudiera hacer gozar tanto. El tipo vuelve a mirarme, suspiro para mis adentro, ciertas cosas son inevitables y sé que va a venir hasta donde estoy, debo decidir si he de aceptarlo o no, no soy ninguna inocente, lo veo algo barrigón, quizás tenga más carnes sueltas y lo único que ande buscando es sacarse la calentura en lugar de probarse como varón y ver cuánto polvos puede sacarle a una mujer como yo; los hombres son tan predecibles.

Termino mi comida, llamo a la moza, pago y me voy del lugar. El hombre me sigue, luego me da alcance, tiene una linda sonrisa, huele bien, es elegante y limpio; se nota que su mujer se preocupa por él, debió ser muy lindo cuando joven. Me invita con un café, le digo que no puedo aceptarlo porque estoy trabajando, en realidad debería haber dicho estoy en horario de trabajo y he salido a comer, pero no, él se confunde, me mira sorprendido, de confusiones está hecho el mundo, me pregunta casi al instante cuánto cobro, esta vez me deja perpleja, sonrío, él insiste. No va a seducirme, va a alquilarme, a vaciarse los huevos y a seguir su vida.

Yo también quiero seguir mi vida, le tiro un precio, titubea pero acepta, no es la primera vez que hago eso, lo he hecho otras veces para comer. Pero no quiero comer, quiero divertirme. Me pregunta por mi departamento, le digo que de momento no podemos ir, ofrece su oficina, acepto, en el primer quiosco que encuentro le hago comprar una caja de preservativos. Vamos, por suerte es cerca, entramos en un edificio comercial, subimos por el ascensor, abre la puerta, me invita a pasar, entro. Una oficina sin nada especial, puede ser de un abogado, brooker o agente de comercio exterior, tal vez ni sea suya, no importa, se ve limpia; me da el dinero, lo guardo.

Mientras me habla de cualquier cosa se quita el saco, la corbata y la camisa, lo miro, se deja caer en uno de los sillones que hay delante del escritorio, extiende su mano y me llama, voy hasta donde está él, hace que me siente en su falda con sus piernas entre mis piernas, me cuenta que está casado, que se lleva bien con la mujer, incluso la ama; como toda puta me limito a escuchar, tal vez algún comentario, pero nada más. La mini que llevo se tensa ante la presión de mis piernas rompiendo mis medias finas, me quita mi chaquetita, mi camisa blanca, deja el pañuelo que llevo al cuello, él no lo sabe, es parte del uniforme laboral, me trata como si fuera su hija; es muy probable que tenga un hija de mi edad.

Un segundo después estoy sin corpiño, me besa los pechos, comienza a chupar una de mis tetas; acaricio su nuca mientras lo hace, suspiro con la boca abierta, con la otra mano manoseo su creciente bulto. Me paro, me saco la mini y las medias rotas, no llevo ropa interior de putita, aunque sí es sensual, él no nota la diferencia, a pedido suyo me quedo con mis bragas de algodón y el pañuelo azul en el cuello. El se saca los pantalones y calzoncillo, se queda en media y zapatos; se ve ridículo pero dice no importarle. Me agacho, con una mano le sostengo su erección, con la otra le acaricio los huevos, con mi boca comienzo a mamársela hasta ponérsela bien dura; él me acaricia mis cabellos, me pide que lo mire mientras se la chupo.

Cuando la tiene bien dura me detengo, voy hasta el borde del escritorio, me siento con las piernas separadas, sin decirle nada se ubica entre ellas, ayudado por su erección su glande comienza a acariciarme el clítoris por encima de mis bragas, es una sensación muy rica, deliciosa, casi tengo que contenerme para no corrérmelas a un costado y dejar que me penetre. Acaricia mis pezones, como puede me los vuelve a chupar, suelto mis suspiros de satisfacción, me empuja con suavidad hacia atrás, toma mis bragas por los costados de mi cintura y me las saca, lo veo ponerse el preservativo, sonrío. Así como estoy hace que levante un poco las piernas para obligarme a levantar mi sexo, otra vez juega con mi clítoris, daría lo que fuera por que me lo chupara un rato; una puta no pide, da.

El veterano sabe lo que hace, me voy estremeciendo de a poco, una terrible descarga eléctrica en mi cuerpo me delata, mi orgasmo clitoriano es terrible, aún sin recuperarme del todo me penetra, despacio, sin apuro. Cuando llega hasta el fondo me sonríe, comienza a moverse, entra y sale de mí manteniendo el ritmo, los dos disfrutamos ese momento, lo abrazo con mis piernas por la espalda, su panza cae como catarata en mi vientre, sus manos juegan con mis endurecidos pezones, el ruido de mi muy mojada vagina se escucha con claridad, su fino perfume ha desaparecido, el olor a sexo lo ha reemplazado. Para mi desgracia, cuando vuelvo a sentir la cercanía de un orgasmo él se descarga sobre mí empujando con toda su fuerza mientras eyacula.

Nos quedamos un rato de esa manera, yo tumbada en el escritorio, usando el cartapacio como almohada y él sobre mí recuperando fuerzas. Se deja caer en uno de los sillones, como puedo me enderzo para después encarar hacia el baño, desnuda, sólo con el pañuelo al cuello. Lo escucho decir que tengo un culo hermoso, me doy vuelta para mirarlo por encima de mi hombro. Hago lo que una puta no haría, me agacho un poco hacia adelante y con mis manos separo mis nalgas para dejarle a la vista mi agujero anal muchas veces visitado.

Sin dudarlo ni una vez se acerca, cierra la mano derecha en un puño dejando parado y firme el dedo mayor que se escupe un par de veces. Me lo mete por atrás de una manera dolorosa, humillante, empuja con fuerza mientras tanto con su mano libre busca mi clítoris que acaricia en pequeño círculos, estoy a su merced, me cuelgo de su cuello, el culo se me dilata y mi botocinto de placer se endurece como una piedra. Acabó toda, en una explosión silenciosa de colores que nublan mi vista, sin dificultad me suelta, quiere saber si he tenido orgasmos de verdad o sólo finjo para hacer sentir bien al cliente. El que calla otorga, entro en el baño y me lavo, cuando estoy en eso él entra, se quita su preservativo, se lava su flacidez en el lavamanos con el mismo jabón que utilicé yo, nos miramos sin dejar de sonreirnos, compartimos la toalla, volvemos al escritorio donde nos vestimos hablando de cualquier cosa.

En la calle nos despedimos, tal vez volvamos a vernos, puede ser. Media hora después estoy en mi trabajo, me duele el dedazo en el culo, huelo a sudor y feromonas liberadas. Me siento con sueño, miro el reloj, aún falta mucho para regresar a casa.-